|
|||||
|
|||||
Un un libro de próxima aparición me propongo analizar el caso de la Semana Santa de Priego de Córdoba, como prototipo de la religión popular en Andalucía. Allí, tras hacer una reconstrucción del ritual, haciendo ver sus elementos constitutivos y su ensamblaje, estudio la Semana Santa como instancia de estructuración social, permitiendo a los individuos la identidad y dando una ocasión para la lucha por el poder social, que tiene como consecuencias una estratificación social. En la última parte, estudio la experiencia simbólica de la Semana Santa. Empiezo por mostrar cómo los prieguenses abordan la Semana Santa desde un estado de falta o de necesidad, situación subjetiva y colectiva a partir de la cual se entabla una relación simbólica con la imagen. Tras esto, hago ver que si la Semana Santa funciona y continúa existiendo en Priego es porque hay una correspondencia entre el ritual propuesto y la demanda de los sujetos. El conjunto de signos del ritual es como un agua que calma la sed de los prieguenses. He podido constatar que esta pantalla del ritual ofrece signos de miseria, de violencia y de muerte que permiten a los prieguenses expresar su situación, y que, al mismo tiempo, ofrece también signos de grandeza, de paz y de vida que transforman el deseo profundo de los individuos, del grupo y de la naturaleza misma. En este
artículo pretendo dar cuenta
del funcionamiento simbólico, explicitando los procesos que
permiten
a estos signos el articularse con los individuos y llegar a ser
eficaces.
Voy, pues, a tratar de los mecanismos de la experiencia
simbólica
y de la eficacia del ritual de la Semana Santa de Priego.
LOS MECANISMOS DE LA EXPERIENCIA SIMBÓLICA La hipótesis clave de toda esta parte sobre el funcionamiento de la experiencia simbólica es que el ritual corresponde a la búsqueda subjetiva de los prieguenses y que permite su realización por la puesta en marcha de una serie de mecanismos. Creemos que el
estudio en detalle de estos
mecanismos, a partir de un caso particular como el de Priego,
permitirá
comprender otros fenómenos análogos de la religión
popular, concretamente en Andalucía (1).
I. La proyección «Jesús Nazareno es una pantalla.» En una de las entrevistas, se nos dijo que «Jesús Nazareno es una pantalla que te dice algo». Sin esta pantalla, sería imposible que todo el mundo del deseo individual y de la violencia colectiva saliera fuera y se expresase. El encuentro del prieguense con el Nazareno no es posible sino por una transferencia individual y colectiva hacia el mismo. Esta transferencia implica una explicitación de lo implícito. Todo un mundo irracional, inconsciente, que no encuentra lenguaje en la verbalización o en el razonamiento, surge en la confrontación con la imagen. El número de veces que la gente entrevistada utiliza los verbos «verlo» y «mirarlo» es impresionante. En esta mirada podríamos decir que tiene lugar esta transferencia de la que hablamos. No se trata de una mirada banal. No es un simple calmar la curiosidad viendo un objeto artístico o simplemente raro. Si fuera así no se volvería una y otra vez a mirarlo. Y los prieguenses van allí cada año de una manera obsesiva. Lo ven a la salida, en la Plaza, en el Palenque, etc. Y cuando la imagen pasa, salen corriendo por las callejuelas para esperarlo otra vez y poder verlo de nuevo. ¿Qué ocurre en este «ver»? Es la experiencia del estar cara a cara y de dejar que ocurra algo entre la persona y la imagen. Que el mundo interior salga a la superficie en presencia de la imagen. Mucha gente nos ha dicho que «parece que la imagen les mira». Se trata, pues, de un diálogo de miradas que remueve el mundo interior del individuo y del grupo. Movimiento interior que se explicita en recuerdos de personas, en situaciones, en «apuros», en necesidades y en problemas, y que se visualiza en las lágrimas que salen a los ojos, en un silencio que emociona a la persona, en el susurro de algunas palabras en voz baja, en un gesto, en un grito o en un comentario al niño o a las personas próximas. Hay otros detalles significativos en el discurso de los prieguenses, que manifiestan esta proyección o esta transferencia positiva. Es la frecuencia con la que los prieguenses dicen «que creen mucho en Él», «que le tienen un fervor, una devoción», «que lo quieren mucho», «que mus esnorta». Se puede ver que se trata de un vocabulario de relación afectiva profunda, de una afección y dependencia respecto a alguien:
Hay algunos que piensan que esta proyección de los prieguenses hacia Jesús Nazareno es totalmente normal y lógica, que esto está regido por una especie de armonía preestablecida:
Este mecanismo de proyección, presente en la persona y desencadenado por la imagen de Jesús Nazareno, hace que la imagen se cargue de las profundidades de la existencia de los prieguenses, hasta tal punto que la imagen ya no es un simple trozo de madera, sino algo diferente. Por algo los prieguenses dicen que el viernes santo «Jesús Nazareno parece que está vivo». Se puede decir que la imagen es más viviente y, quizás, menos artística y, más bien, una persona con la que se puede entablar una relación personal; no un signo convencional, sino más bien un símbolo que lleva en si una parte de la realidad, en el sentido antropológico del término. La imagen posee una mayor capacidad de desencadenar este mecanismo de proyección en las personas. Por este proceso de proyección, la imagen se carga de la vida emocional profunda y de las fuerzas irracionales del inconsciente individual y colectivo. En Priego podemos decir que la imagen que tiene mayor capacidad de despertar esta proyección es, sin lugar a dudas, la de Jesús Nazareno. Las otras, por ejemplo la de Jesús de la Columna, aunque sean muy valiosas desde el punto de vista artístico, no desencadenan este mecanismo con la misma fuerza. La proyección
sería, pues, el
primer paso en la relación con la imagen. Y este paso
está
en estrecha relación con el segundo, es decir, con la
identificación.
II. La identificación «El Nazareno es Priego y Priego es el Nazareno.» Se ha dado el primer paso. Ha saltado la chispa. Se ha entablado ya una relación en profundidad con la imagen. Pero,¿qué ocurre allí?
