|
||||||
|
||||||
Enclavada en la región del Noroeste Argentino, la provincia de Tucumán, con sus 22.524 km2 de superficie y su millón trescientos mil habitantes es el estado más pequeño de la república, el que mayor densidad poblacional posee y es una de las provincias argentinas con mayor desajuste económico-social, en la que alrededor del 31% de población tiene sus necesidades básicas insatisfechas. Posee una extraordinaria riqueza paisajística además de una cultural muy grande, producto de los diversos grupos humanos que en esta porción del territorio se han asentado. Culturas que, desde la época prehispánica van dejando su impronta en las costumbres, el habla, la organización del territorio, el hábitat urbano y rural, es decir, en la vida misma de la población tucumana. Centraremos nuestro interés en la vivienda de las áreas montañosas de la provincia, en los valles y montañas del oeste provincial en una zona denominada valle de Tafí. Se trata de un sitio de enorme belleza cuya estructura orográfica lo define como una unidad ambiental en la que se puede observar un proceso de ocupación continua desde antes de la era cristiana. La base documental del trabajo la constituyen básicamente, los levantamientos planimétricos y fotográficos junto a las entrevistas y encuestas realizadas interdisciplinarmente. Consideramos que «la arquitectura vernácula es aquella que comprende a la vivienda y otras edificaciones producto de la participación comunitaria, que mantiene sistemas constructivos resultado de sus recursos disponibles y que utiliza tecnologías producto del conocimiento colectivo tanto en su concepción como en su modo de ejecutarla, de ahí que no requiera técnicas sofisticadas para construirla, por lo que su resultado volumétrico y sus relaciones espaciales, el color y el detalle, identifican al grupo que la produce y en la que el usuario o la comunidad misma participan activamente» (1).. Para comprender
e
intentar arribar a una explicación
de la vivienda vernácula vallista tucumana hemos considerado
siete
aspectos relevantes que hacen a su definición tanto en su faz
concreta
como simbólica.
1. Las condicionantes naturales y culturales: los precedentes prehispánicos Indudablemente, es en los ámbitos rurales donde las condicionantes naturales ejercen una marcada influencia en la conformación del hábitat, donde la supervivencia está claramente pautada a partir de una armoniosa convivencia entre lo natural -recursos- y lo antropizado. Es importante abordar entonces, algunos aspectos físicos e históricos que adquieren valor explicativo en el área que aquí nos ocupa. El valle de Tafí es un valle de altura ubicado a 100 km de la ciudad de San Miguel de Tucumán, a una altura promedio de 2100 m, con una población rural de 6251 habitantes. Fitogeográficamente corresponde a una pradera de altura con clima desértico frío, con veranos cálidos e inviernos secos en los cuales la temperatura media anual oscila los 19ºC y las lluvias alcanzan los 350 mm anuales, que en algunos casos se producen en forma de nieve o granizo en cualquier época del año. Un anillo montañoso que sitúa el horizonte a 4000 m de altitud conforma sus límites, son las cumbres de Mala Mala y Calchaquí al este, el sistema del Aconquija al oeste, al norte el Abra del Infiernillo y al sur el cerro Ñuñorco. En medio de este sistema emerge el cerro Pelado -2700 m.s.n.m- dividiendo al valle en dos: el valle de Tafí propiamente dicho al este y el de las Carreras al oeste. Considerado dentro del marco del sistema urbano provincial se trata de una unidad receptora-expulsora de población según sectores, de características marcadamente rurales y con arraigadas pautas tradicionales. La economía agrícola es muy deprimida, con escasa tecnificación y bajo crecimiento relativo; es también bajo el nivel de prestaciones y de servicios, sólo el 50% de la población rural posee energía eléctrica mientras que la casi totalidad carece de agua potable. Históricamente el proceso de ocupación del valle por grupos sedentarios, los Tafíes, comienza aproximadamente hacia el 300 a. C. y perdura hasta el 800 d. C. Cuatro rasgos fundamentales definen la tradición cultural Tafí: 1)Patrón de asentamiento en circular en torno a un espacio central construido en piedra; 2) existencia de menhires y escultura en piedra; 3) cerámica tosca y monocroma roja y 4- estructuras destinadas a la actividad agrícola-ganadera. (García Azcárate 1992: 97-111). Nos interesa rescatar de los mismos los dos primeros, el patrón de asentamiento y el aspecto religioso, a los que haremos referencia mas adelante. El proceso prosigue y alrededor del 1000 d. C. se instalan en el valle nuevas formas culturales cuyos portadores son los grupos Santamarianos. El rasgo sobresaliente de este grupo es el patrón de asentamiento de forma rectangular, con viviendas semisubterráneas realizadas en tapial. En el siglo XVI
