|
|||||
|
|||||
Interesado desde hace años en conocer y analizar la fiesta y la religión en Granada, buscando sus funcionamientos y significados antropológicos, no podía pasar de largo ante la iglesia de los capuchinos de Granada, situada en los jardines del Triunfo, sobre todo si esto ocurría un día nueve de cualquier mes, especialmente en el mes de febrero. Llama la atención del observador y del curioso el encontrarse en plena ciudad, esos días nueve, con una auténtica romería, que para muchos tiene tintes de peregrinación desde lugares lejanos de Andalucía. Es la romería cuyo santuario y meta es la tumba de Fray Leopoldo de Alpandeire, en la cripta de la iglesia de los capuchinos. Es la romería de los favores. El que la romería se repita todos los días nueve del año se explica porque Fray Leopoldo murió el día 9 de febrero de 1956, con fama de santidad. La costumbre de acudir a las tumbas de los mártires y santos está muy arraigada en la Iglesia católica. Aquí estamos ante un caso de religiosidad no de ritmo anual (como es, por ejemplo, la fiesta del patrón), ni de ritmo semanal (como sería la misa dominical), sino de un ritmo mensual: mensualmente se viene a la tumba de Fray Leopoldo, recordando el día de su muerte. Nació Fray
Leopoldo en Alpandeire (Málaga),
el 4 de junio de 1864, en el seno de una familia humilde, dedicada a
las
labores del campo, en el que trabajó hasta los 33 años,
en
que decidió hacerse capuchino. En 1899 vistió el
hábito
capuchino en Sevilla, pero durante más de medio siglo
residió
en Granada, dedicado a pedir limosna para su convento y misiones de la
orden, y repartiendo lo que recogía, junto con sus oraciones,
consejos
y consuelos. Llevó una vida austera. La devoción a Fray
Leopoldo
arraiga en Granada ya en los últimos años de su vida,
cuando,
todavía en vida, era considerado como santo por mucha de la
gente
del pueblo que le pedía consuelo y favores, mientras iba por las
calles y pueblos de Granada pidiendo limosna. Impresionaba
(según
cuentan muchas personas que lo conocieron) su pobreza, su vida
entregada
a Dios y a los demás, y su actividad de limosnero que
repartía
todo lo que le daban. Tenía fama de gran bondad y daba consejos
breves, pues era una persona de pocas palabras. Su muerte
acentuó
estos sentimientos de afecto y devoción popular, y su entierro
fue
algo que impresionó a la sociedad granadina y que marcó
el
futuro de la devoción que hoy observamos. Lo tuvieron que
amortajar
varias veces, según nos han contado, pues le cortaban trozos de
hábito y le quitaron los cordones. Lo enterraron en el
cementerio
de Granada, en el panteón capuchino, y, a los dos años,
el
diario Ideal de Granada inició una colecta para
desenterrarlo
y llevarlo a la iglesia de los capuchinos, donde hoy reside. Para la
gente
del pueblo había surgido un santo. I. El ritual de la visita a fray Leopoldo El día 9 de agosto de 1989, la cadena SER de Granada, en el programa local de mediodía, anunciaba que «siguen siendo miles y miles de granadinos los que, a pesar del calor y a pesar de las vacaciones, se acercan a la tumba de Fray Leopoldo». Y ¿qué ocurre cada día 9, en la tumba de Fray Leopoldo? Ya desde las seis de la mañana se observa movimiento de vendedores ambulantes que van instalándose en las inmediaciones de la iglesia. Sobre las siete y media de la mañana, empieza a llegar la gente. A las 8 se celebra una misa en la cripta donde está la tumba de Fray Leopoldo, generalmente con un lleno total. Hay homilía y colecta en que todas las personas echan dinero en la cesta. Se acerca mucha gente a comulgar. La cripta estará abierta ininterrumpidamente al público hasta las ocho de la noche. Ésta será la única misa celebrada en la cripta. Sin embargo, arriba en la iglesia, habrá varias misas a lo largo del día, así como una intensa actividad de confesiones a las que acuden los devotos antes o después de pasar por la tumba. El desfile ritual ante la tumba comienza inmediatamente después de la misa de 8. No parará hasta las ocho de la tarde. Sus momentos de mayor afluencia serán de las 10 a las 2, por la mañana, y de las 6 a las 8, por la tarde. Pero, incluso en los momentos de más calma, la tumba no se quedará sola ni un solo momento. La afluencia es tan numerosa y masiva en algunos momentos que los padres capuchinos han decidido tener durante todo el día a dos agentes de seguridad, de la compañía Sevise, que les cuestan por día 30.000 ptas, y cuya función es controlar la entrada en la cripta, parando el