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Cuando Carmelo Lisón, en el prólogo de Al sur de Granada, nos dice que esta obra es «una original simbiosis de arqueología, historia, etnología y antropología, salpicada de sugestivas interpretaciones» (Lisón 1983: XIV), está en lo cierto. Sin embargo, dentro de la profunda mezcla de elementos contenidos en la obra, podemos percatarnos, tras una lectura minuciosa, que algunos de estos temas están poco desarrollados. Nos estamos refiriendo concretamente al tema del folclore. Son varias las alusiones que a este respecto hace Gerald Brenan; sin embargo, estas referencias no dejan de ser un tanto vagas, tomando, casi podríamos decir, la categoría de anécdotas narradas apresuradamente. Esto contrasta con la forma de escribir del autor inglés, sobria, perspicaz, coherente. Sin embargo, hay una razón poderosa para disculpar el tratamiento tangencial que del folclore nos hace el autor. Y es sencillamente, según él mismo confiesa, que está recopilando datos para un estudio más exhaustivo y profundo del tema:
Más tarde, en su Memoria personal 1920-1975 vuelve Brenan a hablarnos de su proyecto:
No podía ser menos, ya que Brenan demuestra a lo largo de sus trabajos sobre literatura (véase Literature of Spanish people) una inclinación decidida por la poesía, la gran asignatura pendiente para él mismo. Pero es sabido por todos los estudiosos de Brenan que esta recopilación de materiales sobre poesía popular, a la que se ha aludido más arriba, se queda en eso, en una recopilación, ya que el rápido deterioro de su salud y posterior muerte impiden que éste sea el último libro del autor de El laberinto español. Así, pues, Brenan menciona la existencia de ciertas coplas cantadas en el ámbito de su aldea, Yegen. Estas dos baladas referidas son «El romance de Catalina de Granada» y la que comienza «¿Dónde vas buen caballero?». La primera de ellas la recogió el autor de boca de su criada María; el segundo romance lo tomó de Ángela, mujer de la que tuvo una hija. Han pasado ya algunos años desde su muerte. Y muchas han sido las peticiones que se han hecho para reclamar este material inédito, material que ha llegado a nuestras manos gracias a la generosidad de su custodia, su sobrina Linda Nicholson. A ella y a su marido, Lázaro Prangel, manifestamos nuestra más sincera gratitud. He aquí, en primicia, la versión de estas dos baladas recogidas por Brenan en aquel pueblo de la Alpujarra: Coplas de
Catalina de Granada / 1 [de María] En Granada hay una niña, Su padre era un perro moro,
(bis) Todas las horas del día (bis) Porque no quería hacer (bis) Le mandó a hacer una rueda
(bis) Ya está la rueda hecha (bis) Iba un ángel del cielo (bis) «Catalina, sube, sube (bis) Mientras Catalina sube, (bis) Catalina no la encuentra. (bis) La Virgen de los Dolores (bis) La campana de la Gloria (bis) Y también la del Infierno
(bis) Coplas de Catalina de
Granada
/ 2 En Granada hay una niña, Su padre era un perro moro,
(bis) Y tenía tres hermanos (bis) Y tenía tres hermanas (bis) Y a ella la encerraron (bis) «Si te pide de beber, (bis) «Si te pide de comer, (bis) «Si te pide de dormir, (bis) Y dentro de quince días, (bis) Y entonces se asoma ella (bis) Y entonces le dijo ella: (bis) «Que el corazón se me
seca (bis) Dentro de otros quince días,
(bis) Y entonces se asoma ella (bis) «¡Hermano!, si eres mi
hermano,
(bis) «Que el corazón se me
seca (bis) «Yo te la diera,
¡bonita!, (bis) «Pero si padre se entera, (bis) Dentro de otros quince días,
(bis) Vide venir a su madre (bis) Y le dice: «El corazón se me seca
(bis) «Yo te la diera,
¡bonita!, (bis) «Pero si padre se entera, (bis) Y a los cuatro o cinco días,
(bis) Vide venir a su padre (bis) Y en la cabeza tenía (bis) Para que su padre viera (bis) Las campanas de la Gloria (bis) Y también las del Infierno
(bis) Balada «¿Dónde vas,
