DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2001, 21, 487-559.

Peregrine HORDEN; Emilie SAVAGE-SMITH (eds.). The Year 1000. Medical Practice at the End of the First Millennium. Social History of Medicine. The Journal of the Society for the Social History of Medicine, 2000, 13 (2 special issue). Oxford, Oxford University Press, 357 pp. ISSN: 0951-631X [£ 13].


¿Es posible escribir una historia de la medicina en torno al año 1000 tal cómo nos gustaría escribirla o tal cómo la hemos escrito para otros periodos, es decir con «sus» instituciones, practicantes, enfermedades, valores y estrate-gias? 

Imaginamos que la percepción de la enfermedad como calamidad debió ser común para los mundos latinos, bizantino e islámico pero desafortunada-mente hasta hoy, nuestro conocimiento de los recursos para afrontarla, es decir, nuestro conocimiento de la medicina altomedieval y en este caso de la medicina en torno al año 1000, distaba aún de ser el que cabría esperar. Desde el punto de vista historiográfico, es necesario, por ejemplo, poner de relieve la distancia que aún existe entre las aportaciones concernientes al mundo latino por un lado y a los mundos árabe y bizantino por otro. A pesar de la tarea editorial y recopiladora de manuscritos médicos presalernitanos iniciada por Karl Sudhoff, Henry Sigerist, Ernest Wickersheimer, Augusto Beccaria, Walter Puhlmann, Loren MacKinney y continuada por Klaus-Dieter Fischer, Gerhard Baader, Gundolf Keil, Ulrich Stoll, Guy Sabbah y Pierre Paul Corsetti entre otros, todo parecía indicar que aún nos encontrábamos lejos de poder llegar a escribir una historia de la medicina preescolástica en el mundo latino equiparable en profundidad a las aproximaciones ya realizadas para las otras dos culturas. 

La empresa de Peregrine Horden y Emilie Savage-Smith intenta responder implícitamente a la trascendental pregunta que abre esta reseña y a otras relacionadas, a través de una herramienta no menos atrevida e incluso intelec-tualmente provocativa. ¿Se puede «dibujar» una práctica real de la medicina en un periodo donde las evidencias son teóricas, educacionales y eminentemente prescriptivas? Los dos distinguidos historiadores reúnen en el número especial de la revista Social History of Medicine, publicada bajo el patrocinio de la Society for the Social History of Medicine, las conferencias leídas por reconocidos especia-listas en los seminarios semanales celebrados en 1999 en la Wellcome Unit for the History of Medicine de Oxford sobre la práctica de la medicina en torno al año 1000. 

El presente volumen consta de un estudio introductorio de Peregrine Horden donde se abordan las dudas y posibilidades en el conocimiento de las enfermedades que afectaron a la población del año 1000 prestando especial atención a las aportaciones de la paleopatología. A su vez, se revisan las objeciones de tipo filosófico a la elaboración de una historia de la enfermedad, se apuntan posibles generalizaciones sobre la medicina «desplegada» contra ésta y finalmente se analizan las principales características de los textos de contenido terapéutico del periodo tales como la mutabilidad, la falta de teoría, las conexiones elusivas con la realidad clínica, etc. 

Entre los estudios dedicados al mundo occidental, Audrey Meaney analiza la práctica de la medicina en Inglaterra alrededor del primer milenio, a través de la información que nos ha llegado sobre sus practicantes —médicos y cirujanos al mismo tiempo—, describiendo el tipo de enfermedades que al parecer trataron. Se concentra en su carácter aparentemente monástico así como en los datos sobre las enfermerías en las que ejercieron. Finalmente, analiza el conocido manuscrito London, British Library, Mss. Harley 585 de carácter eminentemente prescriptivo, sus recetas traducidas del latín a la len-gua vernácula anglosajona así cómo la amalgama de tradiciones racionales, rituales —tanto cristianas como folklóricas— y mágicas que ejemplifican. Dis-cutible será —como se apuntó en el Symposium que se organizó en torno a este volumen (Symposium on Medical Practice around the Year 1000. Wellcome Unit for the History of Medicine, Oxford, 11 de noviembre del 2000)— si como argumen-ta la autora, la falta de selectividad y organización nos da una visión devaluada de las condiciones y actitudes hacia la medicina anglosajona del primer milenio. La aproximación tradicional al estudio de los textos médicos del periodo esta representada en la aportación de Klaus-Dieter Fischer. El autor examina el Liber passionalis, tratado de diagnóstico y terapia, prestando especial atención a su estructura y fuentes para contextualizarlo en el cuerpo de literatura médica accesible en la Europa latina en torno al año 1000. También revaloriza, a ojos del investigador, esa otra «experiencia médica», la del copista que se preocupa por dar a conocer y transmitir los fragmentos de textos antiguos más apropiados para supuestamente ofrecer un panorama comprensivo, variado y útil de las condiciones morbosas que el lector pudo encontrar. 

