DESARROLLO A ESCALA HUMANA
Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones
Manfred A. Max-Neef
con colaboraciones de: Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn
Indice
Presentación,
Joan Martínez
Alier
Prólogo
a la presente edición, Rubén G. Prieto
Prefacio
Primera Parte
Desarrollo a Escala Humana
1
Relectura de la crisis latinoamericana: Crisis y perplejidad
Crisis
de propuestas y crisis de utopías
Limitaciones
para nuestro desarrollo
Objetivos
del Desarrollo a Escala Humana
2
Desarrollo y necesidades humanas
Reflexiones
para una nueva perspectiva
Fundamentación
Bases
para una sistematización posible
Notas
sobre metodología
Opciones
que definen el desarrollo
3 Desarrollo y autodependencia
Hacia un desarrollo autodependiente
Sobre
el mundo invisible
Sobre las micro-organizaciones
Sobre recursos
Recapitulación
4 La
problemática no resuelta de la articulación micro-macro
Respuestas
pendientes
El
problema de la agregación
Articulación
y direccionalidad del sistema
Segunda Parte
Algunas
reflexiones para seguir pensando
5
Sobre
la poda del lenguaje (y otros ejercicios inusuales) para comprender el progreso
social
El problema
Manifestaciones del problema
La
búsqueda de respuestas
Conclusiones
6 Una
manera estúpida de vivir
La idea
La crisis
La coacción del lenguaje
¿Existen soluciones?
El
futuro posible
Presentación
Veamos lo invisible
El
libro que el lector o lectora tiene en las manos no es el único que Manfred
Max-Neef ha publicado, ni es tampoco el más conocido. Es el más nuevo. Antes
Max-Neef publicó un par de libros muy famosos en diversos círculos de Europa del
Norte y de América del Sur: La Economía Descalza y Real Life Economics (en
colaboración con Paúl Ekins). El autor también es conocido por haber sido
candidato verde en las elecciones presidenciales chilenas en
1993,
alcanzando el
6
por ciento de los votos. En esa contienda, en la derecha estuvo un candidato
apellidado Alessandri (representando lo que en otra época de Chile se llamó
momios); en el centro e izquierda moderada, un candidato apellidado Frei, que
ganó ampliamente las elecciones. Un déjàvu. Hubo también un candidato de la
izquierda tradicional no reciclada, sin apellido histórico y de ideas
inamovibles. La novedad fue Max-Neef, y su actuación política fue convincente y
digna. Hubo también en esas elecciones un intento de confusión (como ocurre en
España) a cargo de la secta de los siloístas disfrazados de "humanistas" y
"ecologistas", pero su votación no llegó al uno por ciento.
Max-Neef
no es sin embargo un político profesional. Es una persona con experiencia en la
economía transcendental, precisamente la vinculada al petróleo (¿cómo Schumacher
estuvo vinculado al carbón?). A partir del exilio tras el golpe militar de
Pinochet en
1973,
se ha convertido en uno de los más prestigiosos economistas alternativos y
ecológicos. Max-Neef nos hace ver lo que permanece invisible en la economía
convencional. Como se sabe, el trabajo doméstico no remunerado proporcionado
mayormente por mujeres, esos trabajos de cuidar de las personas, supondrían una
parte importante de toda la producción, pero no están contabilizados.
El
PIB es el valor de toda la producción de la economía, sin restar las
amortizaciones; lo que Max-Neef llama PGB, producto geográfico bruto. Si
contáramos esos trabajos invisibles de las mujeres, comprobaríamos que suponen
el
20
o el
30
por ciento del PIB. En la contabilidad macroeconómica tampoco se incluyen los
servicios ambientales prestados por la naturaleza, es decir, la absorción
gratuita de contaminantes, su capacidad de proporcionar agua, energía, elementos
y compuestos químicos, riqueza genética. Esas condiciones naturales de la
producción permanecen invisibles para los economistas. Sólo si son destruidas,
sólo al surgir una percepción social de que la economía ha entrado en colisión
con la ecología, sólo entonces algún que otro economista empieza a musitar algo
acerca de las "externalidades", los "impuestos pigouvianos", la atribución de
"derechos de propiedad" sobre la naturaleza...
También son invisibles para los economistas y para los políticos
que les son fieles todos esos otros trabajos de los hombres y las mujeres pobres
del mundo que se "buscan la vida". Se confunde el concepto de trabajo con el de
empleo asalariado, se olvidan de los campesinos, de las cooperativas informales,
de los trabajos voluntarios. Todo lo que no da "valor añadido" crematístico, o
que da poco, es casi invisible.
En cambio. Max-Neef y sus colaboradores dicen que debemos
quitarnos esos anteojos crematísticos. También, debemos abandonar el ansiado
modernización uniformizadora. Debemos pensar en los valores de uso y apreciar la
diversidad. Reconforta el ánimo que en estos momentos, en los países ibéricos,
haya libros como el de Max-Neef, y, además, una revaloración general de los
trabajos de amar y de cuidar. El
éxito de Laura Esquivel con la novela “Como agua para chocolate” y
simultáneamente la sorpresa neo-zapatista (desgraciadamente por la vía armada)
en favor de las tradiciones indígenas mayas, de sus bosques y cultivos, indican
un cambio de tendencia. Mejor Max-Neef, Laura, Esquivel y los neo-zapatistas,
que esta dieta de Octavio Paz y Vargas Llosa (un criollo que aprendió el inglés
y no sabe quechua) que habitualmente nos llega de ultramar. Max-Neef nos
recuerda que la agricultura "moderna" de lowa e Illinois es menos eficiente
energéticamente y más destructora de la diversidad biológica que las
agriculturas tradicionales del sur de México y de los Andes, arrojadas a un lado
en la carrera por la "modernización" y la competitividad. ¿Cuándo se darán
cuenta los economistas, y de quienes de ellos se fían, que su medida de la
"productividad" es ecológicamente falsa? Ni los servicios de la naturaleza ni
los trabajos no asalariados, son valorados por la contabilidad económica.
Y
sin embargo, esos servicios de la naturaleza y esos trabajos invisibles, son
esenciales para la satisfacción de las necesidades. Esta teoría de Max-Neef
presupone una investigación de la noción de "necesidad". Para los economistas
neoclásicos, "necesidad" es una palabra improcedente. Ellos hablan de
"preferencias reveladas" en los mercados. Contra ese subjetivismo de los
economistas, algunos economistas críticos (el propio Georgescu-Roegen ya en los
años
1930,
antes pues de desarrollar su paradigma de economía ecológica), señalaron que
algunas necesidades eran más importantes que otras. Desde otro ángulo, Veblen
presentó a principios de siglo una teoría sociológica sobre las necesidades
superfinas. Pero los economistas han despreciado a psicólogos y sociólogos.
Abraham Maslow (citado por Max-Neef) no aparece en los textos de economía.
Desde
el marxismo, la doctrina predominante ha sido que la producción determina las
necesidades. El "sistema" nos crea necesidades. Otros, como Marcuse, soñaron
en
1968
junto con toda una generación, en la posibilidad de que los humanos tengamos una
estructura autodeterminada de necesidades.
La
famosa aportación de Max-Neef a una teoría operativa de las necesidades va más
allá de esas discusiones. En este libro desarrolla esta teoría con la
colaboración de Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn. Hay que distinguir entre
necesidades y "satisfactores" de esas necesidades. Las necesidades humanas no
son infinitas e inescrutables. Por el contrario, son finitas y las conocemos
bien. Eso no supone un reduccionismo biológico o etiológico, ni tampoco la
aplicación del enfoque de "necesidades básicas de los pobres" (propio del Banco
Mundial y otras organizaciones internacionales a partir de los años
1970).
Las necesidades humanas lo son de todos los humanos, de los Mapuche y de los
neoyorquinos, son finitas e identifícables, pero los "satisfactores" pueden ser
muchos y variados. Los mejores son los sinérgicos, es decir, los que satisfacen
varias necesidades a la vez.
Este es pues mi resumen de las páginas más importantes de este
libro, una ayuda al lector algo perezoso para animarle a emprender la
lectura.
Joan Martínez Alier
Barcelona,
20
de enero de
1994
Prologo a La Presente Edición
«No es sencillo discernir entre lo que conviene conservar
y lo que hay que
destruir»
Alfonso
Barceló. Filosofía de la Economía. Barcelona. Ed. Icaria.
1992
Nos encontramos en una encrucijada. Y la perplejidad frente a la
realidad en que hemos desembocado, luego de décadas de progreso y
desarrollo, por momentos nos paraliza. Estamos obligados a definir caminos al
andar, desde un desafío de alguna manera similar al que, en el origen,
enfrentaron los primeros habitantes en sus cavernas, sin ninguna tradición y
desde la escasez de lenguajes. Tenemos que volver a dibujar en la penumbra, al
abrigo de nuestras pequeñas comunidades, los signos que puedan simbolizar
nuestra comprensión de una realidad amenazante y facilitar la creación de
alternativas.
Estamos enfrentados al riesgoso momento de la creación.
Ineludiblemente debemos interrogar a lo visible o a lo que somos capaces de
visualizar, y desde allí hacer visible lo posible, desde sueños que tal vez
parezcan imposibles.
Su lectura nos prepara para el advenimiento de una nueva realidad,
creada a imagen y semejanza de los mejores deseos de libertad y de justicia.
Porque de eso de trata, ya que más que inventar nuevos cuentos o procedimientos
tecnológicos, estamos convocados a elaborar un nuevo paradigma que nos rescate
de esa convicción de vivir días sin mañana, en que parece hundirse nuestra
época.
Este libro inaugura una discusión que no termina con él y al mismo
tiempo nos impulsa a la búsqueda de alternativas. Por ello se aproxima más a una
obra de arte en un nivel artesanal en las antípodas de los reiterados discursos
tecnocráticos. Aquí la economía que se había insubordinado, poniéndose por
encima de los seres humanos y de la naturaleza, convirtiéndolos en meros
recursos para un desarrollo omnipotente, es abrazada para retraerla a lo que es
su función, y que nunca debió haber abandonado: un pensamiento efectivo que va y
viene entre la experiencia y la construcción teórica de los dalos emergentes de
la realidad, referidos a los requerimientos reproductivos, a la lógica de la
repetición cíclica de los procesos de producción, circulación y consumo. La
esfera económica es así concebida como un componente más de la sociedad
humana y, por consiguiente, en Íntima conexión con la política y la cultura, con
la ecología y la sociología, la psicología y la antropología.
Por oposición hemos sufrido el embate hegemónico, a izquierda y
derecha, de una postura tecnocrática, economicista, que nos presenta como
«ciencia económica, lo que en realidad es una mezcolanza de proposiciones
científicas, recetas técnicas, instrumentos analíticos, idearios políticos y
propaganda política» (A. Barceló. Filosofía de la economía, p. 79)
Max-Neef nos propone una comprensión de la estructura y dinámica
de aquellos aspectos de las actividades sociales que denominamos «sistema
económico» desde la perspectiva de la atención de las necesidades humanas
básicas, incluidas dentro del marco social y ecológico.
A diferencia de la teoría económica convencional, cuyo nivel
científico queda cuestionado, aquí están presentes el marco ecológico, la
estructura institucional, la existencia de grupos sociales y su interconexión en
lo económico y político, así como la urdimbre cultural que da sentido desde un
imaginario social radical, a la totalidad sistémica en que se inscriben las
relaciones de los seres humanos y la de éstos con la naturaleza y la
historia.
Superada la algarabía del progreso y el desarrollismo y la también
ilusa construcción de un «socialismo» contra la sociedad, tenemos que
reaprender a criticar lo falso e inconsistente, lo meramente instrumental y
socialmente injusto, e ir construyendo una negación rigurosa y sustentable. Pero
también necesitamos crear un discurso positivo que pueda fundar alternativas
reales y convertirse en fuente de propuestas y experiencias cargadas de
esperanzas. De esperanzas y no de ilusiones. Enraizadas en lo que Cornelius
Castoriadis destaca como «la capacidad que tienen los colectivos humanos de
hacer surgir de manera inmotivada - aunque condicionada - formas, esquemas
nuevos que más que organizadores son creados de mundos». (El mundo
fragmentado)
El paro estructural, la dualización social y la degradación
ambiental son el trasfondo del discurso de la lógica del mercado de la
revolución tecnológica y de la ofensiva conservadora y reaccionaria que campea
en la economía y la política actuales.
Una creciente producción de «economía crítica» empieza a abrir
nuevas perspectivas. Las ideas expuestas en este libro de una u otra manera ya
han pasado la prueba de fuego, circulando de mano en mano desde Venezuela a
Bolivia, de Chile y Uruguay hasta Brasil. Paraguay o Colombia, pero también
confrontadas en Estocolmo. Madrid. Londres y Penang. En ámbitos académicos,
en organizaciones barriales, en proyectos cooperativos de autoconstrucción, en
centros de atención primaria de la salud, en organizaciones de productores
rurales, en experiencias comunitarias y en grupos de ecología social. La
«matriz de necesidades humanas» es ya familiar en muchos espacios de socialidad
concretos, fuente de inspiración, que provoca respuestas creativas y que se ha
convertido en un instrumento agudo de crítica de la situación vivida.
La oportunidad de esta obra es evidente, ya que lo que caracteriza
este período de fin de siglo es, sin duda, el descreimiento frente a un
estilo de desarrollo que se ha revelado ecológicamente predatorio, socialmenle
perverso y políticamente injusto. La publicación en castellano,
paradójicamente antecedida por versiones en inglés y en alemán, puede
dinamizar, en nuestro continente las corrientes presentes en numerosos
movimientos sociales, que perciben que los magros e injustos
resultados económicos, son la contraparte de los deterioros realizados. Y
que la lucha manifiesta entre privatización y estatización, aparentemente nueva,
juega como ocultamiento y negación de un verdadero y radical planteo que reponga
a la sociedad, a través de sus formaciones básicas, en el protagonismo de la
gestión política y económica, por medio de la autoorganización y la
autogestión.
«La
panacea liberal que se ofrece a nuestros pueblos no es capaz de garantizar un
desarrollo ecológicamente sustentable socialmente justo y políticamente viable»,
afirmaban unánimes los representantes de organizaciones ecologistas de todo el
continente en el momento de formar el Pacto Acción Ecológica de América
Latina y el Caribe, en octubre de
1989.
Y más recientemente otras voces afirman complementariamente y enfilando
hacia el futuro que «la creciente inoperancia del Estado para resolver los
problemas ecológicos podrá llevara formas inéditas de autogestión
comunitaria».
(Brailovsky
y Foguelman. Momería
Verde, p.
375)
Tal vez sea oportuno cerrar esta presentación con una pizca
irónica, aportada por el economista Joan Robison, en su «Teoría del desarrollo»:
«El estudio de la economía no tiene por objeto la adquisición de un conjunto de
respuestas preparadas para los problemas económicos, sino aprender a no dejarse
engañar por los economistas», (p.27)
Un
última instancia, y como lo señalan sus autores, la propuesta aquí
planteada no quiere ser un modelo. Nada en ella pretende apuntar a soluciones
definitivas, pues «es una opción abierta que sólo se justifica en la medida en
que se la asuma y entienda como construcción permanente».
Rubén G. Prieto
Montevideo,
20
de agosto de 1993
Prefacio
Este documento cristaliza un trabajo esencialmente
transdisciplinario realizado por un equipo de investigadores de distintos países
de América Latina. El trabajo fue preparado a lo largo de un año y medio con la
colaboración de profesionales provenientes de Chile, Uruguay, Bolivia,
Colombia, México, Brasil, Canadá y Suecia, dedicados a disciplinas tales como
economía, sociología, psiquiatría, filosofía, ciencia política, geografía,
antropología, periodismo, ingeniería y derecho. Los participantes constituyeron
un grupo estable de reflexión e investigación colectiva que se reunió, en
el curso de los dieciocho meses de trabajo, en tres seminarios – talleres,
manteniendo contacto intelectual estrecho y permanente desde el comienzo hasta
el término del proyecto. Además del grupo estable, cuya continuidad permitió
profundizar la reflexión colectiva en torno a problemáticas específicas del
desarrollo, hubo invitados especiales en cada una de las reuniones.
Los principales insumos para este trabajo lo constituyen los
relatorios de cada uno de los Seminarios. Talleres y distintos documentos
producidos por lo participantes. La redacción final estuvo a cargo del equipo
del CEPAUR y apunta más a integrar de manera coherente la diversidad de los
aportes que a reflejar la opinión particular de cada uno de los participantes.
El documento producido sobre la base de los tres talleres, fue discutido en un
seminario de evaluación final, en el centro Dag Hammarskjöld en Uppsala [1]
La propuesta que aquí se contiene constituye un aporte para una
filosofía del desarrollo. Pretende por lo tanto, ser un aporte sugerente,
susceptible de ahondarse en cualquiera de los múltiples ámbitos que aborda.
El
proyecto fue realizado de manera conjunta por el Centro de Alternativas de
Desarrollo (CEPAUR) de Chile y por la Fundación Dag Hammarskjold de Suecia.
Nació de la necesidad de situar en el contexto latinoamericano (y a la luz de
los cambios de escenario ocurridos durante el último decenio) la propuesta
contenida en el Informe Dag Hammarskjold de
1975
«Que hacer: Otro Desarrollo». El texto resultante aspira a tener como
interlocutores a agentes del desarrollo regional, planificadores y
políticos, grupos de desarrollo local, académicos de diferentes
disciplinas relevantes para el desarrollo, foros internacionales y
profesionales e intelectuales dedicados a pensar caminos de humanización
para un mundo en crisis.
La propuesta contenida en este trabajo es, pues, un esfuerzo por
integrar líneas de reflexión, de investigación y de acción que puedan constituir
un aporte sustancial para la construcción de un nuevo paradigma del desarrollo,
menos mecanicista y más humano.
La
primera parte de este libro, fue publicada en 1986 como número especial de la
revista Development Dialogue, con él titulo "Desarrollo
a Escala
Humana": una opción para el futuro"
A
esta edición, se ha sumado una nueva sección: «Notas sobre Metodología», así
como dos nuevos capítulos que constituyen la Segunda Parte de este libro.
De éstos, el primero es una versión ampliada del ensayo «La poda del lenguaje»
que fue publicado en 1988
en Development, la revista de la Sociedad para el Desarrollo Internacional. El
otro capítulo incorporado, es una versión corregida de la conferencia que el
autor dio en el marco de la Conmemoración de Schumacher. Octubre de
1989
en Bristol, Inglaterra.
Estas dos adiciones al libro, representan, aunque no sean
productos terminados, al menos, caminos hacia campos nuevos y abiertos de
investigación y reflexión. Subrayan el carácter elusivo e interminable de la
búsqueda de respuestas finales para la cuestión del mejoramiento humano a través
del desarrollo.
El Centro de Alternativas de Desarrollo -CEPAUR- es una
organización no gubernamental de espectro internacional, dedicada, a través
de la investigación de naturaleza transdiciplinaria y proyectos de acción, a una
reorientación del desarrollo, a través de la promoción de formas de
autodependencia local que satisfagan las necesidades fundamentales de los seres
humanos, y de una manera más general, a promover el desarrollo a escala
humana.
Las
oficinas de CEPAUR están en la Avenida Santa María 349,
Apto 42-B, Santiago, Chile, y la dirección postal es CEPAUR, Casilla
27001,
Santiago
27,
Chile.
Manfred Max-Neef
Director Ejecutivo. CEPAUR.
Primera Parte
Desarrollo a Escala Humana
1. Relectura de la
crisis latinoamericana: crisis y perplejidad
Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn
Crisis de prepuestas y crisis de utopías
Hoy es casi un lugar común afirmar que América Latina está en
crisis. Son muchas las versiones, descripciones e interpretaciones que se han
hecho de la crisis, por lo que el diagnóstico de la enfermedad parece estar
completo, por lo menos en sus contenidos más profundos y trascendentes. Lo que
aún no ha generado consenso es el tratamiento, debido a la complejidad del
cuadro que se nos presenta. La perplejidad, resultante de una situación a la que
no le reconocemos precedentes similares, nos ha mantenido en una especie de
callejón sin salida, que bloquea el paso hacia soluciones imaginativas,
novedosas y audaces. Se intuye con claridad que las recetas convencionales y
tradicionales, de cualquier trinchera que venga, no funcionarán. Sin embargo,
hay una especie de temor paralizante que inhibe el diseño de caminos
radicalmente distintos que pudieran eventualmente sacamos del embrollo.
El temor es entendible, porque no es nada fácil renunciar a
diseños estratégicos o construcciones teóricas e ideológicas en las que se han
cimentado durante largo tiempo no sólo creencias, construcciones y esperanzas,
sino incluso pasiones. Pero el hecho es que la magnitud de la crisis parece
trascender nuestra capacidad de asimilarla e internalizarla plenamente. Después
de todo, no se trata de una crisis clara. No es sólo económica, ni es sólo
social, cultural o política. De alguna manera, es una convergencia de todas
ellas pero que en su agregación, resulta en una totalidad que es más que la suma
de sus partes.
En lo político, la crisis se ve agudizada por la ineficacia de las
instituciones políticas representativas frente a la acción de las elites de
poder financiero, por la internacionalización creciente de las decisiones
políticas y por la falta de control que la ciudadanía tiene sobre las
burocracias públicas. Contribuyen también a la configuración de un universo
político carente de fundamento ético, la tecnificación del control de la vida
social, la carrera armamentista y la falta de una cultura democrática arraigada
en las sociedades latinoamericanas. En lo social, la creciente fragmentación de
identidades socioculturales, la falta de integración y comunicación entre
movimientos sociales, la creciente exclusión social y política y el
empobrecimiento de grandes masas, han hecho inmanejables los conflictos en el
seno de las sociedades, a la vez que imposibilitan las respuestas constructivas
a tales conflictos. En lo económico, el sistema de dominación sufre actualmente
cambios profundos, donde inciden de manera sustancial la mundialización de
la economía, el auge del capital financiero con su enorme poder concentrador, la
crisis del Estado de Bienestar, la creciente participación del complejo militar
en la vida económica de los países, y los múltiples electos de las sucesivas
oleadas tecnológicas en los patrones de producción y consumo.
Todo esto sorprende a los países en desarrollo en condiciones de
tremenda desventaja y los obliga - con la complicidad de gobernantes y clases
dominantes- a enormes sacrificios y costos sociales para «sanear» sus sistemas
financieros y pagar los tan mentados servicios de sus deudas con los acreedores
del mundo industrializado. Ante este panorama incierto, más desolador que
halagador, las respuestas y búsquedas de alternativas al autoritarismo, al
neoliberalismo, al desarrollismo y al populismo, se empantanan en programas
inmediatistas, y en balbuceos reactivos, o se reducen a la reivindicación y
recuperación de los «niveles históricos».
Al tratar de identificarla con un nombre, nos hemos inclinado por
llamarla la crisis de la utopía, porque su manifestación más grave nos parece el
hecho de que estamos perdiendo - si es que no hemos perdido ya- nuestra
capacidad de soñar. Nos debatimos en un agotador insomnio que nos impide la
lucidez imprescindible para enfrentar con vigor e imaginación nuestros
problemas. Nos hemos convertido, en cambio, en una especie de somnolientos
administradores de una crisis a la que intuimos imposible de resolver por
nuestros propios medios. Esta somnolencia en que nos hace desembocar la
crisis de la utopía se manifiesta con muchos rostros: el derrotismo, la
desmovilización, la abulia, el individualismo exacerbado, el miedo, la angustia
y el cinismo.
Los campos en los que en el pasado - con o sin éxito- luchamos por
nuestras propias causas, hoy nos aparecen como cubiertos de bruma. Nuestras
razones se hacen difusas, y los que aún mantenemos una voluntad de lucha,
acabamos, sin darnos cuenta, emprendiendo luchas que nos son ajenas. De allí que
nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de encontrarnos con
nosotros mismos y convencemos además, de que el mejor desarrollo al que podremos
aspirar - más allá de cualquier indicador convencional que, más que nada, ha
servido para acomplejarnos- será el desarrollo de países y culturas capaces de
ser coherentes consigo mismas.
La propuesta contenida en este documento no pretende ser la
solución final para superar nuestra crisis. Sin embargo, es un camino posible.
Es una opción surgida de una larga reflexión colectiva por parte de un grupo de
latinoamericanos que, acompañados en la jornada por amigos solidarios de
Suecia y Canadá, han decidido compartir los resultados de su recuperada
capacidad de soñar.
Limitaciones para nuestro desarrollo
Si limitamos nuestro análisis a los componentes económicos de la
crisis, y observamos su comportamiento histórico a través de las políticas
económicas y de desarrollo que se han aplicado en Latinoamérica durante las
últimas cuatro décadas, lo primero que detectamos es un claro proceso pendular.
Los períodos de expansión acaban generando desequilibrios financieros y
monetarios, que derivan en respuestas estabilizadoras que, a su vez, acaban
generando elevados costos sociales, lo que induce a nuevos impulsos de
expansión.
En este juego pendular se confrontan las dos grandes
concepciones económicas que han dominado el panorama de América Latina: el
desarrollismo y el monetarismo neo-liberal. Ambas comparten el no haber logrado
lo que originalmente se propusieron, pero cada cual de manera distinta y por
rabones distintas. Por otra parte, no todo es negativo en un fracaso, de manera
que vale la pena dedicar algunas reflexiones al sello que cada una de estas
concepciones ha dejado impreso en la historia económica y socio-política de la
región.
Frustraciones del desarrollismo y del monetarismo
El desarrollismo fue una experiencia profundamente movilizadora.
Fue generadora de ideas y de corrientes de pensamiento. Es durante el período de
su predominio en que surge no sólo CEPAL, que le da su gran impulso, sino el
Banco Interamericano de Desarrollo, la ALALC, el Pacto Andino y otras
importantes iniciativas regionales tales como la Alianza para el Progreso. En
los contextos nacionales aparecen las instituciones de planificación, las
corporaciones de fomento de la producción en sus distintas versiones, las
políticas que impulsan la industrialización y revierten la composición
demográfica de países hasta entonces predominantemente rurales, las reformas
bancarias, el mejoramiento de los sistemas estadísticos, la promoción popular y
los variados intentos de reformas estructurales. Surgen, además, los
primeros argumentos y tesis sólidas que apuntan a la defensa de nuestras
exportaciones, afectadas - como logra demostrarse - por un deterioro
constante de los términos de intercambio. Por último, son economistas
latinoamericanos adscritos al pensamiento desarrollista quienes aparecen como
actores determinantes en la creación de la UNCTAD.
Durante las décadas de los años cincuenta y sesenta tienen pleno
sentido hablar de un pensamiento cepalino o de una filosofía del BID.
Existen posiciones que generan debate. Hay una efervescencia creativa
indiscutible. Los centros de poder del Norte contraargumentan, pero, por primera
vez a la defensiva. Todo ello empieza a diluirse en la década siguiente, y los
organismos internacionales latinoamericanos comienzan a perder su identidad
original. El monetarismo neo-liberal, que había hecho sus incursiones
esporádicas sin lograr imponer su carácter más allá de episodios coyunturales de
estabilización, comienza a irrumpir con toda su energía.
El fracaso del desarrollismo no puede, ciertamente,
atribuirse ni a faltado ideas ni a pobreza de creatividad. Por el
contrario, sus aportes han sido formidables en cuanto a crear una
infraestructura económica rica y diversificada. Las razones de su
fracaso se han debido fundamentalmente a su propia incapacidad para
controlar los desequilibrios monetarios y financieros, a que la estructura
productiva que generó - especialmente la industria - resultó tremendamente
concentradora, ya que su enfoque del desarrollo, predominantemente económico,
descuidó otros procesos sociales y políticos que comenzaban a emerger con
fuerza y gravitación crecientes, especialmente después del triunfo de la
revolución cubana.
La historia del neo-liberalismo monetarista es otra y bien
distinta. Si el desarrollismo fue generador de pensamiento, el monetarismo ha
sido fabricante de recetas; por lo menos el que hemos visto aplicado en nuestros
países. En nuestro medio no es posible detectar propiamente un pensamiento, o
una filosofía neo-liberales. Ello no se debe, por cierto, a que la mencionada
escuela carezca de tales sustentos. Basta leer para ello a los economistas
austríacos. El problema radica en que el esquema aquí aplicado ha sido el de un
neoliberalismo inculto, dogmático y fuera de contexto.
A diferencia del desarrollismo, el neo-liberalismo monetarista ha
fracasado en un período mucho más breve y de manera mucho más estrepitosa. Más
aún, se parece a un derrumbe fenicio, que nada deja después de su paso excepto
un inmenso vacío. El que hoy en día sólo logre sustentarse, en América Latina,
con el apoyo de regímenes dictatoriales o pseudo-democráticos, es prueba
suficiente de que la presión generada por los costos sociales sólo puede
mantenerse bajo control con la aplicación de medidas represivas.
Suponiendo,
empero, que el neo-liberalismo monetarista se hubiese aplicado de manera más
acorde con la riqueza de pensamiento de sus creadores, especialmente
austríacos, su fracaso, en el contexto latinoamericano, habría sido igualmente
inevitable. Esto es así al menos por tres razones. Primero, porque a pesar de
poder impulsar el crecimiento económico, no es generador de desarrollo en el
sentido amplio que hoy lo entendemos. Segundo, porque sus supuestos de
racionalidad económica son profundamente mecanicistas e inadaptables, por
lo tanto, a las condiciones de países pobres, donde la miseria no puede
erradicarse como consecuencia de la liberalización de un mercado del que los
pobres se encuentran, de hecho, marginados.
Tercero,
porque en mercados restringidos y oligopólicos, donde los grupos de poder
económico no se enfrentan a fuerzas capaces de limitar su comportamiento, la
actividad económica se orienta con sentido especulativo, lo que deriva en
resultados concentradores que son socialmente inaguantables.
Hay que destacar, por último, que ambas concepciones
económicas han compartido algunos elementos, aunque con distinta
intensidad. Las dos han pecado de mecanicistas y de provocar resultados
económicos concentradores. Para el neo-liberalismo, el crecimiento es un fin en
sí mismo y la concentración se acepta como una consecuencia natural. Para el
desarrollismo, el crecimiento es una condición económica que conllevará
desarrollo. Ambas suponen que la concentración estimula el crecimiento lo cual
es demostrable estadísticamente - pero mientras el neo-liberalismo no ve
necesidad alguna de limitarla, el desarrollismo que sí le reconoce límites, no
logra controlarla. El desenlace de esta historia de cuarenta años nos inserta,
finalmente, en la situación de perplejidad en que hoy nos encontramos.
Reacciones ante las frustraciones
Hay diferentes reacciones frente a la situación actual. Están, por
ejemplo, los que sostienen que después de todo el naufragio no se ha producido.
Argumentan para ello que durante las ultimas dos décadas y media los niveles de
ingreso se han más que duplicado, que ha habido una notable expansión del
producto y que se han multiplicado las exportaciones. Todo ello es cierto. Sin
embargo, están los que exhiben la otra cara de la realidad: el agravamiento de
la pobreza en los sectores populares, el hecho de que algo más de un tercio de
la población económicamente activa se debate entre el desempleo y el subempleo,
el agravamiento de los grandes déficits sociales, especialmente la vivienda, y,
por último, una deuda externa que, al margen de consideraciones éticas respecto
de lo que tendríamos o no tendríamos que hacer, resulta claramente impagable a
menos que agravemos nuestra pobreza y agotemos nuestros recursos hasta límites
estructural mente irreversibles.
Hay quienes ven la posibilidad de que, al enmendar ciertos
errores, es posible revitalizar esquemas que resultaron atractivos en el pasado.
Otros, como es el caso de los autores de este documento, ven un inmenso espacio
abierto para diseñar alternativas radicalmente distintas. La segunda
posición se sustenta no sólo en la percepción de una experiencia histórica
agotada, sino en algunos errores graves que podrían cometerse al aplicar
soluciones convencionales para escapar de la crisis.
Al enfrentar el futuro se corre el riesgo de caer en errores de
percepción o de equivocarse en la acción. En materia de percepción se
cometen dos errores graves. El primero es pensar que la crisis económica
latinoamericana es atribuible a la crisis externa. El segundo, que se desprende
del anterior, es suponer que nuestra depresión es coyuntural. Si bien es cierto
que las condiciones externas influyen en economías dependientes y vulnerables
como las nuestras, no es menos cierto que una recuperación de la economía
capitalista del norte no tendría necesariamente efectos significativos para
nuestra propia recuperación. Las razones se desprenden de los errores que pueden
cometerse en materia de acciones, y que señalamos a continuación.
Sería totalmente ilusorio sustentar una estrategia de desarrollo
futura en la expansión de las exportaciones de productos primarios, por la
sencilla razón de que todo indica que el grueso de ellos mantendrá, por diversas
razones, condiciones desfavorables en los términos de intercambio, mientras
otros comienzan a ser desplazados por sustitutos más eficientes. Del mismo modo,
una estrategia sustentada en la diversificación de las exportaciones, entendida
ésta como exportación de manufacturas, se estrellaría inevitablemente
contra las políticas proteccionistas de las potencias del norte. Suponer por
otra parte, un desarrollo apoyado en las contribuciones externas de capital,
queda descartado de plano por el gravísimo e irresoluble estado en que nos
mantiene el endeudamiento.
