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Conocer una ciudad, lo que es, así como la importancia de la influencia de los distintos ambientes urbanos sobre los ciudadanos es una de las principales motivaciones para las investigaciones urbanísticas actuales. Los sistemas de análisis que se utilizan actualmente están basados en datos cuantitativos principalmente, que apenas permiten visualizar la vida que realmente sucede en la ciudad. Se hacen necesarias otras formas de investigación basadas en la observación, en la experimentación, en las que haya mapas conceptuales y emocionales que tomen el pulso a las vivencias de los ciudadanos en determinados espacios urbanos y sus transformaciones. El investigador necesita habitar la ciudad para obtener respuestas en profundidad, respuestas que no dan los números ni los porcentajes. Estos datos de corte cualitativo sólo se hallan en las calles, en los encuentros, cuando se va al cine, cuando se siente miedo en una calle oscura y solitaria, cuando te sorprende una feria callejera. La investigación urbana nace de hacerse preguntas ante nuestras experiencias sensoriales y emocionales en nuestra ciudad. Ya lo decía Jean Jacques Rousseau en El Emilio: "es necesario sentir para saber lo que voy a preguntar". La objetividad que producen los datos cuantitativos convencionales deben dar cabida a la subjetividad de los datos cualitativos. La naturaleza de esta subjetividad es "compleja", es decir, es una "palabra problema" (atendiendo a la definición moriniana de complejidad). Ejemplo de ello son las investigaciones que está llevando a cabo actualmente el profesor de planeamiento urbano e investigador de la Universidad de Ohio, Jack Nasar, sobre la evolución y percepción de las ciudades, cuya hipótesis está basada en las experiencias sensoriales y emocionales de los ciudadanos, base por tanto de carácter aparentemente subjetivo (Nasar 1998). Podría decirse que el ciudadano es el alma de la ciudad, y ésta el cuerpo continente del ciudadano. La ciudad como lugar que agrupa al hombre, permite al individuo recorrer su historia y a la vez permite a la historia situar al individuo. A través de la experiencia personal, se establece una relación de pertenencia e identificación entre el ciudadano y el lugar donde se vive. De esta forma la topofilia (Tuan 1973) se ejerce con el acto de involucrarse con el entorno, de comprometerse y hacerse parte de él, siendo sin duda el sentimiento que permite al ciudadano revitalizar su relación con el espacio urbano. El paseante, entabla las bases de un lenguaje con la ciudad; ella por su parte, se deja leer, como un libro impreso. Es entonces, cuando el ciudadano vive la ciudad como transeúnte, definiéndola a través de sus recorridos, construyéndola y materializándola en su mente a través de mapas conceptuales individuales y personales. El espacio es estructurado y organizado de forma diferente por cada uno de sus ciudadanos. Los lugares reflejan la visión del ciudadano que los contempla, su estilo de vida y sus sentimientos. La ciudad se vive como un mundo y nuestro enlace con él viene dado por nuestros sentidos; es a través de ellos que tomamos conciencia de la existencia del mundo y de la nuestra propia. Todos los sentidos se concatenan y relacionan, haciendo que nuestra vivencia de la ciudad sea exclusiva e individual. La ciudad se convierte pues, en un fondo que actúa como soporte de las actividades y percepciones urbanas, manteniéndose como el arte, suspendida entre la certeza y la incertidumbre, la fe y la duda. Así pues, una ciudad es percibida, no solo por las sensaciones visuales de color, forma o luz, sino que igualmente a través de todos los sentidos, como el olfato, el oído, el tacto y por todas las relaciones entabladas entre las sensaciones de un tipo y otro, particularizándolas con otras impresiones psicológicas personales. Se establece de esta forma un mapa mental del territorio abarcado por la ciudad (Lynch 1960). Este mapa "personal" lo utilizamos en nuestra orientación cotidiana por la ciudad, en nuestros trayectos a través de ella. Es así como el ciudadano desempeña un papel activo al percibir el mundo y tiene una participación creadora en la elaboración de su imagen. Relación de simbiosis entre ciudadano-ciudad La acción de andar, de pasear ha acompañado siempre al ser humano, tomando diferentes formas de aplicación (andar por necesidad de desplazamiento, andar como método de exploración de territorios, andar como esparcimiento); pero la apropiación e identificación del espacio ha sido siempre una constante inmanente al paseo. El paseo conlleva un componente de lectura semiológica del espacio, que contribuye a la relación e interacción entre el hombre y su medio, en nuestro caso el medio urbano. La exploración del paseo como práctica