Al
calor de su
centésimo aniversario y aún de luto por su reciente fallecimiento,
parece un
deber de gratitud dedicar unas páginas de homenaje a esbozar siquiera
una
escueta semblanza personal e intelectual del gran antropólogo Claude
Lévi-Strauss.
Seguiré el rastro a las huellas de una vida de investigador entregado,
señalando
los principales hitos que la jalonan y algunas de sus posiciones
teóricas más
significativas. Anotaré también esquemáticamente el legado del autor,
en el que
hay que inventariar el conjunto ya clásico de sus obras, donde destacan
las
facetas del gran antropólogo fundador del estructuralismo, el gran
escritor que
mereció ingresar en la Academia Francesa y el gran pensador que nos
incita a ir
más allá de las apariencias. Evocaré la metodología del análisis
estructural
del que fue maestro, pese a las limitaciones que el paso del tiempo
haya
desvelado, para reconocer finalmente el desafío que Lévi-Strauss sigue
lanzando
a quienes nos preocupamos por entender la realidad humana: que las
ciencias
sociales y humanas han de conseguir una mayor cientificidad, que la
filosofía
ha de alcanzar un mayor rigor yendo de la mano de las ciencias.
1.
Las
huellas de una vida de investigador
Al
hacer aquí
una breve cronobiografía, trato no solo de rendirle un homenaje
evocador de los
principales hitos y efemérides de su vida, sino de esbozar un tímido
acercamiento a su persona, a las circunstancias de su obra y a las
coordenadas
de su pensamiento.
Claude
Lévi-Strauss
nació el 28 de noviembre de 1908, en Bruselas, en el seno de una
familia
francesa, de ascendencia judía y alsaciana. Sus padres fueron Raymond
Lévi-Strauss,
artista pintor de retratos, y Emma Levy. Su casa en París era un
pequeño paraíso
de cultura: "nací y crecí en un medio en el que se estaba interesado no
sólo
por la pintura, sino por la música y la poesía" (Lévi-Strauss 1970: 71).
Tras
la Primera
Guerra mundial, vivió con su familia en casa de su abuelo materno,
rabino en la
sinagoga de Versalles. Aquí hace los estudios primarios (1914-1918). El
frío
ambiente de la sinagoga vacía y el formalismo religioso del hogar
-según él
confiesa- lo insensibilizaron muy temprano con respecto a la religión.
Fue un
niño despierto, atraído vivamente por la naturaleza, apasionado
coleccionista
de objetos culturales y curiosidades exóticas. De nuevo en París, cursó
la enseñanza
secundaria, primero en el liceo Janson-de-Sailly y luego en el
Condorcet. A
partir de esta época y durante unos ocho años, asumió un compromiso
político
con una organización socialista, lo que le condujo al conocimiento de
Marx.
Llevó
a cabo sus
estudios universitarios en la Facultad de Derecho y, posteriormente, en
la
Sorbona (1927-1932), donde fue compañero de Maurice Merleau-Ponty, y
amigo de
Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Allí obtuvo la titulación de
Filosofía
(y más tarde el doctorado en Letras, en 1948). No obstante, confesará
que el
estudio de la filosofía le había hastiado hasta la médula: el discurso
filosófico
se le antojaba un malabarismo de palabras huecas que servía de coartada
a la
reflexión, asonancias entre términos, homofonías y ambigüedades al
servicio de
una dramaturgia especulativa. De modo que quedó hondamente
decepcionado:
"Después de años consagrados a esos ejercicios, me encuentro de nuevo
cara
a cara con mis rústicas convicciones, que no difieren mucho de las que
tenía a
los quince" (Lévi-Strauss 1955: 40). Durante este período
universitario,
lo más seguro es que leyera obras de "los maestros de la Escuela
Francesa
de Sociología" (probablemente Saint-Simon, Comte, Durkheim y Mauss),
puesto que estaban incluidos en los programas. Pero no menos
interesante resultó
para su formación, aparte de su antigua pasión por la geología, el
descubrimiento del marxismo y del psicoanálisis: los consideraba sus
tres
maestros más venerados, que predispusieron su espíritu para la sospecha
ante lo
aparente y para la búsqueda de los condicionamientos que pasan
inadvertidos.
Terminada
la
carrera, obtuvo una plaza como agregado en filosofía y se dedicó a la
enseñanza
(1932-1934): un año, en el liceo Victor-Duruy de Mont-de-Marsan y, el
siguiente, en el liceo de Laon. Pronto le horrorizó la idea de pasar el
resto
de su vida así, repitiendo una y otra vez las mismas cosas. Por
entonces, en la
línea de su compromiso político, publicó Gracchus Baveuf et
le communisme.
Fue también por esa época cuando cayó en sus manos y leyó el libro de
Robert H.
Lowie, Primitive Society (1920). No imaginaba aún
que su verdadera
vocación iba a estar en la etnología.
Afortunadamente,
se le iba a brindar la oportunidad. "Mi carrera se resolvió un domingo
de
otoño de 1934, a las nueve de la mañana, con una llamada telefónica.
Era Célestin
Bouglé, a la sazón director de la Escuela Normal Superior"
(Lévi-Strauss
1955: 35). Le proponía formar parte de la misión universitaria
francesa en
Brasil, como profesor de sociología en la Universidad de Sao Paulo.
Allá llegó
en 1935 y estuvo enseñando hasta 1938. Durante ese tiempo y hasta 1939,
organizó
junto con su primera mujer, Dina, etnóloga de formación, varias
expediciones
etnográficas al Mato Grosso y la Amazonia. A medida que se adentraba, a
través
de la intrincada vegetación selvática, en el estudio de poblaciones del
interior brasileño, daba los pasos decisivos que lo iban a convertir en
etnógrafo,
etnólogo y antropólogo. Los indígenas caduveo, bororo, nambikwara,
mundé y tupí-kawahib
proporcionaron la documentación etnográfica para sus futuras
publicaciones,
comenzando ya por un primer trabajo basado en la observación directa: Contribution
à l'étude de l'organisation sociale des indiens Bororo (1936).
En
febrero de
1939, regresó a Francia y dio a conocer, en París, los resultados de su
última
expedición. Al declararse la guerra, fue movilizado y actuó como agente
de
enlace en la línea Maginot, hasta el armisticio franco-alemán (junio de
1940).
Fue destinado al liceo de Montpellier y enseguida destituido en virtud
de las
leyes raciales de Vichy, por su condición de judío. Pero, por fortuna,
"la
amigable atención prestada a mis trabajos etnográficos por Robert H.
Lowie y
Alfred Métraux, unida al interés de mis parientes instalados en los
Estados
Unidos, me habían valido una invitación de la New School for Social
Research,
de Nueva York, en el marco del plan de salvamento elaborado por la
Fundación
Rockefeller para sabios europeos amenazados por la ocupación alemana"
(Lévi-Strauss
1955: 10). Abandonó Francia en 1941 y se refugió en Nueva York, donde
permaneció
dando clases en la New School for Social Research. Allí siguió los
cursos que
impartía su colega Roman Jakobson, el lingüista, quien le descubrió a
Ferdinand
de Saussure y los avances de la lingüística estructural. De ahí
extraerá la
inspiración y los elementos teóricos que necesitaba para sus análisis
etnológicos.
Se
incorporó
voluntariamente a las Fuerzas Francesas Libres y fue adscrito a la
misión científica
francesa en Estados Unidos. En febrero de 1942, fundó junto con otros
intelectuales franceses L'École Libre des Hautes Études, en New York,
donde
enseña. En 1943, comenzó a trabajar en lo que luego serían Les
structures élémentaires
de la parenté.
Tras
la liberación
de Francia, en 1944, volvió a su país. Pero, en 1945, regresó a Estados
Unidos
para desempeñar el cargo de consejero cultural de la Embajada de
Francia.
Prosiguió su docencia en L'École Libre des Hautes Études. En 1945,
publicó en
la revista Word (fundada por Jakobson) un artículo
significativo y
programático: "El análisis estructural en lingüística y en
antropología".
En 1947, presentó su dimisión del cargo de consejero cultural, para
dedicarse
por completo a la investigación, y regresó definitivamente a Francia.
Fue
nombrado del siglo conservador adjunto del Musée de l'Homme, de París,
ejerciendo esta función entre 1948 y 1949. Por entonces empezaron a
aparecer
sus obras fundamentales: La vie familiale et sociale des
indiens Nambikwara,
en 1948; Les structures élémentaires de la parenté,
en 1949, su tesis
doctoral, galardonada con el premio "Paul Pelliot".