De
lo dicho se desprende que nuestra situación dista mucho de ser coyuntural. De
allí que resulta inevitable, en nuestra opinión, desplegar todos los esfuerzos
posibles para diseñar alternativas imaginativas pero viables. Las condiciones de
tal
-o
de tales- alternativas parecen bastante claras. Por una parte, si las dos
concepciones económicas que han dominado el escenario latinoamericano no han
logrado satisfacer las legítimas carencias de las mayorías latinoamericanas, una
nueva concepción ha de orientarse primordialmente hacia la adecuada satisfacción
de las necesidades humanas. Por otra parte, si el desarrollo futuro no podrá
sustentarse en la expansión de las exportaciones (por las barreras descritas),
ni en sustanciales aportes de capital foráneo por las dramáticas limitaciones
que impone la deuda externa, la nueva concepción ha de orientarse
inevitablemente hacia la generación de una creciente autodependencia. [2]
Objetivos del Desarrollo a Escala Humana
Este trabajo propone, como perspectiva que permita abrir nuevas
líneas de acción, un Desarrollo a Escala Humana. Tal desarrollo se concentra y
sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la
generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación
orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos
globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la
planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado.
Necesidades humanas, autodependencia y articulaciones orgánicas,
son los pilares fundamentales que sustentan el Desarrollo a Escala Humana.
Pero para servir su propósito sustentador deben, a su vez, apoyarse sobre una
base sólida. Esa base se construye a partir del protagonismo real de las
personas, como consecuencia de privilegiar tanto la diversidad como la
autonomía de espacios en que el protagonismo sea realmente posible. Lograr
la transformación de la persona-objeto en persona-sujeto del desarrollo es,
entre otras cosas, un problema de escalar porque no hay protagonismo posible en
sistemas gigantísticos organizados jerárquicamente desde arriba hacia
abajo.
El Desarrollo a Escala Humana apunta hacia una necesaria
profundización democrática. Al facilitar una práctica democrática más
directa y participativa puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente
semi-paternalista del Estado latinoamericano, en rol estimulador de soluciones
creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más
congruentes con las aspiraciones reales de las personas.
Estado y Participación Social en América Latina
Sin pretender realizar un análisis histórico o sociológico sobre
los modelos de Estados en la región, parece importante, empero, constatar la
incapacidad histórica de tales modelos para la plena promoción de espacios de
participación popular.
A los procesos de independencia y constitución de estados
nacionales en América Latina siguieron procesos de desarrollo impulsados y
controlados por las oligarquías nacionales. Estos se desenvolvieron en el marco
de democracias liberales y tuvieron por objetivo el desarrollo capitalista y la
integración con los mercados externos. Pero estas democracias excluyeron de la
vida política a las masas populares, privándolas de canales de
participación social o de presión política.
Este carácter ostensiblemente restringido de los espacios de
participación y de los beneficios sociales del
desarrollo-capitalista-oligopólico, precipitó la crisis del Estado oligárquico.
Una nueva fase en la modalidad estatal fue la de los regímenes
populistas-nacionalistas, los que intentaron combinar mayor participación
popular con la formulación de proyectos nacionales homogéneos que
permitieron una modernización más ágil y sólida de la nación. Estos sistemas
abrieron canales de representación política - el sufragio universal - y crearon
mecanismos de representación sectorial. Como forma de gobierno, el principal
aporte del populismo fue el reconocimiento de grupos sociales hasta
entonces excluidos del concierto político. Puesto que el Estado mismo se hizo
cargo de este proceso de incorporación de nuevos actores al desarrollo, esto
redundó en un considerable aumento de su función reguladora. A la mayor
participación política de sectores incorporados a la vida socio-política
acompañaron políticas redistributivas piloteadas por el Estado.
Si bien este modelo estatal tuvo la fuerza para legitimarse frente
al tradicional Estado oligárquico, el Estado populista necesitó, por su propia
precariedad frente a grupos internos de poder económico y a las presiones
imperialistas de países ricos, consolidar de manera compulsiva proyectos
nacionales homogéneos. Estos proyectos no fueron capaces de reflejar la
heterogeneidad de sectores y comunidades que componen la sociedad
civil, de modo que la participación social y el protagonismo popular se vieron
socavados por el autoritarismo implícito en el «proyecto único», y por
mecanismos burocráticos y paternalistas que reforzaron la verticalidad y la
concentración de poder.
La tensión entre proyectos nacionales homogéneos y diversidad
de actores sociales que claman por mayor protagonismo, se repite en la ola de
regímenes progresistas que ocuparon buena parte del escenario político en muchos
países de la región. Tales Estados no buscaron legitimación mediante la
democracia política - y esto los diferencia de los populismos constituidos
por sufragio universal -, sino a través del respaldo popular obtenido mediante
la expansión de conquistas sociales y nacionales, y a través del control
sindical de tipo corporativo en muchas de las funciones del Estado.
Los regímenes políticamente autoritarios, y liberales a ultranza
en lo económico, han sido los más representativos del último decenio, muy
especialmente en el Cono Sur de América Latina. En ellos se combina la
concentración del poder político (acompañado de represión tísica y
psicológica sobre la población civil) con la privación para amplios sectores de
los beneficios sociales y económicos que habían conquistado bajo el alero de
gobiernos populistas o progresistas. Es en estos regímenes represivos, de corte
neoliberal, donde la participación social y el protagonismo popular se han visto
mas desvastados.
Pero es precisamente en estos regímenes, y frente a esta crisis
aguda, donde las oposiciones democráticas revalorizan la necesidad de
fundar un orden basado en la articulación de la democracia política con la
participación social. Es en esta dirección que apunta, también, el presente
documento. La alternativa, en las actuales condiciones, gira menos en torno a
opciones ideológicas estereotipadas que en la posibilidad de combinar procesos
de desconcentración económica, descentralización política, fortalecimiento
de instituciones auténticamente democráticas y autonomía creciente de los
movimientos sociales emergentes.
El desafío va más allá del tipo de Estado y se extiende hacia la
capacidad de la propia sociedad civil para movilizarse y adecuar un orden
político representativo a los proyectos de los diversos y heterogéneos sujetos
sociales. La pregunta candente, no sólo para un Estado democrático sino también
para una sociedad y una cultura democrática en la región, no es ya cómo contener
la diversidad, sino cómo respetarla y estimularla. Al respecto, un tipo de
desarrollo orientado a fortalecer espacios locales, micro-organizaciones y la
multiplicidad de matrices culturales dispersas en la sociedad civil, no puede
eludir la tarea de consolidar prácticas y mecanismos que comuniquen,
socialicen y rescaten las diversas identidades colectivas que conforman el
cuerpo social.
Estos procesos de protagonismo creciente resultan, pues, decisivos
para articular proyectos que expandan la autonomía nacional y que socialicen de
manera más equitativa los frutos del desarrollo económico. De allí que sea
indispensable zanjar la creciente atomización de movimientos sociales,
identidades culturales y estrategias comunitarias. Articular estos
movimientos, identidades, estrategias y demandas sociales en propuestas
globales no es posible mediante la homogeneización que caracterizó a los
populismos o nacionalismos. Requiere, por parte del Estado, nuevos
mecanismos institucionales capaces de conciliar participación con
heterogeneidad, formas más activas de representatividad y mayor receptividad en
cada una de las instancias públicas.
No es el objetivo del presente documento desarrollar una propuesta
en torno al modelo de Estado adecuado para la promoción de un Desarrollo a
Escala Humana. Nuestro énfasis recae en las exigencias para y desde la propia
sociedad civil. Esto no implica en absoluto la minimización de la problemática
del Estado, sino la voluntad de complementar propuestas políticas para el
Estado con la perspectiva de los actores sociales, de la participación
social y de las comunidades y del potencial que en sí mismos puedan contener.
Nuestro énfasis en una «democracia social» o bien en una «democracia de la
cotidianeidad» no obedece a la despreocupación por la «democracia política»,
sino a la convicción de que sólo rescatando la dimensión «molecular» de lo
social (micro-organizaciones, espacios locales, relaciones a Escala Humana)
tiene sentido pensar las vías posibles de un orden político sustentado en una
cultura democrática. Compartimos en este sentido la idea de que, para
evitar la atomización y la exclusión, sea en lo político, en lo social o en lo
cultural, es imprescindible generar nuevas formas de concebir y practicar la
política. El presente documento no pretende describir tales formas, sino
abrir - siempre abrir - espacios de reflexión y de sensibilización que
expandan la conciencia crítica ante lo que vivimos y promuevan la sensación de
urgencia por nuevos caminos de acción política.
Hábitos y sesgos en los discursos del desarrollo
Más allá de la apretada síntesis de los acápites precedentes,
nuestra reflexión compartida nos ha permitido concretar algunas conclusiones que
amplían el contexto de la problemática urgente de modificar sustancialmente
nuestros conceptos y enfoques de desarrollo.
Vivimos y trabajamos una historia que desconoce la sub-historia
que la hace posible. De allí que observamos cotidianamente las graves
desarticulaciones que se dan entre las actuaciones de las cúpulas políticas y
las aspiraciones e impulsos que se desencadenan en los sectores populares.
Buscamos justificación para nuestras acciones en los planteamientos o
pensamientos que atribuimos a nuestro difunto héroe de turno, sin siquiera
percatarnos de la sabiduría del hombre y la mujer que siembran el maíz y que, al
compartirlo en la olla común, logran sobrevivir, no por lo que hemos hecho, sino
a pesar de lo que no hemos hecho.
Vivimos y trabajamos modelos de sociedad que desconocen la
complejidad creciente de la sociedad real en que estamos inmersos. De allí que
observamos el quehacer febril y obsesionado de los tecnócratas que diseñan
soluciones antes de haber identificado el ámbito real de los problemas. La
justificación de los modelos la buscamos en los modelos mismos, de manera que
cuando las soluciones fracasan, no es por fallas del modelo, sino por trampas
que hace la realidad. Esa realidad que se hace presente no se percibe como un
desafío que hay que enfrentar, sino como un obstáculo que hay que domesticar
imprimiendo aún mayor fuerza en la aplicación reincidente del modelo.
Vivimos y trabajamos la importancia orientadora de nuestros
conocimientos formales adquiridos. De allí que observamos en tantos dirigentes
un miedo patológico al protagonismo y a la libertad. El pueblo está para ser
orientado, aún por aquellos que se dan el lujo de desconocer la orientación del
pueblo. Así se diseñan programas para «concientizar», porque por alguna
extraña razón se supone que el que sufre no sabe por qué sufre, y al que le
va mal no sabe qué es lo que lo aqueja.
Vivimos y trabajamos la construcción de un orden, sin
entender lo que es ordenable ni lo que estamos ordenando. De allí que
observamos el culto fetichista por la forma, como manera de ocultar el temor
inconciente a las incertidumbres que encierra el fondo. Confundimos así la ley
con la justicia y el reglamento con la eficiencia. Identificamos la generosidad
con la limosna y la participación con la reivindicación concedida. Utilizamos
las palabras sin respetar su contenido y acabamos así construyendo caricaturas
en vez de contextos coherentes en los cuales sustentar la construcción de
nuestros proyectos de vida individuales y colectivos.
Conscientes de todo lo expuesto, la propuesta que hemos elaborado
no es un modelo. Nada en ella pretende exhibir el rango de solución definitiva,
porque entendemos que el ser humano y todo su entorno son componentes de un
fluir permanente que no pudo detenerse con milenarismos ni menos con
ocasionalismos.
2.
Desarrollo y necesidades
humanas
Manfred Max-Neef, Antonio Elidido y Martín Hopenhayn
Reflexiones para una nueva perspectiva
¿Hay algo que aportar a lo que ya se ha dicho?
La
bibliografía sobre necesidades humanas a que pueden recurrir los interesados es
vasta y. en muchos casos, contiene aportes contundentes. La temática ha
trascendido los ámbitos de la filosofía y la psicología, para convertirse en
centro de atención de las disciplinas políticas, económicas y sociales en
general. Los organismos internacionales preocupados por la promoción del
desarrollo han hecho suyo, en estos últimos años, el criterio de que éste debe
orientarse preferentemente hacia la satisfacción de las llamadas necesidades
básicas. Más aún, en
1975
el Informe Dag Hammarskjold «Qué hacer: Otro desarrollo», colocaba tal propósito
como uno de los pilares fundamentales del nuevo tipo de desarrollo que debía
desencadenarse urgentemente a fin de superar la desoladora miseria que sufría la
mayoría de los habitantes del Tercer Mundo.
Hoy es aceptado casi como un lugar común que desarrollo y
necesidades humanas son componentes de una ecuación irreductible. Sin embargo,
en esta línea de reflexión queda aún mucho por aportar.
En primer lugar, está el hecho de que el nuevo enfoque no puede
reducirse a mero arreglo cosmético de un paradigma en crisis. Implica desde la
partida, la apertura hacia una nueva manera de contextualizar el desarrollo.
Ello significa modificar sustancialmente las visiones dominantes sobre
estrategias de desarrollo, en el sentido de entender, por ejemplo, que ningún
Nuevo Orden Económico Internacional podrá ser significativo si no está
sustentado en la reformulación estructural de una densa red de Nuevos Ordenes
Económicos Locales.
Significa, además, reconocer la incompletitud e insuficiencia
de las teorías económicas y sociales que han servido de sustento y orientación a
los procesos de desarrollo hasta el presente. Significa tomar conciencia,
concretamente, de que en un mundo cada vez más heterogéneo por su creciente e
inevitable interdependencia, la aplicación de modelos de desarrollo
sustentados en teorías mecanicistas, acompañados de indicadores
agregados y homogeneizantes, representa una ruta segura hacia nuevas y
más inquietantes frustraciones.
Un Desarrollo a Escala Humana, orientado en gran medida hacia la
satisfacción de las necesidades humanas, exige un nuevo modo de interpretar la
realidad. Nos obliga a ver y a evaluar el mundo, las personas y sus procesos, de
una manera distinta a la convencional. Del mismo modo, una teoría de las
necesidades humanas para el desarrollo, debe entenderse justamente en esos
términos: como una teoría para el desarrollo [3]
Tal como una piedra tiene atributos distintos para un geólogo que
para un arquitecto, las necesidades humanas adquieren visos distintos en el
ámbito de la psicología clínica que en el ámbito del desarrollo. Ello no
implica, empero, sugerir la construcción de nuevos reduccionismos. Los ámbitos y
los atributos están imbricados en ambos casos. De lo que se trata es de una
cuestión de forma y de énfasis: es decir, de enfoque.
El desafío consiste en que políticos, planificadores,
promotores y. sobre todo, los actores del desarrollo sean capaces de
manejar el enfoque de las necesidades humanas, para orientar sus acciones y
aspiraciones.
La
necesaria transdisciplinariedad
Los aportes que siguen apuntan a ese propósito. Es decir, hacer
entendible y operativa una teoría de las necesidades humanas para el desarrollo.
El esfuerzo no puede sustentarse, sin embargo, en ninguna disciplina particular,
porque la nueva realidad y los nuevos desafíos obligan ineludiblemente a una
transdisciplinariedad. [4]
La evidencia central es que las nuevas calamidades sociales se nos
revelan, cada día más, ya no como problemas específicos, sino como problemáticas
complejas que no pueden seguir atacándose satisfactoriamente mediante la
aplicación exclusiva de políticas convencionales, inspiradas por disciplinas
reduccionistas.
Tal como la enfermedad de una persona puede traducirse en un
problema médico, y esa misma enfermedad transformada en epidemia trasciende
el campo estrictamente médico, del mismo modo nuestro desafío actual no consiste
tanto en enfrentar problemas, como en enfrentar la tremenda magnitud de los
problemas.
Es la cuestión de la creciente magnitud y complejidad la que
determina la transformación de problemas con claros contornos disciplinarios en
problemáticas generadoras de difusos entornos transdisciplinarios.
Exclamaba el Marqués de Sade, en medio del terror de la Revolución
Francesa: «Ya no existe ninguna hermosa muerte individual». De manera análoga
podemos exclamar nosotros, en medio de una realidad actual que nos agobia: «ya
no nos queda ningún hermoso problema particular».
Sólo un enfoque transdisciplinario nos permite comprender, por
ejemplo, de qué manera la política, la economía y la salud han convergido hacia
una encrucijada. Descubrimos, así, casos cada vez más numerosos donde la mala
salud es el resultado de la mala política y de la mala economía.
Si las políticas económicas diseñadas por economistas, afectan
como, de hecho, lo hacen- a la totalidad de una sociedad, los economistas ya no
pueden pretender que su única preocupación son los problemas económicos.
Tal pretensión sería poco ética, puesto que implicaría asumir la responsabilidad
por la acción, pero no por las consecuencias de la acción.
Nos enfrentamos a situaciones desconcertantes, donde cada vez
entendemos menos. De ahí que las cosas están realmente mal, y se volverán
peores, a menos que dediquemos mucha más energía e imaginación al diseño de
transdisciplinas coherentes y significativas. Vivimos una época de transición
trascendental, lo cual significa que los cambios de paradigma no sólo son
necesarios, sino imprescindibles.
Tres postulados y algunas proposiciones
El desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos
Este es el postulado básico del Desarrollo a Escala Humana.
Aceptar este postulado ya sea por opciones éticas, racionales
o intuitivas- nos conduce a formularnos la siguiente pregunta fundamental:
«¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que
otro?». Dentro del paradigma tradicional, se tienen indicadores tales como el
Producto Bruto Interno (PBI), el cual es, de alguna manera y caricaturizándolo
un poco, un indicador del crecimiento cuantitativo de los objetos. Necesitamos
ahora un indicador del crecimiento cualitativo de las personas. ¿Cuál podría
ser?
Contestamos la pregunta en los siguientes términos: «El mejor
proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de
las personas». La pregunta siguiente se desprende de inmediato: «¿Qué
determina la calidad de vida de las personas?».
«La
calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de
satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales». Surge la
tercera pregunta:
«
¿Cuáles son esas necesidades fundamentales? y/o ¿quién decide cuáles
son?».
Antes de responder a esta pregunta, deben hacerse algunas disquisiciones.
Necesidades v satisfactores
Se ha creído, tradicionalmente, que las necesidades humanas
tienden a ser infinitas: que están constantemente cambiando, que varían de una
cultura a otra, y que son diferentes en cada período histórico. Nos parece que
tales suposiciones son incorrectas, puesto que son producto de un error
conceptual.
El típico error que se comete en la literatura y análisis acerca
de las necesidades humanas es que no se explicita la diferencia fundamental
entre lo que son propiamente necesidades y lo que son satisfactores de esas
necesidades. Es indispensable hacer una distinción entre ambos conceptos como se
demostrará más adelante- por motivos tanto epistemológicos como
metodológicos.
La persona es un ser de necesidades múltiples e interdependientes.
Por ello las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en que las
mismas se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y
compensaciones (trade-offs) son características de la dinámica del
proceso de satisfacción de las necesidades.
Las
necesidades humanas pueden desagregarse conforme a múltiples criterios, y las
ciencias humanas ofrecen en este sentido una vasta y variada literatura. En
este documento se combinan dos criterios posibles de desagregación: según
categorías existenciales y según categorías ortológicas. Esta combinación
permite operar con una clasificación que incluye, por una parte, las necesidades
de Ser, Tener, Hacer y Estar; y, por la otra, las necesidades de Subsistencia,
Protección, Afecto. Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y
Libertad. [5]
Ambas categorías de necesidades pueden combinarse con la ayuda de una
matriz. (Ver Bases para una sistematización posible – Una taxonomía de
las necesidades humanas).
De la clasificación propuesta se desprende que, por ejemplo,
alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como
satisfactores de la necesidad fundamental de subsistencia. Del mismo modo,
la educación (ya sea formal o informal), el estudio, la investigación, la
estimulación precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de
entendimiento. Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, en
general, son satisfactores de la necesidad de protección.
No existe correspondencia biunívoca entre necesidades y
satisfactores. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción
de diversas necesidades o, a la inversa, una necesidad puede requerir de
diversos satisfactores para ser satisfecha. Ni siquiera estas relaciones
son fijas. Pueden variar según tiempo, lugar y circunstancias.
Valga un ejemplo como ilustración. Cuando una madre le da el pecho
a su bebé, a través de ese acto, contribuye a que la criatura reciba
satisfacción simultanea para sus necesidades de subsistencia, protección, afecto
e identidad. La situación es obviamente distinta si el bebé es alimentado de
manera más mecánica.
Habiendo diferenciado los conceptos de necesidad y de satisfactor,
es posible formular dos postulados adicionales. Primero: Las necesidades
humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables. Segundo: Las necesidades humanas
fundamentales (como las contenidas en el sistema propuesto) son las mismas
en todas las culturas y en todos los periodos históricos. Lo que cambia, a
través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para
la satisfacción de las necesidades. ( Ver “Fundamentación”. )
Cada
sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para la
satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema,
éstas se satisfacen (o no se satisfacen) a través de la generación (o no
generación)
de diferentes tipos de satisfactores.
Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de
satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un individuo que
pertenece a una sociedad consumista son las mismas de aquel que pertenece a una
sociedad ascética. Lo que cambia es la elección de cantidad y calidad de los
satisfactores. y/o las posibilidades de tener acceso a los satisfactores
requeridos.
Lo que esta culturalmente determinado no son las necesidades
humanas fundamentales, sino los satisfactores de esas necesidades. El
cambio cultural es entre otras cosas- consecuencia de abandonar satisfactores
tradicionales para reemplazarlos por otros nuevos y diferentes.
Cabe agregar que cada necesidad puede satisfacerse a niveles
diferentes y con distintas intensidades. Más aún, se satisfacen en tres
contextos: a) en relación con uno mismo (Eigenwelt); b) en relación con el grupo
social (Mitwelt); y c) en relación con el medio ambiente (Umwelt). La calidad e
intensidad tanto de los niveles como de los contextos dependerá de tiempo, lugar
y circunstancia.
La pobreza y las pobrezas.
El sistema propuesto permite la reinterpretación del concepto de
pobreza. El concepto tradicional es limitado y restringido, puesto que se
refiere exclusivamente a la situación de aquellas personas que pueden
clasificarse por debajo de un determinado umbral de ingreso. La noción es
estrictamente economicista.
Sugerimos no hablar de pobreza, sino de pobrezas. De hecho,
cualquier necesidad humana fundamental que no es adecuadamente satisfecha
revela una pobreza humana. La pobreza de subsistencia (debido a alimentación y
abrigo insuficientes); de protección (debido a sistemas de salud ineficientes, a
la violencia, la carrera armamentista, etc.); de afecto (debido al
autoritarismo, la opresión, las relaciones de explotación con el medio ambiente
natural, etc.): de entendimiento (debido a la deficiente calidad de la
educación); de participación (debido a la marginación y discriminación de
mujeres, niños y minorías); de identidad (debido a la imposición de valores
extraños a culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político,
etc.) y así sucesivamente.
Pero las pobrezas no son sólo pobrezas. Son mucho más que eso.
Cada pobreza genera patologías, toda vez que rebasa límites críticos de
intensidad y duración. Esta es una observación medular que conviene
ilustrar.
Economía y patologías
La gran mayoría de los analistas económicos estarían de acuerdo en
que el crecimiento generalizado del desempleo, por una parte, y la magnitud del
endeudamiento externo del Tercer Mundo, por otra, constituyen dos de los
problemas económicos más importantes del mundo actual. Para el caso de
algunos países de América Latina habría que agregar el de la
hiperinflación.
Desempleo
A pesar de que el desempleo es un problema que, en mayor o menor
grado, siempre ha existido en el mundo industrial, todo parece indicar que nos
estamos enfrentando a un nuevo tipo de desempleo, que tiende a permanecer y que,
por lo tanto, se esté transformando en un componente estructural del sistema
económico mundial.
Es sabido que un individuo que sufre una prolongada cesantía
cae en una especie de «montaña rusa» emocional, la cual comprende, por lo menos,
cuatro etapas: a) shock, b) optimismo, c) pesimismo, d) fatalismo- La última
etapa representa la transición de la inactividad a la frustración y de allí
a un estado final de apatía donde la persona alcanza su más bajo nivel de
autoestima.
Es bastante evidente que la cesantía prolongada perturbará
totalmente el sistema de necesidades fundamentales de las personas. Debido
a los problemas de subsistencia, la persona se sentirá cada vez menos protegida;
las crisis familiares y los sentimientos de culpa pueden destruir las relaciones
afectivas; la falta de participación dará cabida a sentimientos de aislamiento y
marginación y la disminución de la autoestima puede fácilmente provocar crisis
de identidad.
La cesantía prolongada produce patologías. Sin embargo, esto no
constituye la peor parte del problema. Dadas las actuales circunstancias de
crisis económicas generalizadas, es decir, dada la magnitud del problema, no
podemos seguir pensando en patologías individuales. Debemos necesariamente
reconocer la existencia de patología colectivas de la frustración, para las
cuales los tratamientos aplicados han resultado hasta ahora
ineficaces.
Aun cuando son procesos económicos los que generan el desempleo,
una vez que éste rebasa magnitudes críticas, tanto en cantidad como en duración,
no hay tratamiento económico alguno que sea capaz de resolver la
problemática en que el problema original se ha transformado. Como problemática
pertenece a una transdisciplina que aún no se ha comprendido ni organizado. Esto
último, en términos de un programa para el futuro, representa el primer
desafío. En lo que se refiere a tendencias, estas patologías colectivas
aumentarán.
Deuda externa
La deuda externa del Tercer Mundo también será responsable de otro
tipo de patologías colectivas. Con el fin de mantener al sistema bancario
internacional robusto y sano, una gran cantidad de países y sus poblaciones
tendrán que someterse a costa de quedar debilitados y enfermos.
El
Presidente del Partido Conservador Británico, John Gummer, señaló, a comienzos
de
1985:
«Estados Unidos importa los ahorros del resto del mundo y exporta la inflación.
Esto constituye un grave problema». Ahora bien, debido a un dólar americano
sobrevaluado y a tasas de interés exorbitantes, las naciones deudoras deberán
pasar por todas las penurias para poder maximizar sus ingresos por concepto de
exportaciones. Este hecho, inevitablemente, se realizará a costa de la
depredación irreversible de muchos recursos, del aumento de hambrunas y de
un creciente empobrecimiento, no coyuntural, sino estructural. Determinar
cuales serán las terribles patologías colectivas que irán surgiendo en los
países pobres, como consecuencia de esta aberrante situación, es el segundo
desafío.
Hiperinflación
La experiencia latinoamericana demuestra que la hiperinflación
también trasciende la esfera económica y condiciona el conjunto de la vida
social. Durante los últimos años, países como Brasil, Argentina, Bolivia y Perú
han sido psicosocialmente devastados por una moneda en la que sus usuarios
confían cada vez menos. Más allá de las consecuencias económicas de
devaluaciones diarias (especulación financiera, disminución crónica de
inversiones productivas, deterioro sistemático de salarios reales) la
inflación sostenida, a tasas anuales de tres y hasta cuatro dígitos, erosiona la
confianza de un pueblo, crea falsas expectativas que luego frustra
violentamente, y despierta una profunda incertidumbre respecto del futuro. El
temor por la «salud» de la moneda irradia sentimientos colectivos de creciente
pesimismo respecto del país, del Estado y del futuro de cada persona. El agudo
deterioro de la confianza conlleva inseguridad y escepticismo generalizados,
fenómenos difíciles de revertir, y con los cuales es aún más difícil construir
alternativas capaces de superar esa misma crisis inflacionaria.
La problemática de la hiperinflación no sólo tiene componentes
económicos, sino psicológicos y sociales además. El nuevo concepto de inflación
inercial reconoce precisamente que, en parte, la inflación es consecuencia de la
propia inflación. Es decir, las expectativas inflacionarias determinan que el
comportamiento de las personas sea tal, que acaba imprimiendo aún más
aceleración a la espiral inflacionaria, lo que es un ejemplo claro de profecía
autocumplida. De ahí que la única manera eficaz de atacar esta problemática sea
a través de una coherente estrategia transdisciplinaria.
Hemos aportado sólo tres ejemplos. Sin embargo, son muchos
más los procesos económicos que, concebidos y diseñados en forma tecnocrática y
con visión reduccionista, generan patologías colectivas. Los economistas,
especialmente los ubicados en posiciones de influencia, deberían hacer su propio
esfuerzo de honesta autocrítica para descubrirlos y reconocerlos. Ello
implica, por cierto, asumir como principio algo que pareciera
olvidarse con demasiada frecuencia: que la economía esto para servir a las
personas, y no las personas para servir a la economía.
Política y patologías
Las persecuciones, producto de intolerancias políticas, religiosas
y de otros tipos, son tan antiguas como la humanidad. Sin embargo, nuestro
«logro» más novedoso es la tendencia de los principales liderazgos políticos
actuales, de orientar sus acciones a generalizaciones tan increíblemente
esquizofrénicas acerca del «enemigo» que nos están conduciendo directamente
hacia el homicidio; es decir, hacia la posible matanza de todos nosotros.
El miedo
Dicha esquizofrenia política no se encuentra sólo a nivel de
confrontaciones globales entre los grandes poderes: también se dan casos
similares en muchos niveles nacionales. Todos son responsables de la generación
de diversas patologías colectivas del miedo.
Sugerimos aquí, en calidad de ejemplo, cuatro tipos de patologías
colectivas del miedo, de acuerdo a su origen: a) por confusión semántica
originada en manipulaciones ideológicas; b) por violencia; c) por aislamiento,
exilio y marginación; y d) por frustración de proyectos de vida. Seguramente hay
otros, pero éstos parecen suficientes a modo de ejemplo.
Los eufemismos
Los discursos del poder están llenos de eufemismos. Las palabras
ya no se ajustan a los hechos. A lo que deberíamos llamar aniquiladores, lo
llamamos armas nucleares, como si se tratara simplemente de versiones más
poderosas de las armas convencionales. Llamamos «mundo libre» a un mundo
lleno de ejemplos de las más obscenas inequidades y violaciones de los
derechos humanos. En nombre del pueblo se instituyen sistemas donde el
pueblo simplemente debe acatar, de manera obediente, los dictámenes de un Estado
Todopoderoso. Marchas pacíficas de protesta son severamente castigadas y los que
en ellas participan son detenidos y condenados por «atentar contra el orden
público y subvertirlo». Sin embargo, y al mismo tiempo, las variadas formas de
terrorismo de Estado se aplican en nombre de las leyes y el orden. Podrían
llenarse muchas páginas con ejemplos. El caso es que las personas dejan de
comprender y, por lo tanto, se transforman en cínicas, o bien en masas
perplejas, alienadas e impotentes frente a la realidad.
Violencia, marginación y exilio
La violencia perturba directamente la necesidad de protección y,
de este modo, da paso a una profunda ansiedad. Por otra parte, el aislamiento,
la marginación y el exilio político destruyen la identidad de las personas y
causan rupturas familiares con destrucción de afectos, y generan
sentimientos de culpa, a menudo acompañados de fantasías o intentos reales de
autoaniquilación. Además, la frustración de los proyectos de vida debida a una
intolerancia política aniquiladora de la libertad, destruye la capacidad
creativa de las personas, lo cual conduce lentamente, a partir de un profundo
resentimiento, a la apatía y pérdida de la autoestima.
Nuestro tercer desafío consiste en reconocer y evaluar las
patologías colectivas que los diversos sistemas socio-políticos son capaces de
provocar cada uno a su manera y con su propia intensidad- como resultado del
bloqueo sistemático de necesidades tales como entendimiento, protección,
identidad, afecto, creatividad y libertad.
Resumen
Lo que se ha sugerido en esta reflexión es que:
a) cualquier
necesidad humana fundamental no satisfecha de manera adecuada produce una
patología:
b) hasta el momento,
se han desarrollado tratamientos para combatir patologías individuales o de
pequeños grupos;
c) hoy en día, nos
vemos enfrentados a una cantidad de patologías colectivas que aumentan de manera
alarmante, para las cuales los tratamientos aplicados han resultado
ineficaces;
d) para una mejor
comprensión de estas patologías colectivas es preciso establecer las necesarias
transdisciplinariedades.
La posibilidad de desarrollar diálogos fecundos entre
disciplinas pertinentes para la adecuada interpretación de problemáticas
como las mencionadas constituye el cuarto desafío.
Nuevas patologías colectivas se originarán en el corto y largo
plazo si continuamos con enfoques tradicionales y ortodoxos. No tiene sentido
sanar a un individuo para luego devolverlo a un ambiente enfermo.
Cada disciplina, en la medida en que se ha hecho más reduccionista
y tecnocrática, ha creado su propio ámbito de deshumanización. Volver a
humanizamos desde dentro de cada disciplina, es el gran desafío final. En otras
palabras, sólo la voluntad de apertura intelectual puede ser el cimiento fecundo
para cualquier diálogo o esfuerzo transdisciplinario que tenga sentido y que
apunte a la solución de las problemáticas reales que afectan a nuestro mundo
actual.
La humanización y la transdisciplinariedad responsables son
nuestra respuesta a las problemáticas y son, quizás, nuestra única defensa. Si
no asumimos el desafío, nadie será inocente. Todos seremos cómplices de generar
sociedades enfermas. Y no hay que olvidar aquello que América Latina ha
aprendido a costa de mucho dolor; que ... si «en el país de los ciegos el tuerto
es rey»; en «las sociedades enfermas son los necrófilos los que detentan el
poder».
