"ReDCE núm. 41. Enero-Junio de 2024"
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Granada me hizo. Me hizo desde la carambola que, en abril de 1979, de la mano de un memorable Congreso de Humoristas gráficos, Historietistas, Viñetistas y Chistógrafos venidos de toda España y convocados en la Alhambra por el Ministerio de Cultura, me condujo e imantó hacia ella, ciudad mágica, embrujada, fascinante, inagotable, la más hermosa del mundo. Enamorado a primera vista de su promesa y sus posibilidades, Granada me hizo estudiante de Derecho en octubre de 1979. Y desde entonces, por Granada, me hice estudioso, profesor, investigador y jurista desde mi Licenciatura en Derecho en 1984. Y socialista también. Granada me hizo gran parte de la persona que he sido, y de la que intento ser, todavía, cada día. Granada habita en mí en las personas que me hicieron granadino desde mi origen canario, identidad primaria e irrenunciable que he hecho siempre compatible con todas las que se han sumado en el curso de mi vida. Empezando por Granada.
Decir que Granada me hizo es hablar de profesores que tuve la suerte de encontrar. Cuya conversación, ejemplo, estilo, me marcaron para siempre. Entre ellos, determinantemente, el inolvidable Juan José Ruíz Rico (1979/1993), Gregorio Cámara Villar, y mi admirado camarada en el Consejo de Representantes, Paco Balaguer Callejón, por quien conocí a su hermana María Luisa. Decir que Granada me hizo es nombrar a las personas de las que he aprendido tanto, lo que exige, a estas alturas, rendirles tributo de afecto y gratitud indeleble.
A lo largo de mis estudios de licenciatura en Derecho (1979/1984), tuve como profesores de Derecho Constitucional a Juan José Ruiz Rico y Gregorio Cámara Villar. Apasionado de la disciplina que entonces aprendíamos como “Derecho Político”, simultaneé —ahora, tras tantos años, me parece casi inverosímil el esfuerzo, la motivación y tenacidad que ello me impuso— mi titulación en Granada con la de Ciencias Políticas y Sociología (matrícula libre, según la ordenación vigente en aquella época) en la legendaria Facultad de la Universidad Complutense, junto a La Moncloa.
Bebí de todas las fuentes la ciencia social a mi alcance. Y no puedo sino agradecer al destino y a la vida que cruzasen mi camino con los de los docentes que me iniciaron en Granada. He expresado mi homenaje a Juan José Ruiz Rico en infinidad de ocasiones, sin que sumen nunca suficientes. Hora es aquí de decir que reconozco la influencia permanente de Gregorio Cámara en mi formación, y, aún más, en mi vida. Le debo en enorme medida cada paso que he dado a esa escuela granadina que lleva su impronta y la de Paco desde que se nos fue nuestro querido Juan José.
Gregorio siempre estuvo ahí, para imprimir su sello en cada umbral que yo enfilaba o me proponía cruzar. Fue miembro de mis tribunales de oposición a Profesor Titular en Granada y Catedrático en la ULPGC. Con esa su seriedad, su sobriedad y su amable y distinguida elegancia iluminó el cursus honorum que nos propusimos entonces quienes éramos más jóvenes y apenas intuíamos ya que la vida como aprendizaje es un océano insondable y que su navegación solo concluye con la muerte.
Por eso le recuerdo, y cuánto, como mi profesor. Porque Gregorio es, claro, un profesor. Un profesor extraordinario, respetado, y querido, de esos que nunca han dejado de aprender y compartir. Formado él mismo en Granada y EEUU (con el entonces veterano y venerado Prof. Juan Linz, que fue inspiración e influencia de muchas vocaciones científicas en las más diversas ramas del conocimiento social), Gregorio transitó con solvencia -esa fue su inexorable coordenada generacional- desde la sociología política al constitucionalismo duro, área en la que se acreditó con publicaciones señeras como sus pioneros y sobresalientes libros sobre la objeción de conciencia o la doctrina prospectiva de los votos particulares en la jurisprudencia del TC.
Porque es un tipo estupendo —que se enfrentó muy joven a adversidades y reveses, habiendo cubierto el trayecto desde su origen humilde (Torredonjimeno, Jaén, 1953) hasta el faro de excelencia por el que le tenemos—, Gregorio es, sin duda alguna, un profesor formidable. Por esa su bonhomía, por esa su actitud sensata, tan próxima y por ello llana, sin sombra de afectación o impostura, solemos llamar ejemplar a esa mirada sensible que caracteriza a Gregorio ante cualquier embate intelectual o vital y al mismo tiempo reflexiva en cada vicisitud.
Por eso, y por tantos motivos, le he tratado y querido en todas las estaciones. Por eso hemos compartido y reído en tantas ocasiones mil amistades comunes (¡Andrés Sopeña, cómo no!), y el amor por su familia, por su Manoli de siempre, por sus hijos Javier y Gregorio, y ahora —ya vendrán más— por su querida nieta Sara. En las peripecias universitarias —académicas, incluidas las que exhiben a ratos rasgos tribales, cualquiera que fuese la escena, escenario o personajes—, en las controversias sociales, en el compromiso y en la acción política, en la experiencia de ostentar una representación de soberanía popular en el Congreso de los Diputados de España, en la argumentación jurídica y en la razón constitucional: en cualesquiera circunstancias, siempre ha merecido la pena observar el juicio de Gregorio Cámara. Porque ese, su propio, juicio, es el único que explica cómo, en todo lo vivido, Gregorio se ha situado y respondido ante la comunidad y sobre todo ante sí mismo.
Y en todas esas ocasiones ha revalidado el crédito y la reputación que le precedían. Pero, sobre todo, en todas, ha dado fe de buen hacer, de buen estar, buen conversar, y de su talante cordial, tan gentil y generoso, por el que hasta su jubilación (2023) como Catedrático en Granada, esta Universidad por tantos conceptos excelente, se ha mostrado dispuesto a enseñar mucho de lo que sabe tanto como a aprender.
Gregorio, tan querido por tantos, y desde luego por mí. Granada te ha disfrutado: su Universidad centenaria, su ciudad maravillosa, su mítica y mágica aureola de encrucijadas históricas, desde el Reino Nazarí hasta la última cumbre del Consejo Europeo durante la Presidencia Española del Consejo de la UE. Y nos has hecho disfrutarla.
Gracias, por tanto, Gregorio.
Resumen: En este trabajo, Juan F. López Aguilar, Catedrático de Derecho Constitucional (UL-PGC), elabora un tributo a Gregorio Cámara Villar, Catedrático emérito de Derecho Constitucional en la Universidad de Granada.
Palabras claves: Gregorio Cámara Villar, Derecho Constitucional, Universidad de Granada, Tributo.
Abstract: This work is a tribute to Gregorio Cámara Villar, Professor Emeritus of Constitutional Law at the University of Granada, by Juan F. López Aguilar, Full Professor of Constitutional Law (ULPGC).
Key words: Gregorio Cámara Villar, Constitutional Law, University of Granada, Tribute.
Recibido: 15 de mayo de 2024
Aceptado: 15 de mayo de 2024
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