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Desde
el análisis
del relato mítico contemporáneo sobre El Sol, la Luna
y las Estrellas, este artículo tiene el propósito de
explicar porqué, en la cosmovisión andina, los astros son
siderales y los hombres terrenales y cómo llegaron a su forma y
ubicación presente, porqué surgió el día y
la noche, porqué el Sol es diurno, mientras que la Luna y las
Estrellas
son nocturnas. Analiza también las metáforas de
regresión
del orden cultural al orden natural como consecuencia de la ruptura de
algunas reglas sociales fundamentales que rigen la existencia de los
hombres,
explicando la pérdida de la condición humana de los
transgresores.
1. El relato mítico El relato presentado fue narrado, a inicios de los años 1990, por Marcelino Nolasco, persona bastante mayor, cuya edad exacta desconoce, quechuahablante, analfabeta, natural de la comunidad de Santa Cruz de Pueblo Libre, ubicado en el distrito de Salcahuasi, en la provincia de Tayacaja, en el departamento de Huancavelica, en los Andes Centrales del Perú. El texto presentado es el resultado de la traducción libre de su versión original en quechua. Hace mucho tiempo, el Sol y la Luna habitaban la Tierra; ellos engañaban mucho a las chicas y a los muchachos. Ya era mucho tiempo que andaban ambos. Dicen que ya se habían cansado de andar los dos. Un día, el Sol había pensado en irse al cielo, para el cual fabricó una inmensa soga, y subiendo por ella, buscó una ubicación en el firmamento.
Actualmente, en los Andes, es frecuente encontrar diversos relatos míticos de origen que explican la aparición del Sol, la Luna y las Estrellas. Éstas últimas son resultado de la transformación de unos hermanos ociosos y antropófagos (ver Taipe 1992; Solís 1992). En una temporalidad mítica primera, los astros y los humanos eran terrenales. El Sol y la Luna "engañaban" a las chicas y a los muchachos. Entre los pueblos de la región estudiada, una de las connotaciones semánticas de "engañar" es "seducir sexualmente" (1). En consecuencia, por razonamiento implícito, en el relato analizado, el Sol seducía a las mujeres y la Luna a los varones. Pero un día se cansaron de andar conjuntos. Aquí encontramos la causa mítica de la disjunción de los astros y éstos de los hombres, que conducirá hacia un nuevo orden, el orden presente, el que hasta ahora perdura. El relato estudiado presenta una serie de correlaciones, oposiciones y diferencias temporales y espaciales; culturales y naturales. Las correlaciones y oposiciones temporales las identificamos entre la antigüedad y la actualidad, entre el día y la noche. En la antigüedad, los astros y los hombres eran terrenales. Por tanto, el razonamiento implícito nos conduce a establecer que, en los primeros tiempos míticos, no existió la separación entre el día y la noche, porque los astros estaban conjuntos. No obstante, el tiempo antiguo es desplazado por el tiempo presente, resultado de la disjunción del Sol y la Luna y sus respectivos ascensos al firmamento, al que posteriormente se sumarán también las Estrellas (de cuyo origen retomaremos más adelante). El razonamiento explícito establece la causa mítica de la división temporal en día y noche: Después del ascenso del Sol al firmamento le sigue la Luna, pero arriba se ponen de acuerdo que el primero "pasará" al día y la segunda "pasará" a la noche. Sinópticamente, las oposiciones manifiestas se ordenan del modo siguiente: Antigüedad / Actualidad Por otro lado, el desplazamiento temporal tiene correlación con la transformación de los astros terrenales en astros siderales, mientras que los hombres continúan siendo terrestres. En consecuencia, la Tierra se correlaciona con abajo y se opone al Cielo correlacionado con arriba; asimismo, lo terrenal (habitáculo de los hombres) se opone a lo sideral (habitáculo de los astros). Esquemáticamente, las oposiciones manifiestas se ordenan del modo siguiente: Tierra : abajo / Cielo : arriba Cuando
el Sol y la Luna empezaron a "andar
separados", "la Luna se había aburrido de andar sola en el
cielo".