Sugerencias
Una línea de investigación fecunda en relación a las tendencias
animadas por las estructuras existentes es el estudio de problemáticos a
fin de estimular enfoques y perspectivas transdisciplinarias. La creciente
complejidad de nuestras sociedades requiere de aproximaciones más amplias que
las meramente disciplinarias. De ello derivan exigencias metodológicas y
epistemológicas que será necesario identificar y responder.
Por último, es imprescindible iniciar el reconocimiento de la
magnitud y características de las patologías colectivas propias de la actual
crisis, y diferenciarlas conforme a cómo se expresan en los distintos órdenes
socioeconómicos y políticos que enfrentan dicha crisis. Deberá también
trabajarse en el diseño de indicadores capaces de expresar la evolución y
profundidad de patologías colectivas que surgen de fenómenos tales como el
desempleo, la hiperinflación, la marginalidad en sus distintas manifestaciones y
la represión. Será necesario asimismo introducir en los ámbitos académicos y
políticos una reflexión más sistemática sobre las patologías colectivas, en el
entendimiento de que desbordan los límites de las disciplinas individuales.
Fundamentación
Necesidades humanas: carencia y potencialidad
Una política de desarrollo orientada hacia la satisfacción de las
necesidades humanas, entendidas en el sentido amplio que aquí les hemos dado,
trasciende la racionalidad económica convencional porque compromete al ser
humano en su totalidad. Las relaciones que se establecen y que pueden
establecerse- entre necesidades y sus satisfactores- hacen posible construir una
filosofía y una política de desarrollo auténticamente humanista.
Las necesidades revelan de la manera más apremiante el ser de las
personas, ya que aquél se hace palpable a través de éstas en su doble condición
existencial: como carencia y como potencialidad. Comprendidas en un amplio
sentido, y no limitadas a la mera subsistencia, las necesidades patentizan la
tensión constante entre carencia y potencia tan propia de los seres
humanos.
Concebir las necesidades tan solo como carencia implica restringir
su espectro a lo puramente fisiológico, que es precisamente el ámbito en
que una necesidad asume con mayor fuerza y claridad la sensación de «falta de
algo». Sin embargo, en la medida en que las necesidades comprometen, motivan y
movilizan a las personas, son también potencialidad y, más aún, pueden llegar a
ser recursos. La necesidad de participar es potencial de participación, tal como
la necesidad de afecto es potencial de afecto.
Acceder al ser humano a través de las necesidades permite tender
el puente entre una antropología filosófica y una opción política y de
políticas; tal parecía ser la voluntad que animó los esfuerzos intelectuales
tanto de Karl Marx como de Abraham Maslow. Comprender las necesidades como
carencia y potencia, y comprender al ser humano en función de ellas así
entendidas, previene contra toda reducción del ser humano a la categoría de
existencia cerrada.
Así entendidas, las necesidades como carencia y potencia, resulta
impropio hablar de necesidades que se «satisfacen» o que se «colman». En cuanto
revelan un proceso dialéctico, constituyen un movimiento incesante. De allí
que quizás sea más apropiado hablar de vivir y realizar las necesidades, y
de vivirlas y realizarlas de manera continua y renovada.
Necesidades humanas y sociedad
Si queremos definir o evaluar un medio en función de las
necesidades humanas, no basta con comprender cuáles son las
posibilidades que el medio pone a disposición de los grupos o de las
personas para realizar sus necesidades. Es preciso examinar en qué medida el
medio reprime, tolera o estimula que las posibilidades disponibles o
dominantes sean recreadas y ensanchadas por los propios individuos o grupos que
lo componen.
Satisfactores y bienes económicos
Son
los satisfactores los que definen la modalidad dominante que una cultura o una
sociedad imprimen a las necesidades. Los satisfactores no son los bienes
económicos disponibles sino que están referidos a todo aquello que, por
representar formas de ser, tener, hacer y estar, contribuye a la realización de
necesidades humanas.
Pueden incluir, entre otras, formas de organización, estructuras políticas,
prácticas sociales, condiciones subjetivas, valores y normas, espacios,
contextos, comportamientos y actitudes, todas en una tensión permanente
entre consolidación y cambio.
La alimentación es un satisfactor, como también puede serlo una
estructura familiar (de la necesidad de protección, por ejemplo) o un orden
político (de la necesidad de participación, por ejemplo). Un mismo satisfactor
puede realizar distintas necesidades en culturas distintas, o vivirse de
manera divergente por las mismas necesidades en contextos diferentes.
El que un satisfactor pueda tener efectos distintos en diversos
contextos depende no sólo del propio contexto, sino también en buena parte de
los bienes que el medio genera, de cómo los genera y de cómo organiza el consumo
de los mismos. Entendidos como objetos y artefactos que permiten incrementar o
mermar la eficiencia de un satisfactor, los bienes se han convertido en
elementos determinantes dentro de la civilización industrial. La forma como se
ha organizado la producción y apropiación de bienes económicos a lo largo del
capitalismo industrial ha condicionado de manera abrumadora el tipo de
satisfactores dominantes.
Mientras un satisfactor es en sentido último el modo por el cual
se expresa una necesidad, los bienes son en sentido estricto el medio por el
cual el sujeto potencia los satisfactores para vivir sus necesidades.
Cuando la forma de producción y consumo de bienes conduce a erigir los bienes en
fines en sí mismos, entonces la presunta satisfacción de una necesidad empaña
las potencialidades de vivirla en toda su amplitud. Queda, allí, abonado el
terreno para la confirmación de una sociedad alienada que se embarca en una
carrera productivista sin sentido. La vida se pone, entonces, al servicio de los
artefactos en vez de los artefactos al servicio de la vida. La pregunta por la
calidad de vida queda recubierta por la obsesión de incrementar la productividad
de los medios.
La construcción de una economía humanista exige, en este marco, un
importante desafío teórico, a saber: entender y desentrañar la dialéctica
entre necesidades, satisfactores y bienes económicos. Esto, a fin de pensar
formas de organización económica en que los bienes potencien satisfactores
para vivir las necesidades de manera coherente, sana y plena.
La situación obliga a repensar el contexto social de las
necesidades humanas de una manera radicalmente distinta de como ha sido
habitualmente pensado por planificadores sociales y por diseñadores de políticas
de desarrollo. Ya no se trata de relacionar necesidades solamente con bienes y
servicios que presuntamente las satisfacen, sino <Je relacionarlas además con
prácticas sociales, formas de organización, modelos políticos y valores que
repercuten sobre las formas en que se expresan las necesidades.
Para una teoría crítica de la sociedad no basta especificar cuáles
son los satisfactores y bienes económicos dominantes al interior de ella, sino
presentarlos además como productos históricamente constituidos y, por lo
tanto, susceptibles de ser modificados. Por consiguiente, es necesario
rastrear el proceso de creación, mediación y condicionamiento entre necesidades,
satisfactores y bienes económicos.
La
reivindicación de lo subjetivo
Suponer una relación directa entre necesidades y bienes
económicos permite la construcción de una disciplina objetiva, tal como la
economía tradicional supone serlo. Es decir, de una disciplina mecanicista en
que el supuesto central es el de que las necesidades se manifiestan a través de
la demanda que, a su vez, está determinada por las preferencias individuales en
relación a los bienes producidos. El incluir los satisfactores como parte del
proceso económico implica reivindicar lo subjetivo más allá de las puras
preferencias respecto de objetos y artefactos.
Podemos comprender cómo se viven las necesidades en nosotros
mismos y en nuestro medio: grupo familiar, comunitario o social, sistema
económico, modelo socio-político, estrategias de vida, cultura o nación.
Podemos tratar de entender cómo se relacionan en nuestro medio los satisfactores
y bienes económicos dominantes con las formas de sentir, expresar, y actuar
nuestras necesidades. Podemos detectar cómo los satisfactores y bienes
disponibles o dominantes limitan, condicionan, desvirtúan o, por el
contrario, estimulan nuestras posibilidades de vivir las necesidades humanas.
Podemos, sobre esa base, pensar las formas viables de recrear y reorganizar los
satisfactores y bienes de manera que enriquezcan nuestras posibilidades de
realizar las necesidades y reduzcan nuestras posibilidades de frustrarlas.
Las formas en que vivimos nuestras necesidades son, en último
termino, subjetivas. Parecería, entonces, que todo juicio universalizador podría
pecar de arbitrario. Tal objeción bien podría surgir desde la trinchera del
positivismo. La identificación que el positivismo hace de lo subjetivo con lo
particular, si bien pone de manifiesto el fracaso histórico del idealismo
absoluto, constituye para las ciencias sociales una espada de Damocles. Cuando
el objeto de estudio es la relación entre seres humanos y sociedad, la
universalidad de lo subjetivo no se puede soslayar.
El carácter social de la subjetividad es uno de los ejes de la
reflexión sobre el ser humano concreto. No existe imposibilidad de juzgar sobre
lo subjetivo. Lo que existe, más bien, es miedo a las consecuencias que pueda
tener tal discurso. Un caso claro lo encontramos en la teoría económica, desde
los neoclásicos hasta los monetaristas, donde para no hablar de necesidades se
acuña la noción de preferencias. Tras esta opción se revela el marcado recelo
hacia lo universal-subjetivo y a las consecuencias de asumirlo, sobre todo si se
trata de defender una economía de libre mercado.
Las preferencias se definen en el ámbito de lo
subjetivo-particular, son competencia de cada persona, y no amenazan, por lo
tanto los supuestos de la racionalidad del mercado. Hablar, en cambio, de
necesidades humanas fundamentales obliga a situarse desde la partida en el
plano de lo subjetivo-universal, lo cual torna estéril cualquier enfoque
mecanicista.
La forma en que se expresan las necesidades a través de los
satisfactores varía a lo largo de la historia, de acuerdo a culturas, referentes
sociales, estrategias de vida, condiciones económicas, relaciones con el medio
ambiente. Estas formas de expresión tocan tanto lo subjetivo como lo objetivo,
pero están permeadas por la situación histórica del vivir de las personas. De
ahí que los satisfactores son lo histórico de las necesidades y los bienes
económicos su materialización.
Necesidades humanas: tiempo y ritmos
Por carecer de la necesaria evidencia empírica, no podemos afirmar
a ciencia cierta que las necesidades humanas fundamentales son permanentes. Sin
embargo, nada nos impide hablar de su carácter social-universal, en tanto
necesidades cuya realización resulta deseable a cualquiera, y cuya
inhibición, también para cualquiera, ha de resultar indeseable. Al reflexionar
en tomo a las nueve necesidades fundamentales propuestas en nuestro
sistema, el sentido común, acompañando de algún conocimiento antropológico, nos
indica que seguramente las necesidades de subsistencia, protección, afecto,
entendimiento, participación, ocio y creación estuvieron presentes desde los
orígenes del «Homo habilis» y, sin duda, desde la aparición del «Homo
sapiens».
Probablemente en un estadio evolutivo posterior surgió la
necesidad de identidad y, mucho más tarde, la necesidad de libertad. Del
mismo modo es probable que en el futuro la necesidad de trascendencia, que
no incluimos en nuestro sistema por no considerarla todavía tan universal,
llegue a serlo tanto como las otras.
Parece legítimo, entonces, suponer que las necesidades
humanas cambian con la aceleración que corresponde a la evolución de
la especie humana. Es decir, a un ritmo sumamente lento. Por estar imbricadas a
la evolución de la especie, son también universales. Tienen una trayectoria
única.
Los satisfactores tienen una doble trayectoria. Por una parte se
modifican al ritmo de la historia y, por otra, se diversifican de acuerdo a las
culturas y las circunstancias, es decir, de acuerdo al ritmo de las distintas
historias.
Los bienes económicos (artefactos, tecnologías) tienen una triple
trayectoria. Se modifican a ritmos coyunturales, por una parte, y, por la otra,
se diversifican de acuerdo a las culturas: y dentro de éstas, se diversifican de
acuerdo a los diversos estratos sociales.
Podríamos decir, quizás, que las necesidades humanas
fundamentales son atributos esenciales que se relacionan con la evolución,
los satisfactores son formas de ser, tener, hacer y estar que se relacionan con
estructuras: y los bienes económicos son objetos que se relacionan con
coyunturas.
Los cambios evolutivos, los cambios estructurales y los cambios
coyunturales ocurren con velocidades y ritmos distintos. La tendencia de la
historia coloca al ser humano en un ámbito crecientemente arrítmico y
asincrónico en que los procesos escapan cada vez más a su control. Esta
situación ha llegado actualmente a niveles extremos.
Es tal la velocidad de producción y diversificación de los
artefactos, que las personas aumentan su dependencia y crece su alienación
a tal punto, que es cada vez más frecuente encontrar bienes económicos
(artefactos) que ya no potencian la satisfacción de necesidad alguna, sino
que se transforman en fines en sí mismos.
En algunos de los sectores marginados por la crisis, y en grupos
contestatarios a los estilos de desarrollo dominantes, es que se generan
procesos contra hegemónicos en que satisfactores y bienes económicos vuelven a
subordinarse a la actualización de las necesidades humanas. Es en esos sectores
donde podemos encontrar ejemplos de comportamientos sinérgicos que, de
alguna manera, aportan un germen de posible respuesta a la crisis que nos
apabulla. Esos procesos, dignos de estudiarse y entenderse, se analizan en la
tercera parte de este documento.
Bases para una sistematización posible
Una
taxonomía de las necesidades humanas
Tal como ya quedo dicho, lo que precisamos es una teoría de las
necesidades para el desarrollo. Eso nos plantea la exigencia de construir una
taxonomía de necesidades humanas que nos sirva como instrumento de política y de
acción.
Sin duda existen muchas maneras de clasificar necesidades, y todas
ellas dependen de los propósitos que con la clasificación se persigan. De allí
que toda taxonomía deba considerarse como provisoria, abierta y sujeta a cambios
en la medida en que surjan nuevas razones o evidencias para hacerlos. Para los
propósitos del desarrollo, una taxonomía pluridimensional que distinga
claramente entre necesidades y satisfactores es una herramienta útil y factible.
Lamentablemente, en la formulación de dicha taxonomía nunca podremos estar al
resguardo de la objeción de arbitrariedad. Pero considerando que el esfuerzo es,
de todas maneras, imprescindible, podemos reducir el riesgo sí respetamos
los siguientes requisitos:
a) La taxonomía debe ser comprensible: las
necesidades enumeradas deben ser fácilmente reconocibles e identificadas como
propias.
b) La taxonomía debe combinar amplitud con
especificidad: debe llegarse a un número reducido de necesidades claramente
enunciables (una palabra para cada necesidad), pero capaces de crear en su
conjunto un universo suficientemente amplio para que cualquier necesidad
fundamental vivida pueda remitirse a él.
c) La taxonomía debe ser operativa: para
todo satisfactor existente o pensable, una o más de las necesidades enunciadas
ha de aparecer como necesidad objetivo del satisfactor. Lo que debe pretenderse
es que la taxonomía haga posible el análisis de la relación entre necesidades y
formas en que ellas se satisfacen.
d) La taxonomía debe ser potencialmente
crítica: no basta que la taxonomía remita satisfactores a necesidades. Es
preciso también poder determinar las necesidades para las cuales no existen
satisfactores deseables o satisfactores que destruyen o inhiben la realización
de necesidades.
e) La taxonomía debe ser potencialmente
propositiva: en la medida en que sea crítica y capaz de detectar
insuficiencias en la relación entre satisfactores disponibles y necesidades
vividas, la taxonomía debe servir de resorte para pensar un orden alternativo
capaz de generar y fomentar satisfactores para las necesidades de todas las
personas y de todo la persona- y sustituir satisfactores excluyentes, que
sacrifican unas necesidades, por otros, más comprehensivos, que combinen la
satisfacción de varias necesidades.
La taxonomía propuesta representa una opción. Está referida al
desarrollo y la consideramos operacional para el desarrollo. Además satisface
los requisitos enunciados. Sin embargo, aún así debe considerarse como propuesta
abierta, susceptible de ser perfeccionada.
Necesidades, satisfactores y bienes económicos
En el contexto de nuestra propuesta ha de entenderse, como ya
quedó dicho, que las necesidades no sólo son carencias sino también, y
simultáneamente, potencialidades humanas individuales y colectivas.
Los satisfactores, por otra parte, son formas de ser, tener, hacer
y estar, de carácter individual y colectivo, conducentes a la actualización de
necesidades.
Bienes económicos, por último, son objetos y artefactos que
permiten afectar la eficiencia de un satisfactor, alterando así el umbral de
actualización de una necesidad, ya sea en sentido positivo o negativo.
Una matriz de necesidades y satisfactores
La interrelación entre necesidades, satisfactores y bienes
económicos es permanente y dinámica. Entre ellos se desencadena una
dialéctica histórica. Si, por una parte, los bienes económicos tienen la
capacidad de afectar la eficiencia de los satisfactores, éstos, por otra parte,
serán determinantes en la generación y creación de aquéllos. A través de esta
causación recíproca se convierten, a la vez, en parte y en definición de una
cultura, y en determinantes de los estilos de desarrollo.
Los
satisfactores pueden ordenarse y desglosarse dentro de los cruces de una matriz
que, por un lado, clasifica las necesidades según las categorías
existenciales de ser, tener, hacer y estar y, por el otro, las clasifica según
categorías axiológicas de subsistencia, protección, afecto, entendimiento,
participación, ocio, creación, identidad y libertad. (Ver Cuadro
1)
La matriz que se presenta en el Cuadro I no es de ninguna manera
normativa. Es sólo un ejemplo de tipos de satisfactores posibles. De hecho, cada
persona o cada grupo puede construir y llenar la suya según sea su cultura, su
tiempo, su lugar o sus circunstancias, o bien según sus limitaciones o sus
aspiraciones.
De
la observación de los distintos casilleros de la matriz que contienen propuestas
de satisfactores posibles, se desprende que muchos de los satisfactores
indicados pueden dar origen a diversos bienes económicos. Si se escoge, por
ejemplo, el casillero
15 que
indica formas del hacer para satisfacer la necesidad de entendimiento, se
encuentran satisfactores como investigar, estudiar, experimentar, educar,
analizar, meditar e interpretar. Ellos dan origen a bienes económicos, según sea
la cultura y sus recursos, tales como libros, instrumentos de laboratorio,
herramientas, computadoras y otros artefactos. La función de estos es,
ciertamente, la de potenciar el hacer del entendimiento.
Ejemplos de satisfactores y sus atributos
La
matriz que se propone es sólo un ejemplo que no agota los tipos de satisfactores
posibles. De hecho, los satisfactores pueden tener diversas características
que abarcan un amplio abanico de posibilidades. Proponemos distinguir para fines
analíticos al menos cinco tipos, a saber: a) violadores o destructores, b)
Pseudo-satisfactores, c) satisfactores inhibidores, d) satisfactores
singulares, y e) satisfactores sinérgicos. (Ver Cuadros
2
al
6)
Cuadro
1
Matriz de necesidades y satisfactores [6]
Necesidades
según categorías existenciales ____________________ Necesidades según categorías
axiológicas |
Ser |
Tener |
Hacer |
Estar |
Subsistencia |
1/ Salud física, salud mental, equilibrio, solidaridad, humor,
adaptabilidad. |
2/ Alimentación, abrigo, trabajo |
3/ Alimentar, procrear, descansar, trabajar |
4/ Entorno vital, entorno social |
Protección |
5/ Cuidado, adaptabilidad, autonomía, equilibrio,
solidaridad |
6/ Sistemas de seguros, ahorro, seguridad social, sistemas de
salud, legislaciones, derechos, familia, trabajo. |
7/ Cooperar, prevenir, planificar, cuidar, curar, defender |
8/ Contorno vital, contorno social, morada |
Afecto |
9/ Autoestima, solidaridad, respeto, tolerancia, generosidad,
receptividad, pasión, voluntad, sensualidad, humor |
10/ Amistades, parejas, familia, animales domésticos, plantas,
jardines. |
11/ Hacer el amor, acariciar, expresar emociones, compartir,
cuidar, cultivar, apreciar. |
12/ Privacidad, intimidad, hogar, espacios de encuentro. |
Entendimiento |
13/ Conciencia crítica, receptividad, curiosidad, asombro,
disciplina, intuición, racionalidad. |
14/ Literatura, maestros, método, políticas educacionales,
políticas comunicacionales |
15/ Investigar, estudiar, experimentar, educar, analizar,
meditar, interpretar |
16/ Ambitos de interacción formativa, escuelas, universidades,
academias, agrupaciones, comunidades, familia
|
Participación |
17/ Adaptabilidad, receptividad, solidaridad, disposición,
convicción, entrega, respeto, pasión, humor |
18/ Derechos, responsabilidades, obligaciones, atribuciones,
trabajo. |
19/ Afiliarse, cooperar, proponer, compartir, discrepar, acatar,
dialogar, acortar, opinar |
20/ Ambitos de interacción participativa, cooperativas,
asociaciones, iglesias, comunidades, vecindarios, familia |
Ocio |
21/ Curiosidad, receptividad, imaginación, despreocupación,
humor, tranquilidad, sensualidad |
22/ Juegos, espectáculos, fiestas, calma |
23/ Divagar, abstraerse, soñar, añorar, fantasear, evocar,
relajarse, divertirse, jugar |
24/ Privacidad, intimidad, espacios de encuentro, tiempo libre,
ambientes, paisajes |
Creación |
25/ Pasión, voluntad, intuición, imaginación, audacia,
racionalidad, autonomía, inventiva, curiosidad |
26/ Habilidades, destrezas, método, trabajo |
27/ Trabajar, inventar, construir, idear, componer, diseñar,
interpretar |
28/ Ambitos de producción y retroalimentación, talleres,
ateneos, agrupaciones, audiencia, espacias de expresión, libertad
temporal |
Identidad |
29/ Pertenencia, coherencia, diferencia, autoestima,
asertividad |
30/ Símbolos, lenguaje, hábitos, costumbres, grupos de
referencia, sexualidad, valores, normas, roles, memoria histórica,
trabajo |
31/ Comprometerse, integrarse, confundirse, definirse,
conocerse, reconocerse, actualizarse, crecer |
32/ Socio-ritmos, entornos de la cotidianeidad, ámbitos de
pertenencia, etapas madurativas |
Libertad |
33/ Autonomía, autoestima, voluntad, pasión, asertividad,
apertura, determinación, audacia, rebeldía, tolerancia |
34/ Igualdad de derechos |
35/ Discrepar, optar, diferenciarse, arriesgar, conocerse,
asumirse, desobedecer, meditar |
36/ Plasticidad espacio-temporal |
Cuadro
2
Violadores o destructores
Supuesto satisfactor |
Necesidad que se pretende satisfacer |
Necesidad cuya satisfacción imposibilita |
1
Armamentismo
|
Protección |
Subsistencia, Afecto, Participación, Libertad |
2
Exilio |
Protección |
Afecto, Participación, Identidad, Libertad |
3
Doctrina de Seguridad Nacional |
Protección |
Subsistencia, Identidad, Afecto, Entendimiento,
Participación, Libertad |
4
Censura |
Protección |
Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad,
Libertad |
5
Burocracia |
Protección |
Entendimiento, Afecto, Participación, Creación, Identidad,
Libertad |
6
Autoritarismo |
Protección |
Afecto, Entendimiento, Participación, Creación, Identidad,
Libertad |
Destructores
Los
violadores o destructores son elementos de efecto paradojal. Al ser aplicados
con la intención de satisfacer una determinada necesidad, no sólo aniquilan la
posibilidad de su satisfacción en un plazo mediato, sino que imposibilitan, por
sus efectos colaterales, la satisfacción adecuada de otras necesidades.
Estos elementos paradojales parecen estar vinculados preferencialmente a la
necesidad de protección. Esta necesidad puede provocar comportamientos humanos
aberrantes, en la medida en que su insatisfacción va acompañada del miedo. El
atributo especial de los violadores es que siempre son impuestos.
(Cuadro
2)
Cuadro
3 Pseudo-satisfactores
Satisfactor |
Necesidad que aparenta satisfacer |
1
Medicina mecanicista: ”A pill for every ill” |
Protección |
2
Sobreexplotación de recursos naturales |
Subsistencia |
3
Nacionalismo chauvinista |
Identidad |
4
Democracia formal |
Participación |
5
Estereotipos |
Entendimiento |
6
Indicadores económicos agregados |
Entendimientos |
7
Dirigismo cultural
|
Creación |
8
Prostitución |
Afecto |
9
Símbolos de status |
Identidad |
10 Productivismo
eficientista obsesivo |
Subsistencia |
11
Adoctrinamiento |
Entendimiento |
12 Limosna
|
Subsistencia |
13 Modas |
Identidad |
Pseudo-satisfactores
Los
pseudo-satisfactores son elementos que estimulan una falsa sensación de
satisfacción de una necesidad determinada. Sin la agresividad de los violadores
o destructores, pueden en ocasiones aniquilar, en un plazo mediato, la
posibilidad de satisfacer la necesidad a que originalmente apuntan. Su atributo
especial es que generalmente son inducidos a través de propaganda, publicidad u
otros medios de persuasión. (Cuadro
3)
Cuadro
4 Satisfactores inhibidores
Satisfactor |
Necesidad |
Necesidad cuya satisfacción se inhibe |
1
Paternalismo
|
Protección |
Entendimiento, Participación, Libertad, Identidad |
2
Familia sobreprotectora |
Protección |
Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Identidad,
Libertad |
3
Producción Tipo Taylorista |
Subsistencia |
Entendimiento, Participación, Creación, Identidad,
Libertad |
4
Aula Autoritaria |
Entendimiento |
Participación, Creación, Identidad, Libertad |
5
Mesianismo (Milenarismos) |
Identidad |
Protección, Entendimiento, Participación, Libertad |
6
Permisividad ilimitada |
Libertad |
Protección, Afecto, Identidad, Participación |
7
Competencia económica obsesiva |
Libertad |
Subsistencia, Protección, Afecto, Participación, Ocio |
8
Televisión comercial |
Ocio |
Entendimiento, Creación, Identidad |
Inhibidores
Los
satisfactores inhibidores son aquellos que por el modo en que satisfacen
(generalmente sobresatisfacen) una necesidad determinada, dificultan seriamente
la posibilidad de satisfacer otras necesidades. Su atributo es que salvo
excepciones, se hallan ritualizados, en el sentido de que suelen emanar de
hábitos arraigados. (Cuadro
4)
Cuadro
5 Satisfactores singulares
Satisfactor |
Necesidad que satisface |
1
Programas de suministro de alimentos |
Subsistencia |
2
Programas asistenciales de vivienda |
Subsistencia |
3
Medicina curativa |
Subsistencia |
4
Sistemas de seguros |
Protección |
5
Ejércitos profesionales |
Protección |
6
Voto |
Participación |
7
Espectáculos deportivos |
Ocio |
8
Nacionalidad |
Identidad |
9
Tours dirigidos |
Ocio |
10 Regalos |
Afecto |
Satisfactores singulares
Los
satisfactores singulares son aquellos que apuntan a la satisfacción de una
sola necesidad, siendo neutros respecto a la
satisfacción de otras necesidades. Son característicos de los planes y programas
de desarrollo, cooperación y asistencia. Su principal atributo es el de ser
institucionalizados, ya que tanto en la organización del Estado como en la
organización civil, su generación suele estar vinculada a instituciones, sean
estas Ministerios, otras reparticiones públicas o empresas de diverso tipo.
(Cuadro
5)
Cuadro
6 Satisfactores sinérgicos
Satisfactor |
Necesidad |
Necesidad cuya satisfacción se inhibe |
1
Lactancia materna |
Subsistencia |
Protección, Afecto, Identidad |
2
Producción autogetionada |
Subsistencia |
Entendimiento, Participación, Creación, Identidad,
Libertad |
3
Educación Popular |
Entendimiento |
Protección, Participación, Creación, Identidad, Libertad |
4
Organizaciones comunitarias democráticas
|
Participación |
Protección, Afecto, Ocio, Creación, Identidad, Libertad |
5
Medicina descalza |
Protección |
Subsistencia, Entendimiento, Participación |
6
Banca descalza |
Protección |
Subsistencia, Participación, Creación, Libertad |
7
Sindicatos democráticos |
Entendimiento, Participación, Identidad |
Entendimiento, Participación, Identidad |
8
Democracia directa |
Participación |
Protección, Entendimiento, Identidad, Libertad |
9
Juegos didácticos |
Ocio |
Entendimiento, Creación |
10 Programas de
autoconstrucción |
Subsistencia |
Entendimiento, Participación |
11 Medicina
preventiva |
Protección |
Entendimiento, Participación, Subsistencia |
12
Meditación |
Entendimiento |
Ocio, Creación, Identidad |
13 Televisión
cultural |
Ocio |
Entendimiento |
Satisfactores sinérgicos
Los
satisfactores sinérgicos [7]
son aquellos que por la forma en que satisfacen una necesidad
determinada, estimulan y contribuyen a la satisfacción simultánea de otras
necesidades. Su principal atributo es el de ser contrahegemónicos en el
sentido de que revierten racionalidades dominantes tales como las de competencia
y coacción. (Cuadro
6)
Satisfactores exógenos y
endógenos
Los satisfactores correspondientes a las primeras cuatro
categorías, por ser habitualmente impuestos, inducidos, ritualizados o
institucionalizados son en alto grado exógenos a la sociedad civil, entendida
ésta como comunidad (Gemeinschaft) de personas libres capaces,
potencialmente o de hecho, de diseñar sus propios proyectos de vida en común. En
tal sentido se trata de satisfactores que han sido tradicionalmente impulsados
de arriba hacia abajo. La última categoría, en cambio, revela el devenir de
procesos liberadores que son producto de actos volitivos que se impulsan por la
comunidad desde abajo hacia arriba. Es eso lo que los hace contrahegemónicos,
aún cuando en ciertos casos también pueden ser originados en procesos impulsados
por el Estado.
El que el Estado latinoamericano sea capaz de mutar su rol
tradicional de generador de satisfactores exógenos a la sociedad civil, en
estimulador y potenciador de procesos emanados desde abajo hacia arriba, es
justamente uno de los propósitos principales del Desarrollo a Escala
Humana. Particularmente en las condiciones tremendamente restrictivas que impone
la crisis actual, el aumento de los niveles de autodependencia local, regional y
nacional debiera entenderse como meta altamente prioritaria. Pero también es
preciso entender que la mejor manera de alcanzar tal meta es a través de la
generación de procesos sinérgicos en todos los niveles. La tercera parte de este
Informe se ocupa precisamente de describir algunas formas de desencadenar
tales procesos.
El hecho de que varios de los satisfactores que se dan de ejemplo
en los cuadros no aparezcan en la matriz, se debe a que los de los cuadros
tienen un mayor nivel de especificidad. La matriz, recuérdese, es sólo
ilustrativa y no normativa.
Aplicaciones de la matriz
La sistematización propuesta es aplicable para fines de
diagnóstico, planificación y evaluación. La matriz, de necesidades y
satisfactores puede servir, en primera instancia, de ejercicio participativo de
auto-diagnóstico de grupos insertos en el espacio local. A través de un proceso
de dialogo interactivo preferentemente con la presencia de un promotor que haga
las veces de elemento catalizador- el grupo puede ir identificando sus
características actuales en la medida en que sus integrantes vayan llenando
los respectivos casilleros.
El resultado del ejercicio permitirá al grupo tomar conciencia de
sus carencias y potencialidades más profundas. Una vez visualizada la situación
actual, pueden repetir el ejercicio en términos propositivos. Es decir, en
términos de qué satisfactores serían necesarios para la más adecuada
satisfacción de las necesidades fundamentales del grupo. En la medida en
que los satisfactores se vayan identificando con crecientes niveles de
especificidad, deberán posteriormente ser analizados críticamente por el
grupo en cuanto a sus características y atributos, para establecer si son o
deben ser- generados exógenamente o si pueden ser generados por la propia
comunidad. Tal análisis revelará la capacidad potencial de autodependencia que
puede lograrse en ese espacio local. El mismo análisis, al examinar las
características de los satisfactores propuestos, permitirá al grupo evaluar sus
efectos positivos si son singulares o sinérgicos, y sus efectos negativos si son
violadores, inhibidores o Pseudo-satisfactores.
La etapa siguiente consistirá en constatar las posibilidades de
acceso a los bienes económicos necesarios. Es decir, a los recursos
materiales como capital, tecnologías y artefactos.
El ejercicio propuesto tiene una doble virtud. En primer lugar,
permite hacer operativa, a niveles locales, una estrategia de desarrollo
orientada hacia la satisfacción de las necesidades humanas. En segundo término,
por sus propias características, resulta educador, creativo, participativo y
generador de conciencia crítica. En otras palabras, el método es por sí
mismo generador de efectos sinérgicos.
La técnica descrita no se circunscribe solamente a su
aplicación en los espacios locales. Es igualmente utilizable a niveles
regionales y nacionales. En los espacios locales asume la forma de un proceso
participativo lo más amplio posible, en que puedan expresarse tanto los ámbitos
económicos, políticos, sociales y culturales de la comunidad, como los diversos
estamentos conformados por jóvenes, mujeres, adultos, ancianos y otros
grupos representativos.
