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La religión católica, en la liturgia que conmemora la 'resurrección' de su fundador, tiene un componente clave en el fuego. Todavía en muchos pueblos españoles (1), en la noche del Sábado Santo se apagan las luces del templo, y cerca del pórtico se prende la hoguera pascual. Con sus llamas, bendecidas por el oficiante, se encenderá el litúrgico cirio pascual, que luego arderá ante el altar durante todos las ceremonias hasta Pentecostés. También los fieles asistentes al rito de la bendición del fuego nuevo, prenden con éste las velas que les iluminarán en su procesión a través de la oscuridad del templo, y luego las guardarán en sus hogares para encenderlas en caso de tormenta, buscando así ahuyentar a los rayos. Al término de la misa de gloria, siguiendo un ritual profano entrelazado con el litúrgico, era tradicional quemar en la misma hoguera a un estrafalario pelele. En algunos países, esta noche se denominaba la noche de Judas (2). Y en Creta, la conocen como el holocausto de Judas. Hoy día, en
cientos de localidades
de la cultura ibérica, en esta misma noche o al día
siguiente
se procede a colgar y quemar al fantoche conocido como el Judas.
Investigaremos aquí sobre este flamígero rito, partiendo
de los estudios de Frazer, con la metodología del
análisis
comparativo morfo-histórico aplicada por Caro Baroja, y
adaptando
los conceptos de acción significativa formulado por
Propp
y sistema de imágenes de Bajtin. Así, el personaje
simbólico del Judas estará configurado por el conjunto
diacrónico
de sus imágenes y las acciones en las que interviene, lo que
origina
un universo semántico, cuyos significados trataremos de
desvelar.
Aquí se ampliará ligeramente el trabajo publicado en El
fuego. Mitos, ritos y realidades, Diputación
Granada/Anthropos,
Barcelona, 1997 (pp. 301-337). 1. El personaje Según el Diccionario de autoridades (1732), son dos las acepciones castellanas del término Judas: «El que falta traidoramente al amigo, que se confió dél. Dícese por alusión al apóstol traidor que vendió a Cristo. Llaman también la figura o representación del traidor Judas, que cuelgan y queman en las calles el Sábado Santo, u otro día de Quaresma». Respecto al «libro sagrado» de los cristianos, en el Nuevo testamento son escasos los pasajes donde se habla de este apóstol, cuyo apellido Iscariote se interpreta como relativo al pueblo de Judea del que era oriundo, y en tal caso sería el único entre los doce propiamente judío y no galileo (3). A Judas se le había encargado llevar la tesorería del grupo, y fue acusado por sus enemigos de «ladrón disimulado, que sustraía ingresos». Se insinúa que su fe en Jesús se debilitó a partir del discurso en la sinagoga de Cafarnaúm. En el Evangelio de san Juan se dice que el diablo había metido en su corazón la traición, y en el de san Mateo se describen con detalle las acciones de su beso a Jesús (como señal para identificarlo ante los sirvientes armados de los pontífices), y que al enterarse de la condena de su maestro «se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata», y a continuación «se ahorcó» (27, 3-5). De su muerte da otra versión san Lucas, diciendo que «se precipitó de cabeza, se reventó por medio y se desparramaron todas sus entrañas» (4), lo que refleja un salto desde una gran altura. Para algunos estudiosos decimonónicos la personalidad real de Judas es mucho más digna, ya que lo ven como el impulsor de una rebelión para la liberación de Palestina del yugo romano, siendo Jesús un tibio seguidor suyo en esta empresa política. La envidia que suscitó su carácter visionario entre varios de los apóstoles, explicaría las fuertes críticas con las que le descalificaron los evangelistas, consiguiendo hacerle pasar a la historia como monstruo rebosante de perfidia (5). La figura del apóstol traidor fue muy atractiva para la literatura apócrifa, hasta el punto de que Jacobo de la Vorágine, aunque no estuviera convencido de la credibilidad del relato, incluyese en su tan difundida Leyenda áurea (siglo XIII) la siguiente biografía : Hubo en Jerusalén un hombre llamado Rubén, casado con Ciboria, y tras realizar una noche el acto conyugal, su mujer tuvo un terrorífico sueño que le predijo que «había quedado preñada, y que iba a parir en su día un hijo tan pérfido que causaría la perdición de todo el pueblo hebreo». Como resultase cierto que de tal copulación quedó embarazada, al nacer el niño decidieron evitar que se cumpliese el terrible presagio, por lo que lo colocaron sobre un cestillo, se fueron a la costa y lo arrojaron al mar. «La criatura fue llevada por las olas hasta la playa de una isla llamada Iscarioth», donde fue apercibido por la reina, que se encaprichó de él y simuló un embarazo para poder presentarlo como su hijo, que fue muy bien acogido en la corte. Poco después de este presunto parto, la reina quedó efectivamente embarazada y parió de verdad un hijo. Judas mortificaba frecuentemente a su hermanito, siendo castigado con dureza por la madrastra, que al sentirse incapaz de modificar su comportamiento, decidió declarar públicamente el engaño del primer hijo. A partir de entonces, Judas se sintió avergonzado y se fue llenando de rabia, que le impulsó a matar a su falso hermano y a escapar en un barco que se dirigía a Jerusalén. Gracias a sus conocimientos, entró al servicio de Pilato, quien pronto le nombró Administrador general de Judea. Un día, para responder a un capricho de su señor, entró furtivamente en un huerto para robar un frutal, y al ser visto por el dueño se engarzaron en una pelea que terminó con la muerte del propietario, quien no era otro que Rubén, su auténtico padre. Pilato dispuso que los bienes del difunto -incluida su esposa- pasaran a manos de Judas, quien así se casó con su propia madre. Para explicarle el motivo de su tristeza, Ciboria le contó el suceso del hijo que arrojó al mar, y Judas descubrió consternado que se trataba de él mismo. Presa del dolor por haber matado a su padre, decidió hacer penitencia, «confesar sus delitos a Jesucristo y rogarle que le perdonase los pecados». Hasta aquí, la historia medieval que explicaba con más riqueza de detalles la supuesta trayectoria vital de Judas. De la Vorágine añade que, de ser discípulo de Jesús, Judas pasó a ser prominente apóstol, robando de la bolsa que tenía a su cargo, y que por codicia se quedaba con el 10% de los ingresos. Tras vender a Jesús, le afligió la traición cometida contra su maestro, devolvió los treinta denarios, se alejó de la vista de la gente «y se ahorcó, y, en cuanto se ahorcó, reventó saliéndosele las entrañas, que quedaron esparcidas por el suelo». Nada más morir, se incorporó a los demonios (6). Esta leyenda de Judas fue recogida en varias teatralizadas pasiones, unas francesas (siglos XV y XVI) y otra de la catalana Cervera (1534). Pero, según estudia Romeu-Figueras (7), en manuscritos de fecha anterior se encuentran textos dramáticos que relatan una versión diferente de la vida del personaje que estamos investigando. Así, en el misterio de Palma de Mallorca que se supone es del siglo XIII, aparece un monólogo en el que Judas recuerda los siguientes episodios de su vida: Con motivo de la masacre de los inocentes ordenada por Herodes, sus padres le salvan metiéndolo en una barca que echan al río, después que su madre le hubiera marcado la espalda con un hierro candente. Arrastrado a un lejano país, el hombre que lo recoge se lo ofrece al rey, quien decide adoptarlo y educarlo. A medida que crece, muestra su pérfida naturaleza, y el rey termina detestándole. Al país llega su padre natural, y sin reconocerse, tras una riña Judas, le mata. Judas huye a Palestina, donde esposa a su madre con la que tiene dos niños. Reconociendo una noche la marca en la espalda, la madre le pone al tanto de su pasado, y espantados ambos, acuden a Jesús, quien les recomienda separarse y pide a Judas que le siga como administrador. Para atender las necesidades de sus dos hijos, Jesús le permite quedarse con el diezmo de todo lo que se recogiese. Cuando María Magdalena derrama sobre los pies de Jesús el ungüento que se hubiera podido vender por 300 denarios, Judas se considera perjudicado en lo que le correspondía, por lo que decide vengarse y recuperar su parte. «Esta versión se puede relacionar con la forma más antigua conocida de la leyenda, escrita en latín y conservada en un manuscrito del siglo XII», dice Baum. Pero ésta no es su fuente, puesto que en aquí aparecen distintas acciones, como que: el niño es abandonado en un bosque debido a una funesta visión del padre; la madre no le marca la espalda; Judas se coloca al servicio de Herodes. Todo indica, según Lehmann, que los elementos esenciales de la leyenda (el niño arrojado a las aguas como Moisés y el parricidio-incesto a lo Edipo) aparecieron en Europa hacia 1100, a través de algún relato oriental, quizás sirio, de estructura muy simple. En cualquier caso, «la pasión catalana es cronológicamente el primer misterio de su género incluyendo la leyenda del desdichado traidor» (Romeu-Figueras) y su ámbito de influencia fue intenso por el sur de Francia y la propia Cataluña, en donde consta una ininterrumpida tradición de representaciones del misterio de la pasión hasta nuestros días. En lo que respecta a la leyenda de Judas, se puede notar otra posible línea de trasmisión, que manifiestan escuetamente los versos mallorquines que encabezan este ensayo, y que son ampliados en varios manuscritos catalanes del siglo XVIII: una alteración en el orden de sus grandes delitos, ya que de joven se acuesta con su madre y luego mata al padre «per poder-me més folgar». El relato de la leyenda se incluye de modo algo forzado en el monólogo de la desesperación enunciado por Judas al devolver a los sacerdotes las treinta monedas, justo antes de su suicidio. (Para el análisis comparativo de estas leyendas, véase cuadro 1.) Otros datos
sobre
Judas aparecen en la leyenda
celta «según la cual Judas realizó una vez una obra
de misericordia, y en premio de ella, puede salir del infierno una
noche
al año, para aliviar sus penas, posiblemente en el Polo Norte (8).