paso de gente cuando ya hay un grupo suficiente abajo en la tumba y acelerando el paso de la gente por la tumba, ya que tienden a quedarse inmóviles ante ella. Preguntados dichos agentes sobre el por qué de su presencia, nos daban dos razones: La aglomeración de gente puede ser peligrosa y, además, hay un gran movimiento de dinero, ya que, como veremos más adelante, la gente viene a pagar favores o promesas en alguno de los varios buzones o cepillos que (según mi observación y la opinión de los vendedores ambulantes) «deben llenarse varias veces a lo largo del día». El tipo de devotos que acuden no lo he podido determinar por métodos estadísticos. Tomando como información la observación repetida de varios día 9, los testimonios de informantes, entre ellos del Superior de los capuchinos y vicepostulador de la causa, y el análisis del Boletín de Favores que se publica cada dos meses, se puede decir lo siguiente: Hay una notable predominancia de mujeres que rondan los 50 años; la clase social que más acude es la media baja y baja, con un nivel de instrucción no muy alto y un predominio de zonas rurales o urbanas de procedencia rural, ubicadas hoy en los barrios. Hablo de predominancia, no de asistencia exclusiva. Pues no faltan en la peregrinación a Fray Leopoldo algunos hombres maduros y jóvenes, ni chicos y chicas jóvenes e incluso niños. Pero da la impresión de que no son ellos los «devotos» adecuados, incluso llama la atención el verlos allí y se sospecha (o se sabe por las entrevistas) que la razón de su presencia es la curiosidad o el acompañar a familiares o amigos. Los devotos acuden, generalmente, en pequeña o gran romería. Cada día 9 pueden encontrarse en los alrededores de los jardines del Triunfo (donde está la iglesia de los Padres Capuchinos) varios autobuses de forasteros, que han traído peregrinos de fuera de Granada, sobre todo de Andalucía oriental. Son grupos que combinan la visita a la tumba de Fray Leopoldo, objetivo central de su viaje, con otras actividades de visitas turísticas o de compras. En Vélez Málaga hay una empresa de autobuses que, todos los días 9, ofrece un viaje a Granada, a Fray Leopoldo, con comida incluida, por un precio económico. Además de los forasteros venidos de lejos, cada día 9, se observa a los granadinos y a los devotos de los pueblos que forman el cinturón de Granada. Nos decían que el conductor del autobús de Las Gabias comentaba que se notaba muy bien cuándo era día 9 del mes, por el aumento de personas que tomaban el autobús para venir a la tumba de Fray Leopoldo. Es frecuente ver a dos o tres mujeres juntas (familiares, amigas o vecinas), matrimonios y parejas de novios. Podríamos decir que existe un ritual que casi todas las personas siguen en la visita central de esta peregrinación. Vamos a intentar reconstruirlo: Muchas personas se proveen de flores en alguno de los 8 ó 9 vendedores de rosas, gladiolos y claveles de todos los colores. El ritual propiamente dicho empieza poniéndose en la cola, que será más o menos larga según la hora del día. Mientras hacen cola, y a medida que avanzan lentamente, irán pasando junto a los mendigos y tullidos, que se han colocado estratégicamente para ser vistos de cerca, mientras con la mano o la palabra piden una limosna. Según nos dice un hermano capuchino, casi siempre son los mismos. El día 9 de agosto había un chico baldado de pies y manos, sobre una silla de ruedas; a su lado había otro chico de unos 12 años que iba recogiendo las monedas que echaban en la mano del tullido. Frente a la entrada de la iglesia, había una señora de unos 50 ó 60 años, pidiendo, con una foto de su familia y un retrato de Fray Leopoldo y un cartel que decía: «Pido una ayuda para seis hijos. Gracias». A su lado, una madre joven, de 20 ó 25 años, con un niño en brazos y medio en cueros. Junto a ella, otra en parecidas circunstancias. Finalmente, también en la puerta de la iglesia, había un padre con un niño a quien daba el biberón. Mientras la gente avanza en la cola, al pasar ante estos casos de miseria mendigante, van dándole limosnas. Pude observar que un 40% aproximadamente, de los que pasaban, dieron algo al chico baldado (una moneda de 25, 50 ó 100 pesetas). En una media hora que estuve observando, recogió alrededor de 4.000 pesetas. En el porche exterior de la iglesia están las escaleras que bajan a la cripta de Fray Leopoldo. Y en el comienzo de las escaleras están los dos guardias de seguridad, que van dejando pasar a la gente en varios