En el plano regional el ejercicio debe ser realizado por un equipo
cuidadosamente seleccionado que no sólo représente los distintos ámbitos del que
hacer regional, sino que, por su representatividad, conjugue los intereses tanto
públicos como privados. En la esfera nacional el equipo debe asumir,
inevitablemente, características transdisciplinarias, dada la complejidad
que asumen las problemáticas vistas desde el ámbito global.
Articulación y rescate de la diversidad
De este modo un proceso interactivo que va desde lo local hasta lo
nacional, pasando por lo regional, exige elaborar metodologías apropiadas que
permitan compatibilizar en una articulación armónica las visiones,
aspiraciones y propuestas surgidas de los distintos espacios. En la tercera
parte de este documento se hacen algunas propuestas en ese sentido.
Un desarrollo orientado hacia la satisfacción de las
necesidades humanas no puede, por definición, estructurarse desde arriba
hacia abajo. No puede imponerse por ley ni por decreto. Sólo puede emanar
directamente de las acciones, aspiraciones y conciencia creativa y crítica
de los propios actores sociales que, de ser tradicionalmente objetos de
desarrollo, pasan a asumir su rol protagonice de sujetos. El carácter
contrahegemónico que tiene el Desarrollo a Escala Humana no implica
necesariamente agudizar el conflicto entre Estado y sociedad civil. Por el
contrario, intenta demostrar, a través del método propuesto, que el Estado puede
asumir un rol estimulador de procesos sinérgicos a partir de los espacios
locales, pero con capacidad de abarcar todo el ámbito nacional.
El rescate de la diversidad es el mejor camino para estimular los
potenciales creativos y sinérgicos que existen en toda sociedad. De allí
que parece aconsejable y coherente aceptar la coexistencia de distintos estilos
de desarrollo regionales dentro de un mismo país, en vez de insistir en la
prevalencia de «estilos nacionales» que han demostrado ser hasta ahora
eficientes para el enriquecimiento de algunas regiones a costa del
empobrecimiento de otras. Los «estilos nacionales» están concebidos en su
mayor parte con el propósito de reforzar o mantener la unidad nacional. No debe,
sin embargo, olvidarse que la unidad no significa uniformidad. Puede existir una
base más sólida para la unidad real cuando un cúmulo de potenciales culturales
afloran libre y creativamente, contando con las oportunidades, el respaldo
técnico y el estímulo para hacerlo.
Notas sobre metodología
El
esfuerzo por comprender
Desde
la publicación en
1986
de la primera versión de Desarrollo a Escala Humana, se logró acumular una
considerable experiencia en lo relativo a la utilización de la matriz de
necesidades y satisfactores (descritos en el capítulo anterior) con fines
analíticos, con distintos grupos en diferentes países. La metodología
desarrollada hasta el momento muestra que dicha matriz permite lograr una idea
acabada de los problemas centrales que impiden la actualización de las
necesidades humanas fundamentales en la sociedad, comunidad o institución que se
estudia.
Si
partimos de la suposición desarrollada por el autor en el presente trabajo
(véase capítulo
5,
Sobre la poda del lenguaje, pág.
125),
se puede decir que sabemos cómo describir, y que hemos aprendido a explicar. Sin
embargo que muchas veces pasamos por alto es el hecho de que describir más
explicar no es igual a comprender. La metodología que estamos planteando
probablemente permita una mayor concientización en cuanto a esta etapa
adicional.
Para presentar esta metodología en forma simple y a la vez amplia,
seguiremos el desarrollo de un taller imaginario de dos días de duración, con
cincuenta asistentes. El propósito de este ejercicio es permitir a los
participantes que reflejen la realidad de su sociedad en su conjunto a la luz de
la teoría del Desarrollo a Escala Humana, para decidir formas de vencer o hacer
frente a los problemas más importantes que se detecten.
Primera
etapa.
El grupo se divide en cinco subgrupos de diez personas. (La experiencia
demuestra que diez es un numero óptimo para alcanzar los objetivos planteados.)
La tarea que se propone a cada grupo es elaborar la matriz que contenga los
elementos destructivos (satisfactores) que afectan a su sociedad, o sea, todos
aquellos «factores de destrucción» que impiden la actualización de las
necesidades humanas fundamentales. Con este fin, cada grupo recibe treinta y
seis hojas de papel autoadhesivo numeradas del
1
al
36.
Cada una de ellas representa un casillero en blanco de la matriz, los cuales
deberán ser llenados.
Segunda
etapa.
Durante las primeras dos horas, se pide a los grupos que se dediquen al llenado
de los casilleros correspondientes a la columna SER; o sea, los
casilleros
1,5,9, 13, 17,21, 25, 29
y
33.
(Según cuadro
1,
pág.
58
y
59)
Cada punto que se ingrese en el casillero debe ser resultado de la discusión del
grupo. El coordinador del Seminario debe hacer hincapié en que en la columna que
lleva el nombre de SER se deben registrar atributos, personales o colectivos (en
este caso, deben ser negativos), que puedan expresarse como nombres. Por
ejemplo, en el casillero
17,
Participación, algunos elementos negativos pueden ser: autoritarismo,
discriminación, indiferencia, etc.
Una vez que transcurren las dos horas, se recolectan todas las
hojas y se adhieren en la pared, quedando así completa la columna SER, a
suficiente distancia una de otra, dejando espacio para colocar las otras tres
columnas que se armarán después, para completar las cinco matrices.
Las dos horas siguientes se dedican a llenar los casilleros de la
columna TENER. Se debe recordar a los participantes que en esta columna se
registran instituciones, normas, mecanismos, herramientas (no en sentido
material), leyes, etc., que puedan expresarse con una o más palabras. Algunos
ejemplos pueden ser: doctrina de la seguridad nacional, instituciones
represivas, leyes de educación discriminatorias, etc. Una vez finalizado el
tiempo, se juntan otra vez todas las hojas y se colocan en la pared, al lado de
cada una de las columnas correspondientes ya realizadas.
Se establece una pausa de tres horas, y los participantes se
reunen nuevamente de tarde. Es importante un descanso largo, porque si se lleva
a cabo en forma correcta, este ejercicio es muy intenso y exigente.
Las dos horas siguientes se dedican de manera análoga a la columna
HACER. Se aclara que en la columna hacer, deben registrarse acciones, personales
o colectivas, que se expresen como verbos. Como ejemplo podemos mencionar
discriminar, oprimir, imponer, censurar.
Durante las dos horas finales, se debe completar la columna ESTAR.
Se explica a los participantes que Estar se refiere a ubicaciones o entornos en
el sentido de tiempos v espacios.
Al terminar la jornada, tenemos cinco matrices negativas -matrices
de destrucción- ordenadas en la pared.
Tercera
etapa.
Durante la noche, se solicita a un grupo de voluntarios que unifiquen las cinco
matrices en una. La forma práctica de hacerlo es tomar todos los casilleros
número
1, eliminar
todas las repeticiones y los sinónimos y obtener un sólo casillero
representativo del conjunto. Se hace lo mismo con el resto de los casilleros
hasta que se obtiene una sola matriz, que representa las percepciones de los
cincuenta participantes. Se dibuja la matriz en un mural grande (por ejemplo
de
120
x
80
cm.) y se coloca en la pared, de modo que pueda ser examinada por los
participantes en la mañana del día siguiente.
Cuarta
etapa.
En la sesión siguiente, los participantes se dividen en nueve grupos, uno para
cada necesidad humana fundamental. Se recorta la matriz en nueve tiras, para que
cada grupo reciba una parte. Debe quedar claro que cada tira representa una
necesidad con sus cuatro casilleros llenos con satisfactores
negativos.
Se pide al grupo que inicie una discusión para seleccionar de cada
uno de los cuatro casilleros el elemento que consideren más importante y
decisivo. En otras palabras, se debe seleccionar el factor destructor de más
peso en el conjunto. En casos excepcionales, se pueden seleccionar dos
Ítems de un mismo casillero. En cada caso, la selección debe partir de un
consenso, producto de la discusión y debate del grupo. Esta etapa puede llevar
el tiempo que se requiera.
Quinta
etapa.
Cada grupo entrega la lista, que contiene entre cuatro y ocho satisfactores
negativos seleccionados. Se escribe la lista en una nueva matriz en blanco, la
cual se identificará como la matriz de síntesis. Representa los elementos más
negativos que afectan a una sociedad, comunidad o institución (según la
percepción de los participantes) en lo que se refiere a la
actualización de las necesidades humanas fundamentales. Representa los
desafíos principales que deben abordarse. Por lo tanto, la discusión e
interpretación de la matriz de síntesis debe realizarse en sesión plenaria.
Sexta
etapa.
Si el tiempo lo permite, o si el coordinador logra establecer una relación a
largo plazo con los participantes, se recomienda la realización de una
experiencia adicional. Utilizando exactamente el mismo procedimiento de
construcción de la matriz negativa, se pide a los participantes elaborar la
matriz de su Utopía o sea, de cómo debería ser su sociedad para que ellos se
sientan realmente satisfechos. Mientras se lleva a cabo esta parte del
ejercicio, la matriz negativa no debe estar en manos de los participantes,
porque puede pasar que se elabore la nueva matriz simplemente anotando los
opuestos de la anterior.
Séptima
etapa.
Una vez completo el segundo ejercicio, se confronta a los participantes en
sesión plenaria con ambas matrices: la negativa y la positiva. A continuación se
inicia una discusión sobre los posibles puntos de contacto entre ambas. Otra vez
se pueden organizar grupos pequeños, con una mecánica de juego, en la que el
equipo ganador es el que encuentra los satisfactores «comunicantes» más
sinérgicos. De hecho, la discusión consistirá inevitablemente en
seleccionar satisfactores. Por esta razón, cada ítem seleccionado deberá ser
analizado en forma conjunta para establecer sus características. ¿Es endógeno o
se origina fuera de la comunidad? ¿Es singular, lineal o sinérgico? Este tipo de
discusión participativa puede resultar muy rica y estimulante, y representa en
sí misma una experiencia con efectos sinérgicos.
La
nueva conciencia
A
principios de
1987
se
llevó a cabo un seminario como el que se describió anteriormente, en Bogotá,
Colombia, con cincuenta participantes, universitarios y académicos de alto nivel
de todo el país. Después de reflexionar sobre los elementos destructivos que
afectan a la sociedad colombiana, y pasar por las etapas del ejercicio,
seleccionaron de la matriz de síntesis la siguiente lista de elementos como los
más significativos: Agresividad, Indiferencia. Obediencia. Censura,
Aceptación. Apatía. Dependencia. Alienación. Neutralidad (interna). Desarraigo.
Manipulación ideológica e Instituciones represivas.
Esta lista determinó el siguiente análisis y conclusiones. Si uno
pide una descripción de la sociedad colombiana, la respuesta seguramente
reflejará la imagen de una sociedad con un alto grado de violencia. Si se piden
explicaciones, probablemente se dé un perfil de los distintos grupos que están
en conflicto, y que entonces determinan esa violencia. Pero si examinamos la
lista anterior, producto de un intenso proceso de análisis introspectivo,
percibimos algo muy interesante y probablemente inesperado. Hay violencia mucha
violencia- en la sociedad colombiana, pero según lo que revela la lista, se
considera que el gran problema subyacente es el miedo. Es difícil, o casi
imposible determinar si el miedo es resultado de la violencia o su causa (o
ambas cosas). Pero de todas maneras, todo parece indicar que la «enfermedad» que
sufre el paciente es el miedo. Por lo tanto, si el medicamento recetado se
concentra exclusivamente en intentar curar la violencia, sólo se estará
aplicando una medicina inadecuada o incompleta para la «enfermedad» incorrecta.
Como resultado, puede ocurrir que el paciente empeore.
La valoración final de los participantes fue que la
metodología de trabajo más allá de que revele o no verdades nuevas,
permitió descubrir facetas inesperadas de un problema, y aumentar así la
conciencia acerca de los temas relevantes.
Otros ejemplos
A partir de la experiencia colombiana, se realizaron otros
seminarios tanto en el Norte como en países del Tercer Mundo. Aún cuando se
debe trabajar mucho para confirmar algunas tendencias probables, ya queda
claro que se han hecho hallazgos inesperados pero significativos. Uno de los más
interesantes puede ser el hecho de que no parece existir correlación entre los
niveles alcanzados de crecimiento económico y la felicidad relativa de la gente
involucrada. El otro aspecto que sale a la luz son las pobrezas (según la
definición de la Teoría del Desarrollo a Escala Humana) que existen en cada
sociedad.
Cuadro
7
Matriz
negativa consolidada (Gran Bretaña) |
| ||||
|
Ser |
Tener |
Hacer |
Estar | |
SUBSISTENCIA |
Egoísmo, derroche, desconexión, falta de equilibrio,
favorecimiento de la adicción, falta de moderación, insaciabilidad,
pasividad, codicia, avaricia, egocentrismo, confusión, ansiedad, stress,
regresión, dependencia, falta de poder |
Malnutrición, falta de techo, mala salud, desempleo,
monetarismo, sobreproducción, contaminación, política económica,
desigualdad, consumismo, insustentabilidad, centralización,
hiperurbanización, política de salud, aceptación social de la
desigualdad |
Contaminar, robar, degradar, especular, monopolizar, hacer
propaganda, aislamiento, ignorar, comer en exceso, apropiarse, hablar para
evitar hacer, acaparar, discriminar en el oficio, adulterar
alimentos. |
Falta de armonía con la naturaleza, efecto invernadero,
contaminación, desarrollo de la vivienda, congestión, alejamiento de la
tierra, destrucción del habitat animal, exceso de planificación, diseños
arquitectónicos pobres, gasto sistémico | |
PROTECCION |
Miedo, nacionalismo, hostilidad, paranoia, sigilo,
posesividad, represión, autodestrucción, agresividad, paternalismo,
egoísmo, imprevisibilidad, dogmatismo, dependencia, racismo |
Totalitarismo, armamentismo, Ley de Secreto Oficial,
censura, nacionalismo, mercantilismo, burocracia, ejército, propiedad, -
medicina curativa -, mercado y política de vivienda, aceptación social de
la violencia, discriminación, prejuicio, vandalismo. |
Destruir, envenenar, explotar, negar responsabilidad,
destruir otras especies, causar confusión, imponer, controlar, mandar,
luchar, armarse, manejar en forma arriesgada, contaminar no cumplir,
sobreprotegerse |
Bases militares, degradación del medio ambiente, calles
peligrosas, transporte peligroso, viviendas mal diseñadas, discriminación
espacial, superpoblación, distribución demográfica no balanceada, falta de
espacios comunes seguros, urbanización | |
AFECTO |
Racionalidad, cinismo, superficialidad, miedo, narcisismo,
agresividad, celos, sobreprotección, alienación, posesividad, forma de ser
inglesa, inseguridad, permisividad, promiscuidad, soledad, desconfianza,
inhibición, reserva, timidez, arrogancia inglesa, inseguridad,
permisividad, promiscuidad, soledad, desconfianza, inhibición, reserva,
timidez, arrogancia. |
Sistema de educación, organización, medios de comunicación,
ruptura familiar, brecha generacional, pornografía, sexismo, prostitución,
transformación de la afectividad en comodidad, comercialización,
separación de la familia numerosa, comercialización de la preocupación,
automatización, computarización |
Separar, aislar, descuidar, dominar, destruir, dar por
supuesto, abusar, actuar precipitadamente, inhibir, moralizar, poner
precio a las cosas, comerciar con el afecto, devaluar, fallar en la
comunicación |
Aislamiento en la multitud, pérdida del sentimiento de
permanencia, problemas de diseño, agendas sobrecargadas, contaminación
visual, superpoblación, paranoia espacial, disolución del entorno
familiar, prioridades de tiempo alteradas, clima, falta de tiempo, falta
de espacio cualitativo. | |
ENTENDIMIENTO |
Fanatismo, Sigilo, - inteligencia -, falta de receptividad,
apatía, prejuicio, ignorancia voluntaria, miedo, insularidad, reserva,
egoísmo, elitismo, competitividad, xenofobia, centrase exclusivamente en
el objetivo, inseguridad, avaricia, desconfianza, cinismo, autoritarismo,
servilismo, clasificación de casta. |
Prensa/Medios de Comunicación, sistema de educación,
orientación al éxito, dogmatismo político, despreocupación por la Madre
Tierra, especialización, la Iglesia y los Diez Mandamientos, las
instituciones británicas, autocensura, condicionamiento, prejuicio, exceso
de información, dogmatismo. |
Intelectualizar, manipular, planificar en exceso, complicar,
simplificar en exceso, hacer hincapié excesivo en la tecnología,
renunciar, desvalorizar la intuición, despersonalizar, desinformar,
utilizar jerga, confundir, desvalorizarse, filtrar, sentirse superado
emocionalmente, sentimentalizar, ignorar, actuar sin compasión,
negar. |
Distanciamiento de la naturaleza, estructuras educativas
alejadas del medio ambiente, ritmo de cambio rápido, inhibición de la
integración a causa de la velocidad de la información y la actividad,
incompativilidad de los sistemas del lenguaje con el entorno social | |
PARTICIPACION |
Inhibición, aislamiento, esnobismo, coerción, apatía,
egoísmo, anonimato, haraganería, mentalidad cerrada, desacuerdo,
emotividad, racionalismo, colectivismo, ignorancia, analfabetismo,
estupidez, cinismo, inexperiencia, intelectualismo, complacencia,
deshonestidad, defensa, superficialidad, pragmatismo, parálisis. |
Mala salud, sistema electoral británico, sistema de clases,
gobierno centralizado, democracia representativa, ayuda alimentaria,
monopolios, sociedades secretas, asociaciones y cuerpos profesionales,
burócratas, expertos, leyes discriminatorias, instituciones de atención
mental, estado benefactor, poder creciente del gobierno, estructuras
jerárquicas, normas sociales fuera de época, desigualdad social,
prejuicio. |
Dividir, no tolerar, excluir, retirar, censurar, imponer
participación, ocultar, estar en connivencia, decepcionar, patrocinar,
reprimir el voto, renunciar a las responsabilidades, optar por fuera,
controlar, desconfiar, ocultar, desear saber todo lo que pasa. |
Clubes elitistas, excesiva profesionalización del deporte,
transporte peligroso, falta de espacios comunales, discriminación
espacial, propiedad privada del espacio, fragmentación de la vivienda,
conurbaciones, centralización. | |
OCIO |
Hiperactividad, apatía, utilitarismo, favorecimiento de la
adicción, nerviosismo, inflexibilidad, soledad, depresión, egoísmo,
competitividad, rigidez de horarios, fatiga, stress, calvinismo,
productividad, culpa, confusión, falta de imaginación, explotación,
represión, avaricia, obsesiones, dar órdenes en exceso, miedo,
inseguridad, afiebramiento. |
Desempleo, profesionalismo en el deporte, ética laboral,
criminalidad, valores victorianos, droga, calvinismo, televisión, familia
/ padres, maestros, consumismo, propaganda, teléfono, obligaciones,
trabajo, entorno hostil, apostar. |
Ganar, correr maratones, andar precipitadamente sin rumbo,
tratar de obtener resultados, planificar, horarios en exceso, juzgar y
reprimir, trabajar demasiado, negocios, concentrar nuestra atención fuera
den nosotros, ignorar lo que ocurre dentro de nosotros, actuar llevados
por condicionamientos y
hábito, consumirse. |
Congestión, codicia colectiva por el espacio, clima
británico, vacaciones en excursión, agendas sobrecargadas, paranoia
temporal, falta de ratos de ocio, entorno no adaptado al clima, falta de
tranquilidad y espacio privado. | |
CREACION |
Inhibición, reserva, miedo, torpeza, aburrimiento,
conformismo, adicción al trabajo, apatía, anomía, formalismo,
institucionalismo, inadecuación, saturación terquedad, obstinación, miedo,
aceptación, seriedad, falta de aptitud, práctica de la represión,
indiferencia, autonegación, parálisis. |
Opresión, censura, industrialización, producción masiva,
división del trabajo, industria de la propaganda, producción a gran
escala, protocolo, medios de comunicación, especialización, sistemas de
examen, los militares, enfermedad, naturaleza didáctica del sistema
educativa para la producción masiva, sistemas escolares, predominio de
objetivos materiales. |
Comercializar, desvalorizar la creatividad local,
influenciar las mentes creativas en función de las necesidades
industriales, idolatrar, hacer fetichismo, destruir, desalentar,
institucionalizar, descalificar a los demás, juzgar, comprar, moralizar,
centrarse en los fines más que en los medios, negar equilibrio izquierdo /
derecho. |
Presión de tiempo, falta de espacio, medio ambiente
controlado, alejamiento de la naturaleza, medio ambiente domesticado,
falta de espacio para cosas creativas, falta de espacios comunitarios,
alteración del sentido del uso apropiado del tiempo, falta de acceso a
infraestructuras comunitarias, ritmos creativos pobres, falta de tiempo
para analizar, superpoblación, exigencia de velocidad en la producción,
falta de creatividad grupal. | |
IDENTIDAD |
Falta de poder, miedo, chauvinismo, inseguridad, elitismo,
fatiga, nacionalismo, saturación, insignificancia, racionalismo,
centralismo, colectivismo, discriminación por causa de la edad, sexismo,
racismo, falta de autoestima, posesividad, alienación, conformidad, falta
de raíces, neurosis, agresividad, falta de equilibrio. |
Sistema de castas, reglas sociales, estructura de clases,
medios de comunicación, modas, despreocupación por la Madre Tierra,
separación, conflicto de roles, irrelevancia, industrialización, grandes
agrupamiento de gente, pérdida de la personalidad, pérdida de comunidad,
pobreza material, estadísticas, preconceptos, prejuicios, ridículo,
estereotipos, dinero, poder, propaganda. |
Búsqueda de unicidad, practicar ritos, volverse obsesivo,
reprimir, aislarse, conformarse, estar en connivencia, mantener el status
quo, institucionalización de la gente, usar uniforme, esconder y suprimir,
rendirse a las expectativas de otros, adoptar posiciones, negarse al
conocimiento de sí mismo, rechazar la vinculación con los demás y el
entorno. |
Viajar a diario, cultura de bar, superpoblación,
reglamentación estricta, medio ambiente degradado, sistemas familiares
cerrados. | |
LIBERTAD |
Coacción, opresión, codicia, pasividad, totalitarismo,
ignorancia, racionalismo, miedo, obediencia, falta de recursos, urbanidad,
cobardía |
Privación, pobreza, censura, enfermedad, sistema electoral
británico, representación desigual, machismo, injusticia del sistema
judicial, individualismo, censura, cetralización, Whitehall, sistema de
clases, desempleo, ley de Secreto Oficial, hipotecas, pensiones, normas
sociales, estereotipos, prejuicios. |
Polarizar la toma de decisiones, desconfiar, reprimir,
robar, desvalorizar el miedo, engañarse a sí mismo, negar responsabilidad,
corromper, controlar a través del dinero y/o el poder, actuar por
costumbre, conformarse, legislar. |
Falta de espacio, semana de trabajo de cuarenta horas, leyes
de regulación de horarios de apertura, amenaza al medio ambiente,
dominación por parte del entorno cultural, falta de derechos a espacios
comunes, fronteras nacionales, sobrepoblaclón, creación de espacio de poca
calidad, los derechos de la mayoría contra la libertad individual. | |
Cuadro
8
Matriz negativa de síntesis (Gran Bretaña)
|
Ser |
Tener |
Hacer |
Estar |
SUBSISTENCIA |
Falla de moderación |
Insustentabilidad |
Contaminar |
Falta de armonía con la naturaleza |
PROTECCION |
Autodestrucción |
Especulación, prejuicio |
Explotar |
Degradación del medio ambiente |
AFECTO |
Ruptura familiar |
Racionalidad, alienación |
Desvalorizar |
Ruptura del medio familiar, deformación de las prioridades
temporales |
ENTENDIMIENTO |
Prejuicio |
Falta de conciencia ecológica |
Abdicar |
Ritmos de cambio rápidos, incompatibilidad de los
sistemas de lenguaje en el medio social |
PARTICIPACION |
Apatía |
Gobierno |
Centralizado |
Renunciar a las responsabilidades.
Falta de espacios comunitarios |
OCIO |
Culpa |
Droga, entretenimiento |
Correr
siempre, ignorando lo que hay dentro de nosotros |
Congestionamiento |
CREACION |
Inhibición |
Predominio de objetivos materiales |
Comercializar, desmoralizar |
Alejamiento total de naturaleza |
IDENTIDAD |
Miedo, desarraigo |
Falta de conciencia ecológica |
Rehuir el conocimiento de sí mismo, rechazar toda conexión
con los demás y el medio ambiente |
Degradación ambiental |
LIBERTAD |
Miedo |
Privación |
Desvalorizar |
Creación de espacios de calidad pobres |
Cuadro
9
Matriz
de síntesis negativa (Suecia)
|
Ser |
Tener |
Hacer |
Estar |
SUBSISTENCIA |
Falta de sentido, glotonería |
Sociedad a gran escala |
Autodestrucción |
Explotación del medio ambiente |
PROTECCION |
Miedo, anonimato |
Centralización |
Evitar responsabilidades. Evitar contacto |
Contaminación |
AFECTO |
Miedo a la intimidad |
Sociedad masticada |
Evitar contacto |
Arquitectura deshumanizada |
ENTENDIMIENTO |
Prejuicio |
Fragmentación |
Someterse a tensión nerviosa |
Aislamiento |
PARTICIPACION |
Falta de poder |
Gran Scaleness, reglamentación |
Subordinación |
Aislamiento |
OCIO |
Falta de confianza en sí mismo |
Conducta de trabajo [8]
protestante |
Preocuparse, ocupar el tiempo con cosas importantes |
Falla de tiempo |
CREACION |
Actitud de "quién te crees que sos para decirme tal
cosa" |
Conformidad de masas |
Sobrestimar pensamientos tecnocráticos |
Falla de expresiones tradicionales, distancias
grandes entre el hogar y el trabajo |
IDENTIDAD |
Falta de confianza, falsedad |
Mentiras oficiales |
Decidir contra los principios |
Tomar decisiones sin tener en cuenta a las personas
afectadas |
LIBERTAD |
Orientación de seguridad |
Burocracia |
Obedecer, regularse en exceso |
Conformidad con la planificación urbana y edilicia. |
Aún
sin iniciar un análisis, los siguientes ejemplos son dramáticos en sí mismos. El
cuadro
7
muestra la matriz negativa unificada correspondiente a la sociedad británica,
según la interpretación de un grupo de alrededor de cuarenta activistas y
hombres de negocios interesados en los problemas sociales. Se puede apreciar
claramente, al examinar la totalidad de elementos incluidos en cada casillero,
que el ejercicio estimula a los participantes para vencer todo tipo de modestia
o timidez. En realidad, nuestras observaciones demuestran que en algún momento
del ejercicio, se intensifica en forma importante la urgencia por sacar a luz,
verdadera y honestamente (no importa cuan doloroso sea), los problemas que
importan en la sociedad. El cuadro
8
es la matriz de síntesis de la anterior, y muestra una sociedad que falla en la
comunicación, por nombrar el menor de los males.
El
cuadro
9
es la matriz de síntesis de una experiencia con participantes similares a
los del ejemplo británico, pero en la sociedad sueca. Al examinarla, se siente
casi enseguida que se está frente a una sociedad de personas solitarias.
Los
otros cuadros siguientes son ejemplos de casos latinoamericanos. El
cuadro
10
es la matriz de síntesis de una experiencia en Bolivia, efectuada con
representantes de cuarenta y cinco organizaciones no gubernamentales que
trabajan con la comunidad, especialmente con campesinos. Los
cuadros
11
y
12
(páginas 80
y
81)
corresponden a un ejercicio completo, efectuado por doscientos ciudadanos en
siete fases en La Paz, que es la municipalidad más pobre de la Provincia de
Mendoza, Argentina. El cuadro 11
es la matriz de síntesis negativa y el cuadro
12
es la deseada. Es interesante señalar que el contenido de la última matriz,
tiene poco que ver con lo que generalmente se asume que son parámetros de los
criterios de desarrollo convencional. ¡Algo para meditar!
Opciones que definen el desarrollo
Necesidades humanas: del enfoque lineal al enfoque sistémico
Las necesidades humanas fundamentales conforman un sistema en el
que no cabe establecer linealidades jerárquicas. Esto significa, por una
parte, que ninguna necesidad es per se más importante que otra, y por otra
parte, que no hay un orden fijo de precedencia en la actualización de las
necesidades (que la necesidad B, por ejemplo, sólo puede ser satisfecha luego de
que la A haya sido satisfecha) Simultaneidades, complementariedades y
compensaciones (trade-offs), son características de la conducta del sistema.
Existen, sin embargo, limites para esta generalización. Es preciso
reconocer un umbral pre-sistema, por debajo del cual la urgencia por satisfacer
una determinada necesidad llega a asumir características de urgencia
absoluta.
Cuadro
10
Matriz
de síntesis negativa (Bolivia) |
| ||||
|
Ser |
Tener |
Hacer |
Estar | |
Subsistencia |
Ignorancia |
Corrupción |
Explotar |
Falta de infraestructura en general, Mala distribución
poblacional | |
PROTECCION |
Inseguridad |
Arbitrariedad institucional |
Discriminar |
Discriminación espacial | |
AFECTO |
Inseguridad |
Pérdida de valores morales |
Engañar |
Aislamiento geográfico. Distanciamiento familiar | |
ENTENDIMIENTO |
Ignorancia |
Sistema educativo obsoleto |
Marginar, dogmatizar |
Ambientes inadecuados, distanciamiento, falta de redes
de comunicación | |
PARTICIPACION |
Discriminación |
Centralización, No respeto de los Derechos Humanos |
Prejuzgar |
Carencia de infraestructura básica | |
OCIO |
Desorientación, Represión |
Ausencia de sistemas educativos |
Manipular |
Falta de tiempo propio por estrategias de
supervivencia | |
CREACION |
Alineación |
Sistema educativo memorístico |
Subestimar |
Falta de tiempo y ambientes adecuados para investigar y
crear | |
IDENTIDAD |
Dominación |
Falta de políticas de integración y protección |
Adoctrinar |
Crecimiento urbano irracional | |
LIBERTAD |
Autoritarismo |
Injusticia |
Dominar |
Dependencia | |
El caso de la subsistencia es el más claro. Cuando esa necesidad
está insatisfecha, toda otra necesidad queda bloqueada y prevalece un único
impulso. Pero el caso no es sólo válido para la subsistencia. Es igualmente
pertinente para otras necesidades. La ausencia total de afecto o la pérdida de
identidad, puede llevar a las personas hasta extremos de autoaniquilación.
Cuadro
11
Matriz
de síntesis negativa (Mendoza, Argentina) |
| ||||
|
Ser |
Tener |
Hacer |
Estar | |
SUBSISTENCIA |
Dependencia |
Desempleo |
Depender |
Destrucción del oasis | |
PROTECCION |
Paternalismo |
Seguridad social inadecuada |
Depender |
Aislamiento | |
AFECTO |
Egoísmo |
Falta de valoración de las actitudes positivas del
prójimo |
Criticar |
Diseminación temporal dé la familia por cuestión
laboral | |
ENTENDIMIENTO |
Incomunicación, |
Autoritarismo Mediocridad |
Aceptar, Seudo - Informar |
Destitución inadecuada de la población | |
PARTICIPACION |
ignorancia |
Desconocimiento de derechos y obligaciones |
Depender |
Aislamiento | |
OCIO |
Desinterés |
Carencia de medios recreativos |
Desvalorizar |
Ausencia de ámbito incentivador | |
CREACION |
Conformismo |
mediocridad |
Destruir |
Aislamiento, Hacinamiento | |
IDENTIDAD |
Falta de personalidad |
Falsos prejuicios |
Dividir |
Aislamiento | |
LIBERTAD |
Dependencia |
Falta de conciencia de las verdaderas libertades |
Dividir,
Especular |
Ambito de dependencia | |
La opción de trabajar con el supuesto de linealidad o con el
supuesto sistémico es, sin duda, la opción más importante para definir un estilo
de desarrollo.
Regirse por la lógica de la linealidad da origen a patrones de
acumulación divorciados de la preocupación por el desarrollo de las personas. Si
se opta por la linealidad, la estrategia establecerá prioridades a partir de las
pobrezas de subsistencia observadas. Los programas se orientarán preferentemente
de manera asistencial, como un ataque a la pobreza entendida
convencionalmente. Las necesidades
serán entendidas como carencias y, en el mejor de los casos, los satisfactores
que el sistema genere serán singulares. Paradojalmente, tal opción impulsa una
causación circular acumulativa (en el sentido de Myrdal) y los pobres no
dejan de ser pobres en la medida en que aumenta su dependencia de
satisfactores generados exógenamente a su medio.
Si se opta por el supuesto sistémico, la estrategia priorizará la
generación de satisfactores endógenos y sinérgicos. Las necesidades serán
entendidas simultáneamente como carencias y como potencias, permitiendo así
romper con el círculo vicioso de la pobreza. De lo anterior se desprende que la
manera en que se entiendan las necesidades y el rol y atributos que se asignen a
los satisfactores posibles, son absolutamente definitivos para la definición de
una estrategia de desarrollo.