Y el poder mágico de las monedas de su traición es el que
explica el legendario portento de la campana de Velilla (Zaragoza),
que tañía por su cuenta cada vez que estaba a punto de
suceder
algo aciago en España: cuando los ángeles fundieron el
metal
de la campana, mezclaron una de dichas monedas (9). 2. Imágenes del Judas * En la iconografía artística, la principal aparición de Judas Iscariote es en la escena del banquete del Jueves Santo, en el que Jesús instituyó la eucaristía. Caracterizado con perversa expresión y bien a la vista la bolsa de las monedas, en la convencional representación pictórica de este tema por la pintura italiana del siglo XV se le separaba del resto de sus compañeros, magnificándolo así por su aislamiento, hasta el punto de convertirlo en destacado protagonista de «la última cena». En su famosa pintura mural milanesa de 1497, Leonardo modificó la disposición espacial de los comensales, colocando a Judas en uno de los cuatro grupos apostólicos, en compañía de Pedro y Juan. Otra variante es la que introdujo el reformista Durero en su grabado de 1523, al suprimirlo de la imagen. En la Semana Santa andaluza, desde 1955, sale en Sevilla el paso llamado «El beso de Judas», que muestra escultóricamente la escena de la traición con el beso de falsa amistad (10). Y en el cordobés Puente Genil, es una de las personificaciones de figuras bíblicas que recorren las calles, representado con la bolsa en una mano y una cuerda al cuello, que él mismo mantiene tensa tirando con la otra mano, que sujeta una rama de higuera como si colgase de este árbol. * En lo que respecta a la iconografía de los peleles, que suelen estar formados por madera, trapos y paja recubiertos con ropas viejas o andrajos, consta que en Madrid en el siglo XVIII al Judas lo colgaban vestido de 'golilla' (traje del siglo anterior) (11), mientras que en la Casa de Caridad de Barcelona, allá por 1919, hacían un Judas gigante, vestido con ropajes bíblicos, con su bolsa con el dinero y un letrero colgado con las palabras «por traidor» (12). En la cordobesa San Sebastián de los Ballesteros, se le coloca una mata de habas entre las manos, para simbolizar que también era un ladrón (13), mientras que en la cercana Moriles es una rama de almendro la que porta. Un índice de la popularidad de la que actualmente gozan algunos Judas se tiene en Villanueva de Córdoba (14) y las riojanas Alfaro y Cenicero, donde se organizan concursos con premios a la actualidad, originalidad y perfección de las figuras. En otras zonas también es frecuente que se confeccionen varios fantoches, a veces en total secreto. * En cuanto a las connotaciones eróticas de estos peleles, en Peralejos de las Truchas (Guadalajara), los mozos elaboran los peleles con telas hurtadas de las casas de las mozas solteras (15); en Cogolludo(Guadalajara), son grupos de mozas las que los construyen, jugando al corro con los Judas en medio, a los que cantan coplillas como: «El pobre pelele / se fue a la estación, / y por sinvergüenza / volvió sin calzón». En cualquier momento pueden aparecer los mozos para robárselos y colocarles letreros y atributos obscenos o tirarlos a los pilones (16). En El Alosno (Huelva), lo que hacen es ponerle flores en la pretina para quitárselas luego «como si lo caparan» (17). Y en unos cuantos pueblos de varias regiones, se les acompaña de una pareja femenina, la Judesa. * Respecto a las imágenes verbales que se asocian con Judas, sin pretender cubrir el vastísimo campo de metáforas y calificativos que se le dedican, me limitaré a unas mínimas menciones. Así, en la medieval Demanda del santo Graal (siglo XII) se identifica a Abel con Jesús y a Caín con él, ya que «así como Caín saludó a Abel, su hermano, y después lo mató, del mismo modo saludó Judas a su Señor y había preparado ya su muerte; así van paralelas las dos muertes, no en dignidad, sino en sentido» (18). En el Quijote, Cervantes le presenta como paradigma de la codicia (19). En muchos sitios, al muñeco que se quemaba el Sábado de Gloria se le conocía como Mahoma (20) . En algunas de las saetas primitivas que se cantan durante la Semana Santa se califica a Judas como «fementido» (21), «capitán infernal» (22) y «falso traidor» (23). * Vinculación con los árboles. Además de las ramitas que puede portar, se aprecia una conexión directa entre la imagen de Judas y la del árbol. Así, en la alavesa Salinas de Añana, al amanecer del Domingo de Pascua, los mozos acuden a cortar un saúco, lo arrastran hasta la plaza y sobre él amarran al Judas (24). Más elaborados son los rituales que se hacen en dos pueblos de la Comunidad de Madrid. En Robledo de Chavela, con un mes de antelación a dicho domingo, los quintos se dirigen al bosque comunal, eligen el árbol más recto y alto que encuentran (y que tratarán que supere en altura al de los quintos del año anterior), lo talan y lo trasladan al pueblo. Una vez allí, le despojan de las ramas y dejan secar el tronco, hasta el Sábado Santo por la noche, en que lo «plantan» en el hoyo que para tal fin existe en la plaza. Al tronco le clavan en la parte superior unos palos entrecruzados a modo de entramado, de los que cuelgan cántaros que contienen pintura, harina, caramelos, palomas, etc. En su extremo superior se coloca al pelele, que trata de representar a algún personaje que durante ese año haya gozado de impopularidad, ya sea a nivel nacional o internacional. El domingo, los quintos impiden el acceso a la plaza a todo el que no aporte fondos para la cena con la que se han de regalar, y cuando la procesión del Encuentro llega a la plaza, uno de ellos grita: «¿Quién lo mató?», «¡Aquél!», responde otro, y todos contestan: «¡A pedradas con él!», y se procede a la rotura de los cántaros a pedradas. A continuación se derriba el tronco y se subasta, entero o en trozos. Finalmente, se arroja el muñeco al pilón, para ahogarlo. En el cercano Tielmes, también son los quintos o juderos los que cortan y pelan el tronco, que aquí es recubierto con ramas secas y a modo de brazos cruzan un palo en cuyos extremos colocan otros más pequeños como si fuesen dedos, situando en la cúspide una gran cabeza que trata de representar algún personaje popular. Cuando la procesión del Encuentro llega a la plaza (los juderos portan a Cristo mientras que la Virgen es llevada por mujeres), se quema el aparejo exterior del árbol que personifica al pelele, y luego se corta en trozos que los quintos se repartirán (25). En lo que
respecta a
la vegetación
en general, en Albudeite (Murcia), los mozos, dirigidos por un alcalde
del ramo, a quien el alcalde oficial ha cedido su vara de mando,
cortan
ramas por toda la huerta que, amontonadas, depositan cerca de la plaza.
En la noche del Sábado Santo empiezan a enramar el lugar,
colocando
arcos florales en la desembocadura de las calles y atando ramos en las
rejas de los pudientes para pedirles la voluntad luego. Al amanecer,
quien
quiere entrar en la plaza ha de abonar una cantidad, para uso de los
mozos.
Entre el follaje del bosque artificial aparece «plantado»
un
Judas, un muñeco relleno de matas secas y pólvora, que
porta
carteles alusivos al motivo de su presencia allí (su
tacañería,
impuestos, escasa pensión de los jubilados, atentado etarra,
etc.).
Tras la procesión del Encuentro, el pelele se lleva al
río
donde es atado y quemado entre improperios y risas. Al mismo tiempo,
las
ramas son arrojadas al río (26). 3. Acciones de los Judas Como ya se ha visto, parece que fue en el siglo XIII cuando se redactó en Mallorca la Tragedia de la passió, una de las primeras versiones dramáticas europeas en lengua romance de la pasión de Cristo (27). Ya en el siglo siguiente consta que en Valencia se representaba el Misterio de la pasión, y la corona de Aragón se convirtió en difusora de los misterios pasionistas. Durante el período barroco, los frailes franciscanos en sus campañas misionales cultivaron el uso de sermones-pregones narrativos de la pasión de Cristo, así como el de escenificaciones teatrales de pasos u obrillas de tema bíblico y de escenas de la propia pasión. Se imprimen saetas o coplas dialogadas, y se entrena a los improvisados actores para encarnar los sagrados papeles. Estas ingenuas representaciones callejeras estuvieron muy difundidas por tierras andaluzas, estando ya documentada en 1673 la escenificación del Prendimiento en Priego de Córdoba, antes de la procesión del Jueves Santo. Actualmente se representa el Miércoles Santo, todos los personajes portan máscaras y no hay diálogos, constando de los actos de la última cena, la oración en el huerto y la traición de Judas (los apóstoles duermen; Judas busca a Jesús con un farol; le besa; los soldados se arrojan sobre Jesús y le apresan; Pedro intenta defenderle; Judas, desesperado, arroja la bolsa del dinero hacia el público) (28). Estas escenificaciones semilitúrgicas de teatro popular experimentaron diversas modificaciones, como en el Lavatorio de la también cordobesa Cabra, cuando al llegarle el turno a Judas, éste abandona corriendo la reunión, dejando su zapatilla en las manos del sacerdote oficiante. En la cercana Baena, al representarse el Prendimiento, un cuadrillero golpea el suelo con su bastón, marcando así el camino a Judas, que encuentra a Jesús al tercer intento (29). Es frecuente que, tras su simulado suicidio, se pusiera punto final a la representación de la Pasión con la transformación de Judas en demonio o la sustitución del actor que lo encarnaba por un pelele con la barriga rellena de petardos, que se hacían explotar destripándolo como ilustración del sacro relato lucasiano. En algunos casos surgen de su interior un gallo (30) o un gato (31). El manuscrito de la Pasión de Perpignan (siglo XVIII) comienza con unas disposiciones teatrales que son un auténtico tratado de puesta en escena según la tradición medieval, en donde se explica el funcionamiento del artificio de la desesperación de Judas: se emplazaba una horca sobre una trampilla practicada en la tarima del escenario, que era la boca del infierno, de la que surgía el diablo para apoderarse del actor Judas en el momento del suicidio, entre llamaradas y explosiones, aprovechando la humareda para colgar en su lugar «una figura vestida como el mismo Judas, la que tenían ya prevenida en el infierno» (32). Artificios como el descrito se siguen utilizando en escenificaciones de la Pasión en Esparreguera y en Olesa de Montserrat. Aquí se aprecia una conexión con los misterios medievales representados en Alemania, donde una denominación local de los «carros» o escenarios móviles, la de Hillen «parece venir de la boca del infierno (Hille) que los responsables de los misterios presentaban contentos como uno de sus principales decorados para la Pasión, en el momento del castigo de Judas: monstruosa y enorme faz abierta, rebosante de buen número de personajes y demonios gesticulantes» (33). Pero, a lo largo de los siglos, se ha ido produciendo un proceso de mezcla y contaminación temática, que ha provocado sorprendentes resultados. Parece como si el personaje de Judas se hubiera independizado de su cuna teatral para adquirir una existencia dramática propia, incorporando a su proppiana esfera de acción unas funciones características de otros universos narrativos. Para mostrarlo, me referiré a la etnografía contemporánea tanto de España como de Latinoamérica, por tratarse del mismo ámbito cultural de rituales festivos católicos. * Los rituales dramatizados más intrigantes se encuentran en el antiguo imperio incaico. 