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Las reflexiones acerca del género y sus vinculaciones están poblando multitud de campos teóricos y generando hipótesis novedosas constantemente. En el ámbito de la antropología, por ejemplo, está sucediendo una revisión fundamental acerca del discurso y la hermeneútica antropológicos clásicos, ensayándose un viraje desde el tradicional patriarcado, que parece subyacer a todas las interpretaciones históricas, hasta una nueva visión de las cosas, holística, por así decir, en materia de género o incluso específicamente femenina. Antropólogas notables como Helen Fisher apoyan una condición particular de la mujer (bocetada en relación a valores supervivenciales y culturales que mediaron la selección natural durante decenas de miles de años en nuestros antepasados del África oriental), condición que resulta especialmente hábil para afrontar problemas surgidos de la eventual complejización social y para triunfar en los nuevos modelos sociales que están estableciéndose. También en el campo de la reflexión ética hallamos propuestas de éticas femeninas y/o feministas (Carol Gilligan, Jean Grimshaw...), que reivindican la posibilidad de que las características específicas atribuidas tradicionalmente a las mujeres puedan generar, como tales, una actuación innovadora altamente fructífera en las consideraciones y los estudios éticos. Esta brevísima recensión se dispone a hacer eco de estos movimientos de género en relación con la filosofía de la ciencia. Haremos una exposición sucinta sobre la actual situación de la cuestión dentro de los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad (CTS), las cuestiones principales, las corrientes más importantes de epistemología feminista (veremos alguna crítica) y una revisión de las temáticas afines. Hemos de aclarar desde el principio que una reflexión de género y ciencia puede asumir variantes muy distintas. Una de ellas, del todo evidente, es la que parte de la idea de que hombres y mujeres no presentan diferencias sustanciales, que todo aquello que los distingue es ideología perniciosa, tradición deletérea que debe ser destruida. Este discurso tiene como principal objetivo deconstruir toda idea de diferencia estructural entre la psicología de hombres y mujeres y, por tanto, su voz sobre la cuestión de género y ciencia se limitará a reinvindicar el derecho de toda mujer a hacer ciencia y a contar con todas las posibilidades y facilidades para ellos (o, como mínimo, las mismas que el hombre) y, por último, a denunciar la marginación a la que la mujer, histórica y actualmente, se ha visto y se ve sometida en el campo de la ciencia. Desde esta perspectiva deconstruccionista, en ningún caso se podrá enfatizar la idea de las características específicas femeninas y el beneficio, el cambio de visión, que podrían implementar en el discurso científico. Esto es, por otro lado, lo que defiende otro tipo de discurso feminista/femenino. Mujeres como Vandana Shiva hablan de la "recuperación del principio femenino"; Sandra Harding describe varios tipos de epistemología feminista (para lo cual asume, desde luego, una especificidad en el género femenino distinta de la masculina). Es importante destacar la labor informativa que vienen realizando las distintas investigadoras feministas sobre la historia de la ciencia, gracias a cuyos estudios hoy conocemos con mayor justicia la historia de las científicas, de las escritoras e investigadoras que han sido, a lo largo de siglos, silenciadas o anuladas de diversos modos. Eulalia Pérez Sedeño llama a esta área de investigación la "histórico-sociológica", describiendo además otras dos áreas en la reflexión sobre género y ciencia: la "pedagógica" y la "epistemológica" (1). En
nuestro trabajo definiremos escuetamente
estas tres áreas de estudio, como una contextualización
inicial
del campo en que nos movemos; más tarde trataremos de exponer de
un modo claro y breve los desarrollos más importantes de la
cuestión,
como más arriba indicamos. Estudios de ciencia, tecnología y sociedad (CTS) y género Los estudios de CTS hacen referencia a la imbricación de tres conceptos o perspectivas: la ciencia, la tecnología y la sociedad. Actualmente la ciencia y la tecnología se implican mutuamente y lo hacen, por cierto, en el contexto de una sociedad con la que se interpenetran, se retroalimentan y se influyen (2). Esta relación "triple", por así decir, genera interés a causa de las variadas consecuencias que en lo político, en lo económico y en lo social está presentando el desarrollo científico-técnico; desde ponderaciones hasta protestas álgidas -en los años sesenta y setenta, por ejemplo-, el avance de la ciencia y la tecnología no deja impasibles a los agentes sociales y ello debe hacerse algún eco en la academia (3). La relación entre los tres ámbitos puede a su ver ser contemplada desde disciplinas dispares -filosofía, economía, sociología...