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Aproximación al pueblo Al noreste de la comarca granadina de la Vega, al norte del municipio de Granada capital y lindando con él, se encuentra el término municipal de Jun. Está enclavado entre la Vega propiamente dicha, llanura aluvial del río Genil, y las estribaciones de Sierra Nevada sobre las que se eleva Alfacar y Víznar, a 1.074 m. y 920 m. de altitud respectivamente. Por su parte, Jun está a 767 m., ligeramente más elevado que el centro de la ciudad de Granada, cuya altitud es de 683 metros. Al este del municipio, apenas a un kilómetro, se encuentran Pulianillas y Pulianas. Jun es un municipio de extensión muy reducida y baja demografía, un tanto estancada durante los últimos años; pero ha comenzado a atraer a alguna gente que desea vivir en casas unifamiliares y cerca de la capital. Recientemente, en el solar de un antiguo tejar, la Rumbadora, que hubo en el centro del pueblo, se ha construido un conjunto residencial de casas adosadas, que han comenzado a habitar en 1990. Este mismo año han emprendido la urbanización de una nueva zona de parcelas para viviendas, adjunta a la salida de la carretera para Granada. El suelo es básicamente de limo, arena y arcilla, lo que proporciona la materia prima (el barro) para los tejares. Los vientos predominantes a lo largo del año son del suroeste y del sureste. Esto crea, en el pueblo, problemas de contaminación del aire con los espesos humos de los tejares, que se difuminan permanentemente sobra las casas y a veces hasta los percibe el olfato. Hasta el punto de que muchas mañanas aparece una delgada capa de fino hollín depositada sobre las mesas y sillas dejadas en los patios, o sobre el parabrisas de los coches dejados a la intemperie. La evolución de la población en Jun, a partir de la conquista castellana, según los datos de que disponemos (cfr. Mari Carmen Ocaña, 1974: 78-90) es ésta: - Con la repoblación del siglo XVI, se asentaron en Jun 12 vecinos (que darían 48-60 habitantes; pues por «vecino» se entiende el cabeza de familia y hay que calcular un promedio de 4 ó 5 miembros por familia). - En 1578, la población era de 17 vecinos (68-85 habitantes). - En el siglo XVII, se duplica la población de finales de la centuria anterior, alcanzando unos 35 vecinos (entre 140 y 175 habitantes). - A mediados del siglo XVIII, en 1751, hay 40 vecinos (160-200 habitantes). - En el siglo XIX, contamos con más datos, que vienen a demostrar el estancamiento demográfico. En 1840 había, en Jun, 64 vecinos (256-320 habitantes). A partir de la segunda mitad del siglo, las fuentes hablan ya de habitantes y no de «vecinos». La evolución demográfica de Jun fue la siguiente: en 1860 = 404 habitantes; en 1877 = 434; en 1887 = 410; en 1900 = 423. - En nuestro siglo XX, la población ha ido creciendo hasta duplicar la de finales del siglo pasado, con algunas oscilaciones. El censo de 1986 consigna 863 habitantes de derecho (427 varones, y 435 mujeres). De hecho, el número de habitantes supera los novecientos. A pesar de todo, Jun sigue siendo una miniatura de municipio, tal como expresa una letrilla popular que a veces sacan a colación: Alfacar tiene la sierra. Hoy, sin embargo, cuenta con un entramado de calles que han surgido al yuxtaponerse sucesivamente nuevos «barrios». Pero así y todo, Jun sigue siendo una miniatura de pueblo. Según el último censo, de 1986, el número de habitantes, que ha descendido con respecto al censo anterior, es de 846 (aunque parece haber unas cuantas omisiones). Los juneros parecen orgullosos de serlo. Y por lo general tienen a gala que en el pueblo no vivan gitanos, quienes, sin embargo, habitan muy cerca, en los colindantes Polígonos de Cartuja y de Almanjáyar, barrios al norte de la ciudad de Granada. De hecho algunas gitanas pasan pidiendo de puerta en puerta con cierta regularidad (1). Las principales fuentes de riqueza son los ya mencionados tejares, es decir, las alfarerías, o fábricas de cerámica y materiales de construcción: ladrillos, rasillas, bovedillas, tejas, losetas, etc. De ellas, funcionan cinco o seis. Sólo una trabaja la cerámica fina, de tipo «granadino». La empresa más importante es la cerámica Siles, que tiene tres fábricas en las que emplea alrededor de cien obreros, casi todos del pueblo. En el campo, dado que el territorio del municipio es muy reducido, la agricultura es escasa y trabaja poca gente. Los cultivos principales son olivar, trigo y hortalizas. Entre los que van a trabajar a la capital, cabe destacar los que son celadores, auxiliares de clínica y enfermeros en el Hospital clínico; los que están de subalternos en la Universidad; y las mujeres, por lo general jóvenes, colocadas en servicio doméstico. Hay en las afueras una granja avícola productora de huevos frescos. Y dentro del pueblo, un telar artesanal, de tejido alpujarreño mayormente, en plan de empresa familiar. Estos últimos años ha habido seis o siete desempleados en el pueblo, acogidos a subvenciones del Plan de Empleo Rural. Algunos profesionales y familias adineradas se han construido chalés en la zona norte, que unidos a algunas rancias mansiones del lado este, conforman el segmento señorial. También se van construyendo viviendas nuevas particulares, al estilo de casa de pueblo tradicional, con las innovaciones hoy comunes en los pisos de la ciudad. Hay planes de urbanización en el centro y al suroeste del casco habitado. Los servicios que encontramos son escasos, debido entre otras causas a la proximidad de la ciudad. Pues en sólo diez minutos es posible llegar al granadino arco de Elvira, a dos pasos del centro de Granada, tomando el autobús de la línea de Alfacar, que pasa por Jun. Además, la mayoría de las familias tiene coche particular. De asociaciones existe una Peña Deportiva masculina, y una Asociación de Padres de Alumnos, renovada este mismo año, en la que destacan las mujeres. En las escuelas se puede cursar la educación general básica. Los que continúan con el bachiller han de ir al Instituto de la Cartuja, en Granada. No hay sedes de partidos políticos ni de sindicatos; si bien en los últimos cuatro años, se ha creado la Agrupación Socialista de Jun (del PSOE), que cuenta con una treintena de afiliados. La parroquia parece interesar relativamente poco a buena parte de la gente, aunque la iglesia se ve repleta en las fiestas. Ante las puertas de la iglesia se abre una plaza grande, con una curiosa fuente en el centro, que fue ampliada el año 1987, con ocasión de las fiestas patronales. No hay cine, ni discoteca (para bailar suelen ir a Pulianas o a Alfacar), pero sí varios bares, muy concurridos en horas o días que no se trabaja. Hay dos tiendas de alimentación, una de ellas montada a modo de pequeño supermercado, y también una droguería, un comercio de confecciones y una peluquería de señoras. La guardia civil viene al pueblo desde el cuartelillo de Alfacar. Funciona un consultorio de la Seguridad Social y un club de ancianos. La organización familiar resulta bastante tradicional. Parece ser que hay cierta costumbre de que vengan de Pulianas a buscar novia en Jun (lo que ocurría sobre todo aprovechando la celebración de las fiestas y alguna vez degeneraba en peleas con los jóvenes del lugar, que tiraban a la acequia a los forasteros), mientras que los muchachos juneros tienden a casarse con muchachas de Alfacar. Pero también parece darse una notoria endogamia dentro del pueblo, por la que hay bastantes vecinos con lazos de parentesco entre sí. Lo más corriente es que las mujeres se encarguen completamente de los niños en la casa, y que los hombres pasen largos ratos en