La Granada
gitana,
íntimamente unida
al medio físico, forma casi un cordón periférico
en
torno a la ciudad, sólo roto en algunos de sus tramos.
«Meligrana» (1)
se asienta en los cerros y barrancos del «tercer elemento del
relieve
granadino», que por sus condiciones geográficas presenta
una
excelente disposición para ser excavado (2).
La mayor
parte de la
población gitana
de estos barrios trogloditas fue desalojada como consecuencia de los
temporales,
en octubre de 1962, y tras una serie de accidentados cambios
pasó
a formar parte de las actuales barriadas: Haza Grande, Zaidín,
Virgencica
y Polígono de la Paz.
Varias son
las
formas de vivienda que presentan
los gitanos de Granada, la cueva, la casa y la choza; con un tipo
intermedio
y en evolución: la casa-cueva. De ellas, la cueva ha sido la que
ha alcanzado mayor relevancia entre los gitanos, por su
extensión
en el espacio y en el tiempo. Diversos motivos en interacción
han
inducido al gitano granadino a adoptar uno u otro tipo de vivienda:
motivos
socioeconómicos y motivos histórico-culturales.
Tradicionalmente
se
viene asociando al gitano
con la cueva, que constituía en Granada su vivienda por
antonomasia,
sin tener presente que ésta ha sido utilizada por el
«castellano».
Expresiones y dichos populares así lo demuestran: «viven
en
cuevas como los gitanos»; «esto parece una cueva de
gitanos»,
etc. (3).
Esta forma
de
habitación se encuentra
muy desarrollada en Granada y forma parte de su paisaje como elemento
fundamental.
En 1950 se habían censado en Granada 32.426 viviendas urbanas,
de
las que 3.682 eran cuevas y, «precisamente, la mayor parte
(3.309)
se encontraban dentro de los límites del casco urbano, en tanto
que sólo un pequeño número (373) estaban
localizadas
en la zona periurbana, esencialmente campesina» (4).
En 1960, el número de cuevas en Granada, según el
proyecto
CESA, era de 2.142 (5)
y, en 1962, datos
contenidos
en la correspondencia del «Gobierno Civil - Auxilio Social de
Granada»,
concretan 2.941 (6),
lo que supone un
incremento de
799 cuevas respecto a 1960 y una fuerte regresión frente a las
3.682
cuevas censadas en 1950.
La cueva
reunía inmejorables condiciones
para ser la vivienda predilecta del gitano. Por un lado, la seguridad
que
le confería su extrema posición respecto a la ciudad y
como
consecuencia su alejamiento de las autoridades encargadas de hacer
cumplir
la ley, amén de otros enemigos. Por otro, su baratura y relativo
confort: frescas en verano y caldeadas en invierno.
El
carácter
conservador de los gitanos
ha hecho que se continúe adoptando la cueva como forma de
habitación,
aunque por las circunstancias pereciera inadecuada. Así lo
confirman
los propios gitanos: «Es que a los gitanos nos gusta mucho las collivas
más que los queles esos modernos que hay, porque la colliva
tiene una ventaja, que en verano, pues querela un baroji
que da alegría estelar allí y en invierno
también
da alegría estelar allí, que se está uno metíomu
jondo de la calorcica que querela» (7).
Conviene, sin embargo, señalar que algunos gitanos les han
añadido
ciertas comodidades básicas, que las hacen similares a cualquier
casa de planta baja.
Un indicio
indirecto
de que algunos gitanos
habían adoptado este tipo de vivienda a finales del siglo XV lo
encontramos en Francisco Quindalé: «Algunas de las balas
de
hierro que el rey Fernando lanzó contra los moros de Granada en
1491 fueron forjadas en las cuevas de la vecina sierra por los
gitanos» (8).
No
obstante la
popularidad de las cuevas gitanas
parte del siglo XIX, con la visita de los viajeros románticos.
El
Sacromonte o la «montaña de los gitanos», eclipsa
desde
entonces otros lugares donde también se habían horadado
cuevas.
Charles
Davillier ve
el Sacromonte como «el
cuartel general de los gitanos de Granada» (9).
Sin embargo, a los escritores locales y nacionales les llamó
menos
la atención y consideraron un descrédito la existencia de
tales zonas. Algunos como Jerez Perchet vieron el Sacromonte y sus
cuevas
como un lugar siniestro, donde la raza bohemia desnudaba su miseria (10);
otros como Lafuente Alcántara, Giménez Serrano,
Licenciado
Escalada y Francisco de P. Mellado no las mencionan, aunque éste
último sí señala que en Guadix se prefieren las
cuevas
a las casas (11).
Hará falta llegar al
siglo
XX para que algunos escritores locales, como Seco de Lucena (12)
o José Román (13),
libres de
prejuicios,
toquen el tema.
La cueva,
desde
tiempos prehistóricos,
ha sido refugio ocasional o vivienda temporal-permanente del ser
humano.
Igualmente ha sido propia de pueblos sedentarios y a veces de pueblos
pastores,
que las han ocupado periódicamente. Generalmente, las
poblaciones
que han adoptado este tipo de vivienda no tuvieron una
tecnología
avanzada, su pobreza era extrema, contentándose con simples
agujeros
que adaptaban a sus necesidades. Para Caro Baroja, la población
rupestre es un elemento esencial de villas y ciudades, que
albergó
a las «viejas poblaciones ibéricas» en tiempos de la
conquista romana y que actualmente se ha constituido en foco de
atracción
para los turistas gracias a las castas inferiores que la habitan (14).
Condiciones
físicas
No hay
duda que el
medio natural ha tenido
una fuerte participación en el medio cultural gitano (15).
La cueva requiere unas condiciones muy favorables para poder ser
excavada
y servir de habitación. Una inadecuada orientación puede
dar al traste con su climatización. La temperatura interior en
una
cueva bien orientada oscila entre los 16 y 19º C. Esto favorece
económicamente
a los moradores, dado que les evita gastos de calefacción y
refrigeración.
