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1. Introducción La ablación es el paso de la infancia a la pubertad social. Las edades varían en función de la etnia pero siempre se celebra antes de la primera menstruación. Las encargadas de ejecutarla, las comadronas tradicionales, ejercen de guías espirituales. Pertenecen al estamento social de los herreros, muy venerado por la sociedad africana. Éstas serán quienes encabecen la procesión de niñas que van a ser operadas hasta el lugar de la ceremonia. En este artículo no pretendemos llevar a cabo un estudio socioantropológico de este rito de paso. Nuestra intención es dar a conocer la interpretación que la literatura francófona del África subsahariana hace de este culto. Como análisis de estudio, hemos escogido la obra Les soleils des indépendances del marfileño Ahmadou Kourouma, un literato que saca a escena, a modo de protesta, la situación de la mujer en la sociedad africana. Nos llama la atención que sea un hombre, "a cara descubierta", quien exponga los peligros que puede ocasionar este ritual en las niñas intervenidas. Es un tema, en general, bastante silenciado en el terreno de la escritura. Tendríamos que esperar años más tarde, para que la autora senegalesa Awa Thiam, diera voz en La parole aux négresses (1978) a tantas iniciadas que nos cuentan con todo detalle el día de su ablación. Aludiremos a otras escritoras más actuales, que también han dedicado un espacio entre sus páginas al reflejo de esta tradición social, exponiendo las graves consecuencias que este rito conlleva. Centraremos nuestro interés en los malinké del África occidental. De la mano de Kourouma accederemos a la ceremonia de ablación de este grupo étnico, su tribu. Plasmaremos sus distintas fases (preparación psicológica, la marcha en fila india hacia el campo de iniciación, el acto de ablación como punto culminante de la ceremonia, el retiro y regreso triunfal de las iniciadas al pueblo). Por otro lado, presentaremos una revisión de la situación actual en España de las mutilaciones genitales femeninas, al tratarse de uno de los puntos geográficos de destino de movimientos migratorios, procedentes de diversos países del sur del Sahara. El creciente peso demográfico de colectivos africanos en nuestro país, con un fuerte arraigo cultural, nos ha enfrentado a pensar en la posibilidad de la realización de estas prácticas, así como al hecho de que sea más habitual, en nuestro entorno, la existencia de niñas en riesgo de ser sometidas a una mutilación genital femenina (Kaplan 2006: 190). Antes de dar paso a la ceremonia malinké de ablación, presentaremos algunos datos del autor como nexo de unión entre éste y su etnia. Del mismo modo que otros tantos autores africanos, la cuestión de la tradición es un tema extremadamente relevante en la obra de Ahmadou Kourouma. Podríamos decir que, desde este punto de vista, su creación se asemeja a la de otros predecesores suyos como el novelista y etnólogo Nazi Boni, o incluso a los poetas de la Négritude como Senghor (1) que nos han descrito la cultura africana precolonial. Sin embargo, Kourouma, medio siglo después, ha narrado aún mejor el culto africano, en la época en la que la colonización de los invasores terminó devastándolo. Este éxito puede deberse a dos razones: por un lado, el escritor se convierte en un griot de lo que es mejor no contar, y él lo cuenta, a la misma vez que en un poeta erudito, historiador, etnólogo y sociólogo. Otra respuesta a su triunfo está en el hecho de que él no ha querido enseñar su cultura a los propios africanos, como así fue la intención de Nazi Boni, ni contrariamente a Hazoumé, justificar las costumbres africanas a ojos de los occidentales. No, Kourouma lo que hace es describir a personajes para los que la tradición se convierte en una carga, o bien otros que se aprovechan de ésta para conseguir sus ambiciones o sacar provecho económico, como es el caso de los griots (2) (Kourouma 1970: 11). Cuando Les soleils des indépendances sale a la luz, ya se ha producido un nuevo devenir en el mundo literario del África francófona. Las nuevas obras tendrán la intención de informar al lector occidental de la realidad y de la riqueza de su cultura. La escritura de Kourouma es el reflejo de la realidad que allí se respira. Habla de los defectos de su país. Expone los hechos sin dejarse llevar por su origen o sentimientos hacia su pueblo. Plantea una crítica tanto de los suyos, como de los invasores. Sus libros podrían incluso compararse con el mejor de los métodos didácticos para aprender los sucesos históricos acontecidos en África, desde la llegada de los colonos, hasta la Independencia de las naciones africanas. Es esta África moribunda la que describe Kourouma, con un estilo nuevo, un estilo producto de la fusión de dos civilizaciones, la francesa y la africana, y de dos lenguas, el malinké y el francés (Gassama 1995: 12). Conozcamos previamente algunos rasgos del individuo malinké, antes de abordar su rito de pubertad femenino. 2. La tribu malinké en la novela Les soleils des indépendances Impregnado de la cultura malinké, Kourouma abre la puerta al lector introduciéndolo en el día a día de este clan. Los malinké, también denominados como mandinga o mandé conforman un grupo étnico del África occidental. En la actualidad existen cerca de trece millones residiendo en diferentes países del oeste de África, en Gambia, Guinea, Guinea-Bissau, Senegal, Malí, Sierra Leona, Liberia, Burkina Faso y Costa de Marfil. Desde el punto de vista étnico y cultural, los malinké se relacionan de cerca con los fulani y wolof de la costa atlántica y los songhai del Sahara. Son predominantemente musulmanes. En áreas rurales, muchos combinan la creencia islámica con ciertas creencias animistas preislámicas. Tradicionalmente, la sociedad malinké fue aristocrática. Hoy en día la mayoría son agricultores y pescadores; también hay herreros y pastores (González 2006: 373). El modo que usa Ahmadou para dibujarnos esta realidad africana, muestra que no lo ha leído ni aprendido en los libros de etnología. Sus páginas delatan que Kourouma estuvo en todo momento dentro de esa sociedad africana, que se impregnó bien de todo lo relacionado con la cultura malinké, su etnia, y que la vivió de la manera más profunda, hecho que revelan esos pequeños detalles que sólo conocen quienes son miembros participantes de esa sociedad. Por ejemplo, las mujeres aparecen estrechamente ligadas a la tradición africana. Son portadoras de ésta. El comportamiento de Salimata, la protagonista de la novela, sigue cada uno de sus preceptos. Respeto al esposo, obediencia y fidelidad de la mujer que da la fuerza a sus hijos, garantizando el éxito en la vida. Salimata es el prototipo de mujer africana por excelencia. Los proverbios, las frases hechas de espíritu tradicional, han inundado las páginas de esta historia, de ahí que su obra permanezca entre los documentos más cercanos, reales y próximos a la tradición africana, no sólo por el contenido que muestra sino también por cómo la expresa. Kourouma nos cuenta la vida y la muerte de Fama Doumbouya, príncipe malinké que sobrevive durante la Independencia de países africanos. Aunque gran parte del relato tiene lugar en la capital (la capital de la République des Ébènes (3)), que representa la modernidad, podemos decir que la novela en su mayoría tiene como escenario de fondo lo tradicional, que queda personificado en Fama. Un personaje que, psicológica y sociológicamente resulta muy interesante, ya que por un lado todavía conserva reglas sociales anticuadas y por otro, guarda un estatus social como heredero totalmente desacreditado, realidad que él no desea ver. En el siguiente epígrafe citaremos las distintas fases del ritual de ablación de esta tribu. Hablaremos de la mutilación genital femenina y de las consecuencias que ésta puede ocasionar en el cuerpo de las iniciandas. 