buen caballero? «Tu esposa ya se ha muerto: «Llevaba un vestido blanco «Los zapatos que llevaba «Cuatro duques la llevaban Contra más me quito de ella, «Que soy tu querida esposa «Los brazos que te abrazaban «La primer hija que tengas El romance de Catalina de Granada El romance de Catalina de Granada recogido, como ya hemos dicho, de su criada María, presenta dos versiones. La primera, más reducida y condensada, de tan sólo trece estrofas. La segunda, más amplia e imprecisa, de treinta estrofas. Ofrecemos las dos versiones con objeto de favorecer una mayor y más completa comprensión del romance, por un lado; por otro, porque pensamos que son necesarias para captar un perfil más redondo de alguno de los personajes, caso de la madre, que sufre un cambio cualitativo, comparando una y otra versión, con respecto a la protagonista de la historia. Leyendo con cierto detenimiento esta canción-romance, puesto que en canción se ha convertido lo que posiblemente fuera en un principio un romance, observamos que muestra todas las características propias de este tipo de poesía, características, por otro lado, necesarias para mantener la atención del oyente, móvil principal de este género literario. En este sentido vemos que la acción se sitúa en Granada, escenario emblemático en las luchas entre moros y cristianos. Por otro lado este romance presenta una estructura temporal coherente, si bien nos llama la atención el cambio constante en los tiempos verbales: pasa del presente al pasado y de éste al presente con cierta facilidad y habilidad. Aparte del acercamiento que supone la narración en presente, una razón de estos cambios de temporalidad podría estar en el hecho de favorecer el efecto dramático que la historia del romance presenta. Una buena dosis del efecto que produce el romance en las gentes radica en su elevado grado de dramatismo que encierra. En cuanto a los personajes observamos un gran interés por delimitar sus características. Podríamos decir que estos dramatis personae constituyen auténticas unidades semánticas en sí mismos. La tipología va desde la candidez de Catalina, candidez expresada mediante el calificativo de «niña», a la brutalidad del padre, «perro moro», pasando por la maldad heredada de los hermanos, «perrillos moros», o el carácter cobarde de su madre y hermanas, incapaces de acciones samaritanas por miedo al esposo o padre. Sin embargo, si ahondamos en la tipología de estos personajes y si comparamos ambas versiones, observamos tratamientos diametralmente opuestos en el papel de alguno de ellos. Así en la primera versión notamos que la madre se comporta de manera muy negativa para con su hija; actitud que podría calificarse de cruel en el más amplio sentido de la palabra: Todas las horas del día Sin embargo, en la segunda versión, la madre da a entender que lo único que le impide ayudar a la hija es el miedo a las represalias que su marido puede hacer caer sobre ella misma: Pero si padre se entera Hay un cambio cualitativo en el tratamiento del personaje de la madre. Llegados a este punto vale la pena detenernos en la siguiente cita: Cada auditor de un romance oye, interpreta, da más o menos atención o importancia a cada uno, o unos pocos, de esos indicios, a través de los cuales se revela, o él mismo crea --completando, ampliando, reduciendo, olvidando-- el conjunto de rasgos que constituyen a sus personajes. Estos rasgos son percibidos, interpretados, desarrollados, suprimidos o radicalmente cambiados de acuerdo con el referente (que es su realidad, incluida en ella la de su fantasía) en que auditores y cantores están inmersos y que ellos contribuyen, en el proceso mismo de transmisión y elaboración del mensaje romancístico, a cambiar. Y es el cambio constante de esa realidad, del referente, incluidos en él cantores y auditores, lo que fuerza y garantiza la evolución del romance. En última instancia, es esta audición constructiva, esta potencialidad combinatoria, lo que permite y explica la extraordinaria supervivencia de cientos de versiones, todas ellas distintas, de un mismo romance. Es esta movilidad constante, en la diacronía y la sincronía, lo que constituye la armazón de la vitalidad del romancero, y lo que para bien o para mal lo distingue de tanta literatura escrita que murió precisamente de eso: de inmovilidad libresca (Romero 1979: 273). Estamos, pues, ante una canción romanceada, cargada de honda vitalidad como lo demuestra el hecho de pervivir, en un mismo sitio (Yegen) y en una misma persona (María), dos versiones de la misma historia. El cuadro pintado por el romance se nos antoja desolador, pero dentro de tanta maldad brilla la esperanza, a modo de moraleja, ya que Catalina obtendrá el cielo como recompensa por abrazar la fe cristiana. En tanto, el romance deja entrever que todos los de su casa sufrirán la condenación eterna por su doble condición de infieles y de malvados. Finalmente nos
llama
la atención el
espíritu firme demostrado por Catalina. La situación nos
recuerda el calor y entereza evidenciados por los primeros cristianos