Cuadro
12
Matriz
de síntesis positiva (Mendoza, Argentina) |
| ||||
|
Ser |
Tener |
Hacer |
Estar | |
SUBSISTENCIA |
Toma de iniciativas |
Capacidad de finiquito |
Edificar Escuela Normal Superior Fidela Amparan |
Conciencia de los recursos naturales y ámanos | |
PROTECCION |
Personalidad |
Respeto por el núcleo familiar |
Concientizar |
Integración | |
AFECTO |
Solidaridad |
Entrega mutua |
Criticar constructivamente |
Espacios de encuentro | |
ENTENDIMIENTO |
Armonía, Conciencia |
Perseverancia |
Valorar virtudes personales |
Comunicación sin discriminación: familia, escuela y
comunidad | |
PARTICIPACION |
Iniciativa, Humanidad crítica. Diálogo |
Respeto de los derechos humanos |
Dialogar |
Fábricas y universidades | |
OCIO |
Predisposición, Originalidad |
Imaginación |
Recrearse |
Lugares de encuentro | |
CREACION |
Imaginación |
Originalidad |
Trabajar |
Ambitos de producción | |
IDENTIDAD |
Autenticidad |
Personalidad integrada |
Asumir |
Participar en el medio social
| |
LIBERTAD |
Respeto |
Responsabilidad |
Tomar conciencia |
Disponer de ámbitos propicios | |
De la eficiencia a la sinergia
Enfocar el desarrollo en los términos aquí propuestos, implica un
cambio de la racionalidad económica dominante. Obliga, entre otras cosas, a una
revisión profunda del concepto de eficiencia. Esta suele asociarse a nociones de
maximización de productividad y de utilidad, a pesar de que ambos términos
son ambiguos. Tal como Taylor la entendía -para ilustrar con un caso,
conspicuo-, al llevar el criterio económico al extremo más alienado de la razón
instrumental, la productividad se nos aparece como bastante ineficiente.
Sobredimensiona la necesidad de subsistencia y obliga al
sacrificio de otras necesidades, acabando por amenazar la propia subsistencia.
Cabe recordar que el taylorismo pasó a la historia como la «organización
del surmenage».
En discursos dominantes del desarrollo también se asocia la
eficiencia a la conversión del trabajo en capital, a la formalización de las
actividades económicas, a la incorporación indiscriminada de tecnologías de
punta y, por supuesto, a la maximización de las tasas de crecimiento. El
desarrollo consiste para muchos en alcanzar los niveles materiales de vida de
los países más industrializados, para tener acceso a una gama creciente de
bienes (artefactos) cada vez más diversificados.
Cabe preguntarse hasta qué punto esos intentos de emulación tienen
sentido. En primer lugar, no existen evidencias de que en aquellos países las
personas vivan sus necesidades de manera integrada. En segundo lugar, en
los países ricos, la abundancia de recursos y de bienes económicos no ha llegado
a ser condición suficiente para resolver el problema de la alienación.
El Desarrollo a Escala Humana no excluye metas convencionales
como crecimiento económico para que todas las personas puedan tener un acceso
digno a bienes y servicios. Sin embargo, la diferencia respecto de los estilos
dominantes radica en concentrar las metas del desarrollo en el proceso mismo del
desarrollo. En otras palabras, que las necesidades humanas fundamentales pueden
comenzar a realizarse desde el comiendo y durante todo el proceso de
desarrollo; o sea, que la realización de las necesidades no sea la meta,
sino el motor del desarrollo mismo. Ello se logra en la medida en que la
estrategia de desarrollo sea capaz de estimular permanentemente la generación de
satisfactores sinérgicos.
Integrar la realización armónica de necesidades humanas en el
proceso de desarrollo significa la oportunidad de que las personas puedan vivir
ese desarrollo desde sus comienzos, dando origen así a un desarrollo sano.
autodependiente y participativo, capaz de crear los fundamentos para un orden en
el que se pueda conciliar el crecimiento económico, la solidaridad social y el
crecimiento de las personas y de toda la persona.
Un desarrollo capaz de conjugar la sinergia con la eficiencia
quizás no baste para dar cumplimiento cabal a lo deseado: pero sí basta, y
plenamente, para evitar que en el ánimo de las personas lo no deseado parezca
inexorable.
3.
Desarrollo y autodependencia
Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn
Hacia un desarrollo autodependiente
Sobre las múltiples dependencias
Los esfuerzos por establecer un Nuevo Orden Económico
Internacional (NOEI) y una nueva división internacional del trabajo no han
logrado atenuar las relaciones de dependencia económica, financiera, tecnológica
y cultural de los países en desarrollo respecto de las naciones
industrializadas. El auge del capital financiero ha restringido aún más la
capacidad y el derecho de los países deudores de decidir sobre sus propios
destinos. Al respecto, las políticas de ajuste impuestas por el Fondo
Monetario Internacional a los gobiernos de los países latinoamericanos, que
solicitan créditos para pagar los desorbitantes servicios de sus deudas,
reflejan el poder de la banca privada internacional para mermar la soberanía de
los países pobres.
Las pautas de consumo que el mundo rico exporta e impone al mundo
en desarrollo somete a este último a relaciones de intercambio que agudizan su
dependencia, perpetúan sus desequilibrios internos y amenazan su identidad
cultural. Son los países industrializados los que controlan la producción y
comercialización de los insumos y productos de las tecnologías de punta y de
gran parte de la producción industrial. Son también estos países los que
difunden el criterio de que tales tecnologías y productos son imprescindibles y
preferibles para cualquier sociedad que aspire a incrementar el bienestar de sus
miembros.
La
dependencia en materia de pautas de consumo, que desde los propios países en
desarrollo es alentada por los grupos de poder económico que se benefician con
la comercialización correspondiente, ha aportado de modo significativo al monto
de las deudas externas de los países latinoamericanos. Según estimaciones
del economista Jacobo Schatan [9]
, entre 1978
y
1981
se generaron en México importaciones prescindibles que ascendieron a
catorce mil millones de dólares, cifra que alcanzó a diez mil millones de
dólares para Brasil y cinco mil millones de dólares para Chile. En términos per
capitel, en Brasil las importaciones suntuarias significaron setenta y nueve
dólares, en México doscientos, mientras en Chile fueron de quinientos trece
dólares. La India, en cambio, muestra una importación de bienes suntuarios de
sólo cinco dólares per capita, y no es casualidad que su nivel de deuda externa
sea tan inferior al de los países de América Latina.
Romper con modelos imitativos de consumo, no sólo conjura la
dependencia cultural sino que hace posible además un uso más eficiente de los
recursos generados en la periferia. Reduce, también, el impacto negativo de las
políticas proteccionistas que los países industrializados impulsan en defensa de
sus productos. Las relaciones de dependencia se imbrican y refuerzan entre sí.
No pueden considerarse aisladamente los diversos ámbitos de dependencia
(económico-financiero, tecnológico, cultural y político), pues la fuerza de
cada uno de ellos radica en el apoyo que recibe de los ámbitos restantes.
Es en razón de estas múltiples dependencias, que las mismas
inhiben un desarrollo orientado hacia la autodependencia y la satisfacción de
las necesidades humanas. La satisfacción de necesidades tales como subsistencia,
protección, participación, creación, identidad y libertad se ve inhibida por las
exigencias que, de manera explícita o soterrada, los centros internacionales del
poder hacen a la periferia en cuestión de modelos políticos, pautas de
crecimiento económico, patrones culturales, incorporación de tecnologías,
opciones de consumo, relaciones de intercambio y formas de resolver los
conflictos sociales. La aceptación de tales exigencias no sólo se nutre de
las dependencias, sino que además las refuerza. Nos encontramos, pues, ante un
círculo vicioso dentro del cual poco o nada puede avanzarse en la satisfacción
de las necesidades más vitales de las grandes masas de los países en desarrollo.
Bajo tales condiciones sería más fiel a los hechos, hablar de países del
«anti-desarrollo» que de países en vías de desarrollo.
El
problema político del Desarrollo a Escala Humana no puede entonces plantearse en
base a la búsqueda de espacios que el NOEI abra a las economías periféricas; por
el contrario, de lo que se trata es de definir una estrategia de desarrollo
nacional autodependiente para abordar desde allí la posibilidad de que el
NOEI
contribuya a promover sus objetivos. No es cosa de empujar las exportaciones al
máximo en función de la demanda del centro, para después preguntarse cómo
utilizar los ingresos provenientes de las exportaciones. Más bien debe
comenzarse por regular el flujo de exportaciones y reducir el de
importaciones conforme lo requiera un desarrollo más endógeno y
autodependiente.
Tal como nos vemos enfrentados a una interrelación de ámbitos de
dependencia (económico-financiero, tecnológico, cultural y político) nos
hallamos paralizados por una agregación de espacios de dependencia', local,
regional, nacional e internacional. La concentración económica y la
centralización de las decisiones políticas generan y refuerzan dependencias
entre estos distintos niveles: los países pobres están sometidos al
arbitrio de los países ricos, y al interior de los países pobres sucede lo mismo
que entre países pobres y ricos: realidades locales y regionales parecen
destinadas a subordinar sus opciones a los designios de los gobiernos centrales
y de quienes concentran el poder económico de la nación.
La autodependencia como eje del desarrollo
Las relaciones de dependencia, desde el espacio internacional
hasta los espacios locales, y desde el ámbito tecnológico hasta el ámbito
cultural, generan y refuerzan procesos de dominación que frustran la
satisfacción de las necesidades humanas. Es mediante la generación de
autodependencia, a través del protagonismo real de las personas en los distintos
espacios y ámbitos, que pueden impulsarse procesos de desarrollo con efectos
sinérgicos en la satisfacción de dichas necesidades.
Concebimos
esta autodependencia en
función
de una interdependencia horizontal y en ningún caso como un aislamiento por
parte de naciones, regiones, comunidades locales o culturas. Una
interdependencia sin relaciones autoritarias ni condicionamientos
unidireccionales es capaz de combinar los objetivos de crecimiento económico con
los de justicia social, libertad y desarrollo personal. Del mismo modo, la
armónica combinación de tales objetivos es capaz de potenciar la
satisfacción individual y social de las distintas necesidades humanas
fundamentales.
Entendida como un proceso capaz de fomentar la participación
en las decisiones, la creatividad social, la autonomía política, la justa
distribución de la riqueza y la tolerancia frente a la diversidad de
identidades, la autodependencia constituye un elemento decisivo en la
articulación de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de lo
personal con lo social, de lo micro con lo macro, de la autonomía con la
planificación y de la sociedad civil con el Estado.
Articulación entre seres humanos, naturaleza y tecnología
La conducta generada por una cosmología antropocéntrica, que sitúa
al ser humano por encima de la naturaleza, es coherente con los estilos
tradicionales de desarrollo. De ahí que la visión economicista del desarrollo, a
través de indicadores agregados como el PGB, considera como positivos, sin
discriminación, todos los procesos donde ocurren transacciones de mercado, sin
importar si éstas son productivas, improductivas o destructivas. Resulta así,
que la depredación indiscriminada de un recurso natural hace aumentar el PGB,
tal como lo hace una población enferma cuando incrementa su consumo de drogas
farmacéuticas o de servicios hospitalarios.
Las tecnologías presuntamente modernas suelen, a su vez, resultar
engañosas. Un ejemplo conspicuo es el del sistema agrario norteamericano,
reconocido por su enorme eficiencia. Altamente mecanizado y con subsidios para
el petróleo, es, sin embargo, un sistema notablemente ineficiente si se lo mide
en términos de la cantidad de energía consumida para producir una cantidad
determinada de kilo/calorías. No obstante, si se mide en términos monetarios,
genera supuestamente beneficios enormes y, de ese modo, contribuye al
crecimiento del PGB. Estos ejemplos son igualmente válidos para los países del
Tercer Mundo tan influidos por el «hechizo» de las tecnologías de punta. En
México, según la fundación Xochicalli, se estima que se gastan
alrededor de 19.000 Kcal. para colocar 2.200 Kcal. de alimentos en la mesa.
Más aún, la cantidad de energía gastada sólo en el transporte de productos
alimenticios, es en México casi igual al total de energía requerida por el
sector primario para la producción de alimentos. Que tales situaciones se
consideren positivas, constituye sin duda una aberración conceptual.
Debido a que el Desarrollo a Escala Humana está
principalmente comprometido con la actualización de las necesidades
humanas, tanto de las generaciones presentes como futuras, fomenta un concepto
de desarrollo eminentemente ecológico. Esto implica, por una parte, construir
indicadores capaces de discriminar entre lo que es positivo y lo que es
negativo: y. por otra, diseñar y utilizar tecnologías que se ajusten a un
proceso de desarrollo verdaderamente eco-humanista que pueda garantizar la
sustentabilidad de los recursos naturales para el futuro.
Articulación de lo personal con lo social
Los modelos políticos y estilos de desarrollo dominantes se han
tropezado con tremendos obstáculos para compatibilizar el desarrollo
personal con el desarrollo social. Tanto las dinámicas del ejercicio del poder,
como los efectos de ideologías excluyentes, tienden a disolver a las personas en
arquetipos de masas, o a sacrificar a las masas por arquetipos del individuo.
Abundan los modelos que postergan el desarrollo social en nombre de la soberanía
del consumidor, en circunstancias que reducir la persona a la categoría de
consumidor también coarta el propio desarrollo personal.
Desarrollo social y desarrollo individual no pueden darse de
manera divorciada. Tampoco es razonable pensar que el uno pueda sobrevenir
mecánicamente como consecuencia del otro. Una sociedad sana debe plantearse,
como objetivo ineludible, el desarrollo conjunto de todas las personas y de toda
la persona. Tradicionalmente, se ha pensado que la escasez de recursos obliga a
optar entre ambas posibilidades, ya que en la práctica no parece posible aplicar
políticas inclusivas. Tal criterio nace, sin duda, de una concepción
convencional de la eficiencia. Si, por el contrario, tomamos en cuenta, además
de los recursos convencionales, los recursos no convencionales con su potencial
sinérgico, comprobamos que las políticas inclusivas son viables, y que sólo
combinando desarrollo personal con desarrollo social es posible alcanzar una
sociedad sana, con individuos sanos.
La articulación de la dimensión personal del desarrollo con su
dimensión social puede lograrse a partir de niveles crecientes de
autodependencia. En el ámbito personal, la autodependencia estimula la identidad
propia, la capacidad creativa, la autoconfianza y la demanda de mayores espacios
de libertad. En el plano social, la autodependencia refuerza la capacidad para
subsistir, la protección frente a las variables exógenas, la identidad cultural
endógena y la conquista de mayores espacios de libertad colectiva. La
necesaria combinación del plano personal con el plano social en un Desarrollo a
Escala Humana obliga, pues, a estimular la autodependencia en los diversos
niveles: individual, grupal, local, regional y nacional.
Articulación de lo micro con lo macro
Las relaciones de dependencia van de arriba hacia abajo: de lo
macro a lo micro, de lo internacional a lo local, y de lo social a lo
individual. Las relaciones de autodependencia, por el contrario, tienen mayores
efectos sinérgicos y multiplicadores cuando van de abajo hacia arriba; es decir,
en la medida en que la autodependencia local estimula la autodependencia
regional y ésta estimula la autodependencia nacional. Esto no significa que las
políticas de nivel macro sean intrínsecamente incapaces de irradiar
autodependencia hacia los niveles micro-sociales, sino que deben enfrentar
siempre dos desafíos. El primero implica reducir al mínimo, mediante
mecanismos institucionales u otras vías, el riesgo de reproducir relaciones
verticales «en nombre de» la autodependencia para las unidades regionales y
locales. El segundo implica que, en términos operativos, los procesos de
autodependencia desde los micro-espacios resulten menos burocráticos, más
democráticos, y más eficientes en la combinación de crecimiento personal y
desarrollo social. Son precisamente estos espacios (grupales, comunitarios,
locales) los que poseen una dimensión más nítida de escala humana, vale decir,
una escala donde lo social no anula lo individual sino que, por el contrario, lo
individual puede potenciar lo social. En relación a un Desarrollo a Escala
Humana, estos espacios son fundamentales para la generación de satisfactores
sinérgicos.
No pretendemos sugerir que la autodependencia se logra mediante la
mera agregación de pequeños espacios. Tal postura no haría sino reproducir una
visión mecanicista que ya bastante daño ha provocado en materia de políticas de
desarrollo. Sin la complementación entre procesos globales y procesos
micro-espaciales de autodependencia, lo más probable es la cooptación de lo
micro por lo macro. Las complementariedades entre lo macro y lo micro, y entre
los diversos micro-espacios, estimulan el potenciamiento recíproco entre
procesos de identidad socio-cultural, de autonomía política y de autodependencia
económica.
Articulación de la planificación con la autonomía
Lograr niveles crecientes de autonomía política y de
autodependencia económica en los espacios locales, exige promover
procesos que conduzcan a ello. Esto plantea, como desafío central para un
Desarrollo a Escala Humana, conciliar ^promoción desde fuera con las iniciativas
desde adentro. Difícilmente la acción espontánea de grupos locales o de
individuos aislados puede trascender si no es potenciada también por
planificadores y por acciones políticas concertadas. Se precisa una
planificación global para las autonomías locales, capaz de movilizar a los
grupos y comunidades ya organizados, a fin de que puedan transmutar sus
estrategias de supervivencia en opciones de vida, y sus opciones de vida en
proyectos políticos y sociales orgánicamente articulados a lo largo del
espacio nacional.
Articulación de la sociedad civil con el Estado
Revertir la dependencia en sus distintos espacios y ámbitos
requiere de profundos cambios estructurales en las relaciones entre el Estado y
la sociedad civil; cambios que apunten tanto a generar y reforzar
autodependencia, como a resolver las presiones y contradicciones que puedan
surgir dentro de los propios espacios y ámbitos que acceden a una
autodependencia creciente. En el primer caso, la interconexión entre
múltiples dependencias (de lo internacional a lo local, de lo tecnológico a
lo socio-cultural) sólo puede enfrentarse con la movilización, la
consolidación de la autonomía dondequiera que brote y el respeto por la
diversidad de culturas, de formas de organización y de reivindicaciones
micro-espaciales. En el segundo caso, la autodependencia multiplica la
conciencia crítica y, con ella, las expectativas de participación de múltiples
actores sociales, lo cual se traduce en demandas movilizadoras en procura de
cambios, que deben armonizarse dentro de una globalidad orgánica.
Mientras la organización social y económica siga encuadrada
dentro de una lógica política de carácter piramidal, difícilmente podrán
asignarse y diversificarse los recursos en función de la heterogeneidad
estructural de la población latinoamericana. Por ello, es necesario contraponer
a la lógica estatal de poder la autonomía política que emana desde la sociedad
civil, es decir, de la población y sus organizaciones. Es a través de
experiencias efectivas y articuladas de autodependencia que podrá relativizarse
el prejuicio de que la eficiencia necesariamente va de la mano con la
centralización en la toma de decisiones.
Desdeñar el papel del Estado y de las políticas públicas en la
ejecución de las tareas de planificación y asignación de recursos es expresión
de irrealismo. En el otro extremo, reducir la organización social y
productiva gestada por la sociedad civil a un Estado macrocefálico es viciar el
proceso desde la partida.
Fomentar la autodependencia en múltiples espacios exige, en
cambio, considerar el desarrollo ya no como expresión de una clase dominante ni
de un proyecto político único en manos del Estado, sino como producto de la
diversidad de proyectos individuales y colectivos capaces de potenciarse
entre sí. De ahí que para garantizar tales procesos, el Estado deberá desempeñar
un papel fundamental abriendo espacios de participación a distintos actores
sociales, a fin de evitar que, a través de la reproducción de mecanismos de
explotación y de coerción, se consoliden proyectos autónomos perversos que
atenten contra la multiplicidad y diversidad que se pretende reforzar.
Potenciación de grupos y actores sociales
En contraste con la racionalidad económica dominante, el
Desarrollo a Escala Humana, centrado en la promoción de la
autodependencia en los diversos espacios y ámbitos, no considera la
acumulación como un fin en sí mismo ni como la panacea que remedia todos los
males de los países en desarrollo. Pero no por ello minimiza la importancia de
la generación de excedentes, sino que la subordina a la constitución de grupos,
comunidades y organizaciones con capacidad para forjarse su autodependencia.
Mediante su expansión y articulación, desde los micro-espacios hasta los
escenarios nacionales, podrá asegurarse que la acumulación económica
redunde en una satisfacción progresiva de las necesidades humanas de la
población. La capacidad de los diversos grupos e individuos para decidir
sobre sus propios recursos y regular sus destinos garantiza un uso de excedentes
que no sea discriminatorio ni excluyente.
Espacios y actores
En los espacios locales -de escala más humana- es más fácil que se
generen embriones de autodependencia cuyas prácticas constituyan
alternativas potenciales a las grandes estructuras piramidales de poder. Es
en los espacios a escala humana donde desarrollo personal y desarrollo social
más pueden reforzarse entre sí. No hay, por lo tanto, dependencia que pueda
combatirse si no se empieza por rescatar los embriones contradependientes que se
gestan en las bases de la organización social. El rol del Estado y de las
políticas públicas debe incluir, pues, la tarea medular de detectar estos
embriones, reforzarlos, y promover su fuerza multiplicadora. Es, por lo demás,
en los espacios locales donde las personas se juegan la primera y última
instancia en la satisfacción de las necesidades humanas.
Políticas alternativas centradas en el Desarrollo a Escala Humana
han de estimular la constitución de sujetos sociales capaces de sostener un
desarrollo autónomo, autosustentado y armónico en sus diversos ámbitos. Esto no
significa, claro está, que el desarrollo sólo se limite a privilegiar espacios
microsociales. La fuerza con que la recesión internacional remece a los países
latinoamericanos, y los desequilibrios estructurales del capitalismo
periférico, tornan insuficiente dicho énfasis si no se lo concilia con políticas
globales que aligeren la precariedad de las grandes masas desposeídas. Pero
tales políticas deben incluir en su agenda el imperativo de asignar recursos que
puedan potenciar procesos de autodependencia en el espacio local.
Autodependencia versus instrumentalización
El desarrollo autodependiente revierte la tendencia a homogeneizar
e instrumentalizar a los sectores y actores sociales en nombre de la eficiencia
y de la acumulación, La corriente en el mundo en desarrollo, y en América Latina
en particular, pagar por la acumulación y la eficiencia el precio de la
dependencia. Pero la dependencia inhibe la satisfacción de las necesidades
humanas, y por lo tanto es un precio que no debiera tolerarse. Obliga a
manipular a las masas desposeídas en función de las exigencias de los grandes
centros de poder económico, e induce a interpretar las heterogeneidades
culturales, productivas y organizativas como meros obstáculos al
crecimiento.
A esta racionalidad económica es preciso oponer otra
racionalidad cuyo eje axiológico no sea ni la acumulación
indiscriminada, ni el mejoramiento de indicadores económicos convencionales
que poco dicen del bienestar de los pueblos, ni una eficiencia divorciada de la
satisfacción de las necesidades humanas. Esta otro racionalidad se orienta al
mejoramiento de la calidad de vida de la población, y se sustenta en el respeto
a la diversidad y en la renuncia a convertir a las personas en instrumentos de
otras personas y a los países en instrumentos de otros países.
Lógica económica versus ética del bienestar
A una lógica económica, heredera de la razón instrumental que
impregna la cultura moderna, es preciso oponer una ética del bienestar. Al
fetichismo de las cifras debe oponerse el desarrollo de las personas. Al manejo
vertical por parte del Estado y a la explotación de unos grupos por otros hay
que oponer la gestación de voluntades sociales que aspiran a la participación, a
la autonomía y a una utilización más equitativa de los recursos
disponibles.
Es imperioso desembarazarse de categorías a priori y de supuestos
que hasta ahora han sido incuestionados en la macro-economía y en la
macropolítica. Una opción por el Desarrollo a Escala Humana requiere estimular
el protagonismo de los sujetos para que hagan de la autodependencia su propia
opción de desenvolvimiento y tengan la capacidad de irradiarla a otros sectores
de la sociedad. Lo decisivo para este desarrollo es cómo y qué recursos generar
y utilizar para potenciar micro-espacios y sujetos con voluntad de
autodependencia.
La autodependencia implica una especie de regeneración o
revitalización a través de los esfuerzos, capacidades y recursos de cada uno. Estratégicamente significa que
lo que puede producirse (o lo que puede solucionarse) a niveles locales es
lo que debe producirse (o lo que debe solucionarse) a niveles locales. El mismo
principio se aplica a niveles regionales y nacionales.
La
opción por la autodependencia
Autodependencia significa cambiar la forma en la cual las
personas perciben sus propios potenciales y capacidades, las cuales
resultan a menudo, autodegradadas como consecuencia de las relaciones
centro-periferia imperantes. La reducción de la dependencia económica, que
es uno de los objetivos del desarrollo autodependiente, no intenta ser un
sustituto del intercambio económico, que será siempre necesario. Siempre hay
bienes o servicios que no pueden ser generados o provistos local, regional o
nacionalmente. Por lo tanto, la autodependencia debe necesariamente
alcanzar una naturaleza colectiva. Debe transformarse en un proceso de
interdependencia entre pares, a fin de que formas de solidaridad prevalezcan por
encima de la competencia ciega.
El desarrollo autodependiente permite una satisfacción más
completa y armoniosa del sistema total de necesidades humanas fundamentales. A
través de la reducción de la dependencia económica, la subsistencia se protege
mejor, puesto que las fluctuaciones económicas (recesiones, depresiones, etc.)
provocan mayores daños cuando prevalece una estructura de dependencia
centro-periferia. Más aún, incentiva la participación y la creatividad. Estimula
y refuerza la identidad cultural a través de un aumento de la autoconfianza. Por
último, las comunidades logran un mejor entendimiento de las tecnologías y de
los procesos productivos, cuando son capaces de autoadministrarse.
Sobre el mundo invisible
El mundo invisible y su potencial
En las páginas que siguen no se pretende convertir a los sectores
invisibles ni a las micro-organizaciones en los absolutos portadores de una
transformación estructural de la sociedad, ni tampoco en los redentores de la
historia contemporánea. Si hemos consagrado un espacio considerable del
documento a estos actores, ha sido con la intención de enfatizar lo que en buena
parte de la literatura del desarrollo se soslaya, a saber: toda esa
«infrahistoria» de la vida cotidiana donde las prácticas productivas se
entroncan con estrategias colectivas de supervivencia, identidades
culturales y memoria popular. Conscientes de todas las limitaciones del
mundo invisible, tanto en lo económico como en lo cultural, nos parece, sin
embargo, que ese mundo contiene y produce relaciones entre prácticas
económicas, organizaciones sociales y rasgos culturales, que no pueden obviarse
en el análisis si lo que se busca es un desarrollo endógeno. Finalmente, nuestro
énfasis en el mundo invisible y sus micro-organizaciones obedece también a la
necesidad de complementar otras perspectivas, que han concentrado sus
esfuerzos en comprender las dinámicas de otros actores (los jóvenes, la mujer,
los sindicatos, los empresarios, el Estado, etc.), con una perspectiva «de abajo
hacia arriba» capaz de recuperar como relevante lo que tradicionalmente ha
tenido rango de marginal. No con el objeto de mistificar lo marginal, sino de
reconocer su valor y potencial, en tanto uno de los actores sociales
protagonices para una democratización participativa, descentralizada y a escala
humana.
La situación de crisis económica que atraviesa América Latina se
manifiesta de muchas maneras. Una de las más significativas es la expansión
sostenida de los sectores invisibles en el curso de los últimos años. En países
con altos índices de desempleo, como es el caso de Chile, el contingente de
población activa que trabaja en ocupaciones no asalariadas es de tal magnitud
que ya pierde todo sentido considerarlo como sector residual de la sociedad. Por
una curiosa dialéctica, tales sectores se manifiestan a la vez como expresión
extrema de la crisis y como eventual embrión para revertiría. Por falta de
oportunidades en el mercado formal, los trabajadores desocupados y sus familias
generan formas alternativas de organización productiva y de actividad laboral,
dando origen a una sorprendente diversidad de estrategias de supervivencia.
En cuanto expresión extrema de la crisis, los sectores invisibles revelan la
máxima precariedad de condiciones de vida y de trabajo, producto de la
inseguridad permanente que impone un mercado competitivo donde la baja
productividad del sector plantea grandes desventajas. Todo esto se agrava
por el hecho de que los sectores invisibles se tornan funcionales a un
capitalismo que es incapaz de generar los empleos productivos necesarios en
la economía formal.
Fortalecimiento de las micro-organizaciones
En
cuanto embrión para revertir la crisis, el mundo invisible crea, en función de
sus estrategias de supervivencia, un sinnúmero de microorganizaciones
productivas y comunitarias, donde la ética solidaria que se da al interior de
las mismas constituye un recurso indispensable para sobrevivir y desplazarse en
un medio en el que impera la lógica competitiva. De modo que las fuerzas
endógenas de la solidaridad se confrontan permanentemente con las fuerzas
exógenas de la competencia. En esta confrontación, las perspectivas son dos, y
diametralmente opuestas:
1)
que las presiones exógenas debiliten estas organizaciones, las disuelvan por
«inercia» o las incorporen a la racionalidad competitiva del sistema dominante;
o
2)
que estas organizaciones se fortalezcan, conquisten grados crecientes de
autodependencia e irradien su fuerza solidaria hacia otros segmentos de la
sociedad. Para que lo segundo suceda se requiere descentralizar las decisiones,
desconcentrar los flujos de recursos y promover la participación popular.
Lo anterior no significa que una política de desarrollo
autodependiente deba abocarse exclusivamente al fortalecimiento interno de
los sectores invisibles. Semejante tesitura sería parcial y reduccionista. De lo
que se trata es de rescatar todo el arsenal de creatividad social, de
solidaridad y de iniciativas autogestionarias que el mundo invisible se ha
forjado para sobrevivir en un medio excluyente, para oponerlos, a través de
políticas globales, al imperio exclusivo de una lógica competitiva y
dependiente.
La necesidad de redes horizontales
En este sentido, los actores invisibles deberían configurar redes
horizontales, desarrollar acciones de apoyo mutuo, articular prácticas
individuales y grupales, y así plasmar proyectos compartidos. Así será
posible acabar con la atomización que amenaza su existencia. Proyectos
nacionales que abran a estos sectores las posibilidades de participar en la toma
de decisiones, permitirán atenuar las presiones exógenas y fortalecer los
potenciales endógenos.
El mundo invisible y la crisis latinoamericana
Un rasgo inconfundible del desarrollo latinoamericano en lo que se
refiere a los mercados de trabajo es la insuficiencia de los sectores económicos
para absorber el incremento de la población económicamente activa. Ello genera
un excedente de fuerza de trabajo que desemboca en un aumento del contingente de
desempleados y subempleados. Quienes se encuentran en este contingente se
insertan en el mercado de trabajo de manera muy diferenciada, constituyendo
segmentos heterogéneos que conforman tanto el auto-empleo de bajos ingresos
como también una pluralidad de formas de organización social del trabajo donde
predominan unidades productivas no institucionalizadas, es decir,
localizadas fuera del sector productivo formal.
Individuos
y familias, organizados en microunidades económicas que ocupan los
intersticios del sistema y desempeñan actividades económicas desdeñadas por el
núcleo capitalista moderno, componen una fracción significativa de la fuerza de
trabajo en casi todos los países de América Latina. Este excedente de
naturaleza estructural vio extendida su participación con el discurrir de la
crisis económica que ha afectado a los países de la región desde
1981.
Esto significa que a un excedente estructural de la fuerza de trabajo se
incorporó un contingente coyuntural de considerable magnitud, lo que agudiza un
problema que ya era crónico.
Estudios
realizados para varios países revelan tanto un aumento sustancial del
desempleo como una intensificación del subempleo. Para muchos trabajadores que
han sido expulsados del sector moderno, la inserción en mercados no organizados
y en actividades no institucionalizadas constituye la principal alternativa
al desempleo, sobre lodo ante la falta de cualquier legislación social de
protección al trabajador desempleado. Estimaciones bastante conservadoras
muestran que en Brasil, entre los años
1981
y
1983.
los sectores informales urbanos crecieron a una tasa del 6.6% al año, aumentando
significativamente la participación de estos sectores en la ocupación no
agrícola. Dichos segmentos han tenido un importante papel en el ajuste de los
mercados de trabajo, amortiguando el impacto social del desempleo durante la
crisis e incrementando su peso relativo en el total de la población
ocupada.
Las omisiones de las estadìsticas
Los sectores no organizados y no institucionalizados de la fuerza
de trabajo, denominados genéricamente sectores «informales», no agotan el
concepto de «sectores invisibles», sino que están contenidos en estos últimos.
Si los sistemas de informaciones estadísticas existentes en la mayoría de los
países de la región son incompletos e inadecuados para comprender la dimensión,
estructura y dinámica de los sectores informales, la medición de los otros
segmentos invisibles es prácticamente inexistente y sólo asoma en encuestas e
investigaciones aisladas de carácter local.