3. El ritual de ablación en Les soleils des indépendances "Cuando le empezó a crecer el pecho a Salimata, su madre estalló de alegría: ¡Ay Dios mío! ¡que ya estás hecha una mujer! Será pronto. Y a mitad de invierno: se fechó el día, será el próximo harmattan" (4) (Kourouma 1970: 35). La ablación se presenta como un rito de purificación biológica y espiritual que abre la etapa de la fecundidad y la procreación. Este rito de paso cambia radicalmente el estatus de la inicianda, arrancándola de lo natural (no ablación) e integrándola en la civilización y la pureza, es decir, en la cultura (ablación). En el contexto de la semiótica literaria estas prácticas caminan hacia una integración jerárquica descendente, es decir, como si se tratase de una puesta en escena en el texto. Tales formas literarias poseen una forma continua y constante hasta tal punto que podríamos denominarlas del mismo modo "texto ritual". Nuestro propósito llegados aquí, es describir las secuencias de la ceremonia de ablación de la tribu malinké, guíados de la mano de la neófita Salimata. Para la mayoría de las sociedades que practican este ritual, la ablación se presenta como la primera etapa de purificación de una adolescente, dejándola preparada para el matrimonio, la vida sexual y la fecundidad. Desde una perspectiva antropológica y cultural, la práctica de la mutilación genital femenina es un acontecimiento vital profundamente arraigado en la cultura de las mujeres africanas. Son ellas las que promueven la mutilación de sus hijas o nietas, en la creencia que la dama a la que se practican estas alteraciones genitales, es más femenina, limpia, más bella y honorable. En realidad, se trata de un rito de paso (Van Gennep 1986: 21) dentro del proceso de socialización infantil, arropado por un complejo entramado de simbolismos sociales y religiosos, que otorgan estatus, identidad étnica y de género así como un reconocimiento y una pertenencia social al grupo (Kaplan 2006: 199). Victor Turner, previa invitación, asiste a las ceremonias de los ritos de pubertad femeninos de la tribu de los ndembu, del noroeste de Zambia. Esto es lo que nos dice al respecto: "Y sin embargo, sentía, de alguna manera, que no era más que un simple espectador, contemplándolo todo desde el exterior, incluso cuando llegué a desenvolverme con soltura en la lengua vernácula (...) Con el tiempo, me vi forzado a admitir que, si quería conocer de verdad siquiera un segmento de la cultura ndembu, tendría que superar mis prejuicios contra el ritual y comenzar a investigarlo. Es cierto que casi desde el principio de mi estancia entre los ndembu había asistido, previa invitación, a las frecuentes ceremonias de los ritos de pubertad femeninos (Nkang'a) y había tratado de describir con la mayor precisión posible lo que había visto" (Turner 1988: 19). Kourouma, más que un estudio socioantropológico del ritual de ablación en su tribu, lo que quiere presentarnos en esta novela es el sufrimiento por el que tiene que pasar la mujer malinké como consecuencia de la extirpación de su clítoris. De ahí que no haga el mismo hincapié en todas las fases de este ceremonial. Curiosamente mencionará, por encima, las partes más "livianas", como la secuencia del retiro y la del recibimiento de las iniciadas con cantos y danzas. No se olvida de ellas, las alude pero no se excede en mostrarnos pasajes. Sin embargo su interés varía cuando fija su atención en el punto culminante del ritual, la secuencia de la mutilación genital. Es cuando nuestro escritor coge su pluma y nos detalla, al extremo, la sangre que se derrama, el cuchillo asesino que se presenta a las montañas, el corte del clítoris, el latigazo interno que sienten las niñas, todo ello con el fin de dar a conocer y gritar la barbarie de esta ceremonia. Es su denuncia a este culto, con ello implica al lector en este sufrimiento y lo conciencia de la brutalidad por la que tiene que pasar toda mujer africana para su exitosa inserción en el grupo. En Les soleils des indépendances, la ablación de Salimata es mencionada ya al comienzo, haciéndolo a lo largo de la novela de manera discontinua, casi en forma de analepsis, explicando a posteriori, la psicología del personaje, sus miedos, sus reacciones, etc. Primeramente existe una preparación psicológica previa a la ceremonia de purificación. En esta primera parte aparecen en escena madre e hija, la progenitora, tomando el cometido de maestra, rol por otra parte que le es impuesto por la sociedad africana. La conversación preparatoria se efectúa de modo íntimo, confidencial, en un momento privado entre ambas: "Ya verás, decía a menudo cuando Salimata era todavía una niña, un día serás circuncidada. Ya no es sólo la fiesta, las danzas, los cantos y la jarana que se forma, es también un gran acontecimiento que tiene un gran significado, y ¡menudo significado! (...) La ablación es la ruptura, traza el límite, pone fin a los años de equívocos e impurezas propias de una jovencita, es después cuando comienza la vida de mujer" (Kourouma 1970: 34). Y ese día llegó: "Una mañana grisácea y rara, diríamos que una mañana como tantas otras, si no fuera por el fuego que sentía Salimata en su interior y por el mal presentimiento que oprimía a su madre. Al primer canto del gallo, empezó a llamarse a las niñas a las que se les iba a practicar la ablación" (Kourouma 1970: 35). En los consejos que le da su madre, antes de partir con el resto de iniciandas, nos damos cuenta de la relevancia que este rito tiene para una mujer malinké: "¡Hija mía! ¡Tienes que ser fuerte! La valentía en el campo de la ablación es el orgullo de la madre y de la tribu (...) pero tengo miedo, mucho miedo, imploro a todos los espíritus para que todo te salga…a ti, ¡a mi única hija!" (Kourouma 1970: 35). Las niñas son apartadas de la comunidad con sus progenitoras y las más ancianas hasta que concluya el ritual. La guía espiritual encabezará esta procesión hasta el lugar de la ceremonia. Es la responsable del cumplimiento de este rito de paso y en ocasiones también interviene como comadrona. Es la encargada de llevar a cabo la operación. Salimata no olvidará nunca "la reunión de las chicas por la noche, marchando en fila india por la selva, en medio del rocío, vadeando el riachuelo, los cánticos de las matronas que las rodeaban y la llegada a un campo sin hierba, labrado, al pie de un monte cuya cima boscosa se perdía en medio de la bruma, y