Jesús Nazareno lleva con Él a todos los prieguenses, y al grupo en cuanto tal, que le han lanzado todo un mundo interior y oculto cuando pasa en procesión. El «paso» de Jesús es pesado y debe ser pesado. Los jóvenes se decepcionan mucho cuando la procesión no presenta dificultades: esto ocurrió hace tres años, cuando el hermano mayor decidió quitarle peso a las andas; a la gente no le gustó esto. Jesús es pesado porque los lleva a todos, porque Jesús es cada uno de los prieguenses y todo el grupo. Aparentemente, en la procesión, son los prieguenses los que llevan a Jesús al Calvario, pero también es verdad que es Jesús el que los lleva a todos al Calvario:
Jesús los lleva a todos,y, también, todo el mundo lleva a Jesús. Notemos que uno de los verbos que hemos resaltado en las encuestas como de mayor frecuencia de uso ha sido el verbo «llevar». Una vez identificados, los prieguenses hacen las acciones de Jesús y Jesús las de los prieguenses. Hay un denominador común que se crea en Priego el viernes santo: «todos somos nazarenos». Identificados con Jesús, los prieguenses se ponen a continuar, a actualizar la historia, el drama de Jesús. Y cabe preguntarse: ¿Se está recordando y viviendo la historia de Jesús de los tiempos pasados o la imagen les está dando la oportunidad de vivir su propio drama actual? De hecho, el ritual juega sobre este doble plano. Es, simultáneamente, lo que ocurrió en otro tiempo y lo que está pasando ahora: «El viernes santo todos somos nazarenos», esta fue una de las primeras frases hechas que oímos en Priego desde el comienzo de nuestro trabajo de campo y que nos llamó la atención. No paramos de oírla a lo largo de nuestro estudio y resultó ser capital para comprender el fenómeno. La identificación con Jesús de todos y cada uno de los prieguenses está en la base de la experiencia de unidad del viernes santo de que ya hemos hablado y de la que queremos presentar un testimonio que nos parece muy elocuente:
La masa de prieguenses deja de mirarse mutuamente para compararse unos a otros y rivalizar y todos miran al mismo Jesús y viven lo mismo: el momento de Jesús Nazareno. Hay, pues, una disolución de una relación de tipo horizontal para sustituirla por otra de tipo proyectivo-vertical hacia la imagen, que va a tener repercusiones sobre las relaciones horizontales. Puede decirse, pues, que la identificación de todos a la misma imagen hace posible otro tipo de relación para los prieguenses entre ellos: la relación mística o simbólica que pasa a través de la imagen. Hay otro tipo de relación que se da en la Semana Santa y que está basado en las relaciones de fuerza que se desencadenan en la misma. La imagen y el ritual --hemos dicho-- forman un capital simbólico que los diferentes grupos y personas buscan para apropiárselo y para oponerse mutuamente, estableciendo así una lucha por el poder del grupo total. Este otro tipo de relación con la imagen, que llamamos de forma diferente, a saber, proyectivo-vertical, o mística o simbólica, conduce a una experiencia de supresión de las diferencias y de fusión de todos con la imagen. La identificación con Jesús permite también poder expresar y gestionar todas las fuerzas irracionales del inconsciente de los individuos y del grupo que el dispositivo racional no puede realizar. La historia de Jesús es actualizada de nuevo aquí y ahora, en la historia de Priego, que se transforma en el mismo sentido que la de Jesús. Lo profano y lo contingente van a unirse a lo sagrado y lo absoluto. El resultado será que lo profano se verá salvado y renovado. Estas hipótesis nos parecen explicar bien y dar cuenta ajustada del conjunto de hechos observados en el ritual de la subida al Calvario y de las significaciones que hemos visto que esto tenía para la gente, incluso sin poder habernos explicado racionalmente.
Para hacer realidad esta identificación, el ritual busca todos los medios (elementos y acciones) que recuerden y actualicen lo que ocurrió en otro tiempo (soldados romanos, desorden, jaleo, empujones, estrecheces, etc.) llenando así el vacío temporal que separa el ayer del hoy. Una vez que se crea esta identificación con Jesús, el prieguense es transportado, gracias al ritual tradicional, al «in illo tempore». De aquí también que se vea a Jesús como «una cosa nuestra», «como si fuera nuestro padre, nuestro hermano». El prieguense, proyectándose en Jesús Nazareno, se identifica con Él y se convierte en «nazareno». Y Jesús, en esta confusión de personas, se convierte también en prieguense. «El Nazareno es Priego y Priego es el Nazareno», fórmula feliz que alguien nos dijo. El ritual mantiene esta identificación, con detalles a veces caprichosos pero llenos de significación:
Esta anécdota
nos la han contado varias
personas. Diríamos que es una de las historias estereotipos que
pertenecen al acervo común tradicional.
III. La sustitución y la plurivalencia del ritual «Hoy/ayer... Aquí/allí... Nuestro/suyo.» La proyección y la identificación con la imagen se hacen posibles por la naturaleza misma del dispositivo simbólico. Este último permite vivir situaciones «como si...». El poder evocador del símbolo permite a cada uno reconocerse en él a partir de situaciones diferentes. Cuando la gente no puede estar presente en Priego, el dispositivo simbólico les ofrece la posibilidad de vivir la experiencia simbólicamente, es decir, la misma acción, con los mismos resultados por otros gestos. La proyección y la identificación son dos mecanismos que pertenecen al mundo personal, subjetivo. Pero el funcionamiento simbólico no se haría posible si estas operaciones subjetivas descritas no estuvieran acompañadas de otros procesos del dispositivo simbólico que vamos a llamar la sustitución y la plurivalencia del ritual. Y para explicitar estas categorías vamos a referirnos a un autor del que ya hemos tomado inspiración, de R. Girard:
