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En el vigente calendario religioso-festivo, los «muertos», «ánimas» o «fieles difuntos» se conmemoran el 2 de noviembre, con la visita ritual a los camposantos y el adorno floral de sus tumbas. Sin embargo, la Degollación de los Santos Inocentes aglutina, en torno al 28 de diciembre, acciones y personajes que se pueden conectar fácilmente con un arcaico culto a los «antepasados difuntos», muy probable origen de las mascaradas invernales que constituyen una de las modalidades festivas inmersas en lo más profundo del inconsciente colectivo. Ya el maestro
Caro
Baroja en su investigación
sobre el carnaval, mostró cómo el ciclo carnavalesco
arranca
con el día de San Nicolás (6 de diciembre) y la
elección
del «obispillo» (1),
para afirmar
más
adelante, al tratar sobre la fiesta de los locos de Écija (que
se
celebraba el 28 de diciembre): «Hemos hallado la conexión
de máscaras con cofradías de las ánimas en otras
partes,
incluso en carnaval, y esta conexión debe obedecer a algo.
También
la de los inocentes con las almas mismas... asociación
sobre
la que valdría la pena hacer mayores averiguaciones» (2).
Aquí se intentará colaborar en desentrañar algunos
aspectos de este enigma, estudiando la evolución del
fenómeno,
especialmente en la provincia de Granada. El culto a los muertos inocentes Monseñor Duchesne, en su estudio sobre los orígenes del culta cristiano, opina que la «Muerte de los Inocentes o Infantes» debió comenzar a celebrarse en el siglo V, y ya es incluida coma festividad del mes de diciembre en el Misal de Leonio, del siglo VII (3). Respecto a España, en dicha siglo debía ser ya una fiesta de cierta importancia, que tal vez coma derivación de la Epifanía se celebraba el 8 de enero. En el calendario mozárabe de Córdoba, del año 961, aparece duplicada, conmemorándose tanto el 29 de diciembre como el 8 de enero (4). De hecho, tanto los niños inocentes degollados por orden de Herodes Ascalonita, en Belén, como los siete hermanos macabeos, del Antiguo Testamento, son los únicos seres humanos fallecidos antes de que la palabra de Jehová se emitiera a través de Cristo que la Iglesia Católica honra como santos. Incluso hay autores que piensan que la fiesta de los Inocentes no es más que la sustitución de la anterior de los Macabeos (5). En toda caso, el culto a los «Santos Inocentes» eclipsó al de cualesquiera otros niños, llegando a ser venerados los cuerpos incorruptos de algunos, como el que aún se guarda en una urna en la sacristía de la catedral de Valencia (6). En la Capilla Real de Granada, la reliquia que se venera (y que es probable fuese donada por Isabel la Católica) es la camisa de uno de estos Infantes (7). En la misma Valencia, que debió ser un centro difusor de este culto, junto a la catedral se alza la basílica de la patrona del reino, Nuestra Señora de los Desamparados. En 1409, fray Juan Gilabert fundó allí la cofradía de «Nuestra Señora de los Inocentes y de los Desamparados», para tutelar a los locos pobres (he aquí una conexión entre «inocentes» y «locos» auténticos). Esta cofradía estaba a cargo de un hospital o manicomio que Michel Faucault considera influido por la medicina árabe, ya que no puede deberse al azar que los primeros manicomios de Europa hubiesen sido «fundados en el siglo XV en España. También es significativo que hayan sido los hermanos de la Merced, muy familiarizados con el mundo árabe, puesto que practican el rescate de cautivos, los que hayan abierto el hospital de Valencia: la iniciativa había sido tomada por un hermano de esta religión, en 1409... y confirmada por el rey y el papa en 1410» (8). En este mismo siglo ya consta que en Europa la danza de la muerte se efectuaba el día de los Inocentes (9), mientras que hasta no hace mucha una heredera suya, la ya mencionada danza de los locos de Écija, organizada por la hermandad de ánimas, recolectaba dinero para sufragar el culta de las almas del purgatorio (10). También en la cordobesa Fuente Carreteros, el 28 de diciembre era el día de los locos, cuando aparecían los danzantes, constituidos como «locaja», bajo el mando del «capitán de locos» y con la cuestación a cargo de la «loquilla», un niño de unos diez años (11). Rastreando las
fiestas de Inocentes acabamos
de topar con una hermandad de ánimas, por lo que será
bueno
dirigir ahora la investigación hacia esta institución. En
el vecino Portugal se ha detectado una cofradía de ánimas
existente ya en el siglo X (12). La más
antigua
de las que conozco en España es la de Pedroñera (Cuenca),
fundada en el siglo XIV, y que en los días anteriores al
carnaval
formaba una comitiva compuesta por el Diablo grande, seis diablejos y
los
alabarderos, que recorrían los caseríos cercanos para
recolectar
con qué costear el culto a las ánimas y la misa dominical
de 11 de todo el año. Por su parte, el día de la
Candelaria
salía «el Judas», con un horroroso disfraz de
trapos,
ahuyentando y a su vez siendo perseguido por los muchachos que le
gritaban:
«erro, erro, cabeza perro» (13).