el grito salvaje de las matronas indicando el campo de la ablación" (Kourouma 1970: 36). Este retiro a la naturaleza prepara otro motivo iniciático que no está presente en todas las tribus y es el momento del encuentro con el monstruo. Se trata de suscitar en las adolescentes fuerzas emocionales tales como el miedo, enfrentándolas a lo sobrenatural y a lo divino (Laye 2007: 3). Salimata ve ese monstruo en la matrona que les practica dicho corte, "la mujer del herrero, la gran bruja" (Kourouma 1970: 34), "con sus ojos completamente rojos y las manos y brazos llenos de sangre" (Kourouma 1970: 33). Tendrán que dominar el miedo a la noche y al hecho de quedarse solas, entre mujeres, en plena frondosidad, lugar de muchos peligros; deberán vencer esa soledad rodeadas de un nuevo lugar, el bosque y con personas desconocidas, una metáfora que anticipa la separación de estas jóvenes de sus familias, como consecuencia del matrimonio. Mientras las niñas son intervenidas, las madres y mujeres de la comunidad ofrecen la fuerza de sus danzas haciendo sonar los tambores. De esta manera acompañan a las iniciandas en su dolor. La danza es una evocación al pasado. En ella se produce un movimiento corporal. Sirve de nexo de unión entre el pasado y el presente y marca el paso de lo conocido a lo desconocido. Libera el alma, la fortalece porque le abre una puerta hacia lo divino. Sin embargo para Salimata, esta etapa se halla prácticamente ausente. Su memoria apenas retiene algunos fragmentos de dicho bullicio. Para nuestra iniciada los cánticos se tornan en gritos y el baile en un camino hacia la muerte: "Empezaba a calentarse el ambiente con los gritos de las matronas y de las operadas que estaban ya fuera de sí (...) los buitres surgían de la espesura de los árboles y de la niebla atraídos por el olor a sangre. Volaban por encima de las cabezas emitiendo gritos y graznidos salvajes" (Kourouma 1970: 35). El ambiente oscuro, gris y sanguinario que se crea con la presencia de tales rapaces merodeando el lugar, como atraídos por un cadáver, hacen que la ceremonia adquiera un tono fúnebre. El lugar que ocupa el cuerpo en este ritual es fundamental. Es la zona de encuentro donde se fusiona la transformación y donde se queman los últimos residuos de la infancia. Pasa a ser lugar de heroísmo y de expiación, encuentro de contradicciones, del sufrimiento y de la reconciliación. Podríamos definir la iniciación como un bautismo en el que se consagra un nacimiento, la entrada a un nuevo mundo, y en donde se viaja de lo profano a lo sagrado. La ablación es a la vez un rito de separación y de reparación ya que se realiza con el fin de confirmar al individuo en su sexo, en este caso, porque el clítoris es considerado como una imperfección y principalmente como una impureza. La iniciación es pues una violencia social cuyas preocupaciones son el orden y la perfección: el cuerpo se despoja de su equívoco y se repara. El organismo se muestra como una alegoría del sufrimiento, prueba de ello es que la inserción en el grupo se hace con sangre. La ablación abre heridas muy profundas: la separación con el universo femenino y maternal, la reclusión, la prueba y el dolor. El acto de purificación comienza por el aislamiento del cuerpo. Es un recogimiento que pasa de lo abierto a lo cerrado, de lo colectivo a lo personal. En esta fase las pequeñas desatan su pareo (5), y se muestran desnudas, sin ropa, como el mismo campo. "A continuación se sentaban sobre un recipiente de cerámica y abrían la entrepierna" (Kourouma 1970: 36). El instrumento empleado para la realización del sacrificio es denominado en la novela como "un cuchillo con la punta encorvada" (Kourouma 1970: 34). Dicha navaja se presenta como una arma iniciática, una herramienta que desata y separa. Tiene una función purificadora en la medida en que está destinado a circuncidar el clítoris impuro. El miedo de ver el cuchillo extirpar la carne, ver cómo se cierran los ojos, la rapidez de la operación, revelan en cierta manera no querer la muerte de la infancia, no aceptar el hecho de dejar de ser niñas. Allí en el campo, entre la frondosidad, se llevará a cabo la primera fase del ceremonial, es decir, la intervención física que está marcada por la sangre y el dolor. Para Salimata esta secuencia será más que traumatizante, nuestra protagonista siempre la recordará como un horror más que como una fase propia del ritual: "Cuando llegaron al campo de la ablación, ella veía a cada adolescente desprenderse de su pareo y tirarlo, sentarse sobre un recipiente de cerámica y la extirpadora, la mujer del herrero, la gran bruja, avanzar, sacar el cuchillo, presentarlo a las montañas y cortar el clítoris considerado como la impureza, la confusión, la imperfección y ver lavarse a la operada, agradecer a la partera y entonar un canto a la gloria y a la valentía, repetido en coro por todas las allí presentes" (Kourouma 1970: 34-35).
El momento del corte es el más tenso e importante de la ceremonia ya que modifica el estatus de las neófitas, a través del cual las jóvenes pasan de la impureza a la pureza. Es el momento álgido de la ceremonia. Aquí, la partera tradicional, se presenta como protagonista. En este pasaje, el lector vivirá, de la mano de Salimata lo que una joven africana puede sentir (el miedo, el dolor físico, etc.) cuando le practican tal mutilación. Éste, sin apenas darse cuenta, entrará en el círculo de jóvenes que en ese momento, esperan ser intervenidas: "El latigazo del dolor le subió de la entrepierna a la espalda, al cuello y a la cabeza, le bajó a las rodillas; quiso incorporarse para cantar pero no pudo, le faltó el aliento, el ardor del dolor le tensó los músculos, la tierra parecía hundirse bajo sus pies y los asistentes, las otras chicas, la montaña y la selva, todo le daba vueltas, todo parecía volar en la bruma del amanecer; le pesaban los párpados y las rodillas, se sintió rota y se desvaneció" (Kourouma 1970: 37). Asombrosamente es Kourouma, un hombre, quien describe ese "latigazo" de dolor. ¿Cómo él, que no ha tenido que pasar por tan atroz vivencia, conoce y por ello nos describe toda esa serie de estremecimientos que una inicianda siente, de un modo, además, tan explícito? Es muy probable que se deba al hecho de que alguna joven que haya pasado ya por dicho ritual, le haya narrado el sufrimiento físico que tienen que soportar durante la mutilación del clítoris. En realidad, Salimata vive su iniciación como si fuera su propia muerte pues sólo piensa en ese corte que se torna en una tortura sin fin: "En ese instante de sus entrañas salió todo el miedo de todas las historias de las muchachas que habían muerto en el campo. Sus nombres venían a su mente, el nombre de las que cayeron abatidas frente al cuchillo. El campo se quedaba con las mejores, las más bellas (¡como Salimata!). También se había quedado con Moussogbê de la promoción de su mamá, una belleza que todo Horodougou recordaba todavía. Nunca más volvió. Hace ya de eso cuatro inviernos. Nouna cuya nariz era tan recta como un hilo cuando se tensa. Salimata buscaba en vano sus tumbas. Las tumbas de las que nunca regresaron y a las que no lloraron por