El proceso de sustitución hace posible la identificación con el personaje del pasado, con su espacio, su tiempo y su historia. El espacio presente en el tiempo presente, con los personajes de la actualidad, que llevan a cabo una acción, puede sustituir y conjurar el pasado para restituirle su eficacia. En este sentido, la acción del ritual es ambivalente y plurivalente. Es esto y algo más que esto. Espacio, tiempo, imagen, personas, objetos y acción ritual funcionan con esta característica: tienen un doble valor. Son elementos normales, de la vida corriente y profana; son ellos mismos y son, al mismo tiempo, soporte y vehículo de otra cosa, son algo más que ellos mismos, están sobredeterminados, sobrecargados de significación. Vamos a ver esto más en detalle. En cuanto al espacio: se trata de este espacio de Priego: sus calles, sus plazas, sus rincones, sus colinas, etc; y también el otro espacio histórico y existencial: la calle de la «Amargura», el Calvario (lugar en que el antepasado Jesús fue sacrificado y dio vida a toda la tribu). El grupo vive de esta manera en su espacio cotidiano y profano, que es el lugar de la muerte y de la violencia, otro espacio sagrado, que es el de la vida y de la reconciliación. En lo que toca al tiempo: es este tiempo, y, al mismo tiempo el otro tiempo: el tiempo de los orígenes, el del drama histórico de Jesús que salvó y fundó al grupo. Es el tiempo por excelencia, el tiempo sagrado, único, el tiempo de la salvación que se inserta en el curso del tiempo ordinario. La imagen y los objetos del ritual son un trozo de madera, una túnica, una cruz, un tambor, un uniforme de soldado romano, un pan en forma de gallina con un huevo dentro (el hornazo), etc.; pero todo esto es, al mismo tiempo, otra cosa: es la divinidad misma que está presente en Jesús Nazareno. La imagen parece estar viva. Y todos los objetos del ritual de los que ya hemos dicho que estaban sobredeterminados tienen la capacidad de poder hacer presentes el tiempo, el espacio y la acción sagrada. La acción misma del ritual, lo hemos visto ya, tiene el valor del hoy y del ayer, del aquí y del allí, del nuestro y del suyo. La referencia al drama histórico del Calvario es evidente. Lo que no está tan claro es que la acción de la subida al Calvario sea también el drama de los prieguenses. Pero ya hemos mostrado que, de una manera latente, esta acción vehicula, el viernes santo, el drama de los prieguenses. El grupo Priego pone en marcha una acción que lo supera: es el tiempo y la acción de salvación, y es la tragedia de los prieguenses en busca de la misma. En esta referencia a la acción primitiva, es necesario que haya signos que sugieran esta acción del pasado. Pero, en el fondo, la fuerza no consiste únicamente en recrear la historia y el escenario original. Los signos pueden ser mínimos e incluso anacrónicos. Esto tiene poca importancia, a partir del momento en que tienen para el grupo capacidad para transportarlos al pasado fundante. Este es el caso de Priego. No se trata de hacer teatro o reconstrucción de la historia, sino de revivir y de reactualizar la experiencia del drama original. A fin de cuentas, no se exige una exactitud de detalles; un acuerdo tácito y una confabulación secreta y obscura de la tradición dan al tiempo, al espacio y a la acción esta ambivalencia y esta capacidad de sustituirse al drama original y al de los prieguenses. A propósito de la sustitución simbólica, hay que señalar otro mecanismo de sustitución que está presente en todo funcionamiento simbólico y que en Priego también encontramos. Ciertos objetos y ciertas acciones pueden evocar y hacer presente este acontecimiento con una cierta eficacia, a pesar de que no estén directamente inscritos en el ritual mismo de la subida al Calvario. En este apartado entrarían una serie de hechos a los que ya hemos hecho alusión. Vamos a recordarlos rápidamente: Se trata, ante todo, de las imágenes y de las fotos de Jesús Nazareno y de otros «santos» que la gente compra con ocasión de la Semana Santa. Pudimos observar un sábado santo a muchos prieguenses que habían venido a la sacristía de Jesús Nazareno en la iglesia de San Francisco para comprar estampas e imágenes recordatorios, o que estaban pegados al escaparate del fotógrafo de Priego mirando las fotos que había hecho durante la procesión para comprarlas si en ellas estaba algún conocido. Estos recuerdos y fotos serán guardadas cuidadosamente y conservarán toda la fuerza de la experiencia del Calvario. Serán como un sustitutivo de la misma. Recordemos también los rituales sustitutivos que algunos prieguenses llevan a cabo para hacer presente la subida al Calvario y, sobre todo, la bendición de Jesús: ir al Tibidabo en Barcelona, subir a la Giralda de Sevilla, subirse a una colina, reunirse delante de una imagen de Jesús en casa de alguien, llamar por teléfono para escuchar el ruido de la procesión, telefonear para decir «viva» de su parte, etc. Tomemos también el caso de las fiestas de mayo: cuando Jesús sale en esta ocasión, no se parece a la Semana Santa. Todo el mundo lo reconoce y se escandaliza de que durante algún tiempo no hubiera quien lo llevara a hombros y tuviera que salir sobre ruedas. Este hecho constituye para los prieguenses la mejor prueba de que no es lo mismo. Ya hemos dado una interpretación desde el punto de vista sociológico. A pesar de ello, nos dicen, cuando ven a sus imágenes en la calle se emocionan porque esto les recuerda el otro tiempo, el verdadero tiempo. El viernes santo se hará presente de una manera más fuerte, y la emoción, por tanto, será más intensa en la medida en que el ritual recuerde más y sustituya mejor. Cuando, por ejemplo, los «costaleros» de la Virgen de los Dolores sacaron a Jesús Nazareno en el mes de mayo de 1975 y le «dieron un bailecico», la gente decía «que parecía que estábamos en viernes santo». Por otra parte, la misma imagen, que durante el año se queda en su camarín, será el sustitutivo privilegiado del viernes santo. Y si sale en procesión fuera de la Semana Santa por algún motivo extraordinario su fuerza sustitutiva será mucho más intensa. Este fue el caso de los años en que se sacó a Jesús e incluso subió al Calvario con motivo de la peste, de la sequía o de la guerra civil. Vemos, pues, que
el
ritual del Calvario, que
ya de por si es una sustitución del drama histórico de
Jesús
en Jerusalén y del drama existencial actual de los prieguenses,
se ve, por su parte, sustituido por objetos y por acciones que
efectúan
los prieguenses en la vida ordinaria o en circunstancias
extraordinarias
para implorar la fuerza salvífica del ritual.
