PATOLOGÍAS DE LA HIPEREXPRESIÓN
EJEMPLO: Estetización del mundo y pérdida
de criterio
¿Hasta
dónde y de qué variadas formas se habrá
expandido este fenómeno de la hiperexpresión
en la actualidad? Un ejemplo lo podemos encontrar en esa
hiperexpresión de lo bello capaz de conducirnos a
una banal estetización del mundo
En
las últimas décadas hemos asistido a un fenómeno
sugerente y provocador: la temática de los diferentes
fines (en el sentido de finalización u ocaso) en
distintos ámbitos, como el fin de la historia (Francis
Fukuyama), el fin del arte (Danto, Kuspit, Gadamer, Vattimo),
el fin de la filosofía (Joseph Kosuth), etc, etc.
Sin embargo, nada de esto es nuevo; en realidad ya fue pronosticado
en su momento por Hegel, aunque nada parecía haber
terminado en aquella época: la historia continuó,
se siguieron haciendo obras de arte y también filosofía.
La cuestión radicaba no tanto en la muerte o el fin
de estos ámbitos, sino un cambio en el curso de los
mismos.
Entre aquellos que han reflexionado en torno al fin del
arte se encuentra Gianni Vattimo, quien reconoce la deuda
con Hegel respecto a la temática de la “muerte
del arte”. Para el filósofo italiano “la
muerte del arte es algo que nos atañe y que no podemos
dejar de tener en cuenta. Ante todo, como profecía
y utopía de una sociedad en la que el arte ya no
existe como fenómeno específico, en la que
el arte está suprimido y hegelianamente superado
en una estetización general de la existencia”.
“La práctica de las artes, continúa
Vattimo, comenzando desde las vanguardias históricas
de principios del siglo XX, muestra un fenómeno general
de ‘explosión’ de la estética
fuera de los límites institucionales que le había
fijado la tradición”. En esta misma dirección
crítica se expresa Yves Michaud cuando escribe en
El arte en estado gaseoso: “Este mundo es exageradamente
bello. Bellos son los productos empacados, la ropa de marca
con sus logotipos estilizados, los cuerpos reconstruidos,
remodelados o rejuvenecidos por la cirugía plástica,
los rostros maquillados, tratados o lifteados, los piercings
y los tatuajes personalizados, el ambiente protegido y conservado,
el marco de vida adornado por las invenciones del diseño,
los equipos militares con su aspecto cubo-futurista, los
uniformes rediseñados tipo constructivista o ninja,
la comida mix en platos decorados con salpicaduras artísticas
a no ser que de manera más modesta sea empaquetada
en bolsas multicolores en los supermercados, como las paletas
Chupa-Chup. Hasta los cadáveres son bellos cuidadosamente
envueltos en sus fundas de plástico y alineados al
pie de las ambulancias. Si algo no es bello, tiene que serlo.
La belleza reina. De todas maneras, se volvió un
imperativo: ¡que seas bello! o, por lo menos, ¡ahórranos
tu fealdad!”. ¿No será tanta hiperexpresividad
estetizada ligada a la mercancía síntoma de
algo?
El filósofo francés Jean Baudrilard se expresa
siguiendo esta misma línea de Vattimo y Michaud.
Para Baudrillard “hoy el arte está realizado
en todas partes. Está en los museos, está
en las galerías, pero también en la banalidad
de los objetos cotidianos; está en las paredes, está
en la calle, como es bien sabido; está en la banalidad
hoy sacralizada y estetizada de todas las cosas, aun los
detritos, desde luego, sobre todo los detritos”, y
sentencia: “La estetización del mundo es total
(…) Nuestra cultura dominante es eso: la inmensa empresa
del almacenamiento estético que muy pronto se verá
multiplicado por los medios técnicos de la información
actual con la simulación y la reproducción
estética de todas las formas que nos rodean y que
muy pronto pasarán a ser realidad virtual”.
Una realidad virtual que, en gran medida, no es sino creación
de realidad o hiperrealidad.