considerarlas como sacrificios por el bienestar del pueblo" (Kourouma 1970: 36). Una parte de Salimata muere aquí en el sufrimiento y en la sangre frente al altar de las exigencias sociales, y puesto que fallece una parte de ella, nace otra en forma de cuerpo de mujer (6). En definitiva, el recorrido iniciático para una adolescente consiste en superar con éxito todas estas etapas. Sin embargo, el cuerpo desvanecido de Salimata no ha culminado todas las fases del ritual, ha fallado en la más importante y será castigada por ello, no podrá tener hijos, su futuro será el de una mujer estéril. Cuando nuestra joven volvió en sí, el grupo de las otras iniciadas ya se había marchado. El regreso de estas jóvenes estaría siendo celebrado. "Es decir, que la vuelta de las escindidas había sido festejada, bailada y cantada sin Salimata (...) Salimata no vivió el regreso triunfal al pueblo como ella había soñado tantas veces" (Kourouma 1970: 38). Nuestra protagonista, mientras tanto, continuaba en el bosque, atendida por dos matronas. Éstas la llevaron a casa del féticheur Tiécoura, a una casa aislada, pequeña, con poca luz: "Subida a la espalda de una matrona por un camino perdido, una entrada escondida, así fue como entró en el pueblo y llevada a la cabaña del fetiche Tiécoura y durante el resto de la jornada, a los pies de la paciente, se hicieron los sacrificios, rodaron colas blancas y rojas mientras su madre lloraba (...) La cabaña del fetiche estaba aislada, era redonda y pequeña. El fetiche, que ocupaba casi la mitad de ésta, con una máscara espantosa, dominaba todo el interior. Había una lámpara de aceite encendida, la luz que desprendía mantenía el misterio del lugar. El techo de la cabaña era de paja, de él colgaban mil trofeos: pareos, un cesto, un cuchillo, etc." (Kourouma 1970: 38). Las otras jóvenes, tras su recibimiento triunfal en el pueblo, serían conducidas seguidamente a otra cabaña apartada, donde durante tres semanas, les harían curas corporales, como consecuencia de las heridas causadas en la secuencia ceremonial y donde las prepararían para ser buenas esposas y madres. Salimata se reuniría después con sus condiscípulas en lo que Eliade denomina "la cabaña iniciática" (Eliade 1981: 243). Esta segunda parte del ritual dura el tiempo de cicatrización de las heridas y está en función de las complicaciones que se han podido producir durante la operación. Es un periodo de alto riesgo rodeado de tabúes y normas muy estrictas. En esta fase las niñas están bien atendidas. Los saberes de las mujeres les serán transmitidos a través de la tradición oral. Reciben toda la riqueza cultural de su pueblo, aprenden las normas sociales de su grupo, las normas de relación entre el hombre y la mujer y el respeto que deben mostrar a sus mayores. Las mujeres pasan sus enseñanzas a las neófitas en todas aquellas tareas que conformarán su vida adulta. En la cabaña iniciática, las jóvenes tienen que experimentar la simbiosis con la naturaleza, lejos del mundo civilizado. Dicho retiro no sólo sirve de cura para las recién iniciadas sino también para que se las prepare rigurosamente. En ella se instruirá a las jóvenes sobre su nueva vida y sobre las leyes, las costumbres y los tabúes de la sociedad (Kourouma 1970: 34). La madre de Salimata le presenta este momento como si se tratara de una promoción: "¡Ya verás, hija mía! Durante un mes vivirás recluida con otras circuncidadas y por medio de cantos os enseñarán todos los tabúes de la tribu" (Kourouma 1970: 32). Concluido dicho aislamiento, se harán fiestas. En éstas se celebrará el nacimiento de un nuevo ser y su agregación definitiva en el seno de la sociedad de los adultos, en donde la estrenada mujer, se unirá al universo del marido que ya le tienen preparado. Esta tercera fase tiene un contenido social. Una vez la herida ha cicatrizado, las niñas son acompañadas por las mujeres más ancianas y son presentadas a la comunidad. De esta forma legitiman el nuevo estatus que han adquirido. Las mujeres que las reciben, bailan y ofrecen sus danzas en señal de aceptación y de bienvenida al grupo: "¡Ay el regreso! Hay que decirlo, era la fase más bella de la ablación. El tam-tam, los cantos, y todo el poblado, agolpándose al encuentro de las chicas operadas, tocando las calabazas" (Kourouma 1970: 38) (7). La antropóloga Adriana Kaplan también nos relata un rito de paso, de iniciación, de las niñas de Senegambia: "En la primera fase, las niñas son separadas de la comunidad y circuncidadas. La ruptura con la etapa anterior, la infancia, está marcada por el corte y la mutilación del clítoris, la sangre y el dolor. La segunda fase, de marginación, tiene una duración que depende del tiempo de cicatrización de la herida y del proceso de aprendizaje de las iniciadas, y suele prolongarse entre dos y ocho semanas según el tipo de operación realizada. Éste es un período de alto riesgo, rodeado de tabúes y normas estrictas, prescripciones y prohibiciones especiales referidas a los cuidados, la higiene, el alimento, la ropa y el movimiento en general. Es en esta fase donde se lleva a cabo el aprendizaje por parte de las niñas iniciadas, donde les son transmitidas las enseñanzas que aglutinan la riqueza cultural y social de su pueblo. En la tercera fase, de agregación, se celebra una gran fiesta de graduación donde se presenta públicamente a las iniciadas como nuevos miembros de la comunidad de las mujeres adultas, con sus nuevos roles y categorías sociales. De esta forma son públicamente reconocidas, legitimadas y aceptadas por la comunidad como nuevas integrantes de la sociedad secreta de las mujeres" (Kaplan 2006: 200). Sin embargo, Salimata, mientras se hallaba de retiro en casa del féticheur Tiécoura curándose de las heridas, éste, encargado, como consecuencia de su ablación sin éxito, de cuidarla tal y como necesitaba su estado, en vez de conformarse con su noble función social, abusará de ella y la violará durante la noche, aprovechando un descuido de la matrona. Ésta sintió cómo "algo tocó sus caderas y su herida. En ese instante, notó cómo el dolor se le clavaba y la abrasaba. Sus ojos se nublaron de colores que le daban vueltas y se tornaban verdes, amarillos, rojos. Dio un grito de dolor y perdió el conocimiento en medio de un charco de sangre" (Kourouma 1970: 38). Salimata había sido violada. Ese será su primer contacto con el género masculino. Un encuentro brutal, violento y desastroso. Este acto innoble inaugurará su destino trágico con los hombres, pues la sombra de Tiécoura siempre se hallará presente en su mente. "Sí, Salimata nunca lo supo; pero en su interior siempre había como un escalofrío que la ponía tiesa como un garrote cada vez que alguien le nombraba a Tiécoura" (Kourouma 1970: 40). A cada petición sexual, el féticheur aparecerá en sus pensamientos y la paralizará, volviéndola loca por momentos, hecho que no le dejará asumir con éxito su destino de mujer y esposa en su primer matrimonio forzado con Baffi: "Las ceremonias acabaron pronto para su gusto; demasiado pronto le lavaron la cabeza y se vio en la cabaña nupcial con dos matronas al pie de la cama para la educación sexual y para testimoniar