En
1949, hizo
una breve estancia en Chittagong, en el antiguo Pakistan Oriental (hoy
Bangladesh), donde lleva a cabo trabajos de campo por cuenta de la
Unesco. El año
1950, obtuvo una cátedra de director de estudios en L'École Pratique
des Hautes
Études, la cátedra de "Religiones comparadas de los pueblos sin
escritura", sección VI, que más tarde se convertiría en L'École des
Hautes
Études en Sciences Sociales (EHESS).
En
1952, por
encargo de la Unesco, elaboró y publicó Race et histoire,
un auténtico
manifiesto antirracista y una apología de la equivalencia de las
culturas.
De
1953 a 1960,
fue secretario general del Consejo Internacional de las Ciencias
Sociales.
En
1955, publicó
un importante artículo, "L'étude structurale du mythe", tema que
tendría un gran futuro. Ese mismo año vio la luz su obra más célebre y
sugestiva, Tristes tropiques, Este libro,
subtitulado "Confesiones
de un etnólogo" lograba una síntesis perfecta entre la descripción
demográfica,
la autobiografía y la meditación filosófica. Constituye hasta hoy una
magnífica
introducción a la antropología estructural. El libro le proporcionó un
renombre
creciente, incluso más allá de las fronteras de la especialidad
profesional.
En
1958, apareció Anthropologie structurale (volumen dedicado al
centenario de Émile
Durkheim), una recopilación de artículos ya publicados, a los que en
algunos
casos añade un apéndice. Las bases de su trabajo teórico quedaban
firmemente
asentadas. El prestigio de Lévi-Strauss se extendía sin cesar.
Al año
siguiente, 1959, tras dos intentos fallidos, fue elegido profesor en el
Collège
de France, donde se creó para él la cátedra de Antropología Social.
En el
verano de
1960, constituyó el Laboratorio de Antropología Social, dependiente a
la vez
del Collège de France y de l'École Pratique des Hautes Études. Para
este nuevo
laboratorio consiguió el único ejemplar en Europa de los Human
Relations
Area Files (HRAF), editados por la Universidad de Yale, bajo
la dirección
de George Peter Murdock: la mayor base de datos sobre todas las
sociedades
conocidas, orientada al estudio comparativo y transcultural.
Junto
con Émile
Benveniste y Pierre Gourou fundó la revista L'Homme,
abierta a las
diferentes corrientes de la etnología y la antropología, y favorecedora
de un
enfoque interdisciplinar en las ciencias del hombre.
En
1962, una
doble publicación, Le totémisme aujourd'hui y La
pensée sauvage,
de gran alcance teórico, contribuyó al subsiguiente auge del
estructuralismo en
Francia y más allá.
Desde
la aparición
de La geste d'Asdiwal, en 1960, hasta principios de
los años 1970, se
dedicó al estudio de los mitos, especialmente de la mitología
amerindia. Su
fruto será la tetralogía Mitológicas.
En
1964, vio la
luz el primer volumen de la serie, Mythologiques I: Le cru et
le cuit.
Suscitó debates y polémicas, mientras la moda estructuralista alcanzaba
su cénit.
En 1967, Mythologiques II: Du miel aux cendres. En
1968, Mithologiques
III: L'origine des manières de table. Y, finalmente, en 1971, Mythologiques
IV: L'homme nu.
Por
entonces, se
escribieron las primeras monografías sobre Claude Lévi-Strauss, como la
del
antropólogo británico Edmund Leach. Concedía numerosas entrevistas a la
prensa,
a través de las cuales logró presentar al gran público el "mensaje"
estructuralista, de signo antropológico y ecológico.
En
1973, publicó Anthropologie structurale deux, obra que
incluye, una selección de artículos
y otros textos escritos desde 1958 a 1973, además de una reedición de
"Raza e historia". En mayo de este año, fue elegido para la Académie
Française. Conforme a la tradición, en su discurso de ingreso, el 27
junio
1974, hizo el elogio de su predecesor en el sillón académico, el
escritor Henri
de Montherlant.
Sus
investigaciones sobre la mitología prosiguieron, plasmándose en
publicaciones
como Myth and meaning (1978), La potière
jalouse (1985) e Histoire
de Lynx (1991), que clausuran un trabajo de cuarenta años.
A lo
largo de
los años, Lévi-Strauss llevaba adelante otras actividades, como la
codirección
de la revista L'Homme. Recibía reconocimiento
internacional: el título
de doctor honoris causa por la Universidad libre de
Bruselas (1962),
Oxford (1964), Yale (1965), Chicago (1967), Comumbia NY (1970),
Stirling
(1972), entre otras. Se le honraba con la medalla del "Huxley
Memorial" del Royal Anthropological Institute; la medalla de oro del
Viking Fund, o la del Centre National de la Recherche Scientifique
(1968). Se
le nombraba miembro de la Real Academia de Holanda, la Academia de
Ciencias y
Letras de Noruega, la Academia Británica, la Academia Nacional de
Ciencias de
Estados Unidos, así como de numerosas sociedades científicas. En 1973,
fue
galardonado con el premio internacional Erasmo.
En
1982, con
cerca de setenta y cuatro años, se jubiló, dejando su puesto en el
Collège de
France. No obstante, continuó yendo con frecuencia a su despacho del
Laboratoire d'Anthropologie Sociale, durante muchos años. Allí
continuaba
trabajando a ritmo más pausado y atendiendo a jóvenes investigadores.
Con
posterioridad a su jubilación, todavía publicó Le regard
éloigné (1983),
especie de tercer volumen de la antropología estructural; Paroles
données
(1984), sus resúmenes de docencia; La potière jalouse
(1985); De près
et de loin (1988), libro de entrevistas con Didier Eribon; Histoire
de
Lynx (1991); Regarder, écouter, lire
(1993), un minucioso análisis
de la creación estética.
Por
último, daría
a la imprenta dos volúmenes retrospectivos, con material fotográfico de
su
estancia y trabajo de campo en Brasil, sesenta años atrás: Saudades
do
Brasil (1994) y Saudades de São Paulo
(1995). A partir de esas
fechas, Lévi-Strauss no publicó más libros, pero continuó asiduamente
con sus
recensiones en L'Homme.
En
1998, con
ocasión de su nonagenario, la revista Critique le
dedicó un número
especial; y se celebró un homenaje en el Collège de France.
Lévi-Strauss
confesaba abiertamente su experiencia de la vejez: "De este modo,
existe
hoy para mí un yo real, que no es más que la mitad o la cuarta parte de
un
hombre, y un yo virtual que conserva viva aún una idea del todo. El yo
virtual
elabora el proyecto de un libro, comienza a organizar los capítulos, y
le dice
al yo real: «Te toca continuar». Y el yo real, que ya no puede más, le
dice al
yo virtual: «Es cosa tuya. Solamente tú ves la totalidad». Mi vida se
desenvuelve hoy a través de ese diálogo tan extraño" (Bertholet 2003:
438).
En
2002, para un
número monográfico de L'Homme sobre "La cuestión
del
parentesco", redactó un epílogo en el que constataba la vigencia de sus
propias aportaciones a ese tipo de estudios.
A
comienzos de
2005, tras una de sus últimas apariciones en la televisión francesa,
volvió a
expresar una de sus preocupaciones recurrentes: "Lo que constato son
los
estragos actuales; es la espantosa desaparición de especies vivas,
tanto
vegetales como animales; y el hecho de que, por su misma densidad
actual de
población, la especie humana vive como bajo un régimen de
envenenamiento
interno -si puedo decirlo-. Y pienso, en el presente y en el mundo en
el que
estoy a punto de terminar mi existencia: no es un mundo que me guste"
(Emisión especial en France 2, el 17 de febrero de 2005).
El 28
de
noviembre de 2008, Claude Lévi-Strauss cumplió los cien años. Se
organizaron
numerosos actos conmemorativos, entre los que destacaron los celebrados
en el
Musée du Quai Branly, con la lectura pública de textos escogidos del
autor; o
en la Académie Française, que rendía homenaje al primer académico
centenario de
su historia. La Bibliothèque Nationale Française expuso ante los
visitantes,
durante una jornada, materiales personales del antropólogo:
manuscritos,
cuadernos de viajes, croquis, notas y hasta su máquina de escribir.
La
revista Sciences
Humaines, con la participación de Le Courrier de
l'UNESCO, le dedicó
un número especial, bajo el título "Comprendre Claude Lévi-Strauss",
tratando de situar su obra en perspectiva.
El
Ministerio de
Enseñanza Superior e Investigación creó un "Premio Claude Lévi-Strauss"
(cotado con 100 mil euros) para el mejor investigador en el campo de la
historia, la antropología, las ciencias sociales o la arqueología.