Claire Pilsworth explora en su artículo otro tipo de fuentes no menos subyugadoras: crónicas, textos hagiográficos, litúrgicos etc. muchas veces no directamente relacionados con los textos médicos pero de gran interés para ofrecernos visiones alternativas en el estudio de la medicina y la enfermedad.

La autora muy prudentemente alerta de las limitaciones que, sin embargo, tiene el estudio de dichos textos de forma aislada y del valor intrínseco que tiene no sólo su estudio particular sino, también, su puesta al servicio de un diálogo con el amplio acervo literario y cultural en el que estuvieron inserta-dos. Los textos escogidos como paradigma para su argumentación son: la segunda Vita Ambrosii de Milan y la Vita Barbati de Benevento, ambas compila-das en el s. IX en Italia. 

Faith Wallis, en la línea ya iniciada hace años de «revalorización» historiográ-fica de los textos médicos preescolásticos retorna de nuevo a cautivarnos con una interesante aportación. En este caso su objeto de estudio son las ideas sobre el diagnóstico y el pronóstico. Su pretexto serán las herramientas para traducir los resultados de la inspección del pulso y la orina en un ámbito concreto, el monas-terio de Monte Cassino a finales del primer milenio. La autora explica la inexis-tencia de teorías que den soporte a la información de los códices a causa del carácter pronóstico y no diagnóstico de dichas prácticas. Es decir, ¿porqué nece-sitar un sistema de semiótica «racional» para una efectiva medicina práctica si el pronóstico se entiende de forma análoga a una forma de intuición, juicio, revelación y profecía que operan fuera de la lógica de la causalidad? 

En el siguiente ensayo David Bennett nos acerca al mundo bizantino que, tal cómo argumenta el autor, ha sido a menudo devaluado por su naturaleza estática y poco original. Las críticas son hasta cierto punto sostenibles. El problema es que ensombrecen un sustrato vigoroso. La medicina bizantina del periodo fue una medicina práctica de carácter artesanal que compensó a través de la magia y la religión la «tratabilidad» de varias enfermedades inasumibles por parte de la medicina «racional». El artículo hace especial énfasis en los documentos asociados a los florecientes hospitales bizantinos del momento. También se analiza la influencia de la medicina islámica y se reivindica una vez más el carácter de la medicina bizantina como alambique destilador de lo mejor y más útil de la medicina de la antigüedad, como garante de su trans-misión y en definitiva como artífice de la preservación de una parte sustancial de los conocimientos médicos del mundo antiguo que de otra manera no hubiesen podido ser conservados. 

Los estudios sobre el mundo islámico nos llegan de la mano de dos historiadoras profundamente comprometidas con la «elucidación» de la Histo-ria de la Medicina islámica desde perspectivas socioculturales, asignatura que aunque ya está ampliamente superada en el estudio de la medicina occidental, aún dista de su culminación en la tradición islámica, donde muchos de sus cultivadores aún ensalzan la anécdota o el personaje evitando cualquier diálo-go con el entorno en el cual dichas anécdotas y dichos personajes debieron estar necesariamente insertados. Cristina Alvarez Millán enfrenta a la «teoría» con la «práctica» y, en la línea de lo anteriormente referido, cuestiona la historiografía de la medicina árabe focalizada hasta ahora —salvo notables excepciones— en textos teóricos asumiendo que son reflejo transparente de la realidad, utilizando sus propias palabras: «¿Pero las ideas teóricas se llevaron a la práctica?». La autora analiza la mayor colección de historias clínicas que se conserva del periodo escritas por Rhazes y sus estudiantes. Concretamente y tomando como paradigma el estudio de las enfermedades oculares llega a la conclusión de que aquellos procedimientos terapéuticos tan meticulosamente descritos en sus libros teóricos no fueron llevados a la práctica o cómo diría la autora «were not paralleled in the physician´s medical performance», sirviendo por otro lado a otros fines más «lucrativos» como la autopromoción personal. 