- (4). El campo de los estudios CTS es heterogénero y amplísimo (5); se ha distinguido en él, sin embargo, dos tradiciones paradigmáticas: la europea y la americana. Esta distinción es un constructo teórico y, como tal, no representa una imagen fidedigna de la realidad, pero posee algunas ventajas heurísticas y analíticas importantes. La tradición europea se caracteriza principalmente por su énfasis en los factores sociales antecedentes, su primaria atención a la ciencia -frente a la tecnología-, su carácter más bien teórico y descriptivo y su interés por el marco explicativo; frente a esto, la tradición americana enfatiza en mayor medida las consecuencias sociales, atiende primariamente a la tecnología, presenta un carácter más práctico y valorativo y fomenta el marco evaluativo (6). En el marco general de los estudios CTS la perspectiva feminista es una de las más fértiles para la reflexión y el hallazgo de nuevos planteamientos (7); como reivindicación social y lucha identitaria de grupo, el feminismo ha sido desde sus orígenes potente y creativo. Ortiz Gómez ha señalado, por ejemplo, los intereses político y epistemológico que el feminismo ha encontrado en la ciencia a causa las propias características de ésta (8): sucarácter utópico y visionario, su enorme poder social. El concepto de género, crucial para el análisis feminista, representa de hecho una construcción cultural mediada por lo político, lo social y lo económico, entre otros factores; contiene componentes estructurales, simbólicas e individuales que han llevado a reflexiones en torno a la cuestión de si debe distinguirse del sexo o éste se reduce a aquél (como defiende la versión antropológica de la teoría sociobiológica) y, sobre todo, si el género debe hacernos hablar de un modo tan característicamente distinto de pensar y comportarse en las mujeres y los hombres que hayamos de empezar a distinguir éticas femeninas,ciencias femeninas, etc. (9). A este respecto cabe destacar la diferencia entre dos orientaciones epistemológicas principales y opuestas: la reformista (que critica exclusivamente el hecho de que la ciencia haya sido hecha siempre por hombres) y la de la ciencia feminista (más revolucionaria; sostiene la idea de una ciencia femenina) (10). Esta cuestión, sin embargo, la desarrollaremos ampliamente más tarde. De modo que podemos hablar, de un lado, del interés epistemológico del feminismo en relación con la ciencia (atendiendo a cuestiones mencionadas en el párrafo anterior) y, de otro lado, de su interés político en la medida en que encabeza una lucha social definida por el reconocimiento y la identidad, buscando también hacer mella de esto en el campo del trabajo científico. Es
importante reseñar, además,
que la mayoría de los estudios feministas sobre las ciencias
naturales
se realizan desde disciplinas como la historia, la
antropología
o la sociología y no precisamente desde ámbitos
metodológicos
científico-naturales (11).
Recordando lo
que
mencionábamos al comienzo de este epígrafe, los estudios
CTS se abordan desde perspectivas tan variadas como las que constituyen
puntos de partida para la investigación feminista. Tres áreas de investigación sobre género y ciencia Los estudios realizados desde el feminismo en el campo de la ciencia se agrupan tradicionalmente en tres áreas diferentes, a saber, la histórico-sociológica, la pedagógica y la epistemológica (12). Es en esta última donde suceden las disputas teóricas más acerbas, de las que daremos cuenta en el siguiente epígrafe. Advirtamos
sin embargo que, como suele suceder
en toda disección teórica, la distinción entre las
tres áreas es de índole heurística; en la realidad
suelen influirse e interrelacionarse, de modo que resulta
difícil
aislar uno sólo de los tipos. - Área histórico-sociológica Este aspecto de la cuestión trata de dar cuenta de las aportaciones más relevantes que las mujeres han realizado en los campos de la ciencia y la tecnología, además de estudiar las barreras tradicional e históricamente más importantes que han obstaculizado el acceso femenino estos campos. Realiza una historia de lo que llaman las "barreras socio-institucionales" (las restricciones al acceso a las diferentes escuelas y universidades, por ejemplo) y analizan especialmente formas encubiertas, más o menos explícitas, de discriminación. De éstas señalan dos modos típicos: la discriminación territorial y la discriminación jerárquica (13). Esta área se destina, pues, a analizar el discurso y el devenir históricos de la ciencia, haciendo hincapié en el papel que juegan símbolos, metáforas y sesgos sexistas en su construcción (14) Ortiz