Meses
después,
nuestro autor moría, el viernes 30 de octubre de 2009, en su casa de
París.
Tres días más tarde, fue enterrado en Lignerolles, Côte-d'Or, en
estricta
intimidad. Hasta ese momento no se hizo pública la noticia del
fallecimiento,
del que se hacían eco los medios el día 4 de noviembre. De Claude
Lévi-Strauss
nos queda el imponente y singular legado de su obra, un hito no sólo en
la
ciencia antropológica sino en la historia del pensamiento contemporáneo.
Françoise
Heritier, sucesora suya en el Collège de France, ha resumido así su
enseñanza:
"Descubrimos con estupefacción que había mundos que no actuaban como
nosotros. Pero también que, tras esa diferencia aparente, tras esa
ruptura
radical con nuestra propia realidad, podíamos poner de manifiesto
aparatos
cognitivos comunes. Así, tomábamos conciencia a la vez de la diferencia
y de la
universalidad. Éste es su principal legado aún hoy día: todos somos muy
diferentes, sí, pero podemos entendernos, pues nuestras estructuras
mentales
funcionan de la misma manera". Y agrega unas pinceladas sobre su
personalidad: "Está claro que, en las relaciones individuales, fue un
ser
de amistad, de confianza, que siempre protegió a quienes trabajaron con
él.
Pero nunca aceptó la menor familiaridad. Tenía una mirada de elefante,
con ese
ojito penetrante que te ponía al desnudo. Cuando uno estaba ante él,
uno se
descomponía y hacía falta mucho ánimo para recomponerse. Por lo demás,
aparte
de su familia o sus compañeros de colegio, ¿hubo otras personas que
tutearan a
Lévi-Strauss? Lo dudo" (Le Monde, 4 de noviembre de
2009).
Ya
conocíamos
algunos detalles de su vida personal. Contrajo matrimonio tres veces y
tuvo dos
hijos. Confesaba sentir alergia hacia el teatro. Trabajaba siempre con
música,
sinfónica o lírica, que le envuelve de una pantalla frente al mundo
exterior.
En el trabajo, su "única regla es no dejar pasar nunca un día sin haber
escrito algunas líneas" (Lévi-Strauss 1974: 26). Cuando solo contaba
con
sesenta años, imaginaba que, cuando hubiera escrito todo lo que debía
escribir,
se retiraría: "Hay un momento en la vida de todo hombre de ciencia en
el
que se aspira a esa cualidad en la que uno tiene el sentimiento de
haber
acabado su obra, de haber dicho todo lo que debía decir, y que si uno
continúa
no hará más que repetirse o incluso decir menos bien lo que se había
dicho
mejor precedentemente" (Backès-Clément 1970: 239). Una de sus máximas
ilusiones -soñaba- era terminar sus días volviendo sobre el terreno de
las
culturas primitivas. O más nostálgicamente aún: quizá "lo que yo más
espere, después de todo, sea el día en que el hombre colonizará otros
planetas,
y grandes extensiones del nuestro se abandonarán y retornarán al estado
salvaje. ¡En ese estado salvaje será donde trataré de encontrar mi
felicidad,
antes que en los nuevos grandes complejos que se edifiquen en la Luna o
Marte!" (Lévi-Strauss 1973: 77). Los achaques y el peso de los años
acumulados imposibilitaron todas esas ilusiones, sin disipar del todo
la
nostalgia.
El
gran
objetivo de comprender a la humanidad
¿Por
qué se
convierte uno en etnólogo? Al parecer, Lévi-Strauss llegó a ser
etnólogo por
rechazo de la filosofía y por el hallazgo de una labor más acorde con
sus
inquietudes intelectuales. Razones temperamentales y teóricas lo
condujeron a
aferrarse a la etnología como a una "tabla de salvación".
Indudablemente concurrían motivos muy profundos: "encuentro en ello
satisfacciones que no son sólo racionales, también hay satisfacciones
de orden
estético"; en ello encontraba "la llave de acceso a las verdades más
profundas y más generales" (Lévi-Strauss 1973: 77). Quizá las
sociedades
que la etnología estudia encierran cierta afinidad de estructura con su
"inteligencia neolítica". Sean cuales fueren las motivaciones
psicológicas
-hastío del propio medio social, ansias de evasión o de aventuras,
etc.-, el
hecho es que, en sus propias palabras, siendo "filósofo de profesión,
me
había lanzado a la etnología para descubrir una naturaleza aún intocada
por el
hombre" (Lévi-Strauss 1974: 26).
Paulatinamente,
iba configurando su peculiar personalidad en el campo de la etnología:
"En
ella soy un completo autodidacta; nunca asistí a clases de esta
disciplina, ni
siquiera conocía su existencia" (Lévi-Strauss 1963: 34). Todo lo cual
no
impidió en absoluto que llegara a ser una de las figuras más
prestigiosas de la
antropología mundial.
Si nos
preguntamos cuál es el problema axial que fue polarizando las
preocupaciones de
Lévi-Strauss, se podría sintetizar con el kantiano ¿qué es el
hombre?,
un asunto de innegables resonancias filosóficas. Pero aquí la
interrogante se
plantea en otro plano. Se trata de comprender al hombre explicando las
culturas, rastreando la respuesta en la humanidad entera, concreta y
dispersa
por todos los tiempos y lugares. De manera que esta búsqueda entraña
una doble
pretensión: la primera, teórica, mira a establecer un estatuto
científico para
los estudios del hombre, al objeto de que las ciencias humanas y
sociales sean
equiparables a las ciencias físicas y naturales; y la segunda,
práctica,
aspira, tras demostrar cómo funciona el espíritu humano, a señalar las
sendas
para un nuevo humanismo, extensible a escala planetaria.
Ahora
bien, hay
que tener en cuenta que, al interesarse por la problemática de la
humanidad en
general, desde ese enfoque inmediato de la etnografía, Lévi-Strauss
tenía ya
configurada en su mente una cierta precomprensión, cuyas fuentes
inspiradoras
no ocultaba: se trataba de la geología, el marxismo y el psicoanálisis.
La
lección de la
geología mostraba que, bajo el desorden aparente del paisaje, se
descifran
diferencias casi imperceptibles que atestiguan deslizamientos,
equilibrios,
emergencias tectónicas; "allí donde veo hoy un terruño árido, antaño se
sucedieron dos océanos. Siguiendo en las huellas las pruebas de su
estañación
milenaria y franqueando todos los obstáculos -paredes abruptas,
desmoronamientos,
malezas, cultivos-" uno se acerca al objetivo, que es "recuperar un
sentido fundamental, sin duda oscuro, pero del que todos los otros son
trasposición parcial o deformada" (Lévi-Strauss 1955: 44). A veces,
"el milagro se produce": "si de ambos lados de la secreta
hendidura surgen una junto a otra dos verdes plantas de especies
diferentes,
cada una de las cuales ha elegido el suelo más propicio, y si en el
mismo
momento se adivinan en la roca dos amonitas con involuciones
desigualmente
complicadas que señalan a su modo una distancia de algunas decenas de
milenios,
entonces, de repente, el espacio y el tiempo se confunden; la
diversidad
viviente del instante yuxtapone y perpetúa las edades. El pensamiento y
la
sensibilidad acceden a una dimensión nueva" (Lévi-Strauss 1955: 44); se
alcanza una nueva inteligibilidad.
La
lección de
Marx enseñaba "que la ciencia social ya no se construye en el plano de
los
acontecimientos, así como tampoco la física se edifica sobre los datos
de la
sensibilidad: la finalidad es construir un modelo, estudiar sus
propiedades y
las diferentes maneras como reacciona en el laboratorio, para aplicar
seguidamente esas observaciones a la interpretación de lo que ocurre
empíricamente"
(Lévi-Strauss 1955: 45); interpretación que puede descalificar la
basada en
meras impresiones o análisis descriptivos.
La
lección de
Freud echaba por tierra la antinomia entre lo intelectual y lo
afectivo;
"más allá de lo racional existía una categoría más importante y más
válida:
la del significante, que es la forma de ser más alta de lo racional";
aquella oposición antinómica resultaba ilusoria, "ya que precisamente
las
conductas en apariencia más afectivas, las operaciones menos
racionales, las
manifestaciones declaradas como prelógicas, eran al mismo tiempo las
más
significantes" (Lévi-Strauss 1955: 43); los síntomas remiten a una
racionalidad invisible a los ojos de la conciencia.
Cada
cual en su
dominio, geología, marxismo, psicoanálisis, "los tres demuestran que
comprender consiste en reducir un tipo de realidad a otro; que la
realidad
verdadera no es nunca la más manifiesta; y que la naturaleza de lo
verdadero ya
se trasluce en el cuidado que pone en sustraerse" (Lévi-Strauss 1955:
46).