Por otro lado, debe estar bien situada en relación con el agua,
por la gran dificultad que supone su acarreo a lo alto de un cerro.
Entre
los inconvenientes más frecuentes, encontramos: a) Acumulaci6n
de
basuras en lugares cercanos a la cueva, lo que crea problemas de
insalubridad;
b) la humedad de muchas de ellas a causa de los niveles de aguas
subterráneas
que, a veces, no están a mucha profundidad y como consecuencia
provoca
enfermedades reumáticas; c) el inmovilismo de la cueva restringe
las tendencias nómadas de los gitanos.
La gran
profusión del hábitat
troglodita en la provincia de Granada, en parte, se debió a la
facilidad
que ofrecían ciertos suelos compuestos por conglomerados,
areniscas,
margas y calizas, para ser trabajados sin que presentasen problemas de
derrumbe (16).
Estos suelos que jalonan los
ríos
Darro, Beiro y Genil tienen fuertes pendientes que permitían,
por
su orientación, la mayoría al sur y al sudeste, el
asentamiento
humano en los diversos niveles del terreno, resguardando a sus
moradores
de los rigores del verano, en un juego de entrantes y salientes de los
que sólo se aprovechan los espacios más idóneos,
quedando
otros vacíos (17).
Técnicas
de excavación y
tipos de cuevas
Por lo
general, se
adaptan a la forma del
terreno, siendo casi nula la preparación del mismo. Sin embargo,
no hay duda que, a veces, en algunos sectores se observa un
acondicionamiento
previo antes de la excavación, principalmente de los accesos y
entradas.
Éste consiste en cortar verticalmente un sector del cerro, donde
va la fachada, dejándole, rara vez, visera en la parte superior.
A la vez, y lateralmente, se preparan dos planos triangulares que
sirven
de muros de contención y resguardan la fachada. Estos planos con
respecto a la fachada forman casi siempre un ángulo superior a
90º.
También se nivela el terreno frente a la fachada, formando una
especie
de plazuela que da amplitud a la entrada y sirve de desahogo a sus
moradores.
Los trabajos comunitarios de desmontes para arreglar los accesos los
realizan
los miembros de los linajes que allí viven (18).
Cuando se
excava una
cueva, tanto si se hace
horizontal como en foso, se acostumbra a utilizar la técnica del
arco, consistente en trazar un arco de medio punto en la pared, desde
el
que se excavará de arriba abajo, penetrando un metro o metro y
medio,
espesor que se da a los muros de carga, de frente y lateralmente; luego
se harán otros arcos sucesivos según se vayan horadando
hasta
conseguir la altura deseada. El arco, además de servir como
referencia
en la excavación, da seguridad a la misma (19).
Pese a la
variedad
de técnicas usadas
en la horadación de las cuevas, dos formas son las más
generalizadas:
a) las excavadas de forma horizontal y a ras del suelo del camino o
sendero,
tipo más frecuente; b) las excavadas en foso y a partir de
aquí
y a ese nivel se horadan las demás habitaciones.
Desde el
camino o
sendero para llegar a la
primera habitación se desciende mediante rampa o escalones. Este
tipo es consecuencia de la poca elevación del cerro. Un cerro
que
tenga unos cinco metros de altura forzosamente habrá de
excavarse
en foso. Una y otra forma de excavación aprovecha intensamente
el
suelo, porque se hace en profundidad y perpendicular al cerro, excepto
cuando se «sobaquea», es decir, se abre una
habitación
a cada lado de la primera. Estas habitaciones van dotadas de ventanas (20).
La primera habitación es la entrada y sirve de acceso a las
demás.
La forma de esta primera habitación puede variar, así
como
sus dimensiones: las hay cuadradas, rectangulares, trapezoidales,
ovaladas,
etc. Por lo general presentan un techo con bóveda de medio
cañón,
con una altura en el centro de 2,5 m. a 4 m. y 1,5 m. a 2 m. en los
arranques.
El suelo se pica nivelado y si la arcilla es buena se le deja natural,
fregándolo sólo con agua. En otras ocasiones,
después
de picado, se le echan de 3 a 4 cm. de granza de arena, encima se les
da
mezcla y luego se pone solería.
En cuanto
a las
paredes interiores, se procuran
cortar de forma vertical y, a veces, en talud para mayor consistencia
de
las mismas. Si en plena excavación aparece una veta de arena,
ésta
se neutraliza con mortero. Las paredes presentan una textura tosca y
rugosa,
propia de las huellas de las herramientas aplicadas, sobre las que se
dan
lechadas de cal que con el tiempo van formando sucesivas capas. Igual
ocurre
con los techos. Otras veces la preparación de las paredes es
más
compleja, primero se levantan los lados con ladrillos, después
de
repellan con cemento y luego se enlucen con yeso. Una vez finalizada la
operación se dan varias lechadas de cal, aproximadamente tres
manos.
En las paredes se acostumbra a excavar nichos que sirven de alacenas.
La
técnica utilizada es también la del arco, aunque los hay
adintelados. El número de nichos varía de unas
habitaciones
a otras, siendo más frecuente en la cocina y comedor (21).
La
chimenea es otra
de las características
internas y externas de algunas cuevas, dándose cierta variedad
de
ellas. La horadación de las mismas se hace desde el interior de
la cueva, y de abajo hacia arriba. Se trata sencillamente de abrir un
agujero
que se comunique con el exterior para dar salida al humo. En algunas
cuevas,
la chimenea arranca desde el suelo mediante una construcción de
ladrillo o mampostería, y en otras, aproximadamente, a un metro
del mismo. En cuanto a la forma, las hay troncocónicas,
cilíndricas,
etc.
La mayoría
de
estas cuevas quedan separadas
por muros medianeros, a veces dos cuevas pueden quedar unidas, si
tienen
un único dueño, mediante un pasillo que comunica, a
través
del muro medianero, dos habitaciones. Otras, más raramente,
cumpliéndose
el requisito anterior de un solo propietario y en el caso de que una
cueva
esté encima de otra, pueden quedar unidas externamente por una
escalera,
aunque el acceso a una y otra sea independiente. También pueden
quedar aisladas del conjunto mediante obra de albañilería
o con una verja.
