Por: Patricia
Fernández Martín, Madrid.
El
lector interesado en el significado que la
mujer y la
familia tienen dentro del mundo musulmán marroquí actual podrá
comprender mejor
sus mecanismos tras interiorizar los conceptos de "institución voraz"
(acuñado por Lewis A. Coser en 1974) y de "ideal de buena familia"
que atraviesan todo el contenido de esta etnografía.
Así,
tras una introducción en la que se
detalla el trabajo
de campo realizado en Tetuán y Tánger entre 1993 y 1997 (perfil de los
informantes, técnicas empleadas de investigación), comienza la obra con
un
primer capítulo en el que se resalta la importancia que tiene para la
mujer
marroquí el establecimiento de vínculos con la familia extensa, bien
sea
manteniendo los de su propia familia de orientación, bien sea alentando
los de
la familia de procreación.
Esta
necesidad de crear redes clientelares
está íntimamente
relacionada con el ideal de "buena familia" que atraviesa la mayoría
de los discursos locales. De hecho, en el segundo capítulo del libro se
hace
alusión a la enorme relevancia que tiene el grupo para el honor de cada
uno de
sus miembros. En esa lucha entre el individuo y la familia, la
sexualidad
femenina desempeña un papel esencial en tanto se la considera propiedad
común,
y no perteneciente a la mujer (salvo contadas excepciones). Y de ahí
las
diversas estrategias de invisibilización (velo, harén, segregación
espacial por
género) que muestra claramente la división desigual de los géneros en
la
sociedad.
Los
capítulos tercero y cuarto se centran en
las
repercusiones que el cambio político de los 90 conlleva para el ideal,
ya
mencionado, de "buena familia". La escolarización de las niñas (que
aumenta el nivel de alfabetización), las técnicas de contracepción y la
incorporación de la mujer al mercado laboral constituyen los tres
elementos más
importantes de dicha supuesta revolución social.
Así, en
el tercer capítulo se presta atención
a los dos
primeros factores exponiendo las opiniones que los informantes del
estudio,
divididos en clases sociales, tienen al respecto.
La
conceptualización que de la inserción
laboral femenina
tienen las propias mujeres queda plasmada en el cuarto capítulo. La
idea
principal es que antes que trabajadoras se consideran esposas, esto es,
féminas
al servicio de la honra de su familia que puede utilizarlas empleando
políticas
matrimoniales provechosas para la comunidad.
Este
hecho no evita, sin embargo, que las
mujeres
trabajadoras sientan distinto grado de satisfacción con su empleo (por
la
libertad económica de que las dota), en función del tipo de trabajo que
desempeñan (empresarias, profesionales, obreras), pero siempre y cuando
cumplan
con las tareas (domésticas) designadas por "naturaleza".
Todos estos cambios están afectando a la estructura de la
familia tradicional. De ahí que en el capítulo quinto, tras establecer
la
distinción entre grupo residencial (conjunto de personas que comparten
una
vivienda) y grupo doméstico (conjunto de personas que comparten una
vivienda en
torno a una mujer principal), se citen los tres conjuntos de grupos
residenciales hallados en el trabajo de campo: 1) los atípicos, sin
relación
entre los residentes en una vivienda; 2) los simples, formados por un
solo
grupo doméstico, que pueden ser extensos, múltiples, nucleares,
monoparentales,
matrifocales o semimonoparental, y en algunas escasas ocasiones,
polígamos; y
3) los compuestos, constituidos bien por dos grupos domésticos
nucleares, bien
por un grupo doméstico extenso y otro semimonoparental o bien por tres
grupos
domésticos, de los cuales uno sería monoparental y los otros dos,
nucleares.
Así, el
sexto capítulo se centra en la
función que las mujeres
desempeñan en cada uno de los tres grupos residenciales principales: 1)
la
familia extensa, donde la autoridad de la suegra se basa en la estrecha
relación madre-primogénito varón; 2) la familia nuclear, en la que la
mujer se
siente más libre porque no tiene la competencia de la madre de su
esposo; y 3)
los grupos monoparentales, en los cuales la fémina se convierte en
cabeza de
familia de facto (que no de iure), debido a la
ausencia de
esposo, hasta la mayoría de edad del primogénito varón.
La
principal conclusión del estudio realizado
por la
profesora H. Corrochano se traduce en realidad en una crítica al Estado
marroquí actual, según la cual la modernización no está teniendo lugar
de forma
plena, puesto que parece interesar mantener el statu quo,
fomentando la
existencia de una interdependencia entre la mujer principal y el grupo
al que
pertenece.
Asimismo,
desde la perspectiva ideológica, se
construye un
discurso basado en la "buena familia" (por antonomasia, la familia
extensa patriarcal) que niega a la mujer el derecho a ser considerada
un
individuo y que, por oposición, sigue otorgando las riendas del poder
exclusivamente al hombre.
El libro
se cierra con un apéndice en el que
se muestra una
traducción al español de la Mudawana, hecha por Anne Marie Cañada
de Travieso partiendo del texto en francés de André Colomer de 1963.
Como
reflexión final, quisiéramos traer a
colación el dilema
que acarrea la intersección entre los estudios culturales y los
estudios de
género. El temor a caer en el etnocentrismo victimizando en exceso a la
mujer,
junto con el miedo de tender a un posible evolucionismo unilineal por
creer en
una manera de progreso idéntica común, tomando al mismo tiempo como
categorías
analíticas universales aquellas que pueden pertenecer tan sólo al
antropólogo,
puede neutralizarse acudiendo a la superación del relativismo cultural,
plasmada legalmente en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, punto
de partida y de llegada de cualquier consideración ética.
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