El mensaje
coránico es incompatible con el cristianismo
MARTÍN CASTILLA
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Aunque sea cierto que el Corán procede de fuentes
judías y cristianas, su texto elabora una
posición muy
heterodoxa con respecto a esas fuentes, hasta el punto de que, en honor
de la verdad, es
necesario desmentir todo intento
irenista
de fingir una unidad de fe en un mismo Dios.
La
ruptura de continuidad entre el mensaje bíblico y el coránico es
completa. Hay
tal discontinuidad que cabe afirmar que el Corán, en su versión
definitiva, terminó convertido en un
manual de
guerra diseñado para destruir el cristianismo. Este fue desde el
principio y continúa siendo hasta el día de hoy, su propósito
esencial.
En el terreno histórico, desde el siglo VII, el
islamismo se implantó destruyendo la cristiandad en Oriente Medio, el
norte de África y la Península Ibérica. Después de catorce siglos, no
ha cejado, de modo que, en nuestro tiempo, un conjunto de
organizaciones islámicas sustenta, con renovado ardor y cuantioso apoyo
financiero, el proyecto de islamización y, por tanto, destrucción de
Europa.
El
"diálogo islamo-cristiano", tan en boga y tal como se lleva a cabo, no
parece que
sea, en realidad, más que un espejismo ilusorio e ingenuo por parte
cristiana y un
taimado engaño
por parte musulmana. Una caridad mal entendida impele a demasiados
eclesiásticos
a ocultar la verdad, tanto la propia como la ajena.
En
la relación con los islámicos, Juan Damasceno (hacia 740) planteaba
disputas o controversias
entre un cristiano y un sarraceno,
donde denuncia y refuta las creencias
mahometanas. No buscaba un "diálogo" para homologar la validez de
aquellas
doctrinas.
Cuando,
en medio de la quinta cruzada, en 1219, Francisco de Asís, con un
compañero fraile,
desembarcó en Egipto, decidido a encontrarse con el sultán Al-Malik
Al-Kamil,
no fue a "dialogar" sino a evangelizarlo. Como misionero, comunicó una
grave advertencia
al sultán de que, si no abandonaba la ley de Mahoma y reconocía
a
Cristo, no
podría alcanzar la salvación.
Cuando,
durante las agresiones turcas contra Bizancio por parte del sultán
otomano Bayaceto I, cayó prisionero como rehén Manuel II Paleólogo,
este, en Ankara, en 1391, mantuvo
unas controversias
con sabios musulmanes, en las que analizaba la diferencia entre
la
ley
cristiana y la musulmana, y cuestionaba que la difusión la fe por medio
de la
violencia armada pudiera ser algo procedente de Dios.
Cuando
el papa Benedicto XVI pronunció el discurso
Fe,
razón y universidad. Recuerdos y
reflexiones,
en la Universidad de Ratisbona, en 2006, citó una de las
controversias del
emperador bizantino, haciéndose la misma pregunta acerca de la
violencia
inherente al islam, canonizada por su profeta: "Muéstrame qué ha
instituido Mahoma que sea nuevo: no encontrarás nada que no sea malvado
e
inhumano, como su decreto de difundir por medio de la espada la fe que
él predicaba".
Siendo así que "no actuar razonablemente es algo ajeno a Dios". Esta
evocación
de Manuel II Paleólogo desató un aluvión de críticas hipócritas.
Una
orientación muy distinta y poco clara es la que refleja el Documento
sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común,
signado
por el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayeb, en
Abu
Dabi,
en 2019. El texto dota de un buenista camuflaje
retórico al mensaje coránico, en el empeño de hacer pasar al islam
por lo que
no es, ya sea por aparente ignorancia, ya por aparente astucia, en
cualquier
caso, demasiado lejos del amor por la verdad.