Tipos
de cuevas:
Las cuevas se pueden
dividir atendiendo: 1) a la disposición de las habitaciones; 2)
número, y 3) función de las mismas.
1) Disposición.
La disposición
de las habitaciones varía dentro de un mismo sector y
está
relacionada con la forma del terreno y el número de
habitaciones.
La conjugación de ambos ha proporcionado los siguientes tipos:
1.1) En
hilera, es
decir, una habitación
a continuación de otra:
1.2) En
ala.
Partiendo de una principal, se
excavan habitaciones laterales, a un lado o a ambos. Varias cuevas de
una
habitación unidas interiormente pueden presentar esta
disposición:
1.3) Tipo
mixto, es
decir, que participa de
la hilera y del ala:
1.4) En
forma de
abanico. Son habitaciones
que están dispuestas tangencialmente a la de acceso:
1.5)
Disposición anárquica.
Cuando no presenta ningún tipo anterior.
2)
Atendiendo al número
de habitaciones,
las cuevas se pueden dividir:
2.1)
Cuevas de una
habitación.
2.2)
Cuevas de dos
habitaciones o más.
Ambas
están
presentes en todos los
núcleos anteriormente citados.
Las
fachadas de las
cuevas, generalmente encaladas,
son el resultado casi siempre de la disposición de las
habitaciones.
Las que han adoptado una disposición en ala, mixta o
anárquica
son las que abren ventanas al exterior. Aunque hay que señalar
que
hemos encontrado en algunas disposiciones en hilera ventanas al
exterior,
cuando la longitud de la fachada se lo permitía.
3)
Atendiendo a la función.
Por último, las cuevas se pueden dividir:
3.1) Cueva
vivienda.
3.2) Cueva
negocio.
3.3) Tipo
intermedio.
Cueva
vivienda
Vamos a
describir la
cueva vivienda, por ser
la más abundante y encontrarse extendida en todos los
núcleos
de hábitat troglodita. Su aspecto exterior depende del cuidado y
atención de sus moradores. Generalmente encaladas, presentan
puertas
adinteladas y ventanas enmarcadas. A veces, el vano es tapado con
sacos,
tela de algodón o manta. El arco, construido de ladrillo, en la
mayoría de los vanos es escarzano o de medio punto.
También
las jambas son de ladrillo o madera. Externamente, algunas fachadas
presentan
un saledizo por encima de la puerta que las resguarda del agua a la vez
que decora la fachada, rompiendo la monotonía de la misma (22).
El aspecto
interno
de la cueva depende de
sus propietarios o de los que la habitan, así como del nivel
económico
de los mismos. El suelo puede ir desde la tierra batida a la
solería,
pasando por la piedra, cemento y ladrillo. Igual ocurre con los vanos
interiores
y con el remate de los techos, paredes y nichos. El techo generalmente
está encalado y de él pende una lámpara o un
simple
cordón con una bombilla.
El nicho
está
presente en casi todas
las cuevas y tiene la gran utilidad de servir de repisa y otras veces
de
minúscula alacena, donde se exhibe la radio y algún que
otro
vaso y platos. Su utilidad se hace más perentoria cuanto menor
es
el número de habitaciones.
En cuanto
al destino
que se le da a las habitaciones,
siempre dependiendo de su número así como de las personas
que las habitan, hay una tradicional forma de distribución: La
primera
habitación hace de comedor, sala de estar y recibidor y en
algunos
casos de cocina, y las del fondo se utilizan de dormitorios. Cuando el
número de habitaciones es superior a dos y además hay
habitaciones
«sobaqueadas», indistintamente, una puede ser cocina o
dormitorio
y la otra cuarto trastero, gallinero o cuadra (23).
Lo frecuente es que la primera habitación de la derecha se use
como
cocina. Esta habitación exige tener mayor luminosidad y
aireación,
por ser el lugar donde pasa mayor tiempo la gitana.
Las cuevas
de una
habitación todo lo
reunían en una sola dependencia, excepto la cocina que alternaba
fuera o dentro, según lloviera o no. También, a veces,
cuando
un gitano podía obtener una cueva adicional e independiente, la
utilizaba como cuadra, gallinero o cocina.
En las
entradas de
los dormitorios es frecuente
el uso de cortinas o similares, que los apartan de la vista de quienes
se hallen en el comedor. El mobiliario depende del nivel
económico,
en la mayoría de los casos, y va desde una mesa de camilla de
«railite»
y unas sillas de anea o de plástico, con algunos cacharros de
cocina
y una cama, hasta la existencia de algunos muebles con brillo,
armarios,
muebles de cocina y aparatos electrodomésticos. Hasta hace unos
años, cuando una familia conseguía poseer un
frigorífico
o similar, éste presidía el comedor, causando la
sensación
y envidia de los vecinos. Igual ocurre con el televisor.
La sala de
estar es
corriente que esté
decorada con objetos de cobre, propios de su industria (24),
con estampas devotas / retratos de familiares, así como con
cuadros
de recuerdo de nacimiento o primera comunión (25).
Cueva
negocio
La cueva
negocio no
es muy frecuente y sólo
se encuentran en determinadas zonas: Sacromonte y Barranco del Abogado.
La cueva negocio puede ser a su vez: zambra, bar, tienda, etc.,
según
lo que en ella se haga o venda. Su decoración es mucho
más
profusa en objetos de cobre, tejidos alpujarreños, platos,
estampas
y fotografías de gitanos o turistas famosos que han visitado el
espectáculo. La zambra se da únicamente en el Sacromonte.
El número de habitaciones casi nunca es superior a tres.
Tipo
intermedio
El tipo
intermedio
es el que participa de
negocio y vivienda. Está más extendido que el anterior,
sobre
todo en el Sacromonte y es más antiguo. Igual que la cueva
negocio,
puede ser: zambra, bar, tienda, etc. Las habitaciones interiores son
las
que se destinan a dormitorios y las laterales, cuando las hay, a
cocina,
comedor...