También
en Cuenca, en Carboneras, salía en carnavales la cofradía
de ánimas para recolectar dinero, con un Diablo que remedaba al
cura y golpeaba a las mujeres (14). Hasta
tal
punto
están relacionadas estas cofradías con las diversiones
carnavalescas,
que en la palentina Alba de Cerrato se denominaba carnaval a «la
fiesta de la cofradía de las ánimas» (15). Datos antiguos sobre Granada La antigüedad de la institución social de las ánimas en Granada corre pareja con la de la propia reconquista. La Hermandad de Corpus Christi, Ánimas y Misericordia «entró en Granada con los Reyes Católicos, habiendo tenido su feliz nacimiento en el real de Santa Fe... tuvo su primer domicilio en la feligresía de Santiago. Daban allí posada a peregrinos, curaban enfermos y heridos, socorrían necesitados, recogían los cuerpos de los pobres difuntos, para sepultarlos. En 1502 hicieron
constituciones, que aprobó
el señor Talavera, primer arzobispo de Granada... Asiste esta
hermandad
con piadoso esmero a los sentenciados por la justicia al último
suplicio» (16).
Esta descripción
de la
función hospitalaria de la hermandad se debe al ilustrado fraile
trinitaria Antonio de La Chica, quien también relata, respecto
al
templo albaicinero de San Nicolás de Bari, que «la
Imperial
Universidad de esta ciudad celebra la antigua fiesta de este santo en
su
iglesia, llevando los estudiantes su obispo, que tenía su silla
junto al altar del santo. Elegíase éste el mismo
día
de San Nicolás, y había de ser uno de los ministros de
coro.
Duraba su dignidad hasta el día de los Inocentes, en cuya
día,
vestido de pontifical, asistía a los oficios divinos,
representando
los demás colegiales las dignidades de los señores
deán
y cabildo. El Sr. arzobispo Talavera en cuyo tiempo, y después,
se hacía este acto, servía de camarero, llevando la falda
de aquel obispo, celebrando todas las funciones con modestia, humildad
y silencio» (17).
En la Consueta
que regula
las ceremonias de la catedral granadina, que debió redactarse hacia 1509, se estipula que el día de los Inocentes: «Hacen todos sus oficios, cuerda y devotamente, sin que en ello haya burla, -ni chufa, ni deshonestidad alguna... en ninguna manera se consienta que haya sermón de burlas, y será muy penado el que lo hiciere» (18). La prueba de que no se consentiría ningún exceso es que esta costumbre fue tajantemente prohibida a los pocas años, en 1526 (19). Para tener una idea de lo que podía ser el desarrollo -normal de esta fiesta catedralicia, se puede acudir a las constituciones del obispado de Lugo, que en fecha tan tardía como 1669 prohíben los obispillos debido a: «invenciones ridículas... figuras impertinentes... mojigangas usando para ello de vestiduras sagradas y otras que están dedicadas a la exornación del sacerdote y al culto divino» (20). Parece muy difícil de explicar la persistencia del obispillo-rey de inocentes dentro de una liturgia poco proclive a bromear con lo sagrado, a no ser que responda a una relación interna con la único capaz de superar cualquier norma social: aplacar a la Muerte. Volviendo a la Granada morisca, en 1541 se aprueban las ordenanzas de la Cofradía de las Ánimas del Purgatorio, cuya finalidad es la ayuda mutua, basada en el socorro al hermano necesitado, la visita al enferma y la compañía en el entierro. Las obligaciones festivas de los cofrades eran asistir a las solemnes misas y procesión del día de conmemoración de los finados (2 noviembre) y el de los Santos Ángeles (primer domingo de mayo) (21). Ante la negación del purgatorio por los protestantes, la contrarreforma tridentina impulsó el culto de este tipo de cofradías (22). Sin embargo, a fines del XVII, esta misma cofradía de Granada languidecía sin cumplir sus deberes respecto a las ánimas benditas del purgatorio, o por «ser los hermanos poco fervorosos o por muchas obligaciones que los antiguos propusieron» (23). En los pueblos pequeños, unas cofradías sustituían a otras en el favor de los fieles, encontrándonos también con casos tan curiosos como el de la Hermandad de San Sebastián de Huéneja, que a mediados del siglo XVII conmemoraba la fiesta de su patrono Sr. San Sebastián, a fines