Fernando
Ros Galiana:
Así no se mide.
Antropología de la medición en la España contemporánea.
Madrid, Ministerio de Cultura,
2004 (543 páginas).
Por
Enrique Anrubia
Muy de vez en cuando, uno
tiene la suerte de que le caiga entre las manos uno de esos libros que,
sin pretenderlo, de manera desapercibida y tras su lectura, le dejan
con
ese sabor de boca que Tolkien afirmaba de sus propios libros: "escribir
libros que a uno le gustaría leer". Aquí el asunto contrae
sólo una pequeña distinción, pues la experiencia es
la de leer un libro que, al final de todo, a uno le hubiese gustado
escribir. Así no se mide. Antropología de la medición la
España contemporánea de Fernando Ros Galiana es, sin
duda, un libro de esa especie. Pero además, su empatía
contiene la sorpresa que todo buen libro posee de cara al lector.
En primer lugar, su sorpresa
comparece en el propio tema tratado: "Desde una perspectiva
antropológica,
presentamos una investigación sobre determinados conceptos, situaciones
y procesos, presentes en el complejo hecho social y cultural de medir.
Esta obra se propone la descripción y comprensión de los
denominados Sistemas Métricos Tradicionales, consuetudinarios o
premétricos [en España]; en suma: diferentes al hegemónico
Sistema Métrico Decimal" (31). Se trata de un tema aparentemente
sencillo, concreto, metodológicamente poco expuesto y con un cariz
rallando lo secundario. Sin embargo, tal y como avanza el libro, uno
descubre,
simultáneamente, que el tema ahonda de modo nuclear en temas cruciales
de la epistemología o el trabajo de campo, y, al mismo tiempo, empieza
a entender por qué la historia de la antropología se ha hecho
en base a la explicación de, por ejemplo, "robos de ovejas en
Marruecos"
(Geertz), entre otras, o "vacas que sustentan un país" (Harris),
y que, en ese sentido, escribir grandes libros no tiene por qué
pasar por recoger grandes y pomposos temas.
En segundo lugar, en un momento
en el que la antropología sólo parece que mirar al futuro
(diversidad cultural, inmigración y demás cuestiones que
se escriben en presente pero con la letrilla de fondo de ¿qué
le pasará a esta sociedad nuestra mañana?), y sólo
se entiende dentro de los criterios de necesidad y utilidad de cara a
la
comunidad, se agradece que el libro de Fernando Ros recuerde, desde su
tema y su metodología, uno de los sentidos básicos de la
antropología: su relación con la historia. No hay Antropología
sin Historia, y no tanto porque la Antropología posea una historia
o porque la génesis de la historia de la Antropología tenga
una relación expresa con la Historia como disciplina, sino porque
cualquier explicación antropológica ha de ser necesariamente
histórica (40-46). El mérito es doble, porque lo realmente
fácil en el mundo de la antropología actual es escribir un
libro sobre una "crítica de la crítica de la multiculturalidad"
o algo semejante.
Hacer buena antropología
no es hacer buenas y enormes piruetas teóricas más
un poco de trabajo de campo. La antropología nos la jugamos en los
detalles, en cosas como "qué significa medir", porque con la omisión
de esos detalles lo que se queda por el camino es la propiedad realidad.
Además, cabe señalar
que, aunque publicado en el 2004, Así no se mide. Antropología
de la medición la España contemporánea fue el
libro que consiguió en el 2002 el premio nacional de Investigación
Cultura "Marqués de Lozoya".
El primer capítulo
del libro da cuenta de las bases metodológicas y las hipótesis
básicas del trabajo. De entre todas las hipótesis las más
llamativas son la consideración de la "medición como hecho
social total […], o encrucijada activa de múltiples y básicos
aspectos de la vida social" (véase 95-98) y "la importancia de la
reciprocidad como manifestación de una economía moral, potencial
y parcialmente explicativa de la resistencia a la unificación métrica"
(36) implantada en el s. XIX por el sistema métrico decimal. Ros
retoma la noción de descripción densa (véase el magnífico
apéndice al capítulo IV referenciado al trabajo de campo,
527-529), la etnohistoria, el trabajo de archivos y el trabajo de
campo,
intentando darle una consistencia coherente e implicándose directamente
en su fundamentación epistemológica.