turnos. Se inicia lentamente el descenso de la escalera, y pronto se divisa el santuario, tras una reja con un cristal que tiene un agujero para poder pasar la mano y tocar el sepulcro. A ambos lados hay dos buzones: el de la derecha dice: Fray Leopoldo. Favores y proceso; y el de la izquierda: Obras sociales y de caridad. Fray Leopoldo. Algunos, nada más bajar la escalera, se paran ya en la reja y meten la mano por el agujero del cristal, para tocar ya por primera vez el mármol de la tumba que van a visitar en seguida. Casi la mitad de la gente que desfila pudimos ver que se paraba para echar dinero en el buzón de los favores y proceso. La parada siguiente es ante una hornacina donde hay una Inmaculada, exaltada en el cielo entre ángeles, rayos y flores. Esta hornacina tiene también un buzón con la recomendación de rezar tres avemarías que recuerdan el consejo y práctica del mismo Fray Leopoldo, de rezar tres avemarías para conseguir algo. Tras esta parada se entra en la cripta, donde hay un altar mayor; en la parte posterior, frente al altar, se encuentra la tumba de mármol gris, que contiene el cuerpo de Fray Leopoldo, objetivo de la peregrinación. La gente, según recomienda el cartel de entrada, «deposita las flores en unos recipientes de chapa, colocados en la baranda, para que la tumba de Fray Leopoldo permanezca limpia y visible», pero se quedan siempre con una flor. Los que no llevan flores toman de este depósito de flores una para poder pasarla por la tumba lentamente, lo más lentamente posible, hasta el punto de que, a veces, el guardia de seguridad o un hermano capuchino están allí rogando que no se queden parados y que circulen. Mientras pasan la flor por la tumba, las personas van sumidas en actitud de concentración y de oración, musitando palabras en su interior. Siempre se ve a algunas personas que no se contentan con el mero pasar y que buscan un contacto más prolongado, quedándose en uno de los extremos de la tumba, con la cabeza bien pegada al mármol, de pie o de rodillas, en actitud de oración. Tras esta estación central, el rito ofrece otra parada a la salida de la cripta, todavía en la parte baja de la iglesia, ante un crucifijo colgado en la pared. Los devotos se paran, lo miran en silencio mientras rezan, lo tocan con las manos por todo el cuerpo, a veces obsesivamente, o le pasan algún objeto (generalmente un pañuelo o la flor) por los pies, piernas, cara o costado. Observo cómo algunos devotos, tras tocar al Cristo, se pasan ese objeto por alguna parte de su cuerpo (1). En los pies del Cristo hay un lucernario donde la gente va dejando velas encendidas y una limosna en el buzón de las obras sociales. Todavía hay algunas personas que se detienen ante una imagen grande de San Juan Bautista, que también está en la entrada de la cripta. Se puede decir que todas las imágenes y símbolos de lo sagrado de la cripta son tenidas en cuenta y frecuentadas en esta peregrinación. Tras esto, suben la escalera pausadamente, para salir al porche de la iglesia. Gran parte de los devotos/peregrinos entran en ella, antes o después del descenso a la cripta, para por misa o confesar. Y tras esto, ya en la calle, viene el momento de comprar algún recuerdo de Fray Leopoldo, en los vendedores que rodean la iglesia o en la tienda oficial llevada por los Padres Capuchinos (2). Los vendedores ofrecen también la oportunidad de comprar algún regalito para llevar a los niños o de adquirir algún producto de la estación, por ejemplo los melones y sandías que pregonaba una señora en la puerta de la iglesia: «Niñas, ¿qué melones! ¡Dos, veinte duros! ¡Vendo las sandías calás y probás... a veinte duritos la pieza!». La devoción a Fray Leopoldo se concentra en el ritual de esta romería que acabamos de describir. Pero no sólo se reduce a esto. Fray Leopoldo estará presente en las casas y en la vida de sus devotos, por las reliquias y estampas que la gente se lleva para sí mismos o para regalar a otros. Cuando llega la ocasión (generalmente de apuro o necesidad), el recuerdo o la reliquia va a intervenir. Baste este testimonio para ilustrar lo que digo:
He venido
observando
este ritual y esta devoción
a lo largo de nueve años, desde 1980 a 1989. Puede decirse que
se
trata de una devoción que, lejos de extinguirse, sigue
funcionando
de la misma forma, con un incremento cuantitativo de los devotos y del
aparato externo en su celebración. El número de devotos
ha
aumentado considerablemente, así como los vendedores ambulantes.
