POBLAMIENTO Y TERRITORIO EN EL SUROESTE DE LA PROVINCIA DE JAÉN EN ÉPOCA ROMANA

POPULATION AND TERRITORY IN THE SW OF THE PROVINCE OF JAÉN IN ROMAN TIMES

Antonio Luis BONILLA MARTOS *


Resumen
Durante más de seis siglos los romanos vivieron, trabajaron y amaron, esta tierra; enterraron, en ella, a sus muertos y  vieron nacer a su hijos, derramaron sudor y sangre, hasta que llegó un momento, en que el paso del tiempo, hizo que ya no fuesen romanos sino hispanos, quedando para siempre unidos en perfecta simbiosis. Después de más de mil quinientos años, los numerosos restos de este período nos recuerdan su esplendor.  

Palabras Claves
Calzada, villae, inscripción, provincia, terra sigillata.

Abstract
For more than six centuries, the Romans lived, worked and loved this land; they buried their death and saw their children born; they gave their blood and sweat, until the time came when they were no longer Romans but Hispanics, remaining together in a perfect symbiosis forever. After five hundred years, the large number of archeological sites from this period remind us of its splendour.

Key words
Road, villae, inscription, province, terra sigillata.


INTRODUCCIÓN

El presente trabajo es continuación del publicado en el número uno de esta revista, titulado “Poblamiento y territorio en el suroeste de la provincia de Jaén en época ibérica” representando el desarrollo histórico de esta zona, a lo largo del periodo romano; por supuesto no carente de las lagunas propias de una investigación de estas características, pues cómo ya mencionamos en su día, las limitaciones para el estudio de los elementos con los que contamos son notables.  
 

FUENTES

Mucho más profusa la documentación relativa a esta período que al anterior, encontramos referencias a Tucci (Martos) tanto en escritos de autores antiguos, Plinio, como en otros actuales. La documentación para el caso de Martos es aceptable, cosa que no ocurre en el caso de Fuensanta, de la que sólo disponemos de algunas referencias en revistas o libros locales; este hecho, que en un principio podía comportar un componente negativo, deviene con el tiempo en un acicate y un reto a la hora de elaborar este trabajo.

Para conocer Martos en época romana se hace imprescindible la consulta de las siguientes obras: Historia y Antigüedades de la Peña de Martos (1579), de Diego de Villalta; Las Colonias Gemellas (1788), de Alejandro del Barco y La Colonia Romana de Tucci (1987), de José Miguel Serrano Delgado.  

Las inscripciones, por otro lado abundantes, han deparado un buen campo de cultivo del que poder extraer numerosa documentación. El texto y las traducciones de las mismas son  extraidas en buena medida de la obra de Cristóbal González (1991 y 1996).

Sin duda, la actuación más prolífica a la hora de recabar datos sobre este período ha sido la labor de campo, mediante el rastreo de un amplio espacio geofráfico. Somos conscientes de la dificultad de abarcar de forma minuciosa los asentamientos de tan extensa zona; sin embargo, también es cierto que muchos de los que hemos podido localizar no han sido publicados ni estudiados con anterioridad; otros, en cambio, son muy conocidos, especialmente los que se localizan en el término de Martos.
HISTORIA

Parece ser que, inicialmente, no estaba entre los planes de los romanos el anexionarse la Península Ibérica, pero una vez aquí, y conscientes de las ventajas económicas que podía reportarles la explotación de los vastos recursos que se encontraban llevaron acabo una política expansionista, unas veces, basada en pactos de amistad y protección con los indígenas, y otras en la dominación y vasallaje mediante el recurso de la fuerza, lo que dio lugar al diferente estatus de que gozó cada ciudad, y a la diferenciación entre el nivel de derechos y deberes alcanzados por ciudadanos y no ciudadanos. Evidentemente no debieron someter sólo al substrato poblacional ya existente, sino que tuvieron que enfrentarse con los cartagineses hasta expulsarlos, y ocupar su lugar como garantes de un nuevo orden político, social y económico.