se
producen las primeras entradas
de los conquistadores españoles a partir de lo cual se genera un
cambio en los sistemas políticos, administrativos, productivos y
sociales del valle, que se consolidarán con la
instalación
de la Compañía de Jesús en 1718. Esta orden
religiosa
que sólo permanece 49 años en este sitio, lo divide en
potreros
que más tarde darían origen a las estancias que hoy
conforman
los latifundios en los que se divide el valle. En la actualidad, dichas
estancias se hallan conformadas por complicadas sucesiones familiares,
conflictos legales y numerosos poseedores u ocupantes de terrenos
dentro
de ellas dando origen al minifundio que hoy signa la situación
socio-económica
de la población rural del valle. Es a partir del siglo XIX cuando la organización de las actividades productivas se basa en la estructura agraria de la hacienda. El campesino es el responsable de la cría de ganado de la estancia, vive de ello y de algunos cultivos de subsistencia, más tarde comienza a participar en la zafra azucarera. Los propietarios de las estancias, con excepción de los de Las Tacanas, eran socios o dueños de ingenios azucareros, quienes aprovechando la invernada en la que peones y sirvientes quedaban libres en la estancia, los enviaban a pelar caña a las plantaciones de la llanura. Migraciones que, a pesar de la crisis azucarera, aún siguen vigentes con menor cantidad de familias participantes. Completa el
panorama
histórico, la
etapa de desarrollo turístico que se inicia hacia 1940 con dos
importantes
acontecimientos: la apertura del camino de acceso que lo vincula con la
llanura tucumana y la ley que dispone se cree una villa veraniega en
Tafí
del Valle. Este impulso se irá consolidando en el tiempo hasta
constituirse
junto a la explotación agrícola, en los actuales pilares
económicos del valle.
2. El sistema de asentamientos dispersos Los Tafíes
habían asentado sus
unidades domésticas en el fondo del valle, en zonas donde la
pendiente
del suelo no superaba al 8% y en estrecha relación con las
áreas
de cultivo. Esta caracterización no difiere de la que hoy
podemos
observar en la organización de los asentamientos humanos. Un
anillo
de viviendas dispersas que conforman algunos parajes, recorre el fondo
del valle enlazando los dos centros de servicios vallistos, en orden de
importancia, la villa de Tafí del Valle al norte y la de El
Mollar
al sur. Estos parajes adquieren identidad propia recibiendo diferentes
nombres, de norte a sur: La Ovejería, El Rodeo Grande, Santa
Cruz,
Las Carreras, El Rincón, El Potrerillo, y Casas Viejas. La
organización
de estos asentamientos es conforme a las pendientes del terreno y la
ubicación
de las viviendas y tierras de producción. El resultado es un
conjunto
disperso de viviendas cuyo irregular y espontáneo trazado
responde
a la necesidad práctica de otorgar accesibilidad a dichas
viviendas
y sus zonas productivas. La vinculación se realiza a
través
de caminos secundarios, de herradura o servidumbres de paso
establecidas
a través de las estancias. La
organización y tenencia de la tierra
no es ajena a la organización social, ambas tipologías se
corresponden entre sí. La estructura agraria del valle de tipo
latifundio
(Flores 1985) halla su contraparte étnica en los pueblos
testimonio
(Ribeiro 1985). Los latifundios son las estructuras más arcaicas
de América formadas durante la conquista española como
adaptación
de las estructuras precolombinas americanas a modalidades feudales
europeas.
Estos latifundios o haciendas, derivadas principalmente de encomiendas
y mercedes reales de las primeras etapas del período colonial,
se
asentaron en los valles de altura generando un sistema extensivo de
ocupación
de la tierra cuyas consecuencias se hicieron sentir en la
transformación
de los sistemas productivos, económicos y sociales del
área.
Paralelamente Darcy Ribeiro clasifica como pueblo testimonio a todos
aquellos
donde la supervivencia aborigen determina la mayor proporción de
la población actual. Ambas tipologías confluyen en la
definición
del paisaje cultural del valle en el cual la vivienda adquiere un
carácter
paradigmático, como símbolo emergente de la mencionada
relación
tipológica étnico-productiva.