IV. El intercambio con la imagen «Dios mío, si me sacas de esto hago esto.» Este mecanismo es llamativo en las promesas. La gente de Priego, en su relación con las imágenes, dan para recibir. Se dan muchas cosas: dinero, presencia, esfuerzo, fatiga y otras muchas cosas y acciones para recibir la vida, la paz, y la seguridad. Hay momentos en que este intercambio funciona a tope: el viernes santo. Por ello la gente está presente en ese día y reservan sus promesas para esta ocasión. Sin el conocimiento de este proceso de intercambio, nos faltaría una clave fundamental de comprensión de la Semana Santa. La relación con la imagen de Jesús Nazareno y la participación en la experiencia simbólica que constituye la subida al Calvario sin este mecanismo y proceso de intercambio con el mundo de lo sagrado sería incomprensible. Nos situamos claramente en la perspectiva de Marcel Mauss, cuando utilizamos esta categoría teórica (Mauss 1966: II parte: «Essai sur le don»). Queremos decir que los prieguenses entablan con Jesús Nazareno una relación de «dar para recibir». El prieguense y el grupo total de Priego tienen necesidad de continuar viviendo, y buscan una solución para su deseo que está amenazado de muerte y para su grupo que está confrontado a la violencia destructiva. Se vuelven hacia la imagen y a la experiencia simbólica que ella desencadena. Y, para recibir, tienen necesidad de dar, deben pagar un cierto precio. En este sentido podríamos hablar de una especie de economía, de un intercambio específico que el dispositivo simbólico despierta en el mundo de lo religioso. Las promesas de que venimos hablando desde el principio serían el punto en que se pondría en evidencia este proceso de intercambio. Una de las personas entrevistadas nos dio la siguiente fórmula que mostraría su funcionamiento:
O esta otra fórmula, también de los prieguenses:
O también, tratándose de un caso concreto:
En este caso, el proceso de intercambio es evidente:
Todos los que recurren a Jesús Nazareno el viernes santo lo hacen de una manera interesada. Incluso sin haber una situación particular o un asunto concreto que los motive, la simple amenaza de la frustración de su deseo o el miedo de la violencia, están siempre implícitos en su recurso a lo sagrado. En este sentido todo ritual se convierte en un exvoto en movimiento. Para aclarar mejor este intercambio, sería útil calcular el coste de la Semana Santa. Hay, ante todo, un costo económico, en dinero. Los hermanos invierten mucho dinero en honor de su imagen. Se podrían dar muchos ejemplos de lo que las cofradías invierten económicamente, continuamente, «para el honor de sus titulares y el mayor esplendor del desfile procesional» como se dice en Priego. Este proceder nos consta que en los últimos años se ha continuado en Priego. Podría pensarse que estos gastos competen únicamente a las cofradías. Esto no es cierto. De hecho, las hermandades son únicamente los gerentes de este capital destinado a los «santos». El dinero procede de todos los prieguenses que participan en las procesiones (2). Y es el momento de señalar una costumbre, común a todas las procesiones, y que cobra todo su significado en esta perspectiva del intercambio o de la economía simbólica. Se trata de las recolectas que se hacen durante cada procesión. Un hermano, vestido de penitente pero sin tener el rostro cubierto --es el único hermano que, normalmente, está descubierto durante la procesión-- pasa entre la gente que miran en las aceras o que se pasean por la calle para pedir dinero con un sombrero. Su actividad recolectora empieza incluso antes de que la procesión salga; se pasea por la plaza y por los lugares principales y más concurridos presentando un sombrero de ala ancha en el que se echa el dinero. En la procesión de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén, pudimos escuchar al que hacía la colecta que decía:
Como se ve, estas fórmulas revelan un intercambio. Se da a Jesús y se espera de Él una recompensa. Todo ritual, por otra parte, tiene frecuentemente un momento dedicado a la colecta, que no tiene sólo como finalidad el pagar los gastos del ritual, como a veces se presenta de una manera racionalista, sino que reviste también una significación simbólica profunda. Además de estas colectas durante las procesiones, las cofradías organizan otras actividades orientadas a recoger dinero para «el culto del santo y esplendor de los desfiles procesionales». Cada hermano paga una cuota anual. En el mes de mayo, o en otras ocasiones, se organizan rifas en que se hacen regalos que serán vendidos después en subasta pública. Con esto se da, pues, una doble ofrenda al santo. Las cofradías organizan también una lotería para Navidad en que mucha gente compra papeletas. A lo largo del año hacen también otras rifas (3). Todas estas ofrendas son habitualmente muy generosas porque se espera, en contrapartida, algo del santo. Se ponen bien con Dios llevándole dinero. Hemos procurado que todos los entrevistados nos hablen de lo que piensan del coste de la Semana Santa. Algunos reconocían que es un absurdo gastarse en los santos el dinero habiendo tantas obras sociales y tantas necesidades urgentes en que emplearlo. Pero, paradójicamente, junto a eso creían que, sin dejar de socorrer estas necesidades, el dinero que se da para las hermandades y para la Semana Santa lo veían bien gastado. Nos reconocían que se encontraban en una cierta contradicción al afirmar esto pero no sabían explicar la razón. Nosotros creemos que la sola explicación posible de este comportamiento y opinión contradictorios y aparentemente irracionales está en el intercambio simbólico con la imagen. Se da a la imagen y se espera algo en contrapartida. Todo don reclama un contradón. El siguiente texto puede ser representativo de la actitud de muchas personas. Refleja también la dimensión política implícita en la Semana Santa de Priego, de que ya hemos hablado. Es el alcalde de Priego el que habla:
Hemos hablado de lo que los prieguenses dan como dinero, pero no se da sólo dinero durante la Semana Santa. Hay otra serie de signos del don que espera el contradón. Precisamente el viernes santo, en la procesión de la subida al Calvario no se hace colecta y, sin embargo, creemos que es el momento en que el intercambio simbólico es mayor. Esta procesión está sembrada de dones. Los soldados que se escapan incluso de los cuarteles por venir a llevar a Jesús al Calvario sin permiso corren el riesgo de ser castigados. Pasan la noche sin dormir para llevar a Jesús y coger sitio. Llevan las andas llenos de sudor, destrozados y sedientos. Los emigrantes hacen un viaje de dos mil kilómetros, desde Barcelona, con el peso que esto representa en dinero y en fatiga. Y todo esto lo hacen con gusto porque esperan una contrapartida. A propósito del hecho de «llevar a Jesús», un detalle puede aclarar este tema del intercambio simbólico, que llega a su culmen el viernes santo. Hemos dicho ya que cuando Jesús sale en procesión, los domingos de mayo, lo hacía sobre ruedas o llevado por gente que se le pagaba para esto. En este caso podríamos hablar de un intercambio horizontal y material de estas personas que lo llevan con la cofradía. El viernes santo, como ya hemos dicho, es totalmente diferente: no hay sitio suficiente para todos los que querrían llevarlo de una manera desinteresada. Aquí no se da un intercambio horizontal o material con los hermanos, sino con la imagen. El que lleva a Jesús --y muchos lo hacen para cumplir una promesa-- ofrece este sacrificio a Jesús, y, a cambio, espera obtener alguna cosa de la imagen y de la experiencia ritual. Los prieguenses dan a Jesús Nazareno y a las tres imágenes «culto», «vivas», admiración, aclamación, ofrendas. Todos estos gestos son dones que sirven para entablar un diálogo que espera una recompensa:
Y no es únicamente el ritual el que está lleno de signos-don. La capilla de Jesús está siempre llena de velas, de flores, de exvotos que encuentran una explicación en este contexto del intercambio. En realidad, cada grupo y cada persona da en este intercambio y recibe cosas diferentes: los dirigentes de las cofradías, los sacerdotes, los hermanos, los soldados romanos, las mujeres, la masa popular. Vamos a ver enseguida lo que reciben. Citemos para ello a R. Hertz para concluir:
V. La coexistencia de contrarios «Celebramos con alegría un acontecimiento triste.» Tanto al nivel de los signos como de las actitudes de las personas, la experiencia simbólica de la Semana Santa de Priego se caracteriza por la coexistencia simultánea de los opuestos que se afirman al mismo tiempo. El funcionamiento racional, que se rige por el principio de no contradicción, no permite esto. Gracias al ritual, la vida de las personas y del grupo, que está llena de contradicciones, se hace vivible. Se afirma a la vez la muerte y la vida, la violencia y la paz. Así se despeja el futuro. Recordemos algunos detalles de esta coexistencia de contrarios. Hemos repetido varias veces que la subida al Calvario es un ritual de penitencia y de tristeza, vivido con un aire de fiesta, de alegría y de regocijo. Al lado de las mujeres que llevan las cruces al Calvario, y como elemento también esencial del ritual, se encuentran los jóvenes, ellos y ellas, que saltan y bailan, cogidas las manos, delante de la imagen de Jesús, al son del tambor.