Los romanos establecieron en todo el imperio conquistado una división administrativa al objeto de controlar mejor los territorios que iban engrosando éste. En la Península Ibérica la primera división se llevó a cabo en los primeros momentos quedando establecidas dos provincias, Hispania Citerior, la más cercana a Roma, e Hispania Ulterior, la más alejada, y dentro de la que se englobaba la Colonia Augusta Gemella Tuccitana (Martos). Posteriormente, en el año 27 a. de C., en época de Augusto, se llevó a cabo una nueva reordenación del territorio creándose una tercera provincia (TUÑÓN LARA et al. 1983:290), que resultaría de la fragmentación de la Ulterior en dos, pasando a denominarse Baetica y Lusitania, y la Citerior que quedaría establecida como Tarraconense. Martos formaría parte de la Hispania Ulterior Baetica. A partir del siglo I d.C., ya en época imperial, el control sobre las provincias era ejercido directamente por el Senado o por el Emperador. Aquellas provincias que no habían sido pacificadas correspondían a éste último, lo cual daba lugar a que determinados enclaves de especial beneficio económico fuesen de gran interés para el Emperador, caso de Castulo, que aunque formaba parte de la Baetica, al procederse a la división, fue anexionado a la Hispania Citerior Tarraconense, que no era provincia pacificada, a fin de quedar dentro de los núcleos administrados directamente por el Emperador (TUÑÓN LARA et al. 1983:290).

Las provincias, a su vez, fueron divididas en unidades administrativas menores denominadas Conventus, que dotaron al aparato político romano de un eficaz instrumento de control sobre las mismas; Tucci formó parte del Conventus Astigitanus  (FERNÁNDEZ GARCÍA et al. 2002:9-10).

El componente indígena fue importante, y dio lugar en determinadas ocasiones a quebraderos de cabeza de la élite militar romana. En el año 141 a. de C. el gobernador de la Ulterior, Q. Fabio Máximo Serviliano, con 18.000 infantes y 1500 caballos, además de elefantes, fue derrotado por Viriato que se encontraba refugiado en Tucci (ARCE 1988:96).  

Carmen Rísquez destaca que: “...hacia el año 15-14 a. de C. se funda la colonia (Augusta Gemella Tuccitana) sobre un punto elevado en la falda de la peña (de Martos), con contingentes de veteranos de las legiones IIII Macedonica y X Gemina que habían luchado en las guerras cántabras”(RISQUEZ 1987: 1897).

 Tucci fue una fundación militar a la que Augusto le concedió el estatuto de colonia, pero que tuvo su origen en tiempos de César, al parecer, según destaca Vicente Salvatierra Cuenca, motivada dicha fundación, por un lado, como castigo de César a los indígenas, por el apoyo mostrado a Pompeyo y, por otro, como lugar estratégico de control ubicado en la zona septentrional del Conventus Astigitanus, y parcialmente coincidente con los antiguos límites de la Bastetania (SALVATIERRA CUENCA 1995: 126). Muchos de estos colonos se asentarían directamente en el campo.

Parece ser que el foro de la antigua ciudad romana estaba enclavado en la actual Plaza del Ayuntamiento de Martos, según se desprende del hallazgo de unos fragmentos de pavimento que se han considerado pertenecientes al mismo (RISQUEZ 1987:1899).


POBLACIÓN

Originariamente el lugar estaba habitado por un substrato poblacional indígena y con la conquista romana se produce un aluvión de colonizadores, de origen romano, procedentes de dos legiones: la IIII Macedonica y la X Gemina (RISQUEZ 1987:1897), a los que se les entregan tierras para su cultivo. Ahora bien, llegados a este punto, es necesario preguntarse si en el momento en que se lleva a cabo la colonización existían aún elementos prerromanos habitando en los oppida de esta zona. Cristóbal González, hablando sobre la integración de la sociedad indígena, nos dice: “El problema se plantea esencialmente en relación con las colonias propiamente dichas, tales como Urso, Astigi, Tucci, Ucubi e Iptuci, en las que se produjo una deductio en sentido estricto, en consecuencia, como propugnacula imperii Romani serían expresión, teóricamente al menos, del dominio de los vencedores sobre los indígenas. Esta caracterización debe especialmente subrayarse, ya que estas fundaciones se realizaron sobre o junto a un oppidum indígena, documentado arqueológicamente...” (GONZÁLEZ ROMÁN 2002:56).

