DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2006, 26, 323-366.

Peter BARTRIP. Beyond the factory gates. Asbestos and health in twentieth century America, London, Continuum, 2006, 252 pp. ISBN: 0-8264- 8836-6.

Peter Bartrip es un reconocido y prolífico experto en la historia de la legislación compensadora británica. Desde hace algo menos de una década viene liderando una propuesta historiográfica de acercamiento a los problemas de salud laboral causados por el amianto subrayada por su crítica al presentismo que lo ha situado en el centro de agrias polémicas historiográficas, profesionales y, más recientemente, judiciales. El libro que ahora comento no puede entenderse al margen su obra The way from dusty death: Turner and Newall and the regulation of the British asbestos industry, 1890s-1970 (Atholone Press, 2001), a la que ya me referí con motivo de otra reseña (1). Con ella comparte tres rasgos fundamentales. En primer lugar, el que se trate de obras de encargo financiadas total o parcialmente por compañías industriales directamente involucradas en el negocio del amianto y que se han visto abocadas a la bancarrota o desaparición por los problemas causados por las indemnizaciones a las víctimas del amianto. En The way from dusty death fue la propia Turner & Newall, coloso británico del amianto absorbida en 1997 por la norteamericana Federal Mogul, la que realizó y financió el encargo. En Beyond the factory gates el turno le corresponde parcialmente (como el propio autor explicita en el prefacio) a la compañía de aislamientos norteamericana ACandS (fundada en 1958), actualmente en bancarrota. La segunda característica que comparten ambas obras es estar confeccionadas a partir del acceso del autor, entre otros repositorios, a archivos empresariales de una riqueza extraordinaria y de acceso total o parcialmente restringido (el de la Turner & Newall y el de la Johns-Manville Corporation, respectivamente). El tercer rasgo común de ambas obras es que aunque sus títulos sugieren la reconstrucción y el análisis de los problemas de salud causados por el amianto y de las estrategias desarrolladas por los diversos agentes sociales en su abordaje, los objetivos del autor son muchos más limitados y la lógica que preside la investigación en ambas obras se asemeja más a la de un asesor legal de una empresa del sector demandada por daños a la salud de los trabajadores que a la de un historiador. La opción no es fruto de la casualidad, ya que desde hace unos años algunos historiadores como el propio Bartrip están jugando un importante papel como peritos en este tipo de demandas presentadas ante tribunales de justicia norteamericanos. El papel de los historiadores (generalmente historiadores de la medicina) es dilucidar qué se sabía «científicamente » sobre los efectos perjudiciales de una determinada sustancia y desde cuándo, de forma que el tribunal pueda decidir sobre la existencia o no de comportamientos dolosos por parte de las empresas. Nihil novum sub sole si tenemos en cuenta que la biblia de los abogados de los demandantes por enfermedades ligadas al amianto en Estados Unidos, la obra de Barry Castleman Asbestos: medical and legal aspects (Englewood Cliffs, 1996, 4ª edición), es básicamente un texto de historia. Gerald Markowitz y David Rosner, pioneros en el estudio histórico de la silicosis (2), han desempeñado también el papel de peritos en las denuncias contra la industria del plomo norteamericana, particularmente por los efectos tóxicos y ambientales derivados del prolongado empleo de pinturas con plomo. Su libro Deceit and Denial (3), en el que se vierten sus investigaciones sobre este tema así como sobre la ocultación por parte de la industria química de los efectos cancerígenos del cloruro de vinilo, ha sido objeto de una rocambolesca demanda judicial por parte de grandes corporaciones industriales norteamericanas. La demanda, aún no resuelta, cuestiona el comportamiento ético de los autores y la falta de rigor de los revisores del texto editado por la Universidad de California, que es la demandada. Ni que decir tiene, los peritos que han actuado en las vistas han sido … historiadores. History matters!
