Por: Laura
Szmulewicz. Tesista del Departamento de Antropología,
Universidad de
Buenos Aires.
El libro Pensamiento
argentino y opción descolonial,
representa el séptimo libro de la
colección dirigida por Walter Mignolo, de Ediciones del Signo, autor
del prefacio, "Más
sobre la opción descolonial". El libro fue compilado por Zulma Palermo,
quien escribió
"Introducción. Del pensamiento nacional a la opción descolonial:
aportes desde el Cono
Sur", y participan en él con artículos, Jorge Torres Roggero, "Dos
profetas de la des-colonialidad en Argentina"; Domingo Ighina, "Ver con
los ojos cerrados. Crisis de las
ontologías nacionales criollas, geocultura y fagocitación"; Carlos
Pérez Zabala, "Arturo
Andrés Roig y el pensamiento descolonial"; y Jessica Jones, "El
espectro descolonial de la
izquierda argentina, 1955-1976".
El libro
propone un recorrido por autores latinoamericanos en general, y
argentinos en
particular, que colaboraron, desde su contexto histórico y geocultural,
con el desarrollo del
pensamiento descolonial en nuestro país. Pero este no es únicamente un
listado, sino más
bien una herramienta para pensar la necesidad y la importancia de un
saber situado que
posibilite el desarrollo del pensamiento descolonial. Saber situado,
como explica Zulma
Palermo en la Introducción, implica un "lugar que no es sólo la
territorialidad, la
especialidad geográfica en la que se producen prácticas y saberes, sino
también una
categoría, una construcción que resulta clave para la definición de las
pertenencias"
(Palermo 2010: 33).
Como dice
Walter Mignolo en el prefacio, el control de la matriz colonial de
poder no se
restringe al período temporal de las colonias, sino que sigue vigente
al día de hoy. En
relación con esta es que surge la opción descolonial, a partir de las
diversas experiencias
locales frente a "la invasión o importación (por las elites locales
adscriptas a y beneficiarias
de la modernidad occidental) de Europa al resto del mundo" (Mignolo
2010: 10).
También es una
demostración, contra muchos prejuicios que indican lo contrario, de la
existencia, en la historia de Argentina, de autores que proponen un pensamiento
otro. La
"historia intelectual argentina" es vista por el sentido común
(incluyendo el sentido común
científico) de manera secuencial, como una seguidilla de intelectuales,
como Alberdi y
Sarmiento, que se ven de manera descontextualizada, como un selecto
grupo de
iluminados, y que se toman, de manera muchas veces ciega y acrítica,
como quienes
sentaron las bases para el pensamiento argentino y para la formación y
"desarrollo" del
país.
Es así como
Domingo Ighina, se propone como objetivo en su artículo, revisar
históricamente las crisis de las ontologías nacionales y la toma de
conciencia del saber
criollo, como un saber situado y auténtico, "liberador del conjunto de
las sociedades
americanas, acentuando una recuperación de las filosofías prehispánicas
sobrevivientes, en
tensión con el legado hispánico, en las llamadas culturas populares"
(Ighina, 2010:87), para
estudiar sus alcances en la propuesta de Rodolfo Kusch. Tomando como
referente de estos
nuevos saberes, recupera a Simón Bolívar para evidenciar la nueva toma
de conciencia
criolla y la redefinición de "lo americano" a principios del siglo XIX
"a partir de la
experiencia de unos europeos que han dejado de serlo" (Ighina 2010:
89), que deben
encontrar una nueva legitimación de existencia y de dominación. Es así,
que Bolívar
propone generar un nuevo uso de la historia europea, para inventar "una
América distinta a
las dos anteriores, la prehispánica y la hispánica" (Ighina 2010: 89).
Para esto era necesario
fundar una nueva historia y nuevo futuro para América, en la que los
criollos pudieran
ponerse en el lugar de los oprimidos y englobaran a todos los otros
grupos, y al mismo
tiempo, mantuvieran las bases que legitimaban su liderazgo en América.
De acuerdo con
Ighina, esto podía realizarse de dos formas: en primer lugar, la
creación de una nueva
epistemología que cimentara la nueva legitimidad, "lo que implicaría
una operación que
como fin último acabe con el orden colonial" (Ighina 2010: 94),
(propuesta que intentará
realizar Simón Rodríguez); y en segundo lugar, reconfigurar a los
criollos como vanguardia
mundial en el orden moderno/colonial (llevada adelante por J. B.
Alberdi).
