5 Enero 2001
Este Informe fue redactado con fecha 29 Septiembre 2000 y presentado como charla en el Hackmeeting BCN´00 de Barcelona el 21 de Octubre de
2000
Antiguamente (es decir, hace cinco o diez años) los internautas nos sentíamos seguros de que nadie intentaría controlar, patrullar o espiar ese novedoso sistema de intercomunicación humana que llamamos Internet. Creyendo que tal hazaña equivaldría a poner puertas al desierto, nos sentimos seguros en los números. Demasiado grande, demasiado extendida. Eso suponíamos.
Nos equivocamos. Probablemente también se equivocaron los radioaficionados, los usuarios de teléfonos, los periodistas del siglo XIX. Cada vez que un nuevo modo de comunicación aparece o se desarrolla, los gobiernos saltan a la arena para a) espiar, b) controlar, c) legislar. Todo por nuestro propio bien, por supuesto.
En la actualidad, la red de redes es un bocado demasiado grande incluso para las fuerzas del "lado oscuro." Pero eso no significa que éstas se sienten a un lado. Durante los últimos años hemos asistido a esfuerzos gigantescos en ese sentido... y a contraesfuerzos en sentido opuesto. La eterna lucha entre el "déjame en paz" y el "es por tu bien" continúa. Quién acabará venciendo a la postre es algo que no me atrevo a vaticinar. Pero entretanto, de sabios es informarse. ¿Qué fisgones pululan por nuestras redes de comunicaciones? Vamos a ver quiénes son. O, al menos, intentémoslo. Y, puesto que de diseccionar al Gran Hermano se trata, nada mejor que comenzar por el más grande de ellos: una contra-red denominada Echelon.
Orígenes de Echelon
Considerando que el revuelo generado por Echelon tiene tan sólo unos pocos años (lo que hace creer a algunos que solamente se dedica al espionaje de las comunicaciones por Internet), resulta chocante aprender que sus orígenes datan de finales de la Segunda Guerra Mundial. Hacia
1947, la colaboración anglo-norteamericana en materia de espionaje electrónico cristalizó en la denominada alianza UKUSA entre Estados Unidos y el Reino Unido, a la que posteriormente se unieron Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
No sabemos cuál fue la fecha de nacimiento de Echelon, aunque se cree que ha estado en funcionamiento desde al menos los años 70, puede que incluso los 60 (como es de suponer, no hay mucha información oficial al respecto, así que los "se cree" y "se supone" abundarán en lo que sigue). EEUU y el Reino Unido, los dos socios fundadores, decidieron entonces obtener "inteligencia" a partir de las redes de comunicaciones civiles. Posteriormente, en los años 80, se admitió la entrada a los otros tres socios menores (incluso parece ser que Irlanda ha sido recientemente invitada a participar, noticia no confirmada hasta ahora). Desde entonces, tanto sus objetivos como sus medios se han extendido sin pausa. Aparte de escuchas telefónicas, se interceptan faxes, mensajes de correo electrónico ... todo lo que sirva para enterarse de las cosas.
Echelon fue un hijo de la guerra fría. Entonces, ¿por qué sigue vivo? Quizá en cumplimiento de un viejo proverbio: si no está roto, no lo arregles. Se buscan ahora nuevos enemigos: terroristas internacionales, narcotraficantes, redes de contrabando nuclear. Y por supuesto, los indeseables de mal vivir que, según los amantes de la ley y el orden, pueblan ahora Internet. Para los espías, Echelon es un juguete demasiado bueno. Si no existiera, habría que inventarlo. Y ahí sigue.
El mundo en sus manos
El que la poderosa Agencia de Seguridad Nacional (NSA) norteamericana colabore con otros socios no es simple generosidad. Hay poderosos motivos. En primer lugar, contar con otras agencias amigas permite "repartirse el mundo." Dentro del club Echelon, el Reino Unido se encarga del espionaje electrónico en África y la zona europea al este de los Urales; Canadá cubre las latitudes septentrionales y polares; Australia tiene asignada Oceanía.