Beyond the factory gates se postula como un intento de cubrir parcialmente la ausencia de una historia comprensiva de los problemas de salud laboral causados por el amianto en Estados Unidos. Como su sugerente título reclama, la investigación no se dirige a las industrias productoras o transformadoras del amianto, hasta la fecha las que han concitado mayor atención, sino a un sector como el del aislamiento y revestimientos, que empleó masivamente el asbesto gracias a sus cualidades fisico-químicas ideales para garantizar el aislamiento térmico evitando sobrecalentamientos en calderas y motores y calorifugado en los sistemas de conducción. Bartrip explicita desde la primera página cuáles son sus preguntas de investigación, todas ellas en torno a la generación y disposición de evidencias científicas sobre los riesgos del amianto en el sector del aislamiento y a la responsabilidad moral de los agentes sociales: ¿cuándo comenzaron los médicos y científicos a sospechar y cuándo alcanzaron la certeza de que el amianto representaba una amenaza para la salud de los empleados de este sector? ¿Qué sabían los empresarios, las agencias gubernamentales y los sindicatos de trabajadores del aislamiento y ocupaciones subsidiarias sobre los riesgos del amianto y cuándo lo supieron? ¿Cómo y hasta qué punto fueron transmitidos los conocimientos médicos sobre dichos riesgos desde los expertos a los empresarios, trabajadores, sindicatos y responsables gubernamentales? ¿Qué nivel de conocimiento, dada la percepción de riesgos y los recursos disponibles, deberían haber tenido los responsables empresariales, laborales y gubernamentales? Y finalmente. En relación al conocimiento adquirido, ¿actuaron responsablemente los empresarios, los sindicatos y los responsables gubernamentales? Como oficio y erudición no le faltan al profesor Bartrip, a esta empresa se entrega con verdadera fruición y notable maestría en los 12 capítulos más un apartado de conclusiones que componen esta monografía.
El autor despliega una narrativa ágil, detectivesca, aunque ligeramente heterodoxa para los usos de la profesión. Con vocación de paleontólogo, el autor va identificando y datando los textos científicos e informes oficiales relacionados con el tema, hasta verificar el grado de conocimiento al respecto de los riesgos del amianto que desprenden esas páginas y cómo se difundieron. Y he de reconocer que lo hace con maestría admirable, aunque no exenta de cierta insidia, en particular, cuando se aplica a deslegitimar las interpretaciones de otros historiadores o los testimonios de algunos de los personajes claves de la lucha por el reconocimiento de los riesgos del amianto en los Estados Unidos. Su falta de atención a otras fuentes que no sea el conocimiento experto provoca no pocos desatinos en sus interpretaciones, en las que los silencios son sinónimos de desconocimiento, y en los que la palabra escrita de un científico es concebida como traducción directa de su grado de conocimiento, tanto si está plasmada en un artículo científico, en uno de divulgación o en una memoria justificativa de solicitud de fondos para investigación. Conceptos como el de persuasión o reflexiones sobre el papel de la ciencia como mediadora social no tienen cabida en esta obra. Su mirada es, además, manifiestamente etnocéntrica. Aunque en diversos pasajes alude a la literatura mundial (fundamentalmente para descartar la existencia de testimonios expertos publicados con anterioridad), en el apabullante aparato bibliográfico del texto no existe ni una sola referencia a fuentes o literatura crítica no anglosajonas, salvo dos artículos suecos de los años cincuenta que fueron resumidos en una obra posteriormente traducida al inglés y otro par de ellos publicados en revistas nacionales escandinavas en inglés.
