Por: Patricia
Fernández Martín
Bien
es
sabido que, sociológicamente, los últimos años
se están caracterizando por
constantes movimientos migratorios, protagonizados por personas
originarias de países
poco industrializados, que tienen como meta los países ricos del norte.
La
premisa
fundamental de la que parte, así, este libro,
es que la multiculturalidad en los
países europeos es un hecho. La cuestión clave ahora es cómo
gestionarlo.
El
autor
comienza su exposición definiendo el proceso de
multiculturalidad, resaltando el
inevitable enfrentamiento que existe entre dicho proceso y los valores
históricamente
adquiridos de la sociedad de acogida, que se ven sensiblemente atacados
por dicho proceso
en la práctica diaria.
A
continuación, relaciona este complejo proceso de la
multiculturalidad con las
migraciones actuales, y señala las consecuencias que tiene en los
países receptores, así
como sus fases y diversos indicadores que pueden utilizarse para medir
el grado de
multiculturalidad en que se encuentra cada nación.
Finalmente,
ofrece una serie de reflexiones acerca de la
manera en que se debe gestionar la
multiculturalidad, atendiendo a determinados criterios que
inevitablemente serán
discriminatorios, y defiende la necesidad de una urgente y rigurosa
investigación acerca del
proceso, construyendo una teoría coherente a partir de la práctica, y a
la vez partiendo de
ciertas premisas teóricas para analizar la realidad social.
La
base
teórica que atraviesa todo el libro está
impregnada de conceptos como el de
democracia, ciudadanía, derechos humanos, que son constantemente
utilizados para
defender la gestión de la multiculturalidad que, como hemos dicho, se
ha convertido en un
proceso inevitable.
Así
pues,
confiando siempre en un concepto democrático
occidental de lo que debería
suponer el proceso de multiculturalidad, el autor define y somete a
crítica, en diversos
momentos del libro, conceptos que parecen "sagrados" para nosotros,
tales como la relación
entre el Estado, la Nación y la Ciudadanía, que son precisamente las
ideas que facilitan, en
cierto sentido, un estancamiento en la manera actual de aceptar dicho
proceso.
A
este
respecto, la obra carece de ejemplos reales de
políticas de inmigración de otros
lugares en los que, según el escritor, esta gestión ya se hubiera
puesto en marcha de una u
otra forma. Por un lado, estos ejemplos podrían hacer comprender mejor
lo que el autor
entiende realmente con "gestión de la multiculturalidad", ya que la
conclusión final que
puede extraerse es que se trata de algo que, en definitiva, debe venir
"desde arriba"
(instituciones públicas, mediadores, educadores…), lo cual implica que
la población no
puede hacer nada por adaptarse a dicho proceso, si no es esperar a que
en cierta medida se
lo impongan.
Y por
otro
lado, dichas ilustraciones ayudarían a
demostrar fehacientemente que
determinadas maneras de gestionar la multiculturalidad funcionan (o
no), son
empíricamente útiles (o no), y que el lector "de a pie" puede
contribuir con su pequeño
grano de arena a gestionar dicha multiculturalidad con el auténtico
convencimiento de que
saldrá bien, respaldado siempre por la experiencia de otros que
vivieron algo semejante
hace ya muchos años.
Por
lo que
respecta al principio democrático del libro,
la pregunta crucial en su
planteamiento es cómo mantener los valores occidentales sin dejar de
abrir la mente al
proceso multicultural. La respuesta puede encontrarse en las
instituciones públicas, e
incluso en la rápida mención que se hace de la necesidad de mejorar el
sistema educativo y
la investigación multidisciplinar. Sin embargo, al igual que en el caso
ya mencionado
acerca del concepto de "gestión", se echa en falta la exposición de
algunos casos concretos,
como medidas políticas, sociales, culturales, lingüísticas, educativas,
etc. tomadas en otros
países (o en el nuestro), que dejen claro a qué se refiere cuando dice,
por ejemplo,
"educación" o cuando dice "interdisciplinariedad".
De
manera
similar, se emplea constantemente la palabra
"democracia" sin que haya sido
previamente definida. El autor da por hecho que cualquier lector
occidental del siglo xxi
sabe de sobra en qué consiste la democracia, porque todos estamos
insertos en sistemas
políticos que en peor o mejor medida se consideran a sí mismos
democráticos. Sin
embargo, esto no tiene por qué ser así: por un lado, porque pueden
existir diferencias
culturales importantísimas del mismo concepto de democracia,
incluso entre países
típicamente occidentales; por otro lado, porque una idea tan abstracta
y tan utilizada
permanentemente por los hablantes corre el riesgo de acabar quedando
completamente
vacía de significado, de ahí que necesite decontruirse primero, y
reconstruirse después
semánticamente, para poder utilizarla con la mayor exactitud posible.
En
resumen,
consideramos que el autor muestra una
posición resignada ante lo que
considera un hecho históricamente propiciado, como es el de la
multiculturalidad que se da
actualmente en la mayoría de los países ricos de Europa. El libro está
bien construido y
plantea unas cuestiones muy interesantes, que a pesar de quedarse en el
plano estrictamente
teórico y carecer, como hemos visto, de algunos elementos empíricos que
pudieran ayudar
a refinar determinados conceptos para facilitar su puesta en práctica
de manera más clara,
deben inducir necesariamente a la reflexión de cualquiera que tenga la
suerte de leerlo.
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