Las
zambras ocupan
los mejores lugares del
Camino. Generalmente aparecen agrupadas en dos o más salas,
cuando
pertenecen a un mismo dueño o los propietarios acostumbran a
atender
conjuntamente a un grupo numeroso.
El acceso
a la
zambra se hace directamente
desde el Camino o a través de una explanada de cemento, patio o
escaleras. La primera habitación es la que sirve como
salón-escenario,
adaptándose su tamaño a la cueva, pues no hay unas
medidas
rígidas. Así hay unas con un sa1ón de 15 m. por 4
m. y otras de 5 m. por 3 ó 4 m. Las sillas pueden quedar pegadas
a ambos lados, sólo en una parte o en forma de «L».
Esta última forma deja un pasillo por detrás de los
turistas,
desde el que han operado algunos aficionados a lo ajeno. El
salón
de baile generalmente comunica con algunos huecos o habitaciones
laterales,
donde se sacan los vinos y otros productos con que se obsequia a los
visitantes.
Al fondo del salón de baile se encuentra generalmente una
habitación
de 3 m. por 2 m., que hace de dormitorio. Otras cuevas, con salones de
baile independientes entre sí, quedan unidas mediante pasillo
cuando
son de un mismo dueño y una de ellas se dedica única y
exclusivamente
al baile, mientras la otra presenta la disposición descrita
anteriormente.
Estas
cuevas de las
zambras son las mejores
y más cuidadas. El suelo suele estar embaldosado y las paredes
bien
encaladas. Generalmente acostumbran a darle varias lechadas para que
empapen
la cal y resalte su blancura.
El techo
de estas
cuevas parece una nave invertida;
otras veces semeja estalactitas y estalagmitas. Sin embargo hay que
señalar
que la forma más frecuente que hemos encontrado tanto en las
cuevas
espectáculo como en las de vivienda y negocio ha sido la de
bóvedas
de medio cañón y de arista.
Distribución
de las cuevas en el
marco granadino
Respecto a
la
distribución de las cuevas
en el marco granadino, observamos la existencia de tres acumulaciones
principales
y tres secundarias, con una serie de subdivisiones dentro de las mismas
(26).
1.
Acumulaciones
principales
1.1) El
Sacromonte. Es un núcleo
importante del hábitat troglodita gitano, que queda separado de
las Cuevas de San Miguel y Cuevas Coloradas por una muralla del siglo
XIV.
Dentro del
Sacromonte se pueden distinguir
cinco grupos diferentes:
1.1.1)
Cuevas del
camino del Monte.
1.1.2)
Cuevas de las
Veredas de Enmedio: Alta
y Baja.
1.1.3)
Barranco de
los Naranjos.
1.1.4)
Barranco del
Negro.
1.1.5)
Puente
Quebrada.
Además de
estos grupos están
la Fuentecilla, junto a la muralla, y el Barrio de los Cascabeles,
encima
de la Vereda de Enmedio Alta.
El
Sacromonte exhibe
en su parte meridional
cinco caminos que de forma escalonada, a veces serpenteando y otras a
modo
de espiral, ascienden aprovechando las curvas de nivel desde el Camino
hasta la cumbre. Al borde de estos caminos se alinean cuevas excepto en
la parte superior del Monte, donde existe una mayor dispersión y
anarquía. Las cuevas de los barrancos están muy
agrupadas,
formando filas y aprovechando los desniveles que el terreno les
permite;
por ello, algunas están al borde del camino y otras como las del
cuarto piso del Barranco del Negro tienen una plazoleta inmediata.
Los
materiales que
más se han utilizado
para el acabado de algunas de estas cuevas han sido el ladrillo y la
madera,
así como otros materiales de acarreo.
1.2) Núcleo
de San Miguel. Al
otro lado del Sacromonte, como una derivación de éste y
separado
por la muralla, queda el núcleo de San Miguel, situado en la
pendiente
occidental de dicho cerro. Este núcleo enlaza con el anterior a
través de Montes Claros, Vereda de Enmedio, Cuesta de los Chinos
y Prolongáción de la misma:
El núcleo
de
San Miguel se subdivide
en dos grupos:
1.2.1)
Cuevas de San
Miguel, situadas debajo
de la Iglesia.
1.2.2)
Cuevas
Coloradas, ubicadas debajo de
las anteriores.
El hábitat
en
esta zona aparece concentrado,
pero siempre en función del terreno y formando filas.
Aquí
se usa con profusión el ladrillo para mejor acabado de la
entrada,
puertas y chimeneas. En cuanto al número de habitaciones, en
este
sector han aumentado en una más respecto al Sacromonte. Hoy las
pocas cuevas que no se derrumbaron con los temporales están
siendo
utilizadas más como refugio de animales, de las casas de los
alrededores,
que de albergue humano.
Según
versiones de los gitanos que
vivían en esta zona, la mayoría de estas cuevas se
excavaron
en tiempos de la segunda República, siendo los terrenos
gratuitos.
Posteriormente, entre 1940 y 1950, el Gobierno Civil (Patronato de
Santa
Adela) midió los terrenos, cobrándoles diez pesetas por
metro
cuadrado (27).
Además de
estos grupos mencionados,
otros dos que no han llamado mucho la atención y que bien pueden
quedar incluidos en el núcleo de San Miguel: Haza Grande y el
Barranco
de la Manuela.
Las cuevas
de Haza
Grande y del Barranco de
la Manuela tienen apenas dos habitaciones, siendo a veces un simple
agujero
en el terreno.
1.3) Barranco
del Abogado. Está
situado «en la orilla derecha del valle del río Genil, por
debajo de la antigua Cruz de los Mártires y sobre el camino de
la
Sierra» (28). Este
núcleo enlaza
con otros
menos importantes: Camino Viejo del Cementerio y Camino Nuevo del
Cementerio:
Dentro del
Barranco
del Abogado, se pueden
distinguir varios grupos:
1.3.1)
Cuevas junto
a la muralla de los Mártires.
