Las grandes ramas de la Ciencia encuentran, tarde o temprano, una Edad de Oro en la que la madurez de sus teorías y el cúmulo de sus conocimientos conducen al desarrollo de nuevas tecnologías. Las ciencias maduras y las nuevas tecnologías tienen a su vez la capacidad de influir socialmente, no sólo en cuanto suministran materia prima para que otros ámbitos de la cultura construyan sus visiones de la Naturaleza y del Hombre, sino que constituyen auténticos "hábitats" en los que nos movemos y respiramos, de modo que nuestras formas de vida, nuestras relaciones sociales y nuestros valores quedan afectados y reconfigurados profundamente. Basta pensar lo que supuso la madurez de la Física y la Química entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, o las grandes mutaciones en todos los campos que está imponiendo la tecnología de la información y las telecomunicaciones.
En el siglo pasado las Ciencias Naturales (entendidas como la Biología y la Geología) ya pudieron modificar de modo poderoso por primera vez la visión sobre la situación del hombre en el conjunto de lo vivo, a través de las teorías evolutivas de Darwin y Wallace. Sin embargo ha sido con el advenimiento de los espectaculares avances en Biología Molecular, a partir de los años 70, cuando por fin ha surgido una auténtica tecnología biológica basada en la modificación racional y fundamentada científicamente de la base genética de la vida.
La llamada "Ingeniería Genética", o Tecnología del ADN recombinante nos transforma de meros espectadores pasivos o manipuladores empíricos de la vida en verdaderos ingenieros del sustrato material de lo orgánico. A partir de ahora es posible desprogramar y reprogramar al menos ciertas partes de la información genética de toda clase de seres vivos, desde bacterias hasta plantas y animales superiores, incluyendo los humanos. Podemos mezclar material genético de especies muy alejadas en la escala filogenética, superando las barreras evolutivas que han tardado miles de millones de años en erigirse. La Ingeniería Genética, junto con otras metodologías biológicas, está no sólo ampliando y profundizando nuestro caudal de conocimientos de los procesos de la vida, sino que en su faceta aplicada y tecnológica nos está suministrando una plétora de nuevos productos y servicios: desde bacterias productoras de agentes terapéuticos hasta alimentos transgénicos, plantas que sintetizan anticuerpos, animales de granja transformados en factorías vivas de medicamentos, sofisticados métodos de diagnóstico genético o de identificación de la identidad biológica de las personas, e incluso incipientes terapias genéticas.
El impacto de todo ello sobre diversos ámbitos de nuestra vida no puede ser evaluado todavía, pero es indudable que no va a ser trivial en absoluto, ya que al igual que ha ocurrido con otras tecnologías, tenderá a modificar, no sin conflictos, visiones tradicionales que los humanos de diversas culturas y extracciones sociales tenemos sobre diversos temas:
se producirán cambios en nuestra comprensión y nuestra relación con la naturaleza; la frontera entre lo "natural" y lo "artificial", así como las valoraciones morales que están implícitas, se verán trastornados. La biotecnología moderna afecta a creencias y valores profundamente enraizados en las tradiciones de las diversas culturas | |
Asistiremos a una modificación de los conceptos de salud/enfermedad, de las relaciones de los ciudadanos con el médico, con el sistema de sanidad y con el "Estado del bienestar". | |
Veremos transformaciones en aspectos de relaciones laborales y en la contratación de seguros. | |
Cobrarán un gran interés las medidas para proteger la intimidad genética, así como el acceso de terceros a nuestras predisposiciones biológicas. | |
Se reavivará el viejo debate sobre el determinismo genético. | |
La biosfera, que ya estaba en nuestras manos antes de la Biotecnología, podrá ahora ser "explotada" según criterios de racionalidad científica ligados a la manipulación celular y molecular, y tenderá cada vez más a la mercantilización. Se plantean aquí cuestiones como la apropiación privada (sobre todo por grandes empresas multinacionales) de conocimientos y técnicas, la legitimidad de realizar ciertos experimentos que afectan a los seres vivos y que podrían alterar los equilibrios ecológicos. | |
La mercantilización de la vida alcanza también a lo humano: ¿qué pasará cuando al menos ciertas capas de población consideren normal recurrir a tecnologías como la clonación reproductiva o como la "mejora genética"? ¿Qué consecuencias para nuestra visión de lo humano y para las relaciones sociales tendrá el que legitimemos la manipulación genética de unos individuos sobre la siguiente generación? | |
Tarde o temprano habremos de decidir no sólo lo que queremos hacer con la Biosfera, sino que quizá debamos tomar opciones respecto a la posibilidad de dirigir nuestra propia evolución. |
Todo ello se va a producir, además, en un contexto social donde la imagen y el papel de la ciencia está siendo sometido a intenso escrutinio, una vez que ya no se dan por descontadas la neutralidad y bondad de la ciencia y la tecnología. Contemplaremos acalorados debates entre posturas extremas: desde el cientifismo recalcitrante que parece no haberse enterado del final del positivismo, hasta las posturas irracionalistas anticientíficas presentes en determinados movimientos sociales.
Pero todo esto quizá nos lleve a reevaluar el papel que, en general, tiene la tecnología en nuestras sociedades. ¿Es la racionalidad científica, guiada por poderosos intereses económicos, la que tendrá la última palabra? ¿Es posible que la sociedad pueda debatir y controlar democráticamente lo que queremos hacer con la ciencia y la técnica? ¿Es posible introducir un debate sobre los fines de nuestras comunidades y al servicio de qué objetivos queremos colocar a la técnica?
Manuel Sacristán llamó la atención en numerosas ocasiones sobre la paradoja siguiente: la "maldad" práctica de la ciencia contemporánea es función de su bondad epistemológica. Precisamente porque es buena ciencia, puede ser sumamente peligrosa. Esta "doble faz" de la ciencia contemporánea la ejemplifica la biología molecular de forma sobresaliente: los espectaculares avances en el conocimiento van de consuno con tremendos riesgos para la sociedad y la naturaleza. De ahí surge el cociente informal que el mismo Sacristán bautizó como "la relación de dominio social de la ciencia": pero no disminuyendo el denominador, la potencia y vitalidad de la ciencia, sino más bien aumentando el numerador, la racionalidad social y el poder democrático de los ciudadanos sobre la ciencia." [Cita del libro coordinado por Alicia Durán y Jorge Riechman (1998)]
Creemos que la biotecnología y la Ingeniería genética pueden constituirse en un magnífico "banco de pruebas" sobre los que vivificar la discusión ética así como el evaluar hasta qué punto estamos dispuestos a permitir una libertad de la investigación científico-tecnológica compatible con el máximo respeto y promoción de otros valores humanos.
Enrique Iáñez Pareja
Instituto de Biotecnología
Granada, enero de 2000
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Última actualización: miércoles 23 de octubre de 2002