Esta precomprensión le inclina a sospechar de toda evidencia como
posible
enmascaramiento de otro sentido más profundo. Dentro de tal
precomprensión, hay
que enmarcar el descubrimiento de la etnografía: "Al proponerme el
estudio
del hombre, me libera de la duda, pues considera en él las diferencias
y los
cambios que tienen un sentido para todos los hombres, exceptuando
aquellos que
son privativos de una sola civilización" (Lévi-Strauss 1955: 47) y cuyo
sentido particular se agota en ella misma y se desvanece fuera de ella.
Gracias
a la práctica etnográfica, su pensamiento escapaba de los ambientes
enrarecidos
de la reflexión filosófica al aire libre, en busca de la humanidad
tangible, la
existente en medio de un espacio repleto de objetos variadísimos,
instituciones, usos y costumbres polícromos.
Además
de esto,
la incorporación de la metodología estructural marcó el paso decisivo
en su génesis
como antropólogo. Supuso para Lévi-Strauss el descubrimiento de la vía
privilegiada para resolver el problema planteado, para alcanzar un
conocimiento
científico del ser humano. Y también, a su manera, para tratar de
fundar una
nueva visión y praxis humanistas.
La
iluminación
del enfoque estructuralista
Por el
camino de
la propia experiencia de campo en el terreno de la etnografía y de una
formación
en plan autodidacta, Lévi-Strauss entroncó para siempre con la historia
de la
etnología, o lo que es lo mismo, de la antropología cultural y social.
Lévi-Strauss
se
familiarizó con la etnología principalmente a través de los maestros de
la
antropología norteamericana, Robert H. Lowie, Franz Boas y Alfred L.
Kroeber, y
a través de la tradición de la escuela francesa de sociología,
representada
sobre todo por Émile Durkheim y Marcel Mauss.
Aunque
a Lévi-Strauss
le gustara presentar a Rousseau como "fundador de las ciencias del
hombre" e incluso como "padre de la etnología", no dejaba de
reconocer que esta ciencia nació en Inglaterra y se había desarrollado
eminentemente
en el ámbito anglo-norteamericano: Lewis H. Morgan, Edward B.
Tylor, John F.
McLennan, John Lubbock, Henry J. S. Maine, G. Elliot Smith, James G.
Frazer,
etcétera, fueron los pioneros de la antropología social basada en un
método
científico. Una ciencia que había nacido entre concepciones históricas
y filosóficas,
pero que poco a poco había adquirido su autonomía. Gracias a autores
como
Alfred R. Radcliffe-Brown, Franz Boas, Bronislaw Malinowski y Marcel
Mauss, se
había transformando en una "ciencia experimental comparable a las demás
ciencias naturales" (Lévi-Strauss 1973: 61).
Ya en
Edward B.
Tylor, en el último tercio del siglo XIX, se vislumbraba la
originalidad del
objeto de la etnología, que reside en la naturaleza inconsciente de los
fenómenos
colectivos: en las instituciones, las creencias, la moral, el arte, el
derecho
de una sociedad. Detrás de las racionalizaciones secundarias que se
suelen dar
a nivel consciente, se esconden las verdaderas razones explicativas del
orden
social, funcionando de espaldas a la conciencia. Pero "corresponde a
Boas
el mérito de haber definido con una lucidez admirable, la naturaleza
inconsciente de los fenómenos culturales, en páginas donde los asimila
desde
este punto de vista al lenguaje, anticipando así el desarrollo
ulterior"
(Lévi-Strauss 1958: 20). No obstante, su análisis se queda uncido al
nivel del
pensamiento consciente de los individuos, si bien depurándolo de
racionalizaciones
secundarias y reinterpretaciones. Hacía falta dar el salto,
definitivamente,
de lo consciente a lo inconsciente, lo que conllevará el tránsito de lo
individual hacia la generalización.
El
antropólogo
inglés Edmund Leach, en su intento de ubicar la posición de
Lévi-Strauss en el
panorama de la antropología, estableció dos orientaciones distintas
seguidas
por los antropólogos: 1) En la tradición de sir James Frazer
(1854-1941),
quien, sin conocimiento directo de los pueblos primitivos, hacía un
profundo análisis
de la psicología humana y se esforzaba en comparar las
particularidades de las
diversas culturas, al objeto de lograr ciertas "verdades
fundamentales". 2) En la tradición de Bronislaw Malinowski (1884-1937),
que daba primacía al estudio de campo, para luego analizar los datos
recogidos,
con el fin de mostrar cómo "funciona" tal sistema social. De acuerdo
con esta clasificación, los antropólogos británicos y estadounidenses
se
encuadran en el segundo apartado, y por eso se llaman funcionalistas;
en tanto
que Lévi-Strauss encajaría más bien en la tradición de Frazer -aunque
con otro
estilo-, al tratar de establecer la verdad de los hechos más por
relación al
pensamiento humano que en relación a la organización social (cfr. Leach
1970:
7-8). Es posible que esta observación sea correcta, desde cierto punto
de
vista; pero habría que insistir en una diferencia más importante, como
es la
introducción del método del análisis estructural, lo que le distancia
también
de Frazer. Resulta, por lo demás, tendencioso negar a Lévi-Strauss
interés por
la investigación etnográfica de campo. Nunca dejó de recalcar, con toda
claridad, que las culturas primitivas constituyen las "bases
experimentales" (Lévi-Strauss 1973: 65) del conocimiento de la
humanidad,
sin las que todo el edificio del saber antropológico se derrumbaría.
Es
precisamente
el estudio directo de los "salvajes" el que "nos ayuda a
construir un modelo teórico de la sociedad humana, que no corresponde a
ninguna
realidad observable, pero con cuya ayuda llegaremos a desenmarañar lo
que hay
de originario y de artificial en la naturaleza actual del hombre
"natural", si no es "inmanente al estado social, fuera del cual
la condición humana es inconcebible". Sólo si la empresa culmina con
éxito,
"nos ponemos en condiciones de abordar la segunda etapa, que consiste
en
utilizar todas las sociedades, sin retener nada de ninguna, para
desentrañar
esos principios de la vida social que aplicaremos a la reforma de
nuestras
propias costumbres y no de las sociedades extrañas: en razón de un
privilegio
inverso del precedente, estamos en condiciones de transformar sin
destruirla sólo
la sociedad a la que pertenecemos, pues los cambios que en ella
introducimos
también provienen de ella" (Lévi-Strauss 1955: 394).
Entregado
por
completo a la vocación antropológica, Lévi-Strauss conquistó su propio
espacio
mediante el desarrollo de sus propias investigaciones sobre las
culturas
primitivas y con la puesta a prueba del enfoque estructuralista.
Para
una etnología
estructural incipiente, el terreno ideal de indagación fue una
"sociedad
reducida a su más simple expresión", al modo de la de los nambikwara
(Lévi-Strauss
1955: 315). Hubiera sido más que temerario pretender aplicar el
análisis -de
golpe- a nuestras sociedades modernas, no sólo por la ingente
complejificación
-frente a la que se está desprovisto del instrumental científico
adecuado-,
sino también por lo difícil que es alcanzar la objetividad con respecto
a uno
mismo: "cuando estudiamos sociedades cercanas a nosotros, y
concretamente
la sociedad en que vivimos, hemos de desconfiar siempre de nuestras
conclusiones" (Lévi-Strauss 1966: 44). Pues resulta imposible
establecer
el mínimo distanciamiento necesario.
Se
trataba de
estudiar las sociedades llamadas "primitivas", que difieren de la del
etnólogo en cuanto a la magnitud y la complejidad de su organización.
Pues hay
sociedades "calientes", como las nuestras; y otras "frías",
que se conservan cerca del cero absoluto de "temperatura" histórica,
por lo que producen poco desorden -o entropía-; se muestran como
sociedades sin
historia, sin escritura, sin progreso, aunque no lo sean en términos
absolutos.
Debido a tales características, en ellas tienen más importancia los
fenómenos
de orden mecánico que los de orden estadístico y, por eso mismo, se
prestan
mejor al análisis estructural.
En
realidad, la
suma de esos pueblos primitivos se cifraba, a principios del siglo XX,
en tres,
cuatro o cinco mil. De ellos, unos han desaparecido ya, otros aún
perviven en
trance de desaparición. Sobre la mayoría de ellos se posee
documentación etnográfica.
