Características del deficiente mental
En
el deficiente mental inciden una serie de elementos adversos que le dificultan
estructurar su experiencia. La información perceptivo–motora se presupone que
es idéntica a la que accede el resto de los sujetos de su misma edad, el
problema radica en las posibilidades de estructuración adecuada de la misma.
Esta cuestión se acentúa en la esfera educativa, con el problema añadido de las
dificultades de comunicación.
En
el terreno del conocimiento, el ámbito es doble: el de la esfera de
experiencias del sujeto deficiente, cuyo mundo de objetos y representaciones es
sui géneris, muy distinto del mundo
de representaciones de los sujetos normales.
Otra
dificultad deriva de su autoconcepción como sujeto, de las dificultades de
integrar su personalidad. En algunos casos la sobreprotección y la actitud de
los adultos, anula las experiencias que le supondrían un cierto conocimiento y
dominio del medio y de su propio cuerpo. La actitud ante el deficiente mental
debe ser siempre la de aceptarle tal y como es.
El
déficit en el conocimiento y dominio del lenguaje, y, por tanto, de la
comunicación, reduce las posibilidades de desarrollo de las habilidades y
estrategias individuales.
La
nota característica de la personalidad de los sujetos con retraso, cuando se
comparan con sujetos normales, se suele centrar en aspectos concretos como el
autoconcepto o la actitud personal del individuo hacia sí mismo y, es sabido,
que, cuando baja la estimación de sí mismo, conlleva un mayor índice de fracaso
y estas manifestaciones muestran una correlación con el nivel de inteligencia.
El
nivel de ansiedad también se manifiesta elevado, comparativamente, pero sobre
todo en individuos institucionalizados. El autocontrol o capacidad de
regulación de la propia conducta implica tres capacidades: ajustes de claves,
autoesfuerzo y observación. Estas capacidades están ausentes en deficientes
moderados, severos y profundos.
Estos
sujetos tienden más a evitar el fracaso que a buscar resultados exitosos.
Buscan en los demás los puntos de referencia y, por tanto, las claves de su
comportamiento; siendo su locus de control interno, frágil o inexistente. Sólo
en aquellos casos en los que sus tareas son compensatorias y les brindan
autoconfianza, en los casos moderados, su locus interno permite el asumir los
éxitos y los fracasos con cierta consistencia.