Tema 6
6.1.- Introducción
Evaluar la personalidad implica
intentar reunir muchas clases de información sobre un individuo para entender
las diversas partes de la personalidad o la personalidad en su conjunto. Cuando
hablamos de evaluación de la personalidad, nos vienen a la mente dos preguntas
esenciales:
- ¿qué evaluar, qué es susceptible
de medir?
- ¿para qué evaluar?
La primera pregunta se ha
contestado de formas diferentes desde diferentes modelos y teorías de la
personalidad: rasgos, cogniciones, motivos, etc. Es obvio que existen muchas
técnicas que tratan, de una forma más o menos afortunada, medir la
personalidad. La mayoría de los procedimientos de evaluación de la personalidad
utilizados hasta el momento sólo cubren aspectos parciales de la misma, pero no
su totalidad, aunque algunos se atribuyen este objetivo.
Con respecto a la segunda
pregunta, el objetivo de la evaluación, se supone que la información obtenida
se empleará para realizar una predicción o decisión con algún tipo de
consecuencia.
Muchas de las pruebas de evaluación utilizadas para la
evaluación de la personalidad no son instrumentos de medida tan exactos como
los empleados por las ciencias naturales, e incluso algunos ni siquiera miden
en el sentido cuantitativo del término.
Las pruebas varían
extraordinariamente en función de la objetividad de sus descripciones o
mediciones. Una prueba se considera objetiva cuando todos y cada uno de los
observadores conceden idéntico valor a un comportamiento dado, mientras que
será subjetiva si existe variabilidad entre dos o más observadores al evaluar
una misma conducta. En general, puede afirmarse que cuanto más compleja sea la
conducta observada más difícil es lograr la objetividad y el riesgo de
subjetividad se incrementa, como es el caso de la personalidad, donde además,
en mayor o menor grado, siempre se trata de algo inferido, sin posibilidad de
observación directa.
6.2.- Qué
evaluar
6.2.1.- Tipos
de datos
Como hemos ido viendo, existen una
amplia gama de datos sobre personalidad. Las medidas de personalidad pueden
incluir cuestionarios, evaluaciones, respuestas a tests experimentales,
preferencias y medidas psicológicas.
Resulta útil agrupar este conjunto de medidas diversas en categorías. Block
(1993), distingue entre 4 categorías de medidas de personalidad:
- DATOS L: Consisten en datos de
registro de vida o historia vital. Se refieren a aspectos de la vida del
individuo que, por ser observables, pueden ser contrastados de forma externa a
él. Aunque esta información puede proporcionarla el propio individuo, debe ser
confirmada por otras fuentes externas a él. Los expedientes académicos y de penales
o los historiales clínicos, son ejemplos de este tipo de datos. Cuando se
llevan unos registros precisos, estos datos pueden ser bastante objetivos y
aportar mucha información sobre la persona.
- DATOS O: Son los datos de
observadores que consisten en juicios u opiniones de personas allegados al
evaluado, como padres, profesores, cónyuges, profesores o compañeros. Tienen la
ventaja de poder asignar una puntuación global a datos diversos, también
permiten la comparación entre edades. Sin embargo son bastante subjetivos y, a
veces, presentan problemas de acuerdo entre los evaluadores. Es cierto, que los
juicios pueden promediarse para obtener una puntuación razonable. Sin embargo,
siempre conllevan un elemento de subjetividad; y cuando existe desacuerdo entre
los evaluadores, un juicio promediado puede ser una medida altamente
cuestionable de la característica de la personalidad que es de interés. Hay dos
tipos de medidas para evaluar este tipo de datos: listas de comprobación y
escalas de calificación.
- DATOS T: Son los datos
experimentales o de laboratorio. Se refieren a las observaciones directas de
una persona haciendo algo en una situación de prueba. Suelen utilizarse para
comprobar una hipótesis sobre el funcionamiento de la personalidad, y no tanto
para resaltar las diferencias individuales. Estos datos proceden de las pruebas
objetivas de evaluación. En muchos
sentidos representan el ideal objetivo y experimental. Por ejemplo serían las
medidas fisiológicas para el estrés.
- DATOS S: son los datos más
utilizados en personalidad, las medidas de autoinforme. En líneas generales,
consisten en los juicios y/o informaciones que proporcionan las personas sobre
sí mismos, su personalidad y /o su comportamiento. Estos datos se pueden
obtener a partir de tres tipos de técnicas de evaluación: técnicas
psicométricas, técnicas proyectivas y técnicas subjetivas, técnicas, por otra
parte, bastante diversas entre sí tanto en lo que respecta a características,
como en cuanto a lenfoque teórico y de investigación de los que parten.
Es importante reconocer que
existen diferentes tipos de datos que el investigador de la personalidad puede
obtener y que cada tipo de datos puede ser más o menos idóneo para propósitos
distintos. Aunque los investigadores de la personalidad suelen decantarse por
uno u otro tipo de datos, y hay épocas en las que se aboga por uno y otro tipo
de datos, es posible emplear más de un tipo de datos en una sola investigación
o en un extenso programa de investigación.
6.2.2.- Unidades
de análisis
Con respecto a las unidades de análisis se defienden dos ideas fundamentales:
(a) Se abandonan posturas reduccionistas. El planteamiento es que la
complejidad de la personalidad humana no puede capturarse a través de
propuestas de un solo nivel, sino que exige considerar múltiples niveles de
análisis.
(b) Tan importante como identificar las unidades de análisis es
estudiar sus patrones de relación.
Dentro de este contexto, la investigación se ha centrado en cuatro
niveles: los rasgos, las unidades motivacionales, las unidades cognitivas y la persona como unidad de análisis.
Rasgos disposicionales:
El objetivo del enfoque actual de los rasgos es identificar, de entre
el amplio universo de los rasgos de personalidad, aquellas dimensiones que
representan los elementos básicos y universales de la estructura de la
personalidad, o lo que se ha señalado como descubrir "los grandes".
Hay, además, otras dos ideas fundamentales: el mejor lugar donde buscar estos
elementos estructurales es el lenguaje y, la mejor forma de hacerlo es a
través del análisis factorial de los descriptores del rasgo -sobre todo
sustantivos y adjetivos-. Es cierto que diferentes propuestas han "cortado
el pastel" de formas ligeramente diferentes -de tres a siete
factores- , pero en la actualidad, la taxonomía más influyente y representativa
es la de los "cinco grandes" -Big Five o Modelo de los cinco
factores-, y dentro de ella, la versión que está siendo más respaldada es la
segunda propuesta de Costa y McCrae, el modelo NEO-PI-R (Costa y McCrae,
1992a; 1992b; 1997). Este modelo propone una estructura pentafactorial con
cinco rasgos: Neuroticismo, Extraversión, Apertura a
En resumen, es una visión válida y necesaria de la personalidad
humana, pero claramente reduccionista. El modelo carece de una estructura
explicativa subyacente.
Unidades motivacionales
Las unidades motivacionales nos hablan de lo que la gente quiere
conseguir o quiere evitar en cada momento, y de las estrategias que utiliza
para ello; no se trata de lo que el individuo "tiene" sino de lo que
"hace" o "trata de hacer". Dentro de este
contexto, la idea más generalizada es la de que la experiencia humana se
organiza alrededor de metas.
Unidades cognitivas
En la actualidad, el interés prioritario a este nivel es analizar
unidades concretas como los esquemas, las creencias, etc. De especial interés
es abordar las diferencias individuales a este nivel, y cómo estas diferencias
pueden relacionarse con el funcionamiento adaptado y desadaptado.
El interés por la persona completa y el
"self" o sí mismo
Por último, el estudio del self o sí mismo, es una de las áreas que
mayor atención está recibiendo en la actualidad. Este hecho, podría estar
relacionado, como en otros casos, con fenómenos socioculturales e históricos.