El segundo capítulo,
uno de los más interesantes teóricamente, se adentra en el
proceso de la medición en relación a la antropología
cognitiva. Ros explica que la consabida noción de "mapas cognitivos"
-herramienta metodológica que respecto a la medición parece
muy adecuada- es imposible que se autofundamente, sino se entiende
desde
una posición hermenéutica "cuya función y sentido
estriba en el uso de estrategias culturalmente adaptadas -a la vez que
creativas-, y socialmente compartidas, para relacionarse eficientemente
con el entorno y resolver los problemas que esa interacción suscite"
(66). Tampoco un enfoque etic absoluto permite un punto de
partida
pertinente, aún tratándose de un tema que tanto se presta
a lo objetivo como la metrología. Ros también retoma
lo que la sociología de la ciencia ha escrito sobre la cuestión
de la medición -Cicourel-. En el fondo, la paradoja gnoseológica
está en "construir modelos de investigación y medición
que -a través del isomorfismo- recojan e incluyan los imponderables
de la vida cotidiana; donde parece reinar una productiva, viable y
duradera
imprecisión" (71). Sin embargo, el aparente caos de los numerosos,
y muchas veces vecinos y simultáneos, sistemas métricos no
se debe tanto a su carácter cognitivo, sino "a las condiciones
situacionales
donde se aplican" (72), lo que revierte a su vez en la idea de que
dicho
caos es, efectivamente, aparente. "Estos sistemas, escribe Ros,
desplegarían una eficiente y creativa adaptación a las formas
de producción, distribución y consumo presentes en su contexto"
(79). La contradicción base del sistema métrico decimal es
precisamente lo que en principio se creía su punto fuerte: su excesiva
rigidez. Pero también, y a la vez, la idea de que ningún sistema
puede autojustificarse, por mucho que el
ambiente cientificista
del XVIII así lo proclamase. La metrología tradicional, tal
y como retoma Ros de Kula, posee, en último término, una
elucidación sociocultural, vital (y que, por tanto, puede conllevar
connotaciones políticas). Ahora bien, cabe anotar que ello no implica
tomar el patrón economicista -en su vertiente neofuncionalista-
como bastión último de la metrología consuetudinaria:
la explicación de la economía no es una cuestión económica.
En ese sentido, la delimitación de la figura del campesinado en
lo referente a los sistemas métricos tradicionales incluye las tesis
de la reciprocidad y la cooperación, pero, al mismo tiempo, reactiva
la exploración de la epistemología que subyace en ellos.
"Es necesario percibir la especifidad de las sociedades campesinas -y
su
economía moral-, a la par que relativizar su autonomía. Para
ello, el continuo rural/urbano -históricamente contextualizado-,
debe situarse al fondo de una buen análisis cualitativo de los procesos
de transculturación y cambio en el mundo rural" (91). Desde la misma
perspectiva, Ros, cumpliendo su promesa de una "descripción densa"
analiza la epistemología que subyace al sistema métrico decimal,
su implantación y, consiguientemente, el significado de "aculturación".
En los siguientes capítulos
Ros depliega un ingente estudio; en el que cabe destacar la enorme
valía
que contiene el trabajo de archivos para la antropología como requisito
previo de un excelente trabajo de campo. El tercer y cuarto capítulo
son un magnífico y prolijo estudio de la implantación del
sistema métrico decimal en España y las resistencias que
contrajo. El quinto analiza la encuesta que se realizó en abril
de 1880 desde el Ministerio de Fomento para la ordenación y
recopilación
de las unidades de medida tradicionales. Ros toma como muestra de la
encuesta
la zona de Castellón y Alicante, haciendo un análisis comparativo
de ambas. Esto le permite a posteriormente realizar, en el capítulo
seis, un análisis etnográfico local de Las Cuevarruces, aldea
situada en el término municipal valenciano de Alpuente. Es de
agradecer,
en este capítulo, la cuidada edición que el Ministerio de
Cultura ha tenido en bien dotar al libro: los esmerados documentos
gráficos
permiten al lector hacerse cargo mejor del sistema de medidas
tradicional
de la zona; y, junto el estilo literario de Ros, su lectura es
sumamente
placentera.
En sus conclusiones, Ros
vuelve sobre las hipótesis formuladas al inicio. Sin embargo, aún
siendo clarificadoras, no son taxativas, o mejor dicho, no son, lo que
se puede decir, unas conclusiones "concluyentes" ¿Por qué?
Por que como explica el mismo Ros, se ha ido dando forma al sentido de
las hipótesis en el mismo cuerpo del texto. No hay una "última
palabra de" o un "cerrar la cuestión", sino un "mostrar" y "dejar
ver" la complejidad del tema, permitiendo que el lector comprenda
perfectamente
cómo la medición tradicional, en su laberíntica manifestación,
es un rizoma vital más que una operación taxidermista
de las medidas: relaciones de cooperación, reciprocidad, formas
de entender el trabajo, los ciclos vitales, la relación
hombre-naturaleza-comunidad,
y, especialmente, la relación unidad-diversidad en la misma noción
de "unidad" como medida. En el fondo, el explosivo desfile de los
sistemas
métricos tradicionales también conduce a entenderlos como
un "hecho social total", como un "sistema sociocultural significativo"
(479).
Acabando ya, sólo
quisiera añadir dos cosas. En primer lugar, se echa de menos una
mejor distribución editorial del libro -tome nota quien corresponda
en el Ministerio-. Estudios como éste no pueden quedarse en preciosos
estantes de librerías municipales, sino que ha de llegar por las
vías más rápidas y obvias a todo estudioso de las
ciencias sociales. En segundo lugar, y como dice Honorio Velasco en el
"Prólogo", "es fácil concluir que la investigación
emprendida ha de proporcionar en un futuro otras aportaciones de tanto
o mayor calado. El autor lo sabe y todos lo esperamos" (29).
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