El condenado a muerte, en la hora misma de su muerte en el Calvario, es proclamado de una manera unánime como viviente, como Padre y Señor del mundo. El que es arrojado fuera del grupo como un maldito, será vuelto hacia el grupo desde su llegada a lo alto para que bendiga a la gente, los campos y las casas. El fracasado es proclamado victorioso. En la manera de llevar a Jesús al Calvario, vemos también que al mismo tiempo que se le falta al respeto se le proclama Padre y Señor. Tal es la frase que se le grita a Jesús con frecuencia y que revela la veneración y el ultraje: «¡Viva Jesús Nazareno! ¡Me cago en Dios!» Alabanza y blasfemia están unidas. La subida al Calvario constituye un cuadro plástico en el que se puede ver a un justo oprimido y condenado a muerte y a todo un grupo que identificado con Él, se siente cargado de una cruz y amenazado a muerte. Pero, al mismo tiempo, este ritual es la afirmación alegre de una liberación. El viernes santo se vive también la toma del poder por la masa popular. «Ese día no hay ni curas, ni hermanos, ni autoridades», según dicen en Priego, sabiendo que estas categorías sociales representan las instancias de poder a las que el pueblo se somete. Los frecuentes conflictos de la salida de la procesión, sobre todo en los días de lluvia, son el signo evidente --según los datos de que disponemos-- de esta independencia y de esta autonomía que reivindica la masa popular. Y en este mismo día, en medio del paroxismo de esta afirmación de la soberanía popular por su dominio de lo sagrado, entregan al hermano mayor del Nazareno el poder sobre la imagen y se dejan bendecir por él y se someten a él (en lo alto del Calvario existe la costumbre de que la imagen, que tiene un brazo articulado, dé la bendición a la gente que presenta sus hornazos; y es el hermano mayor de la cofradía del Nazareno el que tiene el honor de mover escondido en las andas al brazo). Otro detalle también de esta coexistencia de opuestos: en tiempo normal Priego está desunido. La diferencia, la separación y las rivalidades son realidades reconocidas por toda la gente que hemos encontrado. Incluso la Semana Santa refleja esta situación de diferencia y de rivalidad, por el juego de cofradías y de diferentes grupos que se encuentran en competición alrededor del objeto sagrado. Y, sin embargo, esta masa de gente diferente que sabe que van a continuar viviendo así, se reconoce y afirma unida en lo alto del Calvario.
Tristeza-alegría, vida-muerte, opresión-liberación, fracaso-triunfo, alabanza- blasfemia, sumisión-independencia, desunión-unión, rivalidad-amor... He aquí toda una serie de índices de esta coexistencia de opuestos que el ritual y la imagen hacen posibles en Priego. Se trata, a través de esta coexistencia, de afirmar dos cosas contradictorias en el mismo acto, dos cosas que, por otra parte, forman parte de la existencia de los prieguenses. ¿Es esto posible? De hecho, el dispositivo simbólico lo consigue. El hombre, para sobrevivir tiene necesidad de tener en cuenta los polos opuestos que constituyen su existencia. El ritual los expresa, los hace coexistir y los hace posibles. Es en este sentido en el que el dispositivo simbólico es eficaz (4). En realidad, se
trata de una frustración
del deseo y de un engaño de la violencia destructiva. Se expresa
un deseo frustrado y una violencia destructiva y se afirma
también
la victoria sobre la muerte y sobre la violencia. Esto da sentido a la
existencia y permite, de esta forma, el seguir viviendo. La existencia
seguirá siendo la misma, no cambiará, pero la
situación
del individuo y del grupo sí cambiará porque no
estará
ya bloqueada por la amenaza de muerte y de la violencia. De esta forma
el ritual proporciona un sentido y una razón de existir.
Podríamos
explicar este sentido diciendo que el hombre, ante la muerte y la
violencia,
sueña y de esta forma sigue viviendo. La relación con la
imagen en la experiencia ritual hace posible este sueño. Esta
experiencia
constituye, en realidad, un proceso de expresión de la
existencia
humana, de superación simbólica de la misma y de
transformación
de la realidad individual y social, del «eros» y de la
sociedad.