estética, nos ha permitido bosquejar su dimensión cognoscitiva. Desde el flâneur o el dandy modernista hasta Richard Long, el ciudadano ha tomado el papel del artista, y se ha convertido en catalizador estético, buscando los signos y la huellas invisibles que solo a través del paseo exploratorio se dejan encontrar y descifrar. El arte pasa entonces a desarrollarse en las calles y en la ciudad, y el paseo en su dimensión estética, permite al paseante pensativo alcanzar una singular y universal comunión con el medio. Es entonces cuando el paseante es capaz de encontrar ciertas claves que permanecen escritas en la ciudad construida, vestigios de historia y de historias. Ya Baudelaire apuntaba que la figura perfecta del ciudadano consciente y apto para saber ver y apreciar su ambiente es el pintor contemporáneo, el artista (Baudelaire 1961). Y es que el arte contemporáneo no sólo se remite al estudio de problemas estéticos, sino que se erige como una fuente ontológica, de conocimiento del propio ser. Es a través del arte, que los artistas nos muestran la invisibilidad del mundo, revelándonos todo aquello que ante nuestros ojos permanece en silencio e invisible, que se oculta detrás de las apariencias y que se escapa de la observación de otras ciencias como la geografía, la sociología o la urbanística. El estado de ciudadano-artista que proponemos para el ciudadano (López Rodríguez 2003) , dentro de un marco procesual de construcción y desarrollo de la ciudad así como de su percepción, es el que otorga al habitante la clave para alcanzar el conocimiento de su entorno urbano. El acto de interiorizar la ciudad a través de una genuina e individual percepción "periférica", le impulsa a mantener una participación activa, adquiriendo un compromiso corporal y espacial, e interiorizando e identificando la ciudad con su experiencia vital, y estimulando la nueva creación regeneradora y consciente de su entorno. La participación ciudadana se hace un hecho necesario, cuando admitimos la multidimensionalidad del espacio y la existencia de un espacio subjetivo que transforma y se entrelaza con el espacio objetivo establecido desde los datos cuantitativos y oficiales que la ciencia y la técnica nos ofrecen. La deriva: el paseo ontológico La deriva a través de la ciudad constituyó sin duda una de las prácticas más poéticas que los situacionistas realizaron. Consistía en el rastreo de diferentes unidades de ambiente en la ciudad, del deambular metódico en busca de focos de irradiación de emociones para su localización y descripción. Sus principales características eran: - Su intención de objetividad en un método de exploración de los espacios urbanos - Su carácter consciente como metodología de acción en la vida real. - El carácter aleatorio de las deambulaciones donde el azar es variable en intensidad y participación según el grado de consciencia psicogeográfica que posee el sujeto que deriva. El azar va perdiendo efecto en el proceso de selección de recorridos y creación de situaciones en la deriva, acción que va recobrando el deseo y la voluntad del sujeto. Una de las principales aportaciones de la deriva fue el establecimiento de una actividad esencialmente artística con una clara aplicación social: la psicogeografía, el urbanismo unitario y la desorientación. La deriva permitía por tanto un estudio psicogeográfico de una ciudad y a la vez un modo lúdico de reapropiación del territorio. De este modo, la psicogeografía se definía como el estudio de los efectos que un determinado ambiente geográfico tiene sobre los sentimientos y sobre el comportamiento del individuo. Los situacionistas proponían el uso lúdico de la ciudad actual a través de la deriva. Entendían que el arte total se expresaría a través del urbanismo, pues el arte confluiría en la creación del ambiente humano. Por ello planteaban la posibilidad de que los habitantes creasen su propio ambiente y el primitivo instinto de construcción de su propia vivienda. Ser autosuficientes, y libres para decidir y crear tu propia vivienda y tu propia vida. Para los situacionistas, la desorientación y el movimiento eran cualidades que debían estar implícitas en la ciudad. Cuando Gilles Ivain (1953) daba las claves para el nuevo urbanismo, la desorientación es tratada como uno de los fines que la deriva continua de los habitantes perseguía. La desorientación que promovían los situacionistas, no era una desorientación en el sentido negativo de perderse o extraviarse, sino como dice Constant, "en el sentido más positivo de encontrar caminos desconocidos. Es un proceso ininterrumpido de creación y destrucción, al que Constant llamó laberinto dinámico (Debord 1977). La desorientación encuentra su palanca de activación en el deseo del ciudadano-explorador. Guy Debord defendía el extrañamiento en el ciudadano, lo