3. La organización social y familiar Las condiciones de vida de la población vallista son determinadas por la situación de marginalidad en la que se halla sumergida. El atrasado sistema de producción, sumado a la ausencia de capital condiciona y determina el desarrollo de la familia y consecuentemente, el de la comunidad (2). En la caracterización de estos modelos de organización y producción se encuentran rasgos pervivientes de la organización familiar indígena y también de los modelos impuestos por la colonización española. La información arqueológica señala que el patrón de asentamiento evidencia una sociedad articulada sobre la base de grupos familiares extensos, en los que personas allegadas a la familia nuclear -parientes o no- convivían formando un mismo hogar. Esta afirmación se explica a través de la cantidad de recintos desarrollados alrededor del patio cuyo número variable muestra desde conjuntos muy simples, de uno a cinco recintos, hasta otros de mucha mayor complejidad que llegan a constituir verdaderos racimos. (García Azcárate 1992). La organización familiar indígena había desarrollado familias con matrimonios unidos por un tiempo mas o menos largo cuyo núcleo podía disolverse con facilidad por cualquiera de las partes. Se le exigía monogamia y fidelidad a la mujer durante la unión, no así al hombre. En caso de disolución de la pareja, los hijos eran de la madre. Trasladados por encomenderos a la llanura algunos, otros dispersados por las cumbres, a partir de la colonia estas familias no fueron mas dueñas de las tierras. Pero es recién en el siglo XVII cuando el español consigue establecer el modelo de familia monogámica patriarcal que venía asociado al modelo de explotación feudal que traía. Organización donde los matrimonios no siempre se efectuaban por mutuo acuerdo, el padre era la autoridad indiscutida a la que la mujer y los hijos debían obediencia. El fin del dominio español ofreció pocos cambios a la familia campesina: encomiendas transformadas en fincas o estancias cuyos nuevos dueños garantizaron que el modo de producción no se alterara. A partir de los traslados de familias íntegras a los ingenios para la época de la zafra de la caña de azúcar y vueltos a sus cerros a trabajar la tierra y cuidar el ganado, estas migraciones significaron la introducción de otras pautas sociales y culturales, nuevas costumbres y sobre todo, nuevas necesidades (3). Actualmente la composición del hogar no ha variado y las viviendas albergan en la mayoría de los casos sólo un hogar (4) de familia tipo extensa. El crecimiento del grupo tanto numérico como en el tiempo, conlleva al desarrollo y evolución de su vivienda. La dinámica propia de la vivienda tafí, de permanente adecuación, sumado a la tradición de otorgar porciones de tierra de la casa paterna al hijo varón para que allí funde su vivienda, señalan el carácter evolutivo de la misma. Evolución que incluirá no sólo aumento de superficie destinada a habitación sino la periódica refuncionalización de los locales existentes y reciclaje de materiales en las nuevas construcciones. La evolución
de la vivienda se realiza
a partir de un núcleo básico de alrededor de 30 m2
compuesto por dos habitaciones, a las que se suma un fogón y una
letrina; ésta última puede en muchos casos no pertenecer
las construcciones fundacionales de la casa. El proceso evolutivo
incluirá
los agregados y sustituciones de edificaciones e irá completando
el patio a la vez que definiendo el esquema geométrico global
del
conjunto.