El P. Vicepostulador de la causa nos dice que actualmente desfilan unas
diez mil personas; otras personas nos hablaron de treinta mil. El
ritual
sigue siendo el mismo. También los mecanismos de
divulgación
de esta devoción persisten: El testimonio personal de los
devotos
que pregonan los favores y atestiguan «lo milagroso que es Fray
Leopoldo»,
los souvenirs y reliquias y, sobre todo, el Boletín
de
Favores que lleva ya 32 años existiendo y que publica el
convento
de capuchinos de Granada, desde un año después de la
muerte
de Fray Leopoldo. En este boletín se abre un cauce para expresar
los favores recibidos. Consta de once páginas y tiene este
esquema
básico: Dos hojas contando brevemente algunos favores, tres
hojas
dedicadas a reseñar los nombres y apellidos de personas que
ayudan
al Hogar Fray Leopoldo (donde hay en la actualidad 110 ancianos que
aportan
lo que pueden y que se suelen acoger según estén
más
necesitados de vivienda, recursos y compañía), a las
obras
sociales (la residencia para madres solteras que llevan las religiosas
oblatas en la calle Elvira, la parroquia de Haza Grande y algunas
personas
particulares que van a pedir al convento). Siguen unas seis hojas de
nombres
de personas, ordenadas por provincias, «que agradecen favores
obtenidos,
que cumplen promesas y que imploran la intercesión del siervo de
Dios». Hay de todas las provincias de España y
también
de españoles que están en el extranjero. En estos nueve
años
transcurridos, el esquema del boletín sigue siendo el mismo. El
único cambio, explicable fácilmente, es que la
versión
de 1989 ha mejorado el papel y la impresión y que también
se han introducido cuatro páginas orientadas a catequizar a los
lectores sobre la oración litúrgica de la
eucaristía. II. Un mercado de miseria y de favores La miseria humana y lo sagrado se encuentran cada día nueve en Fray Leopoldo, hasta formar un gran mercado, donde se intercambia profundamente. Se da para recibir. El que quiere recibir tiene que dar. Los días nueve en esta peregrinación se da mucho (según hemos observado) porque se quiere recibir mucho. De la lectura de los boletines y de las entrevistas que he hecho se puede concluir que en este mercado religioso se busca todo aquello que la existencia humana individual y social no puede obtener, dadas sus limitaciones, a nivel de salud, laboral, familiar, social, etc. Los clientes de este mercado tienen una experiencia intensa del dolor, del mal, de la limitación de sí mismos, en los suyos y en la sociedad. Se sienten asediados por males, peligros y limitaciones de todo tipo. Añadamos también como dato característico de los devotos de este mercado sagrado el que son gente que no busca el remedio a esta situación en otros mercados más racionales o tecnológicos. No creen que puedan hacer frente adecuadamente ni por sí mismos ni por la acción técnica, política o social. Hay ausencia de una capacidad crítica, programática y transformadora, propia de estas instancias racionales. Sólo creen poder liberarse de estas situaciones si cuentan con la fuerza y el apoyo de lo divino, presente en determinados lugares, objetos o personas del mundo, en lo «sagrado». Esta fuerza se pide o se consigue por un procedimiento religioso-mágico ritual. La religión se convierte así en la solución (por el milagro y el favor) de estos males individuales y sociales, físicos y psíquicos, temporales y eternos. La predominancia de este tipo de religiosidad en Andalucía (tierra de subdesarrollo y miseria), así como en regiones de parecidas características (por ej. Galicia) se explica obviamente. Son regiones donde el polo irracional tiene más vigor que el racional, por la menor implantación de la racionalización que conllevan los procesos de industrialización y urbanización. Y, dentro de estas regiones, son precisamente las capas sociales más bajas en el nivel económico y de instrucción las que acuden a estos mercados de lo sagrado. Y digo estos porque Fray Leopoldo no es el único. Hay otros muchos mercados de parecido ambiente. El día 5 de octubre, por ejemplo, acudí a observar y participar en la romería del Cristo del Paño, en Moclín, de especial actualidad