Se han señalado, entre otros referentes, el auge del individualismo
contemporáneo, es decir, la primacía que ha adquirido el individuo sobre la
sociedad en la reciente historia occidental. Una de las consecuencias de la
reincorporación del self como objetivo fundamental de estudio, ha sido centrar,
nuevamente, la atención de los psicólogos de la personalidad en el estudio de
la persona.
Dentro de este contexto puede incluirse la propuesta que plantea
McAdams sobre "las narrativas de las historias de vida"
(1985; 1988; 1994; 1995; 1996). Para McAdams, estas "narraciones son
nuestras identidades". Una historia de vida es "una narrativa
internalizada y desarrollada del self que incorpora el pasado reconstruido, el
presente percibido y el futuro anticipado". De acuerdo con McAdams,
las historias que la gente crea sobre sus vidas son la clave para comprender la
personalidad. No obstante, el principal desafío es documentar, de manera
científica, las semejanzas y las diferencias entre los numerosos tipos de
historias que la gente construye para dar unidad y propósito a sus vidas.
6.3.- Cómo
evaluar
6.3.1.- Clasificación
de las técnicas de evaluación
A) TÉCNICAS PSICOMÉTRICAS
Son instrumentos de evaluación que
se elaboran a través de sofisticados procedimientos estadísticos. El material
está rigurosamente estandarizado, que han sido tipificados en sus tres fases
fundamentales: aplicación, corrección (manual y últimamente también mediante
ordenador) e interpretación. La interpretación es cuantitativa y se realiza
mediante la comparación con un grupo normativo. Pueden ser considerados como
los test prototípicos y abarcan los cuestionarios, inventarios y escalas de
personalidad(García Merita, 1989;
Pelechano, 2000; Ruiz Caballero, 2003).
Pueden presentar distintos formatos, pero en
general, constan de
un conjunto de elementos estructurados verbales referentes a características
personales, opiniones, actitudes, deseos, sentimientos, y/o comportamientos
(Craik, 1986; Matesanz, 1997). Desde una perspectiva teórica y metodológica han
sido desarrollados a partir de la teoría de los rasgos y el enfoque de
investigación correlacional, utilizando estrategias factoriales –por ejemplo,
EPI, EPQ o 16PF-, empíricas –como el MMPI o el CPI- o teórico-racionales –tal
es el caso de
Este tipo de
instrumentos han sido los más utilizados, pero también los más cuestionados. Sus ventajas fundamentales son su facilidad y
rapidez de aplicación (pueden aplicarse de forma colectiva a grupos amplios de
individuos).
Entre sus inconvenientes hay que destacar tres. Primero, que las personas pueden distorsionar
deliberadamente la información o contestar según determinadas tendencias de
respuesta. Segundo, puesto que este tipo de instrumentos suponen una evaluación
verbal acerca de contenidos verbales, las puntuaciones deben tomarse como
indicadores de respuestas verbales y no como indicadores de conducta motora sin
utilizar otros criterios externos que lo confirmen. Tercero, la sensibilidad
hacia la dimensión cultural de la personalidad está llevando a preguntarse por
la generalizabilidad y equivalencia de las medidas obtenidas con estos
instrumentos en distintas culturas (Matesanz, 1997; Mayer y Sutton, 1996;
Pelechano, 2000).
B) TÉCNICAS PROYECTIVAS
Constituyen también
uno de los procedimientos más tradicionales en la evaluación de la
personalidad. Son pruebas enmascaradas y normalmente no estructuradas, aunque hay
diferencias entre ellas en el grado de estructuración que conllevan. Consisten
en la presentación de una serie de estímulos ambiguos con instrucciones para
que los sujetos interpreten, asocien, dibujen o cuenten una historia acerca de
tales estímulos. El propósito es proporcionar una visión de la personalidad
global e idiosincrásica, identificando especialmente los aspectos inconscientes
de los individuos que se supone que estos “proyectan” en sus respuestas al
material de prueba (Pelechano, 2000; Pervin, 1986; Ruiz Caballero, 2003).
Este tipo de
técnicas empezaron a utilizarse a partir de la aparición de la técnica de asociación de palabras de Jung y del psicodiagnóstico
Rorschach, en la fase de preidentidad de la disciplina. Hacia la década de los
40 su uso se hizo frecuente, en un intento de ofrecer una evaluación
alternativa a las técnicas psicométricas para resolver la gran cantidad de
problemas psicológicos producidos durante y como consecuencia de
Metodológicamente,
este tipo de pruebas se sitúan en un marco clínico de investigación,
requiriendo del juicio clínico, cualitativo, para la integración de datos y la
evaluación final. Han sido construidas fundamentalmente a partir de estrategias
teórico-racionales, derivando en la mayor parte de los casos de la teoría
psicodinámica de la personalidad. Posiblemente por este motivo la evolución de estos
procedimientos de evaluación ha ido parejo con la suerte de aquellos modelos. Entre las técnicas más conocidas
podemos destacar: el Rorschach, el T.A.T. y los test gráficos (como el test del
árbol o el test de la familia) (Mayer y Sutton, 1996; Ruiz Caballero, 2003).
Su característica más positiva es que pueden generar gran
cantidad de respuestas y datos personales sin que el sujeto tenga conocimiento
de cuál es el verdadero objetivo de la prueba, con lo que la posibilidad de
falseamiento de la respuesta es mucho menor. Sus principales desventajas hasta
el momento siguen siendo las dudas sobre su fiabilidad y validez, así como su
vinculación interpretativa con la teoría psicodinámica (Pelechano, 2000). No
obstante, parece que en aquellos casos en los que se han creado sistemas de
aplicación, categorización e interpretación más objetivos estas pruebas han mostrado
una cierta utilidad.
C) TÉCNICAS SUBJETIVAS
Comprenden todos
aquellos instrumentos cuyo material es poco estructurado y estandarizado, cuya
corrección es bastante flexible en función de los objetivos y cuyo análisis de
resultados puede hacerse a través de procedimientos cualitativos y/o
cuantitativos (Pervin, 1986). La fuente de datos suele ser el propio sujeto,
puesto que el objetivo que se persigue con estas técnicas es obtener datos
sobre las percepciones y vivencias que el sujeto posee de sí mismo y/o de las
diversas circunstancias ambientales, aunque en ocasiones también pueden ser
otras personas las que califican (en este caso estaríamos hablando de datos O:
juicios de personas allegadas al evaluado). Normalmente, lo interesante es
conocer las percepciones de un sujeto sin necesidad de compararlo con otras
personas; no obstante, también se pueden utilizar desde puntos de vista
comparativos, como de hecho ocurre en muchas investigaciones recientes (Ruiz
Caballero, 2003). Aunque se han utilizado a lo largo de toda la historia de la
disciplina (sobre todo hasta poco después de
Derivan en su mayor parte de enfoques
fenomenológicos y cognitivos (de las teorías social-cognitivas de la
personalidad) a nivel teórico, así como del enfoque clínico (y también el
experimental desde las teorías social-cognitivas) a nivel metodológico, y
evalúan una amplia gama de procesos. Con respecto a las estrategias seguidas en
la elaboración de estas técnicas, éstas han sido bien racionales teóricas, como
por ejemplo la técnica de rejilla de Kelly,
En esta categoría pueden incluirse
también otras modalidades menos clásicas, como los sistemas de evaluación de
las unidades motivacionales idiográficas de la personalidad (por ejemplo:
proyectos personales, afanes personales...), los inventarios autobiográficos y los documentos personales (Peñate y Matud,
1997).