4. El patio y las tipologías resultantes La formación
de tipologías (5)
arquitectónicas se debe a factores determinantes como las
tradiciones
constructivas y la permanencia de ciertas formas repetidas en el
espacio
instaladas en la memoria colectiva de la comunidad. Estos factores han
generado tipos que son implícitos al saber construir en el cual,
el conocimiento tanto de las técnicas como de la
organización
espacial llega por tradición. El patrón de asentamiento prehispánico se conformaba por habitaciones circulares de piedra semisubterráneas dispuestas alrededor de un patio central. Este espacio central, de generosas dimensiones, entre 10 y 20 m de diámetro, servía para alojar las tareas cotidianas de preparación de alimentos, utensilios, tejidos, etc.; además, un sector del mismo separado por una hilera de piedras, se reservaba para el entierro de los muertos. La configuración tipológica de la vivienda Tafí contemporánea presenta un patrón semejante, el de la casa a patio. Un patio cuya carga funcional y simbólica lo convierten en el espacio principal de la vivienda, jerarquizado por la centralidad de su ubicación y protagonismo en la definición, organización y articulación de los espacios y funciones del conjunto vivienda. Se trata de un espacio precisamente definido en sus límites tanto por elementos naturales -vegetación, relieve del suelo- como arquitectónicos -edificaciones, pircas- cuyas aristas -por lo menos dos- permanecen abiertas dilatando el espacio. Los frentes de las edificaciones que lo conforman constituyen la fachada de la vivienda, aunque estas no sean percibidas desde el espacio público o el acceso. Estas edificaciones -cuyo número no es inferior a tres- presentan una volumetría muy simple, con claro predominio de llenos sobre vacíos, en clara alusión al carácter introvertido de la misma que, además se halla enfatizado por las técnicas constructivas y su adaptación al clima. Los esquemas formales totales resultantes estarán condicionados fundamentalmente por las orientaciones, pendiente del terreno y técnicas constructivas. El resultado es un conjunto de edificaciones que van, desde una tira desarrollada siguiendo la cota de nivel en sitios de máxima pendiente, hasta el paralelogramo en los de mínima pendiente, pasando por soluciones intermedias que podríamos definir como «L» o «U» matizadas en su concepción por las condicionantes constructivas, fundamentalmente de la cubierta y de los materiales disponibles. Esta
caracterización, si bien ha permanecido
incólume durante siglos, ha comenzado a experimentar ciertos
fenómenos
cuyo efecto más notorio es la compactación progresiva de
la vivienda. La solución adoptada incluye la generación
de
volúmenes de doble crujía con número par de
habitaciones
en las cuales la circulación interna es a través de los
cuatro
ó seis locales que conforman la edificación. Sin embargo,
la tipología formal global del conjunto no ha variado,
manteniéndose
como pauta de producción las cuatro configuraciones
geométricas
mencionadas. Al mismo tiempo, los locales destinados a fogón y
letrina
conservan su carácter independiente y su ubicación
excéntrica
respecto del conjunto total.
5. Permanencia y cambio en las técnicas constructivas El sistema de producción del hábitat rural es la autoconstrucción, con lo cual, se explica la yuxtaposición de las diversas técnicas y materiales presentes en una misma vivienda. Tres estadios tecnológicos conviven en las construcciones. Un primer estadio caracterizado por el uso de las técnicas tradicionales basado en el uso de los materiales fabricados artesanalmente con materias provistas por el entorno cercano: piedra y barro para las pircas (6) y cimientos; adobe (7) para los muros y tapial (8) para el cerramiento de los predios; cañizo y paja sobre rollizos de álamos para las cubiertas. Las carpinterías son de madera sin vidrio y de reducidas dimensiones; un segundo estadio claramente diferenciado del anterior basado en técnicas modernas utiliza para la construcción materiales industrializados provistos por el mercado: bloques de hormigón, ladrillos, chapas de cinc sobre estructura metálica, alambres y postes para el cercado. El tercer estadio involucra en su definición al uso tanto de materiales como técnicas provenientes de los anteriores en una misma construcción. Es decir, que el
proceso evolutivo de desarrollo
y crecimiento de la vivienda va acompañado por un desarrollo
tecnológico
cuyos efectos repercuten en una evolución
tipológico-formal.
Los resultados a la hora de una evaluación de los cambios tanto
de las técnicas como de los materiales empleados son por un
lado,
satisfactorios para sus propios usuarios ya que logra un cambio de
imagen
de la vivienda convirtiéndola en más
«moderna»;
pero por otro lado resultan inadecuados, fundamentalmente, en cuanto al
rendimiento del acondicionamiento ambiental de la construcción.
El cambio de las cubiertas tradicionales de caña y paja por la
chapa
de cinc sin aislamiento alguno, la disminución de las pendientes
de las cubiertas en función del uso de la chapa, la
reducción
de las dimensiones de los adobes, la sustitución de éstos
por bloques de cemento, la incorporación de carpinterías
metálicas, etc., por sólo nombrar los ejemplos más
evidentes, conducen a una pauperización constructiva de la que
va
acompañada la mencionada compactación
tipológico-formal
de la vivienda.