Pero en numerosos casos, habría que apresurarse a recogerla, antes de
que sea
demasiado tarde. Con todo, a la hora de estudiar esas otras culturas,
nunca es
posible llegar a conocerlas exhaustivamente. "Es un objeto de tal
complejidad que resulta imposible para cualquiera adquirir un
conocimiento
total" (Lévi-Strauss 1970: 66). Tampoco es eso la meta del
estructuralismo. No intenta una descripción completa sino una
"explicación",
basada en lo que todos esos pueblos tienen en común: en último término,
"son hombres, y piensan por medio de una idéntica organización
cerebral" (Lévi-Strauss 1970: 66). Una explicación que debe llegar a la
formulación de unos principios generales, aplicables a la
interpretación global
del fenómeno humano, en una palabra, de la cultura humana en cuanto tal.
¿Qué
entendía Lévi-Strauss
por cultura? Al ser un concepto tan profusamente
utilizado, se hace
necesario aclararlo cada vez. Para ello, es útil relacionarlo con otros
conceptos afines, como el de "sociedad" y el de "civilización".
En algunos contextos, Lévi-Strauss utiliza indistintamente esos tres
términos, refiriéndolos
a la forma de organizar tanto a las relaciones entre los grupos humanos
y el
mundo entorno, como a las relaciones entre unos humanos y otros, en sus
concretas configuraciones. Se refieren al sistema de vida de una
comunidad
humana, como un todo. Sin embargo, hay pasajes precisos, donde cada uno
de los
vocablos aparece con una acepción propia, contradistinta de los demás.
Así,
la civilización
conserva el sentido más amplio para designar las formas tecnológicas y
organizativas de la vida humana en la historia; se define como "ese
conjunto complejo de invenciones de todos los órdenes" (Lévi-Strauss
1973:
414). Por su parte, la sociedad alude a una
característica común a todos
los seres vivos, puesto que lo "social" se puede referir tanto al
mundo animal (natural) como al mundo humano, aunque en éste lo social
se
resuelva sistemáticamente de un modo nuevo, esto es mediante la
cultura; por
eso, lo "cultural" alude en exclusiva a lo específicamente humano.
Por supuesto que la vida social propia del hombre no debe confundirse
con la
del animal. Por ejemplo, "en el insecto, podríamos decir que
la
naturaleza hace lo orgánico por medio de lo social, mientras que, en el
hombre,
la naturaleza hace lo social mediante lo orgánico, es decir, a costa de
transformaciones
fundamentales d estructura y funcionamiento del sistema central"
(Lévi-Strauss
1960: 197). En la humanidad, la vida social se da dialécticamente
articulada
con la cultura. De ahí que las abejas se comuniquen mediante "señales"
y no mediante "signos", como los humanos, en quienes se inaugura el
pensamiento simbólico. Por otra parte, en el seno de la civilización,
se llama sociedad
a la trama de relaciones instituidas entre unos hombres y otros; y se
reserva
el nombre de cultura para el entramado de
relaciones que mantienen los
hombres con el mundo físico que los rodea (Lévi-Strauss 1961: 34), o
bien con
el mundo de ideas y representaciones.
En un
sentido más
interno a la propia constitución antropológica, y por contraposición a
la naturaleza
humana, que se concibe como aquello que los hombres tienen por herencia
biológica
-leyes universales-, la cultura define aquello que
los humanos reciben
por tradición externa -reglas particulares-, como son las costumbres,
creencias, instituciones, etcétera (Lévi-Strauss 1961: 131); es decir,
la
cultura se entiende como un conjunto de sistemas simbólicos que la
sociedad
humana produce, transmite y transforma históricamente.
Pese a
todas
estas precisiones, que conviene no olvidar, los vocablos
"civilización",
"cultura" y "sociedad" se emplean, con frecuencia, en su
acepción más amplia, prácticamente como sinónimos, mientras no se
evidencie lo
contrario. De todos modos, en Lévi-Strauss, distinción más persistente
es la
trazada entre naturaleza y cultura,
por mucho que él busque
superarla o reducir su alcance al meramente metodológico.
Desentrañar
los
secretos del sistema cultural constituye la meta de todo etnólogo. Su
prestigio
dependerá del éxito que tenga en la tarea y que cree asegurado: "La
etnografía, basurero de las ciencias humanas desde su origen, piensa
haber
encontrado hoy, en los despojos recogidos a la puerta del resto de las
disciplinas, las llaves maestras del misterio humano" (Lévi-Strauss
1953:
98). Por encima de las ciencias sociales tradicionales, perdidas en un
limbo de
abstracciones, "la etnología siente cada vez más el peso de los deberes
inherentes a su denominación tradicional, es decir, el de constituir
por sí
sola una antropología" (Lévi-Strauss 1953: 121). Se presenta, incluso,
como
una alternativa frente a la filosofía, en el empeño por resolver la
cuestión de
qué es el
hombre.
La
obra de Lévi-Strauss,
aunque no de forma sistemática, obedecía toda ella a un minucioso plan
de
lograr una explicación estructural de la cultura (a partir de sistemas
culturales particulares) y de actor, el hombre. No importaba lo
artesanal de
los instrumentos disponibles ni lo modesto de los resultados. El
adelanto en
los estudios del parentesco y la mitología era ya sorprendente y
prometedor.
Sobre
la base de
su experiencia de campo, limitada pero no corta, y de los enormes
archivos de
documentación acumulada, Lévi-Strauss se las ingeniaba para relacionar
infinidad de datos de tal o cual sistema o aspecto cultural, desde la
óptica
del análisis estructural. Frente a la "etnología de telescopio" antaño
practicada, la suya tendía a ser "una etnología de microscopio en la
que,
más que descubrir nuevo material, debemos estudiar más a fondo el
material de
que ya disponemos" (Lévi-Strauss 1966: 47). Pues bien, el método
estructural se convirtió en el potente microscopio que Lévi-Strauss
aplicó,
primeramente, al análisis de sistemas de parentesco
y de organización
social. Luego, abandonando el propósito de continuar en esa
línea, su
atención se fue desplazando hacia el análisis de órdenes concebidos -no
ya
vividos-, como son los sistemas mitológicos. Pero
no había
discontinuidad en su propósito. "En realidad, mi itinerario no es un
itinerario, puesto que siempre he tratado de hacer lo mismo", sostenía.
Su
objetivo permaneció idéntico: Partiendo de la experiencia etnográfica,
"demostrar que hasta en sus manifestaciones más libres, el espíritu
humano
está sometido a constricciones rigurosamente determinantes"
(Lévi-Strauss
1963: 41 y 42); "alcanzar un nivel donde se manifieste una necesidad
inmanente a las ilusiones de la libertad" (Lévi-Strauss 1964: 19). En
la
medida en que lograba dilucidar unas propiedades invariantes, y por
tanto
necesarias, creía estar avanzando hacia una antropología científica.
Un
proyecto
semejante no era, ni mucho menos, incompatible con una perspectiva
humanista,
dado que, al demostrar que "las diferencias superficiales entre los
hombre recubren una profunda unidad" (Lévi-Strauss 1973: 75), se podían
cimentar las bases para un humanismo de nuevo cuño, capaz de superar el
"mezquino humanismo" occidental y estar abierto a todas las formas
culturales desplegadas por la naturaleza humana. Por este
sendero, la
antropología, que "nació de un devenir histórico en el curso del cual
la
mayor parte de la humanidad ha sido avasallada por otra", que "es
hija de una era de violencia" (Lévi-Strauss 1973: 69), tal vez
conseguirá
contribuir a enderezar, en lo posible, el sistema de abusos que
condicionó su
propia aparición.
2.
Notas para inventariar el legado de un
gran antropólogo
Podemos
considerar un triple aspecto en la herencia que Claude Lévi-Strauss nos
ha
dejado a cuantos estamos interesados por el saber acerca de la
humanidad: el
legado de sus obras, el legado de su método de indagación y el legado
de un
desafío intelectual que no debiera dejarnos indiferentes. Recordémoslo
de
manera sucinta y esquemática.
En
primer lugar,
el legado más permanente de Lévi-Strauss está en el conjunto de sus
obras
escritas, en las que cabe destacar una doble faceta: como antropólogo
fundador
del estructuralismo y como escritor de gran estilo que ingresa en la
Academia
Francesa.
Como
ya es
sabido, su época de profesor transcurrió, primero, en la École Pratique
des
Hautes Études (de 1950 a 1960) y luego en el Collège de France (entre
1960 y
1982). Una vez jubilado, continuó trabajando a diario en el Laboratoire
d'Anthropologie Sociale hasta pocos años antes de su muerte (en 2009).
Sus
investigaciones y publicaciones abarcan una enorme diversidad de temas,
con la
mirada puesta no sólo en las sociedades arcaicas, estudiadas
tradicionalmente
por los antropólogos, sino también en problemas propios de la
civilización
contemporánea.