La
principal ventaja de estas técnicas en conjunto es su “accesibilidad directa a
las mismas” por parte del sujeto y que, en muchos de los casos, nos permiten
obtener una visión global del individuo. Por otra parte, sus principales
problemas son: falta de un modelo teórico integrador en algunas de ellas y/o
dificultades con el fundamento científico de los modelos en otras, problemas de
representatividad muestral de las cuestiones y documentos aportados respecto a
la vida del sujeto individual, problemas de engaño y autoengaño de los sujetos,
deformación de los recuerdos, posibilidad de dar distintas interpretaciones al
material y gran consumo de tiempo personal (Pelechano, 2000).
D) LISTA DE COMPROBACIÓN Y ESCALAS DE CALIFICACIÓN
La lista de comprobación consiste en una
lista de palabras o frases que describen algunas características personales de
la persona que tiene que ser evaluada. El calificador indica con una marca los
ítem que son pertinentes o descriptivos de la persona a evaluar.
La escala de calificación es un conjunto de
ítem que presenta al menos dos opciones, aunque es más frecuente su empleo como
una escala de intervalos en función de su frecuencia, duración o una escala
numérica para expresar el grado de adecuación de la persona respecto a un ítem
(Pelechano, 2000). En general, la técnica consiste en que los observadores
registren sus observaciones o juicios acerca de la conducta de otra persona, de
un modo prefijado y ordenado. Los elementos pueden ser frases o adjetivos, y
las categorías de respuesta pueden referirse a frecuencia de realización de conductas, grado de adecuación
a la persona que se evalúa, etc. Desde los primeros momentos de constitución de
la disciplina se han empleado juicios de observadores. También Allport y
Cattell han sido dos de los principales impulsores de este tipo de
instrumentos, aunque puede decirse que adquirieron especial difusión con el
auge de los estudios psicoléxicos y, particularmente, con los “cinco grandes” y
sus interpretaciones como rasgos de la personalidad. Desde una perspectiva teórica
y metodológica han sido desarrollados a partir de teorías defensoras del rasgo
y el enfoque de investigación correlacional respectivamente.
Aunque
los datos que se obtienen con estos instrumentos están también basados en
opiniones o juicios subjetivos (en este caso de los observadores), su ventaja
con respecto a los autoinformes es que la información que se obtiene sobre las
características de personalidad de los individuos está basada en el
comportamiento habitual de estos en su contexto natural, y no únicamente en una
serie de indicadores verbales. En cuanto a los inconvenientes, el problema
fundamental gira en torno a la falta de acuerdo entre los observadores, bien
porque no tienen la misma comprensión de los ítem que deben evaluar, la misma
motivación para la observación y el registro y/o la misma precisión
descriptiva, entre otros aspectos que podrían influir (Funder 2001a; Pervin, 1998; Pelechano,
2000). En la última década se han realizado muchos estudios sobre el acuerdo
entre evaluadores y sobre la capacidad predictiva de las calificaciones
(Funder, 1999). Los resultados han mostrado que la validez de los juicios
depende del grado de conocimiento del evaluado, los rasgos a juzgar y el tipo
de persona a evaluar.
E)
TÉCNICAS OBJETIVAS
Son
aquellos procedimientos de evaluación muy estructurados, en los que los sujetos
deben realizar una tarea en condiciones controladas, con o sin participación de
aparatos, sin que el individuo conozca cuál es la
respuesta correcta y sin que pueda modificar su respuesta en una determinada
dirección (Fernández Ballesteros y Calero, 1992; Hernández López, 2000;
Pelechano, 2000; Pervin, 1986; Ruiz Caballero, 2003). Aquí se incluyen técnicas
como la observación participante y no participante (normalmente, a partir de
códigos o categorías de registro), las técnicas psicofisiológicas y las pruebas
objetivas propiamente dichas (aparatos cuyo cometido es evaluar procesos
cognitivos –como atención, percepción y memoria- y/o motores –como coordinación
bimanual y oculomotriz-). Este tipo de instrumentos ha sido estimulado
fundamentalmente por el conductismo y no ha sido tan utilizado en las
perspectivas más tradicionales de la personalidad (aunque Eysenck y Cattell sí
que las utilizaron. Este último en concreto, desarrolló un gran número de
pruebas objetivas para replicar la estructura de personalidad que había
obtenido con otros datos). La mayor parte de estas técnicas han sido elaboradas
fundamentalmente a partir de los principios del conductismo, el cognitivismo,
las teorías interaccionistas y, en menor medida, los enfoques psicobiológicos
de la personalidad. Se apoyan en el enfoque experimental de la personalidad
(Pervin, 1986).
Las medidas psicofisiológicas, en concreto, no se han
utilizado solamente para desarrollar y probar teorías biológicas de la
personalidad. También se han empleado como datos alternativos a los
autoinformes, especialmente cuando se sospecha que éstos pueden tener un valor dudoso.
Recientemente, también están alcanzando protagonismo las técnicas de
neuroimagen, que permiten observar la actividad de distintas regiones
cerebrales. Este tipo de técnicas, junto con medidas electroencefalográficas,
se están usando en la investigación sobre asimetrías cerebrales y estilos
afectivos (Davidson, 1999, 2000) y sobre personalidades psicopáticas (Raine,
2000). Finalmente, las determinaciones neuroquímicas, inmunológicas y genéticas
también están pasando a formar parte de los datos que nos brindan las
investigaciones sobre personalidad, sobre todo en el contexto de los rasgos y
en el de la salud.
Las ventajas más importantes de
estos procedimientos son las siguientes: 1) son más objetivos y pueden ser
replicados con mayor facilidad, 2) se ven menos afectados por la motivación del
sujeto, 3) son menos vulnerables que otros instrumentos a tendencias de
respuesta como falsificación y deseabilidad social y 4) permiten recoger
información sobre la personalidad que aparece incidentalmente como parte de la
situación de laboratorio. En cuanto a sus desventajas fundamentales, éstas se
relacionan con la validez externa –representan un muestreo muy limitado de la
conducta de la persona que a veces es dudosamente generalizable al contexto
natural-, con el coste de material, tiempo y esfuerzo para su aplicación y, en
ocasiones, con las dudas sobre los criterios de bondad de los instrumentos
(Hernández López, 2000; Matesanz, 1997; Ozer, 1999; Pelechano, 2000; Ruiz
Caballero, 2003).
6.3.2.- Algunas
de las técnicas y procedimientos de evaluación
1) PRUEBAS DE RASGOS
1) MMPI (
Un ejemplo sobresaliente de
inventario de personalidad es el MMPI. El MMPI es el inventario de personalidad
más utilizado, fundamentalmente en el diagnóstico clínico.
Se creó inicialmente para valorar
aquellos rasgos que son característicos de la anormalidad psicológica
inutilizadora (Hataway y McKinley, 1967). En su administración corriente, da
puntuaciones sobre 10 escalas clínicas (hipocondría, Hs; depresión, D;
histeria, Hy; desviación psicopática, Pd; masculinidad‑feminidad, Mf;
paranoia, Pa; psicastenia, Pt; esquizofrenia, Sc; hipomanía, Ma, e introversión
social, Si). Incluye, además, cuatro escalas de validez, no validez en el
sentido técnico (Anastasi, 1976), sino sobre aspectos de incomprensión,
fingimiento, tendencia a dar ciertas respuestas y a tomar determinadas
actitudes al efectuar los tests. Estas escalas son: la puntuación de duda (?),
la escala de mentiras (L), la puntuación de validez (F) y la escala correctora
(K). Las tres primeras se usan en la valoración general del registro del test y
se considera que si su puntuación excede de un cierto valor, el registro se
considera inválido. No obstante, se ha señalado que estas escalas bien pudieran
estar midiendo rasgos de personalidad.