El primer capítulo «Emerging knowledge» explora los primeros testimonios expertos en torno a los riesgos derivados de la exposición al amianto en Gran Bretaña y en los Estados Unidos, en particular aquellos relacionados con el sector del aislamiento y revestimiento. Tras identificar y analizar los textos, realiza un primer «ajuste de cuentas» con la reciente historiografía sobre los riesgos del amianto mostrando como tendenciosas las interpretaciones que han venido afirmando la existencia de un precoz conocimiento de dichos riesgos y la falta de atención gubernamental y empresarial a dicho problema. Por el contrario —argumenta Bartrip— la lectura cabal de las fuentes permitiría afirmar que el conocimiento sobre tales riesgos se limitó a las fábricas en las que se producían derivados del amianto y fue inexistente en sectores como el del aislamiento o la construcción.
Los capítulos 2 a 5, exploran la actitud de las agencias federales, como la Navy and Maritime Commission, en torno a los riesgos del amianto en el sector de la construcción naval a lo largo de los años cuarenta. Se trata de un periodo especialmente significativo por el auge que experimentó el sector ante el esfuerzo bélico que llevó a emplear en astilleros estadounidenses a más de un millón y medio de trabajadores durante la Segunda Guerra Mundial. En este periodo el conocimiento experto sobre los riesgos del amianto descansó sobre dos iniciativas. En primer lugar, en el trabajo desarrollado en 1942 por el equipo liderado por Philip Drinker (1894-1972) —profesor de higiene industrial en Harvard y especialista en patología pulmonar— y John M. Roche —ingeniero de seguridad del American Safety Council—, a cuyo análisis consagra Bartrip los capítulos 2 y 3. La amplia inspección llevada a cabo en 20 astilleros estadounidenses culminó en la celebración de una conferencia nacional en Chicago en diciembre de 1942 y en la adopción de unos requerimientos mínimos de higiene industrial de carácter no obligatorio para el sector. El análisis de los mismos y del programa de inspecciones desarrollado a lo largo de los años de la contienda para verificar su cumplimiento, permite al autor reafirmarse en la ausencia entre los expertos de evidencias que permitieran intuir los riesgos del amianto. El minucioso análisis de las actas de inspección, conservadas en los Archivos Nacionales, muestra un empresariado mayoritariamente cumplidor de los requerimientos y dispuesto a seguir las recomendaciones y subsanar los defectos detectados por los inspectores, aparentemente muy escasos en el ámbito de los talleres donde se manejaba amianto. Así mismo, permiten confirmar la escasa prioridad otorgada por los expertos al riesgo de asbestosis, muy por detrás de los problemas causados por los accidentes, los riesgos ligados a los gases desprendidos en los trabajos de soldadura o la inhalación de vapores del plomo empleado en la pintura. No hay, sin embargo, mención a fuentes sindicales ni ninguna otra que permita conocer el alcance de los problemas de salud ocasionados por el amianto más allá del testimonio de los inspectores.
El segundo aporte fundamental, a cuyo análisis dedica Bartrip el capítulo 4, es el primer estudio epidemiológico de los riesgos de los trabajadores del aislamiento en los astilleros estadounidenses, ligado en buena medida al trabajo de seguimiento desarrollado por la Maritime Commission (4). Publicado en 1946, el trabajo se basó en el examen médico de más de un millar y medio de trabajadores del sector del aislamiento empleados en cuatro astilleros, incluyendo dos pertenecientes a la Armada de los Estados Unidos, con realización sistemática de estudios radiológicos y determinación ambiental de fibras de amianto. Bartrip se aplica a desmontar las imputaciones que autores como David Ozonoff o Barry Castleman han realizado a este trabajo como responsable de minimizar el problema del amianto en el sector y haber legitimado, desde el punto de vista sanitario, su amplio uso durante la guerra y en los años posteriores. Más suave es su refutación del trabajo de Jacqueline Corn, a la que dedica el quinto capítulo, y que concluye con una reivindicación de las medidas adoptadas a lo largo del periodo, que en modo alguno se limitaron —en opinión del autor— a las que exigían las urgencias productivas de la guerra, sino que además estuvieron motivadas por fines humanitarios y una preocupación sincera por la salud de los trabajadores del sector.