VI. La emoción y la tradición: dos pilares fundamentales «Nos emocionamos mucho... Habiendo tradición hay que seguirla.» Como acabamos de decir, el mundo que está en juego en todo el dispositivo simbólico de la Semana Santa de Priego es el mundo irracional: eros y sociedad en sus dimensiones inconscientes. El ritual está ahí para gestionar y domesticar este mundo. La tradición y la emoción harán posible esta canalización que es vital y fundamental para la gente de Priego:
Cuando la gente quiere fundamentar sus costumbres o sus prácticas, no recurren a una ideología o a una jerarquía de valores, que sería lo propio de una lógica racional. No; el ritual se dirige a la emoción y a la tradición, terrenos en que juegan estas realidades irracionales que quiere canalizar. Se medirá la eficacia del ritual por la intensidad de emoción que sea capaz de despertar individual y colectivamente. Este es el criterio de la gente para evaluar tal o cual procesión. El momento más grande de la Semana Santa, el que nadie se perderá, será el viernes santo en el Calvario, porque allí «todo el mundo está emocionado». Esto explica la frecuencia de la palabra «emoción» en las entrevistas». No podemos describir los sentimientos que lleva consigo la emoción. Habría que decir con una chica a la que entrevistamos que «con decirlo no basta, sobre todo el viernes santo es una cosa más bien para vivirla». La emoción sería un estado general de bienestar que afecta a la persona entera hasta sus capas inconscientes y del que no se puede dar cuenta racional; es algo que repercute en el cuerpo. La emoción sería la prueba de que lo que viven los individuos y el grupo tiene un sentido. La emoción es una experiencia positiva de vida, de paz y de plenitud y todo esto en medio de la muerte y de la violencia. La emoción pertenece al dominio de lo inconsciente y no de la pura razón. Y si la emoción es positiva, viviente y alegre, esto significa que el mundo está salvado. No se trata de razonar sino de sentir. Otro tanto podríamos decir de la tradición. Ella constituiría otro pilar fundamental del dispositivo simbólico. La frecuencia de la palabra en las encuestas es igualmente importante. Ella nos permite plantear su significación en el conjunto del ritual. El ritual --conjunto simbólico-- tiene a la tradición como matriz. Sin ella los detalles concretos y el funcionamiento global estarían desprovistos de valor. La tradición representa en la opinión de la gente algo opuesto a la razón. Ella sería para los prieguenses la razón suprema, el postulado que todo lo fundamenta:
Cuando se pregunta a la gente el por qué de tal o cual costumbre o la significación de un gesto determinado, se recurre a la «tradición» y no se sabe dar otra explicación.
La tradición es algo «que se mama desde chicos», «que los padres inculcan a los niños», «algo que nos han enseñado», «cada pueblo tiene sus tradiciones». La familia tiene un papel importante en la transmisión de la tradición. Hay, pues, un enraizamiento en el tiempo y en el espacio concretos, una memoria situada y colectiva. Espacio y tiempo que remiten a lo sagrado donde se desarrolló el drama del antepasado fundador. En este sentido, la Semana Santa, como resumen de la tradición de los prieguenses y como actualización del drama de Jesús es «religión y folclore» (Bonnet y Cottin: 275-276) Una persona nos calificaba la Semana Santa de «espectáculo mixto: religioso y festivo».
La tradición, pues, se engancha a la historia anterior del grupo, la cual, por su parte, está unida y basada en la historia primera. De aquí su fuerza fundante para la sociedad. Por medio de la tradición se tocaría la totalidad del grupo en la diacronía, igual que la emoción que unifica a todo el grupo en la vida y en la paz aseguraría la totalidad en la sincronía. Esto explica que se recurra a ella y que se dejan conducir por ella; ella es la garantía de la continuidad y de la permanencia:
Según el discurso de los entrevistados, habría que distinguir entre tradición y tradiciones. La tradición se hace presente en las tradiciones que están hechas de costumbres, detalles típicos, folclóricos y estereotipados. Ella los engloba a todos. Hemos hablado de todas estas tradiciones en Priego. La tradición implica una permanencia y una renovación. Se puede decir que la tradición incorpora elementos nuevos. Por ejemplo, la tradición que quiere que sea sobre todo la juventud la que suba al Calvario haciendo cadenas delante de la procesión de Jesús, no existía hace cuarenta años. Hoy en día, las»cadenas» son consideradas como una tradición. Diríase que el grupo ratifica inconscientemente, por acuerdos tácitos, toda una serie de costumbres, dándoles el título de tradicionales. Es llamativo el ver que las nuevas cofradías y sus nuevos rituales no pueden aparecer en Priego ante el público como simples innovaciones. En el programa de 1977 se presenta a las cofradías que intervendrán en la Semana Santa de Priego. Y se puede constatar que las cofradías nuevas que no son reconocidas como «tradicionales» por todo el mundo insisten mucho en el hecho de que sus estatutos se remontan al siglo XVI o al siglo XVII, y que su grupo no hace sino volver a retomar las tradiciones prieguenses que estaban perdidas. Por otra parte, es extremadamente curioso el notar que las «tres» cofradías no hablan nunca de sus orígenes. Nadie en Priego duda de su enraizamiento en la tradición. Por el contrario, las nuevas tienen necesidad del respaldo de la tradición para ocupar un papel activo y justificado en la gestión de los símbolos religiosos de Priego. Hemos notado también en el análisis que los niños son los soportes y los vehículos de la tradición. Juegan en ella un papel importante. Aparentemente muchas tradiciones parecen interesar únicamente a los niños, pero ya hemos hecho ver que los adultos lo están también. Los niños son la ocasión para los adultos de transmitir la tradición a la que también ellos se aferran fuertemente. La tradición aparece, pues, como un soporte de este mundo de la emoción y de lo irracional en el que se inscribe la experiencia simbólica. No hay símbolos sin tradición. La tradición es el motor de los grandes símbolos del grupo, que se ponen en circulación en los rituales y que dan cumplimiento al deseo y a la búsqueda de paz del grupo. La tradición se refiere al espacio, al tiempo, a la naturaleza, a la historia del grupo y a la experiencia colectiva. La tradición se engancha también al tiempo y a la acción sagrada. La tradición sería fundante del grupo en tanto que lenguaje de salvación. La tradición ofrece el dispositivo simbólico. No hay símbolos sin grupo que los vehicule por sus tradiciones culturales. Notemos,
finalmente,
que la tradición
en cuanto principio de vida, se ve amenazada en Priego por la cultura
moderna
racionalizada así como por la iglesia católica
institucional
que intenta vivir la modernidad. La teología moderna y la
ciencia
estarían aliadas contra ella. Pero en Priego la tradición
sigue teniendo una vigencia de primer orden (cfr. M. Meslin 1973:
68-76).
