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Por
lo general, cuando oímos hablar
de hermafroditismo y androginia, volvemos los ojos no sólo a
Grecia
sino a algún lugar a donde podamos remitir para el olvido a esos
seres subterráneos y des-afortunados, fruto del capricho de los
dioses y que poco o nada tienen que ver con nosotros. Pese a los ricos
y múltiples significados que el andrógino ha tenido para
la filosofía, el arte, la historia de las religiones, la
literatura
y la ciencia, muchos de nosotros nos hemos quedado, quizá, de
esta
parte del puente pensando que de-eso-no-se-habla.
Quisiera, en este breve artículo, no sólo hablar de eso, sino también mirar a otra parte, a un lugar distinto de Grecia o del limbo para hablar del andrógino; esta vez, de un andrógino andino. Deseo hacer eso comentando el trabajo de Walter Sánchez (1988) en el cual se refiere a la creación musical de los Aimara del Norte potosino de Bolivia, a Sereno y a la importancia que este "personaje" ha llegado a tener para el pensamiento y la vida en general del hombre aimara actual. Según
Sánchez, el mundo de los
hombres, en la división tripartita del universo aimara, ocupa un
lugar intermedio entre los mundos superior e inferior. Por ser
intermediario,
el ser humano es depositario de cierto tipo de relaciones y aspectos
ambiguos.
Pero creo, y en esto consiste mi aporte al citado ensayo, que es
precisamente
esta ambigüedad la que le permite al hombre aimara, mediante Sereno,
articular o poner en relación el mundo superior con el inferior;
una relación que si bien es cierto produce una tensión
constante
entre todos estos mundos del universo aimara, es percibida como
necesaria
para la reproducción material y cultural del grupo, ya que en
este
estado intermedio es donde, además de la relación de los
hombres entre sí, se genera igualmente la relación de
estos
con la naturaleza y, sobre todo, con la tierra. Pero, para que esta
relación
con la tierra sea fructífera, el hombre aimara deberá
previamente
poner en relación armónica a los seres que habitan el
mundo
superior con aquellos que se encuentran en el sub-mundo o mundo
subterráneo.
El mundo de arriba, caracterizado como el de la luz, es el lugar en donde habitan los santos y está relacionado con Dios-sol, principio generador de vida y energía. Ese mundo superior es la esfera de lo ideológico donde moran los "dioses oficiales" que tienen, entre otras, las funciones de representar y legitimar el poder. Esos dioses oficiales -según Sánchez- subyacen actualmente en el culto a los santos. El mundo de abajo, por su parte, es la morada de los "diablos" (1) y de los muertos; es lo oscuro en contraposición al mundo celeste o solar de arriba. Sus habitantes son salvajes, es decir, no domesticados, pero "representan la energía incontrolada, genésica, renovadora y creadora" (ibídem, 2). Pese a su caracterización por el lugar que habitan, estos seres del mundo inferior "constituyen la génesis creativa del conocimiento, del arte y de las transformaciones"; de este mundo surge "la poesía y la música, el conocimiento y la creación artística" (ibídem, 2). Caracterizado de esta manera el universo tripartito aimara, quiero detenerme en aquello que tiene que ver con la creación musical para luego analizar la importancia de Sereno como andrógino y como uno de los principios fundamentales de la ideología aimara con sus respectivas influencias en la vida económica y social del grupo. Sereno es el espíritu que habita en las vertientes y uno de los moradores del mundo inferior; es él quien otorga o no el saber para la música y la poesía. Es un espíritu dual, andrógino: "habitante de las profundidades (...), el sereno se caracteriza por su dualidad fisonómica; es kari-warmi" (2). Si bien se le otorga un carácter masculino, en ocasiones se le proporcionan características femeninas, como en el caso de la voz. Vive, dice Sánchez, en las vertientes de agua y en los precipicios; sale de noche de su mundo inferior y oscuro, pero esa aparición puede ser peligrosa, por eso sólo algunas personas especializadas lo conocen y pueden entrar en contacto con él ofreciéndole alimentos y bebidas rituales que colocan junto a los instrumentos musicales. Tales prácticas rituales deben ser realizadas en lugares lejanos y escondidos porque de lo contrario el Sereno puede trastornar la razón. Cuando se invoca a Sereno, éste sale y, además de cantar, hace sonar los instrumentos. Su presencia, incluso, puede ser vista y hay quienes afirman que se coloca, a la manera de un hombrecillo, en el hombro de quien recibe sus favores. Ya que tiene necesidades como los hombres, necesita comer y beber; a cambio de comida y bebida, Sereno dará la letra y la música de canciones y coplas para los juegos y las fiestas que, en ocasiones, cumplen un cometido ritual o ceremonial. La relación con Sereno precisa renovarse periódicamente debido a su intermitencia; para renovar esa relación se hacen, entonces, las habituales ofrendas de comida y