Las normas se dan en forma de
puntuaciones típicas (sobre una muestra control de cerca de 1.000 personas),
con una media de 50 y una Dt de 10. Se considera que las puntuaciones que sean
iguales o superiores a 70 son indicadoras de desviaciones patológicas. Ahora
bien, no hay que interpretar que la puntuación elevada en una determinada
escala ‑por ejemplo, depresión‑ nos esta indicando un diagnóstico
de depresión. Diversas investigaciones han puesto en duda la validez del MMPI
como instrumento diagnóstico diferencial (Rojo, Balaguer, Garcia‑Merita
et al., 1983). El MMPI no parece resultar útil en el diagnóstico diferencial,
ya que las escalas movilizadas son prácticamente las mismas en todos los grupos
diagnósticos. Sin embargo, en el estudio test‑retest, sí resulta un buen
indicador objetivo de mejoría clínica.
2) El 16PF
Por su parte, Cattell (1946, 1957)
realizó una aplicación diferente del análisis factorial para elaborar su famoso
"Cuestionario de los 16 Factores de Personalidad" (16 PF). Los
análisis factoriales le Ilevaron a la identificación de "los rasgos
primarios de la personalidad". Una nueva factorización de esos factores
primarios le permitieron obtener una serie de factores de segundo orden.
Este test ha sufrido numerosas
críticas, tanto en sus bases teóricas como empíricas (Rorer, 1972). Asimismo,
se considera difícil replicar los resultados obtenidos por Cattell et al.
(Adcock y Adcock, 1977). No obstante, el 16 PF sigue utilizándose ampliamente y
hay autores que lo consideran un buen predictor de las diferencias de
personalidad existentes en diversos grupos clínicos (Mangan, 1982).
3)
El EPQ (The Eysenck Personality
Questionnaire)
También mediante análisis factorial, aunque con
diferentes técnicas, está elaborado el EPQ. Mide tres dimensiones básicas de la
personalidad postulados por Eysenck: extraversión‑introversión,
neuroticismo‑control y psicoticismo. La brevedad del cuestionario y la
popularidad del autor y su teoría han propiciado la utilización masiva del
mismo, tanto en investigación como en diagnóstico de la personalidad.
4) El CEP
El CEP, elaborado por el psicólogo español, Pinillos, es
posiblemente, el cuestionario de personalidad más conocido y utilizado por los
psicólogos españoles. Consta de 145 items que evalúan tres factores de
personalidad: control (33 ítems), extraversión (45 ítems) y paranoidismo (43 ítems). El propio autor lo
sometió a revisión (Pinillos, 1964), considerando que el número de cuestiones
válidas es de 85.
Pinillos se basó para la construcción del cuestionario en
los supuestos teóricos de Eysenck sobre neuroticismo y extraversión. La escala
de paranoidismo es original del autor y fue incluida más por razones prácticas
que teóricas (Pinillos, 1964) para atender la necesidad de detectar, dentro del
campo de la psicología industrial, a los individuos conflictivos.
El cuestionario consta además de dos escalas de validez:
sinceridad (19 ítems) e interrogantes. La posible relación de estas escalas con
dimensiones de personalidad ha sido señalada por diversos autores (García
Riaño, 1985).
Las puntuaciones de las cuatro escalas son transformadas
en la corrección en puntuaciones centiles.
5) El cuestionario de extraversión‑neuroticismo
(EN) de Pelechano
Es una adaptación del Maudsley Personality Inventory de
Eysenck.
El EN está formado por 36 ítems con dos alternativas de
respuesta (sí‑no), aísla dos factores; extraversión, compuesto por 16
ítems, y neuroticismo, al que pertenecen 20 ítems.
2) LA CLASIFICACIÓN “Q” COMO TÉCNICA PARA LA DESCRIPCIÓN
DE LA PERSONALIDAD
El sistema de clasificación Q (Q-sort) fue
originariamente descrito por Stephenson (1935), aunque adquirió popularidad
posteriormente con aportaciones de autores como Rogers (1954) o Block (1961).
Básicamente, el sistema consta de un número amplio de
afirmaciones (suelen utilzarse en torno a 100) referidas a distintos aspectos
de la personalidad. Ejemplos de estos ítems son: “Es crítico, escéptico, no se
impresiona con facilidad”, “Hace amigos fácilmente”, “Es alegre”, “Tiene un
amplio rango de intereses”, “Le cuesta manifestar la ira”... Las afirmaciones
aparecen impresas en tarjetas y la tarea del evaluador será clasificarlas
(apilarlas) en distintas categorías, y de acuerdo con el grado en que la frase
exprese o no una característica importante en el individuo a evaluar.
El número de categorías a utilizar puede ser variable
(11, 9, 7...); en cualquier caso, estas categorías representarán un conjunto
desde “nada característica” o “totalmente en desacuerdo” (ahí deberán ir a
parar las tarjetas que contengan una afirmación que no describe en absoluto la
forma de ser del sujeto) hasta “altamente característica” o “totalmente de
acuerdo” (esa será la categoría en la que se deberán incluir aquellas
frases que definen de un modo muy
adecuado el sujeto).
Habitualmente el procedimiento de clasificación sigue el
esquema de “distribución forzada”. Es decir, se le indica al evaluador cuántas
tarjetas debe incluir en cada una de las categorías. Normalmente, se utiliza el
formato de distribución simétrica, semejante a la distribución “normal”, de
forma que la mayor parte de las tarjetas deberán situarse en las categorías del
centro y sólo un número muy reducido pueden ubicarse en las categorías extremas.
Por ej., en el caso de que tuviésemos 100 tarjetas y 11 categorías, , podríamos
pedir al evaluador que apilase en montones 2-4-8-11-16-18-16-11-8-4-2 tarjetas,
respectivamente; o si fuesen 9 las categorías empleadas, podríamos pedirle que
las clasificase en grupos de 5-8-12-16-18-16-12-8-5.
Este método ha sido descrito como un procedimiento
“centrado en la persona”, más que “centrado en las variables” (Block, 1961), o
como un procedimiento más “ipsativo” que “normativo” (Ozer, 1993). Con esto se
quiere resaltar la diferencia entre la clasificación Q y los procedimientos más
generalizados para la evaluación de la personalidad. En estos últimos, se parte
habitualmente de un número reducido de variables que se consideran relevantes
(por ej., extraversión, neuroticismo, etc); y luego se intenta “situar” a los
sujetos “dentro” de esas variables y se asignan puntuaciones a los individuos
en función de su posición relativa dentro de un grupo “normativo”. En la
clasificación Q, sin embargo, partimos del individuo (nos “centramos” en la
persona) y tratamos de “capturar” cuáles son las variables relevantes para
describirlo. Más que comparar individuos, comparamos ítems, examinándolos
cuidadosamente y decidiendo cuáles son más adecuados para caracterizar al sujeto.
La clasificación Q es, por lo demás, un procedimiento muy
flexible, que puede utilizarse de muy diversos modos y con muy distintos
propósitos. Pueden utilizarse distintos conjuntos de ítems, con distinto
contenido (puede realizarse una evaluación global de la personalidad o pueden
evaluarse aspectos más específicos); la evaluación puede ser hecha por el mismo
sujeto o por distintos tipos de jueces (amigos, investigadores, terapeutas...),
las fuentes de información para realizar la clasificación pueden ser muy
variadas (entrevistas con el sujeto, biografías de personajes históricos,
cuestionarios, sociogramas...). En definitiva, nos encontramos ante un
instrumento que puede ser configurado y adaptado para responder a muy diversos
intereses de investigación.