El capítulo 6 examina la literatura médica, sobre los riesgos en el sector del aislamiento, aparecida en los años cincuenta, que Bartrip valora como escasa y difundida en «oscuras publicaciones». En un nuevo alarde de etnocentrismo, Bartrip entiende por tales las actas de la Tercera Conferencia Internacional de Expertos sobre Neumoconiosis de la Organización Internacional del Trabajo (Sydney, 1950) (p. 58), así como trabajos médicos aparecidos en revistas escandinavas sólo parcialmente traducidos al inglés (pp. 59-61). La «marginalidad» de estos testimonios permiten a Bartrip concluir que no hubo en la década de los cincuenta evidencias científicas para cuestionar el consenso dominante sobre el riesgo de asbestosis, ligado a largas exposiciones a altas concentraciones de fibras de amianto, principalmente en el medio fabril. En el capítulo 7, se presta especial atención a la literatura científica sobre amianto y cáncer de pulmón, amianto y mesotelioma y el conocimiento sobre cáncer en trabajadores del sector del aislamiento, que vio la luz a lo largo de los años cincuenta y primera mitad de los sesenta. Bartrip analiza las dudas que afrontaron los protagonistas científicos de esos «descubrimientos», Sir Richard Doll o Christopher Wagner, entre otros, así como las limitaciones para establecer relaciones causales. Lejos de estar interesado en explorar los elementos consensuales en la construcción del conocimiento científico, su relato está al servicio de una datación más exacta del surgimiento de dicho consenso. Y obviamente en este caso, ello implica retrasar la consecución del mismo respecto a la cronología habitualmente empleada en la historiografía sobre los riesgos del amianto.
Los capítulos 8 y 9 exploran el establecimiento del consenso científico en torno al carácter carcinogénico del amianto, y el establecimiento de relaciones causales entre la exposición al amianto en el medio fabril y extrafabril y el desarrollo de cánceres como el de pulmón o el mesotelioma pleural. Este proceso desarrollado en la primera mitad de los años sesenta, tuvo como protagonista destacado a Irving John Selikoff (1915-1992), director del Laboratorio de Ciencias Ambientales del Hospital Monte Sinaí de Nueva York. Sobre la base de registros proporcionados por los sindicatos del sector, Selikoff y su equipo publicaron diversos trabajos que establecieron sobre una sólida base epidemiológica la existencia de una sobremortalidad por cáncer de pulmón y mesotelioma en los trabajadores del sector del aislamiento y los revestimientos norteamericanos. La obra de Selikoff es sometida a una detallada revisión no exenta de insidia. Bartrip ya dedicó un sesudo artículo [publicado en el Journal of the History of Medicine and Allied Sciences, 2003, 58 (1), 3-33] destinado a deslegitimar la tarea de Selikoff sobre la base de una supuesta escasa formación académica y de la sospecha de no obtención de un medical degree aducido por Selikoff. Este artículo fue motivo de agrias repuestas y contrarréplicas en esa misma revista [2004, 59 (1), pp. 122-126, 126-134, 135-144] y en el American Journal of Industrial Medicine [2004, 46 (2), 151-155]. Como verán, muy en la tradición judicial de cuestionar la honorabilidad del testigo de la parte contraria. De hecho, ese argumento ya fue empleado en los años sesenta por otro investigador que tuvo, al igual que Bartrip, el raro «privilegio» de acceder a los archivos empresariales de unos de los gigantes del sector del aislamiento en los Estados Unidos, la Johns-Manville Corporation. En aquel momento, la firma buscaba activamente desprestigiar a Selikoff, percibido como su «bestia negra». Bartrip tuvo la oportunidad de acceder a los archivos en 2003 con motivo de su actuación como experto de la defensa en un juicio contra ACandS, la compañía que ha financiado parcialmente su investigación. El autor presta especial atención a los trabajos presentados a la conferencia internacional sobre los efectos biológicos del amianto, promovida por Selikoff y organizada por la Academia de Ciencias de Nueva York en 1964, así como el resto de literatura experta aparecida en los países anglosajones. Su interés, de nuevo, es cuestionar las debilidades metodológicas de ciertos trabajos y posponer, en la medida de lo posible, la datación del citado consenso científico.