Es decir, el astro nocturno necesitaba de compañía: la de
las Estrellas, que también tienen un origen mítico
terrenal. 3. El origen de las Estrellas y la metáfora de regresión del orden cultural al orden natural Las Estrellas tienen su origen mítico en unos hijos ociosos que, en el relato que estudiamos, mienten, engañan y comen la carne de su madre, quien, después del desengaño sufrido, "... cortó sus muslos, preparó una comida y les sirvió a sus hijos. [Y] éstos comieron con agrado...". Pero el descubrimiento de la afrenta que habían ocasionado, les lleva a uno de ellos a enterrase vivo, "los demás, incendiando a su casa, se carbonizaron. Aquel que arrojó muchas chispas se convirtió en Estrellas" que, en el empíreo, son compañeras de la Luna. En otros relatos míticos de la misma zona, un mitema presenta la transformación de un hijo ocioso en Venus que popularmente se le denomina "Lucero del amanecer" y "Lucero del anochecer". En cambio, en el valle del Mantaro, en unos, igual que en el relato que analizamos, existe la transformación de los hermanos ociosos en Estrellas (de número indefinido) (ver Solís 1992); en otros existen algunas variantes; por ejemplo, en el sudoeste y este del mismo valle (en Chongos Bajo, Viques, Cochas Chico, Cochas Grande y Quilcas) los ociosos se transforman específicamente en la constelación Pléyades (esto es cuando los hermanos transgresores son siete) (Taipe 1992). En otras variantes del mito, en el valle del Mantaro y otras regiones de los Andes, los ociosos se transforman en helada, granizo y viento (esto es cuando los hermanos transgresores son tres) (ver Córdova 1979 y 1986; Matayoshi 1982; Gutiérrez s.f.; García 1991; Granadino/Jara 1996). Para comprender la cadena ociosidad, mentira, engaño y antropofagia como cualidades negativas de los hijos, es necesario señalar que como síntesis del trabajo productivo de las sociedades agrarias, la agricultura implica la laboriosidad y es construcción y realización humana, por tanto, pertenece a la categoría cultural. En cambio, la ruptura implícita de la regla social fundamental de la laboriosidad, provoca también el quebranto de la veracidad y la honradez, y conduce a la muerte y destrucción; de ahí que la antropofagia, como efecto de la ociosidad, conduzca a la transformación de los transgresores en elementos naturales, en Estrellas; es decir, el canibalismo conduce a una sanción mítica haciéndolos perder la condición humana (ver Ansión 1987). En consecuencia, el análisis precedente lleva a establecer la diferencia entre la cultura y la naturaleza. No obstante, la antropofagia surge del consumo cocido de la carne de la madre por sus hijos. Aquí estamos en presencia de una aparente paradoja, porque lo crudo pertenece a la categoría natural, mientras que lo cocido pertenece a la categoría cultural (Lévi-Strauss 1986). Sin embargo, la antropofagia, porque hace del hombre un alimento en vez de consumidor (Lévi-Strauss 1987), hace perder la condición humana de los hijos y los transforma en Estrellas que se convierten en compañeras nocturnas de la Luna. Por tanto, estamos ante una regresión metafórica del orden cultural al orden natural. La ociosidad se asocia con la escasez y, quebrantando la solidaridad intergeneracional fundamental en esta cultura, coloca en peligro la producción y reproducción familiar. De ahí la existencia de una red de relaciones analógicas y metafóricas entre la ociosidad y las Estrellas. Si éstas son vistas en noches despejadas, se comportan como indicadoras de heladas, que a su vez se asocian con la escasez productiva, que puede poner en peligro a la reproducción doméstica (ver Taipe 1993 y 1996). Igual analogía presenta la ociosidad con los vientos, granizos y heladas, que como fenómenos climáticos que pueden afectar a la actividad agropecuaria. La
pérdida de la condición humana
es reforzada por la presencia del incesto, en tanto que "comer" es una