Gómez (15)
ha señalado que fueron las propias investigadoras las que,
pretendiendo
hacerse visibles, comenzaron a ensayar la construcción de una
suerte
de una "genealogía femenina". - Área pedagógica El interés de esta segunda área es eminentemente práctico -frente al más teórico de la anterior- y se resume en los intentos de paliar la tradicional menor presencia de la mujer en el campo de la tecnociencia (16). Si el área histórico-sociológica trataba de analizar las causas de esa presencia tan insignificante, esta segunda se ocupa de hallar y aplicar soluciones prácticas para incrementarla. Susan
Haack (17) ha
investigado
profundamente el por qué de la infrarrepresentación
femenina
en la ciencia y apela a cuestiones históricas,
sociológicas,
económicas y educativas. Las propuestas prácticas
que enuncia radican principalmente en la educación y la
eliminación
de los sesgos de género en la misma, que ha de comenzar desde la
primera infancia. Ortiz Gómez ha señalado, por
ejemplo,
la conveniencia del fomentar el interés de las niñas por
la ciencia desde sus primeros pasos en la escuela elemental; y, yendo
más
allá de la educación, la propuesta en el terreno
profesional
de redes de mujeres científicas organizadas para la defensa de
sus
intereses (18). - Área epistemológica Este es el campo en el que, como indicamos más arriba, suceden las disputas teóricas más encontradas, ya que nos hallamos con tres principales orientaciones epistemológicas distintas y bastante opuestas entre sí, a saber: el empirismo feminista, el punto de vista feminista y el posmodernismo feminista (19). Una orientación común, que abarca a los tres tipos, es la crítica a la ciencia y la tecnología y su tradición típicamente masculina y/o patriarcal; la crítica a sus métodos tradicionales y los fallos que presentan en los diseños experimentales; la crítica a determinados supuestos falaces o tendenciosos; en general, la crítica a la reproducción de la ideología de género en mayor o menor medida (20). Podemos
decir tal vez que aquí terminan
sus proximidades, porque el diagnóstico y la
interpretación
que obtienen de todo lo anterior las distintas epistemologías
feministas
difieren enormemente. Lo analizaremos con mayor profundidad en el
epígrafe
siguiente. Tres tipos de epistemología feminista Antes
de comenzar deseo aclarar que, a pesar
de que la distinción entre estos tres tipos alude a una realidad
(hay teorías diferentes, de facto; la distinción
que
empleamos es de Sandra Harding (21)), existe una
variedad
terminológica grande a la hora de denominar cada una de las
perspectivas.
No vamos a detenernos en una "batalla por los nombres" que yo, al
menos,
considero absurda; trataré simplemente de aclarar los
fundamentos
de cada una de las perspectivas. - Empirismo feminista Esta perspectiva aúna diversas críticas a los valores de las distintas teorías tecnocientíficas (22), sosteniendo que el dominio del sexismo androcéntrico en las ciencias sociales y biológicas se debe a la interferencia en la misma creación científica de aquellos sesgos y prejuicios de género que han preponderado a lo largo de la historia. Se propone localizarlos, hacer una diagnosis crítica y, mediante los movimientos sociales de liberación, posibilitar perspectivas más amplias del mundo y la sociedad (23). En realidad tratamos de una epistemología conservadora en tanto que no cuestiona el aspecto más normativo de la ciencia sino ciertas incorrecciones de sus métodos (24); su objetivo fundamental es que la mujer también pueda participar en el mundo científico, por así decir, en igualdad de condiciones. En este
tipo de enfoque podemos mencionar
a Susan Haack, que rechaza la existencia de una ciencia esencialmente
"machista"
que haya de ser transformada en una feminista; rechaza asimismo la
existencia
de una tendencia natural distinta en las féminas que las haga
menos
aptas o proclives a la práctica de la ciencia. Considera, por
último,
que existen ciertos valores epistémicos objetivos e
independientes
del género (25). - Punto de vista feminista Ortiz Gómez engloba dentro de la denominación "punto de vista feminista" (feminist standpoint; en Sandra Harding) (26) a las corrientes de epistemología feminista que sostienen que la perspectiva de la mujer, como miembro de un grupo socialmente discriminado, puede aportar una visión única y especialmente valiosa para la construcción del mundo científico. Donna J. Haraway, Helen Longino, Sandra Harding (su "relativismo juicioso") o Evely-Fox Keller (la veremos ampliamente como ejemplo del epígrafe siguiente) son algunas de las representantes más conspicuas de esta opinión (27). Hellen Longino ha desarrollado la idea del llamado empirismo contextual (28), que constituye un enfoque para el análisis del conocimiento científico