del mismo siglo lo hacía con San Blas, mientras que un siglo más tarde se encargaba de costear las fiestas de San Blas, del día de los Inocentes y de la Nochebuena (24). Llegados al XVIII, en la alpujarreña Órgiva ocurrieron unos incidentes que dieron lugar a un proceso que nos aclara algunas de estas interconexiones. Comenzó con una denuncia del párroco a la Real Chancillería de que «notorio es a todo el catolicismo los muchísimos crímenes, ofensas y delitos que se han cometido contra ambas Magestades con el pernicioso abuso de las varas de Inocentes en las pascuas, causando un absoluto libertinaje... originándose tumultos, motines, quimeras y muertes en los pueblos... atropellando con aquella fingida y burlesca Jurisdicción todo lo justo, abominando lo bueno, sacando al pregón y pujas los abrazos hombres con mujeres, pujando el amancebado el asiento inmediato a su manceba en las fiestas que de noche se hacen, el disoluto novio al de la novia, y otras semejantes abominaciones que perturban la paz y quietud de las gentes, sin que hayan sido bastante para acabar de exterminar tan perniciosa abuso las repetidas órdenes, cartas pastorales y edictos que a este fin han expedido los Ilustrísimos Sres. Arzobispos de esta diócesis, prohibiendo el que por semejantes medios y pretextos se pida limosna para cofradías ni hermandades, siendo la causa de esto las Justicias y jueces reales de los pueblos dando éstos con su despotismo las varas de In tes a mancebos disolutos, acalorando en todo las operaciones de éstos y menospreciando la jurisdicción eclesiástica cuando pretende quitar pecados públicos...». Abierto el proceso, a fines de 1774 se toma declaración a varios testigos de la localidad. El primero en declarar es el médico, quien expone que durante cuatro años ejerció la vara de Inocentes «por ser de costumbre en este pueblo nombrar para dicho ejercicio los sujetos de más calidad, circunstancias y prudencia, y en dicho tiempo no conoció ni vio quimera, desazón, escándalo ni cosa que se opusiese a las reglas de buen vivir... no le consta nada de lo que el memorial refiere». Más adelante explica la antigua que era allí «la costumbre de recoger limosna para dicha función por el referido medio de Inocentes... de este modo puede hacerse la función al Sr. San Sebastián, patrono y tutelar de esta villa... y de ta 1 modo está radicada esta costumbre que en diciendo no hay inocentes, no hay comedia, no hay quien dé limosna para dicha función». Llamado a testificar otro vecino, declara que el año anterior «nombró el consejo de esta villa en el cabildo de ordenanzas por mayordomo del Sr. San Sebastián a...», quien fue requerido por el beneficiado de la parroquias a entregarle más de 200 reales de lo obtenido con las limosnas para repartir entre los demás titulares de la parroquia, a la que dicha mayordomo se negó por no haberse entregado nunca más de 36 reales, lo que motivó que dichos titulares se empeñaran en que no hubiera en lo sucesivo más funciones, justificándolo en que «la limosna que se recoge no es para gastar en cosas profanas» siendo así que «lo que se recoge sólamente se divierte al presente en los gastos de iglesia como sermón, consumo de cera y ropa de danzas, como asimismo en comedias que se traen para su ejecución de las de Granada, todo esto en obsequio del Sr, San Sebastián», finalizando su testimonio con que «no tiene noticia de que nunca haya habido en los años anteriores escándalo alguno, ni menos feriar mujeres». La declaración tomada a otros vecinos confirma lo anteriormente expresado (25). Creo que este
proceso esclarece el doble uso
al que se destinaban las limosnas recaudadas por medios tales como los
bailes de pujas, encierros en la cárcel, bromas de inocentes,
rescates,
fustigaciones y rifas o subastas diversas, que de hecha no son
características
del período navideño, sino que se aplicaban en todas las
grandes fiestas de las pequeñas localidades. Y no deja de
resultar
paradójico que sea en plena Ilustración cuando más
trabas y prohibiciones recayesen sobre las escasas posibilidades
festivas