este año en Granada, por haberse publicado en el periódico Ideal un artículo en los días previos a la romería con una presentación un poco despectiva, cosa que ofendió profundamente a los vecinos, devotos, y a las autoridades religiosas y cívicas. Es difícil imaginar cómo en un día laborable (era un jueves), en un pequeño poblado perdido en los Montes Orientales, pueden aparcarse más de doscientos autobuses y casi mil coches, con una muchedumbre inmensa de personas conviviendo en un espacio reducido. Durante toda una mañana y una tarde van moviéndose todos, entre chiringuitos, puestos de recordatorios del Cristo del Paño y otros santos y curanderos (Virgen de las Angustias de Granada, Fray Leopoldo, santo Manuel y santo Custodio), y la procesión del inmenso cuadro del Cristo del Paño que baja del castillo y se pasea por el pueblo, entre un intenso olor a cera y sudor humano. Llama la atención el ver que las condiciones socioeconómicas y culturales de esta gente son las mismas que las de los devotos de Fray Leopoldo de que venimos hablando. En este sentido pregunté a varias personas en Moclín si eran devotos también de Fray Leopoldo de Alpandeire, y me dijeron que sí. Una mujer me decía que a ella nunca le faltaban las estampas del Cristo del Paño, de Fray Leopoldo y de la Virgen de las Angustias y que se las daba a todos sus hijos para que los protegieran. Es frecuente, pues, que este grupo de devotos asocie varios santos protectores o devociones que se refuerzan mutuamente por ser del mismo signo. Y lo curioso es que conviven sin causarle problemas la devoción a la Virgen de las Angustias y al Cristo del Paño (gestionadas y supervisadas por la institución eclesiástica) con el santo Custodio, el santo Manuel y otros santos curanderos que están en total marginalidad con la institución católica (4). En realidad, el funcionamiento religioso de ambos casos es el mismo. Si analizamos más en detalle el ritual de Fray Leopoldo (caso típico, a nuestro entender, de la forma de mediación religiosa de que acabamos de hablar), vemos que funciona sobre un mecanismo de intercambio y de contrato: Se quiere recibir algo (se pide algo) y para ello hay que dar algo. Hay un contrato por medio de un contacto físico entre ambas partes. Es el mecanismo del do ut des, del intercambio con lo sagrado, tan magníficamente estudiado por Marcel Mauss en su obra Ensayo sobre el don (5). En la devoción a Fray Leopoldo de Alpandeire «se reciben, se obtienen muchos favores», como atestiguan los boletines de favores que se publican seis veces al año, desde hace ya treinta y dos años. Según hemos podido deducir de las entrevistas realizadas y de los boletines, los favores que se piden o se agradecen se refieren a la salud, a los estudios, al trabajo, a los accidentes y a todo tipo de problemas psicológicos, familiares y sociales. Y el favor consiste en que ocurra no por los cauces normales y adecuados, en que se facilite lo difícil o se sobrelleve fácilmente lo penoso. Y ¿qué se da a cambio? ¿A quién se da? Las flores, las velas y el dinero son las ofrendas más usadas en las promesas y en el agradecimiento de los favores. La visita a la tumba y la misma peregrinación del día nueve es otra de las cosas que se ofrecen o prometen. Nos ha llamado la atención el no encontrar los tradicionales exvotos que se encuentran en los santuarios y lugares de peregrinación (tablillas narrativas o réplicas de las partes o motivos sobre los que se realizó el favor o milagro -ojos, piernas, pelo, nariz, pechos, manos, niños, etc.