Uno de los ejemplos representativos del uso de esta
técnica es el trabajo de Rogers, que utilizó la técnica de clasificación Q para
comparar el “yo real” y el “yo ideal”. El individuo ha de realizar primero la
clasificación de las tarjetas intentando describir “cómo se ve a sí mismo” (“yo
real”); luego ha de realizar una segunda clasificación de las tarjetas
intentando describir “cómo le gustaría verse” (yo ideal). La
congruencia/discrepancia entre ambas clasificaciones indicará el nivel de
ajuste personal del individuo. Dentro de este mismo contexto, se ha utilizado
también este procedimiento para valorar los cambios que se producen en el
sujeto a raíz de la psicoterapia: se hace que el paciente evalúe su “yo real” y
su “yo ideal” antes, durante y después de la terapia. Examinando en qué medida
van cambiando estas clasificaciones (y en qué medida el “yo real” se va
acercando al “yo ideal”), se analiza la eficacia del tratamiento.
3) HISTORIA DE VIDA
En los últimos años los psicólogos de la personalidad han
asistido al renacimiento de una nueva unidad explicativa del comportamiento
humano: las narrativas de las historias de vida. La demanda de constructos
explicativos más molares, más comprehensivos, el renovado interés por la
idiosincrasia individual, la búsqueda de la coherencia, sentido y significado
del individuo en su entorno sociocultural, han sido, entre otros, los cimientos
sobre los que se ha edificado esta aproximación.
Como ha puesto de relieve McAdams “una persona es,
entre otras cosas, una historia” y es, precisamente, esta historia la que
le define como persona. Encontrar la “historia” es descubrir, también, lo que
Erikson (1959) llama identidad. A medida que una persona construye su
propia identidad a lo largo de la vida, compone consciente e inconscientemente
una narrativa de “sí mismo” (self).
Una tarea fundamental para el personólogo es, por lo
tanto, discernir, catalogar y clasificar las historias para, en definitiva,
clarificar cómo en ciertos aspectos una historia vital concreta es igual a toda
las demás historias, igual que algunas otras historias, y finalmente como
ninguna otra historia. La historia de vida es un método de acusado carácter
idiográfico en el estudio de la personalidad. Vamos a centrarnos en La
Entrevista de Historia de Vida de McAdams (1995).
INSTRUCCIONES
Esta
entrevista es acerca de la historia de tu vida. Nos gustaría que
hicieses el papel de narrador de tu propia vida para relatarnos la historia
de tu pasado, presente y lo que consideras como tu futuro... Al contarnos
la historia de tu vida, no nos tienes que decir todo lo que te ha sucedido. Una
historia es selectiva...Deberías concentrarte en el material de propia vida que
consideres de importancia fundamental por alguna razón -información acerca de
ti mismo y de tu vida que diga algo significativo acerca de ti y de cómo has
llegado a ser quién eres. Tu historia debería contar qué es lo que te hace
igual a otras personas y qué es lo que hace único... La entrevista está
dividida en una serie de secciones...
I.
Capítulos de la vida
Nos
gustaría que empezases considerando tu vida como una historia. Todas las
historias tienen personajes, escenas, argumentos, etc. Hay altibajos en la
historia, momentos buenos y momentos malos, héroes y villanos, etc. Una
historia larga puede tener incluso capítulos. Piensa en tu vida como una
historia con varios capítulos. ¿Cuáles son esos capítulos? Me gustaría que me
describieses cada uno de los principales capítulos de tu historia vital.
Puedes presentar tantos capítulos como quieras, pero te recomendaría que
dividieses tu historia en al menos dos o tres, y como máximo unos siete... La
duración en torno a 20 o 25 minutos.
II.
Acontecimientos críticos
Ahora....
me gustaría que te centrases en algunos acontecimientos clave que pueden
destacar en tu historia. Una acontecimiento clave debería ser un suceso
concreto, un incidente crítico, un episodio significativo de tu pasado
localizado en un momento y un lugar concreto.. Te voy a pedir que me indiques 8
acontecimientos vitales concretos (diferentes). Para cada uno, describe en
detalle lo que sucedió, dónde estabas, quienes participaron, qué hiciste, qué
pensabas y sentías mientras ocurría cada acontecimiento. Trata además de
transmitir el impacto que este acontecimiento clave ha tenido en tu historia
vital, y lo que ese acontecimiento “dice” acerca de quién eres o fuiste como
persona.
Acontecimiento
1: Experiencia cumbre
Una
experiencia cumbre sería el punto álgido en tu historia vital, quizá el punto
álgido. Sería un momento o un episodio en tu historia en el que experimentaste
emociones extremadamente positivas como júbilo, emoción, inmensa felicidad,
serenidad espiritual o incluso una profunda paz interior...
Acontecimiento
2: Experiencia más baja
Este
tipo de experiencia es lo opuesto a una experiencia cumbre. Es decir, un punto
bajo en tu historia vital. Al narrar tu vida, trata de recordar una experiencia
concreta en la que sentiste emociones extremadamente negativas como la
desesperación, la desilusión, el terror, la culpa, etc. Deberías considerar
esta experiencia como representativa de uno de los “puntos más bajos” en tu
historia vital....
Acontecimiento
3: Punto de inflexión
Al
revisar la vida de uno, muchas veces es posible identificar ciertos “puntos de
inflexión” claves; es decir, episodios que suponen un profundo cambio en la
persona. Los puntos de inflexión se pueden producir en esferas muy diversas de
la vida de una persona -en las relaciones con otras personas, en el trabajo, en
la escuela, en actividades en tu tiempo libre, etc. Me interesa en especial un
punto de inflexión en la forma de verte a ti mismo...
Acontecimiento
4: Primer recuerdo
Remóntate
ahora a tu infancia, tan atrás como sea posible. Elige un recuerdo
relativamente claro de tus primeros años y descríbelo en detalle. El recuerdo
no tiene por qué ser especialmente significativo para tu vida actual...
Acontecimiento
5: Escena más importante de la infancia
Describe
ahora otro recuerdo de la infancia, de más adelante, que destaque en tu memoria
como significativo y especialmente importante. Puede ser un recuerdo positivo o
negativo...
Acontecimiento
6: Escena importante en la adolescencia
Describe
un acontecimiento concreto de tu adolescencia que destaque como especialmente
importante o significativo.
Acontecimiento
7: Escena importante en la edad adulta
Describe
un acontecimiento específico que te haya sucedido después de la adolescencia y
que te destaque en tu memoria como especialmente importante o significativo (en
adultos a partir de los 21 años).
Acontecimiento
8: Alguno otra escena importante
Describe
otro acontecimiento, de cualquier momento de tu vida, que destaque en tu
memoria como especialmente importante o significativo.
III.
Desafío vital
Al
rememorar los distintos capítulos y escenas en tu historia vital, describe el
desafío mayor al que te has enfrentado en tu vida. ¿Cómo te has enfrentado, has
manejado o abordado este desafío? ¿Te han ayudado otras personas? ¿Qué impacto
ha tenido este desafío en tu historia vital?
IV.
Influencias en la historia vital: positivas y negativas
Positivas:
Identifica a la persona, grupo de personas u organización/institución que ha o
han tenido la influencia más positiva en tu historia.
Negativas:
Identifica a la persona, grupo de personas u organización/institución que ha o
han tenido la influencia más negativa en tu historia.
V.
Las historias y la historia vital
Piensa
un poco más en las historias y como algunas historias podrían haber influido en
tu propia historia vital... Estoy interesado en conocer cuáles son algunas de
tus historias preferidas y qué influencia pueden haber tenido en cómo piensas
acerca de tu propia vida y tu historia vital. Voy a preguntarte sobre 3 tipos
de historias.
Televisión,
cine, teatro: historias vistas
Libros,
revistas: historias leídas
Historias
de la familia y amigos: historias oídas
VI.
Futuros alternativos para la historia vital
Ahora
que ya me has contado algo acerca de tu pasado, me gustaría que pensases en el
futuro. Me gustaría que imaginases dos futuros distintos para tu
historia vital.
Futuro
positivo
Escribe
lo que te gustaría que sucediese en el futuro de tu historia vital, incluyendo
los objetivos y los sueños que podrías llevar a cabo. Trata de ser realista al
hacerlo.
