Al nivel del mar, apegado a una superficie
ardorosa, el camello parece una pequeña góndola de asbesto que rema lentamente
y a cuatro patas el oleaje de la arena, mientras el viento desértico golpea el
macizo velamen de sus jorobas. Para el que tiene sed, el camello guarda en sus
entrañas rocosas la última veta de humedad.
J.J.Arreola, Bestiario