2. Los métodos histórico-críticos
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El
análisis del
sistema no se refiere a las personas
Sería
deseable sintonizar bien desde
el principio. En el plano personal, cada uno tiene derecho a sustentar
las
opiniones, convicciones y creencias que vea o quiera. Pero aquí es
obligado
dejar de lado la ideología en lo posible, con el fin de atenerse a los
hechos,
o a los textos, en cuanto referentes empíricos, y presentar los datos,
las
teorías y los argumentos mejor fundados. En ningún momento se trata de
juzgar a
personas, siempre respetables, ni sus ideas, para las que son muy
libres.
De lo que
se
trata es de analizar sistemas ideológicos objetivados como tales, y
hechos
históricos que suelen poner en práctica comportamientos derivados de
aquellos.
Mi ánimo se halla tan lejos de la apologética como de la polémica, pues
solo
intento una labor de ciencia en el ámbito de la historia, la
antropología y la
filosofía crítica, hasta donde el método me lleve. Siempre desde un
punto de
vista distante e inquisitivo.
En estos
últimos tiempos ha aumentado el volumen de las indagaciones y las
traducciones
dedicadas a los textos fundacionales del islamismo: el Corán, los
relatos y la
vida de Mahoma. Nunca se habían impreso tantos libros sobre ello. Pero
es en
Internet donde ha habido la mayor proliferación. Cientos de miles de
sitios de
las más dispares tendencias intra y extramusulmanas dan testimonio de
una
polémica sorda y una propaganda edulcorada, en la que abundan
posiciones
tradicionalistas, fanatismos de todo signo y, a veces, una refinada
mendacidad.
Como observaba un autor francés, hace ya años, al tratarse de los
estudios
islámicos, entramos en «un ámbito vergonzosamente trucado». Pocas
páginas
parecen interesadas en procurar una exposición objetiva o veraz. Y
menos aún
son las que adoptan el enfoque de la crítica histórica, textual,
exegética y
filosófica.
Este
trabajo busca acercarse a un mejor conocimiento del islamismo
originario, en
cuanto sistema semiótico, teniendo en cuenta el examen de las fuentes
fundacionales (sobre todo el Corán, sin perder de vista los hadices y
la
biografía de Mahoma), así como una selección de investigaciones de los
especialistas mejor reconocidos. No pretende ser una obra laudatoria,
ni
tampoco difamatoria. El enfoque no mira a probar ninguna opción de fe,
ni
tampoco a atacarla. Mi método se atiene a la regla de averiguar, en lo
posible,
qué dicen los textos y qué ocurrió realmente en la historia. Ante todo,
el
principal problema será dilucidar la verdadera naturaleza del islam a
partir
del análisis de su libro básico, el Corán, del que dependen las
restantes
fuentes.
Para
comprender adecuadamente la significación de un sistema decantado en la
historia pasada y proyectado hacia el futuro, es necesario saber
observar en la
escala de siglos y la escala de milenios, pues, de lo contrario, no se
percibirán los hechos y los significados que ocurren en esas escalas y
que normalmente
son invisibles en medidas de tiempo más cortas.
Recapitulando,
para seguir
adecuadamente los desarrollos de estas páginas se debe tener en cuenta,
en todo
momento, cuál es la perspectiva en la que está situada la elaboración
del
discurso. En resumen:
1. No
se trata de personas, no se habla de individuos, ni de comunidades.
Voy a ocuparme
de ideas y sistemas de ideas, no de
personas. Por ejemplo, se habla del islam, no de los musulmanes.
2. Tampoco
se trata de política, no se pretende estudiar las implicaciones
políticas o
económicas, y menos aún apoyar ninguna opción. Lo que presento es una indagación del sistema religioso
específicamente tal, utilizando instrumentos científicos normalizados,
como los
métodos histórico-críticos o el análisis estructural, y añadiendo a
veces una
reflexión filosófica.
3. El
trabajo es con textos y con significados. Las referencias al
contexto de
los hechos históricos serán en función del mejor entendimiento del
texto. Al
tratarse de ideas y sistemas de índole semiótica, lo importante son los
significados codificados en los textos, y no tanto las prácticas que
hayan
podido inspirarse en ellos.
También
hay que advertir que analizar
críticamente una ideología o un sistema de ideas de determinado signo
no
presupone defender la de signo contrario, sino simplemente que se
analiza lo
que se está analizando.