1.3.2)
Cuevas del
Barranco del Abogado. Estas
últimas aparecen interrumpidas en algún tramo por el
Camino
Nuevo del Cementerio, Monte Sedeño, Perchel Alto y Perchel Bajo,
Cuevas junto a las casas de la Falange, Cuevas del Palomo, Secanillo
Alto
y Cuevas del Celestino, junto al Cementerio.
El hábitat
como en los anteriores barrancos,
está en función del terreno y aparece concentrado,
quedando
algunos espacios vacíos entre los diversos grupos de cuevas.
También
aquí hemos observado la abundante utilización de
ladrillos
en puertas, ventanas y chimeneas. La mayoría de estas cuevas
tenían
como propietarios a «castellanos», que en principio las
horadaron
para obtener «garrufo» (29)
que
luego vendían
en las obras. Posteriormente fueron utilizadas como vivienda (30).
En la actualidad permanecen abandonadas.
2.
Acumulaciones
secundarias
2.1) El
Generalife.
Este núcleo presenta
en sus alrededores dos grupos trogloditas:
2.1.1) El
Camino del
Avellano está
situado frente al Sacromonte, entre el río Darro y el
Generalife,
zona, en algunos sectores, bastante umbría y poco apta para la
excavación
de este tipo de habitación. Las cuevas aprovechan el desnivel
del
terreno y, aunque en algunos lugares estas viviendas aparecen
agrupadas,
existe una gran dispersión. Comienza a verse poco antes de la
primera
fuente, llamada Fuente del Avellano, y concluyen en el recodo
después
de la tercera fuente: Fuente Agrilla, junto a un riachuelo que
atraviesa
un pequeño barranco.
Ninguna
cueva
está al borde del Camino,
sino en algunos senderos que no se aperciben desde el mismo y
constituyen
un primero y único piso. Todas ellas tienen un acceso
difícil
y fuerte pendiente. Como en las anteriores zonas se utiliza la madera y
el ladrillo en puertas y ventanas. La mayoría de estas cuevas
están
provistas de chimeneas.
2.1.2) La
Cuesta del
Rey Chico, Cuesta de
los Muertos y de los Chinos, se encuentra pegada a la muralla de la
Alhambra.
En su parte izquierda muestra cuevas derrumbadas, en un terreno poco
apto
para este tipo de habitación, por lo que el número de
habitaciones
es escaso y sus dimensiones reducidas, con algún fuego exterior.
No hay vestigios de puertas ni de ventanas.
2.2) Barranco
de
la Zorra y Camino Alto
de Huétor Vega. Este segundo núcleo se encuentra
excavado
en los conglomerados de la orilla izquierda del río Genil, que
lo
separan «de la Vega Alta de Huétor y de la Zubia» (31).
2.2.1) El
Barranco
de la Zorra está
situado entre el Genil, el Camino de los Neveros y el Camino de las
Conejeras (plano
4). Las cuevas de este sector exhiben las mismas
características
de concentración, con espacios libres intercalados, que las
anteriormente
mencionadas en los barrancos sacromontanos, aprovechando los desniveles
que el terreno les ofrece. Sin embargo, el número de
habitaciones
es más reducido que el de los citados barrancos.
En este
mismo bloque
se deberían incluir:
2.2.1.1)
El grupo
del Martinete, que queda
entre el río Genil y el Barranco de la Zorra por un lado y el
Barranco
de la Zorra y la Fuente de la Bicha por otro.
2.2.1.2)
Así
como el Barranco Bermejo
que queda en la orilla derecha del Genil y atraviesa la Carretera de la
Sierra, entre el Carmen de Valladares y la Venta de la Pastora:
El
Martinete (citado
en primer lugar) presenta
la mayoría de las cuevas excavadas en la base del monte y una
mayor
perfección en el acabado de las mismas. Casi todas las entradas
están adinteladas, utilizando el ladrillo en los nichos y
chimeneas
y la madera en puertas y ventanas.
2.3) El
Beiro.
Está ubicado
entre Cartuja y la Estación de Andaluces, entre las carreteras
de
Peligros y Pulianas. Sus características son similares a las
descritas
anteriormente. El número de habitaciones de estas cuevas es
escaso,
su tamaño más reducido y la mayoría son insanas,
no
sólo por su emplazamiento sino también porque la zona ha
sido durante mucho tiempo un enorme basurero público.
La mayoría
de
los grupos de cuevas
citados, en la actualidad, están abandonados.
Las
acumulaciones
trogloditas, fronteras
e indicadores de distintos niveles sociales y económicos:
Algunos
datos sobre las viviendas
Entre
estas zonas y
la ciudad hay unos espacios
inconexos que convierten a las acumulaciones trogloditas en
«islas
humanas», unidas artificialmente a la ciudad, pero a la vez y a
modo
de fronteras estos espacios separan unas zonas de otras. Así
cada
sector de los enunciados tiene su territorio propio con una frontera
delimitada
y un territorio de nadie, que es la ciudad. Unas zonas son más
prestigiosas
que otras: El Sacromonte es un barrio de nivel económico
más
alto, mientras que el Beiro era uno de los sectores más bajos.
Decir
que tal gitano vivía en el río Beiro equivalía a
decir
que era muy pobre, o que poseía escasos recursos. A veces, puede
llegar a significar que es un pedigüeño, que no tiene
profesión
o que carece de iniciativa. Los gitanos tienen una forma de
calificados:
«Los del Beiro son la mayoría erdichaos» (32).
La desigualdad económica ha sido elemento básico en la
configuración
de la comunidad gitana y perfilador de determinadas actitudes. Vivir en
el Beiro puede llevar connotaciones como la de ser «pobre»,
«peligroso» o «peleante».
El
traspasar estas
fronteras, cuando se trata
de linajes enemigos o en «compromiso» (33),
equivale a una declaración formal de guerra. Lo prescrito es
respetarlas
y de esta forma evitar el «compromiso». Una
transgresión
de lo establecido es sancionada por la comunidad: «Si es de un
barrio
no debe acudir a otro». De igual modo, dentro del mismo sector
quedan
establecidas otras fronteras entre los linajes en
«compromiso».