el bar, después del trabajo. Los papeles masculino y femenino tradicionales se hallan muy marcados; aunque va variando tímidamente en algunos matrimonios jóvenes, quizá sólo en casos excepcionales. La organización social y política de la localidad es muy simple en lo institucional y visible, pero muy compleja en lo no institucionalizado. Subyace una poderosa red de relaciones poco perceptibles, que en determinadas ocasiones se pone al descubierto. Todos se conocen las historias de todos, se «llevan la vida» aunque explícitamente lo nieguen, como es frecuente en una población de tan reducida escala. Al menos públicamente, suelen ser tolerantes y diplomáticos. En el ayuntamiento, tras las elecciones locales de este año 1987, de los siete concejales, cuatro (entre ellos el alcalde, Ángel Rodríguez Serrano) pertenecen a la «Candidatura independiente de Jun», en la línea de Alianza Popular (282 votos); dos son del PSOE (141 votos), cuyo candidato a la alcaldía fue Antonio Rodríguez Ruiz; y uno solo, Manuel Alcalá Vílchez, del «Grupo y unión independiente de Jun» (87 votos). La mayoría absoluta conservadora opera automáticamente. Las gentes del pueblo atribuyen poderes efectivos, a nivel local, a Cerámicas Siles y, más antes que ahora, a Cerámicas San Cayetano. Se percibe, además, cierto sentido de pertenencia por «barrios» (dos o tres calles); y de hecho surge una latente rivalidad, por ejemplo, con motivo de las cruces de mayo, o de las carrozas de las fiestas patronales. En lo tocante a peculiaridades del habla, se observan algunos rasgos que saltan al oído, aparte de otros genéricamente andaluces, como la aspiración de la «s» final con apertura de la vocal correspondiente. El ceceo está bastante extendido, sin ser uniforme en toda la población. Algunos tienden a convertir el fonema «ch» en un sonido levemente fricativo, sin llegar a ser tan marcado como por la zona de Cádiz. Además, existe un curioso empleo, entre gente poco letrada, del presente de subjuntivo en lugar del pretérito indefinido, para la primera persona del plural de los verbos terminados en «-ar» (por ejemplo, dicen: «ayer tarde nos lleguemos y le paguemos la factura», en vez de decir: «ayer tarde nos llegamos y le pagamos la factura», que es lo correcto (2)). El analfabetismo resulta sorprendentemente alto entre adultos de mediana edad. Hasta hace muy poco eran contados los que, al terminar la enseñanza básica en la escuela, pasaban al instituto, y aún hoy no son todos. Con escaso estímulo para el estudio, da la impresión de que las aspiraciones de los chicos, tan pronto dejan la escuela, se cifran en encontrar un trabajillo; mientras que las chicas sólo sueñan con ganar unas pesetas, mediante empleos generalmente informales y no siempre bien pagados, para ir preparando el ajuar y casarse cuanto antes. En realidad sólo hay en el pueblo dos estudiantes universitarios. La manera de pensar parece ampliamente conservadora, pese a la cercanía de la ciudad, si bien entreverada con modernuras debidas a ese mismo hecho y, ante todo, al influjo de la televisión. En la vida familiar y local (también en la escuela, con maestros bastante mayores) es donde se conserva la mayor resistencia de las concepciones anticuadas. Una breve anécdota lo delata: Una señora le comenta a otra que en su casa su hijo lava los platos a veces. La otra le contesta: «Tu hijo es muy apañado, sí. Pero no abuses, no sea que se vaya a la deriva...» (mientras hacía con la cabeza un gesto de afeminamiento). Por otro lado, el ahorro y la estricta administración del dinero constituyen un valor. Políticamente, más de medio pueblo votó al partido más conservador, cosa que entraña una especie de tabú. Se diría que se esconde un cierto miedo inconfesado al cambio en la línea democrática mayoritaria en el país. En el aspecto religioso, en el marco del catolicismo popular, la tónica general no difiere de la que se puede encontrar por otros pueblos andaluces, donde las reformas conciliares y los cambios en ideas y valores de los últimos veinticinco años se estancaron hace ya tiempo más como letra que como espíritu. Por el lado de las manifestaciones visibles, parecen muy aferrados a tradiciones muy concretas y peculiares: El portador del estandarte de la Purísima, el que guía las andas de la Virgen, el que grita los vivas, etc., son personas, cada una, que lo han recibido en herencia de su padre. Las creencias suelen ir asociadas a una fuerte vinculación con los antepasados, más que representar una opción personal. De hecho, el cura se muestra bastante desolado, manteniendo a ritmo lento la marcha de la parroquia, después de «haberlo intentado todo» sin mucho éxito. Sus predicaciones, no obstante, siguen una orientación posconciliar y social. Pero sólo excepcionalmente es valorado; la mayoría de la gente calla; pocos hombres van a misa; los más pudientes no lo ven con buenos ojos («Don Alfonso es hijo de pobres» -comentó alguien cierto día-) y se han distanciado un tanto de la iglesia, sin dejar de ir por ella. La juventud no demuestra gran entusiasmo por la iglesia, aunque recientemente han formado un grupo en los que tiene eco la predicación del párroco y parecen interesados en una mayor participación. En suma, tensado
entre lo tradicional y las
transformaciones que se le vienen encima, entre su ensimismamiento y
las
absorción por la vecina capital, este pequeño pueblo no
sabe
a ciencia cierta hacia dónde se encamina. Los que no pueden
aspirar
a una profesión en la ciudad se contentan con que, al menos,
haya
trabajo en los tejares para ir tirando: ¡Y que no falte! En la
localidad,
las perspectivas inmediatas de desarrollo gestionadas
últimamente
estriban en una fábrica de plásticos, construida en suelo
agrícola, que apenas ha creado seis o siete puestos de trabajo.
Y el plan parcial de urbanización (en unos olivares al suroeste,
junto a la carretera de Granada), orientado a gentes de fuera que
quieran
venir a vivir en casas tipo chalé. Es más que probable
que
esos nuevos vecinos, separados por el arroyo del Barranquillo,
vivirán
de espaldas al resto del pueblo -que tiene poco que ofrecerles- para
casi
todo (3). Y es más
que dudoso que los
débiles
signos de identidad juneros, las lánguidas tradiciones que
aún
perduran, desplieguen el atractivo necesario para integrarlos siguiera
sea simbólicamente. Pero esa es precisamente, en la
teoría
y en la práctica, la función de las fiestas. Ciclo anual de fiestas Las fiestas, en este pueblo, como es común por nuestras tierras, forman un ciclo anual vertebrado por la liturgia cristiana. Están organizadas principalmente por la comisión municipal de fiestas (4), a la que se agrega algún «especialista»; aunque hay algunas celebraciones como las de semana santa, o ciertos aspectos que corren a cargo de la parroquia; e incluso hay algunas fiestecillas, como la de El Pucherico, o las Cruces de Mayo, que son organizadas espontáneamente por los vecinos. Pero todas ellas se suceden a lo largo del año y guardan complejas relaciones con la trama social del pueblo, que en uno de tan pequeñas proporciones como éste, resulta muy unitaria, interactiva y con segmentos notoriamente delimitados, que resaltan a la observación en buena medida a lo ancho de la topografía misma de la población. Siguiendo el
curso
del año natural,
encontramos, las fiestas que se describen sucintamente a
continuación: Los Reyes Magos Ya no son más
que un lejano recuerdo
aquellas rifas de primero de año, cuando se sorteaban
pollos,
conejos, chotos y calabazas, así como los bailes subastados;
rifas
y bailes organizados con el fin de ir recaudando dinero para las
fiestas.