El enfoque
histórico-crítico en la
investigación
Este
estudio intenta centrarse en los textos fundacionales del sistema
islámico, un
sistema religioso-político inserto históricamente en la tradición más
amplia de
las llamadas religiones proféticas, junto con el judaísmo y el
cristianismo,
respecto a los cuales difiere esencialmente. Lo que procederá es
ponerse bajo
la luz de la crítica histórica, mediante análisis aproximativos, pero
rigurosos,
cuyo objetivo estriba en poner al descubierto los orígenes, las
estructuras,
los mensajes y la evolución del sistema objeto de estudio.
A
cierta ortodoxia musulmana no le parece legítimo este tipo de estudios,
porque considera
que el texto coránico es sagrado e intocable, y que la razón humana no
debe
cuestionarlo. Por el contrario, sostenemos que el empeño es
perfectamente
legítimo, y la legitimidad se ha de medir por la objetividad científica
del
método, y dependerá de la solidez de su aplicación. Lo que no valdría
es sostener
cualquier interpretación y de cualquier manera. Por eso, es necesario
clarificar las condiciones que deben cumplirse para que la
investigación sea
legítima, bien fundamentada y contrastable por todos los investigadores
que lo
deseen.
Para
un planteamiento correcto de una historia crítica, que oriente el
trabajo con los
métodos particulares de análisis y hermenéutica, resulta imprescindible
establecer
una distinción entre tres conceptos:
A.
Los acontecimientos: son lo que
ocurrió, lo que se hizo y se dijo realmente en su momento, en un pasado
que es de
por sí irrecuperable.
B.
Los datos: son la información que se
ha transmitido en documentos tales como inscripciones, manuscritos,
artefactos,
objetos, monedas, construcciones, etc. Los datos están en el presente.
C.
Los hechos: son lo que el
investigador reconstruye a partir de los datos, aplicando los métodos
reconocidos. Los hechos son siempre interpretación de los datos.
Normalmente,
los datos no son brutos, sino que están cargados de significación, pero
esta no
es evidente, por lo que requiere desciframiento.
Todo
teoría explicativa de carácter científico, basada en un juicio
interpretativo,
nunca es definitiva, sino provisional en la medida en que sigue siendo
cuestionable: 1) porque pueden aparecer nuevos datos; 2) porque puede
formularse una teoría o interpretación mejor.
La
objetividad histórica total no pasa de ser una ilusión. Ni hay un
determinismo
universal, ni el entendimiento humano es absoluto. Toda interpretación
incluye
la subjetividad del intérprete, pero esta misma puede objetivarse y
relativizarse.
El
paso de los datos a los hechos reconstruidos es muy complejo, exige un
diálogo
permanente entre el estudioso y su objeto de estudio. La verdad del
conocimiento la atribuimos a la teoría mejor respaldada por los hechos
y la
consistencia racional. Pero será siempre solo una aproximación a los
acontecimientos, marcada en cada caso por grados de probabilidad y por
una
incertidumbre última irreductible. La realidad del acontecer desbordará
inexorablemente al conocimiento. Pertenece al orden del vivir.
Durante
la práctica del trabajo intelectual, mientras se lleva a cabo la
investigación,
es necesario observar sistemáticamente unas pautas metodológicas, de
carácter epistemológico,
que han de respetarse en el análisis y las hipótesis:
1.
No tiene mucho valor el análisis de elementos sueltos en aislado,
porque están desconectados
de las interacciones o relaciones que les confieren significación.
2. Tampoco
tiene sentido pretender explicar un sistema directamente como un todo,
más aún
si se considera cerrado y ahistórico, como si fuera una esencia
metafísica.
3. El
objeto de análisis debe ser un conjunto bien delimitado, tomado del
plano
empírico de los datos o los documentos históricos disponibles.
4. Hay que
analizar, en primer lugar, la clase específica de estructuras y
significados
del objeto estudiado, para después, dado el caso, generalizar. De modo
que la
generalización debe preceder a la comparación, si esta ha de efectuarse
respecto a otros aspectos del mismo sistema, o de otro. Pues lo que se
compara no
son los hechos particulares, observables directamente en el plano
empírico,
sino estructuras y significados.
5.