que combina algunas características tradicionales del empirismo filosófico con el trabajo reciente en filosofía de la ciencia y algunos puntos de vista del análisis feminista contemporáneo (29). Emplea un ejemplo paradigmático para mostrar cómo existen varios modos de enfocar o resolver problemas en ciencia; ella privilegia el modo que considera "femenino" frente al modo tradicional sesgado por el androcentrismo. El ejemplo en cuestión (1997: 74- 81) es un estudio acerca de la relación de las hormonas con la conducta; Longino se propone discutir el trabajo que afirma la existencia de una relación causal entre las hormonas prenatales y las llamadas conductas propias de género. Una de sus críticas fundamentales se dirige al modelo hormonal lineal y al modelo seleccionista del desarrollo cerebral; se basa en ideas tales como la de que las condiciones del trabajo en el laboratorio, por ejemplo, no son naturales o que las pruebas en que se suele basar las conclusiones se adoptan de ejemplares anormales. Hace un especial énfasis en la influencia del medio y señala la arbitrariedad en la adopción de uno u otro modelo y sus presupuestos. En
última instancia, considera que
la ciencia tradicional ha seguido unas prácticas
limitadas
epistemológicamente y generadoras de injusticia
política.
Su planteamiento trata de paliar esto (30). - Posmodernismo feminista Ortiz Gómez (1997: 192, 193) piensa que, a pesar de que el debate acerca de las relaciones entre feminismo y posmodernismo es una cuestión abierta y actual, no existen posturas posmodernas lo suficientemente consolidadas como para hablar de una teoría del conocimiento propiamente dicho. Reconoce asimismo la presencia de elementos posmodernos tanto en el empirismo feminista como en el punto de vista feminista (deconstrucción y cuestionamiento de conceptos, etc). En mi
opinión ésta es la situación
real: se mantiene una pugna entre dos orientaciones diferentes y ambas
poseen elementos posmodernos comunes; pero dudo de la existencia, o
bien
ignoro casi todo lo referente a ella, de una tercera perspectiva
radicalmente
diferente a las anteriores que pueda llamarse "posmodernismo
feminista". "Hacer ciencia" de otro modo (¿femenino?). Dos ejemplos - El ejemplo de Bárbara McClintock Evelyn Fox-Keller es una autora que ha sido asociada con el enfoque "psicodinámico" de las epistemologías feministas (31)(feminist standpoint)y que se ha dedicado, entre otros trabajos, al estudio minucioso de la mujer que fue Barbara McClintock. Ha analizado en profundidad su vida y su trayectoria científica, haciendo especial hincapié en lo que ella llama la dualidad de éxito y marginalidad que ha caracterizado la biografía de McClintock (32) McClintock representa, antes que nada, un ejemplo de mujer que se ha desmarcado en el campo científico, sobrepasando con mucho las labores meramente asistenciales que las mujeres han solido desempeñar en el mundo de la ciencia (en los escasos casos en que han estado involucradas en él). McClintock nace en 1902 y a los veinte años comienza a trabajar en los campos de la genética clásica y la citología. Sus éxitos profesionales y sus contribuciones al mundo de la ciencia, a pesar de las dificultades que su pertenencia al género femenino le causó, le hicieron llegar a obtener el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1983 (33). Pero lo que nos importa aquí es en qué concretamente en su modo de hacer ciencia llamó la atención de Fox Keller y este interés radica en que McClintock desarrolló una concepción muy especial del mundo natural que se dedicaba a estudiar. Hablaba de la necesidad de "escuchar a la materia", de "dejar que el experimento nos diga qué hacer", de lograr una sintonía con el organismo; parecía practicar un curioso respeto hacia y una reivindicación de la diferencia individual que aporta un punto de partida para la capacidad de relacionarse; además de resaltar el carácter propio de las excepciones, desechando la vieja idea de que sirvan, en el mundo de las leyes y las reglas lógicas, para confirmar la regla. Practica un vocabulario emotivo (de afecto, de afinidad, de empatía, afirma Fox Keller) y parece poner en entredicho los límites entre sujeto y objeto (distinción clave en la ciencia tradicional) (34). Resalta la importancia de considerar la propia célula como un organismo, de comprender la idea de genes como unidades funcionales organizadas, no como unidades en serie independientes. Esto parece corresponderse con la idea de pensamiento en red, propio de la mujer, opuesta al mecanismo del pensamiento por pasos, característico del hombre (35); según H. Fisher, la mujer practica un pensamiento "multifactorial", por así decir, considerando un mayor número de variables que el hombre, además de buscar la colaboración