En contraste con estas carencias en la investigación, los
segmentos invisibles, vistos como un todo, tienen considerable importancia en
los países de la región, pues desarrollan estrategias de supervivencia
alternativas a las que existen en el mercado formal del trabajo. La relevancia
de tales segmentos no se limita ni a su volumen absoluto ni a su peso relativo,
sino que comprende también su papel alternativo en cuanto a las formas de
supervivencia de sus miembros. Esto último trasciende la capacidad de los
sistemas de información vigentes, lo que una vez más evidencia que, desde
el punto de vista analítico y de la formulación de políticas, dichos sistemas
sólo parecen tomar en cuenta lo que puede ser medido. Al carecer de una adecuada
base teórica para abordar estos ámbitos, los registros demográficos, de fuerza
de trabajo y de cuentas nacionales carecen de una orientación básica para
producir las mediciones relevantes.
Desafíos metodológicos y de reconceptualización
Las lagunas teóricas y estadísticas recién mencionadas dificultan
el diseño de una taxonomía para los sectores invisibles. Dicha taxonomía debiera
esclarecer no sólo lo que hacen y no hacen esos sectores, sino además agrupar
las múltiples actividades y ocupaciones «invisibles» en categorías de análisis
que permitan aprehender, tras la absoluta heterogeneidad de estos sectores, los
elementos que ellos comparten entre sí. Semejante tarea es indispensable para
estudiar la presencia de un conjunto muy extendido de personas que ocupan
intersticios en la moderna economía de mercado, desde donde forjan alternativas
en materia de organización productiva y organización social del trabajo
-alternativas que son esenciales para su supervivencia individual y
colectiva.
Una primera exigencia es la de extender el concepto de trabajo
allende la noción convencional de empleo. Esta ultima se reduce a una relación
de salario y de subordinación al capital. En las sociedades
latinoamericanas los sectores invisibles presentan, por su propia
heterogeneidad, una diversidad de formas de trabajo que escapan a la noción
convencional de empleo. Este trabajo puede asumir un carácter individual, como
es el caso de los auto-empleados, o colectivo organizado en familias,
asociaciones, pequeñas organizaciones comunitarias, micro-empresas, etc. No
siempre el trabajo en estos ámbitos tiene motivaciones exclusivamente
económicas, si bien en la mayoría de los casos surge de la necesidad de obtener
ingresos. El trabajo también puede ser solidario, movilizador de energías
sociales, participativo, dirigido a mejorar la infraestructura social o bien
consagrado a lograr alguna conquista política como puede ser la generación de
mayor autonomía en las decisiones comunitarias. Esto exige trascender la
reducción del concepto de trabajo a la óptica de factor de producción o de la
condición de demanda derivada. Estas son categorías convencionales aplicadas a
la noción de empleo y de poco sirven para comprender formas de trabajo regidas
por racionalidades o motivaciones distintas. Una perspectiva integral del
desarrollo debe contar con un concepto más amplio del trabajo, entendiéndose
tanto su función de generador de ingresos (salarios u otros) como en sus efectos
sobre la calidad de vida, a saber: como satisfactor de necesidades humanas y
como catalizador de energías sociales.
Un proyecto de sociedad más justa y participativa para los países
de América Latina debe incluir la evaluación del significado histórico de
estas diversas formas de organización individual y social del trabajo. Es
necesario verificar si las mismas constituyen formas alternativas para un nuevo
estilo de desarrollo aunque tengan, por el momento, sólo un carácter
embrionario. Tal evaluación obliga a detectar las múltiples racionalidades
existentes en estas organizaciones. Pero para que la investigación teórica pueda
traducirse en cambios políticos es preciso también identificar a los nuevos
actores sociales que están emergiendo desde el interior de aquellos segmentos y
que constituyen agentes potenciales de cambios. Tanto la identificación de
racionalidades como de actores sociales contribuiría a viabilizar nuevas formas
de organización capaces de transformar la realidad social. Tales tareas no
pueden, empero, minimizar el papel histórico que, en las sociedades
latinoamericanas, han desempeñado el capital, principal instrumento de
modernización económica en la región, y el Estado, que siempre ha asumido el
papel de viabilizador de los avances capitalistas. Estos dos componentes tienen
una dimensión insoslayable en nuestros países, y desconocerlos puede
inducir a graves errores de análisis en relación a los rumbos que el desarrollo
podrá asumir en estas sociedades.
Autodependencia y producción de conocimientos
El Desarrollo a Escala Humana requiere reestructurar la
promoción de conocimientos con miras a socializar la conciencia crítica y
los instrumentos cognoscitivos necesarios para contrarrestar las múltiples
formas de dependencia. Tal reestructuración precisa que las nuevas ideas se
confronten con aquéllas hasta ahora dominantes en los espacios de las políticas
públicas. De allí la necesidad de realizar un conjunto de acciones que permitan
lograr que estas ideas sean discutidas y profundizadas en los múltiples ámbitos
y escenarios donde se intenta promover un desarrollo centrado en las
personas.
Es preciso desarrollar estudios que permitan crear bases de datos
capaces" de medir o evaluar lo relevante para el Desarrollo a Escala Humana. En
tal sentido, será necesario modificar los sistemas de información estadística y
cualitativa, de manera que reflejen las heterogeneidades estructurales y las
especificidades psicoculturales de las distintas regiones, y sobretodo, las
potencialidades que subyacen en estas diversidades.
Es necesario impulsar la participación popular en los
sistemas de producción de información. Ello requerirá, por una parte.
rediseñar los sistemas estadísticos y de producción de datos, de forma tal que
hagan accesible la información a las personas y resulten relevantes para sus
intereses. Lo dicho demandará profundizar y socializar las técnicas de
autodiagnóstico comunitario.
Resulta conveniente impulsar la creación de bancos de ideas a
nivel nacional e intercomunicados a nivel latinoamericano. En dichos bancos
debería reunirse información sobre proyectos e iniciativas de base que apunten
hacia la autodependencia local potenciando el uso de recursos no convencionales,
como también sobre tecnologías y políticas públicas afines con el Desarrollo a
Escala Humana.
Es recomendable hacer esfuerzos para
modificar los currículos de enseñanza en
los centros de educación superior para que incorporen sistemáticamente la reflexión sobre alternativas de desarrollo en sus aspectos propositivos,
epistemológicos y metodológicos. La formación de investigadores en esta materia
es indispensable tanto para integrar conocimientos y experiencias en provecho
del Desarrollo a Escala Humana como para evitar la tiranía de ideologías reduccionistas y de visiones unidimensionales sobre el tema.
Es preciso mejorar la formación de educadores de adultos y la
capacitación de promotores del desarrollo para que sea consistente con los
objetivos de la autodependencia, la satisfacción de
las necesidades humanas y la participación comunitaria.
Es aconsejable, también, elaborar
programas de post-grado en docencia e investigación,
a fin de hacer aportes sistemáticos en torno de los problemas que se plantean en
relación a la búsqueda de alternativas de desarrollo para nuestros países.
Por último, es recomendable propiciar la formación de una red de
centros de investigación y capacitación que mantengan entre sí una estrecha
relación, a fin de retroalimentarse permanentemente en la construcción de
un nuevo paradigma de desarrollo.
Sobre las micro-organizaciones
Las
micro-organizaciones en los sectores
invisibles
Una de las manifestaciones más gravitantes de los sectores
invisibles la constituye un amplio espectro de micro-empresas y otras pequeñas organizaciones económicas que operan en los
intersticios o brechas dejadas por el gran capital.
La racionalidad de estas micro-organizaciones puede estar determinada por la necesidad
de supervivencia en el marco de crisis agudas, por la falta de oportunidades brindadas en la moderna
economía de mercado, o por una alternativa consciente asumida frente a la disciplina y
jerarquía dominantes, tanto en el empleo del sector formal como en la tradición histórica general. En
todos estos casos, la racionalidad que rige a las
micro-organizaciones no tiene como fundamento único
el principio capitalista de acumulación mediante el
lucro.
Heterogeneidad de las micro-organizaciones
Cabe destacar que generalmente estas micro-organizaciones
económicas se encuentran subordinadas al núcleo capitalista moderno; pero la
diversidad de estas organizaciones y sus distintas racionalidades las diferencia
de las empresas que, ubicadas en el sector moderno, operan sobre bases
capitalistas en mercados cada vez más caracterizados por el oligopolio
concentrado. Algunos estudios han demostrado cómo las diferentes estructuras con
que operan esas micro-organizaciones generan diferencias de productividad y de
ingresos que tornan poco atrayentes los trabajos ejercidos en esos segmentos no
institucionalizados, salvo para grupos de baja calificación y para personas con
mayor dificultad para acceder al mercado formal. Sin embargo, también existen
casos en que las micro-organizaciones han emergido como alternativa consciente a
la disciplina del trabajo asalariado o como mecanismo social de defensa frente a
un ambiente social y políticamente hostil. En tales casos, donde prevalece la
motivación por nuevas experiencias sociales o por mecanismos de solidaridad
dictados por la necesidad de supervivencia de grupos o comunidades, el trabajo
desempeña un papel diferente al ejercido cuando los segmentos sólo operan por
falta de oportunidades deseables en el sector moderno de la economía. La
heterogeneidad del sector es multidimensional; a las dimensiones recién aludidas
cabe agregar que los segmentos invisibles son también muy diversos en lo que se
refiere al sector de actividad donde se localizan, a su producción y
comercialización de bienes y servicios y a sus formas de organización social del
trabajo (micro-unidades individuales, cooperativas, micro-unidades familiares,
etc.)
Inestabilidad de las micro-organizaciones
Otro
rasgo de las micro-organizaciones es su inestabilidad, evidenciada por sus elevadas tasas de nacimiento y
muerte. Tales organizaciones encuentran serias dificultades para sobrevivir individualmente. Su supervivencia depende de
factores tales como: tamaño del mercado, localización, estructura de costos, divisibilidad de
las ventas, posibilidades para ingresar en un
mercado competitivo, posibilidad de diversificar sus fuentes de insumos y de
materias primas, capacidad para evitar la
dependencia respecto de pocos compradores (en especial los intermediarios),
acceso al crédito, etc. Estos elementos,
determinantes para la auto-reproducción de las micro-organizaciones, pueden
reforzarse en base a programas de asistencia, provengan de instituciones
públicas o privadas. A partir de una nueva concepción de la gestión de los
recursos económicos y sociales, (ver Sobre recursos)
y de una visión alternativa del proceso de desarrollo, puede atenuarse
gradualmente el carácter dependiente, inestable e intersticial de las
micro-organizaciones en sociedades que, como las latinoamericanas, cuentan con
una aguda heterogeneidad estructural.
De no mediar nuevas visiones e interpretaciones, la mayor parte de
las microorganizaciones económicas tenderán a vivir una historia corta, pautada
por episodios limitados de acumulación y por tentativas frustradas de
crecimiento. Aunque parezca paradojal, estas actividades propias de los sectores
invisibles tienen un tremendo potencial para atacar el flagelo del desempleo. De
ahí la necesidad de apoyarlas y estimularlas de manera coherente, ya que los
sectores modernos de la economía no serán capaces por sí solos de resolver los
efectos adversos de la crisis.
Micro-organizaciones y macropolíticas
Para
la permanencia y el desarrollo de estas organizaciones es fundamental el papel
ejercido por el Estado. Este podrá minar la existencia de aquéllas, sea por
simple omisión o por la represión de movimientos sociales que, al nacer en el
seno
de las microorganizaciones,
pueden aliarse a otros sectores de la sociedad civil en la lucha por rescatar el
poder concentrado por el Estado. De fundamental importancia para la promoción de
micro-organizaciones con vistas a cambios estructurales resulta, pues, la
articulación micro-macro, por cuanto el impacto socio-político y económico de
las micro-organizaciones que se forjan en los sectores invisibles dependerá de
su capacidad de gravitación en el conjunto de la sociedad. Ella dependerá, a su
vez, de si estas organizaciones sólo estructuran estrategias de simple
supervivencia o si además, y a través de estas estrategias, se constituyen en
embriones de un desarrollo alternativo.
Limitantes y potenciales de las microorganizaciones
Sería totalmente absurdo identificar el Desarrollo a Escala
Humana, en su más amplio sentido, con los sectores invisibles, y mucho menos con
un subconjunto de éstos que llamamos micro-organizaciones económicas. Cabe,
empero, identificar en estas unidades el embrión de formas diferentes de
organización social de la producción y del trabajo que podrían rescatarse para
nuevos estilos de desarrollo y potenciarse con esa finalidad a través de la
acción política y de programas de apoyo pertinentes.
Una de las dimensiones a través de las cuales se manifiesta la
crisis económica y social que padecen los países de la región es la problemática
de los sectores invisibles. De allí la función relevante que éstos cumplen en la
búsqueda de una opción para la superación de la crisis. Pero aunque alternativas
al orden existente nazcan y maduren en algunos espacios micro-sociales del mundo
invisible (espacios contra-hegemónicos que conjugan una economía, una cultura y
una voluntad política), su transformación en alternativas viables de efecto
global requiere identificar y reforzar aquel los sujetos capaces de impulsar su
realización práctica. Es desde esta perspectiva que la cuestión de lo invisible
ha de concebirse como parte de la problemática de la transición hacia nuevas
formas de organización social. Al respecto no puede desconocerse que en algunas
experiencias asociadas con el mundo invisible, ya se despliegan iniciativas que
pueden llegar a sobrevivir a la coyuntura de crisis que les dio origen.
Cualquiera sea la estructura que define a los sectores invisibles,
la incidencia política de éstos sobre el resto de la sociedad dependerá también
del carácter reactivo o creativo de los sujetos involucrados. En otras palabras,
para la promoción de cambios estructurales es necesario separar, al interior del
mundo invisible, lo que son meros mecanismos de resistencia frente a la crisis,
de lo que son mecanismos motivados por la búsqueda de mayor autonomía. Estos
últimos pueden desembocar en una estructura más durable e inspirar la creación
de nuevas estrategias de desarrollo.
La autodependencia como proceso socioeconómico
La mayor autodependencia que las organizaciones populares pueden
alcanzar en su funcionamiento y gestión está directamente determinada por la
manera en que tales organizaciones se insertan y participan en el mercado. Hay
que reconocer, sin embargo, que la aulodependencia absoluta es una utopía. Lo
deseable-posible es la conquista de grados crecientes de autodependencia. En
otras palabras, la autodependencia queda determinada por el modo en que las
micro-organizaciones se relacionan con otros sujetos y organizaciones. Puesto
que la autodependencia se forja a través de esas relaciones, no se trata de un
hecho, sino de un proceso definido por un sistema de relaciones. Si ante las
presiones de la crisis, muchas organizaciones económicas populares se esfuerzan
por forjar practicas de autogestión, ello constituye de por sí un importante
paso no sólo hacia la autodependencia, sino también hacia una mayor autonomía,
pues revela, por parte de grupos y comunidades, la voluntad de ejercer el
control sobre sus propias condiciones de vida. Es en esa medida que constituyen
uno de los embriones para un Desarrollo a Escala Humana. El problema consiste,
pues, en identificar modos de organización y operación internos y sistemas de
relaciones con el mercado externo, que permitan a estas organizaciones
conquistar grados crecientes de autodependencia y autonomía para adoptar
libremente decisiones en función de sus propios objetivos e intereses. Todo esto
en la perspectiva de un progresivo desarrollo de las capacidades personales y de
control sobre las propias condiciones de vida, para desplegar modos de ser y de
actuar alternativos que se proyecten hacia una transformación de las relaciones
económicas y sociales, sustentadas en una cultura democrática.
La consecución de estos fines requiere que las organizaciones
posean los factores necesarios para generar los activos e ingresos económicos
indispensables a fin de satisfacer las necesidades de consumo de sus integrantes
y reponer y ampliar los factores utilizados. Estos factores deben combinarse en
cantidades y calidades definidas de tal forma que la unidad económica pueda
asegurar su reproducción y crecimiento. Por ello la capacidad de las
microorganizaciones de perpetuar su existencia mediante la generación de
excedentes que permitan financiar su crecimiento resulta esencial, además, para
incrementar su autodependencia.
Desafíos del Estado
Una amenaza permanente para el logro de mayores niveles de
autodependencia y autonomía de las micro-organizaciones es el intento de
cooptación por parte del aparato del Estado, de los partidos políticos y de
otras instituciones que operan con la lógica del poder. Las organizaciones
económicas y movimientos sociales en general son con frecuencia neutralizados
por un escenario político de estructuras piramidales que entre sí se disputan
hegemonías.
El problema de la cooptación es determinante para las
articulaciones entre organizaciones locales y procesos globales. La cooptación
se realiza mediante la identificación y manipulación política de los actores
sociales, lo que invariablemente conduce a la pérdida de identidad de éstos y a
su utilización para fines que desvirtúan sus objetivos endógenos. En esta
dinámica, el sistema de relaciones que se establece entre las
micro-organizaciones y las macroestructuras de poder, remata en la pérdida del
control de aquéllas sobre sus propios recursos y sobre su destino.
El sentido que asuman estas articulaciones depende en gran medida
de las características del proceso político, del carácter de las instituciones
estatales y del proyecto ideológico que define al Estado. En el contexto de los
procesos políticos autoritarios y anti-democráticos, las subvenciones públicas
suelen acompañarse de condicionamientos y mensajes destinados a inducir en las
comunidades beneficiadas determinados comportamientos, o dirigidos a evitar
acciones que el Estado considera inconvenientes para el orden social y político
establecido. En los casos en que rige el estado de derecho y la sociedad se
organiza como democracia meramente representativa, las subvenciones y
asignaciones de recursos públicos se encuadran en políticas de reforma social
que van acompañadas de mensajes ideológicos o doctrinarios que también
condicionan el funcionamiento de las micro-organizaciones y de los movimientos
sociales, mermando su capacidad de autonomía y autodependencia. Sin embargo, es
evidente que un estado de derecho es mucho más propicio para la coexistencia de
múltiples identidades socioculturales que un régimen autoritario. Más aún, es
condición necesaria -aunque no suficiente- para promover la autonomía y la
autodependencia en los diversos ámbitos y espacios. Tanto el juego político
democrático, como un sistema económico que distribuya recursos conforme a las
necesidades de los distintos grupos y sectores sociales, son requisitos
indispensables para la promoción de un estilo de desarrollo como el que aquí se
propone.
Sobre recursos
Recursos
para la autodependencia
En materia de políticas concretas orientadas al Desarrollo a
Escala Humana en América Latina, un elemento decisivo es el de la generación y
asignación de recursos destinados a fortalecer organizaciones locales que operan
con una racionalidad contrahegemónica (solidaria, sinérgica, participativa) y a
incrementar la autodependencia de estas organizaciones. Si se fortalecen “embriones de
organización” puede atenuarse el riesgo de la cooptación de lo micro por lo
macro, y puede aumentar la permeabilidad de lo macro por lo micro. Una política de recursos para el desarrollo local
(descentralizadora y participativa) y desde las organizaciones locales
constituye la piedra angular para una transformación estructural “de abajo hacia
arriba”.
En este sentido es preciso examinar el problema de los recursos al
interior de las pequeñas organizaciones económicas, evaluar críticamente las
nociones convencionales para el desarrollo local y, particularmente, para el de
las pequeñas organizaciones económicas.
El trabajo como un multi-recurso
Al analizar una unidad productiva a fin de evaluar su eficiencia y
su modo de organizar el proceso productivo, el paradigma ortodoxo de la teoría
económica, basado en el concepto de función de producción, postula que el flujo
de producción, durante un cierto período de tiempo, depende del stock de capital
y del uso de una cantidad determinada de trabajo, combinados en una proporción
dada. De ello se deduce que tanto
el trabajo como el capital no son sino factores de producción, vale decir,
insumos para el proceso productivo.
Bajo semejante perspectiva nada diferencia, en un sentido formal, la
máquina del trabajo humano; éste se adquiere en el mercado como una mercadería
cualquiera dado que tiene un precio (salario) y está sujeto al libre juego del
oferta y demanda.
Si en su versión primitiva trabajo y capital fueron, para la
teoría económica, considerados homogéneos, posteriormente la noción de
homogeneidad del capital fue superada por la llamada «Controversia del Capital»
o «Controversia de Cambridge». La idea de homogeneidad del trabajo fue
trascendida por la «Teoría del Capital Humano», pero ésta redujo el trabajo
humano a la condición de capital acumulable mediante inversiones en educación y
entrenamiento. Además de ser objetable en el plano ético, esta teoría contiene
un sofisma ideológico merced al cual los trabajadores también aparecen, en
cierta forma, como capitalistas.
Más allá de los reduccionismos aludidos, estas nociones omiten un
conjunto de recursos relacionados con el trabajo y que la experiencia histórica
obliga a considerar. El trabajo constituye mucho más que un factor de
producción: propicia creatividad, moviliza energías sociales, preserva la
identidad de la comunidad, despliega solidaridad, y utiliza la experiencia
organizacional y el saber popular para satisfacer necesidades individuales y
colectivas. El trabajo tiene, pues, una dimensión cualitativa que no puede
explicarse por modelos instrumentales de análisis ni por estimaciones
econométricas de funciones de producción.
En el marco de la actual crisis, la dimensión cualitativa del
trabajo se hace más manifiesta en las actividades que desarrollan muchas de las
microorganizaciones. Se trata de elementos intangibles, no mensurables ni
definibles en unidades comparables a las usadas para los factores de producción
convencionales. Ligados a una noción más amplia del trabajo, estos recursos
desempeñan un papel decisivo al compensar la escasez de capital con elementos
cualitativos para el aumento de la productividad. Entendido como una fuerza que
moviliza potencialidades sociales, el trabajo, más ¿fue un recurso, es un
generador de recursos?
La reconceptualización de los recursos -incluido el trabajo- es
necesaria y viable. Permite superar visiones unidimensionales que tienden a
subordinar el desarrollo a la lógica exclusiva del capital.
Las reconceptualizaciones a que se ha hecho referencia y la
definición de alternativas para la generación de recursos exigen considerar dos
ámbitos fundamentales que se examinarán en los Ítems siguientes. El primero se
refiere a los recursos no convencionales, y el segundo a las alternativas de
financiamiento para el desarrollo local.
Los recursos no convencionales
Los recursos no convencionales son importantes no sólo para la
supervivencia de micro-organizaciones sino también para la constitución y el
desarrollo de movimientos sociales en distintos países de América Latina. Casos
ilustrativos los encontramos en las Organizaciones Económicas Populares chilenas
(OEP), en las comunidades cristianas de base del Brasil, en las organizaciones
de barriadas del Perú, en los movimientos juveniles y de mujeres, en las
asociaciones indígenas, en los grupos ecologistas y en tantos otros.
Organizaciones análogas existen en todos los países de la región,
y son formadas por personas que han resuelto unir esfuerzos para enfrentar
grupalmente la satisfacción de sus necesidades fundamentales mediante la
construcción de proyectos colectivos de vida.
En el caso de las micro-organizaciones, muchas de ellas se crean a
fin de paliar la ausencia de oportunidades de trabajo en los sectores más
modernos de la economía, pero también buscan alternativas conscientes frente a
la alienación y a la jerarquización vertical del trabajo en las fábricas, en las
oficinas y en otros servicios organizados en torno al núcleo capitalista
moderno. Buena parte de estas organizaciones no sólo se consagran a actividades
económicas que garanticen su auto-reproducción, sino que también desarrollan
actividades sociales, culturales y recreativas. La producción y la
comercialización de bienes y servicios se complementa allí con actividades de
autoconstrucción, huertos orgánicos, cocina comunitaria, compras comunes, teatro
popular y otras.
Más allá de los recursos económicos
Los recursos que tales movimientos y organizaciones movilizan no
se agotan en lo que convencionalmente suele entenderse por recursos económicos.
Mientras estos últimos se reducen al trabajo, con sus varias calificaciones, y
al capital, entre los otros recursos se incluyen:
1.
Conciencia social;
2.
Cultura organizativa y capacidad de gestión;
3.
Creatividad popular';
4.
Energía solidaria y capacidad de ayuda mutua;
5.
Calificación y entrenamiento ofrecido por instituciones de apoyo;
6.
Capacidad de dedicación y compromiso de agentes externos o internos.
Es preciso destacar la particularidad muy especial que distingue a
los recursos convencionales de los no convencionales. Mientras los primeros se
agotan en la medida en que se utilizan, los segundos se pierden sólo en la
medida en que no se utilizan. Por ejemplo, el poder que se entrega, es poder que
se pierde: el dinero que se da es dinero que se deja de tener. En cambio, la
solidaridad que se da es solidaridad que crece: el conocimiento que se entrega
es conocimiento que se expande.
Los recursos no convencionales potencian un desarrollo que va más
allá de la noción convencional de acumulación (aun cuando la incluye), ya que se
funda, además, en el acervo del saber práctico generado por la propia comunidad.
Tal acumulación de conocimientos amplía a su vez la potencialidad de los propios
recursos: capacidad organizativa, generación de nuevas conductas y opciones
enriquecedoras de interacción comunitaria. Otro rasgo distintivo de estos
recursos, y que revierte las perspectivas economicistas habituales, es que,
contrariamente a los recursos económicos convencionales que se caracterizan por
la escasez, los recursos no convencionales abundan. Tienen, además, una enorme
capacidad de conservar y transformar la energía social para procesos de
transformaciones profundas.
Complementación entre recursos convencionales y no
convencionales
La potenciación de recursos no convencionales, como los
enumerados, estimula no sólo la autodependencia, sino que garantiza una mejor
utilización de los recursos convencionales, especialmente del capital. Esto es
fácilmente comprobable a la luz de la experiencia de muchos proyectos locales
ejecutados en América Latina con apoyo de organismos internacionales. Muchísimos
proyectos que han contado con todo el apoyo financiero necesario, acaban por
desvanecerse debido a su incapacidad de estimular las motivaciones y
potencialidades endógenas de los grupos que se pretende beneficiar. De ahí que
todo recurso convencional que no se apoye en un querer ser y en un querer hacer
de la comunidad, es decir, en la emergencia de los recursos no convencionales
que la comunidad decida movilizar, acabará por ser ineficiente.
Esta reconceptualización de los recursos no sólo extiende las
opciones en materia de planificación y políticas, sino que además destaca que el
principal agente de transformación es la capacidad del ser humano de movilizar
su sensibilidad, imaginación, voluntad y su talento intelectual en un esfuerzo
que se extiende desde el desarrollo personal al desarrollo social y que genera
así una conciencia integradora que va de lo individual a lo colectivo,
transformando recursos internos a la persona en catalizadores de una energía
social transformadora. Es precisamente este caudal sinérgico de los recursos no
convencionales lo que los convierte en una pieza clave para el Desarrollo a
Escala Humana. Y es por su dimensión histórico-cultural que una política de
recursos no convencionales es mucho más que una política económica.
Recursos no convencionales y democracia social
Estos recursos pueden ser instrumentos importantes de
transformación en la medida en que se encuentran enraizados en las comunidades y
«almacenados» en la tradición histórica y cultural. Son las comunidades las que
pueden maximizar y viabilizar el uso de ellos, pues tales recursos les son
inherentes. De modo que el potenciamiento en el uso de los recursos no
convencionales implica también el potenciamiento de la participación comunitaria
de la sociedad civil frente al Estado y de la autodependencia frente a la
dependencia.
A los recursos no convencionales mencionados pueden agregarse
otros análogos que hacen referencia tanto al ámbito histórico-antropológico como
al de las estructuras sociales, tales como las redes sociales, la memoria
colectiva, la identidad cultural y las visiones del mundo.
La alternativa orientada al Desarrollo a Escala Humana pasa
necesariamente por una política de activación de recursos no convencionales.
Ello obliga a asumir un enorme desafío ideológico, cual es el de avanzar en la
perspectiva de:
1.
Identificar y aprovechar las coyunturas
históricas favorables a fin de multiplicar las iniciativas que la sociedad civil
forja para administrar los recursos disponibles en una dirección renovada.
2.
Identificar y ampliar los espacios
sociales que albergan mayor potencial en materia de recursos no
convencionales.
3.
Identificar y estimular los actores
sociales capaces de utilizar estos recursos en función de cambios estructurales
hacia un Desarrollo a Escala Humana.
Alternativas de financiamiento local
El sistema financiero convencional no ha sido adecuado para la
promoción del desarrollo local ni ha respaldado experiencias alternativas de
organización económica. Ello es parte de un contexto político que requiere de
una revisión crítica. Tanto más importante es esta revisión cuando se toma
conciencia de la crisis económica que atraviesan los países de la región. Las
políticas estabilizadoras destinadas a resolver los problemas de desequilibrio
interno y endeudamiento externo, fueron minadas por un proceso irresponsable de
financiamiento a los grandes grupos económicos y al Estado por parte del sistema
financiero privado internacional. Lejos de conducir a nuestros países a su
desarrollo, estos procesos precipitaron una profunda crisis económica y social
que no tiene paralelo en la historia latinoamericana. Si algo no puede
soslayarse, es el hecho de que el financiamiento a los grandes grupos económicos
y al Estado agudizó una crisis que empobreció aún más a aquellos sectores que
han sido tradicionalmente excluidos social, económica y políticamente del
proceso histórico de expansión económica.
Uno de los principales problemas en relación al financiamiento
local es el de la hipertrofia y centralización del Estado en América Latina. Más
recursos estarían disponibles para promover la autodependencia de los espacios
locales si se llevaran a cabo, en muchos de los países de la región, reformas a
los sistemas tributarios, monetarios y financieros. Esto, a fin de permitir que
tanto los recursos públicos como los privados estén más directamente vinculados
a las necesidades locales y a los grupos más desprotegidos de la población. La
discusión en tomo a la disyuntiva entre descentralización y centralización se
sitúa así en el centro de la problemática del Desarrollo a Escala Humana. Con
ello se replantea el papel del Estado como asignador de recursos para favorecer
el desarrollo orientado al fortalecimiento de los espacios locales.
Las instituciones Financieras que se dediquen al financiamiento
local en función de un Desarrollo a Escala Humana deben plantearse fines y
formas de operar que desborden el marco convencional del financiamiento. En
primer lugar, estas instituciones deben promover la creatividad local y apoyar
iniciativas comunitarias que se organicen a través de relaciones solidarias,
horizontales y equitativas. En segundo lugar, tales instituciones deben
maximizar, en el nivel local, la velocidad de circulación del dinero. Esto
significa captar el excedente generado localmente y hacerlo circular la mayor
cantidad de veces posible al interior del espacio local, ampliando así la
capacidad multiplicadora del financiamiento a partir de un nivel determinado de
ahorro. En tercer lugar, estas instituciones han de adecuarse para que los
propios ahorrantes o generadores de excedentes puedan decidir sobre el destino
de sus recursos, lo que permitiría mayor transparencia a la relación ahorrante -
inversor, promoviendo más participación en las actividades consagradas a
viabilizar alternativas de desarrollo en el espacio local. En cuarto lugar,
tales instituciones Financieras deben administrarse en forma cooperativa por
personas de la propia comunidad, para lo cual la gerencia también debe ser de
origen local. Por último, para que la institución Financiera local pueda
sostener una imagen de credibilidad debe contar con protección contra eventuales
crisis de liquidez. Esta protección podría asumirla una organización bancaria
tal como el Banco Central o cualquier otro sólido banco oficial.
En función de lo anterior, es menester que el sistema bancario en
América Latina incorpore una nueva orientación que amplíe su concepción de
financiamiento. Así podrá
superarse la práctica restrictiva en materia de préstamos, removiendo las
barreras conservadoras que exigen garantías patrimoniales como condición
imprescindible para la concesión de créditos.
Sin desmedro de su autonomía, los bancos locales también podrían
estar vinculados tanto al sistema financiero nacional como al internacional. Con
relación a esta última articulación cabría pensaren la creación de un banco
regional latinoamericano cuya función primordial fuera la de apoyar el
financiamiento local. Dicho banco, de cobertura regional, podría concebirse como
una institución cooperativa integrada por bancos locales. Otra forma de
financiamiento local es la de la llamada Banca Descalza (Barefoot Banking). Se trata de un mecanismo que
generalmente se vincula con alguna institución financiera oficial.
Su objetivo es el de asignar recursos a actividades que pueden
desarrollar grupos locales que, de no mediar esta gestión, no tendrían acceso a
financiamiento de ninguna otra institución bancaria, fuere pública o privada. El
sistema tiene múltiples variantes, pero en general funciona a través de la
identificación de oportunidades de inversión realizada por personas entrenadas
que conviven con la comunidad. Tales agentes seleccionan actividades en función
de las condiciones locales y en la medida en que contengan potencialidades de
desarrollo. En estos casos el apoyo se adopta a las posibilidades reales del
proyecto local, en lugar de que el proyecto se adapte a las exigencias del
mercado financiero.
El financiamiento local exige también que la propia institución
financiadora (o cualquier otra agencia pública o privada) suministre, de ser
necesario, apoyo técnico para la formación y ejecución de proyectos que
aprovechen las oportunidades económicas existentes en la localidad. Tal
exigencia no debe entenderse como formal, sino como instrumento que permita
evaluar la viabilidad del esfuerzo y mejorar el apoyo externo.