6. El uso del espacio: la dispersión funcional Este aspecto es de difícil valoración si nos acercamos con nuestra carga cosmovisional urbana. La realidad del uso del espacio rural nos es ajena. Una primera lectura de la organización funcional permite suponer la aleatoriedad de la misma, que no es tal, sino que se halla pautada por la lógica campesina. Sus condicionantes resultan a veces bastante difusos en su definición y explicación; una serie de presupuestos heredados de costumbres sociales, religiosas y experiencias prácticas se dan cita para señalar la particular forma de otorgar funcionalidad a la vivienda. Uno de los principales indicadores de este aspecto lo constituye el equipamiento de los distintos ámbitos, no sólo lo que allí se encuentra sino su forma de distribución y ocupación. La vivienda es unidad de habitación y también de producción. Se la puede definir según sus componentes esenciales: las construcciones destinadas tanto a las personas, animales y cosas; los espacios exteriores que estas edificaciones conforman; las tierras de producción y la familia que la habita. La vivienda Tafí presenta dos áreas de uso claramente diferenciadas: por un lado la casa propiamente dicha con los espacios destinados a habitación y por otro, el espacio peridoméstico que incluye las tierras de cultivo y pastoreo. El elemento transicional entre ambos lo constituye el patio, escenario de la vida cotidiana en la que trabajo-vida familiar se funden dejando su impronta en la plurifuncionalidad espacial. La explotación que se realiza en estas pequeñas unidades productivas cuya parcela de terreno oscila entre las 2 y las 5 has., son del tipo minifundio cuyas principales características más que estar señaladas por un número de hectáreas, son sus cualidades socioeconómicas las que los distingue. Se trata de unidades en las que el área explotada es insuficiente y no alcanza para el consumo de subsistencia de la propia familia, es ésta además, la que cumple las funciones administrativas y de trabajo. La producción está destinada al consumo propio de sus productores, a veces poseen una o dos vacas lecheras para la obtención de la leche y el preparado del queso destinado al consumo familiar. Las tierras por su agotamiento no producen satisfactoriamente, debido a la erosión de la capa fértil del suelo dadas las características intensivas de los cultivos, sumado, además, a que las técnicas utilizadas son muy precarias. La familia no tiene posibilidades de economizar, pues lo producido es para el consumo inmediato y si llega a haber algún excedente para venta, estas mínimas ganancias son inmediatamente empleadas en la adquisición de útiles de consumo (Diéguez Júnior 1967:109). Las actividades propias del minifundio involucran en el trabajo diario a todos los habitantes de la vivienda. Así, los espacios de la vida familiar no reconocen fronteras entre la habitación y la producción así como tampoco la exclusividad funcional de ninguno de los locales que componen las edificaciones. Los relevamientos evidencian en muchos casos funciones que si bien, desde el punto de vista de la salubridad y seguridad en el hogar resultan incompatibles, dentro del contexto cultural y particularmente de la rigurosidad de las condiciones de vida -climáticas, económicas, sociales- resultan cuanto menos, comprensibles y razonables. El patio. Ya hemos hecho especial referencia a la relevancia de este espacio. Es el lugar por excelencia de encuentro familiar y de realización de las actividades complementarias de las labores de producción. Allí se reúne la familia, juegan los niños, se reciben las visitas, se come, se lava, se dejan secar los productos para su almacenamiento posterior, así como las demás tareas de acondicionamiento de la producción para su posterior consumo o venta de excedentes. En una subárea de éste o patio secundario, se encuentra el horno de barro (9) y el baño o letrina (10), la batea para el lavado de la ropa además de la cuerda para colgarla, también los árboles que rodean la casa brindan la leña para el fuego -sauces- y protegen la vivienda de los vientos -álamos-. En este espacio se destina parte de su superficie al depósito al aire libre de elementos tales como la leña, enseres en desuso, algo de maquinaria vieja y a los animales domésticos. Las habitaciones. Estas presentan un carácter multifuncional que sólo es matizado por la ubicación relativa en el conjunto, la edad de la construcción y la presencia del altar familiar. Multifuncionalidad que presenta combinaciones muy diversas, a la vez que repetitivas dentro de una misma vivienda. No es el caso de los dormitorios, sino funciones como cocinar, que es posible encontrar además del fogón, hasta tres artefactos cocina en diferentes locales de la misma vivienda. Es importante señalar el rol de las técnicas constructivas y su influencia en el uso del espacio. En las habitaciones de antigua factura realizadas con las técnicas tradicionales, la cubierta de cañizo y paja a dos aguas con estructura de madera aún se la usa para depósito de los elementos de trabajo -peleros, monturas, lazos, etc.