A veces sirve de frontera una carretera o una plaza. De esta forma se
pueden
dividir en los de «arriba» y los de «abajo», o
los de tal plaza. Los límites sólo son perceptibles para
ellos. El «compromiso», por tanto, obliga a defender el
propio
territorio y a excluirse del otro, a la vez que sirve para definir la
territorialidad
de los diversos grupos gitanos. A veces, el temor al enemigo ha hecho
que
algunos linajes elijan lugares incómodos y apartados.
El tipo de
vivienda
anterior a las inundaciones,
su agrupamiento y lejanía respondía a patrones
culturales.
Indicaba la armonía entre los linajes y familias que allí
vivían, así como expresaba la existencia de lazos de
parentesco
entre algunos de ellos. El aislamiento voluntario o forzoso de los
grupos
ha protegido y facilitado la endogamia.
La mayoría
de
estas viviendas carecían
de servicios necesarios como son la luz, el agua o retrete. Si
comparamos
los datos que hemos obtenido en los gitanos de Granada capital, en
1962,
con los de la población total de la provincia de Granada y
España
en 1960, veremos las condiciones ínfimas en que vivían y
viven los gitanos, sobre todo los de cuevas.
% de
viviendas no equipadas
con electricidad(34)
|
España
1960
|
10,70
|
Provincia de
Granada 1960
|
18,60
|
Gitanos de
Granada capital 1962
|
42,36
|
% de
viviendas no equipadas
con agua (35)
|
España
1960
|
54,40
|
Provincia de
Granada 1960
|
75,50
|
Gitanos de
Granada capital 1962
|
90,29
|
% de
viviendas no equipadas
con retrete (36)
|
España
1960
|
39,50
|
Provincia de
Granada 1960
|
66,00
|
Gitanos de
Granada capital 1962
|
94,21
|
-
Varias
cuevas
podían albergar a un
linaje o un linaje podía poseer una sola cueva. El
número,
tamaño y el aspecto de las mismas era expresión de las
posibilidades
económicas de sus dueños y en algunos casos un claro
indicio
del estadio en que se encontraba el linaje dentro del proceso de
aculturación.
En cada vivienda se comprimían físicamente los miembros
de
cada linaje, como una necesidad impuesta para la responsabilidad y
cooperatividád
del mismo. Unos datos nos muestran el hacinamiento en que vivían
los gitanos, en 1962, y su evolución hasta 1974:
España (37)
|
|
Censo 1960 |
Informe de 1966 |
Encuesta INE 1968 |
Encuesta propia 1969 |
Nº de miembros por hogar |
4,3 |
4,4 |
4,5 |
4,3 |
Nº habitaciones por
vivienda |
4,0 |
4,0 |
4,2 |
3,9 |
Índice de hacinamiento |
1,1 |
1,1 |
1,1 |
1,1 |
Gitanos de
Granada capital(38)
|
|
1962
|
1974
|
Nº de
miembros por hogar
|
4,18
|
6,22
|
Nº
habitaciones por vivienda
|
2,06
|
3,63
|
Índice
de hacinamiento
|
2,03
|
1,71
|
La
inseguridad que
ofrecían algunas
cuevas sobre todo a partir de los temporales de 1962 y el escaso valor
adquisitivo que presentan estas zonas, ha hecho que algunos gitanos, de
nivel económico superior, adquirieran terrenos en dichas zonas y
edificasen una casa. Las casas que hay junto a las cuevas
equivocadamente
representan en la conciencia «castellana» un romper con las
tradiciones culturales, cuando por el contrario no representan sino un
simple cambio de vivienda, que sigue ofreciendo aquellas inmejorables
condiciones
que el marginalismo le confería a la cueva y reúne nuevas
ventajas, como son la de no presentar peligro de derrumbamiento y poder
emplazarle adecuadamente. Así no es de extrañar que en
estas
zonas de cuevas encontremos casas diseminadas.
Otro caso
muy
diferente es cuando el despegue
económico y cultural de algunas familias gitanas, las menos,
hace
que adopten la casa como vivienda, rivalizando con los
«castellanos»
en arreglo, decoración y mobiliario, llegando incluso al
distanciamiento
físico del grupo y aventurándose, estos gitanos, a una
etapa
de incomprensión de dos grupos antagónicos: gitanos y
«castellanos»,
pero con la esperanza de que la adopción de costumbres
«castellanas»
y el dinero todo lo solucionarán.
Un grupo
más
numeroso está representado
por aquellos otros gitanos que, careciendo de algunos medios
económicos,
impulsados por los derrumbamientos y expulsados por las autoridades,
tuvieron
que adoptar la casa tras la dura prueba de los albergues. Para
éstos
últimos, ingente cantidad de gitanos, hubo un desarraigo del
lugar
y un traslado apremiante y forzoso a la casa, en otra zona, en unas
condiciones
económicas incomprensibles. De este modo aparecieron los ya
históricos
grupos de viviendas para gitanos, en Haza Grande, Zaidín,
Polígono
de la Paz y Virgencica, que obligaron a vivir, a veces, separadamente a
miembros de un mismo linaje, y otras, a vivir junto a linajes en
«compromiso» (39).
La
solución,
a todas luces arbitraria,
tomó como unidad a la familia «castellana», sin
pararse
a pensar en la posible existencia entre los gitanos de una unidad
mayor:
el linaje (40).
Este caos surgió ya con
los
albergues, donde se vieron separados incluso padres e hijos. El
objetivo
parecía claro: la destrucción de la cultura gitana, bien
por la integración de algunos de sus componentes, bien atacando
sus estructuras.