metáfora del acto sexual. De allí que, si los hijos comen
a su madre, estamos de cara a las relaciones incestuosas, como la
denominaría
Héritier (1994), del primer tipo, caracterizado por intercambio
sexual directo entre consanguíneos, que nos conducen a
establecer
lazos de homología con el "engaño" o la seducción
sexual del Sol y la Luna a los humanos, pero que, además, da
lugar
a establecer conexiones de analogía como relación sexual
entre mujer y las Estrellas (2). 4. Comentarios finales Este trabajo nos aproxima a la cosmovisión de los hombres entre los que se produce, circula y recepciona el discurso mítico contemporáneo sobre "El Sol, la Luna y las Estrellas". De un lado, desde una serie de transformaciones temporales y espaciales, el relato explica el orden actual de los astros. Éstos están conjuntos inicialmente pero luego se disjuntan, dando lugar a la aparición del día y la noche y sus correlaciones con el Sol y la Luna respectivamente, marcando las diferencias y oposiciones entre arriba y abajo, entre lo sideral como habitáculo astral y lo terrenal como habitáculo humano. Por otro lado, las Estrellas también tienen origen terrestre y se convierten en compañeras de la Luna, son el resultado de la transformación de unos hijos transgresores de un conjunto de reglas fundamentales entre los hombres. La ociosidad de los hijos provoca la secuencia de la mentira, el engaño y la antropofagia, esta última es causa de la regresión metafórica de la cultura a la naturaleza (hijos transgresores transformados en Estrellas). Finalmente,
además de explicar un determinado
estado de cosas (el orden actual de los astros), el mito proyecta
también
sus propiedades normativas de las prácticas socioculturales de
los
hombres. De ahí que, mediante la presentación de castigos
míticos, se inculque hacia la interiorización de la
cualidad
laboriosa o la ética al trabajo, seguida de la veracidad, la
honestidad
y la no-antropofagia. Normativamente, el valor axiomático que
subyace
a esta parte comentada del relato, es la solidaridad intergeneracional,
que garantiza la producción y reproducción familiar. 1. En la región existen relatos que hacen alusión al "engaño" de seres sobrenaturales. Así, además del Sol y la Luna, el Wamani (dios montaña), la Laguna, la Sirena, el Wari (espíritu de los manantiales), el Gentil seducen indistintamente a varones y mujeres. Por otro lado, existen alusiones de seducción del perro, del murciélago, del ave dominico, del ratón, de la perdiz, de la víbora, todos con excepción de la perdiz, seducen sexualmente a las muchachas. Finalmente, existen relatos que aluden al rapto de las muchachas por el oso de anteojos y el cóndor. 2. Francoise
Héritier
(1994), al incesto del primer tipo, caracterizado por la
relación
sexual directa entre consanguíneos (heterosexual u homosexual),
lo diferencia del incesto del segundo tipo, caracterizado por
la
relación sexual indirecta: ya no se trata del hijo que se
acuesta
con la madre, del padre con su hija o del hermano con la hermana; sino
de la interdicción de una madre y su hija respecto de un mismo
hombre
(el padrastro o el yerno); es decir, si la hija se acuesta con el
padrastro
o la madre se acuesta con su yerno. También puede presentarse de
la interdicción de un padre y su hijo respecto a una misma mujer
(la madrastra o la nuera); es decir, si la nuera se acuesta con el
suegro
o el hijo se acuesta con la madrastra. Asimismo, pertenece a este
segundo
tipo el "cortocircuito incestuoso" de dos hermanas respecto de un
hombre
y simétricamente inversa de dos hermanos y una mujer (ver
Xanthakou
1994). Ansión, Juan Córdova, Isabel García, Juan José Granadino, Cecilia (y Cronwell Jara) Gutiérrez, Benjamín Héritier, Francoise Matayoshi, Nicolás Lévi-Strauss, Claude Solís, Mario Taipe Campos, Néstor Godofredo Xanthakou, Margarita |
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