En cualquier caso, hay un hecho evidente y constatable físicamente: a excepción de la ciudad de Tucci y del asentamiento del Cerro de San Cristóbal (posible Bora), que se ubicaron sobre antiguos solares de oppida ibéricos, el resto de asentamientos indígenas no presentan signos de haber sido reutilizados en época romana; muy al contrario, los lugares elegidos por los colonizadores romanos no presentan un patrón que pueda asimilarse en modo alguno al de los habitantes precedentes. Por otro lado, y como ponen de manifiesto numerosos autores, antes del siglo II a. C. estos baluartes defensivos ya habían sido abandonados (RUIZ RODRÍGUEZ y MOLINOS MOLINOS 1999). Desconocemos los motivos que llevaron al desalojo de los mismos, pero en la mayor parte de los casos no parece que las causas vinieran motivadas por hechos violentos, aunque debido a la falta de excavaciones en la zona, no podemos descartar razones bélicas en determinados casos, como evidencian el ocultamiento de tesorillos de plata, o la inutilización de armamentos no procedentes de enterramientos (baste como ejemplo el cuenco argénteo de Fuensanta) (ALMAGRO GORBEA 1986:502-503).
 

ECONOMÍA

Agricultura

En contra de lo que se pueda pensar no fue el olivo el principal cultivo en esta época, ya que como veremos a continuación su extensión como monocultivo, prácticamente no se produce hasta el siglo XIX.

No disponemos de referencias escritas que nos indiquen la distribución de los distintos tipos de cultivo en estas tierras; para hacernos una idea de cómo estaban repartidas hemos de tomar como base los datos correspondientes a la Edad Media, y extrapolarlos al período que nos ocupa. Siguiendo a López Molina, podemos apreciar que el 50 % de las tierras se dedicaban al cultivo de la vid, el 30 % al trigo, el 10 % a cultivos de huertas, y el 10 % restante a distintos tipos de cultivo, entre ellos el aceite (LÓPEZ MOLINA 1996: 202). No debe causarnos sorpresa, a la vista de la extensión del olivar en la actualidad, la poca importancia que tuvo en épocas pasadas, ya que no será hasta muy avanzado el siglo XVIII, cuando comience a tener cierto auge el cultivo de éste. El aceite de la Baetica gozó de numerosos elogios por parte de los autores clásicos y fue exportado a Roma en grandes cantidades, como lo han puesto de manifiesto los restos de ánforas encontrados en el Monte Testaccio, procedentes en su mayor parte de las provincias de Córdoba y Sevilla.

Es importante la colección de aperos de labranza que se encuentra en el Museo Arqueológico del Colegio San Antonio de Padua de Martos que nos da una perspectiva bastante completa de los que se utilizaron en esta época, y que grosso modo no han variado en demasía a los que hemos conocido en nuestros días. Distinguimos el arado localizado en la Morilla en Fuensanta y la azada del mismo lugar, a las que hemos podido tener acceso y que se encuentran en un cortijo cercano al lugar del hallazgo.

Debió destacar la producción de cereales y de vino, que conocemos a través de los restos de molinos localizados en distintos lugares, aunque desconocemos el volumen que pudieron alcanzar. No tenemos constancia de si hubo excedentes que pudiesen ser exportados, o si el consumo sólo fue local.

Señalamos dos estupendos molinos, localizados in situ, que han llegado hasta nosotros en perfecto estado de conservación: uno para harina, que está en la finca conocida como la Manuela de las Casillas de Martos (Lám. I), y el otro para aceite, que se encuentra en Ipolcobulcula (Encina Hermosa, Castillo de Locubín).



El molino de harina se denominaba Mola asinaria, cuando era movido por un asno, o bien Mola trusatilis, en el caso que fuese accionado por la fuerza humana. Catón distinguía una tercera tipología de molino, los molinos hispanos, aunque no llegó a señalar lo que los diferenciaba de los anteriores.