La cueva
también era símbolo
del complejo socioeconómico tradicional, frente a la casa, que
tiene
un matiz de transición al modo urbano «castellano»,
que ha llevado a la supresión de algunas de las partes de la
anterior
estructura en la que junto a la vivienda se incluía la cuadra,
el
taller artesanal, el negocio o el salón de baile. Esta
diferencia
de estructura entre la casa y la cueva creó una serie de
problemas
en los gitanos, que del día a la noche se encontraron de la
cueva
en la casa. A modo de ejemplo podemos decir uno de los muchos casos que
ocurrieron. Cuando les dieron las primeras casas a los gitanos, algunos
se empeñaron en meter el burro en el piso, lo que produjo una
fuerte
reacción negativa en los vecinos «castellanos». De
igual
modo hubo protestas de los golpes y lumbres que hacían los
gitanos
artesanos en las casas. El resultado fue la expulsión de burro y
amo y de gitano y fragua, ante el conforme regocijo general de los que
habían pronosticado que los gitanos no podían vivir nada
más que en cuevas.
Con la
creación de los nuevos barrios,
gran número de gitanos adoptan la casa como forma de
habitación,
a la vez que ceden parte de su capacidad de imponer el control ante la
organización socioeconómica «castellana».
La llevada
de los
gitanos a estos barrios
no ha sido masiva sino dosificada con arreglo a su grado de
aculturación.
A mayor adopción de formas urbanas «castellanas»,
más
prontitud en sacarlos de las cuevas y trasladarlos a casas mejores y
confortables.
A la vez que servía de garantía no ya para la
tranquilidad
del barrio sino también para la seguridad de la pronta
efectuación
del pago de las casas. Pero una fuerte demanda de casas de esta
índole
por parte de los «castellanos» terminó perjudicando
a los gitanos, incluso a aquellos cuyas formas externas de vida eran
puro
calco de la «castellana». Esto demostró que a la
hora
de dar las casas había otros factores que jugaban un papel
importante,
además del económico y cultural. Ser gitano o
«castellano»
podía decidir en el momento de confeccionar una lista para ir a
uno de los nuevos barrios. A la vez, ocasionó una
aceleración
por parte de los linajes a adoptar, aunque fuera externamente, formas
«castellanas»,
creyendo de este modo que rápidamente serían
recompensados.
Así hubo linajes que recriminaron a sus miembros el ser tan
gitanos.
También se produjo momentáneamente un mayor acercamiento
a la Iglesia, para captarse el favor del párroco. El cura
podría
así decir que eran buenos y honrados... y por tanto merecedores
de estar en una casa y no en una cueva.
Notas
1. Granada.
2. J. Bosque Maurel: Geografía
urbana de Granada. Departamento de Geografía Aplicada del
Instituto
Juan Sebastián Elcano. CSIC, Zaragoza, 1962: 36.
3. Estas expresiones
tienen
un sentido peyorativo y marcan la posición adoptada por la
mayoría
«castellana», frente a la etnia gitana, a la que considera
inferior.
4. J. Bosque Maurel: op
cit.: 253.
5. Caritas Nacional,
Centro
de Estudios de Sociología Aplicada (CESA): Proyecto de plan
social
para los damnificados de las inundaciones de Granada. S/a: 13.
6. Archivo de
«Auxilio
Social» de Granada, Negociado de Asistencia e Información
Social, Carpeta Gobierno Civil S. O. «Informe del Delegado
Provincial,
9 de febrero de 1967, Preámbulo, Apartado I».
7. A. Pérez
Casas: Estudio
etnológico de los gitanos de Granada. Tesis doctoral.
Granada,
1974, vol. II, p. 43, doc. n2 1, cas. n2 27, cara A, pp. 8-9.
Inédito.
8. F.
Quindalé: Diccionario
gitano. Madrid, 1867: 19.
9. Ch. Davillier: Viaje
por España. Madrid, 1949: 250: «Es para hablar con
propiedad,
una ciudad dentro de la ciudad, con una población que tiene
costumbres
y lengua particulares. Ibamos a decir también casas diferentes,
pero aunque el Sacromonte está muy poblado, carece de casas. Las
faldas de la colina están socavadas por infinitos agujeros o
grutas
que sirven de viviendas a los gitanos. En general, precede a estas
curiosas
habitaciones un pequeño patio, de ordinario mal cerrado o sin
cerrar,
pues no hay mucho que robar en estas miserables moradas. En seguida se
penetra en la cueva, compuesta por una sola pieza y cerrada con algunas
tablas mal unidas. Y aquí en la pieza de paredes encaladas,
viven
en confusión toda la familia, a menudo más de diez
personas.
Un agujero hecho en la cueva da salida al humo, pues la pieza
también
sirve de cocina. El miserable mobiliario se compone únicamente
de
algunas cojas banquetas, de una mesa de madera blanca y rara vez de un
camastro, pues la mayoría de los gitanos se acuestan en el
suelo.
los hijos, completamente desnudos, tan negros como pequeños
africanos,
bullen de acá para allá, en medio de aves
famélicas
e inmundos animales domésticos... Es preciso decir que los
gitanos
de Granada son aún más pobres que los de otras
provincias».
10. H. Jerez
Perchet: Granada
pintoresca. Málaga, 1885: 131. La visión de este
autor
no difiere mucho de la anterior: «El Sacromonte reclama una
visita
por lo que en sí vale y representa y al propio tiempo gracias a
las condiciones del camino que allí conduce.
Se trata de
un trayecto que en gran
parte ocupan las viviendas de los gitanos y estas viviendas ofrecen la
particularidad de ser cuevas más o menos profundas, abiertas en
la vertiente del cerro.
El realismo
imperó en las lúgubres
moradas de aquellos infelices; los muchachos exhiben completamente
desnudos
sus cuerpos y las mujeres, salvo excepciones, cubren sus carnes con
harapos.
Cada reducido albergue sirve de residencia a una familia, en ocasiones
muy numerosa, a la que hacen compañía casi siempre
diversos
animales domésticos, entre los cuales, según la
tradición
de la raza bohemia, ocupa un lugar preferido el pollinejo triste y
escuálido,
llamado a representar un papel importante en ferias de ciudades, villas
y pueblecillos».
11. F. Mellado: Guía
del viajero en España. Madrid, 1846 (3ª ed.): 430.