Futuro
negativo
Describe
un futuro negativo; absolutamente indeseable para ti. Es decir, uno que temas
que te pudiese suceder, pero que esperas que no suceda. De nuevo trata de ser
realista.
VII.
Ideología personal
Creencias,
valores fundamentales y cuestiones de significado y espiritualidad en tu
vida...
Dimensiones
espirituales y religiosas, cómo han cambiado a lo largo del tiempo, cuestiones
políticas y sociales, el valor más importante de tu vida.
VIII.
Tema vital
¿Puedes
discernir un tema, un mensaje o una idea central que esté presenta a lo largo
de tu historia? ¿Cuál es el tema principal de tu historia vital?
IX.
Otros
¿Qué
más debería saber para comprender tu historia de vida?
Según McAdams (1996) existen algunas características que
definen las narraciones vitales:
- Tono narrativo: Trasfondo emocional general del
relato de la vida que puede ir desde el pesimismo al optimismo.
- Imágenes: Los símbolos, metáforas, símiles (ej.,
se puede hacer referencia a sonidos, olores...).
- Tema: Las
acciones dirigidas a alcanzar las metas u objetivos personales.
- Marco ideológico: Las creencias y valores
religiosos, políticos y éticos implícitos en la narración.
- Episodios nucleares: las escenas que destacan de
un modo especial en la historia de vida.
-Imagos: Además del personaje fundamental de la
historia que es el propio narrador, se pueden identificar prototipos de
personajes en el relato (ej., “la esposa fiel”, “el niño bueno”, “el
conquistador”, ...).
- Final de la historia: Modos de concluir la
historia.
Codificación de episodios de la historia de vida
Las historias de vida se caracterizan, entre otras cosas,
por los temas que el sujeto plasma al describirlas. A este respecto, y
siguiendo a McAdams (1996) los temas de las historias de vida se pueden definir
como “las secuencias dirigidas a los objetivos que los personajes persiguen
en la narrativa. Los temas transcriben la motivación humana -lo que los
personajes quieren, aquello en lo que ponen todo su empeño o tratan de evitar a
lo largo del tiempo” (p. 308). En concreto, McAdams (1985, 1996) ha
sugerido dos agrupaciones temáticas centrales en las narrativas: poder
(poder-logro-autonomía) y afiliación (amor-intimidad-unión).
Las historias de vida de las personas difieren con
respecto a la relevancia que adquieren estos temas de poder y afiliación;
diferencias que se pueden entender, también, como dos modos diferentes de poner
de manifiesto objetivos, empeños, necesidades, deseos vitales importantes.
Estas diferencias pueden ser medidas. Cada episodio es codificado teniendo en cuenta
la presencia (puntuación +1) o ausencia (puntuación 0) de 8 temas diferentes,
cuatro bajo el epígrafe poder y cuatro bajo el epígrafe de afiliación.
Los cuatro temas de poder son:
- Autodominio
- Estatus/victoria
- Logro/responsabilidad
- Cesión de poderes
Los cuatro temas de afiliación son:
- Amor/amistad
- Diálogo
- Atención/Ayuda
- Unidad/Unión
Se aporta también información sobre el significado de
cada uno de los temas para facilitar la codificación. Se obtiene una puntuación
de poder y otra de afiliación.
6.4.- Objetivos de la evaluación
Al igual que sucede en otras ciencias, la psicología de
la personalidad utiliza números para describir los fenómenos que estudia. Los
números nos permiten tanto la precisión de la comunicación como la precisión de
la comparación. No obstante, los números no son mágicos. Su valor depende de su
significado. El significado depende de la fiabilidad y de la validez de los
datos.
1) FIABILIDAD
Hablar de fiabilidad se refiere a lo siguiente. Una vez
que se ha hecho la observación de una persona, ¿qué confianza se puede tener de
que, realizando la misma observación por segunda o tercera vez, se encontrará
más o menos lo mismo en cada ocasión? Cuando una observación es fiable muestra
un alto grado de consistencia, es decir, tiende a repetirse. Una baja
fiabilidad significa que la observación o medición es poco consistente. La
medida no sólo refleja a la persona en evaluación, sino que, de alguna manera,
comprende una considerable participación del azar, lo que se conoce como error.
Todos los procedimientos de medición tienen fuentes
potenciales de error. Cuando se utiliza un telescopio para observar la luna, un
poco de polvo en la lente, algunas pequeñas imperfecciones del cristal, o las
luces de la ciudad, contribuyen a la distorsión o error en la imagen. Cuando se
utiliza una escala de evaluación para medir lo independiente que cree ser una persona, la forma en que se plantee el
ítem puede ser una fuente de error porque puede dar lugar a interpretaciones
diferentes.
Para manejar el problema de la fiabilidad de las medidas,
por lo general se sugiere repetirla, hacer la observación más de una vez, lo
que supone medir la misma cualidad desde un ángulo distinto o utilizar un
“instrumento de medida” diferente.
En realidad, la fiabilidad no es un problema único, sino
una familia de problemas que se presenta en varios contextos más o menos
distintos. Cada versión del problema tiene su propio nombre y la estrategia que
se utiliza para resolverlo difiere de la que se utiliza en otros.
- CONSISTENCIA INTERNA. Se trata de la fiabilidad dentro
de un conjunto de observaciones del mismo aspecto de la personalidad. Se trata
de incluir en una sola ocasión varios reactivos para evaluar el mismo aspecto y
ver si las puntuaciones se relacionan o no. Como distintos reactivos tienen
fuentes diferentes de errores aleatorios, se supone que éstos tienden a
equilibrarse usando muchos reactivos. Cuanto mayor sea el número de
observaciones, más probable es que se eliminen errores de ellas. En términos
prácticos hay varias maneras de investigar la consistencia interna. Una
aproximación sencilla consiste en separar los reactivos en dos subconjuntos
(según numeración, en pares e impares), sumar las puntuaciones obtenidas por
los sujetos de cada subconjunto y correlacionar ambos subtotales. La
correlación proporciona un índice denominado fiabilidad por las dos mitades.
Si las dos mitades del conjunto original miden la misma cualidad de la
personalidad, se esperará que el resultado obtenido en una mitad sea similar al
de la otra mitad. Así, una correlación positiva fuerte entre las mitades es
evidencia de consistencia interna.
- FIABILIDAD ENTRE JUECES: La personalidad no siempre se
mide a través de cuestionarios. Algunas mediciones consisten en observaciones
que alguien realiza de un individuo cuya personalidad evalúa. Cuando utilizamos
las evaluaciones de un observador, la persona que hace la observación es un
“instrumento de medición” que, al igual que otros instrumentos, presenta
fuentes de error. En este caso es necesario comparar las calificaciones de un
observador con las de otro. En la medida en que ambos vean lo mismo cuando
observan el mismo suceso, la fiabilidad será alta. Cuando se encuentra una alta
correlación en los juicios de los jueces al cabo de muchas calificaciones, se
dice que existe una elevada fiabilidad entre jueces.
- ESTABILIDAD A LO LARGO DEL TIEMPO: Este tipo de
fiabilidad tiene que ver con la estabilidad a lo largo del tiempo, es decir,
con el hecho de que los resultados de las evaluaciones realizadas en diferentes
momentos coincidan o no. Este tipo de fiabilidad es importante en personalidad,
si suponemos que muchas de sus características son estables, precisamente uno
de los motivos por los que se emplea el término es precisamente para transmitir
la noción de estabilidad o permanencia. Si la personalidad es estable, algo que
no fluctúa de un minuto o de un día a otro, entonces las mediciones de la
personalidad deben ser confiables a lo largo del tiempo, lo que significa que
las puntuaciones obtenidas han de permanecer más o menos iguales al medirse una
semana, un mes o cuatro meses más tarde. Este tipo de fiabilidad se denomina
fiabilidad test-retest, y se determina aplicando la prueba a la misma persona
en dos momentos diferentes. Una prueba que tiene una elevada fiabilidad
test-retest debe arrojar la segunda ocasión (retest) puntuaciones muy similares
a las obtenidas la primera vez.
