Javier Marcos
Arévalo (ed.):
Las culturas del
vino.
Del cultivo y la producción a la sociabilidad en el beber.
Sevilla, Signatura/Fundación
Maimona, 2005 (361 páginas).
Por
F. Xavier Medina
Señalaba la antropóloga
británica Mary Douglas a finales de los años ochenta, en
la introducción a su libro Constructive Drinking: An
Anthropological
Approach to Drink, que la especificidad de la perspectiva
antropológica
sobre el consumo de alcohol es el hecho de observar dicho consumo desde
el punto de vista de los estilos de vida; como un elemento de cultura.
Desde esta perspectiva, no cabe duda de que, en la Europa del sur, el
vino
es mucho más que una simple bebida en muchos sentidos: a
nivel tanto cotidiano como social -y sociable-, simbólico, económico,
identitario, patrimonial…
La publicación que
aquí reseñamos tiene su origen en un curso de verano de la
Universidad de Extremadura y la Fundación Maimona, celebrado en
la localidad de Los Santos de Maimona (Badajoz) en julio de 2004. En
dicho
curso participaron especialistas de diferentes disciplinas
(antropología,
historia, sociología, economía y empresa, medicina) procedentes
de diversas comunidades autónomas, de Francia y de Portugal, con
la voluntad de ofrecer una visión global y abierta del vino.
El libro parte, pues, de
esa concepción "antropológica" de esta bebida en el sentido
expuesto más arriba, y asume una cierta pretensión "holística",
de trazar un recorrido por este alimento abarcando desde su
historia,
su cultivo y su producción, hasta el consumo final y sus posibles
consecuencias. De este modo, la obra se divide en cinco partes
diferenciadas: antropología social, geografía y economía,
historia, patrimonio cultural y medicina y salud.
Posiblemente el hecho de
que el director del curso y editor del libro: Javier Marcos Arévalo
(profesor de la Universidad de Extremadura) sea él mismo antropólogo,
haya propiciado el hecho de que esta disciplina sea claramente la que
tenga
un mayor peso dentro de la obra (siete de los trece autores del libro
son
antropólogos) y la que dé inicio, asimismo, a la obra como
bloque, desde una perspectiva social y cultural.
El libro se inicia con una
breve presentación y una introducción de Javier Marcos, en
la cual pone de manifiesto la pluralidad de factores que entran en
juego
en el complejo mundo del vino y justifica, desde esta perspectiva, la
necesidad
de hablar de culturas del vino en plural y no de cultura
del
vino en singular. Beber vino es principalmente un acto social e
implica
comunicación, relación, pero también género,
edad, condición social, etc. Como señala el director de la
obra, Javier Marcos Arévalo, en su introducción, el libro
pretende "aportar miradas diversas, pero complementarias, acerca de los
ámbitos materiales y sociales, pero también sobre los significados.
Y ello en una dimensión tanto histórica como actual". Un
aspecto interesante a tener en cuenta es el hecho de que el libro forme
parte de un proyecto de investigación de los estudios de doctorado
de la Universidad de Extremadura dirigido por el propio Javier Marcos,
también con el título de "Las culturas del vino", y del cual
se publican en el libro algunas muestras de las fichas etnográficas
elaboradas para dicha investigación en el territorio extremeño.
Las aportaciones que los diferentes autores aportan a la obra se
convierten,
pues, en información y materiales de base y complementarios para
una investigación en curso, lo que añade a la obra un suplemento
de utilidad.
Tras las justificaciones
introductorias, se inicia el primero -y mayor- de los bloques, dedicado
a la disciplina antropológica, en el cual el artículo de
Jesús Contreras (Universidad de Barcelona) como primer texto ofrece
una reflexión sociocultural sobre el vino y los valores a él
asociados, analizando desde la tradición histórica del conocimiento
empírico aplicado a la vitivinicultura hasta datos y problemáticas
actuales sobre su producción y su consumo.
El sociólogo y antropólogo
francés Claude Fischler (CNRS, París) titula su intervención
(en este caso, el artículo es la trascripción de su conferencia),
sin tapujos y directamente, como "Vino y cultura", abordando
-brevemente-
las "razones para beber vino": rituales, terapéuticas, placenteras,
etc., a través principalmente de la encuesta sobre Cuerpo, alimentación
y salud que su equipo ha llevado a cabo en los últimos años
en seis países occidentales de Europa y América (Estados
Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Suiza; el caso
español,
lamentablemente, no se encuentra contemplado).
Más específicamente
a la arena andaluza baja Isidoro Moreno (Universidad de Sevilla) en su
análisis sobre las culturas del trabajo relacionadas con el vino
en Andalucía: las "formas de hacer", la explotación de la
tierra, las identidades o el desarrollo comarcal ligado al cultivo y la
producción vitivinícola ocupan la reflexión del antropólogo
sevillano, que llega en su reflexión hasta la sociabilidad popular
en las tabernas alrededor del socorrido vaso de vino.
Si Isidoro Moreno escoge
Andalucía (principalmente la occidental) como terreno de reflexión,
Dominique Fournier (CNRS, París) trasladará la suya a la
América hispana, abordando históricamente la problemática
de la importación del vino al Nuevo Mundo, su producción
(o falta de ella) y comercio, su consumo diferenciado y su relación
con otras bebidas alcohólicas locales fuertemente arraigadas.