Para Simón
Rodríguez, inventar una nueva base epistémica implicaba necesariamente
una
lectura descolonizadora, ya que involucraba necesariamente desligarse
de cualquier
epistemología de la América hispánica, convirtiéndose así en un
complemento de las
revoluciones independentistas. Este intelectual tomaba como base la
originalidad de la
historia americana.
Completamente
contrastable con la anterior, la propuesta de J. B. Alberdi buscaba una
inserción subordinada de América en la historia de Occidente, para
asegurar la
participación del país en el proyecto de la modernidad, sin cuestionar
en ningún momento
la epistemología y los saberes coloniales, sometiéndose por completo a
la noción de
progreso que rige las relaciones moderno/coloniales, considerando así a
los americanos, y
consecuentemente a América, como atrasados y carenciados.
Como sabemos,
la propuesta que finalmente predominó fue la segunda, y las naciones
latinoamericanas se constituyeron con esa imagen de sí mismas. Esta
visión se mantuvo
hegemónica durante todo el siglo XIX y principios del siglo XX, y se
transmitió, buscando
ser internalizada por los americanos, a través de distintos medios,
siendo la literatura uno
de ellos.
Fue a fines de
la década de 1920 que, de acuerdo con Ighina, esta visión comenzó a ser
cuestionada, en Argentina, por los mismos grupos criollos dirigentes, y
esto sucedió por
dos motivos: por un lado, la crisis de 1929 demostró que la inserción
en la historia europea
no se había conseguido. Por otro, el ascenso al poder de un movimiento
como el
yrigoyenismo, conformado por clases medias y sectores populares, que
hacían evidentes las
diferencias entre el imaginario social y la vida cotidiana de los
argentinos. Posteriormente,
a partir de 1945 este proceso se profundiza.
Entre los
intelectuales que representan esta crisis de la ontología hegemónica
argentina, se
pueden observar a Arturo Jauretche y a Raúl Scalabrini Ortiz, ambos
estudiados por Jorge
Torres Roggero, quien los considera "profetas" del pensamiento
descolonial. Realizando
una crítica al "intelectual colonial", desconectado de la realidad, el
"ilustrado en cosas
nuevas", Jauretche y Scalabrini Ortiz reconocían "a las masas populares
como productoras
de saber" (Torres Roggero 2010: 55), condición que los condenó a la
proscripción, censura
y expulsión de los ámbitos académicos.
Ambos, junto
con Homero Manzi, militaron en FORJA (Fuerza de Orientación Radical de
la Joven Argentina), que fue, de acuerdo con Torres Roggero "el último
bastión del
radicalismo ya entregado al pensamiento colonial y a la oligarquía"
(Torres Roggero 2010:
61). Desde allí, reivindicaban la necesidad de humildad del
intelectual, y de relacionarse
con la realidad, en lugar de verla a través de abstracciones hechas
previamente al estudio,
intentando amoldarla en ellas. Sostenían que el sometimiento empezaba
por las mentes, por
esa razón en Argentina no había sido necesario un ejército de
ocupación, pues había
alcanzado con legislaciones e instituciones que se ocuparon de
naturalizar el dominio
colonial. Esto se materializa en lo que Jauretche llamará "zonzeras":
"principios
introducidos en nuestra formación intelectual para impedirnos pensar
las cosas del país"
(Torres Roggero 2010: 77), que mantienen su eficacia al evitar la
discusión, ya que son
sostenidas por medio de falacias.
Con la llamada
"Revolución Libertadora", el golpe militar que derrocó al gobierno de
Juan
Domingo Perón en 1955, Jauretche y Scalabrini Ortiz se unirán a la
resistencia y junto a
muchos otros intelectuales, científicos, actores, deportistas,
artistas, enfrentarán y resistirán
las condiciones de proscripción, censura, exilio y prisión. Jauretche
lo hará "avivando
zonzos", esto es, fomentando el análisis, discusión y debate sobre las
zonzeras; al mismo
tiempo, Scalabrini Ortiz denunciará en artículos publicados en la
revista Qué la entrega del
país al imperialismo.
Retomando a
Rodolfo Kusch, nuestro ya citado autor Domingo Ighina, dirá que esta
aparición de las masas populares en la vida política con el
yrigoyenismo y el peronismo,
infunde "miedo" en la oligarquía, miedo que resulta de la negación de
las masas a aceptar
la epistemología colonial, y que recuerdan la exterioridad de Argentina
del occidente.