1. Comenzaré por los Andes peruanos: en Yupán -Ancash- a finales de la Semana Santa llega un emisario con una nota en la que Judas anuncia su venida. Le van a esperar a las afueras. Es un monigote de madera ataviado con ricas prendas y montado sobre un rucio lacroso, arrastrando una recuas de una veintena de burros. El que le sostiene en la silla habla por él, y agradece los discursos de bienvenida. Al entrar a la ciudad, Judas dispone una serie de bandos, que facultan «baile y diversión general durante los días de su permanencia (...) sementeras y crianzas pasan a entera disposición de todos». Nadie duerme, pero a pesar de la vigilancia se roban los ingredientes necesarios para preparar un suculento banquete en la plaza, sobre las hogueras. Mientras se elabora, los jóvenes arrean todo tipo de animal y planta para formar «la huerta y corral del Doctor». Para recuperar sus animales, los dueños deben esperar a la mañana, a que su nuevo amo se los reintegre en su testamento (34). 2. En las sabanas amazónicas del oriente boliviano, en Huacaraje -Beni-, a Judas lo capturan los soldados cristianos, es sentenciado a muerte, hace su testamento y termina siendo pasto de las llamas (35). 3. Finalmente, y también en el trópico boliviano, en Cotoca -Santa Cruz de la Sierra-, todas las noches de Semana Santa se realizaba el viacrucis, y luego vagaba por las calles hasta el alba el Judas, con una campanilla atada por una soga al cuello. «A su paso se cerraban las puertas del vecindario, chillaban los niños pellizcados por sus madres», cumpliendo un riguroso ayuno el que personificaba al traidor (36). Estas representaciones encadenan una secuencia de acciones dramáticas que no parecen pertenecer a los rituales penitenciales de tal época del año. Pero de hecho se pueden encontrar acciones paralelas en otros relatos teatralizados. Veamos los que
tienen que ver con los rituales
de la Semana Santa: 4. Enmascarados Judas recorrían las calles y bares de la cordobesa Aguilar de la Frontera, durante la noche del Jueves Santo, pidiendo dinero, y al salir la procesión del Viernes la encabezaban con una lamparilla y la bolsa para seguir con su cuestación (37). 5. En la mexicana Tzintzuntzan -Michoacán-, al término de la representación de la pasión en el atrio del templo franciscano (que incluye el tribunal de Pilato con el proceso ante vociferantes judíos), cuando las campanas llaman a misa de gloria, Judas intenta entrar en la iglesia, pero judíos y soldados le arrojan fuera, emprenden una alegre persecución, y al término de la misa es ahorcado. El personaje de Judas -que porta una máscara negra con cuernos- desde el Miércoles Santo goza de amplios poderes, actuando como policía al que le es permitido arrestar y multar a los supuestos infractores, destinando el dinero recaudado para el culto de la iglesia (38). 6. En Peñalba de la Sierra (Guadalajara), los mozos roban ropa de las casas, y sus dueños pueden rescatarla entregando dinero para una comilona, so pena de que se vista al Judas con las prendas no recuperadas (39). 7. En Menasalvas (Toledo), se le pasea en burro por las calles, parándole en las puertas de las tabernas y algunas casas para «echarle relaciones», que son pintorescos dichos, refranes, improperios y coplillas, para luego conducirle a la hoguera que se prende al amanecer del Domingo de Pascua (ibídem). 8. En la fiesta del Aleluya del mismo día en Barcelona, a principios de siglo, los niños del hospicio portando antorchas paseaban al Judas, y tras un juicio le colocaban un letrero que decía «Por traidor», y lo condenaban al fuego (ibídem). 9. En la provincia de Burgos, por la misma época «el juicio y muerte de Judas constituyen una verdadera representación teatral», que a veces ha resultado mortal, por lo que se tuvo que suprimir (40). Otras persecuciones del actor que encarna al Judas, quien es capturado y maltratado, se encuentran en la canaria San Andrés y los Sauces y la navarra Cabanillas. 10. En Berninches (Guadalajara) el muñeco que representaba a Judas era montado sobre una borriquilla y recorría las calles mientras los niños le insultaban, tiraban piedras y golpeaban con varas. A la puerta del ayuntamiento, el secretario recitaba el pasaje evangélico del prendimiento de Cristo y pronunciaba después contra Judas la sentencia del ahorcado que, entre otros versos, decía: «Daremos la vuelta al pueblo / con este Judas maldito / para burlarnos de él, / como lo hacía con Cristo,/ y por si acaso se enfría, / calentémosle un poquito /.../ Como juez de esta sentencia / yo digo con buenas ganas / quéste Judas debe ir / de cuerpo entero a las llamas. / Arde, arde, Judas malo,/ Quémate entero, ¡granuja! / mientras nosotros reímos / este año a costa tuya» (41). 11. En otro pueblo de la campiña de Guadalajara, Fuentelahiguera de Albatages, se sigue ejercitando una crítica o censura popular bajo la forma expresiva del testamento de Judas que se pronuncia públicamente el Domingo de Resurrección. En el de 1980, encontramos, entre muchas sátiras: «Campeonato de tragones / los del ayuntamiento campeones. / El concejal de festejos, / no asiste a ninguna reunión / pero a comer si asistió. / Vaya reuniones más consagrás / tragar, tragáis bien / lo demás, ¿quién sabrá? /.../ Con esto hemos concluido / este año el testamento; / si alguien se ha molestado, / que llame a Judas al ayuntamiento. / Para el próximo les esperamos; / quien falte no tiene perdón, / pues entre ustedes y nosotros / formamos la tradición». Tras casi toda la década sin repetirlo, en 1989 se revitalizó: «En este domingo de Pascua, / ofrendamos al Judas traidor / y os regalamos un testamento, / con cariño y con amor. / Aquí nos encontramos / la nueva generación, / aquí nos encontramos / para revivir la tradición /.../ Si sus señorías se sienten ofendidas / no se pongan rudas, / nosotros nos lavamos las manos, / que la culpa la tiene Judas. / Para el próximo les esperamos, / quien falte no tiene perdón, / a ver si colaboramos más / la nueva generación» (42). 12. En la peruana Acora, «la quema del Judas está precedida de la lectura de su testamento (con) sentido crítico (...) hace declaración de sus bienes (...) va dejando cada cosa a una persona del pueblo (...) procurando buscar siempre la parte ridícula» (43). * Aspectos organizativos: 13. La llamada Cofradía del Juita de La Alberca (Salamanca), que no tiene estatutos formales, es un grupo de personas unidas por la devoción que tienen a su cargo un paso con una talla de Judas -caricaturizado de soldado romano-, que tira de Cristo con su cruz a cuestas. Tras el recorrido procesional, se lleva a Judas a la iglesia, donde los padres acercan a sus hijos para que puedan tirarle de la nariz o insultarle, con el fin de obtener buena suerte. Hace pocos años, aún se creía que la parte del pueblo hacia la cual dirigiera la mirada esta figura, daría malas cosechas. Luego, los «cofrades» cargan la imagen a hombros y la llevan corriendo a la casa donde habrá de dormir todo el año. Por el camino va cometiendo malas acciones: roba, levanta las sayas y pega a las mozas. La cofradía posee una viña, y con su vino se regalan los cofrades en el convite del Juita que se celebra al llegar a la casa que lo guarda. Hace pocos años esta imagen era complementada con un muñeco que la representaba y que se subía a la torre de la iglesia de la que permanecía colgado, mientras los muchachos le tiraban piedras (44). 14. En Talayuela (Cáceres), es la cofradía de Judas, compuesta por 33 miembros, la encargada del ceremonial que consiste en el encarcelamiento del pelele en un local que hace las veces de prisión, custodiado por un retén de soldados-cofrades. El desenlace es el ahorcamiento y quema de la efigie (45). 15. En la ciudad de Badajoz, el Domingo de Resurrección es la comunidad gitana la encargada de pasear al Judas. El monigote es arrojado al Guadiana desde el Puente Viejo, en cuya mitad es frecuente que confluyan dos cortejos con los Judas que han construido los dos barrios gitanos de ambas orillas del río (46). 16. En la corporación apostólica que procesiona el Viernes Santo en Zuheros (Córdoba), el papel de Judas tiene carácter iniciático para los que acaban de ser admitidos como miembros (47). Para el análisis comparativo de estas acciones, véase el siguiente cuadro:
4. Precedentes históricos En el concilio de Nicea (325) se decidió conmemorar la Resurrección de Cristo (justificación de su divinidad), privilegiando el calendario lunar sobre el solar y separando la nueva Pascua florida de la Pascua hebrea, al dictaminar que se celebrase en el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera (extendida fecha que marcaba el cambio de año), por lo que su posible oscilación abarcaría entre el 22 de marzo y el 25 de abril. En cuanto a la bendición del fuego nuevo en la noche del Sábado Santo, para monseñor Duchesne «este ritual litúrgico, extraño a Roma, debe provenir de los bretones o irlandeses» (48). En la Edad Media eran habituales las fiestas de Locos y del Asno, que junto con los «sermones burlescos» del Domingo de Resurrección, eran jolgorios autorizados por la risa paschalis. En Roma, entre los siglos IX y XI, el sábado después de Pascua se celebraba delante del mismo Papa la burlesca fiesta llamada Cornomania, en la que los arciprestes vestidos con sus vestimentas sacras y cabalgando del revés sobre asnos, trataban de atrapar, inclinándose hacia atrás, las monedas puestas en una palangana que un chambelán del Papa mantenía sobre la cabeza del animal (49). Hacia el final de su larga lucha contra Aníbal, y para conseguir más apoyo divino, los romanos adoptaron en el 204 a. C. el culto de Cibeles, la Magna Mater o madre de los dioses venerada en Frigia (en el centro de Asia Menor) y de su hijo/amante Atis, dios de la vegetación, que moría (al desangrarse bajo un pino tras haberse emasculado a sí mismo) y resucitaba cada primavera. El emperador Claudio (siglo I d. C.) incorporó a la religión oficial del estado romano el culto frigio del árbol sagrado y los ritos orgiásticos de Atis. El gran festival primaveral de Cibeles y Atis, tal como se celebraba en Roma, es descrito así por Frazer: «El día 22 de marzo cortaban un pino del bosque y le traían al santuario de Cibeles, donde lo trataban como una deidad. El deber de acarrearlo estaba adscrito a una congregación de porteadores de árboles. Su tronco era amortajado con bandas de lana y adornado con guirnaldas de violetas (luego) ataban a la mitad del tronco la figura de un joven, indudablemente el propio Atis (...) El 24 de marzo, era conocido como el «día de la sangre» (con sangrientos sacrificios que incluían auto-castraciones para quienes querían dedicarse a su culto) como testimonio de duelo por Atis cuya efigie era enterrada. Esta imagen así sepultada es probable que fuese la que había estado colgada del árbol (...) Más, cuando llegaba la noche, la tristeza de los adoradores se convertía en gozo; súbitamente brillaba una luz en las tinieblas, la tumba se abría, el dios se levantaba de entre los muertos (...) En la mañana del 25 de marzo se celebraba la resurrección divina con una desenfrenada explosión de alegría. En Roma, y probablemente en otras partes, la celebración tomaba el aspecto de un carnaval (con) un desenfreno general y todos podían decir y hacer lo que deseasen. La gente iba por las calles disfrazada; ninguna autoridad era tan grande ni sagrada que no la pudiera abrogar el más humilde de los ciudadanos (...) Podemos conjeturar que en una vieja época en que el sacerdote llevaba y representaba el nombre y papel de Atis en la fiesta primaveral de Cibeles, era corrientemente ahorcado o muerto de cualquier otra manera en el árbol sagrado y que