La fe es
razonable
Jesús Blanco Zuloaga
A pesar del artículo del
señor Aguilera Mochón publicado en IDEAL el pasado día 2 de junio bajo el
título 'Las primeras comuniones' ninguno de mis lectores se ha considerado un
ser irracional. Por tanto, mi artículo de hoy no va en socorro de nadie. Pero
me ha parecido bueno aprovechar la ocasión para pensar un poco en algo que, por
obvio, no solemos pensar: nuestra fe es razonable. Es un tema
que, por otra parte, es
muy oportuno hoy, en la conmemoración de aquella mañana de Pentecostés, la más
grande experiencia religiosa de los cristianos.
Les recuerdo que el señor Aguilera decía que era irracional
creer en Dios, en los ángeles y demás cosas de nuestra fe, porque no estaban
comprobadas; y, por tanto, no se debían enseñar esas cosas a los niños de
primera comunión. Ya ha publicado IDEAL la respuesta del señor Barnés Vázquez y
tengo conocimiento de otro articulo del señor Montero Vives que, al escribir yo
el mío, aún no se había publicado. Con ambos estoy de acuerdo. Incidiré en
algunas de las cosas que ellos dicen y añadiré otras de mi cosecha.
Lo no razonable
Lo que a mí no me parece
razonable es la postura que se trasluce en el artículo del señor Aguilera, que
se parece mucho a la postura mantenida por los racionalistas del siglo XIX. No
me parece razonable, al menos, en los tres puntos siguientes.
Primero, no parece razonable que crea que sólo es real lo
que él ve con sus ojos o su laboratorio. No parece lógico negar a priori la
posibilidad de que haya otros seres que no podemos alcanzar con nuestras
capacidades actuales o futuras. ¿Qué argumento razonable se puede dar para
asegurar que es imposible que exista Dios o que existan Seres superiores a
nosotros? Una mente incapaz de aceptar esa posibilidad me parece poco
razonable.
Segundo, no parece razonable pensar que sólo son razonables
los que piensan como él y por tanto, tratar de irracionales a la aplastante
mayoría de los hombres y mujeres de todos los continentes y de todos los
tiempos. Porque eso de creer en Dios y en el espíritu no es cosa exclusiva de
los cristianos, sino de todas las religiones, incluso de las religiones más
primitivas, sin excepción. Por tanto, toda la humanidad seria irracional y sólo
el grupo de
los racionalistas serian
seres racionales. No es razonable decir semejante cosa: esa humanidad
presuntamente irracional es la que ha creado toda la civilización, con su
filosofía, su ciencia, su arte y su técnica.
Tercero,
por lo que se refiere a la enseñanza, el señor Aguilera también se queda solo
frente a toda la humanidad: la Constitución española, en la misma línea de los
grandes acuerdos internacionales, reconoce el derecho de los padres a la
educación religiosa de sus hijos conforme a sus convicciones (art.27 y 10).
La experiencia de fe
Nuestra fe es razonable,
porque tenemos motivos racionales para creer. La razón humana no es la única
fuente de conocimiento: los cristianos aceptamos la Revelación; y todo el mundo
-incluso los racionalistas- creen lo que le asegura la persona de quien se fían
y a la que aman. Es absolutamente racional que la esposa se fíe de su esposo.
Hace 2000 años que el Esposo y Señor vino a la tierra. Y la Iglesia, la Esposa,
se fía de El. «Sé de quién me he fiado», decía San Pablo. Creemos porque nos
fiamos de El. y sabemos de quién nos fiamos;
y tenemos más razones.
Tenemos a la ingente cantidad de testigos que, a través de la historia, nos han
dado inequívoco testimonio de la experiencia de un Dios presente y actuante en
la vida de la Iglesia, por la fuerza del Espíritu. Es una experiencia que,
desde la venturosa mañana de Pentecostés, se va extendiendo a todos los que
aceptan de veras a Jesús. Algunos llegan a alcanzar las experiencias místicas de Teresa de Ávila o
Juan de la Cruz. Otros nos quedamos muy lejos de eso, pero tenemos la
suficiente experiencia personal para saber que Él está ahí, suscitando nuestra
fe, ayudándonos a intentar ser cristianos.
Por
eso, la vida de un cristiano auténtico toca el misterio. Pero es absolutamente
racional y lógico que creamos en lo que experimentamos. Sabemos por experiencia
que, sin Él, no podemos hacer nada; que, sin la fuerza del Espíritu, ni
siquiera podemos decir que Jesús es el Señor. Para tener fe, necesitamos el
Espíritu. Por eso hoy, día de Pentecostés, clamamos: 'Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles'.
Ideal, 11 de junio de
2000