En la actualidad, el día 5 de enero, por la tarde, sale por las
calles principales una modesta cabalgata de Reyes Magos, rodeada por la
ilusión de los niños. Reparten caramelos. La costumbre es
reciente y no suscita demasiados entusiasmos (la verdad es que no pocas
familias prefieren llevar a sus hijos a ver los Reyes de Granada
capital,
que está a un paso, y que despliega un fausto incomparable.
Organiza
el ayuntamiento a través de la comisión de fiestas. El Pucherico En febrero, han dejado de ser festividades relevantes el día 2, día de La Candelaria (celebrada, no obstante, en Pulianas a bombo y platillo), ni el día 3, San Blas (festejado todavía en Alfacar). Resulta evidente que, como en todas partes, numerosas fiestas religiosas han ido extinguiéndose en los últimos veinte años. Por otro lado, las despedidas de quintos (jóvenes llamados a filas militares) han decaído también bastante, de modo que prácticamente no se han celebrado desde 1985. Lo que sí continúa celebrándose es el jueves lardero, día en que la gente celebra lo que llaman «El Pucherico» (y también «Las Merendicas», como adaptación a lo que en realidad es hoy predominantemente esa pequeña fiesta). La fecha depende de cuándo caiga la semana santa. Se conoce como jueves lardero (5) el inmediatamente anterior al carnaval (6) y al miércoles de ceniza que inaugura la cuaresma cristiana. Medio pueblo sale al campo en grupos, a una era llamada popularmente era «Perrute» o «Parrute», por el nombre del cortijo que existió allí, por encima de la era. Hay grupos de muchachos prefieren otro sitio, llamado Encina Redonda. Antiguamente se iba desde por la mañana y se guisaba el puchero en el campo (todavía dicen «ir a comerse el pucherico»). Actualmente más bien se va después de almorzar, a merendar; aunque sigue habiendo gente que va por la mañana, pues no hay escuela. Se ven, sobre todo al principio, niños y mujeres y gente joven. Por encima de la era, que está empedrada, rodeada de olivares, destaca una gran encina. De una gran rama lateral cuelgan un mecedor o columpio, hecho con una soga y un cojín, en el que se mecen (7) los niños. Por la explanada de la era, niños y niñas juegan a la pelota. Las niñas y mocitas, en otro momento, saltan a la comba. Se sientan en corros familiares o de amigos y comen bocadillos, chocolate, galletas, naranjas, pasas, higos secos, dátiles o cualquier cosa que han llevado preparada. Pero la comida típica de la ocasión, o «ritual», es rosca de pan (que se encarga en la panadería) y huevo duro. Con respecto a éste último sigue viva la costumbre de «estallar el huevo» en la frente de otra persona. Basta que alguien empiece para que se cree un ambiente de correteo y risas, uno tratando de escapar y otro persiguiendo hasta alcanzarlo, con la idea consabida de golpearle con el huevo duro en la frente (y así descascarillarlo y comérselo). Otras veces lo hacen pillando desprevenida a la otra persona. Puede interpretarse como una manera de provocar la relación, pero no un tipo de relación muy determinada, ya que se realiza con cualquiera, incluso con niños (8). En cuanto alimentos, la rosca y el huevo evocan claramente la comunión con la vida vegetal y animal, sacrificada para dar vida al grupo humano. La semilla de cereal y el embrión de gallina son origen de vida, de especies domesticadas por la cultura humana, cada una de ellas elaborada mediante un proceso de cocción: el pan en el horno de aire ardiente, el huevo en la olla de agua hirviendo. Por la redondez de sus formas ambos visualizan un simbolismo de plenitud vital (sin que falten fáciles asociaciones eróticas, como, por ejemplo, la que expresa el dicho «comerse una rosca», o el equívoco sentido del término «huevo»). De repente, alguna persona aparece vestida de máscara (quizá un resto de carnaval, hoy extinguido en la localidad (9). Al atardecer, cuando termina el trabajo, van llegando hombres que se unen al jolgorio. Como comienza a hacer frío, al ponerse el sol, juntan leña y hacen lumbres en la misma era. Los niños juegan a pillar, a escalar, a pelearse entre sí. Un grupo de mujeres cogidas de la mano forman una gran rueda y giran, incorporando a otras más jóvenes. Cuando la rueda se deshace, vuelven a darle a la comba: «Que una, que dos, que dale...». Un grupo de niños, agarrados de la mano forman una fila (el «látigo») y van corriendo, serpenteando entre la gente. Otras mujeres y mocitas han formado un corro, en cuyo interior bailan saliendo una tras otra, mientras todos cantan acompañándose de palmas: «Estando el señor Don Gato / sentadito en su tejado / marraumiaumiau...». Los hombres se invitan a vino con una bota de cuero, que pasa de mano en mano; o con una botella. La presencia de la cámara de vídeo en nuestro equipo suscitó enorme revuelo entre la chiquillería, hasta que se van acostumbrando. Cuentan chistes y chascarrillos, cantan coplillas a coro, ante la cámara. A medida que anochece, la gente se va yendo poco a poco: Recogen sus cosas, desmontan la soga y el cojín que sirvió para hacer un mecedor, vuelven a sus casas. Esta fiestecilla
de
El Pucherico no es organizada
por la comisión de festejos, sino que es cada familia la que se
encarga de conservar la tradición. Se comenta la víspera,
en la tienda, en la calle, en el autobús, y cada cual hace los
preparativos.
Por la era no aparecen autoridades, ni el cura ni el alcalde. La Semana Santa El tiempo de
celebración de la Semana
Santa oscila, como es sabido, entre marzo y abril. En Jun no presenta
especial
relieve. Realizan los oficios litúrgicos en la iglesia. Un
año
sí y otro no (por corresponderle a Pulianas, pues el
párroco
lo es a la vez de esa localidad), se representa la Pasión de
Jesús
y se recorre el viacrucis; pero no sacan a la calle procesiones, como
es
tan frecuente en otros pueblos andaluces. En vísperas de Semana
Santa, una señora mayor pasa de casa en casa pidiendo
«para
el Santísimo». Esto lo hace dos veces al año: la
segunda
es «para la Purísima». El mantenimiento de la
iglesia
es ocupación de un par de señoras. Y hay otras personas
que
dan habitualmente una cuota para pagar a la limpiadora de la iglesia. La Cruz de Mayo El 3 de mayo es
el
día de la Cruz.
Pervive la costumbre de levantar cruces en algunas calles o plazas. En
1987 hubo dos cruces, una en la calle San Ramón y otra en el
barrio
de Santa Adela (calle José Mª Callejas). Otros años
han puesto otra más en la plaza por encima de la iglesia,
delante
del consultorio médico. Los vecinos de la calle o calles se
ponen
de acuerdo las vísperas, ponen dinero en común y
organizan
el montaje de la cruz, en un rincón estratégico,
así
como la celebración que la rodeará. La festividad
católica
de la «Invención de la Santa Cruz» fue suprimida en
la última reforma litúrgica, pero el pueblo la sigue
festejando.