del pueblo llano. Costumbres en la Granada oriental Las fiestas de Inocentes, como se ha visto, organizadas no sólo por las hermandades de ánimas, se extendieron por toda la geografía peninsular, aunque hoy día apenas queden recuerdos de ellas. En el caso de la provincia de Granada, donde aún se conservan -o han desaparecido muy recientemente- es en su zona nororiental, la altiplanicie de Guadix-Baza-Huéscar, En Cogollos de Guadix, según una informante de 83 años, había una hermandad de ánimas que por Pascua de Navidad recogía dinero con los «bailes de ánimas». Según le contaba su abuela, el siglo pasado también salía una procesión para sufragar su culto, con hombres cubiertos con carátulas o máscaras, túnicas y una cruz a cuestas, por lo tanto similares a los penitentes de Semana Santa. Según sus palabras: «Salían disfrazados para pedir benevolencia a los muertos, por los agravios que les hubieran hecho. Recorrían todo el pueblo, siendo evitados por el resto de la gente. La limosna recogida era para que no regresasen los muertos» (26). Este testimonio lo considero sumamente revelador sobre la motivación inconsciente del culto a las ánimas. También resulta sorprendente el parecido de esta procesión o mascarada con la «Santa Compaña» gallega. En la vecina Guadix (la ibera Acci), la hoy desaparecida Hermandad de la Virgen de Gracia organizaba bailes de rifa desde Pascua de Navidad hasta Reyes. Para elevar la recaudación le entregaban una caña a un hombre disfrazado a cuadros amarillos y rojos con bordados de dragones y medias lunas, y que por lucir un gorro con flores era llamado «florero» o «floreo». En Benamaurel, entre el 25 y el 28 de diciembre salían de cuestación cuadrillas con panderetas, guitarras y bandurrias, improvisando coplas que aludían a los sucesos del ato. Llevaban la cara tiznada y cada ato se disfrazaban de modo diferente. En Huéscar, la hermandad de ánimas organizaba las cuadrillas de Inocentes, acompañada cada una por un calcaborras (27), personaje de disfraz grotesco con gorro de flores y que gozaba de cierta autoridad. Desde el 25 de diciembre recorrían las casas y cortijos cercanos pidiendo limosna, como también la recogían en los bailes de puja nocturnos. El día 28 cantaban coplas en la misa de medianoche. Con el mismo fin recaudatorio, a veces el asilo y otros años ellos, organizaban también la fiesta de Reyes, el 5 de enero, con diálogos entre Jusepe y Rebeca, el centurión y los Reyes Magas, y saliendo un calcaborra como embajador de Herodes sobre una mula que daba caces. Estas funciones o auto de los Reyes desapareció hacia 1915, mientras que las cuadrillas salieron hasta los años treinta (28). En esta década de los ochenta sólo conozco dos localidades donde aún perdure la fiesta de los Inocentes. En la antiquísima Orce, unas falsas autoridades se hacen con el mando del pueblo: alcalde, cura y juez, llevando este último una romana para pesar los pecados del que pillan por la calle. Nadie se libra de las multas o inocentada: por «guapo», por «sombra» o por lo que sea. Al que no las paga, lo encierran en la cárcel auténtica hasta que lo hace. También sucede que se encierre a alguien porque otra persona ha dado dinero con tal objetivo. La fiesta se inicia a la salida de la misa de la mañana del 28 de diciembre: quien no paga, no sale, y dura hasta la noche. En alguna ocasión sacan un carro con bandera de pirata y suben encima a quien no quiere pagar, paseándolo por el pueblo para que se burlen de él. Respecto a la fiesta de Ánimas, su celebración era curiosa: el sacristán y los monaguillos pedían limosnas por las casase y con lo recolectado se preparaban un banquete en lo alta de la torre, donde se pasaban toda la noche del 1 de noviembre tocando las campanas en memoria de los difuntos. También salían a cantar las pandillas de ánimas del mismo Orce y sus anejos Venta Micena, Fuencaliente y Campo de Alfaguara. Respecto a su calcaborra, bufón o diablo fustigador, sólo aparece en la fiesta de San Antón, al igual que sucedía con el de la vecina Galera. Donde mejor se ha conservado la tradición es en la Puebla de Don Fadrique, casi limítrofe con Jaén, Albacete y Murcia. Los antiguos libras han desaparecido, por lo que no se pueden comprobar las fechas