esta costumbre bárbara fue mitigándose hasta adoptar la forma que en tiempos posteriores llega a nuestro conocimiento, es decir, en la que el sacerdote solo dejaba caer algo de su propia sangre bajo el árbol, quedando atada al tronco una efigie de él en su lugar» (50). En Carmona (Sevilla), se ha excavado la llamada «Tumba del elefante», que parece ser un templo del siglo I de nuestra era, dedicado al culto de Atis y Cibeles (51). También en torno al equinoccio primaveral (el 14 del mes de adar) en todas las comunidades judías, desde Israel a la China, se celebra la fiesta de Purim, que conmemora que en el siglo VI a. C. gracias a la reina Ester se desbaratase el compló urdido por Aman, primer dignatario del rey persa Asuero (Jerjes), contra el pueblo hebreo exiliado en Babilonia. Para los niños es una alegre festividad, en la que reciben ruidosos juguetes, alguno en forma de horca de la que pende un muñeco que representa a Aman y se puede mover con un hilo. La tradición vigente en muchas comunidades, de quemar grandes peleles que encarnan al malvado Aman, está ya documentada en el siglo V. Los niños construyen un grotesco maniquí con trapos y paja (India, Djerba) o madera pintada (Yemen), y después de pasearlo por las calles, pegarle y apedrearle, lo queman y danzan alrededor del fuego. No faltan las implicaciones políticas, como sucedió en Egipto en la pasada década de los cuarenta, cuando las efigies quemadas eran de Hitler (y no deja de ser cruel ironía que últimamente los palestinos quemen las efigies de los gobernantes de Israel). También esta fiesta es la ocasión de toda clase de bromas y parodias, de las que ni siquiera se escapan los libros sagrados. Entre las primeras parodias conocidas (siglo XV) se encuentran las ordenanzas dictadas por el Rey Purim, señor supremo de la comunidad de la viña: elegido un mes antes de la fiesta, estaba investido de un poder absoluto sobre sus súbditos y sus bienes, con actos que rayaban a menudo en la obscenidad. A menudo se escenificaba un juicio presidido por él, con intervenciones burlescas que criticaban las relaciones sociales. Como termina Kuczynski su estudio sobre este ritual, «no podemos evitar entrever en esta fiesta el afloramiento de elementos quizás más arcaicos que evocan un parentesco con los carnavales indoeuropeos (...) bien anteriores al judaísmo constituido» (52). En la fiesta judía del Purim o de las Suertes es obligatoria la lectura del Rollo de Ester, en la que cada mención del nombre de Aman («el exterminador») provoca tumultuosas gesticulaciones y gritos de maldición. Este rollo, del que se desconoce el autor e incluso el origen, tuvo dificultades para ser integrado dentro del corpus del Antiguo testamento, pero su lectura, precedida por unos días de ayuno purificatorio, es ya parte de los rituales religiosos hebraicos. Entresaquemos algunas ideas trasmitidas en este bíblico texto sagrado: El rey persa Jerjes dicta una disposición recordando que los maridos deben tener todo el poder sobre sus esposas, acto seguido repudia a su mujer y manda raptar doncellas por todo su reino para elegir a la sustituta. La bella Ester (que oculta su origen judío) es la elegida. Su tío Mardoqueo avisa al rey de una conspiración urdida por unos servidores. El primer dignatario Aman decide saquear los bienes de los judíos, y al enterarse éstos emprenden tres días de penitencias y ayunos. El rey premia la lealtad de Mardoqueo ordenando a Aman que le rinda honores públicos, llevando de su mano las bridas del caballo sobre el que monta el judío aderezado con la corona y las vestiduras reales. Enterado por Ester de los perversos designios de su primer dignatario, el rey manda colgar a Aman y a sus diez hijos de un alto patíbulo, y autoriza a los judíos para que ataquen por sorpresa a sus enemigos y los aniquilen. Para recordar esta victoriosa venganza, se establece que cada año en tal día se celebre una gran fiesta con banquetes, regalos mutuos y regocijos (Libro de Ester). Finalmente, y ya como precedente más remoto, tenemos la fiesta babilónica llamada Sacaea, que se celebraba alrededor del 25 de marzo. Como dice Frazer: «Vestían a un prisionero condenado a muerte con ropajes reales, le sentaban en el trono del rey y le permitían proceder como quisiera, comer, beber y yacer con las concubinas del rey. Pero al terminar los cinco días del festival, le despojaban de sus ropas regias, le azotaban y por último le colgaban o empalaban», lo que para el gran erudito era una fórmula con la que los reyes canjeaban su necesaria muerte, al cumplirse el tiempo prefijado para el disfrute de la corona, por la del desgraciado que les sustituía, encarnando sus funciones como «rey temporero» durante breves días (53). Tras este breve
recorrido histórico,
se puede establecer una relación diacrónica entre
rituales
festivo-religiosos celebrados en torno al equinoccio de primavera, que
desde Babilonia se propagan al pueblo hebreo y Asia Menor, desde
allí
a Roma, y tras la formalización de la religión
judeo-cristiana
se extienden por todo el Mediterráneo y centro de Europa. La
época
del año en la que tienen lugar es la que marca el final del mal
tiempo y la llegada de la estación de las flores, propiamente el
cambio del ciclo anual. Y entre los rituales con los que se festejaba
la
muerte del viejo año y el nacimiento del nuevo, tenemos una gran
serie de ellos (en las mascaradas invernales o carnavalescas) que
guardan
enormes parecidos con los de Judas y por lo tanto necesitan ser
comparados. 5. Rituales de año nuevo y carnaval El maestro Caro Baroja, de cuyo fundamental estudio sobre el carnaval citaré varios datos etnográficos referidos a España, da como costumbres generales para toda Europa, propias de las kalendae de enero: «las cuadrillas de hombres disfrazados (que) bien en los días de alrededor del primero de año, bien en Carnaval (...) celebran ciertas funciones, entre las que sobresalen la que representa el paseo y muerte de un animal» (muy frecuentemente un oso de paja). Muy emparentado está el pasear y quemar un muñeco, que es colgado durante varios días, y la elección de unrey burlesco (54). Desglosemos estos rituales. a) Relacionados explícitamente con el Judas En la montañas de Santander, la fiesta del martes de Carnaval o del antruido se celebraba «llevando en volandas un pelele de trapo, que era paseado por el pueblo en medio de gran algarabía, y a este pelele se le llamaba Antruido o Judas» (55). En la navarra Arizala, hasta principios de siglo, ese mismo día los niños montaban sobre dos palos cruciformes un monigote grotesco llamado Judas, al que paseaban por el pueblo y quemaban luego en la plaza, dedicándose luego a quebrar a pedradas los pucheros de barro que habían pedido a los vecinos (56). Entre los versos o 'cantares' que ese martes se dirigen en Villanueva de la Vera (Cáceres) contra el personaje carnavalesco del Pero-Palo, hay varios que aluden tanto a supuestos actos sacrílegos de judíos locales como a Judas «con cuya quema se ha puesto esta fiesta en relación», escribe Caro Baroja (57). b) Acciones rituales semejantes a las de Judas 1. Paseo en burro En varios pueblos del Pirineo español, el martes de Carnaval los mozos pasean por el pueblo un monigote montado sobre un burro (58). 2. Poder temporal En Ribera (Huesca) al pelele de carnaval le colgaban de un balcón de la plaza, con una sartén en la mano como símbolo de autoridad, «y desde allí presidía la fiesta» (59). Los burlescos Ayuntamientos de Inocentes siguen gozando de poder callejero (promulgando bandos absurdos y multando o arrestando a quienes no los cumplan) en pueblos de Granada, Almería y Murcia, durante el período que transcurre entre Navidad y Año Nuevo. El miércoles de Ceniza y durante la Cuaresma, en muchos sitios de Gran Bretaña se construye y pasea a Jack O'Lent, equivalente al Rey de Carnaval, símbolo de un poder efímero que se vilipendia, golpea y conduce a la hoguera (60). 3. Robos Como forma específicamente carnavalesca «de hacer mal de una manera organizada», Caro Baroja menciona «robar determinados objetos de las casas (...) coger cuantos aperos de labranza o trebejos se encuentren en cuadras y dependencias de casas de labor, granjas, etc., e interceptar los caminos o el paso en general» (61). 4. Persecución nocturna y captura Al oso de las mascaradas invernales es frecuente que le persigan y apresen, encadenándolo del cuello. A veces es castrado simbólicamente. En algunos pueblos pirenaicos esta cacería era nocturna, iluminándose con antorchas (62). En Cerdeña, también se producía una persecución nocturna de Giorgio, representación del carnaval (63). Y una curiosa personalización de esta cacería fue la que se documenta en 1651 en Burdeos, convirtiendo al pelele en el cardenal Mazarino, que terminó siendo simbólicamente ejecutado (64). 5. Juicio En el País Vasco francés, el Zampanzar era un monigote con una gran panza, que en Carnaval se paseaba por las calles «se el juzgaba, y tras la condena se le quemaba en medio de la plaza pública, para que expiara sus culpas» (65). En todas las regiones de la misma Francia se conocen tales juicios burlescos contra los personajes que encarnan al Carnaval, que a menudo terminan con el ahorcamiento (66), al igual que sucede en localidades costeras e islas de Istria y Dalmacia (Croacia) (67). 6. Lectura del testamento «En Cataluña, como en otras partes, un aspecto importante de la fiesta era la lectura del testamento burlesco del Carnaval, que siempre tenía su parte de censura», una de cuyas variantes eran los sermones do entroidos que se hacían en Galicia, a cargo de fingidos frailes que sacaban a la luz feas acciones de los vecinos y abusos de la autoridad, llegando a ser «de extremada procacidad y desvergüenza» (68). En este apartado se puede incluir el testamento del guirria (personaje bufonesco que dirige a los danzantes rituales) del páramo leonés, que se llevaba a cabo en Año Nuevo. En Italia era tradicional (hay un texto literario muy difundido) efectuar el Proceso y testamento de Carnaval (69). Igualmente, en el suroeste de Alemania, el martes de Carnaval -Fasnacht- concluye con la quema de una gran bruja de paja y el posterior sermón de los locos, «parodia de los ritos religiosos y revisión crítica de los actos festivos» (70). 7. Destrucción Normalmente, mediante el fuego, aunque antes se puede disparar y/o apedrear al fantoche. Ahorcamiento: En O Grove (Pontevedra), a la personificación gallega del Entroido o Carnaval denominada Meco se le atribuía la leyenda de que había sido dominado por la lujuria de tal modo que no respetaba ni solteras ni casadas, hasta que los vecinos se hartaron, lo apresaron y lo ahorcaron de una higuera (71). 8. Vínculo con los árboles En Ivrée (Italia), al anochecer del último día de los carnavales «en cada barrio, se prende fuego a los scarli, especie de árboles de la libertad que habían sido plantados al comienzo de las ceremonias» (72). 9. Implicaciones eróticas Es frecuente en
España que se queme
al pelele del carnaval junto con el que representa a su mujer. En
Galicia
se producía una lucha entre sexos para tratar de quemar el
pelele
construido por los otros. En los jueves de compadres y de
comadres
de alguna localidad sucedía que las mujeres confeccionaban el
muñeco
con prendas robadas a los mozos; era el compadre, que colgaban
de
un balcón y los hombres trataban de apoderarse de él para
quemarlo, llegando a peleas cuerpo a cuerpo. De modo análogo,
los
mozos construían con ropas también robadas a las mujeres,
otro muñeco, la comadre, que a su vez era objetivo de
quema
por el sexo rival (73).