No hay intervención eclesiástica ni municipal. Pero,
desde
1988, el ayuntamiento viene patrocinando, en este día, un
concurso
de baile de sevillanas en la plaza nueva. La tarde y noche antes queda
perfilada la instalación de la cruz, semejando un gran altar,
adornada
de claveles, flores diversas, macetas, cacharros de cerámica y
de
cobre, vistosos mantones, colgaduras, figuras representativas, e
indefectiblemente
unas tijeras que tienen una de sus puntas hincada en un pero o manzana,
sin olvidar un recipiente o cesta donde echen dinero los visitantes.
Durante
esa noche previa, numerosos vecinos velan y se convidan, por ejemplo,
haciendo
chocolate con buñuelos. El día de la Cruz es de trabajo;
aún así, los vecinos que organizan y pagan el montaje
suelen
reunirse en un almuerzo común, asando carne en pinchitos,
consumiendo
saladillas de pan con habas verdes crudas (alimento
«ritual»)
y bebiendo sangría. Por la tarde comienzan a llegar visitantes,
amistades, gente del pueblo y de fuera. Junto a la cruz se ofrece
sangría,
habas y saladillas a todo el que llega. Al atardecer, es enorme la
animación;
unos travestidos, en plan chirigotero, divierten al personal;
comparecen
mocitas con traje de volantes, niñas y niños
pequeños
vestidos de «gitanos». Suena la música y bailan
sevillanas
mientras avanza la noche... Las primeras comuniones Antiguamente,
como
dicen, durante todos los
días del mes de mayo se celebraban las flores, acto
piadoso
en honor de la Virgen María, cuyas imágenes se
solían
adornar con ramos de florida y perfumada primavera. En la
sacristía
de la iglesia se conserva un libro del mes de María. En
la
actualidad, los domingos del mes de mayo son las fechas preferentes
para
que los niños hagan las primeras comuniones en la parroquia. El
sacerdote les da catequesis en la escuela para irlos preparando. Se
sigue
la costumbre general en Andalucía, con trajes especiales de
primera
comunión y luego una especie de banquete en algún
mesón
o restaurante de los que abundan por los pueblos cercanos, tanto por la
carretera de Cogollos como por la de Alfacar. El Corpus Christi El segundo jueves de junio, se celebró la festividad del Corpus Christi, que aún conserva cierta prestancia. Se preparan altares en algún barrio. Y se dice la misa ese día en otro altar que se prepara en la placeta llamada de la Cruz. Colocan colgaduras en algunos balcones. Por el suelo de las calles del recorrido echan ramaje de gayombas y mastranzo. Sacan macetas de los patios a las puertas. El sacerdote, bajo palio, lleva la custodia. Al pasar, arrojan flores. Van cantando himnos eucarísticos (propios de los años 50). Como novedad, los niños de la rondalla municipal tocan y cantan cosas más modernas. Los varales del palio son portados por hombres que se prestan voluntarios. También es un hombre el que lleva el incienso. Y otro, la campanilla, delante del Santísimo, haciéndola repicar intermitentemente. La fiesta se reduce a la función religiosa y la procesión eucarística. En los meses de
julio y agosto no hay fiestas.
Hay vacaciones estivales. Y todo el que puede se va a la playa o de
viaje.
Hasta hace unos veinte años, se celebraba solemnemente, el 25 y
26 de julio, Santiago y Santa Ana. Había bailes toda la noche,
previo
pago de una entrada, junto a la fuente conocida como «La
Montoya».
Y venían a tocar músicos de apelativos pintorescos: los
«Zopos»,
los «Rarras» de Maracena y el «Piquirucho» con
su acordeón. Las fiestas patronales En septiembre llegan las fiestas patronales, en honor de la Purísima Concepción de la Virgen María. Estas fiestas, tras unos diez años sin celebrarse, a raíz de su restauración en 1979, por el primer ayuntamiento democrático, fueron trasladadas desde su fecha litúrgica, el 8 de diciembre, al mes de septiembre, cuando hace mejor tiempo y puede acudir más gente. Es también copatrón del pueblo San Sebastián, pero prácticamente se ha olvidado y no se festeja en su día litúrgico (20 de enero). Los días de celebración, que varían de un año a otro (10), se fijan de acuerdo con criterios prácticos, y suelen comenzar el jueves por la tarde y duran hasta el lunes siguiente incluido, siendo éste último considerado fiesta local, dentro de las atribuciones del municipio. Las patronales están organizadas por la comisión municipal de fiestas, a la que se agregan algunos particulares, como un hombre, llamado Manolo, que tiene el carisma fiestero. El ayuntamiento aporta, por ejemplo, 300.000 pts. para las fiestas. La comisión, por su parte, se forma dos meses antes y va recorriendo el pueblo, de puerta en puerta, postulando dinero para la celebración (luego darán pública cuenta de todos los ingresos y gastos). Desde unos diez días antes de las fiestas, la gente blanquea y pinta las fachadas de las casas; lo mismo hace con las paredes, zócalos y puertas de la iglesia. La rondalla y la banda música intensifican sus ensayos. Van poniendo por las calles el alumbrado festivo, con bombillas de colores. Cuando faltan sólo dos días, colocan por las calles ristras de banderitas de muchos países, que van de acera a acera. Pasan parcheando los baches de las calles. Blanquean la fachada del ayuntamiento. Todo está listo. Si entramos en la iglesia por la puerta de la izquierda, que conduce a la sacristía, vemos colgado un cuadro con un documento de 1872, concediendo indulgencias. Sobre la pila del agua bendita, otro cuadro con otro documento, que refiere la fundación de la iglesia, en 1865, y su erección como parroquia en 1907. En dos de los altares laterales se encuentran grabadas sendas leyendas rememorativas de sus donadores. En el de una pequeña talla de un joven asaeteado, puede leerse: «San Sebastián bendito, patrón de Jun». La sacristía está dividida en un salón grande, adosado a la iglesia, y una salita contigua al altar mayor, que tiene todas las trazas de haber sido una reducida ermita, anterior a la construcción del templo actual. En la parte grande, que sirve a veces de sala de reuniones, en los cajones de un mueble en desuso, se guardan libros ya anticuados, entre ellos, misales preconciliares, un prontuario del Padre Claret para confesores, un libro del mes de María. En la otra parte, empotrado en la pared, un antiguo lavamanos de mármol tiene grabada la fecha de 1777. Allí está el control de megafonía, los libros bautismales, una imagen de San Nicolás y, enmarcado, un poema de la poetisa local, dedicado a la Virgen, por haberlos salvado de la explosión de cohetes ocurrida en la torre de la iglesia, durante las fiestas de 1984: El día de la función, De la misma dependencia arrancan unas escaleras que suben al antiguo camarín de la Virgen (hoy tapiado del lado que miraba a la iglesia y convertido en cuarto trastero). En esa subida, por donde en tiempos descendía la imagen de la Purísima, hay una lápida conmemorativa de 1908. El jueves por la tarde (en 1990 fue el día 30 de agosto): A las siete y media, lanzamiento de cohetes y repique de campanas que dan comienzo oficialmente a las fiestas. Se exponen en las paredes de la