Debe buscarse la mayor objetividad posible, utilizando en todo caso el
mismo
criterio de selección del material textual, el mismo método de
descripción,
análisis e interpretación, la misma lógica de la argumentación, en la
línea de
los mejores especialistas.
6.
Resulta imprescindible, en un trabajo que tiene como objeto temas de
contenido
religioso, disponer de una teoría de la religión suficientemente
solvente y
bien fundada, con capacidad de dar cuenta de cualquier sistema
religioso que se
estudie. Necesitamos una teoría científica de la religión.
Por
último, si alguien pregunta en qué fundamento
teórico se sustenta, en último término, una postura que afirma la
posibilidad y
justificación de un discurso que aspira a un reconocimiento de validez
universal, sugeriría dos razones:
Primera,
el supuesto aceptado por la teoría antropológica acerca de la
universalidad del
espíritu humano, es decir, todos los miembros de la especie estamos
dotados de
la misma naturaleza humana, de la misma capacidad racional básica y nos
enfrentamos a similares desafíos adaptativos en las condiciones
generales de
este planeta.
Segunda,
la tesis suficientemente argumentada de la existencia de un núcleo de
valores
universales, al menos de principio, tanto en el orden cognitivo (lo
verdadero)
como en el orden ético (lo bueno, lo justo), por muy discutible que sea
su
formulación.
Una cuestión
de método: para el musulmán ordinario, la razón humana debe
someterse al
Corán, de modo que le repugna que el Corán pueda someterse al análisis
de la
razón humana, como postula el investigador moderno.
Pero
las ciencias humanas han ido poniendo a punto herramientas de análisis
que
permiten abrir nuevos horizontes a la lectura del Corán y de otras
fuentes
islámicas, del mismo modo que han hecho con otras tradiciones
religiosas. En
efecto, los estudios sobre la Biblia desde el ángulo científico llevan
ya más
de dos siglos, y han provisto de instrumentos de análisis crítico muy
experimentados.
Las
metodologías que se han ido desarrollando y poniéndose a prueba son
dispares,
pero complementarias entre sí. Entre unas y otras disciplinas se lleva
a efecto
una especie de arqueología textual, que
pone al descubierto la historia de la composición, con los sucesivos
estratos
que se fueron sedimentando en el texto llegado hasta nosotros, así como
el
mundo de significaciones que estaban escondidas. Podemos enumerar estas
metodologías exegéticas y apuntar brevemente su cometido:
La
crítica textual.
Rama de la filología que trata de establecer el «texto original»,
teniendo en
consideración las múltiples variantes textuales y alteraciones que
presentan
los manuscritos o las distintas recensiones hechas a lo largo de la
historia. Aunque
la edición crítica será siempre solo la mejor reconstrucción posible.
La
crítica de las fuentes.
Evaluación de los datos o documentos de todo tipo que transmiten
información
acerca del objeto investigado. Interesa la autenticidad, el grado de
veracidad,
fiabilidad e importancia. Hay fuentes primarias y secundarias. Puede
referirse
no solo a nuestro objeto de estudio directo en cuanto fuente, sino
también a
las fuentes que han desembocado en él (historia de la tradición).
La
historia de las formas.
O crítica de las formas. Analiza la estructura de la unidad estudiada,
el
género literario, el contexto vital de referencia, la intención de los
autores.
Es complementada por la historia de la tradición y la de la redacción.
La
historia de la tradición.
A partir de un hipotético punto de origen, rastrea la trasmisión oral y
los
mecanismos de la evolución de formas orales, pasando por la redacción
en formas
escritas, hasta la fijación un texto final.
La
historia de la redacción.
Trata de desentrañar cómo ha utilizado las fuentes el redactor final y
qué elaboración
o novedad ha aportado en la fase final de redacción del texto fijado,
en
función de su propio plan.
La
antropología histórica.
Pretende comprender los acontecimientos y los datos del pasado como
enmarcados
en un sistema sociocultural diferente y alejado del nuestro. Tiene en
cuenta
los modelos elaborados por la antropología general y sectorial.
El
método comparativo.
Plantea procedimientos en busca de semejanzas y diferencias entre
productos o
temas culturales del mismo orden, mediante el análisis de sus
estructuras,
funciones y significados, a fin de establecer las relaciones evolutivas
o
correspondencias de algún tipo. Un ejemplo pertinente lo tenemos en la
historia
comparada de las religiones.
