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Introducción 101 kilómetros en 24 horas es una prueba deportiva que la Legión inició en diciembre de 1995 con motivo de su 75 aniversario de fundación. A fin de darse a conocer con la nueva imagen, distante de la época sahariana, se ideó una carrera ultralarga que superaba en 1 km la ya existente en Madrid por esas fechas. Haciendo un balance de la participación de corredores, ésta ha ido en aumento año tras año, y de ser en un principio mayoritariamente militar ha pasado a serlo civil, al añadirse a la carrera pedestre la modalidad de bicicleta de montaña. En tan sólo 5 años ha experimentado un gran auge. De los aproximadamente 400 participantes de 1995 se pasó a 490 en 1996 y de ahí a 1.121 en 1997, en 1998 se llegó a 2.098, en 1999 se alcanzó los 2.694, y por último en el año 2000 superó los 3.600. La prueba se ha consolidado en el tiempo y en el espacio, siendo mayo el mes elegido para su realización, así como un recorrido circular con salida y llegada en Ronda, que discurre campo a través la mayor parte del tiempo, atravesando los pueblos de Arriate, Alcalá del Valle, Torre Alhaquime, Setenil, Montejaque y Benaoján, hasta cubrir la citada distancia. Los 101 km en 24
horas constituye en sí
una prueba deportiva, que no sólo vale para correrla, sino
también
para pensarla. Con ese propósito se pasó una encuesta a
los
participantes de la 6ª edición, que complementa el trabajo
de campo realizado en la 5ª. La entrevista en profundidad a
miembros
de la organización, las conversaciones informales pero
intencionadas
y dirigidas con muchos corredores y ciclistas, así como la
observación
sistemática, incluyendo la participación activa en la
modalidad
de bicicleta de montaña, fueron todas ellas técnicas de
obtención
de datos que, junto con las respuestas ofrecidas por los encuestados,
han
hecho posible una mayor penetración en los entresijos de la
prueba
y, en consecuencia, un mejor entendimiento de su dimensión
simbólica. I
Dice Demetrio, recordando las sensaciones que le causó su paso por los 101 km subido en su bicicleta de montaña:"En el kilómetro 0 sentí miedo, en el 60 ganas de abandonar, y en el 101 gran satisfacción". Ismael, por su parte, nos confiesa rememorando su carrera a pie: "Cuando vas corriendo, te sientes cansado y te encuentras con una subida, te preguntas ¿qué coño hago yo aquí? Pero sigues y no sabes por qué". Son las frases de Demetrio e Ismael dos reflexiones basadas en sus respectivas experiencias prácticas, las cuales nos hacen pensar que estamos ante un acontecimiento emocionalmente complejo, en donde se mezclan diversas sensaciones, incluso en una misma persona; una prueba en donde el goce y el sufrimiento parecen difuminar sus fronteras hasta confundirse. A la vista del éxito participativo de los 101 km en 24 horas, con el espectacular crecimiento que se da año tras año, y consciente de la dificultad que entraña cubrir su largo recorrido, cabe preguntarse ¿qué motivos impulsan a las personas para acudir a tal evento por vez primera, o de manera recurrente? ¿Qué razón tiene invertir tanto esfuerzo? ¿Qué significados se le da a la carrera? ¿Qué consecuencias se obtienen de ella? ¿Qué sentido tiene colocarse próximos al límite? ¿Yqué límites tiene la búsqueda de sentido? Sobre éstas y otras interrogantes vamos a reflexionar aquí, no sin antes ofrecer los resultados de la encuesta pasada a una muestra de 361 personas, las cuales tomaron parte en la 6ª edición celebrada entre el 13 y 14 de mayo de 2000, a fin de tener una imagen del perfil general de los participantes. Sobre un total de inscritos en esta edición de algo más de 3.600 personas, la muestra de encuestas recibidas constituyen un 10% de ese número. 257 de estas encuestas corresponden a la modalidad de bicicleta de montaña, 246 hombres (el 68.1%) y 11 mujeres (el 3%), mientras que 104 pertenecen a la modalidad de marcha-carrera, 93 hombres (el 25.8%) e igualmente 11 mujeres (el 3%). Muestra, por tanto, representativa del conjunto de participantes por modalidad y sexo de la población civil, dado que el porcentaje de militares es escaso (apenas un 2% del total). De acuerdo a los resultados de la encuesta, encontramos lo siguiente: la edad media de los corredores-marchadores es mayor que la de los ciclistas de montaña, tanto en hombres como en mujeres (39.5 años sobre 35.1 años en hombres, y 36.6 años sobre 34.2 años en mujeres). Por categorías destaca en hombres la Senior B (de 30 a 39 años) tanto en bicicleta (45.5%) como en marcha (40.9%), y no deja de ser significativo que el 16.1% de marchadores-corredores sean Veteranos de más de 40 años, superando el 12.9% de la categoría