6. Rituales similares en otros contextos El Día del Papa se festejó en Boston cada 5 de noviembre, entre 1730 y 1774, y poseía abundantes rasgos carnavalescos. La actividad central de esta fiesta era un desfile: «Sobre una gran carroza tirada por hombres o caballos, se colocaban representaciones figuradas del Papa y el diablo. La figura del Papa, suntuosamente vestida, aparecía sentada en un sillón y llevaba un enorme sombrero con pasamanería de oro; ante él se colocaba una mesa con naipes. En el fondo de la carroza se encontraba la figura del diablo, especialmente repulsiva, en torno al cual bailaban pequeños diablillos que jugaban a las cartas y lo besaban continuamente, cubiertos todos ellos con brea y plumas». Al término del desfile se quemaba la carroza. Durante unos cuantos años hubo gran rivalidad entre los barrios del sur y del norte de la ciudad (las zonas más pobres de Boston) «y ambos fabricaron su propio Papa e intentaban robar a sus adversarios el correspondiente figurín para quemarlo en su propio barrio», lo que desembocaba en auténticas batallas callejeras. Esta fiesta sirvió luego para canalizar la unidad patriótica y constituir manifestaciones anti-inglesas (74). En Zurich (Suiza), el lunes posterior al equinoccio de primavera, se organizaban dos comitivas: por un lado, grupos de niñas vestidas de blanco con árboles de mayo engalanados con flores, van cantando; por el otro, chicos enmascarados pasean efigies de paja que simulan el Invierno, que son luego quemadas en hogueras (75). En el norte de Marruecos, había gran devoción a El Jadir ('el verdoso'), «santo eterno y ubicuo (...) personaje simbólico que aparecía en las ceremonias rústicas de las fiestas primaverales, iba revestido de ramas y hojas, todo cubierto de verdura fresca» (76). En la fiesta anual de los templos taoístas de China, se sigue levantando la inmensa efigie de un personaje terrorífico, Guanyin, diosa de la misericordia, «la que gobierna sobre las almas de los difuntos. A medianoche, a la luz de las velas, el rito más importante consiste en enviar de vuelta a todos los espíritus a los infiernos para que no vengan a mezclarse en el mundo humano y perjudicarlo. Es pues una ceremonia de exorcismo destinada a expulsar las pestilencias; y a su término, se quema la efigie de la divinidad superior de los muertos, así devuelta a su morada en los infiernos subterráneos» (77). Finalmente, en Irán (la antigua Persia, tan estrechamente vinculada con Babilonia durante siglos), hasta hace unas décadas han perdurado una serie de acciones rituales que podemos entroncar con las antiguas sacaeas: «La cabalgata del Imberbe, típico rito de paso que data al menos del siglo V, se desarrollaba del modo siguiente: en una jornada fría al final del invierno, un hombre feo e imberbe (kuseh), medio desnudo, montado sobre un asno, anunciaba la despedida de la estación fría y la llegada de los días buenos. La gente debía regalarle presentes». «Un segundo cortejo tan antiguo, si no lo es más, y que todavía existía hace treinta años, era el del príncipe del Año Nuevo (Mir-e Noruzi). En la semana del 21 de marzo (Noruz), en ciertas ciudades se nominaba un rey provisional y grotesco que deambulaba a caballo y pronunciaba ordenanzas cómicas.» «La tercera
fiesta era la de la muerte
de Omar (Omar koshan), que se celebraba desde el siglo XVI, y en
el curso de la cual una efigie gigante de Omar (el segundo califa del
Islam,
asesinado en 644 y que simbolizaba para los chiítas
iraníes
el odiado invasor árabe y el enemigo sunnita), atiborrada de
trozos
de madera, trapos, paja, caca de animales y petardos, era quemada con
gran
jolgorio en la plaza pública. Hacia los años 1930-32, al
mejorarse las relaciones con la Turquía sunnita, esta
diversión
fue prohibida» (78).
7. Interpretaciones Hasta aquí se ha ido presentando el sistema simbólico del Judas, que posee una estructura abierta a la que se han incorporado elementos plásticos y funcionales de diferentes procedencias rituales. Se podría asumir que el personaje del Judas se ha disfrazado para intervenir en variadas «puestas en escena» teatrales. Para culminar la investigación con una propuesta interpretativa, seguiré las orientaciones de Caro Baroja. Ante la teoría de Frazer de equiparar la quema de la Vieja de la Cuaresma con la del Carnaval, don Julio nos advierte del peligro de «allá en la soledad del gabinete, asociar series de prácticas que se parezcan en algo externo», sin tener en cuenta sus significaciones concretas (79). Como alternativa operativa (que él aplica a las mascaradas invernales) propone que se ahonde en la propia estructura del ritual para aclarar su base, e «incluso para ahondar más en el pasado con fundamento hay que extenderse más en el examen de los datos del presente, del folclore europeo en general» (80). Y considerar que, a los elementos trasmitidos, arrastrados desde el pasado, se les han sumado fenómenos de fusión, transformación y cambios. Es un proceso histórico en el que se sintetizan y aúnan muchos intereses, y si un ritual se mantiene es porque sigue siendo capaz de suscitar pasiones y adoptar formas estéticas atractivas. A. Las funciones del complejo ritual del Judas Tenemos una obvia base de partida calendárica: en nuestra cultura, el triste ciclo cuaresmal, con su énfasis en las penitencias y represión de placeres que se experimentan en la Semana Santa, termina con la Pascua de Resurrección, que sirve de pórtico al primaveral ciclo del amor. Y es precisamente la quema de Judas la que marca el tránsito entre dos ciclos pasionales. El 20 de marzo entra el sol en Aries, lo que supone el inicio del año astrológico. El equinoccio de primavera también fue la fecha adoptada por muchas de las antiguas culturas (entre ellas la mesopotámica y la persa) para celebrar el cambio de año. Siguiendo a Caro Baroja: «Es muy poco conocido el hecho de que los romanos, que en un principio tenían un calendario lunar, comenzaban el año con la luna nueva inmediatamente posterior al deshielo, que coincidía con el actual mes de marzo. La fecha del uno de marzo se fijó como primero de año» (81). A finales de la Edad Media, todavía en Cataluña se seguía computando el tiempo por el día de la Encarnación (25 de marzo) (82). Los cambios de calendario, y especialmente la adaptación de las antiguas fiestas que aplicó el cristianismo, modificaron la significación de los rituales practicados en el equinoccio primaveral, pero se mantuvieron. Como funciones sociales que pueden cumplir nuestros Judas, se han visto varias: Ser una forma más de los ritos de iniciación masculinos, ejemplarizado por los mozos que pasan a la edad adulta, esos quintos que ejercen como juderos o encargados de la práctica del ceremonial (en Zuheros destaca el rol específicamente iniciático que se otorga a quien encarna al Judas). Los satíricos testamentos ejercen como mecanismo de control social, al denunciar públicamente las transgresiones de las normas admitidas. El reforzamiento de los vínculos comunitarios, que surge de la confección y propiedad compartida de los peleles, que pueden ser señas de identidad de grupos sociales (como los gitanos de Badajoz, donde incluso explicitan la rivalidad interna entre los vecinos de dos barriadas) y que en el caso de la emparentada quema del Papa de Boston sirvió para fomentar la lucha patriótica. En este sentido, el plano expresivo de los peleles permite fácilmente las sucesivas actualizaciones, para liberar imaginariamente el rencor público contra los responsables de los males sociales, como muestran las quemas en las calles de Madrid, del mal actor que fue presidente de los Estados Unidos, por los manifestantes anti-OTAN, y del primer ministro Felipe González a manos de los cooperativistas estafados por el sindicato socialista. B. La leyenda de Judas Del análisis narrativo de las tres leyendas medievales de Judas se desprende que son asimilables, y denotan una misma fuente inspiradora. Se ha pretendido amplificar el aspecto malévolo del apóstol denigrado, señalando su turbulento pasado como causa de su proceder . Pero esta explicación no es suficiente, sino que hay que profundizar en los relatos para buscar otras claves. El motivo inicial que sirve para desencadenar el drama es el tan socorrido «presagio funesto», que de alguna manera exime al personaje, ya que «estaba predestinado a causar el mal» y al mismo tiempo le otorga grandeza épica. Que sus padres le salvaran de la matanza de niños decretada por Herodes, es un hábil modo de conferirle historicidad. De los cuatro episodios que transcurren durante su «exilio» o «aprendizaje», la explicación del odio que provoca en su familia adoptiva creo que es una función secundaria, redundante sobre su innato carácter maligno. Respecto a la fechoría de la «muerte del padre» creo que encaja mejor en la II parte. De los restantes, considero relevantes las funciones «abandonado en el mar», «adoptado por reyes», y «mata al hermanastro». Tras su vuelta a Jerusalén, que «entrase al servicio» de alguna de las dos autoridades del siglo I redunda en la intención historicista, además de manifestar así su capacidad para encargarse de las tareas administrativas. Las siguientes fechorías, «matar al padre» y «esposar a la madre» son cruciales, aunque en el relato de Vorágine no se le da negatividad a la segunda. Que «tuviera hijos» refuerza el anterior incesto y justifica que percibiera el diezmo que recibía, mientras que la acción desdoblada «ser marcado-reconocimiento de la marca» parece ser un añadido para dar verosimilitud a que la madre-esposa averigüe su identidad. Y a partir de ahí ya se engarza con los relatos evangélicos. Busquemos ahora el posible origen de las enigmáticas funciones destacadas con cursiva. Podemos acudir a las religiones. Ya en la cuna de nuestra civilización estatal, Mesopotamia, se buscó una explicación religiosa al fenómeno natural de los cíclicos cambios de estación. «Para ellos el origen de la vida y la fertilidad, animal o vegetal, era uno e indivisible» escribe Frazer, afirmando a continuación que el alimento y la descendencia fueron los objetivos de los