En segundo lugar, no se puede espiar si no se tiene una base de interceptación. Y malamente podría Estados Unidos interceptar los mensajes transmitidos por satélites en órbita sobre el Atlántico o el Pacífico si no tuviese cuando menos acceso a estaciones de escucha cercanas. Ya en
1971 los ingleses construyeron una de tales estaciones en Norwenstow. En la actualidad, las bases de escucha de Echelon (las conocidas, cuando menos), constituyen una lista de destinos digna del mismo Phileas Fogg: Yakima, Sugar Grove (EEUU), Geraldton, Shoal Bay y Perth (Australia), Waihopai (Nueva Zelanda), Menwith Hill (Reino Unido), Leitrim (Canadá), Bad Aibling (Alemania), Misawa (Japón), Chipre.
En tercer lugar, permite evitar ciertos inconvenientes legales. Normalmente, ninguna de las agencias de inteligencia que participan en el sistema Echelon puede, por ley, espiar dentro de su propio país. Pero nada impide pedir que otro de los socios espíe en su lugar. Es decir, si el Reino Unido quiere espiar en su país, no tiene más que pedirle el favor a sus colegas canadienses.
Según denuncia un espía canadiense, Margaret Thatcher usó esta triquiñuela en 1983 para espiar a algunos miembros de su propio gabinete ministerial. A petición de Canadá, el Reino Unido espió en 1975 a la esposa del entonces primer ministro canadiense, Pierre Trudeau. Henry Kissinger usó a la NSA para espiar al entonces secretario de estado, William Rogers. Diversos senadores norteamericanos fueron espiados de la misma forma durante el gobierno Reagan. Organizaciones como Amnistía Internacional o Greenpeace han sido asimismo espiadas. Y esos son solamente algunos de los ejemplos que se conocen.
Funcionamiento de Echelon
El mecanismo de Echelon puede dividirse en tres etapas: recoger información, analizarla y distribuirla. Así de sencillo. Por supuesto, la cantidad de datos que se han de recoger, analizar y distribuir hace que nuestro Gran Hermano favorito tenga algunos rasgos peculiares.
Primera etapa: captar información. Para ello se ha desarrollado una red de estaciones de interceptación, que constituyen la espina dorsal de Echelon. Las más llamativas son las que espían a, o se basan en, satélites. Interceptar mensajes de radio es relativamente sencillo. Pero con el advenimiento de los satélites de comunicaciones en los años 60, la cosa se complicó. Fue preciso, ya en
1971, instalar estaciones de interceptación en Morwenstow (Reino Unido) y Yakima (Estados Unidos) para pinchar las señales de los satélites Intelsat que orbitaban sobre los océanos atlántico y pacífico. A más satélites, más estaciones: Sugar Grove (Estados Unidos) fue la tercera, seguida de otras en Puerto Rico, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
En adición a estas estaciones (y a las que interceptaban emisiones de radio de alta frecuencia), fue preciso instalar otras para adecuarse a los tiempos, o bien desarrollar nuevos sistemas. No es fácil acceder a los cables submarinos de comunicaciones, pero hay submarinos especializados en acceder a dichos cables y pincharlos. Incluso los nuevos cables de fibra óptica tienen sus puntos vulnerables: el cable en sí no se puede pinchar, pero los repetidores opto-electrónicos usados para aumentar la potencia de las señales permite una vía de entrada al espía. Se espera que hacia el año 2004 sea botado un nuevo submarino para dichos menesteres: el USS "Jimmy Carter" (que se use el nombre de un defensor de los derechos humanos como Carter en tareas de violación de esos mismos derechos resulta algo de muy mal gusto, por otro lado).
¿Qué hay de la telefonía móvil? Las señales de microondas emitidas por éstos, y por las estaciones transmisoras, no son omnidireccionales, esto es, no se dispersan en todas direcciones, sino que son más intensas en direcciones paralelas al suelo. Pero para eso están los satélites. Ya en los años 60 se usaron satélites para interceptar mensajes de microondas. El truco consistía en situar el satélite casi sobre el horizonte respecto al objetivo. En la actualidad, los satélites de espionaje electrónico pueden captarlo prácticamente todo: bandas de VHF, UHF, telefonía móvil, buscas. Por supuesto, esto tiene su precio. Se cree que el coste de uno de tales satélites ronda los 200.000 millones de pesetas. Pero eso da al club Echelon la posibilidad de captar mensajes de microondas en cualquier lugar del planeta.