Si nos
limitamos
solo a sus libros e intentamos organizarnos de acuerdo con la temática
abordada, resulta una clasificación de contornos inevitablemente
borrosos y con
forzosas superposiciones, pero que -si atendemos a las fechas de
publicación-
nos hace visible un desplazamiento en el tiempo de unos centros de
interés
hacia otros, a la vez que el retorno recurrente de los temas
principales:
A. En
torno al
parentesco:
- La vida
familiar y social de los indios Nambikwara (1948).
- Las estructuras
elementales del parentesco (1949).
B. En
torno a la
organización social:
- El
totemismo en la actualidad (1962).
- El
pensamiento salvaje (1962).
C. En torno a la
mitología:
- Mitológicas
I: Lo crudo y lo cocido (1964).
- Mitológicas
II: De la miel a las cenizas (1967).
- Mitológicas
III: El origen de las maneras de mesa (1968).
- Mitológicas
IV: El hombre desnudo (1971).
- La alfarera
celosa (1985).
- Historia de
Lince (1991).
D. En
torno al
arte (escultura, pintura, música, fotografía):
- La vía de
las máscaras (1975/1979).
- Mirar,
escuchar, leer (1993).
- Saudades do
Brasil (1994).
- Saudades de
São Paulo (1995).
E.
Antologías
recopilatorias de sus artículos más importantes (que tocan gran
variedad de
temas y problemas):
- Antropología
estructural (1958).
- Antropología
estructural dos (1973).
- La mirada
distante (1983), que viene a ser una 'antropología
estructural tres'.
F. De carácter
biográfico, ante todo como biografía intelectual:
- Tristes trópicos
(1955).
- Entrevistas con Georges Charbonnier (1961).
- Palabra
dada (1984).
- De cerca y
de lejos (1988).
En
este último
apartado, cabría aludir al menos a la biografía más completa existente,
titulada Claude Lévi-Strauss y escrita por Denis
Bertholet, cuyo
manuscrito fue revisado por el propio Lévi-Strauss, quien precisó o
rectificó
solamente algunas inexactitudes en los hechos relativos a su persona.
¿Qué
aportaciones destacar en las obras de Lévi-Strauss? Sería
imposible trazar
siquiera un mapa rudimentario de los múltiples y complejos registros de
su
pensamiento. Por eso, me contentaré con unas fugaces evocaciones
impresionistas,
que recuerden a quienes ya lo conocen, o sugieran a quienes no lo han
leído, el
sonido de su música -metafóricamente hablando-, como puede hacer el que
va
pinchando un disco y otro para hacerse una idea de la melodía.
Nos
enseña que
el ser humano surge con la cultura y se entiende mediante la oposición
entre
naturaleza y cultura, establecida en Las estructuras
elementales del
parentesco: "todo lo que es universal en el hombre
corresponde al
orden de la naturaleza y se caracteriza por la espontaneidad, mientras
que todo
lo que está sujeto a una norma pertenece a la cultura y presenta los
atributos
de lo relativo y lo particular" (Lévi-Strauss 1949: 41). El criterio de
lo
cultural, pues, reside en la presencia de una regla en comportamientos
que no
vienen impuestos por el determinismo de los instintos o -diríamos hoy-
de los
genes.
En la
conferencia titulada Raza e historia, por encargo
de la Unesco, en 1952,
desmantela los prejuicios raciales, demostrando la primacía de lo
cultural.
Tras someter a debate y relativización el sentido del "progreso", nos
descubre que requiere la creación de diferencias, pero estriba en la
puesta en
común "todo progreso cultural es función de una coalición entre
las culturas" (Lévi-Strauss 1973: 336). En líneas generales, se observa
un
conflicto entre las dos tendencias:
"La
humanidad se las ve constantemente con dos procesos contradictorios,
uno de los
cuales tiende a instaurar la unificación, en tanto que el otro se
dirige
mantener o restablecer la diversificación. (...) [Hay]
necesidad
de preservar la diversidad de las culturas (...) [Pero:] lo que debe
ser
salvado es el hecho de la diversidad, no el contenido histórico que
cada época
le dio, y que ninguna conseguiría prolongar más allá de sí misma. Hay
pues (...)
Que estimular las potencialidades secretas, despertar todas las
vocaciones de
vivir juntos que la historia conserva" (Lévi-Strauss 1973: 339).
Casi
veinte años
más tarde, sin embargo, otra invitación de la Unesco le lleva a
escribir Raza
y cultura. Aquí, como un contrapunto, subraya que la
preservación de la
diversidad requiere condiciones que están muy lejos de darse en las
sociedades
contemporáneas: una relativa igualdad entre las culturas y una
distancia física
suficiente. Esto entraña una especie de advertencia acerca de los
riesgos
destructivos de la evolución que arrastra a la humanidad hacia una
civilización
mundial con un exceso de comunicación. Porque "toda creación verdadera
implica una cierta sordera ante el reclamo de otros valores, que puede
llegar
hasta su rechazo o incluso su negación" (Lévi-Strauss 1983: 41). La
distancia favorece la originalidad y entonces la comunicación resulta
estimulante, pero los intercambios demasiado fáciles tienden a
uniformar la
diversidad.
Entre
los libros
de Lévi-Strauss , el más popular es sin duda Tristes trópicos.
Nos
transporta a lejanos paisajes y culturas, descifrando nos sus íntimos
significados. En el original, casi quinientas páginas apasionantes,
distendidas
entre dos frases célebres. La del principio: "Odio los viajes y a los
exploradores. Y he aquí que me dispongo a relatar mis expediciones"
(Lévi-Strauss
1955: 3). Y la del final, después de postular el nombre de
"entropología"
en vez de antropología, describiendo patéticamente el destino que nos
cabe
"cuando el arco iris de las culturas humanas termine de abismarse en el
vacío escavado por nuestro furor": consiste "en un pertenecen servir
aprehender la esencia de lo que fue y continúa siendo más acá del
pensamiento y
más allá de la sociedad (...) en el guiño cargado de paciencia,
serenidad y
perdón recíproco que una coincidencia involuntaria permite veces
intercambiar
con un gato" (Lévi-Strauss 1955: 418).
Los
sistemas del
totemismo, analizados en El totemismo hoy, se
entienden como sistemas de
diferencias que sirven para clasificar e integrar a los grupos de la
sociedad,
permitiéndoles a éstos pensarse a sí mismos dentro de un orden
coherente. Los
animales totémicos dejan traslucir relaciones concebidas por el
pensamiento:
"se comprende que las especies naturales no sean elegidas por ser
"buenas para comer" sino por ser "buenas para pensar" (Lévi-Strauss
1962a: 131).
En el
capítulo
IX de El pensamiento salvaje, titulado "Historia y
dialéctica",
polemiza con el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre y su
concepción de la
historia. Frente a él, reivindica su visión antropológica nada
condescendiente
con un humanismo teórico y según la cual cree que "el fin último de las
ciencias humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo", yendo
"más allá de la diversidad empírica de las sociedades humanas" hasta
una humanidad general. En una tarea ulterior -que
incumbe a las ciencias
naturales- se trataría de "reintegrar la cultura en la naturaleza y,
finalmente, la vida en el conjunto de sus condiciones físicoquímicas"
(1962b: 357-358). En este punto, Lévi-Strauss da un giro a su
interpretación
anterior de la oposición entre naturaleza y cultura, que ahora le
parece
ofrecer sobre todo un "valor metodológico". Y así lo recoge luego en
el "Prefacio a la segunda edición" de Las estructuras
elementales
del parentesco, donde insiste en que esa distinción no se
corresponde sin más
con el paso de la animalidad a la humanidad y que tiene un alcance más
bien
heurístico y metodológico:
"Nos
vemos
llevados a cuestionar el verdadero alcance de la oposición entre
naturaleza y
cultura. (...) La oposición entre cultura y naturaleza no sería ni un
dato
primitivo ni un aspecto objetivo del orden del mundo. En ella debería
verse una
creación artificial de la cultura, una obra defensiva que ésta hubiera
cavado
alrededor de su contorno..." (Lévi-Strauss 1949/1967: 18).
No
obstante,
quizá lo más valioso de El pensamiento salvaje es
la conclusión a la que
le conducen los análisis realizados, la superación de la falsa
antinomia entre
mentalidad lógica y mentalidad prelógica: "el pensamiento salvaje es
lógico,
en el mismo sentido y de la misma manera que el nuestro (...) avanza
por las vías
del entendimiento y no de la afectividad; con ayuda de distinciones y
oposiciones, y no por confusión y participación" (Lévi-Strauss 1962b:
388). Uno, sumamente concreto, aborda el mundo desde el punto de vista
de las
cualidades sensibles; el otro, sumamente abstracto, se atiene a las
propiedades
formales.