Kusch estudia
el pensamiento y las cosmogonías indígenas, pero no solamente como
alteridad de occidente, sino también como consecuencia del colonialismo
español y
portugués en América, y lo muestra como un pensamiento que mantiene su
continuidad en
el tiempo, siendo que es un pensamiento alternativo, un
pensamiento-otro, y como tal,
cuestionador de la epistemología imperial. Esto se realiza a través del
concepto de fagocitación, "una especie de
dialéctica que da cuenta de la absorción de las cosas de
occidente en América por las cosas no occidentales (…) 'a modo de
equilibrio o
reintegración de lo humano en estas tierras'" (Ighina 2010: 113). El
proceso de fagocitación
estructura un concepto de cultura que limita el tiempo de occidente a
su imperio,
relacionandolo con el espacio, esto es lo que Kusch llamará geocultura,
que implica sujetos
culturales en constante construcción, desde un espacio considerado como
un lugar de
conocimiento. Esto es, reconocer el saber como situado, cuestionando la
posibilidad de un
saber universal, como presenta el saber moderno/colonial, poniendo de
esta manera en tela
de juicio, las ontologías nacionales modernas.
En su
artículo, Jessica Jones, también revisa el trabajo América
profunda, de Rodolfo
Kusch, buscando las relaciones entre él, Juan José Hernández Arregui y
José Aricó. Los
tres son intelectuales de la izquierda argentina, y con una composición
de la conciencia
nacional en sus obras, en el período post peronista, etapa en que los
tres autores consideran
al país como sometido a una situación de dominación neo-imperial, de
una manera cada
vez más intensa. En este contexto, sumado a la concepción de los tres
de autores de que la
dependencia económica implica también dependencia cultural y del saber,
es que los
intelectuales comienzan a cuestionar las estrategias de liberación
planteadas por el
marxismo ortodoxo. Aricó lo hace desde una recuperación del pensamiento
de Gramsci,
especialmente de la categoría de revolución pasiva, y Hernández Arregui
evoca a
Mariátegui.
Jones parte de
la base de la coincidencia de los tres, en la búsqueda de la formación
de una
conciencia nacional, y en consecuencia, de la atormentación por parte
de lo que ella llama
"fantasmas del colonialismo", postulando la hipótesis de que el
"intelectual argentino
progresista" (Jones 2010: 152), tiene una doble concepción del país:
colonial pero al mismo
tiempo europeo, latinoamericano aunque sin una presencia dominante de
población
indígena. Gracias a esta concepción, representa la formación de una
doble conciencia
descolonial: Esto quiere decir, frente a la colonialidad, el
intelectual debe "celebrar su Otro
para definirse en conjunto como una nación unida contra la influencia
extranjera" (Jones,
2010:153) (Otro definido, a la manera de Enrique Dussel, como
grupos indígenas, clase
campesina, feministas, antirracistas). Sin embargo, este hecho choca
con la realidad de una
población que estaba formada mayoritariamente por hijos de inmigrantes
europeos y con
una tradición intelectual predominantemente europea.
Los Otros son
externos a los sistemas, esto quiere decir, de acuerdo con Arturo
Escobar,
que mantienen una diferencia creada por el discurso hegemónico que los
sitúa en las
periferias. Es así como la formación de una conciencia nacional que
busque incluirlos
implica un desafío a la modernidad occidental. Esta exterioridad hace
que el sujeto
descolonial tenga una doble conciencia: por un lado, lidia con la
explotación económica, la
victimización del obrero y la inconciencia humana de la mentalidad
capitalista, pero a su
vez, se encuentra con un "mecanismo de deshumanización racial y
patriarcal" (Jones 2010:
155) que impone la colonialidad del poder. Es por esto que para una
verdadera liberación
no alcanza con una "revolución del proletariado", sino que se debe
tomar en cuenta la
clasificación racial de la población del mundo, integrando a la clase
obrera, pero superando
la propuesta del marxismo, formulando o recuperando una conciencia
nacional.
No
obstante, dirá la autora en la conclusión de su trabajo, los Otros que
están en las
exterioridades del sistema no pueden ser completamente integrados a la
nación, y esto se
debe a la formación de esa doble conciencia nacional. A principios
de la década de 1980, otro intelectual argentino contribuye al
cuestionamiento
de la cosmovisión eurocéntrica, Andrés Roig, generando desde la
filosofía un
posicionamiento -otro, distinto y alternativo al que propone la
modernidad. Un recorrido
por parte de su producción se puede observar en el artículo de Carlos
Pérez Zavala.
