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La pretensión de este trabajo, en buena medida preimpuesta por la limitación lógica del espacio, es ofrecer una perspectiva muy general y reflexiva sobre la asignación de determinados papeles a zonas concretas, como productoras de algún tipo de producto agrícola de comercialización transnacional, y también sobre lo que me parece emerger como una nueva puerta al callejón sin salida en que este tipo de zonas se encontraba a finales de los años 80 y durante la década de los 90 con la desinversión social propia de la definitiva confirmación a nivel mundial de las políticas de giro neoliberal en la economía y la inversión social por parte de los estados en los que se incluyen, lo que, en parte, equilibra la asimetría y dependiente situación de estas zonas frente al poder de los actores transnacionales y sus mercados "a cambio" de una situación de dependencia. Para ello, las reflexiones aquí presentadas sin ningún tipo de carácter constitutivo de teoría o modelo a seguir, sino más bien como primeras reflexiones, preguntas hechas en voz alta, se apoyan en los datos recogidos en una pequeña población incluida en una zona cafetalera de la Sierra Madre mexicana, que se incluye dentro del Estado de Hidalgo, cuyos datos me servían para ir abriendo puertas, planteando dudas que irán saltando en el texto de lo local a lo global, trasversalizados por las similitudes que tanto las políticas estatales como comerciales presentan si se miran con cierta perspectiva en zonas de producción agrícola-comercial, situadas en las periferias de los sistemas socioeconómicos regionales, pero incrustadas en las redes transnacionales de producción-comercialización y consumo, lugares sonde la interacción entre los agentes locales, las políticas desarrollistas estatales y la influencia de los mercados globales han desembocado en un patrón general que opta por políticas neoliberales basadas en nuevos paradigmas ecológico-políticos, como el desarrollo sostenible, la producción de "productos ecológicos" frente a la anterior apuesta por la producción extensiva y el equilibrio de las economías locales por medio del reparto del peso productivo entre los sistemas productores versus tradicionales y nuevas salidas como la puesta en valor de nuevos valores como el patrimonio cultural, ya sea histórico-monumental o "cultural" en un sentido cercano a la pervivencia, sobre todo en zonas con población indígena donde la fuerte integración de los sistemas culturales de producción y su nicho ecológico parece presentarse como una supuesta baza de desarrollo, en la cual lo étnico toma valor como un factor mas de autenticidad, que se pone en liza junto con otras nociones de pureza, como las denominaciones de origen o la producción orgánica, siendo esta una dinámica que si bien esta ya asentada en otras zonas, parece comenzar a llegar ahora a la Sierra Madre hidalguense. El
breve análisis reflexivo que aquí
se pretende parte de la concepción de Ulf Hannerz (1998: 41) de
la metacultura de la modernidad, refiriéndose a las
practicas
y discursos de la modernización como ideología del
desarrollo,
como algo preimpuesto, que parece moverse siempre de arriba abajo,
e intenta, dentro de mis escasas posibilidades, readaptar de forma
creativa
algunos de sus planteamientos, como el interés por la
reconfiguración
de ciertos habitats dentro de unas emergentes, pero no tan
nuevas redes
de interconexión transnacional donde bajo la presión
de flujos asimétricos se marca el status de dichos
espacios
y su nivel de inclusión/exclusión (véase
también
Lacour 1996: 25-48; Santos 1996; Dollfus 1997; 1995: 270-280; Wackerman
1997: 27-439). Para ello centrará mi atención en los que
personalmente constituyen los nexos fundamentales en los que se
entrecruzan
los diferentes ejercicios de poder y tecnología social de los
cuales
un lugar común como Huehuetla en México puede ser un buen
ejemplo, ya que su posición periférica, de
población
"indígena" incrustada en un medio ecológico agreste,
dentro
de un país latinoamericano como México, cuya
interacción
con la llamada modernidad es compleja, pueden dar bastante juego.
Así
como decía, centraré mi atención a partir de
referencias
muy sintéticas a los datos de campo referentes a las distintas
estrategias
de producción y comercialización de los productores de la
zona en interacción con las agencias estatales, en la capacidad estructural
de decisión de dichos productores, en sus intentos de resistencia
creativa en la aceptación de las medidas tomadas a nivele
estatal
y de los mercados mundiales del café y en sus particulares
"cálculos
culturales" del riesgo -entendido esto como su propia
evaluación
de su propia capacidad de asumir algún tipo de perdida- a la
hora
de poner en práctica determinadas estrategias más o menos
complejas de supervivencia en lo que se podría calificar como un intersticio
social, donde se dan dilemas culturales, entre la
ciudadanía
y el status étnico, entre la migración y el campesinado o
entre el cambio y el movimiento, o la tradición y la seguridad.