-) (6). Creemos que esta función la cumple en nuestro caso el Boletín de Favores, donde quedan plasmados los mismos. La imprenta sería el vehículo para el exvoto. Además, así se encubre un uso católico que es propio de Dios, la Virgen o los santos canonizados. Los frailes capuchinos se guardan mucho, según me decía el superior y vicepostulador de la causa, de que la gente trate a Fray Leopoldo como a un santo, antes de ser beatificado. Por eso no quiere que le pongan velas o le recen como a un santo. Creen que esto más bien retardaría o dañaría al proceso. Pero el «dar necesario para recibir» no sólo se realiza hacia Fray Leopoldo sino también hacia una serie de personas presentes en el lugar de peregrinación. Se da a los mendigos que están pidiendo solución económica para su miseria y se echa dinero en los buzones para las obras sociales. Como si fuese condición para recibir el dar a otros. Para recibir un favor de Fray Leopoldo hay que estar dispuesto a dar limosna, ya que él fue limosnero. Es costumbre también el comprar estampas y souvenirs para regalar, porque, según me dijeron varias personas, el dar a otros un regalo o recuerdo de Fray Leopoldo trae buena suerte. La generosidad económica es, pues, grande en Fray Leopoldo. El dinero corre abundante, a pesar de que son poco adinerados los clientes que acuden a este mercado de los favores. El encuentro del dar y del recibir se constituye bajo un contrato que obliga a ambas partes: al devoto y a lo sagrado. Nos decían: «Usted lo pide y, si coincide que le sale lo que usted ha pedido, echa la promesa: pues voy a ver esto o lo otro.» «A mí me han contado que ha hecho muchos milagros.» «A mí, desde luego, todo lo que le he pedido me lo ha concedido. Yo le tengo mucha fe.» Y ese contrato obliga porque puede ser pernicioso si no se cumple: «Si usted tiene una promesa y no la cumple parece que falta algo... que tó lo malo que le viene se cree usted que es de eso, de no haber cumplido la promesa». El contrato se
sella
en la visita a la tumba
por el contacto y la oración individual. Llama la
atención,
al ver pasar a la gente por la tumba, la insistencia en tocar con las
manos
o con la flor. Y ese contacto se extiende, además del sepulcro
de
Fray Leopoldo, al Cristo en cruz de que hemos hablado, que está
ennegrecido y gastado de tanto pasarle la mano. Testimonio de ese
contrato,
sellado por el contacto, será la estampa o recuerdo con la
imagen
de Fray Leopoldo que la gente se llevará a casa. El ansia de la
gente de llevarse cosas que hayan estado en contacto con Fray Leopoldo
es desorbitado. Nos cuenta un hermano capuchino que se llevaron un
clavo
de este Cristo y que lo devolvieron al cabo de un
año.También
se llevaron una cruz que había en el sepulcro y una letra de las
cruces de la puerta de la iglesia. Porque toda la iglesia está
impregnada
de la fuerza sagrada de Fray Leopoldo. III. Reflexiones finales En este artículo he procurado, sobre todo, una presentación etnográfica de un caso de religiosidad popular marginal, muy conocido aquí en Granada. He contado la peregrinación a la tumba de Fray Leopoldo los días nueve, con una preocupación de análisis minucioso y de globalidad. He hecho ver cómo este caso está relacionado con otra serie de rituales a los que acuden los mismos devotos. No quiero terminar sin esbozar algunos trazos interpretativos que pueden aportar algo a la antropología de la religión. Veamos: 1. En el caso de Fray Leopoldo, asistimos a un proceso de sacralización de una persona que empieza ya en vida de la persona, que se refuerza desde su muerte y que se va reforzando a lo largo de los 33 años pasados desde su muerte por medio del Boletín de Favores y, sobre todo, por los dichos, historias y leyendas transmitidos por la tradición oral de los devotos. El frailecito lego que conocieron muchos granadinos y malagueños, pidiendo por las calles «dicen que es muy milagroso». Y, por eso, acuden las gentes a «la romería de los favores de cada día nueve». Poco importa el que no esté todavía reconocido santo o beato por la iglesia jerárquica. El grupo de devotos reconoce que en Fray Leopoldo se manifiesta y reside la fuerza de lo sagrado que es la solución a sus problemas. Aunque no esté canonizado, sí que está sacralizado en la sociedad granadina, y diríamos que está altamente sacralizado a juzgar por las características cuantitativas y cualitativas de la devoción que hemos expuesto (7). Como decimos, el gran propagador de esta devoción es el mismo grupo de devotos que se lo van contando unos a otros. Los frailes, con la aprobación de la iglesia jerárquica, también contribuyen a su devoción con la edición del Boletín, la venta de almanaques, estampas y souvenirs. Pero procuran hacer una obra de ortodoxia y purificación de la