Emilie Savage-Smith aborda la cirugía, un tema trascendental en la histo-ria de la medicina islámica de dicho periodo contrastando teoría y práctica o, en sus propias palabras, el mito y la realidad. Concluye argumentando de forma convincente y demostrando, una vez más, su condición de especialista en la historia material de la ciencia islámica, que determinadas técnicas quirúr-gicas complejas e invasivas que aparecen en los textos teóricos pudieron no llevarse jamás a la práctica si nos atenemos a la inexistencia de referencias a éstas en textos de medicina práctica, a referencias explícitas al desconocimiento de éstas por parte de algunos autores e incluso a su repudio por parte de otros. Los autores elegidos para su trabajo son Albucasis, Rhazes, Haly Abbas y Avicena. 

Las conclusiones o implicaciones que Peregrine Horden extrae en torno a las contribuciones del volumen son temas muy sugerentes pero al tiempo profundamente controvertidos: la necesidad de valorar los textos del periodo por ellos mismos sin compararlos con hábitos posteriores, la sospechosa dispa-ridad entre los consejos prácticos en ellos contenidos y la práctica clínica, la problemática generada por el hecho de que muchos compiladores pudieron no ser médicos y, finalmente, la distancia existente entre la teoría y la práctica que emerge de los estudios para el mundo islámico y que, de forma altamente cuestionable, propone asimilar al mundo latino. Estaba, pues, justificado el Symposium en torno a este volumen. Un Symposium que reunió a la mayoría de autores que participaron en el volumen así como a otros especialistas en medicina medieval. La reunión se articuló en torno a la discusión de cuatro temas fundamentales: 1.—La interpretación de los textos, 2.—Religión, magia y medicina, 3.—Paleopatología y 4.—Teoría versus práctica. 

La interpretación de los textos generó discusión sobre si debemos consi-derar la «estabilidad» de un texto altomedieval como algo positivo. ¿No resul-taría más conveniente trabajar a favor de la inestabilidad que en contra de ella especialmente en un entorno en el que la medicina no se enseña a través de instituciones y el texto no tiene por tanto carácter canónico sino de herra-mienta de autoaprendizaje? También se abordó la problemática de las «cons-trucciones editoriales» ya fuesen altomedievales por parte de quienes los com-pilaron o modernas por parte de aquellos que los editaron. ¿Deberíamos trabajar los textos como documentos de archivo y relacionarlos con otros textos? ¿Se usaron los textos? Todo apunta a que fueron textos que se «hicie-ron» a través de su uso? Pero ¿qué significa «uso» en este caso? Una gran mayoría de textos compilados en los monasterios altomedievales son de carác-ter ginecológico y, aunque atractiva, sin duda resulta sospechosa la idea de una práctica monástica obstétrica floreciente. Por otro lado evidencias en los códi-ces próximas a las ginecológicas como: «Toma una mano de mortero y pulve-riza un lirio bastante fino, y bébete el zumo mezclado con vino de Salerno. El resto de las hojas pulverizadas que te sobren, puedes ponerlas en alguna protuberancia que desfigure tu cara» escrita por Walafridus Strabus, abad de Reichenau (De cultura hortorum, XVI) parecen apuntar un uso práctico. Se discutió también sobre la posibilidad de encontrar paralelismos con trabajos en torno a manuscritos de otras disciplinas del mismo periodo o con fragmen-tos médicos en manuscritos no médicos. Una conclusión unánime es que resulta necesario aunar esfuerzos en poner al abasto un mayor número de estos textos, reconociéndose la formidable utilidad de poder acceder fácilmen-te a ellos a través de bases electrónicas como las existentes o en proceso de realización (e.g. Diels, Voigt, Jones). 

