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RAYUELA

Julio Cortázar

 

En septiembre del 80, pocos meses después del fallecimiento de mi padre, re- Y las cosas que lee, una novela, mal escrita, para colmo una edición infecta, solví apartarme de los negocios, cediéndolos a otra casa extractora de Jerez tan uno se pregunta cómo puede interesarle algo así. Pensar que se ha pasado horas acreditada como la mía; realicé los créditos que pude, arrendé los predios, tras- enteras devorando esta sopa fría y desabrida, tantas otras lecturas increíbles, pesé a las bodegas y sus existencias, y me fui a vivir a Madrid. Mi tío (primo Elle y France Soir, los tristes magazines que le prestaba Babs. Y me fui a carnal de mi padre), Don Rafael Bueno Guzmán y Ataide, quiso albergarme vivir a Madrid, me imagino que después de tragarse cinco o seis páginas uno en su casa; mas yo me resistí a ello por no perder mi independencia. Por fin acaba por engranar y ya no puede dejar de leer, un poco como no se puede supe hallar un término de conciliación, combinando mi cómoda libertad con el dejar de dormir o de mear, servidumbres o látigos o babas. Por fin supe hallar hospitalario deseo de mi pariente; y alquilando un cuarto próximo a su vivienda, un término de conciliación, una lengua hecha de frases preacuñadas para trans- me puse en la situación más propia para estar sólo cuando quisiese o gozar del mitir ideas archipodridas, las monedas de mano en mano, de generación dege- calor de la familia cuando lo hubiese menester. Vivía el buen señor, quiero decir, neración, te voilà en pleine echolalie. Gozar del calor de la familia, ése es buena, vivíamos en el barrio que se ha construido donde antes estuvo el Pósito. El cuarto joder si es buena. Ah Maga, cómo podías tragar esta sopa fría, y qué diablos es de mi tío era un principal de dieciocho mil reales, hermoso y alegre, si bien el Pósito, che. Cuántas horas, leyendo estas cosas, probablemente convencida de no muy holgado, para tanta familia. Yo tomé el bajo, poco menos grande que que eran la vida, y tenías razón, son la vida, por eso habría que acabar con el principal, pero sobradamente espacioso para mí sólo, y lo decoré con lujo ellas. (El principal, qué es eso.) Y algunas tardes cuando me había dado por y puse en él todas las comodidades a que estaba acostumbrado. Mi fortuna, recorrer vitrina por vitrina toda la sección egipcia del Louvre, y volví deseoso gracias a Dios, me lo permitía con exceso. de mate y de pan con dulce, te encontraba pegada a la ventana, con un novelón

 

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