bebida. De lo visto hasta aquí voy a considerar algunos aspectos que me parecen importantes y que constituirán el aporte que quiero ofrecer al artículo de Sánchez. Por lo general, el mundo de lo divino es percibido como el que guarda relación con lo perfecto, lo establecido, lo ordenado; las leyes y normas para el comportamiento social, ritual y moral surgen de allí; esto hace posible que el mundo de los hombres, destinatarios de esas prescripciones, pueda continuar reproduciéndose. Pero la relación del hombre con ese mundo divino y superior es igualmente una relación que conlleva el respeto, el temor y el miedo al castigo divino cuando esas normas son objeto de descuido o transgresión. Por el contrario, el mundo inferior, ese mundo al cual pertenece Sereno, es el mundo de lo no ordenado, de lo virtual, de lo subversivo, de lo caótico, pero también es el mundo de lo lúdico, lo divertido, lo festivo y lo artístico. Con este mundo, el hombre entra en relación con mayor facilidad y, además, utiliza lo que habitantes de este mundo -como Sereno- le proporcionan para ponerse en relación con la esfera superior a través de celebraciones, fiestas, música, bailes y juegos, dando lugar a una interacción simbólica importante en la construcción de la identidad del grupo y de su reproducción material. El contacto con el mundo de lo virtual, de lo generador, de lo inacabado y de lo, aparentemente, no perfecto, hace que el hombre se sienta menos culpable, menos malo, con mayor gusto por la vida; su relación con este mundo le ofrece la posibilidad de romper con los estereotipos, los formalismos, lo rutinario y lo monótono a través, por ejemplo, de las fiestas estacionales. Ahora bien, hay un aspecto que debemos tomar en cuenta a la luz de la historia de las religiones y que justifica este breve ensayo: el hecho de que Sereno sea andrógino, es decir, hombre-mujer, significa que, a pesar de ser originario de un mundo oscuro, salvaje e imperfecto, él goza en sí del atributo de la perfección de la propia divinidad precisamente por su condición dual. Esto permitirá que aquello que produce -música, poesía, arte- también sea bueno, bello, agradable y, por qué no, perfecto. Un texto de Mircea Eliade nos ayudará a captar mejor esta idea: "Es esta idea de la bisexualidad divina en tanto que modelo y principio de toda existencia, la que puede aclarar nuestro tema. Porque, en el fondo, lo que está implicado en una concepción semejante es la idea de que la perfección y, por consiguiente, el ser consiste, en suma, en una unidad-totalidad. Todo lo que es por excelencia debe ser total, comportando la coincidentia oppositorum en todos los niveles y en todos los contextos. Esto se verifica tanto en la androginia de los dioses como en los ritos de androginización simbólica, e igualmente en las cosmogonías que explican el mundo a partir de un huevo cosmogónico o de una totalidad primordial en forma de esfera..." [cursivas en el original] (Eliade 1969: 136-137).Pero el hombre requiere establecer relaciones con el mundo del orden, de lo perfecto para no sumirse en el caos, en la desintegración y el absurdo. Necesita, por lo tanto, pese a su condición ambigua, ser intermediario y mantenerse, paradójicamente, en equilibrio, relacionando su mundo, de manera alternada o simultánea, con los seres que habitan los otros dos. Ese es el mundo de los hombres; el mundo que no sólo se relaciona con esos otros mundos sino que, incluso, los articula o relaciona entre sí. En
muchas culturas la función de intermediario
es asignada a ciertos aspectos de la naturaleza (montañas y
árboles)
o de la cultura (templos, postes, obeliscos y pirámides); en el
caso de los aimara es al hombre a quien se le coloca como la instancia
o medio de comunicación entre esos dos mundos tan opuestos. El
hombre
aimara, por consiguiente, a través de Sereno el
andrógino,
puede hacer frente a lo insospechado e indefinible; a partir de estas
categorías,
propias de su racionalidad, los aimara del Norte potosino boliviano
ordenan
y comprenden su universo. Visto de esta manera lo opuesto no es
irreconciliable
sino complementario. El hombre aimara está llamado a conciliar
esos
dos mundos para dar estabilidad a su universo y, por medio de esa
estabilidad,
conjurar lo caótico e imprevisible para conseguir lo necesario
que
le permita producir y reproducir su estilo de vida. Pero de igual
manera
ellos, con ese estilo de vida, nos ayudan a mantener, como
diría
Lévi-Strauss, ese "óptimum de diversidad" que necesitamos
para no caer en la uniformidad y, por lo tanto, en el empobrecimiento
del
mundo de la vida.
1. Este concepto no es propiamente aimara ni andino, por eso Sánchez coloca el término entre comillas. El supai andino es un espíritu igualmente ambiguo que puede, de acuerdo a las circunstancias, ser favorable o desfavorable al hombre, puede hacerle el bien o el mal. 2.
En quechua: hombre-mujer,
varón-hembra.
Sánchez, Walter Eliade, Mircea |
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