Nos encontramos pues con dos vertientes del problema: la
estetización del mundo y, peor aún, de la
mercancía y de esa hiper abundancia de realidad estetizada,
de hiperexpresión y, por otro lado la pérdida
de la ilusión, la desilusión estética,
ambos factores relacionados. Creación de realidad
o hiperrealidad y desilusión frustrante. “Hoy
no es sino una manipulación de lo real, en fin, de
los vestigios de lo real”. La manipulación
de lo real da lugar asimismo a la creación de realidad,
a la hiperrealidad. Demasiada realidad, demasiada expresión,
demasiado sentido, estetización total por un lado,
frustrante desilusión estética por el otro.
Esta realidad construida constituye la hiperrealidad. Pero
nada de esto es aséptico, pues la desilusión
puede traer consigo una fuerte carga de frustración,
mientras que la creación de una realidad inventada
a través de esa hiperrealidad es, en cierto modo,
la operación que realiza el psicótico. De
la represión del pasado a la hiperexpresión
del presente. De la neurosis unida a la represión
a la psicosis unida a la hiperexpresión.
Según Franco Berardi “la intuición de
Baudrillard ha resultado ser importante a la larga. La patología
que predominará en los tiempos que vienen no nacerá
de la represión sino de la pulsión de expresar,
de la obligación expresiva generalizada. Lo que parece
que se extiende en la primera generación videoelectrónica
son patologías de la hiperexpresión, no patologías
de la represión”. ¿Y cuáles son
estas patologías contemporáneas?: los transtornos
de déficit de atención, la dislexia, el pánico.
Son patologías, sostiene Berardi, “que hacen
pensar en otro modo de elaboración del input informativo”.
Se da por sentado, por tanto, que de la represión
del pasado pasamos a un estado de cosas donde no hay ocultación
sino exceso, exceso de visibilidad, hiperexpresión,
hiperrealidad, explosión de la infoesfera, sobrecarga
de estímulos nerviosos, detonantes todos ellos de
los estados psicóticos. Pero esta reacción
ante la represión que constituye la hiperexpresividad
termina resultando también patológica al no
constituirse la represión en un detonante constructivo,
acaso sublimado o canalizado de manera edificante. No estamos
más que ante una reacción contra la represión,
tan patológica o peor que aquélla, lo cual
generaría un estado de cosas ante el cual una nueva
formulación de la represión cerraría
un bucle patológico del cual es preciso salir. Podría
pensarse, en este sentido, con objeto de romper ese bucle
que determinadas patologías sin una base biológica
(déficit de neurotransmisores, por ejemplo) podrían
ser abordadas bajo un paradigma terapéutico de tipo
ontológico.
Baudrillard, Jean, La ilusión y la desilusión
estéticas. Caracas: Monte Ávila, 1997.
Baudrillard, Jean, La guerra del Golfo no ha tenido lugar.
Barcelona: Anagrama, 1991.
Berardi, Franco, “Patologías de la hiperexpresión”.
Archipiélago, Nº. 76, 2007.
Danto, Arthur C., “Tres décadas después
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El arte contemporáneo y el linde de la historia.
Madrid: Paidos, 2010.
Danto, Arthur C., “Fin del arte”. El Paseante,
1995, núm. 22-23.
Gadamer, H.G., “¿El fin del arte? Desde la
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(pp. 65-83).
Hegel, G.W.F., Introducción a la estética
(1835). Barcelona: Península-NeXos, 1985.
Kuspit, Donald, El fin del arte (2004). Madrid: Akal, 2006.
Michaud, Yves, El arte en estado gaseoso. México
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Reinhardt, Ad, Art-as-art: the selected writings of Ad Reinhardt.
Berkeley: University of California Press, 1975.
Vattimo, Gianni, “Muerte o crepúsculo del arte”
(1985), en El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica
en la cultura posmoderna. Barcelona: Gedisa, 2007.
(Material
ofrecido por Leopoldo La Rubia de Prado)