que era virgen. Baffi entró, se acercó, lo intentó, ella se encogió, se apretujó, se negó, las matronas acudieron y la cogieron, él quiso forzarla y violarla. Salimata gritó, gritó como la noche de su ablación y el miedo y el horror de Tiécoura volvieron a su nariz y a su garganta, gritó y gritó, tanto que los ladridos de los perros empezaron a oírse de patio en patio sobresaltando a todo el poblado; las matronas la soltaron, Salimata dio un salto de la cama y escapó por la puerta, la sujetaron y se vino abajo, hundiéndose en la pena y el llanto. El marido se abrochó los pantalones" (Kourouma 1970: 41). Como la dote ya estaba pagada, Baffi, dándose por vencido, ya que su salud, ante esta mujer, peligraba, decidió destinarla a las labores del hogar "como una mujer para la cocina, pero no como una esposa a la que le perteneciera una parte de las noches del esposo" (Kourouma 1970: 42). En definitiva, todo indica en la novela que el recorrido iniciático de Salimata ha tenido un éxito a medias. No ha muerto durante el ritual, como suele ocurrir en muchas ocasiones, pero tampoco ha ido en el grupo con el resto de iniciadas. Podríamos definir la vuelta de Salimata como un regreso iniciático, sin embargo su posición queda un tanto ambigüa. Hemos de decir que no es sólo Kourouma el único escritor que lleva a cabo una interpretación literaria del ritual de ablación. Del mismo modo, otros autores de la literatura francófona del África subsahariana, hacen eco en sus obras de esta bárbara costumbre. Awa Thiam en La parole aux négresses (1978) saca a la luz este culto, exponiendo al mundo el problema de la ablación y de la infibulación en el África oeste. Esta obra, que es fruto de una intensa investigación con eruditos islámicos, personas mayores, y mujeres víctimas de la ablación, ha suscitado numerosas polémicas en África. A la autora le han llovido fuertes críticas por parte del lectorado africano pues da voz a un tabú silenciado durante mucho tiempo. Sin embargo, gracias a esta novela, numerosas mujeres desconocidas, del día a día, han tenido la oportunidad de hablar y contarnos sus vivencias. Gracias también a esta obra, el lector descubre que el Corán no hace alusión alguna a la mutilación genital femenina, es decir, la religión musulmana no es el origen de la ablación (Thiam 1978: 78-79), sino más bien la vasta y omnipresente tradición. Es la primera vez que mujeres subsaharianas, no pertenecientes a ningún organismo oficial nos describen su realidad, su día a día…. Es el gran mérito de este libro, dar la palabra a aquellas que han estado en silencio durante tanto tiempo. Las mujeres que hablan aquí, la mayoría, no son conscientes de su injusticia. Lo que ellas viven, es a sus ojos, algo normal propio de la condición femenina. Sin embargo, su toma de palabra, sin que ellas sean conscientes de ello, es ya una toma de conciencia. Relatan pero no acusan. En estos países la tradición religiosa y la familia son implacables, manifestarse en contra significaría salirse del grupo, un suicidio social. Alice Walker en su novela Possessing the Secret of Joy (2008) describe las traumas por los que su heroína Tashi debe pasar como consecuencia de esta intervención. Nos describe hasta qué punto una mujer puede sentirse anulada tras la ablación. En la película Fleur du désert. Du Désert de Somalia au monde des top-models, adaptación de la novela de Waris Dirie (8) su protagonista hace el mismo tipo de denuncia, así como Sembène Ousmane en el filme que él mismo dirige "Mooladé" (2004) (9). Calixte Beyala (1988: 24) incrimina en Tu t'appelleras Tanga no sólo el trastorno que ocasiona la tradición sino también el traumatismo físico que sufren como consecuencia de la ablación sus heroínas. Con las aportaciones de todos estos escritores y escritoras corroboramos la afirmación que hace Adriana Kaplan sobre el compromiso de la literatura frente a este bárbaro ritual: "El impacto sobre la salud mental y la salud sexual y sus vivencias, aunque menos estudiado, también está documentado en la literatura. Se señalan sobre todo, la aparición de sentimientos de humillación, vergüenza o terrores nocturnos. Son posibles en algunos casos trastornos mentales, especialmente la angustia y la depresión" (Kaplan 2006: 199). Llegados aquí, nuestro planteamiento es el siguiente: ¿Reflejan estos autores la verdad de esta realidad? Tomemos como punto de partida el momento actual que todavía en el siglo XXI seguimos viviendo y comprobemos, si hoy en día, se sigue practicando este ritual. Sin ir más lejos, veamos qué ocurre en España entre el colectivo inmigrante de origen subsahariano, ¿acaso se muestra éste contrario a dicha tradición o por el contrario la perpetúa? ¿Qué tipo de condena refleja nuestro Código Penal ante la práctica de la ablación? Veámoslo a continuación. 4. Mutilaciones genitales femeninas "A consecuencia del fenómeno migratorio la problemática asociada a las mutilaciones genitales femeninas se ha extendido a Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, es decir a comunidades de migrantes en todo el mundo" (Kaplan 2006: 192). Centraremos nuestra atención en la revisión de la situación de las mutilaciones genitales femeninas en España en la actualidad, haciendo hincapié en los aspectos culturales, etnográficos y legales necesarios para tener una visión integral de la problemática de las mutilaciones genitales femeninas en nuestro país. Abriremos este epígrafe exponiendo los distintos tipos de mutilaciones que se realizan dependiendo del nivel de intervención. Aún hoy en día en muchos países del África subsahariana, la realización de las mutilaciones genitales femeninas es un hecho habitual, en el contexto cultural de los ritos de paso de la infancia a la edad adulta (10). Existe todo un entramado de creencias culturales y tradiciones que perpetúan estos rituales que atentan contra la integridad física de las mujeres. La ablación tiene diversas consecuencias, como las enfermedades inflamatorias, las infecciones de las vías urinarias, o que la lesión no cicatrice. El dolor de la operación suele provocar traumas prolongados, y las hemorragias pueden ser mortales. La mutilación genital femenina tiene lugar en países del África occidental y del África oriental:
