Ponencia dictada en el CEP de Almería
el 14 de marzo de 2000
por el Prof. Pedro Pablo Fuentes González
(Universidad de Granada)
(versión publicada en Florentia Iliberritana 12, 2001, 149-162, actualizada: 29-05-03)
Es obvio que el conocimiento y la comunicación de datos constituye uno de los pilares fundamentales de nuestra civilización desde sus inicios. No sólo la conservación del saber sino el propio dinamismo de su creación y desarrollo han estado siempre vinculados estrechamente a los instrumentos de transmisión. Basta una simple referencia a los avances que se introdujeron en la vida cultural de los antiguos gracias a las aplicaciones librarias de la industria del papiro, o a los que tuvieron lugar más tarde con las industrias del pergamino y del papel. Por su parte, en este último soporte, la invención de la imprenta dinamizó en los tiempos modernos de un modo inusitado el mundo de la escritura. Pues bien, los avances tecnológicos de los últimos tiempos en el terreno de la informática han proporcionado nuevos modos e instrumentos de transmisión que han conferido a la comunicación de información e ideas un dinamismo y una fuerza cada vez mayores.
Un individuo que desarrolle una actividad intelectual, más aún si es en el ámbito de la educación y de la investigación, difícilmente puede hoy mantenerse totalmente al margen del uso de los diferentes instrumentos informáticos. Cualquiera que disponga de un ordenador conectado a la red Internet, ya sea directamente, a través de una red local Ethernet (lo que es hoy habitual en los centros de enseñanza), ya sea indirectamente, a través de un módem vinculado a una línea telefónica (por ejemplo, desde nuestra propia casa), puede participar en ese tráfico de información multimedia que es la red. Además, esta participación no tiene por qué ser necesariamente pasiva (de recepción de datos e ideas) sino que puede también ser activa. Es decir, cualquiera de nosotros puede, con los sencillos medios necesarios, intervenir activamente en la red, desde el simple hecho de utilizar el correo electrónico privado o participar en los más diversos foros de discusión hasta convertirse en el creador de un servidor, donde vierta todo aquello que le dicte su imaginación, su ingenio o simplemente su experiencia que considere que puede interesar al resto de los usuarios de la red. Éstos, por supuesto, serán los que decidan sobre el mayor o menor interés, el mejor o peor gusto de los distintos sitios de la red y, en general, de las distintas participaciones activas en la misma.
Aquí voy a intentar, de un modo necesariamente sumario, presentar los principales modos e instrumentos de participación pasiva o activa en el marco de Internet. Entiéndase, pues, esta intervención como una modesta invitación al conocimiento y manejo de los recursos de la red. Por supuesto, pondré siempre una especial atención en todo aquello que pueda interesar a un estudioso de la filología clásica.
Cuando a principios de los años 1970 el Departamento de Defensa de EEUU creó ARPANET, la red que precedió a Internet, uno de los primeros usos que se le dio fue precisamente el del correo electrónico, es decir, el del intercambio de mensajes de texto a través de la red de ordenadores. Desde entonces este medio de comunicación se ha ido extendiendo tanto que hoy es muy común disponer de una cuenta de correo electrónico, incluso aunque no se utilice de un modo activo. Como es sabido, una dirección de correo electrónico consiste en una secuencia indentificativa tanto del usuario como del servidor, apareciendo ambos datos separados por la típica arroba (@). En los centros de enseñanza se asigna con cierta facilidad una dirección de este tipo al personal como un medio más de tenerle informado de los asuntos del centro y de facilitarle al mismo tiempo su comunicación tanto con sus colegas directos como con los de otros centros nacionales y extranjeros. La Junta de Andalucía pone a disposición de los centros de enseñanza la red AVERROES.