Por último, intentaré lanzar algunas notas sobre una
posible ecología
política de esta(s) zona(s), entendida como un corpus
heterogéneo
(Comas 1998), una ampliación de intereses que modifica el
enfoque local de la tradicional ecología cultural,
incorporando
al análisis, el papel de las políticas de desarrollo, los
efectos de estas sobre las estrategias de los productores, y los
efectos
de los cambios sobre el nicho ecológico-cultural, así
como
la articulación de los contextos local y global. Una zona en la
cual el hecho de que, a diferencia de otras zonas mexicanas como Oaxaca
o Chiapas, no se haya optado por la supuesta quimera de los recorridos
ecológicos-étnico-turísticos, no me parece que sea
óbice para la presentación de este trabajo en este foro,
sino al contrario, una buena razón para preguntarse por las
motivaciones
que guían dichas decisiones, tanto en uno como en otro sitio,
ahora
que las distinciones entre las zonas agrícolas,
turísticas
o de patrimonio natural parecen disolverse casi sin preguntas sobre las
motivaciones de dichos cambios. Parte II Huehuetla es un pequeño municipio mexicano perteneciente al estado mexicano de Hidalgo, se encuadra dentro de la Sierra Madre, a unos 420 metros sobre el nivel del mar, justo en los límites del Estado, colindando con poblaciones de los Estados de Veracruz (por el norte y el este) y Puebla (por el lado sur) y con los municipios de Tenango de Doria y San Bartolo Tutotepec (al suroeste) que pertenecen al mismo estado hidalguense. Junto a estos dos municipios conforma una "microrregión", muy influida por el medio ecológico y con unas variables culturales generales muy similares, que han ido perdiéndose entre los distintos grupos étnicos que habitan en la sierra, la mayoría otomí (alrededor de 10.696 habitantes) en contraste con los escasos 1871 tepehuas que existen o las escasas dos centenas de otras comunidades, conformando como decía una región -microrregión- la zona delimitada por el INI como sierra otomí-tepehua, de un carácter marcadamente diferente a la Huasteca Hidalguense, que tradicionalmente ha centrado toda la atención etnográfica en dicho Estado. En realidad, las constantes ecológico-culturales que marca Huehuetla y las localidades circundantes como una microrregión superan en mucho la adscripción a los límites estatales y recorren en buena parte los "lomeríos" de la Sierra Madre en sus estribaciones norte y sur, teniendo importancia la altitud y el clima húmedo, además de una "relativa" tradición cafetícola, que en muchos casos sustituyó al tabaco como producto comercial y que ha "permitido" en buena parte mantener a muchos comunidades sus anteriores cultivos de subsistencia, incluso sus sistemas rituales de cargos, condenándolos también a la dependencia y la exclusión de las redes nacionales del "desarrollo". En el ámbito agrícola, la región y más concretamente este municipio, practica una agricultura de lomerío, basada en la "roza", es decir, la tala y quema de la tierra, que tras un periodo de varios años con la tierra agotada, se traslada y se opta por dar un descanso forzado a la tierra, que se enfoca fundamentalmente hacia la producción del café, aunque aún se mantiene el cultivo del maíz y del frijol, que debido al clima semicálido y semihúmedo, ofrecen poco rendimiento, exigiendo mucha fuerza de trabajo no mecanizado, pues ni las condiciones socioeconómicas ni las pendientes existentes en el terreno permiten su mecanización, aprovechando aun el uso de instrumentos y procedimientos tradicionales como la coa, que no es más que un bastón de madera que se utiliza para horadar la tierra y plantar la semilla, u otros más conocidos como el machete, que se utiliza para la tala y el mantenimiento del cafetal, siendo una de las características esenciales en la indumentaria de los habitantes masculinos de esta zona, pues mantiene dos elementos claros que los distinguen: siempre portan su gran machete y un sombrero. Por otra parte, como se decía antes y en conjunción con el clima de la zona, la inclinación existente, con pendientes que oscilan entre el 20 y el 35% y la pedregosidad superficial, son procesos que conducen hacia la paulatina pérdida de fertilidad del suelo, haciendo esto inútil a la vez el hipotético aprovechamiento de los recursos hidrográficos de la zona, las abundantes lluvias y la presencia de tres cuencas: el río Tecolutc, el río Cazones y el río Tuxpan, pues la