que proporcionaba un estado de excitación continua que lo incitaba a vagar para conocer la ciudad. La deriva se presenta como un método de directo acceso hacia la aprehensión o descubrimiento de esas claves que subyacen en los lugares y que permite intuir una nueva concepción espacial de la ciudad y se muestra como herramienta de análisis que proporciona un conocimiento basado en unas reglas mudas, personales, donde intervienen elementos como la intuición, la percepción o la sensibilidad. El paseo, la deriva se está consolidando en la actualidad como un modo de expresión y una herramienta de conocimiento de las transformaciones que ocurren ya no sólo en el espacio urbano sino en la realidad que nos rodea. La deriva se compara a un viaje, hacia el encuentro de algo que andamos buscando sin saber qué es. Y el viaje que la deriva representa se entiende como proyección del pensamiento sobre la materia. La acción de percibir es ya una forma de pensar que se completa en el interior para después ser exteriorizada, comunicada. Este trueque procesual de realidades se establece como metodología de proyectación. En definitiva, la deriva se fundamenta en la práctica generalizada a todos los individuos de una ciudad. Una práctica multifacética, en su sentido lúdico y en su sentido de aplicación social para la contribución a la mejora de los espacios urbanos, ya que promueve la reactivación de la relación entre ciudadano-ciudad y produce información cualitativa de análisis útil que contribuyen a la identidad, definición y valoración del entorno urbano. El arte: plataforma de exploración urbana El paseo contribuye a renovar la mirada del artista y del arte, ya que pasear activa los sentidos en el tiempo y en el espacio. Supone sentir desde "fuera", un sentir global para que después ocurra una apropiación desde "dentro", de espacios físicos y de espacios de reflexión, reactivándose la capacidad para plantear problemas de conocimiento. El arte se confirma como plataforma que ofrece las herramientas, la actitud y los métodos de abordaje del espacio desde un nuevo punto de vista. La misión más importante del arte en el análisis de los espacios urbanos sería la de colaborar a desvelar estos vestigios y relaciones. Las intervenciones de muchos artistas del panorama artístico contemporáneo (Robert Smithson, Richard Long, Dennis Oppenheim, Richar Serra, Matta-Clark, Rogelio López Cuenca, Renee Green o Marta Rosler) son una prueba patente de esta necesidad de experimentar y descubrir estéticamente la ciudad. De este modo, proponemos al arte como medio de conocimiento de la realidad, y del hombre; y concretamente en nuestro caso, como instrumento de conocimiento de la ciudad. Cabe preguntarnos si el artista invade el ámbito específico de otras disciplinas tales como la arquitectura. Aceptar esta pregunta es también aceptar la división de las disciplinas incluyendo las artísticas. Sin embargo, creemos que el fondo todos los que de algún modo nos encontramos en el mundo del arte, y más aún en el académico y/o científico, buscamos unos principios básicos que nos sirvan de "muletas" para la compresión del fenómeno artístico (quizás sea un vestigio de la voluntad científica). Por lo que de algún modo nos vemos atraídos y avocados hacia el uso y apropiación de instrumentos de otras disciplinas, que sí son consideradas en este momento como científicas. Cabe preguntarse entonces si nos dirigimos hacia la constitución de un arte objetivo? Hacia la creación de una metodología de análisis y de diagnosis del ambiente urbano Es evidente que la hegemonía del sentido visual en nuestro entorno urbano, ha producido un empobrecimiento sensorial en el disfrute de los espacios habitables, por lo que plantearse la percepción del espacio urbano desde un enfoque artístico-estético, esto es, desde una múltiple sensorialidad, descubriendo su capacidad de invitación y experimentación, provocaría un compromiso de moderada actuación tanto en el habitante como en los urbanistas, ambos como creadores de ciudades. Los proyectos arquitectónicos se convertirían en soporte para las actividades y percepciones humanas, recobrando factores contextualizantes y sociales. Vivir el espacio urbano como proceso creativo, entendiendo el espacio como suma de espacio físico y psíquico, que interacciona con el habitante, así como la obra de arte lo hace con el espectador, incitaría al ciudadano de a pie a intervenir activamente, entablándose un diálogo entre espectador y obra. Es en este contexto que proponemos la vivencia del entorno urbano a través de una experiencia artística, como encuentro estético, donde se establezca una relación de intercambio recíproco entre la ciudad y su habitante. La teoría de la deriva que propuso Guy Debord está ligada indisolublemente al reconocimiento de efectos de