que dan algunos estudiosos locales. El dato más antiguo que he encontrado consta en el archivo municipal, en su informe para el catastro de Ensenada. Así sabemos que en 1752 la Hermandad de las Ánimas Benditas poseía 23 casas en el pueblo, lo que indica considerable riqueza. En el archivo parroquias se conserva un libro de la Hermandad de las Ánimas iniciado en 1795 y que la relaciona con la parroquia de las Santas Mártires del Monte bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción. La junta general se celebraba cada 8 de diciembre en la ermita del Monte, y estaba regida por un hermano mayor, 4 cuadrilleros (que pasarían luego a denominarse diputados), fiscal, tesorero, arquero (el arca tenía tres llaves) y secretario. Cada nuevo hermano debía aportar un blandón de 2 libras de cera para ser encendido en entierros, procesiones y otras funciones. De 1812 es la disposición de que «cuando se recogieron las limosnas de reses, se escogiera una y se destinase a la comida del día de Inocentes, y de la limosna de granos, media fanega para el pan». Respecto a las cuentas, se ve que cualquier donativo es aceptado, ya que se inscriben la mismo borregas, lechonas, pavos y gallinas que garbanzos, lana y guitarras. Respecto a los gastos, el ato 1819 fueron destinados a: sermón del 8 de diciembre, día de los Difuntos, aniversarios de los hermanos muertos cada lunes del ato, 81 misas rezadas por el cura y 436 misas rezadas en el convento de franciscanos de la Puebla. Respecto a la actual hermandad de ánimas de la Puebla, sus estatutos no están escritas, por lo que se conocen de memoria. El 25 de diciembre, el tambor y el munidor (miembro más antiguo de la hermandad) salen en busca de los calcaborras o guardianes del orden público, con sombrero de flores y látigo, dos con casaca colorada (los de más prestigio) y otros dos de verde, a los que se ha unido otro que representa al de la Sierra. Una vez reunidos, van a por los Inocentes: los 2 ministros (de levita y sombrero negro con flores), el primer alcalde (a quien le hacen la cortesía quitándose el sombrero» y el teniente de alcalde (levita y bicornio negro). En la misa de 12, las autoridades de Inocentes se sientan en primera fila mientras que los calcaborras escoltan al cura, formando una especie de guardia militar. Se cantan villancicos y «aguilandos». Luego van en cortejo a la plaza y se echa el pregón de Inocentes, criticando los sucesos anuales. Esa tarde y al día siguiente van de cuestación por las calles. El 27, junto a la ermita de San Antón tienen el baile de ánimas o de puja, subastando el derecho a bailar. Luego se producía la «entrada» del calcaborra que había ido a pedir por la sierra, con un ritual de alejamiento y regresa y un pulso simbólico sobre quién obtuvo mayor limosna, ganando siempre los locales. Luego se entregaba todo en la casa de ánimas o de la hermandad. El día 28 continúa la colecta y las subastas del baile del santo, concluyendo por la tarde con la «entrada en la plaza de arriba», tiznándose, obligando a los calcaborras a comer berzas o pimientos picantes y beber vino en orinal, mientras ellos se defienden con sus correas. Esa noche, formando un cuadro los calcaborras, todo el mundo tiene que pasar por delante y recibir su ración de correazos, desde los músicos hasta las autoridades, siendo ellos mismos los últimos en ser golpeados por sus semejantes. El día 12 de año tiene lugar la junta general de la hermandad, para hacer las cuentas, pagar los gastos y a los músicas y guardar el dinero sobrante para obras sociales, misas de 12 de los domingos y funerales. Cada dos años se eligen nuevos hermano mayor, secretario y tesorero (29). Finalmente, una
mención a las coplas
de ánimas. Estas coplas semilitúrgicas siguen vivas,
emparentadas a la fiesta de las ánimas, en Orce, con una
melodía
casi idéntica a las que se cantan en la murciana Yecla, lo que
indica
una transmisión cultural directa entre ambas localidades. Por su
parte, en la Alpujarra se siguen cantando en Cádiar,
Ugíjar,
Cherín y Mecina Alfahar, revitalizadas en los últimos
años
gracias a los concursos de cante y cuerda que se vienen celebrando en
esta
comarca.