Los textos médicos en torno al año 1000 contienen numerosas referencias mágicas y religiosas como resultado de la aculturación de las primeras por parte de la iglesia cristiana. La sesión sobre religión, magia y medicina versó sobre los problemas aún existentes para conceptualizar, caracterizar o categorizar la magia, especialmente cuando utilizamos categorías «impuestas» por los tex-tos de aquellos que la condenaron y, finalmente, para periodizarla. Se apuntó para futuras «agendas» en el estudio de la magia, religión y medicina, la necesidad de situarnos en sus fronteras relativas, allí donde se sobreponen las tres disciplinas porque es allí donde encontraremos sus puntos de negociación, sus definiciones cambiantes, etc. También se afirmó la necesidad de contrastar evidencias literarias y materiales. 

La búsqueda y definición de las entidades morbosas que afectaron a la población del año 1000 justificaba, sin duda, una sesión dedicada a la paleopatología. Un punto de peculiar controversia fue la discusión sobre sus posibles aportaciones. Parece que los historiadores e historiadoras la respeta-mos e incluso la admiramos como disciplina pero ¿cuántos de nosotros hemos recurrido a una revista de paleopatología en el estudio histórico de alguna disfunción para contrastarla con la información textual que normalmente manejamos? ¿Es que quizás nos asusta —a través del uso de los datos paleopatológicos— caer en la trampa del diagnóstico retrospectivo? Es necesa-rio superar esa asunción, convencernos de que los paleopatólogos no aspiran a protagonizar una campaña contra el relativismo histórico y también es nece-sario empezar a entender que no sólo la paleopatología sino la arqueología misma pueden iluminar nuestra «historia de las percepciones». 

Las divergencias expuestas entre la teoría y la práctica de la medicina para el mundo islámico y su tentadora, para muchos, asimilación al mundo latino promo-vió la última sesión que se dedicó a Teoria versus Practica. Los historiadores e historiadoras estamos empeñados en elucidar la práctica real de la medicina o en contrastarla con la teoría pero ¿fueron realmente dos mundos tan distantes? ¿Por qué en vez de hablar de teoría versus práctica no hablamos de teoría y práctica? y ¿Por qué cuando decimos que la práctica no encajó con la teoría y lo asumimos como un triunfo historiográfico, no nos interesamos más en la sociedad que produjo esa teoría al tiempo que su práctica y no nos cuestionamos por qué las hicieron divergir mutuamente, si es que realmente lo hicieron? 

En resumen, Peregrine Horden, Emilie Savage-Smith y los autores del volumen han puesto a nuestra disposición una imprescindible herramienta de trabajo a quienes nos interesa la medicina del lejano año 1000 y sus cuestiones sin resolver. Más esencial que eso, si cabe, es el habernos deleitado con un volumen ameno, agradablemente variopinto y, lo más importante, multicultural. Nos dibujan un sinfín de futuros terrenos a explorar y muchas barreras historiográficas a derribar. Como broche final, los editores invitaron a «insiders» y «outsiders» de la medicina del año 1000 a la autocrítica retrospectiva de su trabajo, en un Symposium, celebrado tan sólo dos meses después de la aparición del volumen. Que duda cabe, pues, que la historiografía de la medicina altomedieval ha llegado a su mayoría de edad y que las «dark ages» se han iluminado ostensiblemente. En nuestro entorno más cercano la luz llegará pronto de la mano del recordado Luis García Ballester y de la obra de síntesis que coordinó sobre la historia de la ciencia y de la técnica en la Castilla medieval. De nuevo, «The Year 1000» nos demuestra que ha resultado y continuará resultando posible escribir una historia de la medicina en torno al año 1000; si no una imagen real de su praxis, sí una antología sistematizada de todo aquello que la estimuló. ¿Es eso algo menos valioso que ofrecer por parte del historiador, de inferior entidad o menos cautivante? 

TERESA HUGUET TERMES Universidad Complutense de Madrid