incapacidad infraestructural y la conformación orográfica impiden un aprovechamiento óptimo de dichos recursos. Las políticas macroeconómicas propias del Estado mexicano y, consecuentemente, las estrategias que establece para el "desarrollo", junto con su nivel de inferencia han ido desplazándose y cambiando con el tiempo, sufriendo los efectos de varios centros gravitatorios, como serían las ingerencias de los agentes transnacionales y el paulatino asentamiento de un estado nacional que casi siempre ejercerá de "mediador" en una economía que aún mantiene un carácter claramente dependiente. El principal discurso al respecto de las políticas ha sido el de conseguir una cierta independencia al respecto de las exportaciones, una mayor industrialización y la consecución de una modernización agrícola, aunque lo que no parece tan claro es el cálculo de los costes de este "avance", en tanto a lo humano como en cuanto a la dependencia comercial y tecnológica. Aún así, es difícil concebir la economía estatal mexicana independientemente de la mayor o menor articulación o desarticulación agraria e industrial sin que ésta mantenga la permanente presencia de un ethos mercantilista. El principal momento del Instituto Mexicano del Café vendrá entre las décadas de los 70 y los 80, en las que México se convertirá en uno de los principales productores de café de Latinoamérica, superando a sus tradicionales competidores en la materia como Brasil, Colombia, Costa Rica o Guatemala, permitiéndose además el lujo de prescindir del Consejo Internacional del Café o lo que es lo mismo, del mediador internacional por antonomasia de los productores con los dos grandes centros mundiales del comercio de los activos financieros del café en Nueva York y Londres. En esta época, el Inmecafé intentará por un lado realizar una labor de integración social en las zonas productoras, normalmente de conformación étnica indígena, a las cuales se intentará "liberar" del pago de los intermediarios mestizos o también llamados vulgarmente los coyotes que presentaban un dominio casi asfixiante, por medio de los prestamos que ahora establecerá el propio Inmecafé y sus agencias de desarrollo ligados casi siempre con el Instituto Nacional Indigenista, para ayudar a los productores. La
radical caída de los precios y el
giro neoliberalista tomado por los países occidentales a
principios
de los años ochenta, seguido después por otros
países
latinoamericanos como México, culminó en las medidas de
retirada
de desinversión social del gobierno mexicano y la
desintegración
del Inmercafé, que fue sustituido por el Consejo Estatal del
Café
que ya cuenta con una estructura relativamente autónoma en cada
Estado productor y en cada una de las sedes de las cabeceras de
municipio
estratégicas de las zonas productoras. En general, no parece que
este cambio organizacional-burocrático halla hecho cambiar los
principales
problemas endémicos heredados del Inmecafé, como son el carácter
clientelista de las agencias estatales de desarrollo y los mismos
estados
frente a los actores transnacionales y la dependencia que
éstos
generan, ya que el modelo de desarrollo propuesto sigue siendo en la
práctica
algo bastante determinado desde arriba, lo cual en bastante
medida
confirmó el modelo usurero de los coyotes, teniendo ahora como
elemento mediador
privilegiado al propio Estado (Salazar; Nolasco; Oliveira 1992:
20-21)
pues realiza la misma tarea, con la salvedad de que aporta algo
más
de flexibilidad en el pago de los plazos. Existe
además,
si no un vacío explicativo, sí una serie de preguntas a
las
que, en general, sólo la antropología ha realizado un
intento
aproximativo de estudio tanto del cultivo, como de la
comercialización
y las problemáticas que se derivan del café, algo que no
se ha hecho con mucha frecuencia, salvo honrosas excepciones, ni
siquiera
en los estudios realizados en la época de pleno apogeo del
Inmecafé,
ni mucho menos en el actual momento de "liberalización" del
panorama
actual y es que, una vez aceptado el primordial papel de los mediadores
en un "juego" como sería el comercio de ciertos productos
agrarios
como el café, cuyo valor se crea y reparte de forma proporcional
a medida de que el producto ascienda en las redes de acaparamiento y
elaboración,
tornándose a un valor sensiblemente intangible ya en la bolsa,
proceso
este que se reproducirá de forma inversamente proporcional
cuando