ante
los perseguidores de su fe. Pensamos que esto nos lleva al
núcleo
del mensaje del texto: el triunfo de la fe cristiana frente al
«infiel». El romance de la esposa difunta En cuanto al segundo texto, otra canción de estructura romancística, que el autor denomina ballad y que recoge por vía oral de Ángela, no hace sino reproducir un tema que tuvo cierta fortuna en la historia del romancero: Es el tema de la aparición de la enamorada difunta. Encontrar esta versión moderna del romance en boca de los lugareños de las Alpujarras produce cuando menos una agradable sorpresa por cuanto uno cree dar confirmación a la tan repetida cuestión de la permanencia viva en España de versiones de romances antiguos (cfr. Menéndez Pidal 1968). Esta versión de «Dónde vas, buen caballero» tiene su fuente lejana en un romance viejo novelesco denominado «Romance del palmero» y que transcribimos a continuación: Yo me partiera de Francia
fuérame a
Valladolid. Es curioso comprobar (Menéndez Pidal 1968: 14-16) cómo en el Cancionero de Londres, a fines del siglo XV, aparece la versión «¿Dónde vas, el escudero, triste cuitado de ti...», mientras que en todas las ediciones del siglo XVI se dice «¿Dónde vas, el caballero». Este tipo de romances responde a una época medieval en que el escudero era un joven hidalgo que esperaba recibir la orden de la caballería. Cuando en el siglo XVI el escudero deja de ser tal para convertirse en un servidor de personas nobles, en un viejo de edad y escasamente considerado, se produce el cambio de escudero por caballero; era el momento --época de Carlos V- en que la nobleza dejaba de ser militar para convertirse en nobleza cortesana. Y los romances dan testimonio de ello. Era urgente borrar su nombre en los viejos romances. Aduce Menéndez Pidal que el cambio se produce también en la lírica. Aporta el ejemplo de una canción del romancero musical, un manuscrito del siglo XVI, que comienza «No paséis el caballero, tantas vezes por aquí» (Menéndez Pidal 1968: 15). El tema de la aparición de la enamorada difunta lo encontramos en cinco versiones (Morley 1922: 300-301), en los siglos XV y primera mitad del XVI; de ellas destaca la del Cancionero del Museo Británico, editada por Rennert, ya mencionada, y la del pliego aragonés que contiene un verso que falta a todas las demás lecturas antiguas: después del apóstrofe «¿Dónde vas tú, desdichado, dónde vas triste de ti?», inserta las palabras «Buscando la mía señora, días ha que no la vi», que luego aparecerá en las versiones modernas de tradición oral. Del siglo XVII se conservan tres versiones, según testimonios de los dramaturgos Mejía de la Cerda en La tragedia de doña Inés de Castro, acto III; Guillén de Castro, en La tragedia por los celos, acto III, y Vélez de Guevara en Reinar después de morir, acto III. Todas estas variantes se ven repetidas hoy en toda España, América, Portugal y Marruecos. Una muestra moderna la encontramos en la canción de corro cantada por niños. Pero, en 1878, a raíz de la muerte de la reina Mercedes, la joven sevillana de dieciocho años, las niñas cantaban en las calles esta letra: ¿Dónde vas, Alfonso
XII, dónde
vas, triste de ti? Curioso cotejar
la
letra de esta poesía
infantil romanceada y la que nos ofrece G. Brenan, tomada de una
lugareña
de las Alpujarras, con la del romance del palmero. Veremos que la labor
de transmisión oral y escrita del romance del palmero ha sido
esencial
para este caso de supervivencia. * * * Los romances suelen mostrar un contenido narrativo, una historia, a través de un discurso doblemente articulado (Catalán 1979: 231 ss): a) Métricamente el romance adecua las estructuras sintácticas a los esquemas métricos impuestos por el verso. Hay un ajuste entre la forma sintáctica y la forma versual; se produce lo que en retórica estilística y métrica se denomina esticomitia. Llama la atención, en la «balada», el eneasílabo del verso cuarto de la primera estrofa y la carencia de sinalefa entre se y ha del verso primero de la segunda estrofa para cumplir con el octosílabo; nos resulta forzado, pero esta es una de las características que se suelen señalar en los textos de transmisión oral, su irregularidad. La rima es asonante en los versos pares. Sólo la estrofa cuarta rompe el esquema de rima aguda. Es más, el segundo y cuarto versos ni siquiera riman entre sí. Pensamos que podría ser un error de captación. Posiblemente, la pronunciación relajada