La
epigrafía, la paleografía y la codicología.
Centra su análisis en las inscripciones sobre piedra u otro material
duro
(epigrafía), y sobre manuscritos (paleografía). Trata de averiguar la
datación.
Identifica el sistema de escritura. Establece la transcripción
correcta. Se
ocupa también de la historia del texto y de la identificación de los
autores a
partir de sus «huellas» en el estilo (codicología).
A
estas metodologías histórico-críticas, de análisis diacrónico, se
pueden añadir
otras metodologías lingüísticas y literarias, de análisis sincrónico,
como:
–
La teoría de la enunciación: proceso de producción de los enunciados.
–
La narratología: estructura y esquemas de funcionamiento de la
narración.
–
La semiótica: los sistemas de signos.
–
La semántica: el significado de los signos, palabras o expresiones.
– La retórica: la
forma del lenguaje utilizado en orden a una finalidad.
Desde
el punto de vista de la aportación de distintos tipos de datos y su
estudio,
cabe señalar varias disciplinas auxiliares:
–
La arqueología, que descubre monumentos y documentos.
–
La toponimia, que estudia los nombres de lugares.
–
La onomástica, que estudia los nombres propios.
–
La numismática, que estudia las monedas.
–
La epigrafía, que estudia las inscripciones sobre piedra.
–
La lingüística del árabe y especialmente la del sirioarameo.
En fin,
los resultados de la
investigación deberían ser básicamente reconocidos y suscritos por
cualquier
investigador y por cualquier persona culta. En la realidad, lo más
frecuente
hasta ahora es que sean rechazados y atacados por los eruditos
musulmanes, sin
duda por el atasco intelectual en que está sumido el islam al
enfrentarse con
la modernidad. Este impedimento es muy real y en él convergen estos
elementos:
1. El
rechazo de la filosofía en el
islam, desde el siglo XI al menos, que obstaculiza la crítica racional.
El
califa fatimí Al-Hakim (m. 1021) prohibió someter a interpretación el
Corán.
2. La
sacralización del derecho islámico,
de la saría, que no reconoce las
libertades individuales y que reprime la libertad de pensamiento, de
conciencia
y de religión. Con el agravante de concebir que solo Dios y su
revelación es el
único fundamento del derecho.
3. El tabú
que pesa para los
musulmanes sobre el examen crítico del texto «sagrado», que veta u
obstaculiza
de hecho todo análisis histórico y científico del Corán.
El trabajo
del investigador que está
decidido a preservar la cientificidad de su disciplina requiere
autonomía en su
campo específico. Como repetía John P. Meier en su obra Un
judío marginal, sobre el Jesús histórico, no se debe mezclar la
teología con la historia, como tampoco la creencia personal con la
explicación científica.
Esta precaución es generalizable al estudio de cualquier religión, y
debemos
suscribirla:
«La
búsqueda del Jesús histórico es por definición un empeño estrictamente
histórico y, por naturaleza, prescinde de la fe cristiana o la pone
entre
paréntesis. Esto no significa que la niegue, rechace o ataque, sino
simplemente
que hace abstracción de ella del mismo modo que un buen astrónomo que
además
fuera cristiano creyente haría abstracción de una teología de Dios
Creador al
examinar los bordes de una galaxia. Todo esto es simplemente una
cuestión de
especialización funcional, por emplear una expresión favorita de
Bernard
Lonergan. Siempre existe, claro está, la posibilidad de una correlación
crítica
entre distintas disciplinas después de que cada una haya hecho su
trabajo con
arreglo a su propio método. Pero intentar correlacionarlas
prematuramente sería
saltarse todo el proceso y violar la integridad y autonomía de cada
disciplina»
(Meier 2009: 34).
Bibliografía
citada
Gómez
García, Pedro
2016
«La controversia religiosa actual y la necesidad de una teoría
científica de la
religión», Ensayos de Filosofía, nº 3 (1), artículo 2.
https://www.ensayos-filosofia.es/archivos/articulo/la-controversia-religiosa-contemporanea-y-la-necesidad-de-una-teoria-cientifica-de-la-religion
Meier,
John P.
2009 Un
judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo IV: Ley
y
amor. Navarra, Editorial Verbo Divino, 2010.
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