descienda por las redes que conducen hacia el consumidor, se da la
paradoja
de que la mayoría de los estudios se han centrado en las zonas
de
mayor producción, como son las zonas de Chiapas o Veracruz, que
cuentan, como parece lógico, con una menor "distancia" y
también
un menor número de intermediarios hacia los conductos
comerciales,
obviando las zonas "nebulosas" de baja producción, de manera que
parecen olvidarse que estas grandes zonas productoras como Chiapas no
sólo
cuentan con la capacidad de adaptarse de forma competitiva a la especialización
regional, sino también con el factor de la identidad
étnica
como un posible catalizador identitario que ofrece la oportunidad a los
pequeños
productores de adaptarse a la versión amable del capitalismo
globalizante,
fundamentada en su versión comercial del esencialismo,
véase
el término de denominaciones de origen y de producción
orgánica (sirve, por ejemplo, el caso del café
orgánico
de Chiapas, Hernández; Nigh 1998: 136-147), que incluso parece
un
buen producto futurible en las nuevas formas de turismo. Esta
no
es, obviamente, la situación de zonas como la Sierra
otomi-tepehua
en el Estado mexicano de Hidalgo, donde la capacidad de
organización
de los pequeños propietarios entorno a intereses comunes, sean o
no la supuesta identidad étnica o su potencial ecológico
y material para afrontar el cultivo ecológico, es bastante
escasa,
lo cual si bien no parece tan atractivo de cara a nivel publicitario,
sí
que parece ofrecerlo de cara a la aproximación a otro tipo de
procesos
socio-económicos que muestran otras caras de la realidad no tan
prometedoras. Parte III En la actualidad, casi todas las huertas de café en Huehuetla se encuentran en un importante abandono, pues no se les realiza, en muchas ocasiones por exigir de un dinero en salarios que no producen, las labores de corta y los cuidados habituales que los cafetales necesitan, llegando incluso a darse el caso de que no se recoja la cosecha, quedando, por tanto, inutilizada la planta. En teoría, el descuido de las plantaciones se debe a la ya larga coyuntura de malos precios que lo hace "antieconómico" en las entrevistas realizadas en la zona a pequeños productores, surgieron como era de esperar, otras causalidades, que complejizará la cuestión. Una de las primeras "problemáticas" en hacer aparición fue el agotamiento del suelo, que ponía difícil cualquier intento de café, aunque no se tratara de café, supuestamente, al menos para los técnicos del gobierno del INI en la zona, dicho agotamiento se debería a la larga utilización de la técnica de la roza, tala y quema, que aún se suelen utilizar, además de las condiciones climático-geológicas antes reseñadas. A esto habría que sumar lo difícil que para un pequeño productor, por el escaso tamaño de su propiedad y lo ajustado de sus posibilidades económicas, el dejar descansar en barbecho una parte de su tierra (véase algo similar en una zona cercana, Arizpe 1990: 17-73). Pero, sin duda, de lo que con mas insistencia se quejaban los productores era de la devastadora acción de la Agencia Estatal que allí existía, el Inmecafé, as través del INI (Instituto Nacional Indigenista) que en los últimos 20 años, debido al auge de los precios del café, había ensayado todo un intento de modernización y aumento de la producción del café a nivel nacional, intentando introducir nuevas especies más cercanas a los gustos del mercado internacional, apoyadas en la utilización de insumos químicos. La irrupción casi total del café como monocultivo comercial, aceptado en su momento por los cultivadores debido a los altos precios, en detrimento de su tradicional cohabitación con otros productos alimenticios como el maíz, significa, como casi siempre lo hace un monocultivo industrial, el radical desequilibrio del sistema ecológico y de producción de la zona, los niveles de inclinación, los altos precios y la falta de adaptación, hiciera fracasar la introducción de insumos químicos, el abandono de la especie de café tradicionalmente utilizada, el café criollo introducido por el INI, se relevó definitivamente devastador, pues significó el abandono de la flora circundante que en el huerta evitaba la erosión, en especial me refiero al chalauite, el árbol que, a parte de proporcionar sombra a los cafetales, los abonaba con sus hojas caídas. Recientemente han surgido voces desde la etnoecología que defienden que es su tradicional utilización en estas