plaza una serie de carocas, al estilo de las que, en Granada capital, adornan la plaza de Bib-Rambla durante las fiestas del Corpus. Las carocas, de varios autores anónimos, satirizan gráficamente algunos sucesos ocurridos durante el año en el pueblo. Hacia las nueve, en la iglesia, mujeres y niños llenan los bancos. Los hombres andan por el presbiterio y preparan las andas. Hay montado un andamio para bajar la imagen. Están el alcalde, el boticario (marido de la farmacéutica), un tendero, un profesor de la Facultad de Derecho. Bajan la imagen de la Inmaculada, o Purísima, de su altar central, donde es sustituida por otra de la Virgen del Carmen. La de la Inmaculada es del estilo del escultor clásico Alonso Cano. La gente grita: «¡Viva la Purísima Concepción!» Repican las campanas. «¡Viva!» En seguida desmontan el andamio. También bajan de su retablo a San Sebastián, a fin de colocarlo en sus andas. La imagen de la Virgen es adornada con sus joyas y su corona por la esposa de Don Antonio Marín (quien tradicionalmente desempeña un papel en la procesión, como más adelante diré), mientras que otras señoras son las encargadas de la limpieza y demás preparativos. La agrupación musical de Jun, de reciente formación, interviene en el acto. Al final, las mujeres entonan el himno de la patrona. Más tarde, en la plaza (11), se organiza algún esparcimiento, como un encuentro de rondallas, procedentes de Granada, Pulianas, Beas de Granada, Cájar y el propio Jun. A continuación se ofrece a todos los asistentes una refrescante sangría, como bebida común, gratuita y popular. Delante del escenario están las rondallas, en formación y vestidas con trajes de tunos. Suben al escenario: Tocan y cantan varias piezas. El bar instalado a un costado de la iglesia lo contratan mediante una subasta a sobre cerrado (12). El viernes, 31 de agosto, desde las seis y media de la tarde, cohetes y repique de campanas. La agrupación musical hace unos pasacalles, seguido por gigantes y cabezudos, para ir creando ambiente. A las ocho y media se ofrece un homenaje a la «tercera edad», consistente en una actuación de la banda de música y vino gratis. Este año han introducido como novedad la entrega de premios a los matrimonios que cumplen sus bodas de oro (galardones donados por la obra benéfico-social de la Caja General de Ahorros de Granada). A las diez de la noche, la plaza se convierte en verbena, amenizada por los conjuntos de música moderna «Los Capri» y «Atlantic». Ya bastante tarde se procedió a la elección de las reinas de las fiestas, entre las candidatas previamente inscritas, primero la infantil y luego la juvenil. El presentador es un locutor de radio (de la cadena COPE otros años fue de la SER) que oficia de maestro de ceremonias y hace gala de una facundia que llega a hacerse insoportable. Se esforzó en que el alcalde subiera al escenario a decir unas palabras. La reina del año anterior impone la diadema a la nueva. Junto a cada reina se elige también a dos damas de honor. La esposa del alcalde («alcaldesa de Jun» al decir del presentador) le colocó a la reina una banda con los colores de la bandera de España; luego la cubrió con una vistosa capa, entre los aplausos del gentío. El sábado, 1 de septiembre: Sobre las diez de la mañana suenan las campanas y estallan cohetes. Se juega un campeonato de futbito, en categorías benjamines, alevines e infantiles, entre niños de Jun y de pueblos cercanos. Otros disputan el tenis de mesa. En años anteriores, al medio día, hubo concurso de pintura al aire libre, patrocinado por Cerámica Siles, con premios para los tres mejores. A las seis y media, la cabalgata de gigantes, cabezudos y carrozas, presidida por las reinas de las fiestas. Como en casi todas las ocasiones festivas, el popular Pepito, sorprende disfrazándose de algún personaje de actualidad (por ejemplo, de «La Martirio», conocida folclórica, o de troglodita...), provocando las carcajadas del respetable. El orden de la cabalgata es el siguiente: El cohetero lanzando cohetes abre paso al cortejo. Tras él, los gigantes y cabezudos, seguidos de otros disfrazados. La banda de cornetas y tambores tocando. Las carrozas, remolques o camiones profusamente adornados y poblados de niños y jóvenes, sobre todo chicas con trajes de volantes. Hay carrozas preparadas por algún particular por su cuenta; otras son de los vecinos de una calle determinada, o de un «barrio». Nunca falta la oficial del ayuntamiento, que es la que transporta a las reinas de las fiestas con sus damas. Cierra el desfile la banda de música. Se premia a la carroza mejor engalanada, al niño mejor ataviado con «traje regional» y al caballo mejor enjaezado. A las nueve y media de ese mismo día sale por las calles el santo rosario tradicional, que representa cierta singularidad, por su organización y por la música, de resonancias tal vez moriscas. Su origen viene de una antigua hermandad de la Aurora, que en tiempos existió y que sacaba el rezo del rosario por las calles. Había un rosario especial en la víspera de la Asunción de María, en la víspera de la Inmaculada y en nochebuena, según cuentan. También cuentan que salía el rosario los sábados (para recaudar fondos), cuando los hombres volvían del trabajo. Era cosa de hombres (aún hoy van casi exclusivamente varones). A la hora de salir, pandillas de niñas pasaban por las calles anunciándolo, recitando así: «El rosario está en la calle, que no pase nadie, ni la justicia, ni el alcalde.» Para pedir, un hombre levaba una cestita de metal. Otro tocaba la campanilla. Se detenían en la puerta de una casa y por 30 céntimos cantaban una salve; y si daban más, la volvían a cantar. Al pasar el rosario, encendían en las puertas velones y candiles (hay que recordar que en la época no había alumbrado eléctrico público). Actualmente, el rosario, organizado también por la comisión de fiestas, sólo sale este día (rescatado recientemente, después de haberse perdido durante bastantes años). Procede así: Comienza en el interior de la iglesia, con el canto de la salve, y van saliendo a la calle. Abre la marcha la cruz de guía, llevada por niños, entre dos farolas. Le siguen hombres en dos filas, cerca de sesenta. Tras ellos, el estandarte de la Purísima, portado de siempre por una persona especializada, Aurelio; ahora, por su hijo. Y cuatro farolas llevadas por hombres. Una mujer, Carmela Fernández (que en tiempos fue monja y viene cuidando afanosamente de la iglesia), es la que se encarga de poner a punto estas farolas. Tras el estandarte, unas veinte mujeres. Finalmente, la banda de música. El recitado/salmodiado de las avemarías y padrenuestros lo comienzan los hombres que van delante y responden los de atrás, a la manera de un diálogo entre dos coros que alternan. No existe partitura de la tonada, que se ha transmitido de memoria. Entre un misterio y otro del rosario, se detiene la marcha y cantan la antigua salve. Cuando la comitiva para, los de delante se vuelven mirando atrás y arrecia sensiblemente el tono del recitado o del canto, como