Por ejemplo, escribir esto: "declaramos
-firmemente- que las religiones no incitan nunca a la guerra y no
instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la
violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de
la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las
religiones y también de las interpretaciones de grupos religiosos que
han abusado..." es literalmente falso
en lo que concierne al islam, pues el Corán emplea el término "matar"
en 72 ocasiones y, ya en la primera sura y en tantas otras,
presenta
un
discurso de odio hacia los judíos, hacia los cristianos y hacia los no
creyentes sin restricción. ¡Que digan abiertamente que están en
desacuerdo con el Corán y con los diez siglos de exégesis que confirman
la
yihad como acción armada para la conquista del
mundo en nombre de
Dios!
Ahí está el llamado versículo de la espada: "Una
vez que pasen los meses prohibidos, matad a los asociadores dondequiera
que los encontréis: capturadlos, asediadlos, tendedles emboscadas por
doquier. Solo si se arrepienten, cumplen el rezo y pagan el tributo los
dejaréis en paz" (Corán 9,5). Los autores clásicos musulmanes defienden
la doctrina de la abrogación, según la cual este versículo ha derogado
todos los versículos anteriores, más de cien, de carácter más benigno.
Los autores modernos que impugnan esta doctrina son pocos y marginales.
Tampoco resulta convincente el documento de Abu Dabi cuando dice: "El
pluralismo y
la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de
una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos".
Tales "pluralismo y diversidad de religión", tan posmodernos, que
suponen homologar
todos los sistemas religiosos como "expresión de una sabia voluntad
divina", vienen a cohonestar fundamentalmente al islam. Aparte de
contravenir la doctrina defendida durante siglos por las iglesias
cristianas.
En palabras autorizadas del islamólogo y teólogo
François Jourdan, autor de Islam et
christianisme, comprendre les différences de fond (2015):
"A menudo escuchamos a cristianos, y
especialmente a musulmanes, decir que «tenemos el mismo Dios»... Sin
embargo, la palabra «mismo» significa «idéntico». ¿Tienen cristianos y
musulmanes una visión idéntica del único Dios? Esta es la pregunta que
subyace a la expresión trampa «el mismo Dios». Ahí, ya no coincidimos.
No es suficiente ya declararse monoteístas.
El cardenal Robert Coffy precisaba: «No digamos
el
mismo Dios, porque significaría que los miembros de las otras
religiones se unirían a otro Dios. [...] No se puede decir que hay una
identificación entre Alá y el Dios que se ha revelado en Jesucristo y
que
es Padre, Hijo y Espíritu Santo. He oído a cristianos que aceptan mal
esta respuesta [...] porque confunden la vivencia de fe de cada
creyente y la profesión de fe de cada religión. Pero el diálogo trata
sobre el contenido de la fe profesada por cada religión, no sobre la
sinceridad de los creyentes, ni sobre su salvación».
Jacques
Jomier ... cita a su maestro Massignon sobre la fe de cristianos y
musulmanes: «Su concepción de ese Dios único es tan diferente que es
difícil decir que realmente hablen del mismo Dios».
Y el papa
Juan Pablo II reaccionaba ante «un Dios que es solo Majestad y nunca
Emmanuel, Dios con nosotros. El islam no es una religión de redención.
[...] Por eso no solo la teología sino también la antropología del
islam está muy lejos de las del cristianismo».
Roger Arnaldez lo dijo
sin rodeos: «El Dios del Corán no es en absoluto el mismo que el del
cristianismo».
François Varillon afirmaba: «Ni siquiera es
posible
identificar el Dios creador de Mahoma y el Dios creador de Jesucristo.
[...] El Dios del islam no es el Dios del cristianismo. [...] El
musulmán está ante Dios, el cristiano está en Dios».
Monseñor Pierre
Claverie, obispo de Orán, distinguía las dos actitudes típicas del
islam y del cristianismo: «Adórame, yo soy el único» y «No temas, yo te
amo». Jesús dice: «Ya no os llamo siervos, sino amigos, porque todo lo
que he aprendido de mi Padre, os lo he dado a conocer» (Juan 15,15)."
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