- y cerca de las puertas se cuelga el zarzo (11) para el estacionamiento de los quesos. El cambio de pendiente de las cubiertas limita el uso de la parte superior del espacio y el depósito aéreo se dispersa en las habitaciones a nivel de suelo y en algunos locales destinados a tal fin. Es en el espacio interior de las habitaciones donde se refugia el uso del color en los muros. Mientras que el exterior de las viviendas es blanco, el interior se muestra con una interesante gama de celestes, rosas, verdes, así como algunas pinturas ornamentales con motivos geométricos, fito y zoomorfos. El fogón. Se trata normalmente, de una de las edificaciones más antiguas de la vivienda y ámbito propio de la mujer. Su construcción exenta reduce los riesgos de propagación de fuego en caso de incendio, y refuerza el carácter exclusivo del uso. El permanente fuego encendido y, por consiguiente, una atmósfera de humo constante, enmarcan sólo la parte de cocción de los alimentos. Las actividades conexas de cocinar se realizan en diversos ámbitos: en el patio, en el comedor, en alguna galería o tendido de sombra si lo hay. Ámbitos que, además, varían según la época del año. Algo semejante ocurre con las actividades y acciones que involucra tanto la higiene personal como la eliminación de excretas. Dadas las características de la falta de servicios de infraestructura, la provisión del agua condiciona fuertemente el mapa de ubicación de estas acciones. El agua llega a la vivienda a través de acequias a cielo abierto y es usada en general para riego y consumo de los animales. Para el consumo humano se la recoge en los surgentes de las vertientes naturales. El desagüe de las aguas servidas se realiza al terreno mismo y los deshechos humanos van a pozo. Así es como en muy pocos casos coincide espacialmente la zona del baño con la de eliminación de excretas, el resto de acciones que implican el aseo personal se realiza, en el patio, en la galería o bajo un árbol y en algunos casos dentro de las habitaciones. Las tierras
de
producción contenidas
en el espacio peridoméstico, albergan las destinadas a los
cultivos
y a los corrales de animales. La estrecha vinculación con los
espacios
de habitación, señala la yuxtaposición funcional
de
la vivienda cuyo mejor exponente es el patio.
7. La religiosidad en la vivienda Inmersa en la cultura andina de la producción del hábitat, la vivienda, desde el momento mismo de su fundación, es testigo de la permanencia y mixtura de los elementos mítico-religiosos de las creencias derivadas del culto a la Pachamama (12), así como de numerosos ritos cristianos; todo dentro de una particular definición del rito católico. La construcción de la vivienda, que incluye la participación comunitaria y ofrendas a la Madre Tierra en determinados momentos de su elevación, sumados a las fiestas populares, es un exponente más de la importancia de la religiosidad en la vida del tafinisto. Ejemplo
sobresaliente de la representación
de la cosmovisión vallista lo constituye el altar familiar.
Altar
que reúne en sí un variado conjunto de elementos que de
alguna
forma materializan los valores familiares más importantes. A la
imagen del Santo que la familia venera, cuya devoción no es
casual
sino que está íntimamente relacionada con las actividades
productivas (13),
se lo complementa con objetos
tales
como estatuillas de diversas advocaciones de la Virgen, estampitas y
ofrendas
varias hasta con banderines u otros símbolos del equipo favorito
de fútbol. Todo ubicado muy prolijamente sobre una mesa o en un
nicho ad hoc. En general su ubicación está señalada por la construcción más antigua o por la habitación perteneciente a las personas mayores residentes en la casa. También es posible encontrar casos en los cuales un local de la vivienda es destinado sólo a este fin, altar familiar y guardado de misas chicos y demás implementos utilizados en las procesiones populares. La
incorporación de los elementos que
hacen a la manifestación de los valores familiares en los
espacios
de la vida cotidiana encuentra su correlato en la cultura Tafí.
En efecto, entre sus rasgos distintivos encontramos que los
tafíes
habían realizado los menhires esculpidos sobre rocas, lisos o
con
motivos zoomorfos, antropomorfos y otros. Estos elementos
materializaban
la religiosidad del grupo y que en una primera fase se los encontraban
asociados a estructuras ceremoniales como el montículo
artificial
y probablemente relacionados con el culto agrario. En una fase
más
tardía ya no aparecen concentrados sino que se los encuentra
ubicados
en la entrada de las viviendas o en el patio mismo, ejerciendo tal vez,
una función protectora o tutelar (García Azcárate
1992: 103).