Sin embargo, también se practica fuera del continente africano, como en Europa, América del Norte o Australia, debido a las comunidades inmigrantes de esas regiones. Fran Hosken y Michel Erlich (1986: 22) nos especifican los distintos tipos de mutilación genital femenina existentes: - Tipo I o clitoridectomía: consiste en la eliminación del prepucio del clítoris, con o sin ablación parcial o total de éste. - Tipo II o ablación: ablación del clítoris y, total o parcialmente, de los labios menores, dejando los labios mayores intactos. - Tipo III o infibulación: es la forma más severa de mutilación en la que el clítoris, los labios menores y mayores son extirpados, suturándose ambos lados de la vulva. Se deja un pequeño orificio que permite la salida de la orina y la sangre menstrual. Normalmente la intervención es llevada a cabo por una partera tradicional y sin ningún tipo de anestesia la mayoría de las veces, con un instrumento cortante en precarias condiciones de higiene además. Si las dos primeras (clitoridectomía y ablación) son más habituales en el África subsahariana occidental, la tercera (infibulación) es más común en el África oriental. Las propias mujeres argumentan (Lacoste-Dujardin 1993: 73) que continúan con este culto por cuestiones prácticas: por higiene, estética, por facilitar el parto, prevenir la promiscuidad, preservar la virginidad, mantener a la mujer alejada de los hombres y asegurar su fidelidad al esposo y prevenir el nacimiento de niños muertos. Existe la creencia de que si el bebé recién nacido ha tocado con su cabeza el clítoris al nacer, puede morir o padecer algún trastorno mental. Es decir, la mujer africana se remite a la tradición africana para dar respuesta al porqué de tan bárbara tradición, incluso llegan a pensar que "puede crecer demasiado, como el pene" (11). Según Unicef, la prohibición de tal práctica en determinados países ha hecho descender la edad media de las niñas sometidas a dicho ritual. Las familias se animan a realizar esta operación a una edad cada vez más temprana con el fin de que sea más fácil ocultarlo ante las autoridades (Unicef 2005: 7). En los últimos veinte años, España ha sido el país de destino de movimientos migratorios de personas procedentes del África subsahariana. Emigran las personas portando como equipaje su cultura. La incorporación a nuestra sociedad de familias que provienen de entornos geográficos, históricos, sociales y culturales diversos donde la realización de mutilaciones genitales femeninas tiene un fuerte arraigo cultural, nos enfrenta a este tipo de prácticas tradicionales en nuestro país. Es un ritual bastante enraizado en las sociedades africanas puesto que se nutre de la tradición, de la experiencia previa de sus mayores, de las mismas madres así como de la religión. La presión familiar juega un rol primordial: las abuelas y suegras de etnias donde se practica este rito de paso no aceptan que en el seno de su familia haya mujeres a las que no se les haya practicado la ablación. En ese caso las considerarían impuras, convirtiéndose en objeto de burlas del resto de miembros de la familia y coesposas. La mayoría de estos padres no piensa en las consecuencias ni en el mal que ocasionan a sus hijas, sólo desean facilitarles la integración en el grupo, garantizarles una vida casta, evitando así el adulterio en la mujer y asegurándoles la virginidad hasta el día del matrimonio (Thiam 1978: 93). Hemos de destacar igualmente el hecho de que, no en todos los estados africanos se practican las mutilaciones genitales femeninas, ni todos los grupos étnicos de un mismo país las llevan a cabo, como la etnia wolof en Senegal y que tradicionalmente no la celebra (Kaplan 2006: 192). Las estadísticas varían según las regiones y según los grupos étnicos. Podríamos afirmar que en algunas regiones la mutilación genital femenina ha desaparecido casi por completo, sin embargo, queda un largo camino aún por recorrer: todavía en el siglo XXI un gran número de mujeres son víctimas de las mutilaciones genitales femeninas. ¿Y el hombre? ¿Cómo se posiciona el hombre africano frente a la ablación? Nhial Bol nos da respuesta a esta cuestión en "Droits-Sudan: les Islamistes dénoncent les campagnes de lutte contre l'excision" Femmes-Afrique-Info, 29 junio (1998), o lo que es lo mismo, los islamistas denuncian las campañas de lucha contra la ablación. Según éstos, la abolición de este ceremonial provocaría el "caos social", perturbaría el orden social establecido. Afortunadamente no toda la población masculina piensa de la misma manera. Ahmadou Kourouma, con su pluma, describe y denuncia este bárbaro ritual en una África poscolonial de los primeros años de independencia. ¿Qué dice nuestro Código Penal al respecto? En el siguiente subapartado comprobamos las sanciones que fija el marco legal en España a quienes sometan a sus hijas a una mutilación genital. 4.1. El código penal en España frente a las mutilaciones genitales femeninas La mutilación genital femenina es un delito de lesiones, sancionado en nuestro ordenamiento jurídico en los artículos 147, 148, 149 y 150 del código penal. El artículo 149 concreta: "El que causare a otro, por cualquier medio o procedimiento, la pérdida o la inutilidad de un órgano o miembro principal, o de un sentido, la impotencia, la esterilidad, una grave deformidad, o una grave enfermedad somática o psíquica, será castigado con la pena de prisión de seis a doce años" La Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre publicada en el Boletín Oficial del Estado de 30 de septiembre de 2003 introduce una modificación a este artículo: "El que causare a otro una mutilación genital en cualquiera de sus manifestaciones, será castigado con la pena de prisión de seis a doce años. Si la víctima fuera menor o incapaz, será aplicable la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad, tutela, guarda o acogimiento por tiempo de cuatro a diez años, si el Juez lo estima adecuado al interés del menor incapaz" (BOE, núm. 234). La Ley Orgánica 3/2005 de 8 de julio, de modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) expone los siguientes motivos: "La mutilación genital femenina constituye un grave atentado contra los derechos humanos, es un ejercicio de violencia contra las mujeres que afecta directamente a su integridad como personas. La mutilación de los órganos genitales de las niñas y las jóvenes debe considerarse un trato inhumano y degradante incluido, junto a la tortura, en las prohibiciones del artículo 3 del Convenio europeo de derechos humanos. Los Estados miembros de la Unión Europea, cuyas constituciones reconocen el derecho a la integridad personal, tanto física como mental, como un derecho fundamental, se han visto enfrentados a un fenómeno de exportación de la realización de mutilaciones genitales femeninas debido a la inmigración de personas procedentes de países donde su realización representa una costumbre tradicional aún en vigor. El hecho de que las mutilaciones sexuales sean una práctica tradicional en algunos países de los que son originarios los inmigrantes en los países de la Unión Europea, no puede considerarse una justificación para no prevenir, perseguir y castigar semejante vulneración de los derechos humanos. La OMS estima que en el mundo hay 130 millones de mujeres víctimas de mutilaciones genitales practicadas en nombre de culturas y tradiciones religiosas. La Convención de las naciones unidas para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, en su artículo 2.f prevé, que los Estados parte, adopten medidas adecuadas, incluso de carácter legislativo, para modificar o derogar leyes, reglamentos, usos y prácticas que constituyan una discriminación contra las mujeres. Asimismo, el Programa de acción de la conferencia internacional sobre población y desarrollo (El Cairo 1994) y el Programa de Pekín (1995) incluyen recomendaciones a los Estados a fin de erradicar las mutilaciones genitales femeninas y para modificar los comportamientos sociales y culturales y acabar así con los perjuicios y prácticas lesivos para