zonas el uso del sistema de roza es equilibrado y no es perjudicial, habiéndose visto quebrado por los intentos de "modernización" (véase Beaucage; Taller de Tradición Oral 1997: 45-67, y Beaucage 2001: 9-19) por otra parte, el definitivo balanceo hacia el cultivo comercial significó en Huehuetla cambios profundos en su habitats de producción y comercialización (una buena aplicación del concepto de Bourdieu al mundo rural aparece en Devillard 1993), un abandono de los sistemas de trabajo colectivo a mano vuelta y una definitiva incrustación de la economía mundial de producción y consumo que algunos autores calificaron de forma algo simplista como una proletarización del campesinado (Stavenhagen 1969; 1990). En la actualidad, estos cambios tras el giro neoliberalista de las políticas estatales, la caída abismal de los precios del café y la desaparición del Inmecafé, se ha revelado como un paso definitivo hacia la dependencia, que hace que en muchos casos las estrategias de los productores pasen bien por migraciones más o menos lejanas a México DF o Estados Unidos o bien por jugar con las ayudas estatales al café y al maíz de forma, muchas veces fraudulenta, para a su vez poder generar otros ingresos con cultivos comerciales de otro tipo a escala macrorregional como la naranja, el plátano o el ajonjolí o con la realización de otro tipo de trabajos de carácter análogo. Evidentemente,
mi intento de mostrar brevemente
los condicionantes ecológico-políticos que rodean la
producción
y comercialización y consecuentemente gran parte de la
dinámica
social en un lugar como Huehuetla, se fundamenta en el presupuesto de
complejizar
el análisis, apostando por el reflejo de la heterogeneidad
interna, a partir del análisis de las distintas estrategias
implicadas
en las distintas tomas de decisiones (véase, por
ejemplo,
Oliver Sánchez 1988: 189-213; 1990: 167-178) Intentando apreciar
en el momento emergente de la decisión el papel
fundamental
jugado por las nociones que Mary Douglas (1996) llama coyunturas de disponibilidad
y prominencia, el manejo del riesgo, apareciendo así
los cultivadores no como atados a un inmovilismo cultural, sino a una
gran
flexibilidad y capacidad de adaptación al cambio, que
sólo
tiene freno en su cultura tradicional, que sirve de "sentido
común",
de sistema nemotécnico que simplifica el manejo de infinitas
decisiones
de gran complejidad, donde el riesgo es importante, pues sus
márgenes
de perdidas son bastantes escasos (véase muy buenos ejemplos en
los trabajos de Frank Cancian 1990; 1972 en Chiapas; el de Mayer y
Glave
en Perú 1999: 344-369, incluso otros más clásicos,
como el de Sahlins 1983; Barlett 1984 o el reciente de Fernández
de Rota; Irimia Fernández 1998). Este planteamiento se hizo
perfectamente
visible a la hora de analizar las tomas de opción de los
productores
dentro de los ejes premarcados del comercio internacional del
café,
donde se ha impuesto la "normatividad" de que los productores maquila
en
parte la producción, vendiendo ya el producto despulpado,
sin cáscara y seco, debido a que es mucho más funcional y
se conserva mucho mejor. Así pues, los productores prestan
bastante
atención a los rumores de cambio de precio internacional o a las
noticias de las heladas que se producen en Brasil, así como
especulan
permanentemente con su café cuando les es posible por su
coyuntura
familiar, almacenando y vendiendo cuando hay buen precio, eligiendo si
venden a intermediarios locales o a los venidos de la zona costera de
Veracruz,
que pagan mejor y un sinfín más de estrategias de gran
complejidad,
siempre dentro de su estrecho margen estructural. Parte IV Las distintas teorías antropológicas, así como otras disciplinas de las ciencias sociales, relacionadas con la ecología, el estudio de sistemas de explotación y reparto de los recursos e interesados por la relación de los anteriores ítems con sistemas y paradigmas político-ecológicos se han ido aproximando paulatinamente en los últimos tiempos a lo que puede llamarse la ecología-política (véase Comas 1998; 1999: 79-100; Garrido Peña 1996; Enzensberger 1976). Este giro ecológico hacia los nuevos nexos políticos como lugar de interacción entre las condiciones ambientales, los sistemas de producción y las políticas ambientales, sociales e incluso de desarrollo, el cual en parte engarza bastante bien con el interés de algunas tendencias antropológicas, por lo que Wolf calificara