El molino de aceite, Mola olearia, constaba de una gran piedra circular, mortarium, sobre la que giraban los rulos, al tiempo que iban morturando las aceitunas y el zumo de éstas corría a través de los pequeños canales que la rodeaban (RAMOS LIZANA y SAN MARTÍN MONTILLA 1997:38).

Comercio  y manufacturas

En relación con las manufacturas, los restos de cerámica encontrados proceden en su mayor parte de los talleres de Los Villares de Andújar, zona localizada relativamente cerca, apenas a cuarenta kilómetros de distancia, dónde se ha documentado un importante complejo alfarero que exportaba sus productos fundamentalmente a la Baetica y al norte de África (FERNÁNDEZ GARCÍA et al. 2002:73-74). También hay restos de vasijas que pudieron ser elaboradas a muchos kilómetros de distancia; nos referimos a las importadas del gran complejo cerámico de La Graufusenque, en la Galia (FERNÁNDEZ GARCÍA y CASADO 1994: 167-240).

Aunque no disponemos de muchas referencias, en  ocasiones se recogía en las inscripciones funerarias el oficio del finado, veamos algún ejemplo de las que disponemos. El primero se refiere, concretamente, a un comerciante:

FADIAE ....
L. HAT.
LIN.

Traducción:  “A Fabia...., Lucio Aterio, comerciante de telas” (GONZÁLEZ ROMÁN y MANGAS MANJANARES 1991:522).
Cronología: Probablemente siglo I a. de C.

Otra inscripción nos habla del trabajo de la lana:

CAESIA.L.F.CELSA
AN.LXV.H.S.E.
QUOD VOTO PETIERE SUIS PELRUMQUE PARENTES
CUNCTA TIBI DIGNAE CAESIA CON I ER NT
LANIFICI PRAECLARA FIDES PIETATIS ALUMNA
PRISCAE PRAECIPUE FAMA PUDICITIAE
TE ROGO PRAETERIENS DICAS
S.T.T.L.
Q.Q.V.L.P.XII

Traducción: “Caesia Celsa, hija de Lucio, de 65 años, aquí reposa; todo lo que tus padres pidieron con voto para los suyos tantas veces, te tocó en suerte todo junto de forma merecida, oh Caesia; preclara en el trabajo de la lana, fiel, educada en la piedad, principalmente famosa por tu honestidad primitiva; te ruego paseante, digas, séate la tierra leve; lugar en todas las direcciones de 12 pies”.
Cronología: Según García y Bellido correspondería al siglo I d. de C. (GONZÁLEZ ROMÁN y MANGAS MANJANARES 1991:557).

Minería

En la zona de Las Casillas se han localizado numerosas minas que se han venido utilizando, en algunos casos, de forma ininterrumpida desde la Antigüedad hasta nuestros días. Son minas de hierro, de las que se extraían “hematites pardos” para fundición, y “hematites rojos” que eran utilizados para la decoración de cerámica a la almagra -destacan los restos de escoria que se localizan esparcidos por toda esta zona- (CAÑO DORADO 2000:29). En numerosos yacimientos de Fuensanta es frecuente el hallazgo de escorias de fundición, aunque en el entorno de los mismos no se localice la presencia de ninguna mina, lo que nos hace pensar en fundiciones itinerantes según las necesidades de uso o consumo de elementos manufacturados.

Especialmente abundante es la piedra caliza, que pudo ser utilizada para construcciones, aunque no se ha localizado ninguna cantera para tal fin que fuese explotada en la Antigüedad, por lo que desconocemos si los grandes bloques tallados, encontrados en la zona, son autóctonos o fueron exportados de otros lugares.