LA UTILIDAD DEL DISPOSITIVO SIMBÓLICO La Semana Santa fundamenta y hace existir la identidad de los individuos, de los diferentes grupos y del grupo total. Gracias a la Semana Santa y a Jesús Nazareno como centro de la misma, todo el mundo puede decir «yo» en Priego. Las realidades del mundo irracional --la muerte y la violencia-- son domesticadas por la experiencia simbólica de la Semana Santa. El individuo, la naturaleza y el grupo se sienten amenazados con su destrucción. La Semana Santa asume y canaliza estas realidades. El futuro se despeja. Vida y unanimidad se reafirman. Esta sería la afirmación que estaría presente en el grito central de la Semana Santa: «Viva Nuestro Padre Jesús Nazareno», afirmación de vida y de solidaridad en torno al Padre Jesús, centro de la Semana Santa. Afirmando la utilidad social de la Semana Santa de Priego de Córdoba, se afirma, en general, la utilidad de la experiencia simbólica para las sociedades. Preguntar para qué sirve el ritual equivale a preguntarse lo que los prieguenses buscan cuando vienen a la Semana Santa o describir e interpretar los resultados de la confrontación de la demanda subjetiva y del orden objetivo del ritual. Ya hemos hablado de todo esto. Vamos a retomar la cuestión de la utilidad del ritual de una manera sumaria y resumida. La Semana Santa en Priego cumple funciones sociales. En ella se produce la integración social de los individuos, de identidad social, el funcionamiento de la sociedad en la diferencia y en la unidad, todo esto gracias al ritual. Lo que ahora afirmamos es que la relación con la imagen, en la experiencia simbólica, fundamenta y hace funcionar la sociedad. El símbolo religioso de Jesús Nazareno, que es el núcleo de la Semana Santa de Priego, hace existir y conserva el grupo. Las afirmaciones más importantes que he venido haciendo serían las siguientes: El sistema simbólico de la Semana Santa de Priego de Córdoba despierta y da cumplimiento a lo irracional, expresándolo y canalizándolo. Permite afrontar la frustración del deseo y de la muerte, sin que el individuo se destruya. Libera la violencia que germina en las diferencias y en las tensiones, sin que esto amenace la sociedad, y, al mismo tiempo, la fundamenta en la unidad y en la aceptación del orden y de las normas. Esto se hace posible por la experiencia de vivir todos unidos en una experiencia enraizada en un lugar y en una memoria colectiva particulares (la tradición), que remiten a un tiempo, a un espacio y a acciones sagradas: la historia de Jesús Nazareno, el antepasado del grupo. La historia profana, contingente y amenazada del grupo se confunde y se identifica con el drama de Jesús, abriéndose así a la posibilidad de una identidad. Por este recurso a lo sagrado se hace posible una identificación del grupo, del individuo y del tiempo. La experiencia común simbólica se constituye, pues, en originante del grupo y de las personas (Remy y otros 1975: 175-192). Tras esta experiencia todos pueden decir yo, es decir, se sienten identificados: tiempo, individuos y grupo se ven renovados en su existencia. Habría, pues, en Priego diferentes tipos de «nazarenos», pero todos encontrarían su sitio en el viernes santo, alrededor de Jesús Nazareno que es el que confiere la identidad. Jesús Nazareno es la imagen que proyecta otras imágenes diferentes, es fuente de identidades. «En una época como la nuestra --nos dicen Carrier-Pin-- que ha perdido el sentido de las solidaridades tradicionales y que busca tan ávidamente el apoyo de las nuevas comunidades(quest of community), en esta sociedad en que las personas están continuamente a la búsqueda de la propia identidad [quest of identity], en que todos experimentan una necesidad imperiosa de participación personal en la vida de los grupos, nos parece de primera importancia el comprender el sentido específico de las adhesiones a la Iglesia y las participaciones conscientes en la comunidad de pertenencia religiosa (Carrier y Pin 1967: 355). El grupo Priego, como tantos otros en la sociedad actual, está a la búsqueda de su propia identidad. Para conseguirlo se lanza a una experiencia comunitaria, religiosa y tradicional que le da sentido de pertenencia. Berger y Luckmann nos definen lo que es la identidad y cómo lleva a ella la referencia al símbolo. El individuo que tiene miedo de verse «perdido» (como nos dicen algunos cuando nos hablan de los emigrantes) encuentra allí la seguridad de que su verdadero yo es una entidad definitivamente real en un universo definitivamente real.
Creemos que en Priego se produce esta consistencia y esta integridad de la persona que se centra y se fundamente en el tiempo pasado, reactualizado en el grupo, por la tradición, y que, de esta manera, se abre al futuro (Maldonado 1975: 178-179). No olvidemos una observación. La Semana Santa de Priego está compuesta de una serie de imágenes que tienen procesiones, actos e instituciones variadas. Jesús Nazareno no es la única imagen ni la única procesión. Hay toda una gama de manifestaciones de lo sagrado. Y, sin embargo, existe la profunda convicción de la unidad de lo sagrado. Una mujer de 65 años nos decía a este respecto:
Podemos, pues, decir, que la experiencia simbólica se realiza en la Semana Santa con todas y cada una de las imágenes que la forman. Pero la experiencia simbólica se vive de una manera privilegiada con Jesús Nazareno, el viernes santo, en la subida al Calvario. Se nos contó que un «columnario», muy asiduo a su cofradía, lanzó una vez en una reunión de la Asociación de Cofradías un «viva» muy particular:
Jesús Nazareno sería, de esta manera, el analogatum princeps de la relación con lo sagrado. Es muy curioso que para la mayor parte de los entrevistados la Semana Santa es sinónimo de viernes santo y de Jesús Nazareno. Porque es allí donde se vive lo esencial; es allí donde se aprende un estilo de relación con lo sagrado. El mismo mecanismo se pondrá en marcha en la relación con las otras imágenes, derivándose, en el fondo y en la forma del principal. En este sentido, podemos decir que Jesús Nazareno produce otros Jesús Nazarenos. Los más próximos serían Jesús de la Columna y la Virgen de la Soledad, los cuales, frecuentemente, se presentan como la «Trinidad», «Los Tres», de lo sagrado en Priego. La gente los tiene juntos en las fotos, y los invocan juntos y los hacen salir juntos a veces en procesión. Los tres encarnan la tradición de Priego que se une a lo sagrado por estas imágenes. Dado que la tradición se enriquece continuamente en Priego, podemos suponer que otras imágenes van a unirse a «Los Tres», a medida que las nuevas cofradías revaloricen otras formas de lo sagrado, otras imágenes. Pero, en todos estos casos, serán hijos descendientes de Jesús Nazareno en su subida al Calvario. Esta es la matriz del contacto con lo sagrado. Porque, en el fondo, «en Priego, todos somos nazarenos». Dicho de otra forma, Jesús aparece como la imagen principal, el Padre por excelencia, y su subida al Calvario como la experiencia simbólica originante de otras experiencias para los prieguenses. El es el patrón de Priego. «El es Priego y Priego es el Nazareno». Por esta razón, todo lo que decimos a propósito de Jesús Nazareno podría ser aplicado a las otras imágenes. Decimos también que la experiencia de relación con Jesús Nazareno produce efectos en los individuos y en la sociedad de Priego.