devoción, situándola en su justo sitio. Una prueba de ello es la manera como se cuida el vocabulario al contar los favores en el boletín. La forma no coincide con el lenguaje de la gente al hablar de los favores ya que, al oir a la gente, casi hay que creer que los favores los concede Fray Leopoldo. Nos decía un hermano capuchino que «la gente está muy equivocada... Fray Leopoldo intercede, no concede». Lo oímos también decir al P. Superior en la homilía y en la entrevista que le hicimos. Los frailes tienen interés en propagar la devoción a Fray Leopoldo porque ella les aporta una dinamización de la pastoral de la confesión y de la eucaristía, así como una mayor credibilidad social por las obras sociales que se pagan y van adelante por las limosnas de los devotos. 2. He presentado la devoción de Fray Leopoldo como la romería de los favores. Toda romería es una fiesta que refuerza la identidad social del grupo que la realiza. Aunque no sea lo más relevante, tampoco está ausente esta característica en la peregrinación de que hablamos. Para los devotos que vienen de lejos o de los barrios de Granada, la visita a la tumba de Fray Leopoldo supone un corte con la vida ordinaria, un salir de la casa o una excursión en autobús, que para personas de cierta edad, de los pueblos y de clase baja (que son la mayoría de los devotos) supone un tiempo festivo, «extraordinario», una cierta «diversión» con motivo de la visita. Sin embargo, los días nueve no son un fenómeno de afirmación de un determinado grupo, de su identidad social, como lo son la fiesta patronal de un pueblo u otro tipo de fenómenos religiosos en que grupos determinados se afirman socialmente por su intervención o protagonismo en un ritual religioso, por ejemplo en una procesión. No se trata de un acontecimiento de un grupo unificado, sino de una suma de individualidades que van viviendo yuxtapuestamente en su interior la historia de su promesa. En este sentido, la participación en el ritual aporta una seguridad y solución a la miseria o limitación personal; se reafirma la identidad individual frente a la muerte y violencia de la existencia humana. Todos los devotos viven cosas parecidas pero no conjuntamente sino unos junto a otros. No hay ritmo colectivo ni, por tanto, afirmación del grupo. Todo queda en la intimidad del contrato individual. A pesar de lo dicho, la peregrinación fomenta la sociabilidad y el encuentro de mucha gente, pero accidentalmente; el ritual no está hecho para unificar a todos como una sola cosa ante lo sagrado, sino para que cada uno vaya a solucionar lo suyo. Es un ritual individualista y utilitario. 3. La devoción a Fray Leopoldo es un caso típico y representativo de un tipo de religiosidad, de relación con lo sagrado, propia de un grupo determinado de personas con características propias de edad, sexo, socioeconómicas y culturales que buscan en lo sagrado la solución a lo humano por un contrato de «favor-promesa» (8). Ya hemos tratado de esto. Quiero añadir simplemente que las mediaciones religiosas de estas personas se sitúan con frecuencia fuera de la institución católica. Es el caso del santo Manuel y del santo Custodio. Otras veces estas mediaciones se sitúan justo en el límite de lo católico. Este sería el caso de la devoción a Fray Leopoldo, que es, por una parte, una práctica religiosa cuyo centro (la persona de Fray Leopoldo) está reconocida por la iglesia y que incluso es ella la que gestiona la devoción en su propio recinto y con pretensiones de ortodoxia que no son vividas así por la gente; por otra parte, el ritual en sí está transido de mecanismos magicorreligiosos, ajenos a la ortodoxia, y que son los mismos mecanismos de esas mediaciones exteriores a la institución. Finalmente, hay que reseñar también que este grupo de personas, que no son en su mayoría enemigas de la iglesia y que acuden a la iglesia para la misa dominical, sacramentos y otras devociones, en su forma de participar y vivenciar los sacramentos y sacramentales de la iglesia, se comportan lo mismo que en los casos límite o marginales. 4. Y, por
último, y como consecuencia
de lo anterior, valga esta reflexión para la pastoral
católica.