COMUNICACIONES

Calzadas

La extensa red de caminos y vías que los romanos trazaron a lo largo y ancho de todo el Imperio fue sin duda uno de los pilares en los que se asentó su poder sobre la mayor parte del orbe conocido en ese momento. Aparte de las principales vías, de las que tenemos conocimiento gracias a la documentación que ha llegado hasta nosotros, entre otros el Itinerario de Antonino, existieron otros tipos de vías de menor importancia y que no suelen aparecer en referencias documentales.
No tenemos constancia en los autores antiguos de una vía romana por esta zona. En cambio, sí se recoge en trabajos elaborados en los últimos años, algunos de los cuales veremos a continuación, teniendo en consideración los restos materiales que han podido conservarse. Partiendo de ellos, parece ser que, al menos, dos vías romanas atravesaron estos pagos. Las posibles rutas que utilizaron los romanos en esta zona de la sierra Sur de Jaén son:

1. Tucci - Alcalá la Real:

La referencia más antigua, a la que hemos tenido acceso sobre la existencia de una vía romana nos viene del siglo XVIII, donde se hace referencia a una vía romana que comunicaba Martos con Alcalá la Real, pasando por Fuensanta y Encina Hermosa (BARRAGÁN OLIVARES 1980).

Enrique Moreno de Torres (1917) nos indica:  

“Saliendo de Martos para Fuensanta por el camino antiguo, éste se bifurca a dos kilómetros en el sitio llamado Picón de Granada, y desde este sitio se ven de trecho en trecho grandes trozos empedrados de una antigua calzada que iba a Fuensanta y seguía por el paraje llamado las Casillas, y continuaba el Castillo de Locubín, pasando por Encina-Hermosa (donde existen, como lo demostré, importantes ruinas romanas) y continuaba a Alcalá la Real, para luego internarse en la provincia de Granada.

Este camino viejo de Martos a Fuensanta lo constituía la mencionada vía romana que ha sido aprovechada por algunas partes en la nueva carretera que se está construyendo atravesando el río Salado, donde hay un puente romano (Lám. III) restaurado en el siglo XVII...” (ROMERO DE TORRES 1917:574).
Más recientemente, C. Calvo Aguilar y J. E. Murcia Serrano, vuelven a hacer hincapié en la existencia de calzadas romanas en la zona objeto del presente estudio:

“Se puede afirmar que este castillo (del Víboras), en relación a Alcalá la Real, se configura como eje fundamental del camino que partiendo de Jaén, discurría hacia el sur, con destino a Granada y a Córdoba. ...

El papel de núcleo de comunicación viene avalado por la presencia, en las inmediaciones, de dos puentes. Su construcción se remonta a época romana, y aparecen remodelados en tiempos medievales. ...

El primero de ellos (Lám. III) se localiza a escasos metros de la carretera que une Martos con Fuensanta (JV-2215). Está ubicado sobre el curso del río Salado y uniría Martos y la Campiña con la zona de Fuensanta, las Casillas, accediendo a la cuenca del río Víboras en su tramo medio, en dirección hacia el paso de la Caracolera, que nos permite atravesar la citada sierra hacia la zona de Locubín...

No obstante, parece probada la existencia de otro puente a lo largo del Víboras, en su tramo medio, que permitiera el acceso, a través de una pequeña depresión en la sierra de la Caracolera, con la zona del Castillo de Locubín...” (CALVO AGUILAR y MURCIA SERRANO 2000:163-164).

Centrándonos en el primero de ellos, el que une Martos con Fuensanta, que es el que ahora nos interesa, hay que tener en cuenta que en todas las descripciones anteriores hay un dato aparentemente contradictorio. En las redacciones anteriores se pone de manifiesto que el camino se dirigía a Fuensanta, para seguir hacia las Casillas y Castillo de Locubín. Sin embargo, parece un tanto ilógico, con las debidas reservas, ir hasta Fuensanta para, a posteriori, retroceder hacia las Casillas y, lo cierto, es que el puente que atraviesa el Salado se encuentra en dirección a Fuensanta y no hacia las Casillas y, en cambio, la bifurcación a la que nos hacía referencia E. Moreno de Torres en el lugar conocido como Picón de Granada, el camino que llaman de Granada, se dirige a las Casillas y no a Fuensanta; por ello, en la actualidad, resulta ciertamente muy complejo poder seguir el trazado que en su día llevasen estas vías.  

Otro autor que se refiere a esta vía es José M. Serrano Delgado; nos dice: “Realmente hay restos de una vía romana que comunicaba Tucci con la Bastetania: se encuentran vestigios en los tramos Martos-Fuensanta-Castillo de Locubín –Alcalá la Real, y de ahí se interna en la provincia de Granada” (SERRANO DELGADO 1987:73). En realidad, este autor no aporta nada nuevo ya que los datos los extrae, con toda probabilidad, de un artículo de Romero de Torres (ROMERO DE TORRES 1917:574).