12. L. Seco de
Lucena: Guía
práctica y artística de Granada. Granada, 1909
(2ª
ed.): 400.
13. J. Román: Granada...
Granada... (De la ciudad y las almas). Málaga, 1925. Es muy
interesante la visión de este autor: «Los cerros del
Sacro-Monte
parecen horadados con gubia formando callejas, reforzadas de pedruscos
del Darro, para que no se desmoronen. Las callejas son absolutamente
extrañas,
como de un país lejano. Los habitantes que no suelen venir a la
ciudad, tipos genuinamente moriscos, hombres huraños, mujeres
altivas
y pintorescas, que allí viven como un pueblo olvidado del mundo.
En la entrada
de este barrio, en las
cuevas que se exhiben famosas, las del camino de los coches, hay un
poco
de escenografía, un poco de convencionalismo para llamar la
atención
del extranjero, que va a ellas intrigado por el espectáculo de
la
danza, que los guías han organizado en su honor y buenos
billetes
les cuesta.
Y las cuevas
originales, verdad, sin
bambalinas ni afeites, son interiores, las arañadas en el cerro,
guaridas de la raza nómada, agujeros de topos socavados en las
faldas
de las lomas que persiguen al río».
14. J. Caro Baroja:
«Razas,
pueblos y linaje», Revista de Occidente, Madrid, 1957:
197
y 278.
15. M. J.
Herskovits: El
hombre y sus obras (La ciencia de la antropología cultural).
México, Fondo de Cultura Económica, 1952: 176. «Si
puede mostrarse, en el caso del determinismo ambiental, que dos
culturas
insertas en el mismo hábitat difieren, o que existe en el mismo
tipo de cultura dos hábitat distintos, alguna otra fuerza,
además
de la pretendidamente determinante, debe de haber ejercido alguna
influencia.»
16. O. Jesen:
«Las
viviendas trogloditas en los países mediterráneos».
Trad. de Fernández Alonso, en E. G., nº XVI,
Madrid,
1955: 137-157, observa que «en la provincia de Granada, la Cuenca
de Guadix y Baza, rellenada con depósitos jóvenes con su
marcado carácter estepario, es extraordinariamente rica en
cuevas
artificiales, las cuales están situadas en las rocas de
carácter
loésico de la formación de Guadix, apropiadas para la
excavación
de cuevas. Existe una adaptación de las cuevas al paisaje como
si
constituyeran una parte natural y necesaria de éste... lo mismo
podría decirse de las famosas cuevas de las pendientes cubiertas
de cactus del Sacromonte y del Cerro de los Mártires de Granada,
habitadas en mayoría por gitanos». Igualmente L. Torres
Balbás:
«La vivienda popular en España», Folklore y
costumbres
de España, vol III, 3ª ed., Barcelona 1946: 201,
señala
que «los tipos de suelos que más se prestan a este
género
de habitación son los terrenos terciarios, compuestos de
conglomerados,
areniscas, margas y calizas, en rocas muy compactas, impermeables y
altamente
aisladoras de la humedad, blandas al pico y capaces de endurecerse por
la acción atmosférica».
17. J. Bosque
Maurel: Op.
cit.: 254-256.
18. El linaje
está
formado por todos los descendientes por línea masculina de un
antepasado
común, entre los que existen unos derechos y unos deberes.
Acerca
de la preparación de la cueva en la Huerta de Valencia, cf. J.
M.
Casas Torres: La vivienda y los núcleos de población
rurales
de la Huerta de Valencia. Madrid, CSIC, 1944: 196-197.
19. L. Torres
Balbás: Op.
cit.: 205-206. Hablando de las cuevas de Guadix apunta algo sobre
la
técnica del arco: «A la derecha del portal se traza el
arco
de entrada para la cocina y enfrente otro para la cuadra...»
20. Generalmente
estas
ventanas son rectangulares o cuadradas y se acostumbra a enmarcarlas. A
veces, para mayor seguridad de las mismas, se las dota de barrotes o
tela
metálica.
21. Estas alacenas
pueden
llevar varias lejas de madera.
22. J. M. Casas
Torres: Op.
cit.: 197-198. Este saledizo fue también observado por el
autor
en las cuevas de Valencia.
23. Para evitar
malos olores,
los gitanos guardan sus animales en la habitación más
cercana
a la entrada.
24. Acerca de la
industria
gitana véase A. Pérez Casas, op. cit., vol II, passim.
25. Generalmente
acostumbran
a poner el recuerdo de nacimiento ya que el bautismo es un orgullo para
ellos y uno de los pocos contactos que mantienen con la Iglesia a lo
largo
de su vida.
26. Cf. J. Bosque
Maurel: Op.
cit.: 254-256; L. Torres: Op. cit.: 202-203, señala
sólo
dos núcleos trogloditas. Uno en el Valle del Darro, ladera del
Albaicín
y Sacromonte, y otro en la vertiente del Genil, en los
«repliegues
del barranco del Abogado».
27. También
es sabido
por los habitantes de esta zona que allí hubo un cementerio
hispanomusulmán.
28. J. Bosque
Maurel: Op.
cit.: 256.
29. Así
llaman los
gitanos y algunos «castellanos» de Granada al material que
sale de horadar las cuevas y que se utiliza para cimentaciones.
30. Estas cuevas
fueron
alquiladas tanto a gitanos como a «castellanos».
31. J. Bosque
Maurel: Op.
cit.: 256.
32. Según
opinión
de los gitanos, los que vivían en el Beiro son desgraciados y
miserables.
33. La lucha entre
dos
linajes es conocida por los gitanos con el nombre de
«compromiso»
y el linaje enemigo como «contrario».
34.
Estimación propia.
FOESSA: Informe sociológico sobre la situación social
de España. Madrid, 1970: 1.141.
35.
Estimación propia.
FOESSA: Op. cit.: 1.141.
36.
Estimación propia.
FOESSA: Op. cit.: 1.141.
37. FOESSA: Op.
cit.:
1.141.
38.
Estimación propia.
39. Ver nota 33.
40. Ver nota 18.
|