como la interacción entre fuerzas o tendencias locales y globales (1972: 201-205) puede presentarse como un interesante espacio desde el cual intentar plantearse como un interesante espacio desde el cual intentar plantearse algún tipo de síntesis sobre todos los sistemas económicos y sociales que gravitan en torno a un producto como el café, que condensa múltiples dinámicas socio-culturales a muy diferentes niveles. La globalización mercantilista ha conllevado en muchos casos, dentro de los cuales se podría considerar al cultivo de café, la integración de los sistemas de producción agrícola en los esquemas post-industriales, con lo que esto conlleva, como alto nivel de inversión en tecnología y su marketing, produciéndose una desinversión paralela de mecanización. En el caso de productos como el café, productos catalogados como de largo recorrido, pero cuya producción se focaliza en pisos que a mayor o menor escala se encuentran subordinados en las redes mundiales, dicho paso hacia la economía global, la producción post-industrial y una extraña mezcla cultural de rasgos posmodernos y tardomodernos, fruto de multitud de contradicciones y paradojas cuasi endémicas, estará muy relacionada en un giro en las políticas gubernamentales, dándose en estas un giro que se puede calificar como neoliberal, toda vez que sus intentos de extensión y consolidación institucional hegemónica al modo occidental se han visto separadas en mucho por la influencia real del capital transnacional, hecho este preferente en el caso del café o del petróleo mexicano. Aparentemente, se podría pensar que el giro político hacia una desinversión estatal en el "sector social" en este caso la retirada del Inmecafé y buen aparte de sus ayudas y subvenciones, así como la desaparición del juez o, visto de otro modo, el atractor de orden que este organismo suponía en las redes de comercialización, intentando acabar con los coyotes y la usura prestamista de la misma manera que la segmentación de un mercado que, una vez roto el consenso entre los productos, se puede permitir nutrirse de distintas áreas y articular distintas estrategias en el stock por medio de la compra adelantada de las cosechas, debería haber fomentado algún tipo de "crisis" dentro del sistema, precisamente en el nivel más castigado, el de los productores, aún más en el caso de áreas como la Sierra otomi-tepehua en hidalgo, cuya producción es mínima dentro del contexto global y cuya posición es totalmente periférica dentro de toda red, desde la mundial hasta las redes comerciales a nivel regional que, en el caso de México, basculan singularmente, hasta la zona de Chiapas a la costa de Veracruz. Otra razón de bastante peso que sumar a los anteriores factores que supuestamente podrían haber generado una "crisis sistémica" dentro de este tipo de zonas como en la que se sitúa Huehuetla, es que la irrupción triunfante del monocultivo comercial del café pese a mantener en cierta medida un punto de apoyo alternativo como es el maíz o otros productos, que en el momento de crisis de precio del café han recuperado parte de su peso, causó como es el caso de Huehuetla, un fuerte desequilibrio que marcará también las opciones futuribles, pues el intento de "modernización" productiva encauzado a través de las acciones del Inmercafé deterioraron en mucho la calidad del suelo utilizable para cultivo, dejándolo inutilizado en muchos casos debido al uso de insumos químicos, y al abandono de muchas especies asociadas al huerto de café, que equilibraban el ecosistema en muchos sentidos, en especial en lo que se refiere al principal problema de este tipo de zona de sierra o pre-selva tropical, la erosión de las capas productivas. Paradójicamente, dicha crisis no se ha producido, es decir, la problemática situación ha producido la articulación de otro tipo de estrategias por parte de los productores en otras direcciones, pero en general, estos han reforzándola presencia del apoyo en redes basadas en lazos no solo familiares, sino de un carácter mucho más amplio, que el supuesto avance de la modernización estatal debía haber dejado obsoletas. Así pues, por un lado se han reforzado las actividades comerciales micro regionales, dentro de lo que se suele llamar economías informales, debido a su carácter flexible, cambiante, coyuntural. Por otra parte se ha dado en cierto modo una vuelta a la llamada economía de subsistencia, ascendiendo de nuevo