La
"Obertura" con que lo inicia el primer tomo de Mitológicas,
recuerda el objetivo al que apunta el análisis estructural de los
mitos, que
ocupará los cuatro volúmenes de la obra:
"La
meta
sigue siendo la misma. Partiendo de la experiencia etnográfica sigue
tratándose
de hacer un inventario de los recintos mentales, de reducir datos en
apariencia
arbitrarios a un orden, de alcanzar un nivel donde se mantiene una
necesidad
inmanente a las ilusiones de la libertad" (Lévi-Strauss 1964: 19).
"El
fin último
de la antropología es contribuir a un mejor conocimiento del
pensamiento
objetivado y de sus mecanismos" (Lévi-Strauss 1964: 23).
Al
concluir la
tetralogía, en el "Finale" de El hombre desnudo, se
enzarza en
una acerada refutación de las críticas recibidas desde diferentes
ángulos,
sobre todo en relación con el método y sus implicaciones teóricas y
filosóficas.
No da cuartel en su diatriba contra las tendencias de la filosofía en
aquel
momento: los que siguen la "estela del existencialismo"; los que se
evaden en un "filosof'arte" esteticista; los que optan por una deriva
literaria que a veces incurre en un "estructuralismo ficción"; y los
que son víctimas de un "empirismo ingenuo". No es que no haya sitio
para una filosofía plausible. Pero atendamos a lo que escribe:
"Las
ciencias humanas toman el relevo de la filosofía, condenada a vegetar,
a menos
que acepte reflexionar sobre el saber científico" (Lévi-Strauss 1971:
580).
Dejo
sin evocar
siquiera las lecciones de podemos descubrir en esas continuaciones de Mitológicas
que representan tanto La alfarera celosa como Historia
de Lince.
En La
vía de
las máscaras, muestra cómo las diferencias de estilo de
distintos tipos de
máscaras indígenas tienen que ver fundamentalmente con el modo en que
los
mensajes se oponen entre sí. El artista se hace ilusiones, pues en
realidad está
sometido a constreñimientos de orden lógico e histórico: "Cuando cree
expresarse de manera espontánea, hacer obra original, replica a otros
creadores
pasados o presentes, actuales o virtuales. Se sepa o se ignore, nunca
se marcha
a solas por el sendero de la creación" (Lévi-Strauss 1979: 128).
Sería
igualmente
necesario detenerse en esa joya de sensibilidad e inteligencia que es Mirar,
escuchar, leer. Y lo mismo digamos de Saudades do
Brasil y Saudades
de São Paulo, ediciones hechas para ser contempladas
retrospectivamente
desde la altura de un pensamiento en la plenitud de su crepúsculo.
Palabra
dada
constituye
un libro singular que recoge
las reseñas de los proyectos de trabajo de cada año académico: "para
aquellos que se interesan por los mecanismos del trabajo intelectual,
ilustra
las diligencias, los tanteos, las vueltas atrás, a veces también los
progresos,
de una reflexión captada en vivo a lo largo de treinta y dos años que
constituyen una porción importante de una existencia individual y la
duración
de una generación" (Lévi-Strauss 1984: 14). Esta visión más formal de
la
elaboración de una obra, habría que completarla con la expresión más
directa y
brillante registrada en las entrevistas con Georges Charbonnier (1961)
y con
Didier Eribon (1988), entre las que media un cuarto de siglo. Sin
olvidar las
entrevistas filmadas, producidas y emitidas en su día por televisión
(cfr.
videografía).
Los
libros de
recopilaciones de artículos y conferencias publicados bajo el rótulo de
"antropología
estructural" y "la mirada distante" no es posible sobrevolarlos
siquiera. Eso supone ya una misión imposible, para espacio limitado del
que aquí
disponemos. Quedan como una cantera para infinidad de prospecciones
posibles.
El
legado de
un método riguroso de análisis
El
método puesto
a punto por Lévi-Strauss fue designado por él como análisis
estructural.
Y así se le conoce.
Podemos
señalar
en resumen en las fases programáticas de este método:
1)
Recopilar información etnográfica acerca de un subsistema cultural.
2)
Rastrear las relaciones de oposición y correlación entre sus elementos.
3)
Formular su estructura como modelo teórico (la generalización primero,
y solo
después la comparación).
4)
Trabajar con los modelos procedentes de otras variantes del mismo
subsistema.
5)
Formular un modelo estructural, como grupo de transformación, capaz de
hacer
inteligibles todas las formas particulares de dicho subsistema
(parentesco,
mitología, etc.).
6)
En un nuevo ciclo, trabajar con los modelos obtenidos de diferentes
subsistemas, con vistas a elaborar un modelo teórico reflejará las
estructuras
más generales de la cultura, al mismo tiempo que las "estructuras del
espíritu
humano".
Según
la
concepción estructuralista de estructura, ésta
consiste en un modelo teórico
que plasma o reconstruye las invariantes escondidas, pero concebidas de
tal
manera que ellas engendren la variación y puedan dar cuenta de la
diversidad
empírica, de las semejanzas y diferencias culturales. Las invariantes
fundamentales son: la arquitectura del cerebro; la lógica con la que
opera el
espíritu humano, la mente; y los códigos subyacentes a los sistemas de
la
cultura (lengua, mito, ritual, parentesco, etc.). En último término,
aparecen
como "leyes de orden" de alcance universal, antropológico, expresión
de la función simbólica propia de la condición humana en todo tiempo y
lugar.
Por
otro lado,
los acontecimientos no son extraños a la estructura. Lévi-Strauss
reconoce que
el acontecer puede afectar a la estructura, en la medida en que impone
cambios
en el ecosistema, en la demografía, en las instituciones. Pero el
enfoque
estructuralista da cuenta del acontecer a su modo, incorporándolo como
dimensión
interna del modelo: "en numerosos casos, la noción de estructura es
bidimensional: hace intervenir a la vez la sincronía y la diacronía"
(Lévi-Strauss
1984: 29). No importa que su origen real proceda de factores
históricos, del
azar o incluso de decisiones humanas concientemente adoptadas.
La
metodología
estructuralista ha sido cuestionada en sus
resultados y también se ha criticado la
coherencia del propio autor en su aplicación concreta a los análisis.
Entre los
numerosos críticos, sólo voy a mencionar a los dos más radicales:
Marvin
Harris
acaba su ajuste de cuentas etiquetando la antropología estructuralista
como
"hegelianismo francés": "Porque Lévi-Strauss no representa en
absoluto la síntesis de materialismo e idealismo (...). Todos sus
informes,
todas sus hipótesis, todos los análisis, de desde sus investigaciones
sobre los
nambikwara hasta sus estudios sobre el mito, sacan su principal
sustento de la
corriente del idealismo francés y alemán" (Harris 1968: 444). Nuestro
autor habría quedado deslumbrado y atrapado por el pensamiento
dialéctico.
Transcurridos
treinta años de la crítica de Harris, encontramos la de Carlos Reynoso
(1998),
un ataque frontal que desemboca en una descalificación supuestamente
contundente del método estructuralista tal como está plasmado en la
obra de Lévi-Strauss.
Conluye así: "Aunque el análisis estructural de un sistema simbólico me
parece un objetivo respetable, no encuentro aspectos de la analítica
levistraussiana dignos de preservarse, más allá de la intención de
construirlo.
Por el contrario, las falacias recurrentes de Lévi-Strauss han adherido
a la
sustancia de un estructuralismo una costra de malentendidos que a la
posteridad
le costará trabajo erradicar" (Reynoso 1988: 180).
Lo más
probable
es que las críticas excesivas acaben desautorizándose a sí mismas. Una
evaluación
más ponderada de sus logros y limitaciones la encontramos en el número
especial
monográfico de la revista Sciences Humaines,
publicado con motivo del
centenario del autor.
A
pesar de las
limitaciones y los errores, más allá del uso personalísimo que
Lévi-Strauss
hacer el análisis estructural, su planteamiento de análisis objetivo de
las
realidades socioculturales humanas constituye un avance inequívoco, una
aportación que sin duda puede clarificarse y
hacerse más
operativa, pero no olvidarse.
En
fin, señalemos
un rasgo de honestidad intelectual, de conciencia de los límites
epistemológicos
dentro de los cuales se mueve y es pertinente el análisis estructural.
Entiende
que toda realidad es muy compleja y está compuesta de muchos niveles de
organización y, en consecuencia, cabe una pluralidad de niveles de
observación
y análisis. Él ha elegido uno y esto no excluye que otros prefieran
optar por
otro.