2. Tucci-Sonsotingi

Esta vía no aparece en los escritores antiguos, aunque resulta habitual su consignación en escritos y mapas de autores modernos.

Al respecto de las comunicaciones en esta zona, Calvo Aguilar señala lo siguiente:

“El otro elemento viario de importancia se localiza más al suroeste, cercano a la carretera de Alcaudete-Martos, sobre el río Víboras (Lám. IV), y su originalidad radica en la conservación de un tramo de la antigua calzada, que se dirige hacia el noroeste, posiblemente hacia el que mencionábamos anteriormente, para poder atravesar el río Salado.



Este segundo puente vadea el Víboras en su tramo sur, y permite el acceso a la zona de Alcaudete y, sobre todo, a la zona de la Subbética cordobesa. ... La calzada anexa está realizada con piedras de mediano tamaño, delimitada en sus extremos por grandes lajas. Se mantienen unos 100 metros de la misma, aunque es fácil seguir el trazado, pudiendo observar pequeños restos aislados” (CALVO AGUILAR y MURCIA SERRANO 2000:163-164).
 
Sobre esta calzada, Serrano Delgado, al que hicimos referencia anteriormente, no nos aclara mucho “...hay que pensar que no pasaría por Tucci ninguna de las grandes arterias de comunicación , aunque es de suponer también que habría un ramal que la comunicaría con la relativamente próxima Vía Augusta. Thouvenot propone que estaría enlazada, además, con la Bastetania por un lado, y por otro con la costa de Malaca a través de la cuenca del río Guadalhorce” (SERRANO DELGADO 1987:73).

Hace pocos años, Martín Jiménez Cobo presentaba un minucioso análisis de las localidades por la que pudo discurrir su trazado (JIMÉNEZ COBO 2000:71).

Por último, M. I. Fernández, A. Ruiz y J. L. Chicharro publican un mapa sobre las vías romanas en Jaén, incorporando ésta como posible vía basándose en los corpora al uso (FERNÁNDEZ GARCÍA et al. 2002:81).

En el mapa que aparece en Inscriptiones Hispaniae Latinae, correspondiente al Conventus Astigitanus Provinciae Baeticae, una de las vías que podemos encontrar es ésta a la que nos estamos refiriendo (GEZA 1988).

Como vemos, son numerosas las referencias a la existencia de esta vía y, en líneas generales, siguen el mismo trazado en todos los casos.
Tanto en el puente romano que cruza el Salado en dirección a Alcaudete, como en las inmediaciones de la aldea de las Casillas de Martos, podemos encontrar restos empedrados correspondientes a elementos viarios antiguos.



Puerto

Sobre la posibilidad de la existencia de un puerto en Martos, Manuel Tuñón de Lara, Miguel Tarradell y Julio Mangas nos señalan que: “Las vías fluviales eran habitualmente empleadas para el transporte de personas o mercancías ... prácticamente todos los ríos de la Península, en mayor o menor medida, eran navegables. Estrabón habla de las embarcaciones que circulaban por el Guadalquivir y sus afluentes; en el curso alto y medio se empleaban barcas muy anchas, con poco calado.... .Asta, a 18 Km. de Cádiz; Híspalis (Sevilla), Itálica, Ilipa, Astigi, Obulco (Porcuna), Munda (Montilla), Ategua (Teba la Vieja), Tucci (Martos), Urso (Osuna), Ulia (Montemayor), Corduba (Córdoba), eran todas importantes ciudades comerciales dotadas de puertos” (TUÑÓN DE LARA et al. 1984:272).

De haber existido un puerto fluvial debería de haber estado situado en el río Víboras, y desde luego el calado del río sólo daría para pequeñas barcas, y aunque debieron ser muchas las dificultades que tendría que sortear, tampoco es totalmente rechazable su existencia.