El financiamiento para pequeñas organizaciones económicas en
espacios locales obliga a las instituciones a ser capaces de captar los ahorros
y canalizarlos mediante el crédito para atender las necesidades locales. En el
caso del Grameen Bank Project, en Bangladesh, el crédito generó ahorros, lo que
es poco usual. Suele ocurrir lo contrario, a saber, que el ahorro genere
crédito. La relación entre ahorro y crédito ha sido objeto de algunas propuestas
en trabajos recientes. Se argumenta al respecto que, a la luz de los problemas
enfrentados por las comunidades más pobres que buscan o vivencian formas
alternativas de desarrollo, la movilización del ahorro, combinada con créditos a
nivel local, constituye uno de los medios más importantes para la promoción del
desarrollo de la comunidad. Por otro lado, hay experiencias que demuestran que
el sector informal cuenta con gran potencial para la generación de ahorros, y
que dicho potencial ha sido escasamente aprovechado.
Las
instituciones de ahorro en los espacios locales surgen, pues, como importantes
agencias de apoyo a experiencias alternativas, sobre todo si no persiguen fines
de lucro y se limitan a pequeños espacios geográficos, asumiendo así el papel de
bancos típicamente populares. Para mayor coherencia con el desarrollo local,
estas instituciones deben además:
1)
poseer una estructura descentralizada,
2)
ligar de la manera más estrecha posible la formación de ahorros a las
necesidades de crédito local; y
3) superar
o encontrar formas alternativas a las exigencias habituales de garantías para la
concesión de créditos.
Autonomía y macropolíticas
Resulta imprescindible diseñar políticas para apoyar el desarrollo
de los sectores invisibles mediante la aplicación de programas de capacitación,
crédito y asistencia técnica a los pequeños productores urbanos y rurales,
privilegiando especialmente a micro-organizaciones capaces de decidir y dirigir
sus proyectos por sí mismos, de manera colectiva y solidaria.
Asimismo, los programas de capacitación, crédito y asistencia
técnica deben tener como objetivo primordial el aumento de la capacidad de
control por parte de las micro-organizaciones y de las poblaciones organizadas
sobre el conjunto de bienes y servicios necesarios para reducir la pobreza,
garantizar la calidad de vida, el mejoramiento del habitat y del ambiente y
estimular, así, la autodependencia en las comunidades, municipios y
regiones.
Convendría fomentar la aplicación de estrategias de desarrollo que
reconozcan y respeten la diversidad de realidades y formas de organización que
en los planos locales, regionales y nacionales caracteriza a América Latina, y
convertir así la diversidad en elemento potenciador del desarrollo. Ello debe
implicar un esfuerzo sistemático de desconcentración del poder político, de modo
de distribuir más igualitariamente su ejercicio en los distintos ámbitos de la
sociedad y así asegurar la adecuada consideración de los intereses locales y
regionales.
Finalmente,
aparece como imperiosa la necesidad de abocarse a estudios profundos que apunten
a una reestructuración de los sistemas financieros y bancarios dentro de
nuestros países, de tal manera que aporten al desarrollo no sólo en términos
globales, sino que lo estimulen específicamente en los espacios regionales,
municipales y comunitarios, con especial énfasis en el potencial de
autodependencia en las organizaciones locales. En tal sentido, cabe considerar
la creación de bancos locales (no sucursales de bancos nacionales) que estimulen
el ahorro comunitario y la circulación de excedentes en las propias comunidades
que los
generan.
Recapitulación
Desafíos
y alternativas
El Desarrollo a Escala Humana, orientado hacia la satisfacción de
las necesidades humanas, alcanza en la autodependencia su condición, su medio y
su valor irreductible. En el plano
de la práctica, tal opción requiere, como impulso inicial, una política de
movilización de la sociedad civil. Para promover cambios estructurales, la
movilización debe asumir dos desafíos:
1) potenciar el uso de recursos no
convencionales en la construcción de proyectos colectivos de vida encaminados al
logro de la autodependencia y a la satisfacción de las necesidades humanas;
2) potenciar los desarrollos locales
para que su influencia trascienda las limitaciones espaciales y puedan
participar en la construcción de una nueva hegemonía en el ámbito nacional. Para
que las diversas prácticas locales o micro-espaciales se constituyan en una
realidad social nueva deben articularse en un proyecto con exigencia de
globalidad. De allí la importancia política decisiva de la articulación
micro-macro. La cuestión capital es hacer viable la constitución de sujetos que,
desde los pequeños y muy heterogéneos espacios, sean capaces de sostener y
desarrollar sus propios proyectos.
Desafíos para el quehacer político
Para las estructuras políticas existentes se presenta el desafío
de ser capaces de rescatar la riqueza de las dinámicas que ofrecen los
movimientos sociales del mundo invisible, para integrarlos como actores
significativos, y no residuales, de un nuevo proyecto de sociedad. En las
condiciones actuales, por factores tales como la marginación económica y social,
y la inoperancia de las prácticas políticas convencionales, son cada vez más
frecuentes las respuestas de lucha social cuyas formas no encajan en los
patrones tradicionales del quehacer político. La tendencia a la formación de
grupos con estructuras no burocráticas e informales, la disposición a formas
colectivas en la toma de decisiones y la orientación más práctica que ideológica
en la definición de objetivos, constituyen rasgos que las organizaciones
políticas deberían considerar para redefinirse a sí mismas. Tal redefinición obliga a que estas
organizaciones forjen mecanismos de participación en las decisiones, combinen
sus exigencias ideológico-estratégicas con las de orden práctico y ético y
actualicen sus discursos en función de las necesidades sentidas y movilizadas por las propias
comunidades.
Articulación y cooptación
Un problema crítico es el del tamaño de la organización, ya que
esto no es ajeno a la estructura de valores que se pueda generar en su
interior. Las organizaciones más
pequeñas cuentan con posibilidades para forjar relaciones internas horizontales,
solidarias y menos ideologizadas; pero carecen de capacidad para promover
alternativas globales y para superar el carácter coyuntural o precario de sus
expresiones. En este marco, la
cuestión central para la alternativa de desarrollo que buscamos es la agregación sin burocratización, o dicho
en otras palabras, la articulación sin
cooptación. Este desafío no
está resuelto y sólo puede resolverse a través de la interacción entre la teoría
y la práctica social. Si no se
ataca este problema, la alternativa del Desarrollo a Escala Humana quedará
reducida a un mecanismo de refugio en los espacios micro-sociales, perpetuando
en los espacios mayores un orden excluyente que, por lo mismo, acabaría por
diluir esta alternativa en sus meras intenciones.
Sólo un estilo de desarrollo orientado a la satisfacción de las
necesidades humanas puede asumir el postergado desafío de hacer crecer a toda la
persona y a todas las personas.
Sólo la creciente autodependencia en los diversos espacios y ámbitos puede enraizar dicho desarrollo en el
continente latinoamericano. Sólo el
inclaudicable respeto a la diversidad de los innumerables mundos que habitan en
el ancho mundo de América Latina garantiza que esa autonomía no se confine al
jardín de las utopías. Sólo la
articulación de estas diversidades en un proyecto político democrático,
desconcentrador y descentralizador puede potenciar los recursos sinérgicos
indispensables para la decantación de un desarrollo a la medida del ser
humano.
4.
La problemática no resuelta de la articulación micro-macro
Manfred Max-Neef
Respuestas pendientes
El problema de la articulación micro-macro aún está por resolverse
tanto en la teoría económica como en las políticas de desarrollo. Tan lejos
está, en efecto, de haber alcanzado una solución satisfactoria, que incluso
resulta legítimo preguntarse si acaso se trata de un problema real y, en caso de
serlo, si acaso tiene solución. En relación al asunto, hay que tener claro que
la propia historia de la teoría económica ha sido una historia de opciones y no
de soluciones.
Los vaivenes de la teoría económica
La
primera visión de mundo de la economía en cuanto disciplina propiamente tal, el
mercantilismo, fue una visión macro-económica. La crisis del mercantilismo trajo
como consecuencia que las tres revoluciones económicas siguientes -representadas
sucesivamente por los fisiócratas, los clásicos y los neoclásicos-
correspondieran a visiones microeconómicas, cuyas diferencias entre sí estaban
fundamentalmente determinadas por criterios divergentes respecto de la noción de
valor [10]
.
La cuarta revolución, el keynesianismo, volvió a entender la economía como
macro-economía, dando origen, entre muchos aportes hoy difíciles de descartar, a
los indicadores agregados.
Los
post-keynesianos, los neo-keynesianos y los monetaristas actuales, por mucho que
traten de desligarse del pasado inmediato, siguen habitando el edificio
macroeconómico que Keynes construyó. Pero la mera crisis replantea el dilema una
vez más: ¿La economía es macroeconomía o microeconomía? Tal vez no haya
respuesta porque es posible que después de casi
400
años acabemos por concluir que el problema no radica en que no hemos encontrado
una respuesta, sino en que no hemos sabido plantear la pregunta.
Las teorías, políticas, estrategias y estilos de desarrollo
surgidas con posterioridad a la segunda post-guerra han sido influidas
determinantemente por la teoría económica reinante. Si esta ha sido
macroeconómica, el desarrollo también se ha entendido como macrodesarrollo, y
los indicadores del desarrollo han sido preferentemente los indicadores
agregados que aporta la macroeconomía keynesiana. La articulación micro-macro no
resuelta por las teorías económicas tampoco ha encontrado, por lo tanto,
solución visible en los procesos de desarrollo.
El problema de la agregación
El desconcierto que caracteriza la situación actual se manifiesta
en debates y tomas de posición bastante extremas las unas de las otras. Por una
parte, los economistas de la escuela neo-austríaca afiliados al «individualismo
metodológico» sostienen que todo comportamiento es entendible sólo en términos
individuales y que, por lo tanto, no existen entidades colectivas como
comunidades, sociedades y gobiernos cuyas propiedades sean distintas de las de
los individuos. Al revivir el supuesto del «homo economicus», que actúa
racionalmente al utilizar los medios más eficientes para el logro de sus fines,
se concluye que la nueva teoría económica debiera concentrarse específicamente
en el nivel microeconómico, único nivel real y concreto.
Por otra parte, encontramos argumentos que justifican la
existencia de ambos niveles en cuanto entes reales, a partir de constataciones
paradojales sustentadas tanto en evidencias empíricas como en demostraciones
matemáticas. En este sentido se ofrecen ejemplos en que lo que cada individuo
persigue como mejor para sí mismo, puede, a nivel de agregación, resultar en una
situación que nadie desea. De tales evidencias se concluye que no se pueden
agregar las decisiones individuales y suponer que la totalidad sea la simple
suma de las mismas ya que, más allá de un determinado umbral crítico, las
consecuencias agregadas pueden acabar negando por completo las intenciones
individuales.
Una interpretación dialéctica
Sin ánimo de fabricar soluciones eclécticas, es preciso reconocer,
a nuestro Juicio, que hay elementos de fuerza en los dos argumentos que hemos
escogido como ejemplos extremos. Parece sensato aceptar, por una parte, que los
comportamientos entendibles y observables ocurren efectivamente en planos
individuales, es decir, al nivel micro. Del mismo modo habría que aceptar la
existencia real de situaciones macro, lo cual no implica, sin embargo, poder
hablar de comportamientos macro.
Quizás lo más acertado sea sugerir, entonces, una interacción
dialéctica entre estados macro y comportamientos individuales, de tal suerte
que, aún cuando se influyan recíprocramente, ni los unos ni los otros son
predecibles mecánicamente a partir de la sola observación de su opuesto. En
otras palabras, lo que postulamos es que un determinado estado macro (político,
económico, ambiental, etc.) influye en los comportamientos individuales, y
éstos, a su vez, influyen en los cambios de estados macroscópicos. Pero como los
sistemas humanos no son mecánicos, las interacciones no lineales entre los
microelementos de un sistema pueden dar origen a diversos estados macroscópicos
compatibles con las interacciones microscópicas.
La
imposibilidad de la predicción mecánica en el caso de sistemas humanos, obliga a
asumir la tarea y el esfuerzo de trabajar con nociones tales como inestabilidad,
azar, incertidumbre, umbrales, desadaptaciones, catástrofes y efectos perversos.
De todo lo sugerido sólo cabe desprender que, si bien es cierto que entre lo
micro y lo macro existe una indisoluble relación, no es menos cierto que ello de
ninguna manera implica una articulación [11]
.
Llegamos
así al planteamiento de las dos preguntas fundamentales, a saber:
1 ¿en qué consistiría
propiamente la articulación micro-macro? y
2 ¿es
realmente posible lograrla?
Articulación micro-macro
Entendemos la articulación como la efectiva complementación entre
los procesos globales y procesos micro-espaciales de autodependencia, sin que se
produzca la cooptación de lo micro por lo macro. Esta complementariedad vertical
la entendemos acompañada, además, de una complementariedad horizontal entre los
diversos micro-espacios, a fin de estimular el potenciamiento recíproco entre
procesos de identidad sociocultural, de autonomía política y de autodependencia
económica.
Lo anterior no es, ciertamente, una definición. Somos conscientes
de que se trata más bien de una manifestación de «deber ser». En tal sentidos se
trata de un «deber ser» que no se da en la realidad latinoamericana observable.
Más aún, basándonos en las evidencias acumuladas, sólo cabe concluir que la
articulación micro-macro, en el contexto de los estilos económicos actualmente
dominantes en nuestros países, no es posible. Esta conclusión es bastante
drástica, pero nos parece, a la vez, difícilmente refutable.
Cualquier articulación posible trasciende ampliamente las
causalidades y los supuestos mecanicistas en que se sustentan tanto la teoría
económica como las estrategias de desarrollo aplicadas hasta ahora. Implica
necesaria e inevitablemente una transformación profunda en los comportamientos y
modos de interacción social. Exige, en la realidad, la transformación de la
persona-objeto en persona-sujeto y, en la teoría, la sustitución de la
racionalidad competitiva maximizadora del «homo economicus» por la racionalidad
solidaria optimizadora del «homo sinergicus».
Articulación, protagonismo y flexibilidad
Una sociedad articulada no surje mecánicamente se la construye. Su
construcción sólo es posible a partir de la acción de seres protagonices, y el
protagonismo, a su vez, sólo se da en los espacios a escala humana donde la
persona tiene presencia real y no se diluye en abstracción estadística. De allí
que todo proceso articulador debe organizarse desde abajo hacia arriba, pero
promovido por sujetos cuyo comportamiento consciente conlleve una voluntad
articuladora. Es decir, por personas capaces de actuar sinérgicamente. El
programa no es simple, pero por complejo que sea, no vislumbramos otra
alternativa.
En última instancia la articulación se hace posible cuando se
construye un sistema social capaz de desarrollar su capacidad de adaptación. Es
decir, un sistema capaz de internalizar orgánicamente la innovación, la novedad
y el cambio cualitativo, aún cuando estos sean imprevisibles e impredecibles. En
este sentido, hay que tener presente que la capacidad de adaptación de un
sistema es inversamente proporcional a los grados de rigidez de su estructura,
entendidas esas rigideces ya sea como jerarquías fosilizadas, marcadas
desigualdades sociales, autoritarismos o burocracias inerciales. De ahí que
protagonismos e interdependencias reales construidas desde la base social hasta
su superestructura, representan la única posibilidad de mantener una estructura
flexible capaz de articularse.
Es necesario tomar conciencia de la complejidad que encierra la
eventual solución del problema planteado, aun cuando se rehuya su aplicación.
Sirve al menos para desmitificar intentos que, por ubicarse en contextos
mecanicistas convencionales, parecen condenados a la frustración desde la
partida.
Articulación y direccionalidad del sistema
El panorama latinoamericano nos presenta un conjunto de sociedades
profundamente desarticuladas. Incluso en períodos pasados, en que varios países
presentaron tasas elevadas y sostenidas de crecimiento del Producto, la
desarticulación no se resolvió. Prueba de ello es la tasa de crecimiento más
sostenida de todas: la de las pobrezas (como se han definido en este documento)
en que se debaten las grandes mayorías de nuestro continente.
Se han planteado muchas razones para explicar esta dramática
contradicción. No pretendemos invalidar ninguno de los argumentos hasta aquí
esgrimidos. Sólo pretendemos agregar otro que ha sido, quizás, el menos
examinado. Lo planteamos en términos de hipótesis: toda direccionalidad a priori
que se imponga a un sistema socio-económico desarticulado, inhibe sus
posibilidades de articulación. Dicho en otras palabras: no es la direccionalidad
impuesta la que logrará la articulación, sino, al revés, será la articulación la
que determinará la direccionalidad deseable.
Dadas las condiciones actuales, no tiene sentido «forzar» la
dirección de un sistema. La prioridad es clara. Lo que se precisa es vertir
todos los esfuerzos para articular la interrelación de las partes del sistema.
Sólo un sistema articulado puede aspirar a ser un sistema sano. Y sólo un
sistema sano puede aspirar a la autodependencia y a la actualización de los
sujetos que lo integran.
Segunda parte
Algunas reflexiones para seguir pensando
5.
Sobre la poda del lenguaje (y otros ejercicios inusuales) para comprender el
progreso social [12]
Manfred A. Max-Neef
El problema
Mientras enfrentamos los muchos componentes de la mega-crisis que
se ha apoderado de nuestro mundo, padecemos de una especie de confusión
generalizada cuando hacemos el esfuerzo de comprenderla. Básicamente parecería
que no logramos comprender en qué consiste comprender. En otras palabras, no hay
manera de quebrar el código de la crisis, si no logramos codificar de manera
adecuada nuestra propia manera de comprender.
Como seres que utilizan lenguajes complejos, somos capaces de
describir situaciones, procesos, circunstancias. Como producto de algunos
conocimientos especiales adquiridos, también sabemos explicar situaciones,
procesos, circunstancias. Lo que parece, empero, escapar a nuestra atención, es
el hecho de que describir más que explicar no implica comprender. Comprender es
algo más; es algo distinto.
El describir y el explicar se vinculan al conocimiento que es
materia de la ciencia. El comprender, en cambio, es forma de iluminación
respecto de la esencia y del sentido de las cosas y, por lo tanto, más que
contribuir al incremento del conocimiento, es generador de sabiduría. Así
acotados los conceptos, es posible constatar que hemos alcanzado una etapa de
nuestra historia que se caracteriza por el hecho de que sabemos mucho pero
comprendemos muy poco. Es aquí donde, a mi juicio, radica el meollo del
problema.
Manifestaciones del problema
La confusión que nos invade cuando nos esforzamos por comprender,
se manifiesta de al menos tres maneras:
a) nuestro
compromiso con opciones de relevancia secundaria,
b) la
utilización de teorías simplistas para la interpretación de realidades sociales
complejas, y
c) el
empobrecimiento de nuestro lenguaje.
Opciones de relevancia secundaria
Luchamos por opciones. Si, después de haber optado, las cosas no
resultan como esperábamos, es muy probable que la opción escogida haya sido -sin
percatarnos de ello- de relevancia secundaria. Ello significa que debe haber -el
propósito es encontrarla- una opción de relevancia primaria, subyacente y
determinante de la que inicialmente escogimos. Vayan algunas ilustraciones.
Obsesionados
como parecen estar la mayoría de los seres humanos con el poder, predomina la
creencia de que las cosas cambiarán (por cierto para mejor) cuando seamos
«nosotros» los que tengamos el poder: es decir, cuando «ellos» dejen de tenerlo,
quienes quieran que sean los nosotros o los ellos. Creer en algo así es,
evidentemente, bastante ingenuo. Si lanzamos una mirada retrospectiva, resultará
interesante constatar que, a estas alturas de la historia, prácticamente todos
los poderes y combinaciones de poderes ya han estado en el poder. Las cosas, sin
embargo, no parecen mejorar mucho, a pesar de todos los ejercicios de poder ya
pasados. La preocupación respecto de quién debe ejercer el poder es, por lo
tanto, asunto de relevancia secundaria. Lo que subyace como de relevancia
primaria, es la necesidad de examinar el concepto del poder en sí mismo. Si lo
entendemos como la capacidad de control y manipulación ejercida por la persona
(o grupo) que tiene la fuerza, y lo comparamos con autoridad
-entendida
como la capacidad de influir ejercida por la persona o grupo a quien se le
otorga legitimidad en reconocimiento a sus capacidades y cualidades- nos podemos
preguntar lo siguiente: «¿Las cosas van mal porque el grupo equivocado está en
el poder, o las cosas van mal porque hay algo que está mal con el poder mismo?».
Hoy. más que nunca en este siglo, esta pregunta necesita una respuesta, y la
respuesta consiste en decidir si queremos o no sustituir el poder por la
autoridad y reinventar asi nuevamente la verdadera democracia. La autoridad tal
como se la define aquí puede funcionar sólo a Escala Humana.
En medio del Nuevo Desorden Económico Internacional, causante de
la injusticia y la inequidad de la deuda del Tercer Mundo, muchos países se
preocupan otra vez por el problema de quién debe tener el control del sistema
bancario -el estado, el sector privado, o una mezcla de ambos. Sin duda, este es
un problema importante. Sin embargo, deberíamos preguntamos: «¿Están mal las
finanzas de tantos países porque los sistemas financieros están en malas manos,
o están mal las finanzas de tantos países porque hay algo que está mal con los
sistemas financieros?». Aunque esta pregunta justificaría todo un tratado,
citamos aquí sólo algunos desastres económicos característicos de nuestros
tiempos.
«La
producción de bienes y servicios dejó de ser la arista dinámica de la actividad
económica, se produjo una transición hacia las transacciones documentarías y la
especulación. Los mercados del futuro y la especulación empezaron a dominar a
los verdaderos productores y consumidores que son los pobres, las mujeres, los
pueblos tribales y los campesinos del Tercer Mundo, y prescinden de ellos a
menos que se «adecuen» a las transacciones comerciales con precios creados
artificialmente. En lugar de apuntar a una reproducción sustentable de riqueza,
el sistema económico mundial, conducido por el capitalismo comercial, se ha
dedicado a crear riqueza instantánea a través de la especulación efectuada a
expensas del futuro -y de los pobres. La década transcurrida entre
1973
y 1982
fue testigo de una intensificación de los movimientos de capital que van desde
los bancos transnacionales y las instituciones financieras hacia el Tercer
Mundo. Esta etapa de solicitud de préstamos constituye la raíz, misma de la
crisis de la deuda contemporánea del Tercer Mundo. Y los préstamos se
estimularon con el fin de reciclar la enorme liquiden que el sistema financiero
del Norte había generado y no podía absorber. El Tercer Mundo se convirtió en un
importante campo de inversión con una gran rentabilidad: las ganancias de los
siete bancos estadounidenses más importantes aumentaron vertiginosamente
del
22%
en
1970
al
55%
en
1981,
y al récord del ñ0% registrado el año siguiente. El Sur cayó en una trampa de
deudas, recibiendo préstamos con la sola finalidad de pagar los intereses de
préstamos anteriores». [13]
En
los viejos tiempos, el crecimiento económico se
debía a la producción, mientras que hoy en día la
riqueza se origina por medio de ficciones económicas
improductivas. No más del
5% de
las transacciones comerciales en mercados de futuro se convienen en intercambios reales de mercancías. No hace falta decir que ya
es tiempo de que este sistema sufra una reconceptualización radical, para colmar las demandas y exigencias de la realidad
actual de nuestro mundo.
Una de las opciones más candentes,
especialmente en América Latina, es la que se plantea entre dictadura y
democracia política. Resultaría monstruoso afirmar
que tal opción no es altamente relevante. Pero así y todo, hay una opción aún
más relevante que debe atenderse. La podemos
plantear en los términos siguientes «¿Acabarán las sociedades
latinoamericanas por consolidar una cultura autoritaria (y frecuentemente
represiva), o serán capaces de construir una cultura democrática, es decir, una
democracia de la cotidianeidad?». Esta interrogante
es, por cierto, de relevancia primaria, ya que ninguna democracia
política representativa puede durar, por bien concebida que esté, si está
construida sobre los
cimientos de una cultura autoritaria. Se desplomará tarde o temprano, tal como
lo hemos podido vivir y constatar trágicamente tantas veces en nuestro
continente. Las dictaduras en América Latina, aún en países como Uruguay y
Chile, no deben ser archivadas como accidentes históricos que afectaron
sociedades de larga tradición democrática. La verdad del problema es que las
dictaduras son en muchos sentidos, exacerbaciones históricas de culturas
autoritarias subyacentes.
Complejidad social y teorías simplistas
Una mente simplista es una mente llena de respuestas. También es
una mente que no se percata del hecho de que las respuestas deben estar
precedidas por preguntas pertinentes. La persona de mente simplista busca
inspiración y conocimientos en teorías simplistas. Más aún, se trata de personas
que suelen ser muy activas y, por lo tanto, doblemente peligrosas. No faltan los
expertos en desarrollo que reúnen los atributos señalados. Si tales personajes
pudieran representarse en una tira cómica, el arquetipo sería un hombrecillo
cargando un maletín lleno de soluciones, buscando con una experiencia perpleja,
los problemas que se ajusten a esas soluciones. Tal personaje circula por todos
los rincones de nuestro continente, y de su presencia no se libran ni siquiera
muchas de las organizaciones y movimientos del mundo contrahegemónico.
Caricaturas aparte, lo que resulta serio y preocupante es que
mientras nuestras sociedades se tornan cada vez más complejas, nuestras teorías
-sean sociales, políticas o económicas- destinadas a interpretarlas, se tornan
crecientemente simplistas. Esto es peligroso, ya que se sabe que los parámetros
de un sistema sólo pueden ser controlados desde un sistema de mayor complejidad.
Ello equivale a decir, en otras palabras, que a través de teorías y modelos
simplistas no podemos pretender comprender el comportamiento de sistemas
sociales como aquellos que nos preocupan y de los que formamos parte. Hay muchos
ejemplos de simplismo, de modo que sólo algunas pocas ilustraciones bastan.
Primero
que nada cabe destacar la desproporcionada importancia que, en nuestro mundo
actual, se le asigna a lo económico en contraposición a otros ámbitos de la
preocupación humana, como la política y la cultura. De hecho, parecería que la
preocupación central de la política es la economía. Las tan mentadas cumbres de
líderes del Primer Mundo, son casi siempre cumbres
económicas
en las que la macroeconomía ha llegado a transformarse en la gran catedral de
las mitologías actuales. Pareciera que ya no va quedando ningún problema de la
humanidad fuera del alcance de las manipulaciones macroeconómicas. Todo ello, a
pesar de lo que la historia reciente nos enseña. Al respecto, un comentario de
Jane Jacobs, la distinguida economista urbana inglesa:
«La macroeconomía -es decir la economía a gran escala- es una rama
de la ciencia relativa a la teoría y la práctica de comprender y fortalecer las
economías nacionales e internacionales. Es un fracaso. Su falencia está en la
mala suerte de haber sido ampliamente aceptada y reconocida. Suponemos, y con
razón, que los experimentos de los físicos y exploradores espaciales son
extraordinariamente costosos, Pero estos costos no son nada en comparación a los
fondos enormes que bancos, industrias, gobiernos e instituciones internacionales
como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las Naciones Unidas
han volcado para llevar a cabo experiencias de la teoría macroeconómica. Nunca
una ciencia, o una supuesta ciencia, ha sido aceptada tan indulgentemente. Y
nunca un experimento ha dejado tantos fracasos, sorpresas desagradables,
esperanzas frustradas y confusión, al punto de que surge seriamente la duda de
si esta tragedia será reparable. Si lo fuera, no sería, indudablemente, por
aumentar el uso y difusión de la misma teoría y práctica.» [14]
La insistencia en creer en la eficiencia de ciertos modelos
macroeconómicos es tan intensa que, a veces, da la impresión de que más que de
la economía han pasado a formar parte de una teología. De hecho, podemos
observar una y otra vez que cuando una determinada política económica sustentada
en su correspondiente modelo macroeconómico fracasa, la reacción de sus
impulsores y promotores pareciera corresponder al supuesto de que el modelo está
bien, y que es la realidad la que hace trampas. Por lo tanto se insiste en la
reaplicación del modelo, sólo que con mayor vigor.
La fascinación que provocan los modelos macroeconómicos se debe,
quizás, al hecho de que sus componentes son medibles. Ello es importante, porque
para una mente simplista, todo lo que es importante es precisamente aquello que
puede ser medido. De allí que no debería sorprendernos que haya tantos
economistas que, en lugar de conformarse con estar más o menos acertados en sus
predicciones, prefieren equivocarse con alta precisión.
Otra manifestación de simplismo es lo que quisiéramos identificar
como el principio del «pensar norteño para la acción sureña» (northern thinking
for southem action). Si en nuestra calidad de latinoamericanos deseamos
convertirnos en expertos en desarrollo de América Latina, debemos hacer nuestro
postgrado de especialización en los Estados Unidos o en Europa. De ese modo
seremos respetados, no sólo en la opinión de nuestros colegas del norte, sino en
la de nuestros colegas sureños también. Huelga advertir que una situación de
este tipo es no sólo absurda, sino que peligrosa. De hecho, ha contribuido a la
sistemática inhabilidad para reconocer e interpretar su propia realidad. Valga
un ejemplo.
En todas las teorías económicas, desde Cantillón y Adam Smith,
continuando con Stuart Mill, David Ricardo, Marx y Engels, pasando por
Schumpeter, Keynes y Phillips, para terminar con los post-keynesianos y con los
adherentes al neo-liberalismo monetarista de la escuela de Chicago-, había algo
que simplemente no podía ocurrir y que, sin embargo ocurrió. Algo que
contradecía todas las teorías económicas. Tanto fue así, que al fenómeno
aparecido hace unos quince años, hubo que encontrarle un nombre: estagflación
(stagflation). No encajaba en ninguna teoría económica conocida en el momento de
su aparición. Ahora bien, en términos simples y sencillos, este extraño fenómeno
puede describirse como una situación caracterizada por precios altos con
tendencia a aumentar, junto con insuficientes fuentes de empleo. ¡Sorprendente!
En efecto, porque se trata precisamente de una caracterización que ha
predominado en muchos de los países pobres del mundo. Bajo el predominio del
«pensar norteño», algo como la estagflación sólo podía ser descubierto y
adquirir existencia legítima si ocurría en el norte.
El hecho de que se tratara de algo corriente en el sur,
simplemente no fue registrado ni siquiera por los economistas sureños, tan
fascinados como sus colegas del norte con las famosas curvas de Philips, muy en
boga por aquellos tiempos, y que demostraban la imposibilidad del fenómeno.
Empobrecimiento del lenguaje
Una
de las consecuencias del tipo de simplismo descrito es, por cierto, el
empobrecimiento del lenguaje y, en particular, del lenguaje del desarrollo.
Indicadores agregados que tienen mucho menos sentido del que normalmente se les
atribuye, y acerca de los cuales ya bastante se ha escrito, son sólo un ejemplo.
El hecho de que toda vez que una autoridad económica anuncia un porcentaje
elevado de crecimiento del Producto Bruto, se presuma que el público debe
percibirlo como una buena noticia, es evidencia del grado en que un lenguaje
pobre (simplista) puede utilizarse para «domesticar» a las personas. Frente a un
crecimiento anunciado del PNB, nadie pregunta lo único que sería pertinente
preguntar: «¿A costa de qué será ese crecimiento?» De hecho, lo que la mayoría
de las personas no sospechan (y la mayoría de los economistas tampoco dicen) es
que un país puede crecer a costa de empobrecerse, puede crecer a costa de quedar
igual y, en casos excepcionales, el crecimiento puede conllevar un aumento de la
riqueza real.
Es evidente, por ejemplo, que si se depreda con gran 'eficacia' un recurso
natural, durante el proceso el producto crece. Del mismo modo crece si la
sociedad se ve atacada por una epidemia que obliga a incrementar el consumo de
productos farmacéuticos y de servicios hospitalarios. Es obvio que ambos tipos
de crecimiento son indeseables. No obstante, por falta de conciencia pública al
respecto, buena parte del crecimiento de nuestras economías latinoamericanas se
está realizando a costa de la depredación de recursos, impulsados, como estamos,
a servir la descomunal deuda externa. En otras palabras, estamos creciendo a
costa de aumentar nuestra pobreza estructural de manera irreversible. Todo ello
ocurre por la utilización de un lenguaje «adecuadamente empobrecido» en el que
las gentes creen. Otra característica del lenguaje empobrecido del desarrollo se
manifiesta por los enfoques reduccionistas y mecanicistas que dominan el
pensamiento económico actual.
Un lenguaje empobrecido es extremadamente peligroso y, por lo
tanto, resulta imprescindible hacer esfuerzos para enriquecerlo. Lo interesante
de tal esfuerzo es que, contrariamente a lo que parecería obvio, un lenguaje
pobre no requiere ni de más ni de nuevas palabras o conceptos. En efecto, la
característica de un lenguaje pobre es que tiene demasiadas palabras detrás de
las cuales -a sabiendas o no- ocultamos nuestra ignorancia. El desafío que se
plantea en el intento por enriquecer el lenguaje consiste, entonces, en
encontrar aquellas «palabras tapón» detrás de las cuales se extienden nuestros
vacíos de percepción y de entendimiento.
Un lenguaje es, a la vez, producto y generador de una cultura. Si
el lenguaje es pobre, la cultura es pobre. Si el lenguaje de nuestro desarrollo
es pobre, nuestro desarrollo será pobre.