y la integración frente a la competitividad y la confrontación. Pero, en última instancia, ¿plantea McClintock analogías absurdas? ¿Tiene algún sentido para la práctica científica su idea de la existencia de formas de orden más complejas incognoscibles aún para nosotros (36)? ¿O, por el contrario, podemos afirmar con Fox Keller que "demuestra la capacidad de la ciencia para superar el tipo de miopía que le caracteriza, recordándonos que sus limitaciones no se refuerzan indefinidamente" (37)? Y, lo más importante para nosotros: pareciendo claro que McClintock hace una "ciencia diferente", ¿hasta qué punto estamos por ello legitimados para decir que esa condición especial suya se debe a que sea mujer, o que tratamos de una especificidad típicamente femenina? Dicho de otro modo: ¿McClintock es una científica especial por su condición de mujer o por su condición de individuo? Susan Haack afirmaría lo segundo (38); pero yo también me inclino hacia ello y la misma McClintock lo haría, según Fox Keller (39). Gaudí o Leonardo fueron innovadores en su época en los distintos campos en que se desarrollaron, ¿y tiene sentido asociar sus creatividades personales con su masculinidad? McClintock
parece asumir más bien el
papel de una voz disidente, invocando la conveniencia del
pluralismo
en la práctica científica. Tal vez incluso se deba su
disidencia
al hecho mismo de haber sido mujer en el mundo de la ciencia
tradicionalmente
masculino; disidencia hasta del mismo feminismo. - La etología y las mujeres: estudios de grandes simios Con este epígrafe pretendemos simplemente llamar la atención sobre una cuestión curiosa: el hecho de que la mayor parte de los investigadores sobre etología de grandes simios (y estudios de lenguaje de signos practicados con éstos) son INVESTIGADORAS, mujeres, pues. Esto puede no significar nada específico, o bien puede implicar algo acerca de los intereses que acontecen a las mujeres que se dedican a determinados campos de la ciencia (40). Naturalmente que hay muchos hombres trabajando en estos campos; pero, proporcionalmente, y atendiendo a la clara minoría que todavía representan las mujeres en muchos otros campos de la ciencia, hay muchas más féminas que se han dedicado al estudio con primates; o, al menos, féminas que hayan destacado, es decir, que hayan planteado tesis innovadoras y hayan dirigido investigaciones (y que, por tanto, no se hayan limitado a la realización de funciones secundarias y de asistencia, como hemos visto que ha sucedido frecuentemente con la labor femenina en ciencia). Francine Patterson y Wendy Gordon son dos investigadoras que han colaborado juntas en el trabajo con los gorilas. Patterson basó su tesis doctoral en el lenguaje de signos con gorilas y actualmente es presidenta de la Gorilla Foundation, fundada por ella con algunos compañeros en 1976. Gordon trabaja allí desde 1990 como investigadora ayudante (41). La doctora H. Lyn White Miles ha pasado varios años enseñando signos lingüísticos y conversando con Chantek, un orangután paradigmático porque ha sido el primero de su especie con el que se ha trabajado de este modo. Miles enseña en el Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Tennessee, en Chattanooga, y actualmente dirige la edición (junto con Robert Mitchell y N.S. Thomson) de un libro que lleva como título Animals, Ancedotes and Antrhopomorphism (42). Deborah y Roger Fouts fueron los fundadores del Instituto de Comunicación Chimpancé y Humana en la Universidad Central del estado de Washington, en Ellensburg, Washington. Una de sus discípulas, Mary Lee Abshire (43), es quien más ampliamente ha estudiado la cuestión de la imaginación en los chimpancés, la signación privada imaginativa y otros comportamientos reveladores de la imaginación. Los nombres de Jane Goodall o Dian Fossey son, en este contexto, casi proverbiales. La doctora Goodall es autora de libros como In the Shadow of Man, The chimpanzees of Gombe o Through a Window, y ha pasado más de treinta años de su vida dedicada al estudio de los chimpancés. En Gombe mantuvo una prologada familiaridad con esta especie de grandes simios. Dian Fossey fue, por su parte, la "famosa y extraordinaria pionera de la conservación de los gorilas", en palabras de D. Adams (44), pasando también décadas de su vida en convivencia con ellos en África, entre los volcanes Virunga. Mencionar todos estos nombres podría ser un gesto trivial; ¿es simplemente que "ha dado la casualidad" de que prácticamente todos los investigadores preeminentes sobre etología de simios sean mujeres? ¿O podemos inferir algo acerca de los intereses de las mujeres a la hora de hacer ciencia, en qué fijan sus sensibilidades y cómo esto las conduce a campos de estudio y planteamientos innovadores? Antropólogas como Helen Fisher (45) sí sostienen con fervor la idea de un talante sensitivo diferente en las mujeres frente a los hombres, un talante que las hace más perceptivas de las necesidades de los seres sintientes que, en general, tienen a su alrededor -independientemente tal vez de su pertenencia a tal o cual especie-. Este talante las conduce fácilmente a plantear cuestiones diferentes en cualquier campo donde se muevan (ahora que empiezan a moverse, de hecho). En este