si ambos grupos rivalizaran (13). El recitado se hace sin acompañamiento de instrumentos musicales, y sólo una campanilla señala la parada y el momento de reanudar la marcha. La banda de música, que cierra el cortejo, toca en los intervalos entre misterio y misterio del rosario y acompaña la salve. De tanto en tanto disparan cohetes. Los hombres van en dos filas y entre ellos, como unos más, el cura, el alcalde y el «hermano mayor» que guía el paso en la procesión. Se ven pocos jóvenes. Recorren todos los «barrios» del pueblo por el mismo itinerario que seguirá la procesión de la patrona. De vuelta a la iglesia y terminado el rosario, el cura dice unas palabras: que la iglesia es un pueblo donde todos son iguales, como en la procesión del rosario. Que no hay que avergonzarse de llevar a Dios a todos los sitios, cada cristiano. Lo mismo que el rosario ha sido cosa del pueblo creyente, sin nadie que presida. Propone, a continuación, que se funde una hermandad del rosario, como cosa del pueblo. A las once de la noche, quema del castillo de fuegos artificiales, entre actuaciones musicales. Hasta hace un par de años se hacía en la explanada existente donde antes estuvo la alfarería de la Rumbadora vieja, y donde hoy está la urbanización de «Las Camelias». Por eso los fuegos artificiales han tenido que trasladarse más arriba en el monte. Cuando acaban, se anima la verbena en la plaza, con entrada libre y gratuita (14). Intervienen las orquestas «Ellos y Ellas» y «Túrbula Show». El domingo, dos de septiembre, se abre con diana floreada por la banda de música local. Trofeo de fútbol organizado por la Peña Deportiva Amigos de Jun. A las diez de la mañana, gran tirada al plato, con trofeos para los vencedores. Al peor tirador lo castigan con tantos melones cuantos fallos haya tenido. A las once, primera parte del concierto de la banda de música de Alfacar, en la plaza. A las once y media, función religiosa: celebración de la santa misa, presidida por el párroco Don Alfonso Jiménez Díaz. La rondalla acompaña el canto de la «misa rociera» (años atrás estuvo muy de moda la «misa campesina nicaragüense»). Llenan la iglesia, sobre todo, mujeres y algunos caballeros trajeados. En el momento de la consagración truenan los cohetes, y la banda de música toca la marcha real. Terminada la misa, la banda interpreta la segunda parte del concierto. Mientras tanto, en la casa solariega de los Marín, como todos los años (y aunque naturalmente no figura en el programa oficial), dan una pequeña recepción, convidando a la comisión de fiestas, la corporación municipal y los amigos. Por la tarde, a partir de las cinco, carreras de cintas en bicicleta por la carretera de entrada al pueblo, con actuación de la banda música de Alfacar. A las ocho y media, después de una misa, gran desfile procesional de la imagen de la patrona, la Purísima Concepción, por las calles del pueblo. Lo organiza la comisión de fiestas. Desde 1989 han vuelto a sacar también en la procesión la pequeña imagen de San Sebastián. En 1990, han estrenado el nuevo trono de la Virgen, en madera labrada y dorada, costeado por suscripción popular. A la salida y a la entrada de las imágenes en la iglesia, se lanzan cohetes en forma de «palmas reales». Las andas las lleva todo el que quiere (ya no hay mayordomos como en otros tiempos, que las llevaban). Lo hacen por tramos prefijados en el itinerario, en los que se hace el relevo conforme al orden acordado; se les llama «turnos de tramo». Sólo llevan el paso varones, y hay un prestigio en llevarlo; en el primer y último turno toma parte el señor alcalde. Don Antonio Marín, como otrora su padre (15), es quien guía el paso de la Virgen, dando instrucciones a los costaleros. A pesar de los cambios producidos desde la restauración de las fiestas, se respeta esta tradición. Nadie lleva insignias ni ornamentos religiosos, salvo el cura que va revestido con alba y cíngulo. Las paradas de la procesión también están prefijadas. El ordenamiento de la comitiva es: Abre paso el estandarte de la Purísima, entre dos farolas, llevado por hombres. La banda de cornetas y tambores. Las mujeres, en dos filas, algunas de ellas con velas encendidas o con bengalas; contamos 210 mujeres; en raros casos van junto con los maridos. Entre las filas femeninas, va el paso de San Sebastián, y, también por medio de la calzada, la reina infantil con sus dos damas de honor y luego la reina juvenil con sus damas. Tras ellas, el paso con la imagen de la Virgen, portado por doce hombres sobre el hombro -en la mano derecha una horquilla para sostener las andas en los descansos-. La sigue el cura párroco acompañado de otro sacerdote mayor, Don Francisco, el capellán de las Jerónimas de Granada, que es amigo del párroco y ha venido estos últimos años como predicador para la misa. Sigue la corporación municipal y el alcalde con su vara de mando, el juez de paz (hermano del alcalde) y otros señores importantes del pueblo (en esta presidencia no figuraban los concejales socialistas). A ambos flancos del paso de la patrona, y sobre todo al final, detrás de las presidencias eclesiástica y civil, se agrupan los hombres, poco más de cien. Resalta un fuerte contraste entre las filas de las mujeres y niños, que van por delante, y este amontonamiento de hombres, la mayoría de edad madura, que son los que se van turnando para llevar el trono de la Virgen. Cierra el cortejo la banda de música que va interpretando diversas piezas, y tras ella una cola de gente en masa y mezclada, entre quienes destacan varias señoras con sus bebés en carritos. Al regresar la procesión, la última parada es en la plaza, donde se queman fuegos de artificio. La banda de música interpreta la marcha real, a la entrada, lo mismo que había hecho a la salida. Ya entrando en el templo, se da el último «¡Viva la Purísima Concepción!» (a cargo, tradicionalmente, de Celestino, el de la cantina de la plaza). A las diez y media de la noche, la verbena, con la actuación de «Ellos y Ellas» y «Casino». Hay enorme bullicio y animación. Vienen gentes de fuera, sobre todo de Pulianas, Alfacar y Granada. El lunes,
3
de septiembre, día
declarado de festividad local no laborable por el ayuntamiento, es una
jornada repleta de concursos y competiciones. A las diez, gran
chocolatada
en la plaza, con tortas, cortadillos y flanes (patrocinado todo por
marcas
comerciales granadinas). A las once, concursos infantiles de
cucañas
y elevación de globos y fantoches. A las doce y media,
degustación
gratuita de cerveza para los adultos y refrescos para los chicos (otros
años hubo concurso de bebedores de cerveza). A las cinco,
carrera
de cintas para damas y otros concursos. A las seis, carreras de cintas
infantiles por edades. A las nueve y media comienza la verbena, en la
plaza.
Este día es más temprano, porque al siguiente ya hay que
trabajar. Actúa el conjunto musical «Atlantic».
Sobre
las doce, comienza el concurso de baile para la mejor pareja de Jun. Y,
como remate, a la una de la madrugada, gran traca final de fiestas.