Esta «cosa extraña», la interpretamos como la canalización y la resolución de lo irracional. Permite expresar y afrontar todas las fuerzas que amenazan al individuo y a la sociedad: la muerte y la violencia. Ella las resuelve en el sentido de que las engaña y las supera. El individuo y el grupo ven en esta cosa extraña un sentido para continuar viviendo la realidad irracional. Esto se produce por la doble identificación dialéctica con Jesús, que es uno de ellos y, al mismo tiempo, el personaje sagrado. En Él son proyectadas las penas, con Él son vividas las penas y la condenación a muerte:
En Él y con Él se exalta la vida, la liberación, la unión. En este sentido, se produce una catarsis, una revolución simbólica de la situación de los prieguenses, un nuevo encuentro de sentido, de la identidad que estaban amenazados. El drama de los prieguenses frente a los ataques de la naturaleza, de la historia y de la sociedad se resuelve mirando, proyectando e identificándose con Jesús que vive y resuelve otro drama:
Una vez por año, los prieguenses se reafirman reconociéndose «nazarenos». Esto supone que se ven protegidos por Él en sus «apuros», necesidades, problemas, etc. Todos encuentran su sitio en un espacio y en una historia que son engendradas por el sagrado-absoluto (ser hombre y mujer, los niños, los enfermos, los jóvenes, los diferentes grupos, los forasteros, los «cortijeros», etc.). El viernes santo, por medio de Jesús Nazareno, todos encuentran la posibilidad de ser ellos mismos, diferentes, y, sin embargo, «nazarenos». Son, sobre todo, los grupos que se encuentran en situación de marginalidad los que recurren a Jesús Nazareno para enraizarse en el grupo; los emigrantes y los jóvenes que están en el servicio militar, los enfermos o la gente con problemas graves son los más fieles clientes y los que hacen las promesas más significativas. El siguiente texto del periódico local Adarve resume bien lo que estamos diciendo:
Y fijémonos en esta otra frase que nos dijeron y que cobra mucho más sentido tras la interpretación que hemos dado:
Y aquella saeta que una mujer cantó en una procesión y que recogió el periódico Adarve: «Tu trono presenta el cielo Decimos también que, tras la experiencia del Calvario, se produce una identificación y una fundamentación a tres niveles: en el individuo, en el tiempo y en grupo. Al nivel temporal el proceso sería el siguiente: el presente se pone en relación con el pasado mítico, la saga de Jesús, y esto hace posible un tiempo nuevo: el futuro. El esquema sería el siguiente:
Al nivel del individuo, sería como sigue: el yo amenazado, perdido e inseguro, entra en relación con el nosotros original(el grupo reunido en relación de identidad con lo sagrado) y da como resultado un yo renovado y liberado. El esquema sería el siguiente:
Esta sería la extraña experiencia de unión en el Calvario de que nos hablan los encuestados. Al Calvario sube una muchedumbre de gente, distinta, proveniente de grupos diferentes. Y allí, se produce una experiencia de confusión y de unificación, de lo que sale como resultado un grupo renovado en que las diferencias se reafirman en el orden. Jesús Nazareno produce la confusión y la unión del grupo, experiencia culminante en el Calvario, cargada de resonancias afectivas, profundas e irracionales. Gracias a ella, la separación o la distinción no podrán degenerar en violencia recíproca y destructiva; las diferencias en el interior del grupo podrán ser vividas en la paz y en el orden. Al nivel del grupo, pues, Jesús Nazareno procura una seguridad y una identidad. El tiempo se renueva y el futuro se abre como la primavera que comienza. El individuo se libera de las amenazas de verse destruido y de la angustia de verse desenraizado, desconocido, sin nombre, sin un asidero seguro en una tierra y una historia. El grupo se abre a la posibilidad de poder ser diferente, guardando la unidad, sin que la violencia llegue hasta la destrucción. Y todo esto gracias a Jesús Nazareno y a la experiencia simbólica que los prieguenses pueden vivir con Él. Esto es lo que refleja el «aria» de Jesús Nazareno que se canta en los domingos de mayo: «Con tu ley ya no existen tiranos.
1. Quien dice imagen dice también todo el contexto significativo en el que la imagen funciona en cuanto imagen. En el caso concreto de Priego, Jesús Nazareno hace referencia a la imagen material y también a la procesión que lo acompaña. 2. Una persona entrevistada, un joven de 33 años, próspero industrial, salido de la nada, nos decía que habría que promover y desarrollar la Semana Santa en Andalucía porque esto sería una fuente de renovación económica. Esto verificaría la hipótesis que es válida para muchas otras religiones y para muchos otros hechos religiosos populares: los grandes mercados económicos coinciden con las fiestas religiosas. La fiesta religiosa es un intercambio total que incluye, además del intercambio simbólico entre los individuos y el grupo con lo sagrado, un intercambio material entre los individuos que pasa por las mercancías y el dinero. 3. Valga como ejemplo el de una papeleta de una rifa organizada por la cofradía de María Santísima de los Dolores en que se rifaba un televisor.Se vendieron 10.000 papeletas con un donativo de 50 ptas. El sorteo se quería celebrar en un acto oficial de la Hermandad en una cena de hermandad. 4. Hay eficacia
precisamente
por el hecho de que en los sacramentos se expresen al mismo tiempo los
contrarios. Por ejemplo, en la penitencia se expresa la
conversión
del mal y la posibilidad del bien, se promete hacer el bien, sabiendo
que
se seguirá haciendo el mal. Esta virtualidad del funcionamiento
simbólico la calificaba el profesor J. Audinet, en una
conferencia,
utilizando la comparación de la electricidad, el
«cortocircuito
simbólico».
Berger, P. (y T. Luckmann) Bonnet, S. (y A. Cottin) Carrier, H. (y E. Pin) Girard, R. Hertz, R. Maldonado, L. Mauss, M. Meslin, M. Remy, I. (y otros) |
|||||
|