o rápida de charol le hiciera escribir charro en vez de aquel término. En el fondo la idea viene a coincidir: llevaba zapatos de un rico charol, es decir, lustrosos, barnizados; o llevaba zapatos de un rico charro, de color chillón, vistoso. La rima con «casó» exigiría «charol» y no charro. De otro lado, determinadas estructuras rítmicas responden a esquemas propios de este tipo de creación. Véanse por ejemplo los esquemas paralelísticos anafóricos de los versos 1-2, 23-24, 31-32. b) Dramáticamente: Como dice D. Catalán, el discurso romancístico utiliza preferentemente un modo de representación esencialmente dramático. ¿Qué elementos representativos aparecen en nuestro texto que lo hagan dramático?: -- El diálogo entre los personajes, que muestra claramente el propósito de re-presentar ante el auditorio los sucesos. -- El tono melodramático de la aparición y la compasión que pueden engendrar en nosotros los personajes. -- La reactualización del discurrir del tiempo. El romance nos sitúa en un antes y en un después. En un antes del momento de la narración, el antes de la muerte; y en un después de ella por el que «vivimos» el discurrir del tiempo. -- Expresiones más o menos formularias que están destinadas a modificar el escenario mediante el movimiento visualizador de los personajes. En la estrofa seis: «Contra más me quito della / más acerca para mi» - Detalles
visualizadores: llevaba un vestido
blanco; el velo era de rico carmesí; zapatos de charol... * * * En este romance se pueden distinguir, entre otros, los siguientes elementos significativos: a) La sombra: Al pasar por un barranco b) Los adornos de su cuerpo: Llevaba un vestido blanco c) La corrupción de las partes del cuerpo: Los brazos que te abrazaban d) La bendición que concede la difunta a su amante, aconsejándole que se case: Cásate, buen caballero, e) El elemento de las señas de la enamorada se dice que se van a expresar, pero no se hace: no hay alusión a su hermosura, a su rostro o a su cuello; las «señas» que se mencionan son los adornos del cuerpo. El modo de narración que nos presenta el romance es doble: 1º: El
diálogo entre el amante
y una persona desconocida. 2º: El
diálogo entre la sombra
y el amante. * * * En lo que se refiere al nivel de uso de la lengua, no es nuestro propósito hacer un análisis lingüístico del texto, sino tan sólo señalar algunos de los rasgos que, a simple vista, llaman la atención, y que se derivan del hecho de ser un texto canción (en su origen un romance) transmitido oralmente. Y dos podrían ser esos rasgos: uno, la expresión vulgar «Contra más me quito della»; el otro, el uso de algunas formas verbales: No te asusta,
caballero, no te asusta tú de mí. La no pronunciación de la "s" final y la abertura de la vocal "e", habrían llevado al autor a transcribir "a". En el caso de «Cásate, no este así» y «La primera hija que tenga» nos parece claro que se trata de otro error de transcripción y no del uso de usted como forma de cortesía. En cuanto al uso de las formas verbales cabría hablar de la habilidad y uso peculiar de estas formas. Uso del imperfecto para la narración; el indefinido que objetiva los hechos; las formas del presente para la pregunta-respuesta o para el acercamiento temporal-emocional de los hechos; el imperativo para la formulación de un deseo. Formas verbales utilizadas de tal manera para conectar con la inquietud temporal que todo relato suscita. En resumidas cuentas, ante lo que nos encontramos es ante una versión moderna de lo que Menéndez Pidal llamó romance-diálogo, a través del cual se nos va narrando la historia que subyace en él, adentrándose en los dominios de la dramatización: lo que se nos presenta ante nuestros ojos es una breve escena dramática. Si algún
interés muestran estos
textos no es el de su originalidad; tan sólo el ser versiones
modernas
de romances recogidas por Brenan, y hasta ahora inéditas, de los
labios de nativos en un rincón de las Alpujarras, y que nos
sirve
para comprobar que la canción popular, que el romance
tradicional,
ha alargado su vida hasta nuestros días, que ha pervivido en los
más alejados rincones. «El caudal romancesco vivo hoy en
día
en la memoria popular es aún muy copioso, permitiéndonos
afirmar que no desaparecerá en un porvenir cercano»
(Menéndez
Pidal 1968: 450).
Brenan, Gerald Catalán, D. Lisón, Carmelo Menéndez Pidal, R. Morley, S. G. Romero, Francisco |
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