naturaleza psicogeográfica y a la afirmación de un comportamiento lúdico-constructivo que la opone en todos los aspectos a los análisis cuantitativos que se han llevado en la exploración de ambientes. Frente al tema específico de la teoría de la deriva, que más que ser considerada como un modelo axiomático del cual deducir consecuencias prácticas inmediatas, ha de considerarse como una condición "germen" hipotética para un cambio de dimensión en el modo de conocer y actuar del tradicional urbanismo tecnológico como estrategia de acercamiento y exploración de espacios urbanos. En este sentido, la aproximación al espacio urbano desde el enfoque de la percepción físico-estética permite comprender los significados que los componentes del espacio geográfico tienen para las personas porque son esas representaciones simbólicas las que inciden en el comportamiento del ciudadano con respecto al lugar que habita. Por tanto, afirmamos la existencia de un espacio subjetivo que de alguna forma se superpone, se complementa o simplemente modifica y transforma el espacio objetivo conformado por la cartografía oficial. Esto representa una revolución en la concepción del papel que juegan los individuos en su entorno urbano, tanto en la relación de los individuos con el lugar, como en su participación activa en la creación de las ciudades. Siguiendo las pautas de Guy Debord, un estudio psicogeográfico nos proporciona los datos necesarios de corte cualitativo para conocer los ambientes de una ciudad. La deriva es su principal motor de adquisición. Una de las principales aportaciones de la deriva fue el establecimiento de una actividad esencialmente artística y social: la psicogeografía. Efectivamente, el objetivo final de la deriva fue la construcción de esta nueva ciencia. Más concretamente, Debord la definió como la teoría del uso combinado de las artes y de la técnica para la construcción integral de un ambiente en relación dinámica con experimentos en el comportamiento. Una de sus principales manifestaciones tendría lugar en la realización de una cartografía influencial cuyo último fin sería el de "transformar la arquitectura y el urbanismo" (Debord 1955: 57). Debord pretendía la creación de cartografías de emociones, es decir mapas que captaran las emociones suscitadas por los distintos ambientes urbanos. Se establecía un reconocimiento de las unidades ambientales existentes en una ciudad, y se localizaban espacialmente sus componentes arquitectónicos, así como los ejes principales de tránsito. Proponemos por tanto una estrategia metodológica analítica y de diagnosis del ambiente urbano que abordamos desde la articulación necesaria entre tres ejes dimensionales y que ejemplificamos visualmente como una malla de interferencias entre modos de hacer, instrumentos a aplicar, y visiones e interpretaciones de la ciudad cuyas dimensiones principales serían (véase figura 1 y esquema 1). -
El método de actuación de la deriva situacionista como
herramienta principal de
aplicación.
Queda por tanto claro que la estrategia que proponemos tiene una base interdisciplinar, y apuntamos que formaría parte de un sistema complejo y globalizador de diagnosis y generador de datos útiles para la proyectación o intervención de espacios urbanos dentro del marco disciplinar del urbanismo y/o la arquitectura. También, hemos de decir que la estrategia que proponemos adquiere el carácter de proceso o proyecto estratégico, abierto a las posibilidades y momentos, que se irá construyendo a medida que avance. Consideramos entonces nuestro método como un proyecto inicial, general e impreciso que evolucionará por ajustes sucesivos, y flexibles a cada caso o lugar específico donde se aplique. Para finalizar, proponemos múltiples aplicaciones que serían efectivas con la información obtenida del análisis y distinción de los diferentes ambientes emocionales que aportaría un estudio psicogeográfico de un lugar: Por ejemplo, el análisis de las prácticas de consumo de los lugares (localización de lugares de recreación, residencias, definición de áreas protegidas, creación de centros turísticos), estudio de los flujos de movimiento y de las distancias a lugares cercanos y lejanos (aplicados a la instalación, optimización y ajuste de transportes públicos, diseño de rutas turísticas), centros de atracción (instalación de centros comerciales, hipermercados, cines, teatros, discotecas, complejos deportivos, recreativos, creación de espacios verdes, entre otros, monumentos, edificios y áreas históricas de una ciudad, etc.), lo cual contribuiría en el diseño y planeamiento de nuestras ciudades. Bibliografía Baudelaire,
Charles Debord, Guy Ivain, Gilles
(seudónimo de Ivan Chtcheglov) López
Rodríguez, Silvia Lynch, Kevin Nasar, Jack Tuan, Yi-Fu |
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