(1) Julio Caro Baroja, El carnaval, Madrid, Taurus, 1979: 148. (2) Ibídem: 334. (3) Louis Duchesne, Origines du culte chrétien. Étude sur la liturgie latine avant Charlenagne, París, E. de Boccard, 1920 (5ª ed.): 284 y 162. (4) Le calendrier de Cordoue de l'anné 961, publicado por R. Dozy, Leyde, 1873, y El culto de los santos en la España romana y visigoda, C. García Rodríguez, Madrid, CSIC, 1966: 139. (5) Así la afirma Benito Mas y Prats en «Costumbres andaluzas: La danza macabra en las campiñas», La Ilustración Española y Americana, XLVII y XLVIII, 22 y 30 XII 1885. (6) Carlos Pascual, Guía sobrenatural de España, Madrid, Al-Borak, 1976: 217. (7) Ibídem: 218. (8) Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica, I. México, Fondo de Cultura Económica, 1976: 188. (9) Ibídem: 534: «Según el Journal d'un bourgeois de Paris, el año 1424 se efectuó la danza macabra el día de los Inocentes. (10) Mas y Prats, op. cit., segundo artículo. (11) Guía de fiestas populares de Andalucía, Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 1982: 230. (12) C. A. Ferreira de Almeida, «Ementaçao das almas», Revista de etnografía, núm. 5, Porto, 1964, citado por J. L. Pérez de Castro, «Las ánimas y su presencia en la etnografía del Eo», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XXXIV, 1978: 282. (13) Juliana Izquierdo, «Cofradías típicas de Pedroñera (Cuenca)», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, nº II, 1946: 493-495. (14) Caro Baroja, op. cit.: 331. (15) María A. Luz y C. Prieto, «Palabras más típicas de Palencia», RDTP, nº I (3 y 4), 1945: 670. (16) P. Antonio de la Chica, Mamotreto de gacetillas curiosas y semaneros granadinos, 7-V-1764, Granada. (17) Ibídem: 28-V-1764. (18) Consueta de ceremonias y gobierno de la S. I. Catedral A. y M. de la ciudad de Granada, Granada, 1819, cap. 55. (19) J. López Galo, S. J., La música en la catedral de Granada en el S. XVI, Granada, Fundación Rodríguez Acosta, 1963: 251. (20) Xesús Taboada, Ritos y creencias gallegas, La Coruña, Sálvora, 1982: 129. Parece que en la actualidad todavía queda una reminiscencia de esta tradición en la catedral de Orense, al encargarse un niño de dirigir el coro el día de Inocentes. (21) Ordenanzas de la Cofradía de las Ánimas del Purgatorio de Granada, aprobadas por D. Gaspar Dábalos, 9-V-1541. (22) Como ejemplo local se puede mencionar la Cofradía de Ánimas de Íllora, aprobada en 1593. (23) Ordenanzas de..., reforma añadida el 15-V-1685 (24) Hermandad de San Sebastián de Huéneja, libro II. (25) Documento núm. 321-4419-10 de la Real Chancillería de Granada, a mi parecer totalmente inédito. (26) Entrevista a la señora Dolores efectuada en abril de 1981. (27) Sobre la tribu de los cascamorras o calcaborras tengo un artículo titulado «El encierro del cascamorras» en la Gazeta de Antropología, nº 2, Granada, 1983. Por su parte, el maestro D. Julio Caro Baroja encontró hacia 1950 informes en algunos pueblos de Almería según los cuales los vecinos elegían a un alcalde, 3 ministros y 3 secretarios encargados de recoger dinero para las ánimas, bajo las órdenes de individuos armados de un látigo con un trozo de cuero en la punta, «los cascamorras», que también efectuaban simulacros de lucha entre ellos, bailes de pujas y peroratas burlescas. Estas «autoridades de Inocentes» son muy semejantes a las que aún salen en Granada oriental. El carnaval: 325. (28) Informes de Pascual Castillo, sacristán de la parroquia de Santa María la Mayor (Memorias, mss. de 1963) y de José Guerrero, entrevistado en 1982. (29) Informes de
Guillermo
Marín, tesorero en la hermandad, recogidos en 1983. |
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