Poco
a poco el jaleo enmudece y se extiende un aire de cansancio y
apaciguamiento,
como rescoldo de unas fiestas que, sin duda, producen efectos
terapéuticos,
ya que no liberadores. El día de los Difuntos En octubre no hay fiestas, pero noviembre comienza con la conmemoración de los Difuntos (el día 2). En otros tiempos, los días 1 y 2 de noviembre había misas en el cementerio, costumbre perdida. En la actualidad, una familia del pueblo cultiva, con antelación suficiente, en una haza a la salida de la carretera de Pulianas, un plantel de flores, en especial crisantemos blancos y amarillos. La víspera del día 2 de noviembre, la gente sube al cementerio, a adornar cada cual la sepultura de sus familiares. En realidad, desde unos quince días antes han ido arreglando el camposanto, barriendo, quitando yerbas, limpiando lápidas, etc. Sobre las lápidas ponen flores artísticamente, velas, crucifijos. La noche del día 1 al 2, todavía hay quienes conservan la costumbre de encender mariposas de aceite por las ánimas (hoy más corrientemente, velones de cera, como los que suelen usarse en las iglesias como lamparitas del sagrario). El día 2, la misa por todos los fieles difuntos se celebra en la iglesia, a las 12,30 horas. Allí rezan también un rosario y unos responsos por el eterno descanso de los difuntos (otros años ha habido misa en el cementerio; hogaño no). El sacerdote anciano arguye que no dice misa en el cementerio porque allí no hay capilla, y luego pasa a citar de memoria una frase de San Agustín a propósito de los difuntos: «Una flor se marchita, una lágrima se seca, pero una oración sube hasta Dios». Esta misma mañana, subimos al cementerio, situado en la parte más alta del pueblo. En su interior, la gente habla animadamente. Hacen genealogías de los parentescos que los ligan a los difuntos. Siguen la historia de los apellidos. Se saludan unos a otros. Comentan cómo murieron algunos: de tal accidente, en la guerra... El camposanto parece un jardín pulcro, ameno y florido (no tanto la última ampliación, a un nivel más alto en el monte, donde sólo hay nichos, que permiten menos adorno). Las lápidas viejas (quitadas ya de las sepulturas) se ven algunas apiladas, pero muchas otras están adosadas en una tapia de las que circundan el lugar. Algunas familias llegan con ramos de flores. Existen panteones familiares de diverso tipo: de cripta, de nichos, de caseta. Sobresale uno, al fondo, que tiene en su interior catafalcos, tres de madera (a modo de arcones) y otro central de granito. Es el más antiguo, y la lápida más vieja data de 1870, aunque la construcción de la caseta del panteón es de 1879. (Antes de erigirse este cementerio municipal, el antiguo estuvo pegando a la iglesia.) Se observan bastantes sepulturas en el suelo sin lápida, pero incluso éstas aparecen adornadas con flores, con muy pocas excepciones. Un hombre humilde del pueblo, apodado «El Chapuz», que ha estado los días previos limpiando el cementerio, está a la puerta, esperando recibir propinas: Ha colgado de la puerta un letrero sobre un bote de cristal vacío. El letrero dice: Si entras al cementerio Se cuentan
dieciséis panteones familiares,
de la gente tenida por principal. Las restantes sepulturas son la
mayoría
excavadas en la tierra; y las más recientemente construidas,
grandes
pabellones de nichos, de tres o cuatro plantas. Unos niños se
entretienen
leyendo lápidas y haciendo exclamaciones y comentarios.
También
se ven personas pensativas, o rezando, o santiguándose. El
señor
alcalde nos muestra el panteón de su familia y las reformas que
le han hecho. Dice que los enterramientos en el suelo con el tiempo se
irán suprimiendo para edificar más nichos. Me
señala
el sitio donde estuvo, hasta hace pocos años, el
«cementerio
laico», donde se inhumaba a los que se ahorcaban, fuera de suelo
sagrado. El osario ya no lo usan (meten los huesos en nichos
también;
la caseta del osario se la han adjudicado a una conocida familia, para
que haga su panteón. El ritual de este día se resume en
la
visita al cementerio. Alguna gente acostumbra a subir el día uno
y el dos, por la mañana y por la tarde. Al final del día
dos, retiran los objetos de valor que hayan puesto adornando las
tumbas.
Y por último, «El Chapuz» se encargará de
retirar
las flores secas unos días después. Extrañamente
el
entorno de los muertos nos alecciona sobre las estructuras del mundo de
los vivos, patentizando que, si la muerte nos iguala a todos, no es del
lado de acá. La Purísima Concepción El 8 de
diciembre,
festividad propia de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María, la patrona,
aunque
las fiestas patronales se han trasladado -como se vio- al mes de
septiembre,
también queda alguna celebración. El domingo anterior,
por
la tarde, hubo rosario en la iglesia y «pusieron al Señor
en manifiesto». Pero acudió muy poca gente, a pesar de
haberlo
avisado el cura en la misa de la mañana. Este día 8,
hacia
las 11 de la mañana, puede verse a un hombre que va de esquina
en
esquina pregonando una rifa: «¡Por veinte durillos!
¡A
ver quién se lleva el premio hoy! ¡Un jamón con
siete
kilos!» Sostiene con la mano derecha un hermoso jamón,
envuelto
en tela blanca, dentro de un saco de plástico transparente. En
la
izquierda enseña las tiras de papeletas para el sorteo. A las
12,30,
unos cohetes realzan el toque de campanas llamando a misa. En ella, la
rondalla (una cuarentena de niños y niñas entre 9 y 13
años)
interpreta canciones de la misa campesina nicaragüense -con leves
retoques en la letra-. Llama la atención que los monaguillos que
ayudan la misa son dos niñas. Están en el templo unas 150
personas: 35 niños/as, 16 hombres y unas 100 mujeres. El
celebrante,
que es el párroco, destaca en su homilía los valores de
sencillez,
pobreza y entrega de la Virgen y hace algunas críticas sociales.
Al salir de misa, se forman corrillos en la plaza, o bien en los bares,
donde se invitan. Dicen que el año pasado hubo baile, por la
tarde,
en un antiguo local de cine existente; pero este año no ha
habido
más. La Navidad En 1987, la Asociación de Padres de Alumnos y los profesores del colegio nacional organizaron una Fiesta de Navidad, que tuvo lugar el 19 de diciembre, sábado. Prepararon un «salón de actos» en unos bajos al descubierto, existentes en las escuelas nuevas, simulando las paredes con grandes tableros de aglomerado, sujetos con puntales de hierro de los que usan en las construcciones para sostener los techos mientras fragua el cemento. Todo comenzó a las cuatro de la tarde. Una representación de teatro que relata una historia bíblica, preparada por un maestro con los niños mayorcitos, vestidos con trajes alusivos. Los niños parvulitos (4 a 6 años) revestidos de pastores, Virgen, San José, reyes magos, etc., cantan villancicos, dirigidos por la maestra de preescolar. Por la puerta ronda Pepito, disfrazado de «pastor», con una enorme hogaza de pan en el talego. En los entreactos y por los alrededores, algunos miembros de la Asociación de Padres venden papeletas para rifar una freidora eléctrica (al objeto de sufragar parte de los gastos ocasionados por la fiesta: podrán sacar 25.000 ptas, vendiendo 100 papeletas a 250 ptas). Dejan a Pepito que suba al escenario, con su hogaza de 60 cm. de diámetro, y allí recita un poema ofreciéndosela al niño Jesús. Luego, los niños de 4º y 5º de EGB cantan unos villancicos, acompañados por parte de la rondalla y una descomunal zambomba, tañida por un maestro mayor, Don José. En el improvisado salón hay unas 250 personas, pero también mucho trasiego de gente que va y viene. Con toda seguridad ha pasado más de medio pueblo por la fiesta. El alcalde y el concejal de cultura (del PSOE) han estado un buen rato de pie al final; en un descanso se han sentado en la última fila de sillas. La corporación municipal había sido invitada por la Asociación de Padres. Uno de los que más animan al festejo es Antonio «El Troyo», vecino de Jun que es concejal en Pulianas por el partido comunista. Vuelven a subir al escenario los de la representación inicial, contando ahora la historia de Jesús, y terminan con un cuadro en el que simbolizan el hacerse libres de las cadenas. Se continúa con marionetas, preparadas por Don Andrés, el maestro director del colegio, con niños de su clase. Recital de poesías navideñas, a cargo de la señora Mercedes. Las actuaciones terminan con intervención de la rondalla municipal de Jun. Por último, se lleva a cabo la rifa de la freidora eléctrica: sale el núm. 571 y le toca a Ramón, el manquillo, que era concejal del alcalde. Alrededor de las ocho de la tarde terminaba el acto. En los años siguientes no ha vuelto a organizarse una fiesta semejante. Los días
navideños transcurren
sin acontecimientos destacables, en un ambiente primordialmente
hogareño.