Segunda etapa: analizar la información. La posibilidad de captar mensajes no sirve de nada si éstos no pueden procesarse y estudiarse. De lo contrario, acabaremos con una montaña de datos sin utilidad práctica alguna. Aquí es donde entra un sistema que rivaliza en importancia y efectividad con la propia red de estaciones y satélites. Me refiero a los ordenadores de diccionario.
Nadie tiene los recursos suficientes para procesar y almacenar tanta información como la que circula hoy por las redes de comunicación. Lo que se hace, en su lugar, es "filtrar" la información. El torrente de datos que entran en una estación de seguimiento es dirigido hacia sistemas informáticos masivos a los que se aplica diversos procesos: reconocimiento óptico de caracteres (OCR) para mensajes escritos, reconocimiento de voz para conversaciones, y búsqueda de palabras para mensajes en general. Algo así como la opción "buscar" de un procesador de texto, pero increíblemente más veloz y sofisticado. Incluso se está trabajando en sistemas para localizar una voz en concreto mediante reconocimientos de patrones vocales, aunque se cree que no ha sido conseguido aún.
Procesando 24 horas al día, 7 días a la semana, los diccionarios de Echelon criban toda la información, en busca de palabras clave, números de teléfono o voces concretas. La gran mayoría de los mensajes no tiene interés, y son descartados. Pero los que concuerden con algún patrón de búsqueda van al saco: son transcritos o grabados, y etiquetados para futuro análisis. De esa manera, Echelon alcanza todo su potencial, combinando músculos y cerebro a una escala sin precedentes.
Cada estación mantiene un diccionario con los objetivos a buscar. Estos objetivos pueden ser introducidos por cualquiera de las agencias de espionaje participantes. ¿Que los ingleses desean saber qué hacen los activistas de Greenpeace en el Pacífico? Pues se incluyen en los diccionarios de Australia y Nueva Zelanda. Con la combinación estaciones+diccionarios, se permite una criba eficiente y amplia. Puede que nuestras conversaciones no resulten de interés para nadie, pero el hecho es que se están espiando y filtrando. Y si sucede que decimos algo de interés, el diccionario da el chivatazo.
Se cuenta el caso de un ama de casa que hablaba con una amiga por teléfono. Al comentar lo bien que había actuado su hija en la función del colegio, exclamó "fue fantástico, todo un bombazo." Esta última palabra hizo que su nombre acabase en un archivo sobre posibles sospechosos de terrorismo. Probablemente la anécdota sea apócrifa, incluso falsa. Pero ilustra perfectamente los problemas en que podemos vernos involucrados los ciudadanos de a pie. Aparte, naturalmente, del incordio inherente a que nos estén vigilando.
Finalmente, la información ya tratada y cribada es diseminada entre las diversas agencias de inteligencia interesadas. Dependiendo de la importancia de dicha información, ésta va cifrada y clasificada con diversos grados de secreto. Ya en 1981 la NSA y el GCHQ (su equivalente británico) construyeron la primera red de área amplia (WAN) digital para conectar las estaciones de seguimiento/interceptación. De la extensión de dicha red nos dará una idea el dato siguiente: hasta mediados de los años 90, era más grande !que la propia Internet!
Salta la liebre
Considerando su extensión, diseminación y coste, resulta increíble que la existencia de Echelon resultase un secreto hasta finales de los años 80. Claro que, en aquel entonces, la NSA no reconocía su propia existencia. Algunos guasones afirmaban que las siglas significaban No Such Agency (no hay tal agencia).
Las primeras filtraciones se conocieron en 1988. En ese año, el periodista británico Duncan Campbell publicó un artículo en el New Statesman (12 agosto). La información que obtuvo provenía sobre todo de una antigua empleada de la NSA llamada Margaret Newsham. Ella misma fue testigo de cómo se interceptó una llamada hecha por el senador norteamericano Strom Thurmond. Sin embargo, la prensa de Estados Unidos no pareció interesarse en lo que tenía que decir. Una entrevista hecha por la ABC News en 1992 no fue finalmente difundida.
Sin embargo, Campbell y otros siguieron en la brecha. En 1989 el escritor neozelandés Nick Hager comenzó a husmear. Fruto de ello fue la publicación en 1996 del libro "Secret Power", posiblemente el que hizo que la palabra Echelon comenzase a ser oída en amplios círculos.