Tras el cierre del "bloque"
sociocultural a cargo de Dominique Fournier, el artículo de Gonzalo
Barrientos (Universidad de Extremadura) inaugura el dedicado a la
geografía
y la economía, analizando el papel del viñedo en la economía
mediterránea, española y extremeña, sucesivamente,
analizando la producción de vino ligada a la importancia territorial
y comarcal de los viñedos desde un punto de vista tanto territorial
como socioeconómico. Una visión que será complementada
por la de su homólogo portugués Antonio J. de Sousa (Universidad
de Évora) en relación con su visión comparativa entre
las realidades vitivinícolas entre las regiones vecinas del Alentejo
portugués y Extremadura, analizando competitivamente los
posicionamientos
empresariales a ambos lados de la frontera y trazando y aconsejando sus
posibilidades de evolución futuras.
Resulta algo extraño,
quizás brusco, para el lector enfrascado en la obra el hecho de
trasladarse
desde este citado análisis empresarial transfronterizo del siglo
XXI al análisis sobre la producción del vino y la enología
en el mundo antiguo que nos expone el historiador Francisco Javier
Burgaleta
(Universidad de Extremadura). Desde su importancia cultural, su
economía
y su comercio, el autor nos propone un viaje hasta una perspectiva
"enológica",
de análisis del producto y de sus formas de consumo en el Mediterráneo
antiguo, con algunas conexiones con vinos actuales que hayan conservado
algunas de las características expuestas.
El salto histórico
que nos propone el segundo artículo del bloque histórico
es también brusco y nos lleva directamente hasta el presente, con
un análisis del papel y de la importancia de las tabernas -y de
la sociabilidad que en ellas se desarrolla- en la España contemporánea.
Alberto Ramos (Universidad de Cádiz) nos ofrece una visión
cultural del papel de la taberna -como
establecimiento-institución,
podríamos decir- en España durante el siglo XIX (principalmente):
su concepción, usos, valoraciones, consumo de vino -por supuesto-,
vicisitudes legales y normativas, etc.
El cuarto bloque temático
nos lleva sobre un punto importante (y mucho más hoy en día)
en relación con los productos alimentarios de calidad, entre los
cuales el vino encuentra un lugar especialmente privilegiado y
particularmente
destacado -no hay que olvidar que precisamente el sector vinícola
es quien quizás mejor ha rentabilizado y promocionado las
Denominaciones
de Origen como emblema de regulación, control y calidad. El artículo
de Gema Carrera (Instituto del Patrimonio Histórico Andaluz) nos
lleva sobre la historia y la importancia patrimonial del viñedo
en la Sierra Norte de Sevilla (próxima, no lo olvidemos, a áreas
vinícolas andaluzas tan importantes como Montilla-Moriles, El Condado
o Jerez). La transformación del paisaje vitivinícola en patrimonio
local y su aprovechamiento y promoción en relación con la
comarca centran el interés de este artículo, que aporta una
visión complementaria, desde el punto de vista patrimonial, a las
de Barrientos o Sousa en el bloque temático anterior.
Un punto de vista distinto,
esta vez ligado con el ámbito museístico, es el que aborda
José Luis Alonso Ponga (Universidad de Valladolid) en relación
con la viña y el vino. Los museos del vino acostumbran a ser centros
de interpretación que buscan dar a conocer al visitante la importancia
cultural de este alimento. Habitualmente, están ligados a
"lo local", hecho este que acostumbra a suponer un difícil equilibrio
entre la voluntad de explicación global del objeto, y las
características
expositivas, altamente -y necesariamente, en buena parte de los casos y
dependiendo de las instituciones, públicas o privadas, que se encuentre
detrás- regionales o comarcales.
Finalmente, el último
de los bloques -y como casi no podía ser de otro modo- nos lleva
sobre la parte más biomédica relacionada con el consumo de
vino. El primero de los artículos del bloque, a cargo de Paloma
Soria (Ministerio de Sanidad y Consumo) trata, precisamente, sobre las
virtudes (limitadas) del vino como alimento, destacando su potencial
cardiosaludable.
En pequeñas dosis, eso sí; no podemos olvidar que estamos
hablando de una bebida alcohólica… José Enrique Campillo
(Universidad de Extremadura), por su parte, abunda en el mismo tema
(bondades
y problemas del consumo de vino), aunque desde una perspectiva más
histórica -exponiendo los inevitables vaivenes de la doctrina
científica
al respecto- e incluso paremiológica, recogiendo parte de la riqueza
del refranero popular en asuntos de vino y alcoholes. No cabe duda aquí
de que, si el refranero refleja la vida misma, el vino tiene en ella
una
presencia en absoluto desdeñable.
Nos encontramos, para
concluir,
ante un libro ciertamente interesante. Por un lado, se hace evidente en
su lectura que la obra publica las aportaciones que diferentes
especialistas
expusieron durante un curso de verano. En este sentido, el libro
resulta
necesariamente desigual, tanto en lo que respecta a la factura y los
recorridos
de los diferentes artículos, como a la confección de los
bloques temáticos. Ello no es óbice, sin embargo, para que
saludemos la aparición de un libro remarcable, ameno, que intenta
aproximarse al vino desde una perspectiva lo más completa posible.
Es de agradecer, igualmente, y siendo un "antropólogo de la
alimentación"
quien escribe estas líneas, que se haya dado prioridad a una -tan
necesaria todavía- aproximación cultural y social al tema.
No son demasiados los libros sobre alimentación que se publican
desde un punto de vista antropológico. Pienso, en este sentido,
que la iniciativa del coordinador de la obra y de sus patrocinadores es
más que notable, dando un paso más en un camino en el cual
aún nos queda mucho por recorrer.
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