las personas. En esta línea se inscribe la presente Ley Orgánica al posibilitar la persecución extraterritorial de la práctica de la mutilación genital femenina cuando la comisión del delito se realiza en el extranjero, como sucede en la mayor parte de los casos, aprovechando viajes o estancias en los países de origen de quienes se encuentran en nuestro país" (BOE, núm. 163). Esta ley añade un nuevo epígrafe g) al apartado 4 del artículo 23 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, que queda redactado como sigue: "Igualmente será competente la jurisdicción española para conocer de los hechos cometidos por españoles o extranjeros fuera del territorio nacional susceptibles de tipificarse, según la ley penal española, como el delito relativo a la mutilación genital femenina" -aunque hace una matización- "siempre que los responsables se encuentren en España" (BOE, núm. 163). Francia, como ex-colonia de muchos de los países donde se practica la mutilación genital femenina, es el país europeo que más penas de prisión ha dictado, que más casos investiga y que más ayudas presta a las víctimas de esta violación de derechos. Por otro lado el Parlamento Europeo también se ha pronunciado en contra de esta práctica (con dos resoluciones, en 2001 y 2008). Leamos atentamente el testimonio de una mujer africana que recoge Awa Thiam en La parole aux négresses (1978) y que explica la fuerza de tan estremecedora tradición. La entrevistada es originaria de Malí. Tiene 35 años, con estudios superiores y es Directora de una empresa privada. Le practicaron la ablación y la infibulación. Ella misma, después de ser consciente de todos los males que la ablación podía ocasionar, -física y psíquicamente-, decidió, de común acuerdo con su marido, que sus hijas no fueran sometidas a tan atroz ritual. Tenían tres. Las tres nacieron en Francia, mientras su marido y ella terminaban los estudios. Y nos relata: "Cuando
regresamos a Malí mi
madre fue la primera en
preguntarme si ya les había realizado a
mis hijas la ablación y la infibulación. Respondí -No-, además le
precisé que no tenía ninguna
intención en hacerlo. Fue durante las vacaciones. Encontré trabajo y
dejaba a mis niñas en casa
de mis padres, las venía a buscar el fin de semana. Un día, que
regresaba del trabajo, pasé por su
casa para verlas. Normalmente siempre salían corriendo para venir a
saludarme. Pregunté a mi
madre que dónde estaban -Están en su cuarto- me dijo, señalándome con
el dedo su habitación. Tras este testimonio, Awa Thiam añade: "De hecho, es habitual en Malí, que a niños que se mandan a pasar las vacaciones con sus abuelos regresen circuncidados, o se les haya practicado la ablación y/o la infibulación" (Thiam 1978: 85). El 22 de noviembre de 2011, el diario El País titula "Primera sentencia en España contra la mutilación genital femenina": "Un
matrimonio de Gambia es
condenado en Teruel a seis y dos
años de prisión respectivamente
por practicar la mutilación genital femenina a su hija de apenas un año
-seis años para el padre
por considerar el juez que éste tenía conocimiento de que la mutilación
genital femenina es
ilícita en España, mientras que la pena a la madre es menor por
desconocer la ley- han vuelto a
disparar las alarmas sobre esta práctica extendida en el mundo, sus
porcentajes más altos en
África subsahariana. Se trata de la primera sentencia judicial en
nuestro país en un caso de
mutilación genital femenina, si bien ha habido otros casos no llevados
a tribunales al haberse
cometido la mutilación en el extranjero": El 8 de agosto de 2008 el periódico El Mundo anuncia "Llega a España la técnica para la reconstrucción de clítoris. La Fundación Dexeus de Barcelona importa de Francia este tipo de operaciones". En esta noticia el diario confirma que las mujeres que hayan sufrido una ablación tienen la posibilidad de reconstruir su clítoris sin salir de España: "La
intervención es de régimen
ambulatorio y la paciente no
necesita permanecer ingresada. Este
tipo de intervenciones, aunque lo parezca, no es ninguna novedad. Hace
ya más de cuatro años
que en varios hospitales franceses se practican reconstrucciones de
clítoris. Unas operaciones
que van a cargo de la Seguridad Social francesa. El inventor de la
técnica que permite la
recuperación del órgano sexual mutilado es el doctor Pierre Foldes.
Urólogo de formación y
antiguo colaborador de la madre Teresa de Calcuta, Foldes revierte las
ablaciones de clítoris por
medio de una operación que dura veinticinco minutos. Hace apenas un año
que Pere Barri
abandonó Francia para incorporarse en la unidad de obstetricia de la
Clínica Dexeus de
Barcelona. Desde entonces ha perseguido poder realizar reconstrucciones
de clítoris en España.
Ahora, gracias a la colaboración de la Fundación Dexeus, Pere Barri ha
impulsado un proyecto
para que su propósito sea posible. Por el momento, la iniciativa está
en fase embrionaria y no se
ha practicado ninguna intervención. Lo que sí se ha hecho es contactar
con diversas asociaciones
vinculadas a colectivos de inmigrantes para dar a conocer la acción,
que en las primeras
pacientes financiará íntegramente la Fundación Dexeus": Finalmente El País, el 11 e marzo de 2009 nos da la siguiente noticia: "El Peset reconstruye el
clítoris a una joven somalí. Es
relativamente frecuente en las
mutilaciones rituales de clítoris, que el órgano quede tan dañado, que
la intervención para
reconstruirlo presente cierta complejidad, ya que hay que extraer la
parte que queda bajo el pubis
de forma que la mujer recupere la sensibilidad. No fue éste el caso de
la mujer somalí de 25 años
a quien se le practicó el viernes una intervención en el hospital
Doctor Peset de Valencia para
devolver a sus genitales un aspecto normal, recuperar la función sexual
y recomponer las
lesiones causadas. En este caso, aunque a la paciente le extirparon los
labios menores y le
sellaron los mayores, el clítoris no había sufrido muchos daños, por lo
que los médicos tuvieron
menos trabajo del esperado y confían en que recobre la calidad de vida
sexual. La operación fue
dirigida por Pere Barri, del Instituto Universitario Dexeus, el único
centro especializado en estos
procesos en España, y participó el jefe de Ginecología del Peset,
Antonio Pellicer": Finalizamos con el discurso que la protagonista de la película Fleur du désert (Flor del desierto), una joven somalí, da en relación a las mutilaciones genitales femeninas: "Amo
a mi madre, amo a mi
familia y amo África. Desde hace más
de 3000 años, las familias
creen firmemente que una joven a la que no se le ha hecho la ablación
es impura, porque lo que
tenemos entre las piernas es impuro y debe ser extirpado y cerrado
después, como prueba de
virginidad y virtud. La noche de bodas, el marido coge una cuchilla o
una navaja y corta antes de
penetrar por la fuerza a su esposa. Si no se hace la ablación a una
mujer, no se casa y por
consiguiente es expulsada de su aldea y se la trata como a una
prostituta. Esta práctica continúa a
pesar de que no figura en el Corán. Es bien sabido que a consecuencia
de esta mutilación, las
mujeres enferman psicológica y físicamente para el resto de sus vidas.
