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Entender a los nuevos españoles ,1 Julio 2005. Ideal.

"Cada vez entiendo menos lo que pasa", me dice Pepe Ladrón de Guevara, sano socialista de una inteligencia endiablada y crítico con todo lo que respira bajo el sol, sea la cultura o el sentido común, las cosas que escribimos los amigos y las que escriben los otros. Con nadie se siente afín, salvo con los grandes escritores del pasado, novelistas, poetas y filósofos, de quienes un día aprendió algo y lo conmovieron, hoy desaparecidos de escena y substituidos por enanitos de segunda fila, grandes en hacerse con premios y prebendas.

"Cada vez entiendo menos a los nuevos españoles", y yo al punto siento que, sea verdad o no, tengo el título de un artículo y, cuando lo tienes, no puedes hacer otra cosa que ponerte a escribirlo. Acababa de venir de Méjico y añade: "vámonos respetando", dicho mejicano que en España está perdiendo sentido en todas las esferas de la vida pública, y yo añadiría que privada, acerca de las cosas que hasta ayer han sido fundamentales en nuestra vida y a nadie le dicen gran cosa: el matrimonio, la familia, la universidad, el ejército y la defensa común, el lenguaje y todo lo que suena a convención. El atractivo que impera es el anarquismo moral y político, el descrédito de un Estado en muchas cosas arbitrario y que explica el terrorismo, la desorientación y la violencia en general.

El hijo de un vecino, que acaba de venir de Italia, donde ha pasado dos años con un Erasmus, nos dice que las chicas en España son mucho más permisivas que las italianas, "y que las suecas", añade Pepe. Hace apenas unos años era lo contrario, y es que pocos países son más consecuentes que el nuestro en el paso que ha dado desde el individualismo cero de una religiosidad medieval a venerar lo natural como lo único bello y verdadero, desde una dictadura de Estado a la conducta insólita y a la exaltación de las manifestaciones más heterodoxas. Nos hemos quedado sin guías morales - muertos Ortega, Sastre, Heidegger, Granci -, y sin más razón vital e histórica que la carne y el hueso. El socialismo se ha quedado sin ideología y la literatura con dificultades por comprender al hombre y al mundo en fenómenos como la contaminación, la escasez de materias primas, el problema de la energía, la pobreza y explotación de los países subdesarrollados. Y, sin ideología y sin razón de Estado, nos queda el individualismo más desaforado de los jóvenes, cada vez más marginados y en rebeldía contra todo lo que signifique imposiciones.

Esto explica, según mi amigo Pepe, la intensa conciencia de crisis que vivimos, el utilitarismo personal sin límites y que las niñas no sepan qué más enseñar para atraer a los jovencitos que, aburridos y sin sueños, están hartos de follar a los quince años. El Yo, único Dios en potencia, se ha divinizado y de ahí, como añade mi amigo, "que los jóvenes vayan mucho más allá que los superrealistas en el erotismo y en el puro goce de la persona". Al arte le ocurre más o menos lo mismo. El cambio veloz que experimenta nuestro mundo, con el Poder manipulando a mansalva y de forma siniestra el lenguaje, hemos llegado a un punto en el que los creadores se encuentran incapaces de reflejar la realidad a través del arte y de lo artístico, que sería el auténtico valor. Y el cambio es tan brusco que no hay manera de inspirarse en la vida y acabaremos por creer en la realidad tan sólo cuando la hayamos descrito. Pero en cualquier caso será ficción en la que privará lo grotesco y esperpéntico, la sensación de que nuestra especie se haya abocada a un trágico desenlace. "Que tampoco sería tan grave", añade con aguda y ácida lucidez mi amigo, Pepe Ladrón de Guevara, "después de todo al sol apenas le quedan 5000 millones de vida y, ¿para qué preocuparse si los gays y lesbianas se casan matrimonialmente, si las partes protestan, arremeten y se apoderan del todo y separan al país, si el individualismo demoniza al grupo, a la bandera y a la nación? Ha llegado la hora de "Muerte en Venecia" y de Cernuda, a quien admiro, la hora de la insensibilidad y de la ética más desenfrenada, ¡salve! Nosotros a lo nuestro, que es la ficción, aunque cada día entendamos menos a los nuevos españoles."

Manuel Villar Raso