ritos mágicos para las regulación de las estaciones. Y, «al parecer, en ninguna parte estuvieron estos ritos más extendidos ni se celebraron con más solemnidad que en los países que bordean el Mediterráneo oriental. Bajo los nombres de Osiris, Tammuz, Adonis y Attis, los pueblos de Egipto y del Asia Menor representaron la decadencia y el despertar anual de la vida, en particular de la vegetal, personificándola como un dios que muere anualmente y vuelve a revivir». Y esta deidad oriental de muchos nombres, pero única esencia, se puede derivar de un prototipo sumerio, Tammuz, al que los semitas denominaron Adonis. «El culto de Adonis fue practicado por los pueblos semíticos de Babilonia y Siria, teniéndolo los griegos ya por suyo en el siglo VII a. C.» (83). Como también hicieron los fenicios. Adonis se considera engendrado por la unión de un rey con su hija. Según Frazer, este incesto puede ser explicado en países donde el trono era trasmitido a través de la línea femenina, y por ello, casarse con la reina o con la princesa heredera constituía el único medio que permitía a un hombre obtener o mantener la corona, aunque fuese cometiendo incesto con su hermana o hija (84). O con la madre, podríamos añadir. Y si un príncipe deseara el acceso rápido a tal poder real, lo conseguiría por el método «edípico», tal como se cuenta de Judas. Siguiendo con Adonis, en los festivales que rememoraban su muerte, amortajaban una imagen suya y la arrojaban al mar o a un río. Aquí tenemos un vínculo para la adopción real (o de la realeza) y el mosaico viaje en barca del niño abandonado. Otra divinidad semejante fue el egipcio Osiris, amante de su hermana Isis. A Osiris le mató su también hermano Set, encerrándolo a continuación en un cofre que arrojó al Nilo. Venerado como Rey de los Muertos, se encargaba de presidir los juicios en los que se decidía el destino de las almas de los difuntos (85). Nuevos vínculos para la relación incestuosa y el abandono en las aguas. A los que se añaden el de la muerte de un hermano y el juicio (en las teatralizaciones). Como últimos eslabones de esta cadena de dioses que mueren para que la naturaleza reviva, tendríamos al indoeuropeo Dionyso (naturalizado en Creta y difundido por los griegos, y que tanto para Herodoto como para Plutarco es asimilable a Osiris (86)) y al frigio Atis, del que ya se ha visto la intervención en su culto del árbol sagrado al que se ataba una efigie (en probable sustitución del sacrificio del sacerdote que encarnaba al dios) así como las auto-castraciones de sus adoradores. *** En los rituales hispánicos de los Judas todavía se aprecian conexiones directas: a) En lo que se refiere al «culto a la vegetación», ya vimos la frecuencia con la que intervienen significativamente los árboles en el proceso ritual; y se pueden añadir el poder sobre las cosechas del que goza la imagen de Judas en La Alberca y el enramaje de la plaza en Albudeite (este 'bosque de Judas' se puede relacionar con el 'huerto del Doctor' de Yupán). b) Respecto a la «fertilidad humana», tenemos el enigmático caso de Castillo de Murcia (Burgos), donde el Domingo de Pascua deambula por las calles un bufonesco personaje al que todo el mundo insulta, el colacho, quien es llamado por las madres que han dado a luz durante el año para que salte sobre sus niños, que colocan sobre un colchón en medio de la calle. Y se pueden incluir en este apartado las parejas de Judas que en muchos sitios se confeccionan. c) Para el «abandono sobre las aguas», tenemos los Judas que se arrojan al río en Badajoz y las ramas con las que se hace lo mismo en Albudeite. d) Sobre la «castración», hay una simbólica en El Alosno. e) El «sacrificio de una víctima humana» ha llegado a ser real, como en el caso de la burgalesa persecución de Judas «cuya farsa llegó, en Villanueva de Odra, no hace muchos años, a costarle la vida al mozo que hacía de Judas, a quien soltaron una perdigonada» (87). La explícita sustitución del ministro oficiante por una efigie la tenemos en el insólito ritual del cordobés Villaralto (en la aislada Sierra Morena), donde el Domingo de Resurrección se celebra el correr de los curas, que consiste en una carrera que realiza el párroco por una calle céntrica, mientras los vecinos le arrojan paja. Luego se procede al apedreamiento de Judas, que esta vez es un gran muñeco colgado de un palo (88). C. Imágenes de Judas Comencemos por el pelele en sí mismo, como producto material. La palabra deriva del latín 'pilae', que eran «los muñecos o peleles que los esclavos ponían durante las fiestas llamadas Compitalia, mientras que los libres ponían otros denominados 'maniae'. Se creía que aquel día los espíritus de los muertos andaban libres y que, encontrándose a una de estas figuras, no intentaban penetrar en los hogares para apoderarse de las personas (...) Se creía también que estos muñecos habían reemplazado en ciertos sacrificios a antiguas víctimas humanas» (89). Por otro lado, la etnografía ha demostrado que, con la quema de la efigie representativa del Invierno, se procede a expulsarlo mágicamente, unido muy a menudo con idéntico objetivo respecto a las almas de los difuntos que se supone acarrean todos los males (plagas, enfermedades, muertes, etc.). Entre las denominaciones de los Judas, hemos visto las de Caín, Mahoma y Demonio, tres de los más poderosos enemigos del cristiano. Pero su más frecuente asimilación es a los judíos, etnia a la que pertenecía. En el ritual de la fiesta hebraica del Purim, se ahorcaban públicamente las efigies del perverso Amán, paradigma de sus seculares y tan abundantes enemigos, lo que puede haber sido reproducido en su contra en las urbes medievales donde ejercían de usureros y recaudadores. Como dato relacionable tenemos que en Roma, hacia el 1500, el carnaval era conocido como la fiesta de los judíos, porque eran ellos quienes lo costeaban de su bolsillo, desfilaban escoltando a las autoridades y competían entre sí en unas burlescas y humillantes carreras, instauradas poco antes por el Papa Pablo II (90). En cuanto al ritual de Cotoca, se lo puede considerar como expresión del incesante deambular del legendario judío errante. El odio popular a los recaudadores de impuestos es una constante en las sociedades autoritarias. Y esta 'pasión' es la que puede quedar reflejada en el elemento simbólico de la bolsa del dinero que está indisolublemente unida a Judas. La imposición de los impuestos puede gozar de la misma adversión que el robo, consecuencias ambas de la codicia del bien ajeno. Contra los codiciosos en su amplia gama se dirigirán pues muchas de las manifestaciones de culpabilización de los simbólicos Judas. Nos queda un concepto clave, el de traición. Su imagen descriptiva, el beso con el que Judas entrega a su Maestro, es un magnífico hallazgo expresivo del primer evangelista, aunque no sea descartable que se confundiera con un beso el acercamiento para decir algo al oído, quizás como aviso. Con un beso (gesto de amor, cariño y amistad) se significa una venganza. Es una elaborada manifestación de la hipocresía. Y son hipócritas los poderosos que aparentan virtuosidad. D. Acciones de los Judas En el lévi-straussiano grupo de transformación que constituyen todas las variantes de los dramatizados rituales del Judas, y que nos configuran el rito de judas, a primera vista surge un hecho extraño. Por los análisis efectuados hasta ahora, se han encontrado remotas influencias de los cultos de los orientales dioses de la vegetación. Pero, ¿qué decir de los relatos rituales representados en Perú y Bolivia, que son precisamente los que contienen mayor número de acciones significativas? Sería temerario insinuar que a los Andes llegasen los cultos de Adonis u Osiris. Y en la época del contacto de la civilización incaica con la europea, ya la Santa Inquisición velaba para que los hispánicos fieles se olvidasen de cualquier veleidad pagana. Sin embargo, bien fuera a través de los propios misioneros o de los soldados conquistadores, el hecho cierto es que se trasplantaron buen número de prácticas festivas propias de los campesinos españoles, que a menudo se escapaban del ámbito de la estricta ortodoxia. Debido a la separación entre la cultura dominante de los colonizadores y la dominada de los indígenas, en éstos se conservaron muchas de sus creencias y ceremonias precristianas bajo la envoltura teológica de la nueva religión, y en especial fueron asimiladas dichas prácticas arcaicas, de orientación naturalista y alejadas de los cauces litúrgicos. Este doble sincretismo (conservación de formas paganas propias y ajenas con un contenido aparentemente católico) explica el motivo de la conservación en América Latina de muchos elementos de los rituales semilitúrgicos que estaban en vigor en la metrópoli en el siglo XVI y que hace ya mucho que en ella desaparecieron. * Pasando ahora a las secuencias narrativas del ritual del Judas, se pueden establecer dos órdenes de equiparaciones: 1) Entre Judas y el carnaval Se manifiesta por varias semejanzas nominales y por la cadena de acciones significativas, que son perfectamente intercambiables, como ya se ha demostrado. 