Fichte 4.- La
intuición intelectual
Bibliografía
Cassirer, E. (19175)
El problema del conocimiento, vol. III: FCE., México.
Hartmann N. (1950)
La filosofía del idealismo alemán: Suramericana, Buenos Aires.
Colomer E. (1990) El
pensamiento alemán de Kant a Heidegger, vol. II: Herder, Barcelona.
Villacañas, J.L. (2000)
La filosofía del idealismo alemán, vol. : Síntesis, Madrid.
1. Una variante del primer principio
Puesto a elegir entre dogmatismo del ser y el
idealismo que considera la inteligencia en sí, como el verdadero fundamento,
Fichte, elige el idealismo. Por idealismo hay que entender algo específicamente
distinto de los idealismos anteriores. El tema es ahora la Acción del Yo
práctico.
Identifica
inteligencia y Yo. El Yo puro, es el sujeto constituyente de la experiencia, siendo un a priori de la
experiencia. Se hace necesario explicar la génesis de la experiencia a partir
del Yo. Desde el Yo como principio, se
propone deducir la conciencia objetiva, es decir la experiencia de todos los
fenómenos de la realidad. El obstáculo
mayor con que se encuentra es el hecho de que el Yo no lo pone todo sino
que es afectado por la sensibilidad que
le impone unos objetos, que por definición son irreductibles al sujeto, o sea,
al Yo.
2.- Superar el paralogismo de la sustancia.
Para resolver el problema debemos superar el punto de
vista psicológico, en sus aspectos tanto metafísicos como empíricos. La
psicología, como vio Kant, contempla al
yo como un objeto, un tema entre otros temas.
Recordemos la distinción entre yo puro y yo empírico.
Este puede ser observado, aquel, no. El yo puro se escapa de toda objetivación
porque al pensar en algo, al objetivar ese algo, no puedo, a la vez, objetivar al que objetiva. Es lo que Kant
llamaba Yo transcendental.
Ese Yo
transcendental cae más allá de la experiencia y por tanto parece que el
idealismo tomo el camino de la metafísica. Si pienso algo no pienso en el Yo
absoluto y a la inversa si pienso en el Yo absoluto no pienso en algo.
3.- De la reflexión transcendental a intuición intelectual del Yo puro
La intuición intelectual que propone Fichte para
resolver estos problemas, no es el cogito cartesiano ni el conocimiento de
tercer género de Spinoza. Tampoco se trata de una revelación mística personal o
que pueden alcanzar unos pocos (gnosticismo). Tampoco es una realidad más allá
de la conciencia. Fichte siempre considerará que su filosofía es una mera
interpretación de Kant sin añadir nada nuevo.
Cualquiera que se de cuenta de sus actos, es
consciente, a la vez, de que es él el que actúa. Adquiere por ello, una
intuición (evidencia intelectual) de sí mismo como actividad (Tättigkeit) que
es simultánea a ella y no es propiamente una reflexión del yo sobre sí mismo,
como si yo me objetivara al reconocerme.
La reflexión transcendental, por la que reflexiono en
mi yo puro, es un acto filosófico que se dirige a la conciencia ordinaria no a
una conciencia mística de élite. No es posible demostrar la existencia de esa
intuición, por su propia naturaleza de saber inmediato. Tampoco partir de ella
sino que debe el filósofo, entregarse
primero a pensar en los objetos de la
conciencia, tal como se dan, en la experiencia
ordinaria. Por tanto el método ya no es una deducción desde el Yo, sino
una elevación desde la fenomenología de la conciencia. Tampoco es posible encontrar esa intuición pura
reflexionando sobre la autoconciencia. La llave es comprender que tal intuición
no se da como una cosa u objeto sino como una actividad (Tättigkeit). La
actividad del yo no se puede conceptualizar ni demostrar; o se tiene la evidencia intelectual inmediata
de que es uno mismo el que está actuando,
o no la conocerá de ninguna manera.
El Yo puro, es transcendental porque cualquier acto
de conciencia lo presupone. No se puede decir que es una realidad oculta tras
las manifestaciones, puesto que está presente en ellas. Yo soy mi acción. La misma reflexión psicológica, es posterior
a la conciencia pero la reflexión transcendental es anterior como su presupuesto
o condición de posibilidad.
4. La intuición intelectual y el Kant de la razón práctica.-
Se puede observar en
esta concepción el influjo de la doctrina kantiana, que, aunque niega la
intuición intelectual en el mundo de la razón pura, afirma que la razón
práctica, al actuar no capta fenómenos sino noúmenos, cosas en sí. La
actividad, es pues, un absoluto un incondicionado que se basta a sí mismo,
pues, es sustancia-sujeto. No puedo separarme de mi actividad, la cual no es un
objeto para mí, sino yo nismo, actuando. Es una actividad dentro de la
conciencia que se revela por reflexión pero no se reduce a ella.
Por tanto no hay un Yo oculto tras el hacer, sino que
el Yo es su hacer, su actividad. Goethe, había iniciado el “Fausto” con la
expresión “En el principio era la acción”.
La intuición intelectual, piensa Fichte, no
contradice la tesis kantiana sino sólo en la expresión “intuición”, pues, está
de acuerdo con Kant de que no hay evidencia intelectual de entidades
suprasensibles, más allá de la experiencia (Swedenborg).
La doctrina kantiana de la apercepción transcendental
del Yo puro, es interpretada por Fichte en términos de intuición intelectual
siempre que nos desplacemos al terreno del Yo puro práctico. El imperativo
categórico no es un enunciado sino un imperativo, una acción dentro de mí, que
fundamenta mi acción en cuanto es humana. Por eso la actividad humana en cuanto
tal, es ella misma, evidencia intelectual de ese Yo imperativo, que en su
autoactividad, es libertad o sustancia libre.