Actualmente, los útiles para la gestión del correo electrónico presentan un interfaz muy completo y de un fácil manejo. Los principales son:
Existen varios niveles en el uso del correo electrónico. Podemos utilizarlo en un marco elemental de intercambio si enviamos un mensaje a un interlocutor concreto. Es posible, por supuesto, que nos interese enviar este mismo mensaje a un número determinado de corresponsales, para lo cual bastaría, en lugar de una sola dirección, indicar una serie de direcciones, separadas por comas. En cualquier caso, se trata siempre de un empleo elemental del correo. Un nivel más avanzado supone la creación de una lista de correo, con ayuda por ejemplo de Outlook, a través de su herramienta "Gestor de lista de correo". Podemos, por ejemplo, crear una lista titulada "Los amigos de Juan", que tenga como dirección la dirección de correo de la persona en cuestión y que archive todos los mensajes de la lista en un determinado directorio. Cada interlocutor de esta lista debe enviar sus mensajes al conjunto de los participantes en la misma. Un nivel superior sería la creación de un auténtico foro de discusión sobre un determinado tema, para lo cual se necesita un servidor de listas de correo del tipo de Majordomo/Macjordomo. Aquí se debe disponer de dos direcciones, una para recibir las altas y bajas de los participantes y otra para recibir los mensajes propiamente dichos y que servirá como dirección de la lista. Es ahora el servidor mismo el que se encarga automáticamente de enviar todos los mensajes entrantes a todos y cada uno de los participantes abonados. Para suscribirse basta con enviar un e-mail a la dirección de suscripción (por ejemplo, para la lista Classics, a listproc@u.washington.edu) con la siguiente línea como mensaje: "Subscribe nombre_de_la_lista" (por ejemplo, "Subscribe Classics"). Para borrarse, lo mismo con "Unsubcribe". Según la configuración que la persona que gestiona la lista le dé a Majordomo/Macjordomo, éste recibirá los mensajes de suscripción y enviará los de bienvenida cada diez minutos, cada hora o cada día, y con la misma frecuencia remitirá a todos los abonados los mensajes recibidos en la dirección de la lista. Por último, un nivel todavía más elaborado y público lo tenemos si entramos en la famosa red de grupos de noticias y debate ("Newsgroups") USENET nacida en 1979, y que actualmente cuenta con docenas de miles de grupos de discusión sobre cualquier tema imaginable. Desde 1980 se creó un dispositivo que permite a los abonados decidir si quieren recibir los mensajes enviados a la lista todos de golpe o una vez cada cierto tiempo, en vez de uno en uno. En ello se diferencia del nivel anterior en el que esta decisión dependía del gestor del foro.
Se trata de una modalidad de intercambio de archivos a través de la red. Muchas instituciones y centros de todo tipo ponen a disposición pública (como, en general, puede hacerlo cualquier usuario de la red) servidores FTP en los que introducen archivos que se pueden descargar, normalmente ordenados en subdirectorios según el tipo de archivo de que se trate. Para acceder a estos servidores hemos de conocer su dirección (por ejemplo, en el caso del de la Universidad de Granada, ésta es ftp.ugr.es), siendo cada vez más frecuente por razones de seguridad que se requiera una autorización expresa. Los principales instrumentos para este tipo de conexión son:
Con la idea de ganar espacio en la memoria disponible se recurre normalmente en estos servidores a la compresión de los archivos. Para su descompresión por parte del receptor será necesario, por tanto, disponer de la aplicación utilizada en su compresión. Las principales son:
Telnet permite trabajar en un ordenador distante, en modo de simulación. Por ejemplo, se puede consultar el catálogo electrónico de una biblioteca como si estuviéramos físicamente delante de uno de los ordenadores que en los locales de la misma permiten a sus usuarios directos el acceso al catálogo informático. Este tipo de consulta se conoce como OPAC. Normalmente se precisa introducir una clave universal del tipo de opac u opc, o alguna más específica. Es posible conectarse directamente a la dirección del servidor con ayuda de las aplicaciones necesarias:
Es posible asimismo conectarse de modo indirecto, a través de un menú Gopher o de una página Web (cf. infra 5). Así, por ejemplo, resulta de gran utilidad la página Web Catalogues de bibliothèques elaborada por el Director de L'Année philologique, Pierre-Paul Corsetti. La lista, ordenada por países, reúne los principales catálogos de Bibliotecas científicas del mundo, en particular de las bibliotecas nacionales, que funcionan como depósito legal. Muchos de estos catálogos son ya accesibles y consultables entera y directamente como páginas Web, lo que supone un formato y un interfaz mucho más atractivo y manejable que el de Telnet.
Como ejemplo de conexión OPAC, propongo la consulta de los siguientes:
World Wide Web (o World Wide Waiting, según las horas) fue creado en Ginebra por la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Se convirtió así en el sucesor de Gopher, un servidor de archivos (o de direcciones) en forma de árbol de menús. La mayor riqueza multimedia y el mayor atractivo de la fórmula del Web han hecho que este servidor haya pasado a un muy segundo lugar. WWW integra textos (textos con estilos, tablas etc.), imágenes (de diferentes calidades), archivos (descargables), animaciones, sonidos y música. Actualmente, gracias al lenguaje JAVA, es posible también ejecutar programas desde un ordenador conectado a la red.
En la base de WWW existe un lenguaje simple llamado Hyper Text Mark-up Language (HTML), que se desarrolla cada año proporcionando formatos de presentación cada vez más ricos: tablas, cuadros, estilos de caracteres, etc. (cf. infra 7).