El capítulo 10 «Proscription or precautions?» explora la posición de los científicos frente a los riesgos del amianto: prohibición, apuesta por productos alternativos o control técnico. Con un ojo puesto en el debate entre utilidad y riesgo, Bartrip analiza particularmente la posición de Selikoff a este respecto a finales de los sesenta y comienzos de los setenta. Desde 1968 buena parte de su investigación estuvo financiada por la propia Johns-Manvile Corporation a través del Insulation Industry Hygiene Research Program. El autor espiga las numerosas ocasiones en las que Selikoff abogó por el mantenimiento del uso del amianto y de la reducción de los niveles de riesgo mediante el control técnico de los mismos, una postura que Bartrip «data» como mantenida hasta al menos 1976.
Los dos últimos capítulos vuelven la mirada al papel desempeñado por el gobierno federal y por la Armada estadounidenses, respectivamente. En el primer caso, la atención se centra en las medidas adoptadas tras la aprobación en 1970 de la Occupational Safety Health Act, y la creación de la OSHA y el NIOSH y el establecimiento de valores límite de exposición al amianto. Especial interés tiene su discusión sobre la revisión de dicho estándar en 1972 y el papel de los distintos expertos que participaron en el debate. Precisamente la adopción de un estándar menos restrictivo que el propuesto por los sindicatos provocó una importante polarización de posiciones y una creciente beligerancia obrera. Por su parte, el análisis de la política desa rrollada por la Armada muestra un sensible retraso y descoordinación en la adopción de medidas preventivas hasta mediados de los años setenta, además de no prever la nueva fuente de riesgos que supuso el desmantelamiento del amianto ya instalado en los numerosos buques de guerra desguazados o remodelados tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, sindicatos y trabajadores tampoco escapan a la crítica.
El capítulo de conclusiones no añade demasiado, salvo que en el «reparto final de culpas», la industria del aislamiento es paternalmente amonestada por argumentar desconocimiento de los riesgos. Bartrip concede que «De hecho, como ahora resulta conocido —para lo que se apoya en el fustigado texto de Castleman—, desde los años 1930 los directivos de la Johns-Manville y de algunas otras compañías norteamericanas del amianto coordinaron esfuerzos para eliminar el conocimiento sobre el carácter nocivo del polvo de amianto» (p. 158). Esta es la de cal. La de arena, a renglón seguido, es que Selikoff expresó reiteradas veces la actitud colaboradora de la Johns-Manville. Su explicación del «retraso en la protección de los trabajadores» radica, como no podía ser de otra forma, en la tardía producción y, especialmente, en la limitada difusión social del conocimiento experto sobre los riesgos. El resto es un tosco alegato contra el principio de precaución.
Beyond the factory gates proporciona una mirada singular y supone una notable aportación al estudio del conocimiento experto disponible en torno a los riesgos del amianto en el sector del aislamiento en los Estados Unidos. Es, pues, una obra de utilidad para todos aquellos estudiosos interesados en la historia de la salud laboral. Pero, en mi opinión, donde la obra rendirá sus mayores frutos será en el ámbito judicial. Beyond the factory gates está llamado a ser un texto de gran utilidad para los departamentos legales de las empresas norteamericanas de aislamiento y bufetes de abogados encargados de la defensa de estas compañías en casos de demanda por daños a la salud causados por el amianto. En ella encontrarán argumentos con los que sembrar dudas y prolongar el ya de por sí dilatado calvario de las víctimas del amianto. Sólo me queda desear que el profesor Bartrip no cree escuela.

ALFREDO MENÉNDEZ NAVARRO
Universidad de Granada