2) Entre Judas y Jesús Si adaptamos dicha cadena secuencial al ritual narrativo de la Semana Santa, se puede obtener lo siguiente: a- Paseo en burro (llegada de Jesús a Jerusalén, el Domingo de Ramos). b- Poder temporal (Jesús es aclamado como «Rey de Jerusalén», y luego incluso le colocan una corona de espinas y un cetro de caña). c- Robos (la entrega de las monedas al ladrón y traidor). d- Persecución nocturna y captura (el prendimiento de Jesús). e- Juicio (el proceso ante Pilato, con la lectura de la sentencia). f- Testamento (el sermón de las Siete Palabras). g- Destrucción (su muerte). Se observa una equivalencia entre la Pasión de Judas y la de Jesús. La acción c, que no queda muy clara, es la confluencia de ambos rituales, el momento clave del coprotagonismo de Judas en la pasión de Jesús. * Creo provechoso incluir ahora la formulación de Bajtin del «carácter ambivalente del sistema de imágenes de la fiesta popular», esas «inversiones paródicas» del carnaval por las que «las batallas sangrientas, los despedazamientos, los sacrificios en la hoguera, los golpes, las palizas, las imprecaciones e insultos, son arrojados al seno del 'tiempo feliz' que da la muerte y la vida, que impide la perpetuación de lo antiguo y no cesa de engendrar lo nuevo y lo joven. Esta concepción del tiempo (es) un pensamiento inmanente que proviene del sistema tradicional de imágenes de la fiesta popular (que) se formó y existió durante milenios (y) tendió a ampliarse y se enriqueció con un sentido nuevo al absorber las nuevas experiencias e ideas populares» (91). Aquí tenemos un ritual serio -la Pasión de Jesús- y su aparente inversión paródica -la de Judas-. Un curioso ejemplo formal de la contrariedad de ambos rituales se tiene entre los indios Yaqui del suroeste de los Estados Unidos, que parece fueron evangelizados por los jesuitas: el Sábado Santo montan una efigie de Judas sobre un burro y un grupo de rituales payasos enmascarados le conducen en sentido contrario por la misma ruta procesional que el Domingo de Ramos había seguido la imagen de Jesús (92). Y tenemos varios casos de Judas que cabalgan «del revés» sus asnos. Volvamos al último término de la cadena narrativa, la muerte del héroe. En el caso de Judas, se trata de un suicidio. Si para un creyente la divinidad se manifiesta por su poder sobre la vida, pueden equipararse semánticamente «dar la vida» y «quitarla», ya que ambas acciones indican un poder sobre la existencia. Son muy escasos los héroes suicidas, y en este punto reencontramos a Atis, que se automutila los testículos, fuente necesaria para la procreación. En el caso de Jesús, la cruz (tronco del que se creía era el árbol de la Ciencia ante el que pecó Adán (93) ) en la que muere se ha convertido en símbolo de su religión. Podemos preguntarnos por qué se le ha dotado de tanta significación, porque igualmente pudieron haber sido sus símbolos supremos el pez, el cordero o la paloma. Una respuesta es que se trata precisamente del rasgo diferenciador respecto a las muertes de los dioses orientales que le precedieron en el «retorno cíclico», y por ello enarbolada como distintivo de la nueva religión. Como conclusión, puede verse a Judas como antagonista de Jesús. Parece ser su supeditada réplica paródica. Así, la pasión de Jesús, cuya representación ritual dura una semana, se repetiría burlescamente y resumida en un día con la pasión de Judas, el humano traidor. Pero se puede considerar desde la perspectiva inversa: al dios Judas le ha suplantado un nuevo héroe mortal, que le ha arrebatado sus poderes, pero sin conseguir eliminarlo: ahí permanece, arrinconado en el último eslabón de acciones rituales, convertido en irrisorio. Pero es su destrucción la que realmente hace desaparecer al invierno y traer el buen tiempo. Finalmente, una última duda: si Judas se ahorca, ¿por qué se le suele destruir con el fuego? Y la respuesta puede estar en el concilio Trulano (año 692), uno de cuyos cánones dice: «Mandamos que en adelante no se enciendan en los novilunios delante de nuestras casas y oficinas maderos para saltar loca y neciamente, como acostumbraban los antiguos» (94). Aquí consta
la tradición de
encender hogueras a principios de cada mes, y efectuar juegos que a los
padres de la Iglesia no les gustaban. Es muy posible que las hogueras
acompañasen
a todos los ritos estacionales, y no solo a los ya acreditados en los
solsticios.
Sería lógico, pues, que en las celebraciones del
equinoccio
primaveral confluyeran los peleles por un lado y las hogueras por otro.
Su punto de encuentro: el holocausto del destronado dios que
resucita
anualmente.
1. Tan sólo en la Comunidad de Madrid, son 14 los pueblos en los que persisten estas hogueras, según el estudio dirigido por Consolación González Casarrubios: Fiestas populares del ciclo de primavera en la Comunidad de Madrid, Madrid, CEAC, Comunidad de Madrid, 1993, mapa 2. En cuanto a los Judas, son 7 las localidades que los erigen (mapa 4). 2. En muchas partes de Alemania se quemaba una figura de madera llamada Judas en la hoguera consagrada, y después de la abolición de esta costumbre el pasado siglo, todavía las hogueras mismas llevaban el nombre de la quema de Judas, en James G. Frazer: La rama dorada, Madrid, FCE, 1951 (2ª ed.): 691. 3. Enciclopedia de la Biblia, Barcelona, Ed. Garriga, 1963: tomo IV: 742-751, así como los siguientes datos. 4. Hechos de los Apóstoles 1,18. 5. Defendió vehemente esta reinterpretación el revolucionario italiano Ferdinando Petruccelli della Gattina, en sus apócrifas Memorias de Judas (1867), Barcelona, Martínez Roca, 1989 (especialmente pp. 351 y 355). Aquí retomó datos y teorías expuestas poco antes (1863) por Ernest Renan en su Vida de Jesús, primer tomo de la Historia de los orígenes del cristianismo. Una reciente revisión de la figura de Judas es la hecha por Martin Scorsese en su película La última tentación de Cristo (1988). Una interesante muestra de la importancia adjudicada en la Alta Edad Media al personaje de Judas como modelo de maldad, se tiene en el Viaje de san Brandán, maravilloso texto conocido ya en el siglo IX, que narra el aventurero peregrinaje iniciático emprendido por el santo y sus compañeros monjes en busca del añorado paraíso. Después de caminar hasta el Finisterrae, embarcaron, y un viento hostil les arrojó contra una isla montañosa negra y cubierta por la niebla: era el infierno. En la playa encontraron sentado a un hombre desnudo con el cuerpo despellejado y la piel lacerada, Judas, que por ser domingo se le permitía reponerse de las heridas causadas por los castigos recibidos el resto de la semana. Preguntado, les detalló su condena: «El lunes, día y noche, en la rueda estoy dando vueltas... El martes me tumban encima de unos pinchos, echando plomos y rocas encima mío», el miércoles era untado con pez y puesto sobre una parrilla encima de unas brasas; el jueves le trasladaban los diablos a un lugar helado y oscuro; el viernes le despellejaban y le hacían beber plomo fundido. Finalmente, el sábado era encerrado en una prisión: «hundido en tinieblas hediondas; tan espantoso hedor me invade que no resisto las náuseas, pero no me deja vomitar el cobre que me hicieron tragar, por lo que me queda la piel tensa, el cuerpo todo hinchado, tan acongojado que casi estallo». Vemos aquí todos los tópicos que se han venido asociando con el infierno, aunque sorprende que se respete el día del Señor en el calendario infernal (según Miguel Cortés, en «El infierno de los cristianos», Historia 16, agosto 1995: 64., cit. la edición de Benedeit de El viaje de San Brandán, Madrid, 1983.) 6. La leyenda dorada (escrita hacia 1264, traducida al catalán en el mismo siglo, y publicada en España en el siglo XV), edición de Alianza Ed., Madrid, 1982, tomo I: 180-182. Esta historia es poco conocida, ya que se encuentra en el capítulo de San Matías, el apóstol que habría de ocupar el puesto dejado vacante por Judas. En cuanto al parricidio, no es la única leyenda medieval que se inspira en la historia de Edipo, ya que por las vías de peregrinación jacobeas se extendieron parecidas versiones sobre San Julian el Hospitalario y el caballero navarro Don Teodosio de Goñi. Ya en 1909, Otto Rank, por sugerencia de su maestro Sigmund Freud, publicó su trabajo El mito del nacimiento del héroe, donde reconstruía una «leyenda tipo» que destacaba los rasgos esenciales de las diversas versiones que seguían este esquema: Héroe hijo de ilustrísimos padres / antes de nacer, un sueño-oráculo amenazante / en consecuencia, el niño recién nacido es condenado a ser muerto o abandonado, de ordinario echándole a las aguas en una caja / salvado por animales o gente humilde y amamantado por un animal hembra o una mujer de clase baja / ya adulto, reencuentra a sus nobles padres por caminos azarosos, se venga de su padre y es reconocido, alcanzando grandeza y gloria. El mismo Freud, autor de este resumen, añade: «El más antiguo de los personajes históricos a quienes se vinculó este mito natal es Sargón de Agade, el fundador de Babilonia (circa 2800 a. J. C.)» al igual que se haría posteriormente con Moisés, Ciro y Rómulo, como con los personajes heroicos de Edipo, Paris, Perseo, Heracles y Gilgamesh (en: Moisés y la religión monoteísta, Madrid, Alianza, 1970: 11-13). Años después, en 1934, Wladimir Propp publica su investigación Edipo a la luz del folclore, realizada a partir de materiales literarios, tanto populares como cultos. La trama de Edipo está emparentada con los tipos de Andrés de Creta, Judas y el Papa Gregorio. Tras encontrar que lo primario no es la muerte del padre sino la del rey, a fin de sustituirle, opina que este cuento refleja una situación que existió históricamente, y refleja la muerte del futuro suegro, reflejo mental de las contradicciones entre dos formas de sucesión al poder. Nos informa que en la versión rusa de la leyenda de Judas en la cesta se mete un papel con su nombre, mientras que en la ucraniana «le hicieron una señal en el pie derecho, prepararon una cesta y allí lo metieron; luego sellaron la cesta, y con Judas dentro, la tiraron al agua. Pero esta señal de identificación es originariamente una señal de muerte». Del examen comparado del motivo folclórico del alejamiento sobre el agua, obtiene la norma de que «los que son abandonados sobre las aguas serán futuros jefes (ya que este viaje) es la condición para la exaltación al trono ... solamente podía reinar aquel que había pasado por este rito y podía exhibir las señales de la muerte, el tatuaje, la marca, que posteriormente se convertirán en señales de identificación.» El ritual iniciático comprende la educación lejos de sus padres, bajo el principio del signo femenino, en un lugar alejado del mundo conocido («que la mayoría de las veces es una isla, como la Iscariota de la leyenda de Judas») y, ya adulto, sin saberlo «vuelve a la casa de su mismo padre». «Hemos podido establecer que el parricidio procede del regicidio y que la muerte a manos del hijo procede de la muerte a manos del yerno ... En la tradición más reciente, el hijo mata a su padre de modo involuntario» y al adaptarse a la trama de Judas, pierde su carácter trágico, puesto que aquí el héroe es un malvado. Finalmente, Propp resalta que la leyenda más arcaica del ciclo edípico es la de Gabis, legislador de Tartessos (transmitida por Trogo en la versión de Justino). Y afirma que estos «protagonistas de los cuentos maravillosos derivan históricamente de los organizadores originarios del mundo o de los primeros legisladores y fundadores de la cultura de un pueblo» como era en la antigüedad el hispánico Gabis (en: Edipo a la luz del folclore, Madrid, Fundamentos, 1982: 92-136). 