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Una manera sencilla de ilustrar la diferencia entre
fiabilidad y validez es hacer una analogía con el tiro al blanco. (A) En
ocasiones cuando alguien tira al blanco sus disparos caen fuera. Este resultado
corresponde a la medición que no es ni fiable ni válida. (B) La fiabilidad es
mayor en la medida en que los tiros caen en un lugar cercano. Sin embargo, los
tiros que no dan en el blanco, no son válidos. (C) Una buena medición significa que los tiros
caen juntos (son fiables) y cerca del centro (son válidos).
CÓMO AUMENTAR
Existen varios factores que influyen en la fiabilidad de
un test:
- Claridad de los elementos. Los que vayan a realizar la
prueba y entiendan los elementos responderán menos aleatoriamente que los que
no los entiendan o no estén seguros de lo que significan. Uno de los problemas
reales a la hora de crear test de personalidad es encontrar términos que sean
claros y no ambiguos.
- Motivación de la persona que va a realizar el test. Si
a las personas que van a realizar el test no les importa el mismo o si pierden
interés en él, sus respuestas pueden no ser fiables.
- Número de elementos. Mientras más largo sea un test más
fiable será. Cuando sólo hay unos cuantos elementos, cada uno tiene un impacto
relativamente grande en la puntuación total. Si un elemento está redactado
pobremente o es ambiguo, acarreará mayor error al haber menor número de
elementos que si hay un número mayor.
2) VALIDEZ
La validez se refiere al hecho de si en realidad se está
midiendo lo que se supone (o lo que se pretende) medir al hacer una
observación. La analogía en este caso sería, cuestionar si la imagen que
observa corresponde a la luna que busca o se trata de una farola. Se
pueden diferenciar distintos tipos de validez:
- VALIDEZ DE CONSTRUCTO: Significa que la prueba (el
instrumento de medición) refleja con precisión al constructo (la cualidad
conceptual) que el psicólogo tiene en mente. Aunque el término constructo
parezca abastracto, se trata sencillamente de un concepto. Establecer la
validez de constructo de una prueba es un proceso largo y complicado que
requiere diversas formas de información, de las que cada una constituye una
aspecto aparte del proceso de validación.
- VALIDEZ DE CRITERIO:
Al demostrar la validez de constructo de un instrumento de evaluación, una
parte particularmente importante del proceso consiste en demostrar que se
relaciona con otras manifestaciones externas de la cualidad de la personalidad
que supuestamente mide el instrumento. Lo anterior, por lo general, implica el
uso de un indicador conductual (o el uso de un observador capacitado con sumo
cuidado) como criterio externo (o norma de comparación) y ver en qué medida se
correlaciona con el instrumento de evaluación. Esto es lo que se conoce como
validez de criterio (por el uso de un criterio externo) o validez predictiva
(pues somete a prueba la predicción que el instrumento hace de la otra
manifestación de la personalidad, la capacidad para anticipar el comportamiento
o rendimiento futuro). Ej.: se mide dominancia con un test y luego se observa
en una situación simulada el grado de dominancia con otras personas.
- VALIDEZ CONVERGENTE: Otro aspecto del proceso de
demostrar la validez de constructo implica obtener evidencia menos directa de
lo que mide el instrumento de evaluación. Resulta útil demostrar que la medida
se correlaciona con características que son similares (pero no las mismas) a
las que supuestamente mide. Lo que hace diferente a este tipo de validez es que
uno sabe que la segunda prueba pretende medir algo ligeramente distinto a lo
que nuestro instrumento evalúa. Tal proceso se conoce como validación
convergente porque los intentos por obtener estas evidencias por lo general
proceden de varias direcciones. Por ej., se esperaría que un instrumento que
pretendiera medir dominio se relacionara de alguna manera con las medidas de
características como el liderazgo o timidez.
.
- VALIDEZ DISCRIMINANTE: Es importante demostrar que un
instrumento de evaluación mide lo que se supone que debe medir, pero también es
fundamental demostrar que no mide cualidades que no pretende evaluar, en
especial las que no se ajustan a lo que el investigador tiene en mente como
constructo.
DISPOSICIONES DE RESPUESTA Y PÉRDIDA DE VALIDEZ
Cualquier análisis también debe señalar un problema de la
evaluación que puede interferir con la validez de la información recogida. En
particular, la gente presenta ciertos sesgos, conocidos como disposiciones
de respuesta, en la manera en que responde durante la evaluación. Una
disposición a responder es una orientación psicológica, una especie de
preparación para responder de manera específica. Las disposiciones de respuesta
distorsionan la información obtenida por los procedimientos de evaluación.
Dos disposiciones de respuesta resultan de particular
importancia en la evaluación de la personalidad:
- Una de ellas aparece con más claridad cuando se trata
de un instrumento de autoinforme, el cual de alguna manera plantea a la persona
preguntas que requieren una respuesta afirmativa o negativa, o de acuerdo o
desacuerdo. Tal disposición a redponder, denominada aquiescencia, no es
más que la tendencia a decir que sí. Para abordar este problema, algunos
autoinformes, se escribe la mitad de los ítems de manera que una respuesta
afirmativa indique que se es alto en esa característica de personalidad, y la
otra mitad de forma que una respuesta negativa indique que se es alto en esa
característica.
- La segunda disposición de respuesta es la deseabilidad
social que se refiere al hecho de que la gente tiende a presentarse de
manera favorable (socialmente deseable) siempre que es posible. Esta tendencia,
al igual que en otros casos, es más fuerte en algunas personas que en otras.
Como en el caso de la aquiescencia, si no se contrarresta, la gente preocupada
por la deseabilidad social obtendrá puntuaciones que reflejan esta disposición
más que su personalidad.
Para algunas disposiciones de personalidad el problema es
mínimo. Pero en otros casos, existe consenso en que es mejor ser de cierta
manera (por ej., honesto, agradable) que de la otra (deshonesto o
desagradable). En estos casos la evaluación puede ser complicada.
En general los psicólogos abordan este problema tratando
de plantear las preguntas de tal manera que el teme de la deseabilidad social
no destaque. Otra forma de abordar el problema consiste en incluir reactivos
que evalúen específicamente el grado de preocupación del individuo por la
deseabilidad social y utilizar esta información como factor de corrección al
evaluar sus respuestas a otras preguntas.
6.5.- Consideraciones finales
La evaluación de la personalidad desempeña una importante
función en el ámbito de los negocios donde tienen que tomarse decisiones sobre
el empleo y en el medio clínico, donde son importantes las decisiones sobre
diagnóstico y tratamiento. Por supuesto, a nivel de investigación resulta un
tema prioritario. Vamos a considerar algunos temas de interés.
1) RELACIONES ENTRE AUTOEVALUACIONES Y EVALUACIONES DE
OBSERVADORES
¿Cuál es la relación entre las autoevaluaciones y las
evaluaciones de observadores?
Muchas evaluaciones sobre la personalidad se realizan
utilizando datos de autoinformes (S). Es cierto que muchos psicólogos muestran
muchas reservas con respecto a este tipo de datos. Se pone en duda la capacidad
de los sujetos para informar sobre sus procesos mentales. La pregunta sería la
siguiente: ¿tenemos acceso a una información inaccesible para el observador, y
si es así, en qué medida somos capaces de transmitirla a los demás?. Además
podemos percibir o recordar erróneamente, ser poco conscientes de nuestros
estados internos, etc. Es decir, es posible que tengamos limitaciones sobre lo
que sabemos de nosotros mismos, y por ello muchos psicólogos plantean serias
dudas acerca de la validez y de la utilidad de los datos S.