El vehículo utilizado para manejar y recorrer los documentos del Web son los llamados navegadores o visualizadores ("Browsers"). Los más utilizados son:
Aquellas palabras o frases que aparecen subrayadas en nuestras pantallas establecen un enlace, bien hacia otra sección del mismo documento, bien hasta otra página, ya pertenezca ésta al mismo sitio o a un sitio distante. Permitiéndonos una metáfora filosófica, podríamos decir que cada página Web, como las formas neoplatónicas, contiene en sí misma a través de enlaces explícitos o implícitos, la totalidad de los recursos de la WWW.
Páginas de ejemplo:
Una página Web puede crearse a partir del más elemental de los procesadores de textos (por ejemplo SimpleText o Bloc de notas). Basta con conocer los códigos del lenguaje HTML. Actualmente, sin embargo, no es necesario conocer los detalles de este lenguaje (ni siquiera los rudimentos) para diseñar páginas Web, incluso de gran complejidad (con "Frames", imágenes, tablas, enlaces etc.). Una serie de útiles, llamados editores HTML, suplen este desconocimiento y facilitan enormemente el trabajo, a través de una presentación intuitiva de todos los formatos y estilos posibles. Es a través de uno de ellos como he elaborado este documento. Los principales editores HTML son:
Pese a todo, recomiendo el conocimiento real del lenguaje HTML a quienes deseen crear páginas Web, por lo mismo que conviene a quien maneja una calculadora conocer las diferentes operaciones aritméticas.
Para saber más:
Supongo que una de las cuestiones que pueden interesar a los filólogos clásicos en general, y en particular a los helenistas, con respecto a las páginas Web es cómo introducir en ellas textos en caracteres griegos. El lenguaje HTML no permite por el momento más que el uso de una fuente de caracteres, como Times New Roman (+ otra fuente de tamaño fijo, como Mónaco). Para quienes utilizamos básicamente las fuentes de caracteres latinos disponibles, no no es posible por tanto escribir con ayuda de HTML páginas Web que contengan igualmente caracteres griegos, como tampoco pueden contener al mismo tiempo caracteres árabes o de otro tipo. Para escribir y para leer una página con estos caracteres tendríamos que configurar el sistema de nuestro ordenador según el correspondiente idioma, lo que haría que todos los textos se convirtieran de modo mecánico al idioma elegido y, por tanto, no haríamos sino complicar las cosas inútilmente. Basta hacer una prueba con el griego. Si trabajamos en Windows 95, iremos a "Inicio" ----> "Configuración" ----> "Panel de Control" ----> "Agregar o quitar programas" ----> "Instalación de Windows" ----> "Soporte multilenguaje" ----> "Detalles" ----> "Soporte del alfabeto griego". Al confirmar el proceso con OK, tendremos nuestro ordenador configurado para el griego. Una vez reiniciado Windows, deberemos instalar el teclado correspondiente para el griego: "Inicio" ----> "Configuración" ----> "Panel de Control" ----> Teclado ----> Idioma ----> Griego. Por supuesto, deberemos también tener instaladas en el sistema algunas de las fuentes de caracteres utilizadas para el griego: Greek, Graeca, etc... Al respecto, remito a algunas direcciones donde se pueden encontrar determinadas fuentes de griego así como la información necesaria para su manejo:
Windows 2000 viene configurado de modo que permite utilizar las fuentes griegas sin necesidad de mayor instalación. Sin embargo, el problema de fondo a que me estoy refiriendo y que afecta a la creación y lectura de páginas Web persiste.
Una solución ha sido dada con ayuda del lenguaje Java por un profesor del departamento de Clásicas de la Universidad de Toronto, Bruce G. Robertson, a través de la aplicación por él creada DisplayGreek (vers. 0.5). Se trata de una aplicación que permite representar griego politónico (antiguo o bíblico) en páginas Web con independencia de las fuentes o del sistema utilizado por la persona que está consultanto el texto. Soluciones parecidas están siendo estudiadas en los últimos años. Para los interesados, remito a dos páginas del mencionado profesor:
En cualquier caso, siempre se puede recurrir a un modo fácil de introducir textos griegos en una página Web creada por alguien que utiliza normalmente las fuentes latinas y que puede ser leída por alguien que utiliza las mismas fuentes: me refiero a la posibilidad de escanear como imágenes los textos en griego que se deseen mostrar en la página o páginas e introducirlas en ellas como tales. El inconveniente es que las imágenes, incluso las de una calidad mediocre, ocupan una memoria considerable. Más rentable resulta en este sentido otra solución: el empleo de documentos en formato PDF.
Internet pone a disposición del estudioso de la Antigüedad greco-latina un número creciente de servicios que le ofrecen información de gran interés. Me limito aquí a indicar algunas de las direcciones que considero más útiles, por cuanto, concebidas y actualizadas por especialistas, presentan, de un modo más o menos estructurado, todo un elenco de recursos informáticos relativos a la Antigüedad clásica:
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