La búsqueda de respuestas
Como ejercicio mental, una poda adecuada de las palabras claves
podría ser la solución para un lenguaje empobrecido. El principio fundamental de
la acción de podar queda claro para cualquiera que se haya interesado alguna vez
en huertos. Por medio de la poda, logramos más y mejor a través de menos. Menos
ramas y hojas permiten una mayor absorción de luz y darán mejores frutos. En el
caso del lenguaje el podar ciertas palabras nos forzará inevitablemente a lograr
mayores niveles de claridad.
La solución a los peligros derivados de la utilización de teorías
simplistas consiste en idear métodos que, ya sea por nuestra participación
directa o nuestra vinculación intelectual comprometida, nos permitan realmente
ser parte, o sentirnos realmente identificados con aquello que pretendemos
comprender. Es imposible la comprensión si nos separamos del objeto al que
pretendemos comprender. La separación sólo puede generar conocimiento, pero no
comprensión.
Las posibilidades de mejorar nuestra elección de opciones, nuestra
capacidad de distinguir fluidamente entre opciones de importancia primaria o
secundaria, dependerá en gran medida de la calidad de las soluciones que demos a
los otros dos problemas: lenguaje y simplismo. Por esa razón examinemos las
soluciones sugeridas en acción.
Sobre la poda
Lo que sigue es el resultado de un experimento personal, y se
entrega aquí a guisa de ejemplo de lo que vale la pena intentar. La poda alcanzó
a los siguientes términos de un lenguaje largamente utilizado: Desarrollo,
Crecimiento económico. Eficiencia, Productividad y los indicadores agregados
como el Producto Geográfico Bruto. La incógnita surgida de inmediato, después de
la operación, era si acaso sería posible emitir juicios sobre la sociedad, en
particular sobre su eventual mejoramiento, o si el intento resultaría vano y
mutilado desde la partida.
Una preocupación constante ha sido la de identificar y explicitar
las metas que nuestra sociedad debería alcanzar. En tal sentido -hablando en un
lenguaje pre-poda- aparecería como bastante corriente y probable una afirmación
del siguiente tipo: «Aspiramos a una sociedad más desarrollada, de crecimiento
económico sostenido (ahora se está usando el término sostenible) donde la mayor
eficiencia y productividad que conlleva la modernización, permitan una vida
mejor para todos». Súbitamente, como resultado de la poda, esa frase nos parece
aterradoramente vacía y carente de significación real. Descubrimos, en cambio,
que lo que ahora aspiramos es a la construcción de una sociedad coherente. Es
decir, una sociedad coherente consigo misma, lo cual implica que no sea
caricatura de otra. Esa sociedad coherente habrá de satisfacer a lo menos tres
atributos: Completitud, Consistencia y Decidibilidad.
1. Completitud: significa que el sistema
contiene -y genera- todos los elementos necesarios que, si adecuadamente
organizados, permiten su reproducción de manera crecientemente autodependiente.
En otras palabras, que las necesidades humanas fundamentales de todos los
miembros del sistema, pueden ser crecientemente satisfechas a través de
satisfactores generados dentro del propio sistema [15]
. Lo dicho no apunta ni a la autosuficiencia, ni a la autarquía o al
aislacionismo. Tanto el comercio exterior como otros tipos de intercambio son
necesarios y convenientes. De lo que aquí se trata es que dichas transacciones
no ocurran a expensas de privaciones de las personas.
2. Consistencia, significa que el estilo de
reproducción que se escoja para el sistema, no conlleva contradicciones
autodestructivas. Retornando al lenguaje no podado, puede ilustrarse un caso de
inconsistencia, como el crecimiento económico a costa de la depredación de
recursos o de daños ecológicos irreversibles. Las contradicciones
autodestructivas no sólo pueden surgir en el ámbito económico. También pueden
presentarse en las esferas de la preocupación política, social, cultural,
científica y tecnológica. Un sistema consistente es, esencialmente, un sistema
capaz de generar efectos sinérgicos.
3. Decidibilidad, implica que el sistema
está imbuido de una capacidad que le permite aprender de la experiencia, propia
y ajena. Como consecuencia de ello sus miembros tienen mejores posibilidades de
reconocer alternativas y opciones relevantes. Un sistema que satisface este
atributo no puede construirse sobre la base de una estructura autoritaria, ya
que en tales estructuras la información fluye en una sola dirección: de arriba
hacia abajo. Requiere de una estructura participativa, donde la
retroalimentación no sea inhibida. Un sistema decidible es esencialmente una
democracia directa.
La
poda del lenguaje nos abre caminos para la elaboración de indicadores nuevos y
relevantes de mejoramiento social. Los indicadores de completitud, consistencia
y decidibilidad pueden llevar, sin caer en los errores matemáticos de los
indicadores globales agregados, a la eventual aparición de algún tipo de noción
general de coherencia. Se ha comenzado un programa (en el sentido científico de
la palabra) para investigar en ese sentido.
[16]
Sobre interpretación
Un
elemento aislado (objeto real o simbólico) «a» puede ser descrito pero no puede
ser explicado. Una relación entre elementos a través de un operador que
haga posible esa relación -algo como «a
*
b»- puede escribirse y puede explicarse. Pero, tal como explicamos con
anterioridad, describir más explicar no significa comprender. El sistema
«a
*
b» sólo puede comprenderse desde un sistema de mayor complejidad. Ello significa
que sólo cuando elevamos la complejidad del sistema al integrarnos hasta formar
parte de él y compenetrarnos de él: «(a
*
b)
* Y»,
podemos
pretender comprenderlo.
Aunque las formulaciones del párrafo anterior no hayan quedado
claras para algunos, ilustran (quizás de manera muy simplificada) lo que tenemos
en mente. Sin embargo, la idea puede ser expresada en términos más sencillos.
Suponga que usted ha estudiado todo cuanto es posible estudiar -desde el punto
de vista antropológico, cultural, psicológico, biológico y bioquímico- acerca
del fenómeno del amor. Usted es un erudito. Usted sabe todo lo que es posible
saber acerca del amor, pero nunca comprenderá el amor, a menos que se enamore.
Este principio es válido para todos los sistemas humanos, aunque casi siempre se
lo pasa por alto. En realidad, la investigación social y económica rara vez va
más allá de la descripción y la explicación. Tomemos por ejemplo, el caso de la
pobreza. Me animaría a decir que si hasta ahora hemos sido incapaces de
erradicar la pobreza, es porque sabemos demasiado de ella, pero no comprendemos
su esencia.
La última frase me lleva a una reflexión adicional. El resolver
problemas pertenece al terreno del conocimiento y requiere un pensamiento
fragmentado. En el terreno del comprender, el plantearse problemas y la
resolución de problemas no tiene sentido, dado que nos manejamos con
transformaciones que comienzan con y dentro de nosotros mismos. Ya no funciona
aquello de que «nosotros estamos aquí, y los pobres están allí, y tenemos que
hacer algo para remediarlos desarrollemos entonces una estrategia para resolver
el problema». Ahora debemos decir: «somos parte de algo que debe ser
transformado porque está mal, y dado que compartimos la responsabilidad por
aquello que está mal, no hay nada que nos impida comenzar nuestro propio proceso
de transformación». Aún si soy un investigador, debo aprender a integrarme al
objeto de mi investigación.
Hay, por supuesto, distintas formas de lograr la integración entre
el investigador y el objeto de la investigación. No tiene que ser necesariamente
una integración física, aunque en el caso de la investigación social, económica
y a menudo cultural, debería serlo. Hay métodos de integración mental en los
campos abstractos de investigación, pero no es el propósito de este capítulo
describir tales métodos. En todo caso, podría agregarse que si hubiera más
economistas y sociólogos «descalzos», seríamos testigos de un mejoramiento en
los resultados de las políticas económicas y sociales.
Conclusiones
Una vez realizado el ejercicio de podar, y habiendo tomado
conciencia de los límites del conocimiento por un lado, y de las diferencias
entre conocimiento y comprensión por otro lado, no hay problema en volver a mis
viejas palabras, y aún a mi viejo lenguaje. Si lo hago ahora, tanto las palabras
como el lenguaje que conforman ya no serán máscaras detrás de las que se esconde
la ignorancia sino que serán espacios fértiles para el progreso permanente hacia
la integridad intelectual.
Traducción: Soledad Domínguez.
6.
Una manera estúpida de vivir [17]
Manfred Max-Neef
La idea
Desde niño me ha preocupado lo que considero una cuestión
importante: «¿Qué es lo que hace únicos a los seres humanos? ¿Hay algún atributo
humano que ningún otro animal posea?» La primera respuesta recibida fue que los
seres humanos tenemos alma, y los animales no. Esto me sonó extraño y doloroso,
porque amaba y amo a los animales. Además, si Dios era tan justo y generoso
-hecho que yo todavía creía firmemente en esos días- no hubiera hecho semejante
discriminación. O sea, que no me convencí.
Varios años más tarde, bajo la influencia de mis primeros
maestros, se me llevó a concluir que nosotros éramos los únicos seres
inteligentes, mientras que los animales sólo tienen instintos. No me llevó mucho
tiempo darme cuenta que estaba otra vez sobre la pista falsa. Gracias a las
contribuciones de la etología, hoy sabemos que los animales también poseen
inteligencia. Y reflexioné, hasta que un día finalmente creí que lo tenía -los
seres humanos son los únicos seres con sentido del humor. Otra vez fui
desengañado por estudios que demuestran que hasta los pájaros se hacen bromas
entre sí y se «ríen». Ya era un estudiante universitario y había casi decidido
rendirme, cuando mencioné a mi padre mi frustración. Simplemente me miró y dijo:
«¿Por qué no intentas por el lado de la estupidez?». Aunque al principio me
sentí impactado, los años pasaron, y me gustaría anunciar, a menos que alguien
más pueda reclamar una precedencia legítima, que estoy muy orgulloso de ser
probablemente el fundador de una nueva e importante disciplina: la
Estupidología. Sostengo, por lo tanto, que la estupidez es un rasgo único de los
seres humanos. ¡Ningún otro ser vivo es estúpido, salvo nosotros!
Claro
que estas afirmaciones pueden sonar extrañas y hasta caprichosas al principio.
Pero en el período escolar de invierno en 1975,
dicté un curso en el Wellesley College de Massachusetts, abierto también para
estudiantes del Massachusetts Institute of Technology (MIT), cuyo título fue
«Investigación sobre la naturaleza y las causas de la estupidez humana». Como se
podrán imaginar fue un curso muy concurrido. La gente pensó que iba a ser
divertido, y de hecho las dos primeras clases lo fueron. Durante la tercera
clase los participantes empezaron a verse un poco más serios, y en la cuarta
sesión ya había caras largas. A medida que el curso avanzó, todos descubrimos
que el tema era bastante serio.
La crisis
Pero, ¿por qué menciono esto ahora?. Soy una persona que viaja
mucho, quizás demasiado. Fue así que hace pocos meses completé mi tercer viaje
alrededor del mundo en dos años. Resultó ser una experiencia muy especial, y me
sucedió algo que nunca antes me había pasado, mientras estaba en Bangkok, la
capital de uno de mis países asiáticos favoritos. La primera mañana me desperté
sintiendo una gran depresión, como si estuviera enfrentando una crisis
existencial profunda. No creo que pueda expresarse con palabras, pero la
sensación fue algo así: «He visto demasiado. No quiero ver más. ¡Estoy harto!».
Era un sentimiento horrible, atemorizante, y me pregunté: «¿Por qué estoy
sintiendo esto?». La respuesta llegó con la súbita constatación de que lo que
crece con mayor velocidad, y se difunde con la mayor eficiencia y aceleración en
el mundo moderno, es la estupidez humana. Ya sea cuando conocí la etapa final de
un plan que arrasó miles de
poblados rurales en Rumania con el fin de modernizar y expandir la
producción agrícola [18]
; o cuando presencié el colosal programa de transmigración en
Indonesia, financiado por el Banco Mundial, que desarraigó millones de personas
y las transportó de un lado a otro del país en nombre del desarrollo; o cuando
las autoridades del desarrollo en Tailandia anunciaron orgullosas que en el
norte, que permanecía aún densamente forestado, se desmantelarían cientos de
poblados, cuyos pobladores serían reinstalados en catorce centros urbanos «con
todas las comodidades que requiere una sociedad moderna»; todas esas acciones
reflejaban el mismo tipo de estupidez.
Me di cuenta entonces que la estupidez es una fuerza cósmicamente
democrática. Nadie está a salvo. Y ya sea en el norte, el sur, el este o el
oeste, cometemos las mismas estupideces una y otra vez. Parece existir algo que
nos vuelve inmunes a la experiencia.
Pero no todo era oscuridad, sin embargo. En el medio de mi crisis,
me di cuenta de que se están abriendo caminos, y existen también signos
positivos. En realidad, al final, me invadió la sensación de que estaba
presenciando los últimos cien metros de una carrera de diez kilómetros entre dos
fuerzas irreconciliables, y que una de ellas iba a ganar por una nariz, y que
todo parecía indicar que sería la nariz más importante de la historia
humana.
Dos
fuerzas, dos paradigmas, dos utopías, desarrolladas en forma brillante en el
libro de Vandana Shiva «Abrazar la vida»
[19]
,
que producen un mundo esquizofrénico. Cualquier persona sensible no puede evitar
caer en un estado esquizofrénico. Esa es nuestra realidad y no podemos
engañarnos. Entonces la pregunta es cómo hacemos frente a esta situación. ¿Cómo
la interpretamos? O también, ¿cómo llegamos a caer en una situación así, si el
mundo no fue siempre esquizofrénico, según creo honestamente?.
El resultado final de mi crisis fue positivo. Pocos días después
me encontraba con mi esposa en una maravillosa isla de Polinesia -el lugar
perfecto para volver a enamorarse de la vida. Imaginen el caminar en el agua
cristalina de un magnífico arrecife de coral y los peces que vienen a comer de
nuestra mano. Fue maravilloso,
comencé a recuperarme, y pude asi continuar mis reflexiones en circunstancias
más propicias.
Siempre sucede que uno recibe ayuda de los amigos, no sólo de los
que uno conoce personalmente, sino de los amigos que se han hecho a través de
los libros. En esta ocasión, fue Ludwig Wittgenstein el que vino en mi ayuda. Me
concentré de nuevo en el problema del lenguaje. El lenguaje no es sólo una
expresión de cultura, sino que también genera cultura. Si el lenguaje es pobre,
la cultura será pobre. Pero el tema es que también estamos atrapados por el
lenguaje. El lenguaje es una forma de prisión. La forma en que utilizamos las
palabras o conceptos influencia y hasta a veces determina no sólo nuestro
comportamiento sino también nuestras percepciones. Cada generación, como
señalaba el gran filósofo español Ortega y Gasset, tiene su propio tema, o sea,
su propia preocupación. Yo agregaría que cada generación tiene también su propio
lenguaje, que la atrapa.
La coacción del lenguaje
Estamos atrapados, nos guste o no, en el lenguaje de la economía,
que ha domesticado al mundo entero. Un lenguaje nos doméstica cuando logra
empapar toda nuestra vida cotidiana y nuestras formas cotidianas de expresión.
El lenguaje de la economía se utiliza en la cocina, entre amigos, en las
asociaciones científicas, en los centros culturales, en el club, en el lugar de
trabajo, y hasta en el dormitorio. En cualquier lugar del mundo, estamos
dominados por el lenguaje de la economía y esto influencia en gran medida
nuestro comportamiento y nuestras percepciones.
Pero el hecho de que estemos domesticados por un lenguaje
determinado, no necesariamente es negativo, aunque en este caso puede serlo.
Todo se reduce a una cuestión de coherencia e incoherencia. Paso a
explicar.
A fines de los años veinte y principios de los treinta, durante el
período conocido como la «Gran Crisis Mundial», surgió el lenguaje de la
macroeconomía keynesiana. La macroeconomía keynesiana no fue sólo consecuencia
de la crisis, sino que permitió su interpretación, y fue además una herramienta
eficiente para superarla. Fue un caso de lo que yo llamo un lenguaje coherente
con su desafío histórico. El siguiente cambio en el lenguaje ocurrió en los
años cincuenta, cuando hizo su
aparición el «lenguaje del desarrollo». Aunque Joseph Schumpeter ya había
escrito sobre los conceptos del desarrollo económico en los años veinte, no fue
hasta los años cincuenta que se puso de moda. Pero el lenguaje del desarrollo no
fue consecuencia de una crisis, más bien lo contrario. Fue un lenguaje que
respondió al entusiasmo generado por la espectacular reconstrucción económica de
la Europa de la postguerra. Era un lenguaje optimista basado en el profundo
sentimiento de que al fin se había encontrado la forma de erradicar la pobreza
del mundo. Recordemos algunos de sus clichés: industrialización rápida,
modernización, urbanización, gran impulso, despegue, crecimiento autosustentado,
etc. Produjo muchos y muy importantes cambios durante los años cincuenta y
sesenta, cambios que parecían justificar el optimismo. En cierta manera, fue
otra vez un caso de coherencia entre el lenguaje y el desafío histórico.
Desde mediados de los setenta y durante todos los años ochenta
(década que fue bautizada en los círculos de las Naciones Unidas como la «década
perdida»), surgió una nueva crisis, una megacrisis que nos enfrenta, una
megacrisis que todavía no podemos interpretar en toda su magnitud. Lo extraño
acerca de esta crisis es que no ha generado su propio lenguaje. En esta
megacrisis todavía usamos el lenguaje del desarrollo, «enriquecido», por así
decirlo, con la introducción de los principios más reaccionarios desenterrados
del cementerio de la economía neoclásica. Entonces lo que tenemos ahora es un
lenguaje basado en el entusiasmo del crecimiento y la expansión económica
ilimitados frente a una realidad de crecientes colapsos sociales y ecológicos.
Esto significa que estamos viviendo -y esto puede ser una de las características
principales de la crisis actual- en una situación de incoherencia peligrosa:
nuestro lenguaje es incoherente con nuestro desafío histórico.
Esto no ocurre porque no haya aparecido un lenguaje alternativo.
Existen lenguajes alternativos que pueden probar que son más coherentes, pero lo
cierto es no han logrado terminar con el viejo lenguaje. Lo que en realidad
vemos es que en el mejor de los casos, algunos conceptos de los lenguajes
alternativos han logrado penetrar el lenguaje todavía dominante, pero
simplemente como adjetivos. Representan solamente arreglos cosméticos. Tomemos
el concepto de sustentabilidad (a pesar de todas las discusiones bizantinas que
se dan en cuanto a su definición),
¿Por qué los lenguajes alternativos no logran penetrar más? Una de
las razones es que muchos de los llamados esfuerzos alternativos no se dirigen a
aquellos que todavía adhieren a posiciones convencionales y tradicionales.
Parece haber una actitud prevalente, resumida en observaciones como: «No les
hablamos»; después de todo, «los académicos no valen la pena»: «la ciencia
occidental es dañina»: «los hombres de negocios son insensibles». Pero entonces,
si no somos capaces de dialogar en forma inteligente, nunca dejaremos de ser
esquizofrénicos. Los escépticos seguirán existiendo: no podemos pretender que
abandonen el planeta. Entonces, aquellos que hacen esfuerzos por cambiar las
cosas, también tendrán que intentar hacerse entender por los demás. Ahora nos
toca a nosotros, y debemos tener sentido de la autocrítica. Nunca me sumaría a
la idea de que somos los dueños de la verdad: eso sería muy arrogante.
Simplemente presumo que estamos buscando algo con buena fe, pero también podemos
equivocarnos, y dentro de veinte años, quizás digamos: «¡Qué ingenuo fui, qué
absurda que era mi posición! Nunca me imaginé esto y aquello».
No está mal equivocarse: sí esta mal ser deshonesto, y nonos
podemos dar el lujo de serlo. Formulamos propuestas, hacemos proposiciones, y
esto es natural entre seres humanos. Tendemos a pensar, que cada propuesta es
justa o equivocada. Por eso es que somos tan apasionados cuando tomamos partido.
Yo recomendaría otra vez recurrir a Wittgenstein porque es una forma de darse
cuenta que las proposiciones no son necesariamente verdaderas o falsas. De
hecho, quizás la mayoría de las proposiciones son carentes de sentido, y es
importante tenerlo en cuenta. También deberíamos darnos cuenta que es muy
peligroso caer en pensamientos rígidos y poco flexibles. Hemos vivido
experiencias históricas de intolerancias fundamentalistas de todo tipo y color.
A veces tiemblo cuando pienso en la posibilidad de una futura intolerancia
fundamentalista verde.
¿Existen soluciones?
Este mundo está harto de grandes soluciones. Está cansado de gente que sabe
exactamente lo que hay que hacer.
Está aburrido de gente que anda con el portafolio lleno de soluciones
buscando problemas que encajen con esas soluciones. Creo firmemente que debemos comenzar a
respetar un poco más la capacidad de reflexión y el poder del silencio.
Este mundo quizás necesite algo sumamente simple –que seamos : pero cuando digo ser, no me
refiero a ser esto o aquello. Es,
en mi opinión, el cambio personal más grande al que nos enfrentamos: ser lo
suficientemente valientes para ser.
Dado que aquí estamos todos preocupados por el bienestar humano y
la salud de nuestro planeta, permítanme recordarles algunos hechos. Primero, estamos viviendo en un planeta
en el cual las sociedades están cada vez más interconectadas e interdependientes
en todo lo que es positivo y también en todo lo que es negativo. En realidad, así es como debe ser en
cualquier sistema viviente. Sin
embargo, debido a la característica humana de la estupidez, desaprovechamos las
condiciones de interdependencia y de conexión, que darían una oportunidad a la
solidaridad para desplegar sus posibilidades sinérgicas, y así superar nuestra
grave situación. Parece que todavía
preferimos la eficiencia económica de la avaricia y la dinámica política de la
paranoia. Esto hace que siga en pie
un sistema global en el que la pobreza sigue creciendo en todo el mundo y una
gran parte del esfuerzo científico y tecnológico está directa o indirectamente
dirigido hacia asegurar las posibilidades de destruir a toda la especie
humana.
Segundo, ya no tiene sentido hablar de países desarrollados y
países en vías de desarrollo, a menos que agreguemos otra categoría: países en
vías de subdesarrollo. Esta sería
la categoría correcta para denominar a varios de los actuales países ricos, en
los que la calidad de vida de la población se está deteriorando a ritmos
alarmantes. Tomemos un caso
extremo. A principios de octubre de
1989, el Miami Herald publicó que en
Estados Unidos, uno de cada cinco niños vive por debajo de la línea de
pobreza. Una proyección advierte
que para el año 2010 esta proporción aumentará a uno de cada tres. Y ese país que posee el 6% de la
población mundial, consume casi el 45% del total de la energía utilizada en el
mundo.
Tercero, una de las condiciones más trágicas, por la que la
humanidad en conjunto debería sentir vergüenza, es que hemos logrado construir
un mundo en el que, según datos de UNICEF, la mayoría de los pobres son niños,
y, aún peor, donde la mayoría de los niños son pobres. Una cosa debe quedar
clara: no podemos seguir pretendiendo que podemos resolver una pobreza
insustentable por medio de la instrumentación de un desarrollo
insustentable.
La paradoja es, me parece, que sabemos mucho pero comprendemos muy
poco. Permítanme elaborar un poco más esta afirmación.
Tendemos
a pensar que una vez que describimos y explicamos algo, ya lo hemos comprendido.
Esto es un error porque, como observamos en el capítulo anterior, describir más
explicar, no es igual a comprender. Permítanme recordarles un
ejemplo:
nunca podrán comprender el amor si no se enamoran. Esto es válido para cualquier
sistema viviente. No se puede pretender comprender algo de lo que no se forma
parte. Por esta razón, ¿cómo pretendemos comprender una sociedad, un mundo, un
planeta, una biosfera, si nos apartamos de ellos?.
¿Cuántos de nosotros realmente comprendemos los problemas que
estamos tratando de resolver? La resolución de problemas pertenece al campo del
conocimiento y requiere un pensamiento fragmentado. En el campo de la
comprensión, el planteo de problemas y la resolución de problemas no tienen
sentido, porque debemos enfrentarnos a transformaciones que comienzan con y
dentro de nosotros mismos.
El futuro posible
¿Y qué pasará en el futuro? Con respecto a este tema, me gustaría
compartir con ustedes la idea de un buen amigo mío, el distinguido ecólogo
argentino Dr. Gilberto Gallopin, que ha propuesto tres posibles versiones del
futuro [20]
.
La primera, es la posibilidad de la extinción total o parcial de
la especie humana. La forma más obvia de que esto ocurra es a través de un
holocausto nuclear, el cual, según sabemos, se basa en el principio de la
Destrucción Mutuamente Asegurada. Pero además del holocausto nuclear, hay una
serie de procesos actuales que pueden causar dicha situación: el deterioro del
medio ambiente, la destrucción de los bosques, la destrucción de la diversidad
genética, la polución de los mares, lagos y ríos, la lluvia ácida, el efecto
invernadero, la reducción de la capa de ozono, y otros.
La segunda posibilidad es la barbarización del mundo. Algunas
características serían el surgimiento de «burbujas» de enorme riqueza, rodeadas
de barricadas o fortalezas para proteger esa riqueza de los inmensos territorios
de pobreza y miseria que se extienden más allá de las barricadas. Es interesante
destacar que esta versión aparece cada vez más en la literatura de
ciencia-ficción de la última década. Es como la atmósfera de Mad Max, tan
brillantemente descrita por los australianos en ese film. Muchos de estos
síntomas ya se encuentran en algunas actitudes mentales y en la existencia real
de áreas aisladas para los muy ricos, que no quieren contaminarse visual,
auditiva o físicamente con la pobreza. Un componente de esta versión será el
resurgimiento de regímenes represivos, que cooperarán con las élites ricas e
impondrán condiciones de vida cada vez peores a los pobres.
La tercera versión presenta la posibilidad de una gran transición
-el pasaje de una racionalidad dominante de competencia económica ciega y de
codicia, a una racionalidad basada en los principios de la solidaridad y el
compartir. Podríamos llamarlo el pasaje de una Destrucción Mutuamente Asegurada
a una Solidaridad Mutuamente Asegurada. La pregunta es si podemos hacerlo.
¿Tenemos las herramientas, la voluntad y el talento para construir una
Solidaridad Mutuamente Asegurada? ¿Podremos vencer la estupidez que hace que
posibilidades como esa queden fuera de nuestro alcance? Creo que sí podemos, y
que tenemos la capacidad. Pero no nos queda mucho tiempo.
Queremos cambiar el mundo, pero nos enfrentamos a una gran
paradoja. En esta etapa de mi vida, he llegado a la conclusión de que no soy
capaz de cambiar el mundo, ni siquiera una parte de él. Sólo tengo el poder de
cambiarme a mí mismo. Y lo fascinante es que si decido cambiarme a mí mismo, no
hay fuerza policial en el mundo que pueda impedirme hacerlo. La decisión depende
de mí, y si quiero hacerlo, puedo hacerlo. Pero el punto fascinante es que si yo
cambio, puede ocurrir algo en consecuencia que conduzca a un cambio en el mundo.
Pero tenemos miedo de cambiar. Siempre es más fácil intentar cambiar a los
otros. La enseñanza de Sócrates fue: «Conócete a ti mismo», porque sabia que los
seres humanos tienen miedo de conocerse. Sabemos mucho de nuestros vecinos, pero
muy poco sobre nosotros mismos. Entonces, si simplemente pudiéramos cambiar
nosotros mismos podría darse la posibilidad de que algo fascinante pudiera
suceder en el mundo.
Espero
que llegue el día en que cada uno de nosotros sea lo suficientemente valiente
para poder decir, con toda honestidad: «Soy, y porque soy, me volví parte
de
...».
Me parece que este es el camino correcto a seguir si queremos poner fin a una
manera estúpida de vivir.
Traducción: Soledad Domínguez
En base a la edición de Development dialogue, número especial de
1986, en español, editado por la Fundación Dag Hammarskjöld, Uppsala, Suecia,
traducciones del libro Human Scale Development, ed. The Apex Press, Nueva York, EE.UU.,
hechas por Soledad Domínguez, y nuevos agregados del autor.
© 1993, Manfred Max-Neef.
©
Editorial Nordan-Comunidad
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Coedición acordada por Nordan e Icaria
Para su distribución en España:
Icaria Editorial, S.A.
Comte
d'Urgell,
53
08011
Barcelona
Primera edición: marzo 1994
ISBN: 84-7426-217-8
Depósito legal: B-784-1994
Impresión y encuademación:
Tesys,
S.A. Manso,
15-17 - 0815
Barcelona
[1]
El
equipo encargado de este proyecto desea expresar su agradecimiento a los
funcionarios y académicos de la Universidad de La Serena en Chile, la
Universidad Federal de Pernambuco, Brasil y la Fundación para el Desarrollo de
la XII Región, Chile, por su apoyo entusiasta y la eficaz realización de varios
seminarios regionales llevados a acabo durante el período de ejecución de este
proyecto. Sin el apoyo intelectual
y material de estas instituciones, no hubiera sido posible la terminación
exitosa de este proyecto.
[2]
Por
"articulación" entendemos la construcción de una relación coherente y
consistente de interdependencia equilibrada entre elementos dados.
[3]
Utilizamos
aquí la noción de teoría como un proceso deductivo a partir de ciertos
postulados.
[4]
La
transdisciplinariedad es una solución que, con miras a alcanzar un mayor
entendimiento, va mas allá de los ámbitos esbozados por disciplinas estrictas.
Mientras que el lenguaje de una disciplina puede limitarse a describir algo (un
elemento aislado, por ejemplo), puede resultar necesaria una actividad
interdisciplinaria para explicar algo (una relación entre elementos). Por la
misma razón, para entender algo (un sistema como se lo interpreta por otro
sistema de mayor complejidad) se requiere una participación personal que vaya
mas allá de las fronteras disciplinarias, convirtiéndola así en una experiencia
transdisciplinaria.
[5]
Si
bien en la cultura judeocristiana, se nos ha dicho que "la ociosidad es la madre
de todos los vicios", creemos firmemente que tiene muchas virtudes. De hecho, el
Ocio y la Creación parecen ser inseparables si se interpreta al primero como el
"estado de conciencia y espíritu que invita a todas las musas". Se puede
encontrar una brillante argumentación en este sentido en la obra de Bertrand
Russell «ln Praise of Idleness». De cualquier manera, ocio no es sinónimo de
holgazanería
[6]
La
columna del SER registra atributos
personales o colectivos, que se expresan como sustantivos. La columna del TENER registra instituciones, normas, mecanismos,
herramientas (no en sentido material), leyes, etc. que pueden ser expresados
en una o más palabras. La columna
del HACER registra acciones
personales o colectivas que pueden ser expresadas como verbos. La columna del ESTAR registra espacios y ambientes.
[7]
Sinergia
significa el comportamiento de un sistema completo, que resulta impredecible a
partir del comportamiento de cualquiera de sus partes tomadas aisladamente.
Fueron los químicos los primeros en reconocer la sinergia, cuando descubrieron
que toda vez que aislaban un elemento complejo, o separaban átomos o moléculas
de un compuesto, las partes separadas y sus comportamientos singulares jamas
lograban explicar el comportamiento de todas las partes asociadas. En este
sentido, la sinergia connota una forma de una potenciación, es decir, un proceso en el
que la potencia de los elementos asociados es mayor que la potencia sumada de
los elementos tomados aisladamente.
[8]
N.
del Trad.: Expresión que se utiliza para identificar una forma de vida, según la
cual trabajar esforzadamente es bueno, la falta de moderación es mala, y el
triunfo es digno de admiración.
Estos lineamientos tiene sus raíces religiosas en la doctrina
calvinista.
[9]
Jacobo
Schatam, World Debt: Who is to pay?,
London, Zed Book, 1987
[10]
Los
trabajos de los neoclásicos sobre macro conceptos, de todas formas, están
basados en postulados bastante ingenuos.
[11]
Cada
articulación entre elementos es una relación, pero no cada relación es una
articulación. Ver nota de Capítulo
1
[12]
Este
capítulo ha sido tomado en gran parte de un trabajo previo de M. Max-Neef:
«About the Pruning of Language (and other unusual exercises) for
the Understanding
of Social Improvement», preparado para la Society for International Development,
New Delhi, India, 1988.
[13]
Vandana
Shiva, Staying Alive, Londres: Zed
Books, 1988, pág. 220. Abrazar
la vida. Montevideo: Instituto del Tercer Mundo,
1991, pág. 247
[14]
Jane
Jacobs, Cities and the Wealth of
Nations, Nueva York: Random House. 1985,
pág.
6.
[15]
Sobre
el concepto de Necesidades Humanas y Satisfactores. Ver la Primera Parte de este
libro
[16]
El
Centro de Alternativas de Desarrollo (CEPAUR) en Chile, encabezado por el autor,
está investigando sobre el tema.
[17]
Adaptado
de la conferencia en el marco de la Conmemoración de Schumacher en Bristol,
Inglaterra, el
8
de octubre de
1989.
[18]
La
Conferencia en Conmemoración de Schumacher,
sobre la cual se basa este capítulo fue realizada antes de la caída del régimen
de Ceausescu.
[19]
Vandana
Shiva. Staying Alive. Londres: Zed
Books. 198S.
[20]
Elaborado
en una conversación privada con el autor.