Partiendo de
una lectura crítica de la filosofía de Hegel, Roig postula tres grandes
temas en
la filosofía latinoamericana: "la inversión de la filosofía de la
historia, el ejercicio de la
función utópica y la crítica de la razón política desde la noción de
olvido" (Pérez Zavala
2010: 132). El primero, la inversión, no implica solamente "dar vuelta"
la propuesta
colonial o realizar una antítesis, sino avanzar hacia un discurso-otro,
que tenga el poder de
una dialéctica creadora, superadora. A partir de estas críticas a la
filosofía posmoderna,
actualiza categorías clave, que habían sido descartadas por el discurso
filosófico, como ser
el relato, la razón, la patria, y a partir de allí, las de
universalidad y sentido, colaborando
con la tarea del filosofar situado, y cuestionando la separación entre
la filosofía y los
acontecimientos de la historia.
Realiza de
esta manera una ampliación metodológica de la filosofía, considerando a
la
ideología como omnipresente en el pensar, imposible de despegar de las
formulaciones,
inclusive en filósofos considerados "puros" como Hegel. Propone que se
consideren otras
formas (podríamos decir heterodoxas) de manifestar "ideas y sentires"
(Pérez Zavala 2010:
144): las vivencias, los filosofemas, las ideologías, las
cosmovisiones. Así, dice Pérez
Zavala en la conclusión, no se trata de ignorar la historiografía
tradicional, sino de
reformularla, incorporando las "pequeñas historias" (Pérez Zavala 2010:
146, olvidadas por
la academia.
Se puede
observar, en esta compilación de textos críticos, que contra los
intelectuales que
colaboraron con el desarrollo y la instauración del proyecto de la
modernidad (y fueron, por
lo tanto funcionales a él), de la colonialidad del poder/saber/ser en
Argentina y en el Cono
Sur, se desarrolló en el país (y es este uno de los ejes que articula
el libro) un pensamiento
local que es necesario recuperar para poder cuestionar los discursos
actuales del
universalismo moderno/colonial, y encontrar en nuestra historia
prácticas y desarrollos
intelectuales de resistencia a éste. Es muy importante (y aquí aparece
el segundo eje
articulador de la compilación) reconocer la genealogía de estos
desarrollos locales, para
poder observar, a su vez, su importancia en la historia, que, como bien
dice Zulma Palermo
en la Introducción, "aunque no encontraron en sus respectivos momentos
de emergencia
espacio suficiente para el arraigo, fueron dando forma a un 'piso'
epistémico de singular
valor para los proyectos liberadores" (Palermo 2010: 32).
Se demuestra
así la producción, a lo largo de la historia de nuestro país, de un
pensamiento
y una serie de prácticas alternativas a la oficial, que reconocieron y
denunciaron las
prácticas del poder colonial en su contexto particular, con
proyecciones en algunos casos
supranacionales, con sus limitaciones, referentes a su contexto
sociohistórico, y a su
pertenencia a occidente. Siguiendo a Walter Mignolo, la matriz colonial
de poder está
sostenida por el conocimiento, que garantiza un discurso coherente y
legitimante de sus
prácticas. Es entonces desafiando a este conocimiento con pretensión de
universalidad, que
se pueden observar las producciones de los autores aquí citados.
La que propone Pensamiento argentino y opción descolonial
es una de las tantas posibles
genealogías que se podrían ver en nuestro país, es un recorte que puede
completarse con
muchos otros autores y prácticas de nuestra historia. Esto es
particularmente importante
para llevar adelante el proyecto de liberación, de descolonialidad,
extremadamente
necesario, y que en algunos casos, está empezando a vislumbrarse. Como
dice Walter
Mignolo en el prefacio, "la opción descolonial se manifiesta en
distintas trayectorias,
genealogías de pensamiento y experiencias" (Mignolo 2010: 14).
Al ver la
persistencia en nuestra historia de creaciones intelectuales, y de
prácticas de
resistencia a la colonialidad del poder/saber/ser, incluso cuando no se
hablaba aún en estos
términos, podemos, por un lado, desnaturalizar las versiones coloniales
del desarrollo
intelectual del país, y por el otro, observar la permanencia histórica
de luchas contra la
colonialidad, más allá de situaciones de exilio, proscripción, censura,
persecución,
encarcelamiento, que puede, quizás, dar más fuerza y apoyo a las
actuales, al enmarcarlas
en una línea de continuidad histórica.
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