El
legado de
un desafío intelectual que nos concierne
La
altura y la
potencia intelectual de Lévi-Strauss nos impacta, lo mismo que su
tenacidad en
llevar adelante su trabajo de análisis y elaboración teórica con un
único propósito
que fue siempre el suyo: "No he intentado otra cosa que dotar de rigor
a
las ciencias del hombre".
Para
él, se
trataba de buscar una epistemología de las ciencias del hombre, de
manera que
se acercaran a un estatuto de verdadero conocimiento científico.
Su
empeño fue
aplicar una metodología antropológica capaz de crear modelos objetivos,
más allá
de todo subjetivismo e interpretacionismo, y por ende muy lejos de las
derivas
posteriores, a veces llamadas "posestructuralistas", que dan la
impresión de haber renunciado a todo método y haberse extraviado en los
meandros de una discurso farragoso y arbitrario.
En el
afán por
la rigurosidad conceptual y la precisión del lenguaje, Lévi-Strauss nos
desafía
a medirnos con el estructuralismo. Él, que procedía de los estudios
filosóficos
y desde ahí desplazó su interés hacia la antropología, mantuvo siempre
un diálogo
-a menudo provocador- con la filosofía, instándola a confrontarse con
las
ciencias, las naturales y las humanas. Este desafío permanece en pie.
La
celebración
de su centenario y su muerte reciente ofrecen una excelente ocasión
para la
relectura de los escritos de Lévi-Strauss, que sigue siendo una
experiencia
enriquecedora desde el punto de vista intelectual y estético. Porque
es, ante
todo, una lectura que hace pensar, incluso cuando
no estemos de acuerdo.
En ella podemos encontrar una preciosa fuente de inspiración y estímulo
tanto
para el antropólogo como para el filósofo, el historiador, el psicólogo
o
cualquier persona culta, sin tener por qué convertir su prosa en texto
sagrado
y sin necesidad de elevar a los altares al autor, como si fuera
científico canonizado,
objeto de veneración e imitación.
Acabo
de señalar
el triple legado que nos queda de Claude Lévi-Strauss. En nuestra mano
está
aceptarlo, y obtener de él óptimos beneficios intelectuales, o, por el
contrario, desdeñarlo como una más de tantas oportunidades perdidas que
el
tiempo se lleva irremisiblemente.
Bibliografía
OBRAS
DE
CLAUDE LÉVI-STRAUSS
1948 La
vie familiale
et sociale des indiens Nambikwara. París, Journal de la
Société des Américanistes,
t. XXXVII.
1949 Les
structures élémentaires
de la parenté. París, PUF. Nueva edición revisada: La
Haye-París, Mouton
& Cie, 1967.
(Las
estructuras elementales del parentesco. Barcelona, Paidós,
1981.)
1952 Race
et histoire.
París, UNESCO.
(Incluido
en Anthropologie structurale deux, cap. XVIII.)
1955 Tristes
tropiques.
París, Plon. Nueva edición revisada: 1973.
(Tristes
trópicos. Buenos Aires, EUDEBA, 1970.)
1958 Anthropologie
structurale. París, Plon.
(Antropología
estructural. Buenos Aires, EUDEBA, 1968.)
1961 Entretiens
avec Claude Lévi-Strauss,
par Georges Charbonnier. Paris, Plon-Julliard.
(Arte,
lenguaje, etnología. Entrevistas con Georges Charbonnier.
México, Siglo
XXI, 1968.)
1962a Le
totémisme
aujourd'hui. París, PUF.
(El
totemismo en la actualidad. México, FCE, 1965.)
1962b La
pensée sauvage.
Paris, Plon.
(El
pensamiento salvaje. México FCE, 1964.)
1964 Mythologiques
I:
Le cru et le cuit. Paris, Plon.
(Mitológicas
I: Lo crudo y lo cocido. México, FCE, 1968.)
1967 Mythologiques
II:
Du miel aux cendres, Paris, Plon.
(Mitológicas
II: De la miel a las cenizas. México, FCE, 1972.)
1968 Mythologiques
III:
L'origine des manières de table. Paris, Plon.
(Mitológicas
III: El origen de las maneras de mesa. México, Siglo XXI,
1970.)
1971 Mythologiques
IV:
L'homme nu. Paris, Plon.
(Mitológicas
IV: El hombre desnudo. México, Siglo XXI, 1976.)
1973 Anthropologie
structurale deux. Paris, Plon.
(Antropología
estructural. Mito, sociedad, humanidades. México, Siglo XXI,
1979.)
1975 La
voie des
masques. Genève, Albert Skira, 2 vols. Nueva edición
corregida y
aumentada: Paris, Plon, 1979.
(La
vía de las máscaras. México, Siglo XXI, 1981.)
1983 Le
regard éloigné.
Paris, Plon.
(La
mirada distante. Barcelona, Argos Vergara, 1984.)
1984 Paroles
données.
Paris, Plon.
(Palabra
dada. Madrid, Espasa Calpe, 1984.)
1985 La
potière
jalouse. Paris, Plon.
(La
alfarera celosa. Barcelona, Paidós, 1986.)
1988 De
près et de loin
(Entrevistas con Didier Eribon). Paris, Odile Jacob.
(De
cerca y de lejos. Madrid, Alianza, 1990.)
1991 Histoire
de Lynx. Paris,
Plon.
(Historia
de Lince. Barcelona, Anagrama, 1992.)
1993 Regarder,
écouter, lire.
Paris, Plon.
(Mirar,
escuchar, leer. Madrid, Siruela, 1994.)
1994 Saudades
do Brasil. Paris,
Plon.
1995 Saudades
de São Paulo.
Paris, Plon.
2008 Œuvres.
Paris, Gallimard,
"Bibliothèque de la Pléiade" (Tristes tropiques; Le
totémisme
aujourd'hui; La pensée sauvage; La
voie des masques; La
potière jalouse; Histoire de lynx; Regarder
écouter lire; con
una bibliografía de las obras de y sobre Claude Lévi-Strauss).
OTRAS
REFERENCIAS
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Paris, Odile Jacob.
Gómez
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http://www.ugr.es/~pwlac/G06_03Pedro_Gomez_Garcia.html
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1978.
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"Claude Lévi-Strauss était 'un passeur exceptionnel'", Le
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1970 Lévi-Strauss.
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1961 Arte,
lenguaje, etnología. Entrevistas con Georges Charbonnier.
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1963 Conversaciones
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1966 Conversaciones
con Lévi-Strauss, Foucault, Lacan /2ª conversación /por Paolo
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Barcelona, Anagrama, 1969.
1968 "Un
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Presentación
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1970 Entrevista,
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Barcelona. Anagrama, 1971.
1973 "Una cándida
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Internet:
http://www.scienceshumaines.com/comprendre-claude-levi-strauss_fr_329.htm
Unesco
2008
"Claude Lévi-Strauss : regards éloignés", Le Courrier de
l'UNESCO,
nº 5. En Internet:
http://portal.unesco.org/fr/ev.php-URL_ID=41819&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html
Videografía
Existe
una
amplia colección de videos de entrevistas con Claude Lévi-Strauss en el
Institut National de l'Audiovisuel (INA), disponibles vía Internet:
http://www.ina.fr/recherche/recherche?search=L%C3%A9vi-Strauss&button=ok&vue=Video
1965 Claude
Lévi-Strauss.
Personalité de notre temps. Entrevista por Henri Stierlin, el
20 de julio:
http://archives.tsr.ch/player/ecoles-levistrauss
1968 Une
interview du professeur Lévi-Strauss, par François de
Closets, en 24 Heures
Actualités, el 17 de enero. En Internet:
http://www.ina.fr/sciences-et-techniques/sciences-humaines/video/CAF97509119/une-interview-du-
professeur-claude-levi-strauss-par-francois-de-closets.fr.html
1972 Claude
Lévi-Strauss.
Entrevista por Jean-Jose Marchand. Arte France. L'Institut National de
l'Audiovisual (INA).
1980 Claude
Lévi-Strauss,
anthropologue. Entrevista por Marcel Brisebois, el 1 de
abril, en el
archivo de televisión de Radio-Canada:
http://archives.radio-canada.ca/societe/histoire/clips/15472/
1984 Claude
Lévi-Strauss.
Entrevista. Antena2, Apostrophes.
1988 Reflexions
faites. La Sept. GMT Productions et Centre National de la
Cinematographie.
2008 Claude
Lévi-Strauss
par lui-même. Documental de Arte France, Pierre-André
Boutang, Films du Bouloi
et L'Institut National de l'Audiovisual.
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