URBANISMO

Lugar de hábitat

La ocupación de estas tierras por parte de Roma supuso una serie de cambios estructurales bastante significativos en relación a la organización establecida por el substrato nativo precedente. La población pasará de habitar en poblados fortificados a hacerlo en ciudades, caso de Martos, y en villas dispersas, dedicadas al cultivo de la vid y el olivo, aunque la ocupación fundamental sería el pastoreo. Se potenciarán las comunicaciones interiores a través de la construcción de vías y caminos. Muchos de estos, realizados para conectar entre sí los pagus, estaban realizados en tierra, por lo que no se ha conservado nada de ellos. Sin embargo, en ocasiones, se han seguido utilizando a lo largo del tiempo.

Centuriaciones

Uno de los problemas con los que se encontró el Estado Romano fue qué hacer con todos los soldados que finalizaban su contrato con el ejército romano y pasaban, con su licenciamiento, a formar parte de la sociedad civil nuevamente. Al incorporarse al ejército se les había prometido la entrega de tierras una vez finalizase la prestación de sus servicios, pero, sin embargo, en Roma no había tierras que repartir. Por ello, Roma, muy astutamente, zanjó el problema mediante el reparto de lotes de tierras en los lugares que había conquistado, plasmándose de forma práctica mediante el sistema de entrega  de porciones regulares de terreno denominadas en la práctica centuriaciones. Ello representó varias ventajas para el Estado Romano: en primer lugar, mediante el establecimiento de los soldados licenciados en las tierras conquistadas Roma dispuso de una eficaz fuerza de colonización, pacificación y aculturación. Por otro lado, lograba el alejamiento de la Urbs de una posible fuente de conflictos, al asentar en tierras lejanas a toda una turba de posibles elementos distorsionadores del sistema, con un fuerte desarraigo, tras largos años de guerra y servicio en el ejército.  

No disponemos de ningún elemento material con el que se documente la existencia de centuriaciones en torno a la colonia de Tucci; ahora bien, la ausencia de evidencias de este tipo no significa que no se emplease este elemento distribuidor de la tierra. Pensemos que en la Colonia Gemella Tuccitana se asientan soldados licenciados, por lo cual es lógico pensar, al igual que ocurrió en otros lugares de la Hispania Romana, que a estos se les distribuyeran tierras en las que poder iniciar una nueva vida (MARÍN DÍAZ et al. 1991:162-169).

Tomando como base estas premisas, necesitábamos alguna prueba tangible en la que apoyar la hipótesis del reparto de la tierra mediante centuriaciones, y ésta vino de la mano de la distribución actual de caminos y carriles.
 
A medio camino entre Martos y Fuensanta se encuentra el paraje conocido como Cazalla. Es una extensión de tierra de unos 2 kms. cuadrados muy fértil, y de las pocas llanas que se localizan en dirección a Fuensanta. La actual carretera la atraviesa de norte a sur y, perpendiculares a ésta, existen numerosos carriles que se distribuyen en dirección este a oeste. Resulta atractivo hipotetizar que el trazado de la carretera estaría asentado justamente sobre lo que fue el Cardo Maximus, formando el resto de carriles que se conservan en la actualidad parte del entramado de lo que fue la centuriación. A este respecto, son numerosos los restos de objetos romanos que se documentan por toda esta zona.




Elementos constructivos

A pesar de que muchas de las soluciones que aportaron los romanos fueron copiadas de otros pueblos, especialmente de los griegos, no hay que restar importancia a la ingente labor constructora que llevaron a cabo, especialmente, con el uso de objetos que facilitaron y perfeccionaron esta labor, como pudo ser la groma o la introducción de nuevos elementos constructivos, como la bóveda.

Opus Caementicium: Se trata de un material de construcción de una gran consistencia que fue muy utilizado a partir del siglo II a.C. y estaba formado por una mezcla de cal (obtenida quemando yeso y cal), guijarros y mortero (CLARIDGE 1999:42-45). En Fuensanta encontramos restos de esta técnica de construcción a la entrada del pueblo, en el lugar conocido como “la Vicaría”.