Consideraciones finales La arquitectura vernácula ha recibido por parte de los arquitectos numerosos adjetivos y pocas explicaciones. Se la ha llamado «folk», «primitiva», «rural», «anónima», «inconsciente de sí misma», «tradicional», «arquitectura sin arquitectos», «espontánea», «popular», «no formal», cuando en realidad es la suma de todas estas denominaciones, ya que cada una de ellas tiende a jerarquizar alguna de sus características distintivas: modos de producción, localización, proceso de creación, sistema constructivo, materiales, etc. Esta dispersión en la conceptualización del tema pone en evidencia el conocimiento fragmentario de la misma según de dónde provenga el enfoque. Los
condicionantes
naturales y culturales,
con especial énfasis en los precedentes prehispánicos, la
organización de los asentamientos, tanto en lo social como en su
estructura agraria; el patio como elemento fundamental de las
tipologías
arquitectónicas que, junto a las tecnologías empleadas,
el
uso del espacio y aspectos simbólicos como la religiosidad en la
vivienda, constituyen las principales características
distintivas
que definen la arquitectura vernácula vallista. Una arquitectura
que alberga un modo de vida que lentamente ha ido evolucionando,
incorporando
soluciones tendentes a mejorar la sostenibilidad de la vivienda en
zonas
rurales dispersas pero conservando fundamentalmente sus valores
tipológicos
y tecnológicos que, a pesar de la pobreza económica en la
que se desarrolla, propone un modelo de habitar basado en los
principios
de la eco-lógica campesina y reivindica los valores de lo local
como estrategia alternativa para el desarrollo del hábitat en
armonía
con su paisaje.
ILUSTRACIONES
1. Definición aceptada por el Primer Seminario de Arquitectura Vernácula convocado por el ICOMOS mejicano, 1992. 2. Entendemos por comunidad a la sociedad tradicional del valle. 3. El sistema de
las
migraciones
para el trabajo en la caña de azúcar se ha visto y lo
sigue
estando, avalado por la aplicación del calendario escolar de
alta
montaña, sistema por el cual, los niños tafinistos
asisten
a clase durante el verano. 4. El censo
Nacional
de
Población y Vivienda define a hogar como la «persona o
conjunto
de ellas, parientes o no que ocupan una misma vivienda». 5. Rafael Moneo define al tipo como «aquel concepto que describe un grupo de objetos caracterizados por tener la misma estructura formal. No se trata, pues, ni de un diagrama espacial ni de un término medio de una serie. El concepto de tipo se basa fundamentalmente en la posibilidad de agrupar los objetos sirviéndose de aquellas similitudes que les son inherentes» (Moneo 1984). 6. Pirca: muro de piedra usado en la delimitación de los predios. 7. Adobe: mampuesto realizado en barro sin cocer. 8. Tapial: muro
realizado
en tierra apisonada con encofrado de madera. 9. Horno de barro: Horno realizado en adobes con forma de cupulín en el que se asa el pan, así como postres y carnes. 10. Letrina: baño común con inodoro a la turca y descarga a pozo ubicado debajo de éste. 11. Zarzo: emparrillado de cañas huecas sobre las cuales se colocan los quesos para su proceso de «curado». 12. Pachamama: Madre Tierra. 13. Por ejemplo,
la
familia
Bohórquez Mamaní de La Ovejería tiene una
apreciable
cantidad de caballos. Su altar lo preside San Felipe, «abogado
del
caballo». Otro caso digno de mención es el de Casimiro
Centeno
de la zona de Las Carreras, quien es «violinisto» -persona
que toca el violín- y por lo tanto invitado obligado de todas
las
señaladas -ceremonias en las que se procede a marcar el ganado-
que se realizan en el valle. Su altar está dedicado a San
Francisco
Solano.
Argentina Berberian, Eduardo (y otros) Diéguez Júnior, Manuel Flores, Edmundo García Azcárate,
Jorgelina (y
otros) Moneo, Rafael Páez de la Torre, Carlos Paolasso, Carlos Pastor, Gabriela C. Racedo, Josefina Red... Ribeiro, Darcy Rosenzvaig, Eduardo Santillán de Andrés,
Selva E. |
||||||
|