¿Cómo se defienden los que utilizan estos datos?:
- Una primera respuesta sugiere que las personas somos
capaces de dar autoinformes precisos dependiendo de la información que nos
pidan.
Es decir, podríamos dar informaciones precisas sobre
nosotros mismos, si se nos hacen preguntas específicas y relacionadas con
acontecimientos recientes. Más difícil será dar información sobre juicios
globales que exigen el análisis de una gran cantidad de información.
- Un argumento más contundente en apoyo de estos datos es
el aportado por Funder (1989, 1993). Cree que hay pruebas evidentes de que las
personas somos jueces razonablemente precisos de las características de nuestra
propia personalidad. Como prueba utiliza una estrategia que consiste en
comparar la coincidencia entre los autojuicios y los de otros que conocen a la
persona. Por ejemplo, esta estrategia se ha utilizado en el estudio de los 5
grandes, y se ha encontrado un acuerdo bastante razonable (más para unas
variables que para otras). Funder, además,
ha intentado determinar las variables que determinan la precisión de
estas evaluaciones. Encuentra que es más fácil hacer juicios sobre la
personalidad de algunas personas que sobre la de otras, y que es más fácil
hacer juicios sobre algunas características de personalidad que sobre otras. La
posibilidad de observación de la conducta pertinente para la característica que
se valora parece ser un elemento clave: - Los rasgos que son fáciles de
observar producen un buen acuerdo, mientras que los que no se observan tan
directamente proporcionan menos acuerdo. - Muchas oportunidades para observar
las conductas relacionadas con el rasgo, también facilitan el acuerdo.
En definitiva, existen pruebas de niveles de acuerdo
estadísticamente significativos, que son pruebas de validez para muchos
investigadores que utilizan las medidas de autoinforme. Sin embargo, también
existen autores que no lo tienen claro y cuestionan su validez. La mayor parte
de los investigadores estarían de acuerdo en el ámbito de aplicabilidad de los
datos de los cuestionarios, es decir, las áreas en las que estos datos tienen
probabilidades de ser fiables y las áreas en las que serán más cuestionables.
2) DIVERSIDAD Y EVALUACIÓN DE LA PERSONALIDAD
¿Hasta qué punto pueden las medidas de personalidad
aplicarse a miembros de distintos grupos raciales, étnicos y culturales? ¿Son
igualmente aplicables las medidas de
evaluación de la personalidad para miembros de grupos culturales distintos?
¿Puede un investigador comparar legítimamente dos culturas diferentes mediante
el uso de un test, o entrevistas o registros determinados? ¿Quieren los
resultados decir lo mismo? ¿Puede un psicólogo evaluar de forma similar a más
de una cultura?
En psicología este tema se ha hecho evidente en los tests
de inteligencia. ¿Puede el mismo test usarse con miembros de distintos grupos y
considerarse igual de justo y válido para todos los grupos?. Kamin (1974)
demostró que los test de inteligencia se
utilizaron para impedir la entrada en EEUU a inmigrantes de Europa Oriental en
la década de 1920. Los psicólogos sugirieron que los tests de inteligencia eran
medidas precisas de la inteligencia innata, sin tener en cuenta la influencia
de la exposición al idioma y la cultura norteamericanos. Lo que Kamin denomina
la "hipótesis racial" asociada sugería que a medida que disminuía la
proporción de sangre nórdica, el nivel de inteligencia disminuía de forma
considerable. A continuación, Kamin procedía a hallar analogías con los usos
actuales de los datos procedentes de los tests de inteligencia. La versión del
Test de Inteligencia para Adultos de Wechsler empleada hace unos años, incluía
por ej.: ¿Qué significa el dicho "Una golondrina no hace verano? ¿Qué
significa el dicho "Mucho ruido y pocas nueces?". Casi ningún
estudiante actual conoce estos dichos, pero eran bastante corrientes hace 40 años.
En el caso de los
tests que evalúan la personalidad el tema queda perfectamente reflejado en
relación con el MMPI. El MMPI se desarrolló a principios de la década de 1940 y
es el inventario objetivo de personalidad de uso más frecuente. Se ha traducido
a varios idiomas y se emplea en todo el mundo. La primera edición, se basaba en
respuestas de individuos que vivían en Minnesota en aquella época. Gynther
(1972) planteó que el test no resultaba igualitario en grupos minoritarios, se
preguntó si el uso de normas basadas en las puntuaciones de norteamericanos de
raza blanca era discriminatorio para los norteamericanos de raza negra. Los
negros tenían puntuaciones más elevadas en una serie de escalas del MMPI, lo
que algunos psicólogos interpretan como prueba de mayor grado de enfermedad
mental. Sin embargo, la inspección de las diferencias en las respuestas a ítems
concretos sugiere una explicación alternativa. Por ej., los negros eran mucho
más propensos a confirmar ítems como los siguientes: "Creo que estoy
condenado" "La gente dice cosas insultantes y vulgares sobre mí"
"Soy muy religioso". Las diferencias en las respuestas a ítems como
éstos pueden reflejar diferencias en los valores, creencias y experiencias
culturales en lugar de una psicopatología.
En un esfuerzo por sensibilizarse a estos aspectos, la 2ª
edición del MMPI incluyó una serie de cambios. Primero, el grupo normativo para
el desarrollo de las escalas representó a una muestra más amplia de residentes
estadounidenses e incluyó una representación proporcional de negros. Segundo,
se suprimieron el lenguaje sexista y las frases hechas pasadas de moda. Sin
embargo, la muestra normativa para la segunda versión incluyó una
representación insuficiente de hispanos y asiáticos.
El problema también es relevante en las investigaciones
sobre personalidad. La gran mayoría de la literatura publicada sobre
personalidad se basa en estudios con sujetos norteamericanos, en su mayor parte
universitarios de personalidad. ¿En qué medida son los hallazgos válidos para
miembros de culturas diferentes? En ocasiones, se realizan estudios
transculturales en los cuales se hacen las mismas preguntas a miembros de
culturas diferentes o se traduce un cuestionario a otro idioma. Sin embargo,
ignoran la posibilidad de que, para empezar, los miembros de otra cultura
puedan plantearse las preguntas de otra forma distinta.
En resumen, todas las personas relacionadas con la
teoría, la investigación y la evaluación de la personalidad deben ser
conscientes de la diversidad cultural. Los miembros de las distintas culturas
modelan el mundo de formas diferentes y las mismas palabras, aunque se
traduzcan con precisión a otras lenguas, expresan sentidos distintos en el
contexto de las diversas culturas. Esto no significa que sea imposible una
formulación de principios generales del funcionamiento de la personalidad que
sean válidos para miembros de todos los grupos culturales. Sin embargo, sí
significa que esta generalidad no puede asumirse automáticamente.
3) ELECCIÓN O INTEGRACIÓN
En la actualidad,
empiezan a abandonarse las posturas extremas para ir dirigiéndose hacia
una postura integradora. Es necesario considerar tanto las variables
intrapsíquicas como las situacionales y su interacción. Podemos “medir”
dimensiones, procesos, factores fisiológicos y bioquímicos, variables
situacionales y de interacción que nos permitan, de alguna manera, llegar a un
conocimiento mayor del ser humano.
En lo que se refiere al proceso evaluativo en los últimos
años se están empezando a presentar posturas más eclécticas que aceptan la
utilización de distintos procedimientos valorativos. Se ha recuperado gran
parte del modelo psicométrico clásico y del modelo clínico tradicional, a la
vez que se incorporan procedimientos nuevos de análisis.
Efectivamente, en la actualidad existe entre los
psicólogos de distintas escuelas una tendencia a integrar los dos métodos
tradicionales de evaluación y sus respectivas técnicas