más joven que va de 18 a 29 años. El estado civil predominante en ambas modalidades es el de casado. Los hombre marchadores casados ocupan un 72.6% por un 26.2 de los solteros, mientras que las mujeres marchadoras casadas ocupan el 60% por el 40% de las solteras. Entre los ciclistas, los hombres casados alcanzan el 65.4% por el 34.6% de los solteros, mientras que en las mujeres se invierte la tendencia, siendo las solteras el 57.2% y las casadas el 28.6%. En total el 66.3% son casados/as y el 33.1% son solteros/as, existiendo sólo un 0.6% de viudos. En cuanto a la procedencia, se aprecia una sobresaliente participación de andaluces. Están representadas la mayor parte de las provincias y destacan Málaga (29.8%), Cádiz (26.9%) y Sevilla (13.5%) entre los marchadores; y Málaga (36.6%), Sevilla (25.3%) y Cádiz (17.9%) entre los ciclistas. El ejercicio profesional entraña una enorme diversidad, tanto en oficios de desempeño físico o manual (bombero, mecánico, electricista, pintor, agricultor, metalúrgico, camarero, etc.) como de desempeño mental, artístico o burocrático (maestro, músico, empleado de banca, periodista, empresario, peritos de distintas disciplinas, enfermero, médico, arquitecto, etc.). Sobresalen, no obstante, los empleados administrativos (con un 11.1%), los agentes comerciales (con un 5.5%), y los profesores de enseñanza media (con un 5%). Por otro lado, no existen diferencias significativas entre los participantes de ambas modalidades en lo que respecta al grado de satisfacción profesional, valorándose con una media de 8 sobre 10, la cual es elevada. En cuanto a los estudios, existe igualmente una gran heterogeneidad, destacando entre los marchadores la formación profesional (con un 22.6%), y entre los ciclistas los estudios de grado medio (con un 22.8%). En mujeres se aprecia un destacado número de licenciadas entre las ciclistas (36.3%) y de diplomadas universitarias entre las marchadoras (27.2%). Existe, no obstante, en general, un amplio abanico de estudios técnicos. Los estudios recibidos posee una peor valoraciónentre los hombres (6.5 en marchadores y 6.9% en ciclistas) que entre las mujeres (7.2 en marchadoras y 7.4 en ciclistas), de lo cual cabe deducir una mayor actitud crítica de los hombres, o un mejor aprovechamiento de las mujeres del proceso educativo. Casi la totalidad de los encuestados ya habían participado en ediciones anteriores de 101 km, situándose la media entre 1 y 2 asistencias a la prueba. La inmensa mayoría (algo más del 95%) volverán a hacerlo en la 6ª edición, y el grado de entrenamiento físico para preparar la prueba varía desde todo el año ininterrumpidamente hasta nada en absoluto, aunque la media se sitúa por termino medio en torno a los tres meses en ambas modalidades. A pesar de la dureza de la prueba, las lesiones producidas son escasas y de poca importancia la mayoría de ellas. Entre los marchadores sobresalen las "ampollas en los pies" (10.6%) y entre los ciclistas los "calambres (3.5%) y contracturas musculares (2.7%). Como forma de ocupación del tiempo libre, de entre las 49 categorías registradas, destaca la "lectura" (con un 30.1% en hombres marchadores, 45.4% en mujeres, 23.6% en hombres ciclistas, y 33.3% en mujeres), así como la "familia" (con un 14% % en hombres marchadores y 18.2% en mujeres), los "amigos"(con un 7.5% en hombres marchadores, un 18.2% en mujeres, y un 4.1% en hombres ciclistas), el "pasear" (8.6% en hombres marchadores), la "informática" (6.1% en hombres ciclistas), y el "viajar" (33.3% en mujeres ciclistas ), entre otras. Sin embargo, por encima de todas y con gran diferencia, es el "deporte" la actividad que invariablemente destaca como forma de ocupación del tiempo libre, señalado por el 91.4% de los marchadores y el 100% de las mujeres de esta modalidad, así como por el 93% de los ciclistas y el 90.9% de las ciclistas. Entre los primeros, la "carrera a pie" (con un 49.5% en hombres y un 63.6% en mujeres) y el "senderismo" (con un 25.8% en hombres y un 54.5% en mujeres) ocupan los primeros lugares; y entre los segundos es la "bicicleta de montaña" quien ocupa la cabeza con gran diferencia (93.5% en hombres y 81.8% en mujeres). No obstante, la relación de deportes practicados es muy amplia, suman un total de 40, destacando el "atletismo, natación, fútbol, y diversas actividades deportivas de aventura en la naturaleza. La frecuencia de entrenamiento va desde quienes practican todos los días hasta quienes lo hacen esporádicamente, no obstante, la mayor parte mantiene una continuidad en el ejercicio físico que sitúa la media entre 3 y 4 días semanales. Entre los marchadores el 40.9% de los hombres y el 27.3% de las mujeres han