Cuando, en virtud de la fe en Jesús, se quiere hacer un
discernimiento
y juicio de las mediaciones religiosas, no puede tenerse como criterio
de ortodoxia o desviación simplemente el que sea una
mediación
reconocida o llevada por la institución o por los
clérigos.
Este criterio es insuficiente. Hay que buscar sobre todo el
funcionamiento
o dinamismo de la misma experiencia religiosa. Porque en la
mediación
religiosa oficial se dan los mismos mecanismos que en experiencias
límite
o marginales. Y el evangelio debe iluminar y criticar a unas y otras
mediaciones.
1. Parece ser que los estudiantes jóvenes son muy devotos de este Cristo (que no tuvo nada que ver con la vida de Fray Leopoldo). El día que lo visitamos, había colgado un letrero que decía: «Gracias, Fray Leopoldo, porque me ayudaste a estudiar las oposiciones, estuviste conmigo en los exámenes y las aprobé. Gracias». Había colgada también la foto de un niño y el exvoto de unos ojos. 2. La actividad comercial es grande. El 9 de agosto era la siguiente: 9 puestos de flores, 3 puestos de fruta, 1 puesto de helados, 1 puesto de periódicos y revistas que está allí permanentemente, 2 puestos de juguetes variados, 3 vendedores negros con los objetos que suelen vender, y 8 puestos de souvenirs. Además, está la tienda oficial llevada por los frailes capuchinos, donde se venden todo tipo de souvenirs, los almanaques, los libros de la vida de Fray Leopoldo y las estampas. Ellos son los que surten a los vendedores ambulantes, quienes nos aseguran que los venden al mismo precio. Los souvenirs, que llevan todos la imagen de Fray Leopoldo, son variadísimos: abanicos, portarretratos con la foto de Fray Leopoldo en tamaños variados (la cara, el cuerpo entero y la Alhambra al fondo), trípticos de la Virgen de las Angustias, cara de Fray Leopoldo y Virgen del Perpetuo Socorro, Corazón de Jesús, Virgen del Carmen, platillos plateados y de loza con imagen de Fray Leopoldo, estatuillas de Fray Leopoldo, de 8 y 15 cm., portarretratos pequeños con dos corazones grabados arriba, portarretratos de taracea, llaveros, encendedores, bolígrafos con un Fray Leopoldo impreso, placas deseando paz para la entrada de la casa, medallas con Fray Leopoldo en forma y tamaños diferentes, cruces, placas para el coche, granadas, rosarios, recuerdos de Granada, cuadros grandes de Fray Leopoldo, pañuelos, Virgen de las Angustias y otras curiosidades. 3. Fray Leopoldo. Boletín bimestral. Granada. Año XXXII, julio-agosto 1989, nº 293: 77. 4. El santo Custodio y el santo Manuel son curanderos, «venerados como santos en la Hoya de Salograr-Frailes (Jaén)», como dice la foto que reproducimos. Junto con la Virgen de la Cabeza (Andújar) y el Cristo del Paño forman parte del tesoro sagrado de esta zona. 5. Marcel Mauss, Sociologie et anthropologie, Paris, PUF, 1966. «II partie: Essai sur le don». 6. Salvador Rodríguez Bacerra, «Formas de la religiosidad popular. El exvoto: su valor histórico y etnográfico», en La religiosidad popular. I, Antropología e historia. Barcelona, Anthropos/Fundación Machado, 1989: 123-135. 7. Para una información sobre la vida de Fray Leopoldo he utilizado una obra que se presenta como su vida, pero que además es un libro edificante. La historia, pues, está muy utilizada para fines de edificación espiritual. Fray Angel de León, Mendigo por Dios (Vida de Fray Leopoldo de Alpandeire). Granada, Vicepostulación de Fray Leopoldo, 1986 (4ª edición). 8. Puede
consultarse
mi
artículo «El Señor del cementerio», Gazeta
de Antropología, nº 1, 1982: 25-32. |
|||||
|