El mismo día 24 de diciembre, al anochecer, grupos de
niños
van llamando a las puertas de las casas, cantando villancicos,
acompañándose
de zambombas, carrañacas y panderetas, y pidiendo el aguinaldo.
Suelen ir en pandillas de niños y niñas entre cuatro y
once
años. Siempre uno de ellos lleva una cestita o una bolsa donde
recoger
el dinerillo del aguinaldo, que en luego gastarán en
chucherías.
En nochebuena hay misa en la parroquia y las familias se reúnen
para cenar, con profusión de mantecados, polvorones, mazapanes,
turrones, sidra, champán o anís. La Nochevieja Cuando el año
termina, el día
31 de diciembre, hay casas conde se festeja la nochevieja y el
añonuevo.
Lo típico es juntarse varias familias o pandillas de amigos en
la
casa de uno de ellos. Asistimos a una de estas fiestas, a la que nos
habían
invitado el día anterior. En la calle San Juan, en una sala
amplia
con chimenea, se juntan seis o siete matrimonios de mediana edad;
algunos
traen a los niños pequeños. Han comprado gorros,
guirnaldas
de papel, matasuegras y serpentinas. También, carne para hacer
pinchitos,
pan, jamón y queso, patatas fritas; bebidas para
«cubatas»
y güisqui; leche y tabletas de chocolate para hacerlo, y
pastelillos;
y por supuesto, uvas. A las doce en punto se toman las doce unas, al
compás
de las campanadas. El tocadiscos suena, y a bailar, a beber y tapear.
Más
tarde, un descanso para asar los pinchitos en las ascuas de la lumbre
de
la chimenea, colocados en una parrilla especial. De cuando en cuando
llegan
amigos. Algunos padres van a acostar a los niños, o a darles una
vuelta los que los dejaron dormidos. Al pasar por las calles se oye
tamizado
el sonido la televisión y el jaleillo procedente de las casas.
Los
grupos se divierten, refuerzan sus relaciones, unas de parentesco,
otras
de amistad, otras políticas. En este caso se trata de un grupo
de
«oposición», según dicen ellos mismos.
Terminó
hacia las cinco de la mañana. Al siguiente sábado, 2 de
enero,
volvieron a convocarse, por la noche, para terminar las vituallas y
bebidas
que habían sobrado la noche de fin de año. Fueron menos
personas,
invitaron al concejal socialista, y, entre la charla y algún
episodio
de un serial televisivo, se estuvo conversando acerca de las cosas del
pueblo hasta bien pasadas las tres de la madrugada. Se ha cruzado ya la
frontera simbólica de un nuevo año. El horizonte de un
nuevo
ciclo de trabajo y fiesta queda augurado, entre esperanzas e
incertidumbres.
Jun sigue y seguirá siendo Jun, al par que las gentes que
allí
viven y le dan vida se reconocen unas a otras,
encuentran una identidad común
y renuevan el sentido de su existencia, por encima de las adversidades.
Los momentos festivos, escanciados a lo largo de los meses, restituyen
a cada trance del devenir cotidiano, social o personal, al menos la
nostalgia
de un trascendimiento.
1. Lo gitano aparece en la vida cotidiana junera como un punto de referencia o de contraste bastante socorrido, a propósito de las más insospechadas situaciones. Por ejemplo, estando junto a una hoguera encendida, por el frío que hacía, alguien comentó: «¡Vamos a oler a gitano dentro de na!». 2. Esta confusión que da al pretérito forma de subjuntivo se halla extendida, en realidad, entre alguna gente humilde de algunas localidades del cinturón granadino (como la Zubia) y de los Polígonos de Cartuja y de Almanjáyar. 3. En 1987, el grupo municipal socialista se opuso a este plan parcial urbanístico, aduciendo, entre otras razones, que se seguiría la creación de un Jun y un Junillo. El asunto dio lugar a varias denuncias, que trascendieron a la prensa. Las infracciones urbanísticas, como las autorizadas en su día por el ayuntamiento democrático de UCD, han quedado ostensiblemente marcadas en algunas edificaciones y en el trazado de ciertas calles. 4. Hace varias décadas, había un sistema de mayordomos, quienes aportaban fondos y cargaban con el alojamiento de los músicos, cosa bastante generalizada antes en los pueblos pequeños. 5. El término lardo significa «lo gordo del tocino», cosa que tiene relación con un ingrediente básico y simbólico de la antigua comida tradicional de ese día, el puchero. El consumo de carne en esas fechas contrasta con la prohibición que existía de comer carne durante la cuaresma, a lo que hay que agregar el sentido étnico de la aceptación de la carne de cerdo, frente a la interdicción musulmana y judía. 6. Las personas mayores del pueblo recuerdan cómo antes de la guerra (de 1936) había comparsas de carnaval, que iban por los pueblos y que rivalizaban sobre todo con las de la cercana localidad de Pulianas. Salían también comparsas femeninas, de muchachas (debidamente acompañadas de novios o familiares), vestidas de marinera, de aldeana, etc. 7. Está muy extendido por Granada y sus alrededores el decir mercedor, mercedora, mercerse, por mecedor, mecedora, mecerse. 8. Es muy probable que, en estos tiempos liberales, se haya desdibujado el uso más antiguo y cargado de sentido, según el cual el «estallar el huevo» sería una forma de mostrar preferencias o facilitar la comunicación entre chicos y chicas; lo mismo que ha ocurrido con los columpios, que, de divertimiento de novios ha llegado a reducirse a cosa de chavales. 9. Cuentan que, en 1985, una mujer del pueblo acudió al Pucherico con unas grandes bragas puestas encima de la ropa. Con semejante motivo, la poetisa local y popular, sin estudios y autodidacta, Mercedes (que ya falleció), le sacó esta letrilla: «¡Vivir para ver! / ¡Estamos en democracia! / Las bragas de la Amadora / nos han hecho mucha gracia». 10. La fecha concreta de estas fiestas, que en 1979 comenzaron llamándose «populares», para pasar a denominarse «patronales» desde 1980, ha sido el tercer fin de semana de septiembre, desde 1979 a 1985; el primer fin de semana, en 1986; otra vez el tercer fin de semana, en 1987; y de nuevo el primer fin de semana desde 1988 a 1990. 11. La plaza nueva, frente a la puerta principal del templo, fue inaugurada en una ocasión como ésta, de inicio de las fiestas, en 1987. Aquel día, el alcalde se dirigió al pueblo, desde el escenario allí levantado, y hablaron también los concejales de su partido, pero no comparecieron los del grupo socialista ni el del grupo independiente de Jun. 12. La comisión lo ha adjudicado por 250.000 pesetas y 30.000 de fianza. Al propietario de la cantina que hay permanentemente en la plaza lo compensan con 20.000 ptas. para que no venda bebidas durante los días de las fiestas y para que haga rifas (de jamones, cartones de tabaco, etc.). 13. Un señor recordaba cómo, hace ya tiempo, los coros del rosario apostaban a veces cuál cantaba con más fuerza. 14. La entrada al baile no ha sido libre en otros tiempos. Algún año se hacía pagar a los hombres solteros y a los de fuera del pueblo para poder entrar en la plaza, convertida en recinto cerrado mediante unas vallas metálicas. 15. Don Antonio
Marín
Ocete, que fuera rector de la Universidad de Granada,
desempeñó
el papel de mayordomo principal de las fiestas patronales y, como tal,
«era el que llevaba la Virgen».
Ocaña Ocaña, Mari
Carmen Moral Ibáñez, Alfonso
del (y
otros) |
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