7. Joseph Romeu-Figueras: «La Légende de Judas Iscarioth dans le Théâtre Catalan et Provençal», Actes et mémoires du I Congrés International de langue et litterature du Midi de la France, Avignon, 1957: 68-106. El fragmento mallorquín de esta primitiva Tragèdia de la Passió se ha encontrado copiado en un manuscrito provenzal fechado en 1345, pero los investigadores consideran que es más antiguo. 8. Vicente Risco: Satanás, historia del diablo, Barcelona, Aymá, 1956: 154. 9. Ricardo García Cárcel: «La vida en el siglo de Oro (y 2)», Cuadernos de Historia 16, núm. 130, p. 19. El tañido de la campana cesó en 1686. 10. «El tema ya aparece en la relicaria funeral del arte paleocristiano (aunque) Judas, el personaje trágico y ridículo de las escenificaciones del prendimiento, no ha merecido ser efigiado en nuestros pasos», dirá, respecto a Córdoba, Ángel Aroca: «Iconografía de las imágenes», en Semana Santa en los pueblos cordobeses, Córdoba, Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, 1990: 34. 11. Julio Caro Baroja: El carnaval, Madrid, Taurus, 2ª ed., 1979: 141. 12. S. García Sanz: «La quema del Judas en la provincia de Guadalajara», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (RDTP) # IV, 1948: 619-625. 13. Rafael Vázquez, op. cit. n. 10: 366. 14. Llamados marmotos, antiguamente eran tiroteados el Sábado Santo al toque de gloria, por la mañana, pero debido a un accidente mortal fortuito esta costumbre fue prohibida en la década de los 50. A mediados de los 80 fue recuperada, ésta vez el Domingo de Pascua por la mañana y siendo la Policía Municipal la que les dispara (Ib.: 397). 15. Op. cit. n. 12. 16. Ibídem. 17. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 142. 18. En el cap. CXXXVI: Historia de la cama, Madrid, Editora Nacional, 1984: 258. 19. Libro I, cap. 27. Al mismo tiempo que lo hace con Catilina y la crueldad, Galalón y los embustes, Vellido y la traición, Julián y la venganza. 20. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 140. 21. En Cornago(Logroño), J. Magaña: «Semana Santa», RDTP XV, 1959: 161. 22. «Estando el rey celestial / en el huerto en oración / llegó Judas infernal / con su lucido escuadrón / siendo de ellos capitán», en Guadilla de Villamar (Burgos), J. de la Fuente, ib.: 167. 23. Maximiano Trapero: «Tradicionalismo y liturgia en la Semana Santa de Gusendo de los Oteros (León)», RDTP, #XXXVI, 1981: 211. 24. Antxon Aguirre: «La semana santa en Euskal Herría», en Rito, música y escena en Semana Santa, Madrid, CEAC, Comunidad de Madrid, 1993: 160. 25. González C., op. cit. n. 1: 44-49. 26. Antiguamente se vendían a los horneros para el sufragio del culto de las ánimas benditas (Juan González Castaño: «La Semana Santa en la región de Murcia», en op. cit. n. 24: 210. 27. Según J. S. Pons, citado por F. Massip y M. de la P. Janer, en su ensayo sobre «Cataluña, I. Baleares y País Valenciano», incluido en El auto religioso en España, Madrid, Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, 1991: 127. 28. Op. cit. n. 10: 322. 29. Ibídem. 30. Sucedía en varias localidades catalanas, según Francesc Massip: «Ritos y ceremonias pascuales en Cataluña», en op. cit. n. 24: 146. 31. En Moreda(Rioja alavesa), aunque en este caso tras la representación de un juicio y no de la Pasión, en Antxon Aguirre: op. cit. n. 24: 158. 32. J.-Francesc Massip: «El Roselló: punt de confluència de les cultures catalana i occitana en l'escenificació de la Passió», Actes du Colloque International Josep S. Pons, Montpelier, Centre d'Études Occitanes, 1987: 129. «La tradición pasionística catalana es, posiblemente, la más abundante de Europa en textos y, sobretodo, en pervivencias» (p. 127). 33. Jacques Heers: Fêtes des fous et carnavals, París, Fayard, 1983: 234, mencionando la ciudad de Nuremberg. 34. Alejandro Vivanco G.: Cien temas del folclore peruano, Lima, Bendezu, Lima, 1988: 473-474. En la cercana Huaraz, en las primeras horas del Domingo de Pascua, Judas también dictaba su hoja testamentaria, repartiendo todos sus «bienes». Al término, es llevado sobre un borrico hasta las afueras, y allí es quemado (ib. p. 339). 35. Julia E. Fortín: «Facetas tradicionales de Semana Santa», Archivos del folklore boliviano #2, La Paz, 1966: 162. Esta localidad está habitada por el grupo étnico baure, que no fue colonizado hasta bien entrado el siglo XVII. 36. José F. Costas: Diccionario del folklore boliviano, Sucre, U. M. San Francisco, 1961, tomo I: 253. 38. Frances Toor: «El drama de la Pasión en Tzintzuntzan», Mexican Folkways, junio-julio 1925: 26-28. Similar persecución y muerte tienen lugar en Tepoztlán(Morelos). 39. Op. cit. n. 12. 40. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 140. 41. Esta es parte de la sentencia pronunciada en 1963, recogida por J. R. López de los Mozos: «La sentencia del ahorcado», Cuadernos de Etnología de Guadalajara #17, 1991-1º: 103-106. 42. J. R. López de los Mozos: «Dos ejemplos de censura popular: El testamento de semana santa», C. E. Guadalajara, #16, 1990-4º: 49-78. 43. Nieves de Hoyos: «Folklore de Hispanoamérica: la quema del Judas», Revista de Indias, #41, jul.-sept. 1950: 576. 44. Mercedes Cano y Lucila Ojero: «Religión y muerte en la Alberca», Grupos para el ritual festivo, Murcia, Editora Regional de Murcia, 1987: 301. 45. Javier Marcos: «Las especialidades de la Semana Santa en Extremadura», en op. cit. n. 24: 180. 46. Ib.: 181. 47. Juan Fernández y Antonio Varo, op. cit. n. 10. 48. Louis Duchesne: Origines du culte chrètien, París, E. de Boccard, 1920 (5º ed.): 256. 49. Martine Boiteux: «Carnavals et mascarades en Italie», en Carnavals et mascarades, París, Bordas, 1988: 67. 50. Frazer, op. cit. n. 2: 403-410. 51. «Documentos de interés en la Bética para el estudio de las religiones orientales en Roma», en Actas del I congreso de historia de Andalucía, Córdoba, Caja de Ahorros de Córdoba, 1978: 218. Fue destruido sobre el siglo IV, y bajo el dominio visigodo estaba enterrado, pues hay tumbas de esta época dos metros por encima. Un altar con inscripción griega de Córdoba demuestra un culto a los dioses sirios hacia el 221. 52. Liliane Kuczynski: «La fête de Pourim», op. cit. n. 49: 160-161. 53. Frazer, op. cit. n.2: 331. 54. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 177 y 148. 55. Que a veces personificaba a personas conocidas, ib.: 122. 56. Juan Garmendia: Carnaval en Navarra, San Sebastián, Haranburu ed., 1984: 33. 57. Ibídem: 126. 58. Ibídem: 115. 59. Ibídem. 60. Jean Markale: «En Gran Bretaña y en Irlanda», op. cit. n.49: 142. Lo relaciona con «los antiguos ritos de la muerte sacrificial del rey durante las fiestas célticas del Samain». 61. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 94. 62. R. Violant y Simorra: «El Pirineo español», Barcelona, Altafulla, 1986: 570. 63. Martine Boiteux: «Carnavals et mascarades en Italie», op. cit. n. 49: 74. 64. Michel Vovelle: «Carnaval et révolte à l'âge classique», ib.: 58. 65. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 113. 66. Jean-Dominique Lajoux: «En France: carnaval contemporains», op. cit. n. 49: 85. 67. Radovan Ivsic: «En Yougoslavie», op. cit. n. 49: 137. 68. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 116 y 121. 69. Martine Boiteux, op. cit. n. 63: 68. 70. R. W. Bredniche y U. Kutter: «En Bade-Wurtemberg», op. cit. n. 49: 102. 71. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 120. 72. Martine Boiteux, op. cit. n. 63: 69. 73. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 97 y 387. 74. Hans-Christoph Schröder: «El Día del Papa en Boston y la fiesta de la Constitución en Filadelfia», en La Fiesta (Dir. por Uwe Schultz), Madrid, Alianza, 1993: 241-245. 75. James G. Frazer: The golden bough, London, MacMillan and Co., 1920, T. «The dying god», p. 260. 76. Enrique Arqués: Tierra de moros: estampas de folklore, Tetuán, Inst. General Franco, 1953: 53. 77. Jacques Pimpaneau: «Mascarades du Nouvel An en Chine», op. cit. n. 49: 170. 78. Farrokh Gaffary: «Déguisements et cortèges en Iran», op. cit. n. 49: 169. 79. Caro Baroja, op. cit. n. 11: 135. 80. Ibídem: 176. 81. Ibídem: 162. 82. En 1180 el Concilio Provincial de Tarragona prohibió que se siguiera con el cómputo de los años de reyes de Francia, por lo que se hizo muy frecuente partir de los años de la Encarnación, en Vicente de la Fuente: Historia eclesiástica de España, Madrid, 1874 (2ª ed.): 385. 83. Frazer, op. cit. n. 2: 378. 84. Ibídem: 386. 85. Ibídem: 419. 86. Ibídem: 442. 87. José de la Fuente: «El carnaval», RDTP t. I, 1-2, 1944: 346. 88. Antonio Cañadillas, op. cit. n. 10. 89. Éstas eran unas fiestas invernales, de fin de año, apud Caro Baroja, op. cit. n. 11: 73. 90. La vía por la que corrían, a partir de entonces se llamó «del Corso» (Jacques Heers: Fêtes des fous et Carnavals, París, Fayard, 1983: 266). 91. Mijail Bajtin: La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid, Alianza, 1990 (3ª reimp.): 189-190. 92. George C. Barker: «Some functions of catholic processions in Pueblo and Yaqui culture change», American Anthropologist, #60, 1958: 452. La idea de comparar las entradas sobre un asno del Carnaval y de Jesús la ha expresado M. Benito: «El ciclo carnavalesco en el Pirineo central», Anales del Museo del Pueblo Español, t. III, 1990: 120. 93. Vorágine, op. cit. n. 6, tomo I: 287. 94. En el canon
LXV.
Celebrado en Constantinopla,
fue un suplemento de los Ecuménicos V y VI (Juan Tejada: Colección
de cánones de la Iglesia Española, Madrid, 1849, t.
I:
796). |
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