la producción de maíz y de otras frutas que funcionan bien sobre todo en las redes de mercados locales en las localidades cercanas, siendo otro buen ejemplo de este tipo de producción flexible coyuntural la reciente adaptación en Huehuetla de la producción de hoja de palma, que parece ser se esta vendiendo muy bien en los mercados de México DF. Toda esta producción coyuntural se complementara de forma retroalimentaría con la producción y venta auténticamente especulativa del café, basada en la amplia experiencia acumulada por los productores en la negociación de su producto, que hace que los productores tengan muy en cuenta múltiples variantes que abarcaran desde la ingerencia de las agencias locales hasta las coyunturas de los precios internacionales o las incidencias climáticas en lugares como Brasil, siendo todos estos factores ítems dentro de su ejercicio económico difícilmente considerable ya como local. Muchas de las estrategias de los pequeños productores, tienen que ver con la articulación de la economía informal con la presión y negociación con los agentes estatales para conseguir algún tipo de ayuda, lo cual se completa de alguna manera con circularización de estos factores con el reforzamiento de lazos familiares extensos que pondrán en juego redes de solidaridad (Adler 1985) que se basan en parte, a su vez en migraciones de carácter mas o menos pendular, a Pachuca, México DF, o a Estados Unidos, que como me comentaban algunos jóvenes de Huehuetla, se estaba convirtiendo en una salida "fácil" para poder regresar con dinero y poder construirse una casa y casarse. El funcionamiento, como decía, de lazos familiares extensos, se hace visible mas que en los sistemas de trabajo comunal o mano vuelta, en la articulación de estrategias entre familiares para arrendar una parcela, algo que es mucho más complicado, y conseguir una cosecha de maíz y café, sin claro esta necesitar de mano de obra contratada. La
cuestión más importante de
todo esto, es que a diferencia de lo que se pudiera pensar, las resistencias
de las llamadas zonas campesinas, no se fundamenta en el
inmovilismo,
en la atadura incondicional a una visión tradicional de la
flexibilidad
y movilidad que por muy molesto que resulte a los discursos
políticos
y científicos de carácter desarrollista, escapa en muchos
casos de su anzuelo del desarrollo sustentable, buscando otras
alternativas
ajenas al status que estos discursos les proponen,, prefiriendo una
búsqueda
propia, arriesgada dentro de sus posibilidades, no de desarrollo, sino
de un progreso que ha servido a occidente, en muchos casos con
costes
para el resto del mundo, parece ahora no apto para estas zonas que bajo
el paradigma de la responsabilidad, deben optar por el desarrollo
sostenible
en costos y beneficios, un desarrollo dependiente y claramente
ridículo.
Por otra parte, la búsqueda de opciones y toma de decisiones de
los pequeños productores sea de un carácter subversivo
mucho
mayor de lo que se pueda creer, ya que a pesar de que no se reconozca
por
el discurso racionalista de los economistas internacionales, su
acción
masiva, caótica e impredecible, es capaz seguramente de generara
dentro de las redes comerciales y bursátiles, ejercicios de
caos,
de deriva, que obligan a las transnacionales a buscar seguridades. Como
fue primero de forma fallida el intento de hacer de los estados
productores
atractores de orden dentro de esta dinámica, pero vista su
excesiva
toma de protagonismo, optaron por la segmentación y
diversificación
del mercado, para conseguir un colchón que reduzca sus niveles
de
riesgo, algo que no parece tan improbable si se observan las
oscilaciones
bursátiles que continuamente dejan en entredicho la
explicaciones
de las teorías macroeconómicas.
Adler de Lomnitz, Larisa Arizpe, Lourdes Barlett, Peggy (ed.) Beaucage, Pierre Beaucage, Pierre (y Taller de
Tradición
Oral del CEPEC) Cancian, Frank Comas D'Argemir, Dolors Devillard, Marie. J. Dollfus, Olivier Douglas, Mary Enzensberger, Hans. M. Fernández de Rota,
José Antonio
(y María del Pilar Irimia Fernández) Garrido Peña, Francisco Hannerz, Ulf Hernández Castillo, Rosalda
(y Ronald
Nigh) Lacour, Claude Mayer, Enrique (y Manuel Glave) Sánchez Fernández,
Juan Oliver Sahlins, Marshall Salazar, Ana M. (Margarita
Nolasco y
Mercedes
Oliveira) Santos, Milton Stavenhagen, Rodolfo Wackermann, Gabriel Wolf, Eric |
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