Esas mismas mujeres son
la espina dorsal de África. Yo sobreviví pero dos de mis hermanas no.
Yasmina murió
desangrada después de ser mutilada y Amina falleció en el parto, con el
bebé aún en su vientre.
¿Hasta qué punto se fortalecería nuestro continente si un ritual tan
salvaje fuera abolido? Existe
un proverbio en mi país: 'El último camello de la fila camina tan
deprisa como el primero'. Lo
que nos pase a cualquiera de nosotras, afecta a todas las demás. Cuando
era niña decía que no
quería ser mujer (¿para qué?) cuando sufres tanto dolor y eres tan
desdichada, pero ahora que he
madurado estoy orgullosa de ser lo que soy. Por el bien de todos
nosotros, intentemos cambiar lo
que significa ser una mujer" (Véase el vídeo en: 5. A modo de conclusión En la actualidad, en algunos países africanos se está comenzando a eliminar la primera fase del ritual, la parte de la intervención física, conservándose la segunda y tercera secuencia, la de la transmisión social y reconocimiento cultural. Es decir, se está apostando por una iniciación sin mutilación. Aplaudimos dicha iniciativa con la esperanza de que se extienda a más países del África subsahariana, quedando instaurado como culto definitivo. De ahí que los literatos de los que hemos hablado en este artículo, usando sus novelas como armas de reivindicación, centren su atención principalmente en esta primera parte del ritual ("la del corte"). Es su denuncia particular, su grito de protesta: presentar al mundo la fase más dolorosa y sanguinaria del ritual para concienciar al lectorado de tal brutalidad. Partiendo de esta realidad nos comprometemos a afirmar que, éstos, leída la interpretación que hacen de este rito de paso en sus escritos, defienden, apoyan y respaldan también una iniciación sin mutilación. Plasmar y sacar a escena, como hemos hecho nosotros aquí, el ritual de ablación de una determinada tribu, es anunciarlo, exponer esta práctica africana es darla a conocer. Damos voz a las mujeres que están silenciadas por el yugo de la tradición. Esa es nuestra finalidad y éste, nuestro único medio de protesta, siendo conscientes, dicho sea de paso, de que existe una violencia física y psíquica a ojos de toda la humanidad camuflada bajo el disfraz de aquello que denominan, cultura, tradición, costumbres… El camino que queda por recorrer es lento y largo aunque lleno de esperanza. El que nos ha traído hasta aquí, venía cargado de muchos silencios, sin embargo, gracias a autores como Ahmadou Kourouma y a novelistas como Awa Thiam, Calixte Beyala o Alice Walker, entre tantos otros mencionados en este artículo mostramos la protesta que también hace la literatura a este rito de paso, aún hoy en nuestros días, tan arraigado en determinados grupos sociales de origen subsahariano. Notas 1. El objetivo que perseguía Senghor como figura clave en la literatura de la Négritude era cantar, dar a conocer el África tradicional, es decir la tradición africana. 2. Los griots pertenecen a una casta de músicos ambulantes. Los más célebres aparecen en la televisión, contando las hazañas de tal o cual monarca. Tales historias apasionan a un público que se las aprende de memoria. Éstos nos pueden recordar a los trovadores, poetas de la Edad Media, que cantaban las historias de héroes, señores y otros personajes. Los griots menos célebres actúan en barrios en ocasión de alguna fiesta. Su presencia no puede ser rechazada. Situándose en la entrada de la casa del dueño, dependiendo del dinero que esperan recibir de éste, recitan toda una canción o sólo un fragmento (González 2006: 380). 3. Costa de Marfil. 4. Todas las citas han sido traducidas por la autora del artículo. 5. "Los entes liminales, como por ejemplo los neófitos en los ritos de iniciación o pubertad, pueden representarse como seres totalmente desposeídos. Pueden ir disfrazados de seres monstruosos, llevar sólo un simple taparrabos encima o incluso ir desnudos, con el fin de demostrar que, en cuanto seres liminales que son, no tienen status, propiedades, distintivos, vestimenta secular que indique el rango o rol, ni posición alguna dentro de un sistema de parentesco: en suma, nada que pueda distinguirlos de los demás neófitos o iniciandos. Su conducta suele ser pasiva o sumisa; deben obedecer implícitamente a sus instructores y aceptar cualquier castigo que pueda infligírseles, por arbitrario que sea, sin la menor queja. Es como si viesen reducidos o rebajados hasta una condición uniforme para ser formados de nuevo y dotados con poderes adicionales que les permitan hacer frete a su nueva situación en la vida" (Turner 1986: 102). 6. Estas mutilaciones físicas y los sufrimientos que éstas conllevan representan la muerte: el cuerpo de la niña que muere. 7. Cuando Kourouma dice calabazas se refiere al tambor hecho con calabazas. Este instrumento de percusión está siempre presente en las ceremonias femeninas, un elemento fundamental que representa el útero materno como símbolo de la fertilidad. 8. En Fleur du désert la protagonista da vida a una joven de trece años a la que se le ha practicado la ablación y decide escapar, abandonar a sus padres ya que la quieren forzar a casarse sin su consentimiento. Tras una larga travesía por el desierto somalí llega a Londres donde trabaja como limpiadora. Un fotógrafo de moda la descubre y ahí comienza su vida de modelo. 9.
Moolaade
(Protección 2004), del célebre director senegalés Sembène Ousmane.
Incluida dentro
de su trilogía "Heroísmo cotidiano", en ella el cineasta denuncia la
práctica de la mutilación
genital femenina: 10. Van Gennep (1986) hace una matización al respecto y añade que los ritos de iniciación no son ritos de pubertad física ya que no coinciden con la pubertad fisiológica sino más bien con una pubertad social cuyas edades varían en función del sexo y de las tribus (Kaplan 2006: 199). 11. Véase el vídeo de
CEDECOM sobre mutilación genital femenina: Bibliografía Beyala, Calixte Camara, Laye Dirie, Waris Eliade, Mircea Gassama, Makhily González Alarcón, Isabel Esther Hosken, Fran (y Michel Erlich) Kaplan, Adriana (y Antonio López) Kaplan, Adriana (y otros) Kourouma, Ahmadou Lacoste-Dujardin, Camille Laye, Camara Thiam, Awa Turner, Victor Van Gennep, Arnold Walker, Alice Unicef Direcciones de Internet Juicio a un matrimonio por la
ablación de clítoris de su hija: El Instituto Dexeus se ofrece a
reconstruir gratis el clítoris
de las víctimas de la ablación: El Peset reconstruye el clítoris
a una joven somalí: Material audiovisual Vídeo de CEDECOM sobre
mutilaciones genitales femeninas: Película Mooladé, de
Ousmane Sembene, 2004: Película Flor del desierto,
de Sherry Hormann, 2009: Vídeo del testimonio en Flor
del desierto de la
protagonista sobre la ablación genital femenina: |
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