humilde trabajo resultaría
demasiado ambicioso aventurar siquiera una hipótesis como
respuesta
al interrogante sugerido por la abundancia de mujeres estudiosas en
etología
de grandes simios; pero podemos pensar que éste es, simplemente,
un punto más que nos insta a considerar y reflexionar sobre
la
idea de un modo "femenino" de hacer ciencia. Algunas reflexiones finales He de confesar que, tras este breve acercamiento a la cuestión de las polémicas sobre género y ciencia, mi posición inicial, si bien ahora más matizada, no ha variado esencialmente. Lo que parecía dictarme la intuición era que, naturalmente, los sesgos androcéntricos (en ciencia y en toda disciplina imaginable) han sido evidentes a lo largo de la historia; pero igualmente natural me parecía que toda reivindicación del estatus de la mujer en el mundo y la sociedad jamás había de pasar por una sobrevaloración gratuita del sujeto reclamante -la mujer, pues-. Viene siendo habitual que cualquier lucha por el reconocimiento conlleve un fomento grande de la identidad particular; de ahí deriva, junto con la cuestión de la desigualdad negativa de oportunidades, la cuestión de la discriminación positiva. Esto no es, de hecho, una medida igualitarista, o al menos no igualitarista en sus medios (sí, tal vez, en sus fines). Pero me parecía excesivo trasladar al campo de la ciencia (o de la ética, la filosofía, etc) la construcción de una identidad "extra", por así decir, de los grupos que han sido discriminados. Una cosa es tratar de paliar y eliminar los sesgos tradicionales y evidentes de género que hayan invadido una determinada disciplina; neutralizarla, en una palabra. Y otra cosa bien distinta es postular un modo de hacer ciencia específicamente femenino frente a uno masculino; teniendo en cuenta, además, cuestiones como las que señala Ortiz Gómez (1997: 92) acerca del riesgo de esencialismo derivado de ese punto de vista común, un esencialismo que podría llegar a ser incluso etnocéntrico (cada mujer vive experiencias sociales muy diferentes; y más que eso, la mujer de la India no tiene nada que ver con la mujer de Estados Unidos o cualquier otro lugar). Otra implicación delicada del feminist standpoint (y que ya mencionamos más arriba con Haack) es el hecho de que la posibilidad de valores epistémicos objetivos en ciencia queda invalidada. Esto ubicaría por necesidad a esta corriente en un ámbito relativista, donde supongo que sus reivindicaciones quedarían bastante en entredicho (por el mero hecho de que, en tal situación, un científico podría muy bien decantarse aduciendo razones personales, sin que nadie pudiera recriminárselo, por el modo de hacer ciencia tradicionalmente masculino; y quedarse tan ancho). Reflexionar
acerca de estas cuestiones sí
me ha conducido a plantearme que las mujeres, no a causa de una
"esencia
femenina" especial sino por motivos sociológicos, educativos,
caracteriales,
etc, puedan llegar en algún momento y en algún campo
concretos
a desarrollar una habilidad especial, una mirada o una sensibilidad
diferentes
para abordar determinadas cuestiones. Pero este fenómeno
sería
tan ambiguo, tan difícilmente registrable, tan variable que no
nos
permitiría en ningún caso hablar de feminist
standpoint
o términos análogos. Helen Fisher habría dicho,
por
ejemplo, que decenas de miles de años de cuidados a los
bebés
por parte de las mujeres (y teniendo en cuenta que por selección
natural se habrían perpetuado las mejores cuidadoras),
podrían
tal vez ser un indicativo de una sensibilidad superior en la mujer para
atender las necesidades o peculiaridades de los bebés de otras
especies
(simios, recordando el ejemplo anterior) y, por ende, interesarse en
general
por éstas (más allá del especismo). Pero todo esto
son hipótesis, son "tal vez", son condicionales constantes;
sugerentes,
atractivas, útiles en cierta medida y, sin embargo, no
susceptibles
a mi juicio de condensar una postura epistemológica firme acerca
de los modos de pensar diferentes entre géneros. Al
menos,
no en la situación actual en la que nos hallamos con respecto a
este tipo de estudios, donde, a mi juicio, las investigaciones
realizadas
al respecto son tan exiguas e incompletas -todavía- que hasta
ahora
que no cabe hablar de ninguna conclusión, ni siquiera
provisional,
sobre los interrogantes que planteamos.
1. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 17, 16. 2. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 15. 3. M. I. González García, J. A. López Cerezo y J. L. Luján López, Ciencia, tecnología y sociedad: una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología. Madrid, Tecnos: 66. 5. M. I. González García, J. A. López Cerezo y J. L. Luján López, Ciencia, tecnología y sociedad: una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología. Madrid, Tecnos: 66. 7. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 15. 8. Teresa Ortiz Gómez 1997: 186. 10. M. I. González García, J. A. López Cerezo y J. L. Luján López, Ciencia, tecnología y sociedad: una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología. Madrid, Tecnos. 12. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 15, 16. 13. Ibídem: 16, 17. Susan Haack 1992: 8, 9. 14. Teresa Ortiz Gómez 1997: 195. 16. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 15. 18. Teresa Ortiz Gómez 1997: 199. 20. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 18. 21. Teresa Ortiz Gómez 1997: 189. 22. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 17, 18. M. I. González García, J. A. López Cerezo y J. L. Luján López, Ciencia, tecnología y sociedad: una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología. Madrid, Tecnos: 103. 23. Teresa Ortiz Gómez 1997: 190. 25. Susan Haack 1992:16, 17, 18. 26. Teresa Ortiz Gómez 1997: 190, 191. 27. Ibídem. E. Pérez Sedeño 1997: 19; H. Longino 1997: 71; S. Harding 1986; E.-F. Keller 1985. 28. Con respecto a los matices terminológicos de los que hablamos más arriba, deseo aclarar que vamos a englobar el llamado "empirismo contextual" de H. Longino en el "punto de vista feminista" por sus contenidos, en lugar de en el primer epígrafe de "empirismo feminista". Repito que considero que lo importante de estas distinciones no son sus nombres, sino su labor heurística. 31. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 19. 32. Evelyn Fox Keller 1985: 177. 33. Eulalia Pérez Sedeño 1997: 19. 34. Evelyn Fox Keller 1985: 173, 174, 175, 176, 177, 179. 35. Helen Fisher 1999: 22 y ss. 36. Evelyn Fox Keller 1984: 183. 39. Evelyn Fox Keller 1984: 184. 40. Hacemos notar que Dona Haraway encuentra un sesgo masculino, en su primer trabajo, en los métodos que se utilizan para interpretar la conducta de los primates, como nos informa E. Pérez Sedeño (1997: 18). Confieso mi ignorancia acerca de sus estudios respecto a estas cuestiones, pero creo que merecía la pena traer a colación esta cuestión o, al menos, tenerla en cuenta ya que la relación me parece interesante. 41. Peter Singer 1998: 50 y ss. 43. M. L. Abshire, "Imagination in chimpanzees", Friends of Washoe Newsletter 9/4 (1989): 2-10. 44. Peter Singer 1998: 43 y ss.
Cavalieri, Paola (y Peter
Singer)
(coed.) Fisher, Helen González García, M. I.
(J. A.
López Cerezo y J. L. Luján López) Haack, Susan Harding, Sandra Keller, Evelyn-Fox Longino, Helen Ortiz Gómez, Teresa Pérez Sedeño, Eulalia |
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