Pero si hemos de buscar un reconocimiento en un texto oficial, hemos de buscar el documento del Parlamento Europeo PE 166.499. Con el título "Evaluación de las tecnologías de control político", fue preparado como documento de trabajo STOA (Evaluación de Opciones Científicas y Tecnológicas) y presentado a la Comisión de Libertades Públicas y Asuntos de Interior del Parlamento Europeo el 27 de enero de
1998 (puede consultarse en la dirección de Internet http://www.europarl.eu.int/dg4/stoa/es/publi/166499/execsum.htm). Este documento fue posteriormente ampliado. La parte que nos ocupa se denomina "Interception Capabilities 2000", escrita por Duncan Campbell.
Tras la publicación del documento STOA, se hizo inviable poner cara de "¿Eche-qué? Nunca he oido tal palabra." Ya no se puede dejar el tema, sea para apoyarlo, para atacarlo ... o para pretender que no existe. Diversos europarlamentarios requirieron en junio de 1998 aclaraciones a la Comisión Europea. Respuesta: "la Comisión no tiene pruebas sobre cualquiera de tales alegaciones" (¿acaso esperaban a que les llevaran el ordenador diccionario de Menwith Hill y lo pusiesen sobre la mesa?).
En Septiembre de 1998 el Parlamento Europeo aprobó una "resolución sobre las relaciones transatlánticas y el sistema Echelon", donde mostraba su preocupación por el asunto (con palabras muy descafeinadas, eso sí).
Pero el asunto sigue rodando. En 1997, British Telecom reveló información sobre cables de gran ancho de banda que fueron instalados en Menwith Hill (una de las mayores estaciones de Echelon), capaces de transmitir 100.000 llamadas telefónicas simultáneamente. En Noviembre de 1999 la BBC publica un artículo en el cual el gobierno australiano confirma la existencia de Echelon. La agencia de inteligencia alemana advierte abiertamente a los industriales acerca de Echelon. El gobierno de su vecino danés, por contra, afirma no conocer nada sobre Echelon fuera de las noticias de prensa (o son muy discretos, o muy ingenuos). Los franceses montan en cólera ... aunque se olvidan de comentar que ellos también tienen una red de espionaje electrónico, a la que algunos llaman "Frenchelon"
La pasta es la pasta
Mucha atención reciben las acusaciones de que Echelon incluye actividades de espionaje industrial en detrimento de empresas europeas. De hecho, parece ser el motivo por el que Europa toma cartas en el asunto (otros asuntos mundanos, como la protección de la privacidad de los ciudadanos europeos, no parecen tan relevantes).
Algunas de las alegaciones de Campbell en su informe Interception Capabilites 2000:
- En 1993, un funcionario de la NSA describió cómo se buscaba información sobre "Tornado" y "Panavia". En aquel entonces, el consorcio europeo Panavia intentaba vender aviones Tornado a Arabia Saudí.
- En 1994, la NSA interceptó llamadas entre la empresa Thomson y Brasil, relativas a un sistema de vigilancia. El contrato fue finalmente otorgado a la empresa norteamericana Raytheon ... que curiosamente proporciona servicios de mantenimiento e ingeniería en la estación de Echelon en Sugar Grove.
- En 1996, se interceptaron mensajes entre Arabia Saudí y el consorcio europeo Airbus. Resultado: McDonell Douglas y Boeing consiguieron el contrato, valorado en al menos 6.000 millones de dólares.
En estos dos últimos casos, se afirma que las empresas europeas intentaron el soborno para conseguir los contratos. El propio Jamew Woolsey, ex-director de la CIA, lo usa como justificación para el espionaje comercial. En una entrevista "Por qué espiamos a nuestros aliados" y publicada en el Wall Street Journal el 17 de Marzo de
2000 clamaba:
"Sí, mis amigos continentales europeos, os hemos espiado. Y es cierto que usamos ordenadores para filtrar los datos mediante palabras clave? ... En algunas áreas, la tecnología europea sobrepasa a la de EEUU, pero, por decirlo suavemente, el número de tales áreas es muy, muy, muy pequeño. La mayoría de la tecnología europea es tal que no vale la pena robar. ¿Por qué, entonces, os hemos espiado? ... os hemos espiado porque vosotros sobornáis."
Que cada cual saque sus propias conclusiones.