Columnas: En Fuensanta se recuperó un fuste de columna, actualmente depositada en un almacén de material del Ayuntamiento. Con anterioridad, estuvo ubicada en diversos lugares: al principio sirvió como escalón para acceder al río, posteriormente, y hasta hace dos o tres años, se encontraba semienterrada en el camino que sube hasta el Calvario (Lám. VI). Sobre su existencia tenemos referencias: “En el caz que corre delante de la iglesia parroquial y sirve de lavadero público, se encuentra un fragmento de fuste romano con estrías salomónicas” (ROMERO DE TORRES 1917:574). Hay quien dice que ésta sirvió como mojón de limitación de las tierras del Marqués de Blanco Hermoso.


Pavimentos: Aparte del uso de mosaicos en la pavimentación de las estancias, usaron otros recursos, como ladrillos de distintos tipos, guijarros,  mármol, etc. En el Museo del Colegio San Antonio de Padua se conservan algunos de estos materiales.

Puertas: Las puertas romanas no se sustentaban como las actuales mediante bisagras, sino que el sistema empleado consistía en el apoyo en un eje que iba desde el umbral de piedra al dintel. No se ha conservado ninguna puerta en esta zona, pero sí los elementos sobre los que se sostenía. En las Monjas de Abajo (Fuensanta), en el año 2001, apareció una gran losa de piedra con dos agujeros mientras se llevaba a cabo la apertura de un carril. Actualmente se conserva sobre el paramento del mismo.


Sillares: Vestigios de éstos se han encontrado en Navalengua (Valdepeñas) y en La Lomilla (Fuensanta) (Lám. VII). Aunque de características muy parecidas, difieren en el sistema empleado para su unión a otros bloques de piedra. El de Navalengua dispone de cuatro ranuras en los extremos de una de sus caras, mientras que el de Fuensanta sólo dispone de dos que se encuentra localizadas en una de sus caras, y tienen forma de T.  Tanto uno como otro son de gran tamaño y peso.
Mosaicos: Destacan los mosaicos con formas geométricas localizados en el año 1959 en la localidad de Martos, en una casa en obras de la calle donde se encuentra enclavada “La Cruz del Lloro” o, como dice el Padre A. Recio, que llevó a cabo el estudio de los mismos, “Del Rollo”, por haber sido un elemento de ajusticiamiento en la edad Media (RECIO VEGANZONES 1994:329).


CONCLUSIONES

En el análisis documental y arqueológico disponible tuvimos en cuenta de forma especial la información que nos han aportado los lugareños (cuyas indicaciones, en algunas ocasiones, sirvieron para ubicar un yacimiento desconocido), si bien la localización del grueso real de los mismos ha sido fruto del trabajo de campo cuyos resultados se han expuesto en los capítulos precedentes, y que en un próximo trabajo presentaremos de forma pormenorizada.

Conjugados todos los datos se observa que el territorio objeto de estudio, concentra un número importante de villae.

La llegada de los romanos supone un cambio en las estructuras establecidas, cuyas diferencias son patentes en el hábitat, en el lugar de asentamiento y en las defensas, como ya pusimos de manifiesto en el cuadro que se adjuntaba en el artículo publicado en el número de la revista anterior, y al cuál remitimos.

La mayor parte de los asentamientos romanos se encuentran localizados cerca del curso de algún río o arroyo, sobre pequeñas lomas, y rodeados de tierras de labor. Generalmente son explotaciones agroganaderas carentes de protección, por lo que debieron de gozar de una relativa paz, como parece confirmar el establecimiento de pequeñas fincas agrícolas relativamente aisladas, denominadas villae, que no disponían de medios de defensa.

La conexión entre estas villas se realizaría por una serie de caminos, algunos vecinales, destacando entre todos dos vías de cierta consideración: la primera que iría desde Martos a Encina Hermosa, en la que la presencia de un puente sobre el Arroyo del Salado, catalogado como romano, sería un elemento definidor de la misma. Su trazado ha planteado una discusión en la historiografía moderna que quizá pudiera ser zanjada con actividades arqueológicas puntuales. La otra vía, de Martos a Alcaudete, con abundantes referencias bibliográficas, no plantea dudas sobre su trazado, y a ésta pertenecería el puente ubicado sobre el río Víboras.


BIBLIOGRAFÍA

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