participado en carreras de maratón, mientras que entre los ciclistas el 26% de los hombres lo han hecho en carreras cicloturísticas. Los medio maratones también ocupan un lugar destacado (18.3% en hombres marchadores, 5.3% entre hombres ciclistas y 9.1% en mujeres tanto marchadoras como ciclistas). Otras carreras y actividadesultralargas que se citan son: el "triatlón, duatlón, travesías por montaña, raid de aventura y 100 kilómetros". La organización de los 101 km obtiene una valoración media que se aproxima al sobresaliente (8.8 sobre 10). Son muchos los elogios que se le hacen al 4º Tercio en cuanto al control que tienen de la carrera, así como al talante entregado y amable que muestran con los participantes. Sin embargo, dado el elevado grado de implicación de éstos con la prueba, que lleva a algunos incluso a justificar su no participación por motivos ajenos a su voluntad, se detectan hasta 67 deficiencias diferentes, muchas de ellas con sus respectivas sugerencias para mejorar. Entre los marchadores se citan con más frecuencia la "escasez de alimentos y bebidas en algunos avituallamientos" (señalado por un 18.3% de hombres y un 27.3% de mujeres), la "escasez de fisioterapeutas y masajistas" (señalado por un 6.4% de hombres), "no poder utilizar el polideportivo para dormir tras la marcha (el 3.2%), o la "falta de control para evitar trampas en el recorrido (citado por el 18.2% de las mujeres). Mientras que entre los ciclistas abundan las "largas esperas para recoger los obsequios y el diploma" (apuntado por el 15.4% de los hombres), los "embotellamientos en algunos puntos del recorrido, especialmente al principio (14.6% de hombres y 18.2% de mujeres), así como la "escasez de algunas provisiones en los puestos de avituallamiento" (4.9% de hombres). Son muchas y diversas las respuestas ofrecidas acerca de los motivos que se tienen para participar. El que más destaca es el que se nombra como "reto, desafío superación personal, probarse a sí mismo, amor propio, etc.", alcanzando un 63% entre los hombres marchadores, un 81.8% entre las mujeres marchadoras, un 54.1% entre los hombres ciclistas, y un 72.7% entre mujeres ciclistas. Además de éste, los marchadores citan como principales motivos la "aventura" (15%), el "entorno natural" (11.8%) y el "ambiente deportivo" (10.7%). Las marchadoras destacan el "conocer gente afín, compartir experiencia con los participantes (36.3%), así como también la "diversión, pasar un rato agradable" (27.3%), en la misma proporción que el "competir" (27.3%). Los ciclistas señalan en porcentajes parecidos el "entorno natural" (19.9%), la "vivencia con los participantes" (19.5%) y el "ambiente deportivo" (19.1%), seguida de la "diversión haciendo lo que me gusta" (12.6%); las mujeres por su parte añaden a la lista haber sido inducidas por otra persona: hijo o novio en estos casos (27.3%). A todo ello habría que unir un total de 45 motivaciones más, entre las que aparecen: la "curiosidad", la "afición por la bici o la carrera", "la Legión", la "buena organización", la "solidaridad contra la droga", un "aliciente para entrenar", "darse la paliza", la "comida", "dejar el tabaco", una "promesa", "servir de ejemplo a los hijos", "obtener prestigio" o "bacilar con las periquitas". Cabe pensar, pues, que los 101 km conforman un espacio cargado de significados y propicio para buscadores en un amplio sentido, que sobrepasa lo estrictamente deportivo. En cuanto a las sensaciones, existe gran coincidencia al destacarse en primer lugar respuestas que se orientan hacia el "aumento de la autoestima, la autosuperación, el sentirse mejor con uno mismo, el orgullo por acabar algo único, la satisfacción por el logro, el placer por el objetivo cumplido", que los hombres marchadores sitúan en un 58.1%, las mujeres en un 100%, los hombre ciclistas en un 52.8%, y las mujeres en un 63.6%. En un elevado porcentaje (29% hombres marchadores, 18% mujeres marchadoras, 24.8% hombres ciclistas, y 9.1% mujeres ciclistas) se citan también ciertas sensaciones que entran dentro de la categoría de "maravillosas, indescriptibles, de locura formidable", lo cual acrecienta aún más el valor de la anterior, ya que de estos términos se deduce una sensación gozosa, de disfrute sublime. La sensación de "cansancio, agotamiento, extenuación, o abatimiento" es igualmente destacable en un 30% por los hombres marchadores, un 27.3% por las mujeres, y en un 34.5% por los hombres ciclistas y un 45% por las mujeres. Curiosamente, y en contraste con la inversión de esfuerzo realizada, es más nombrado por los/las ciclistas de montaña que por los/las marchadores-corredores, posiblemente por tener estos últimos una mayor capacidad de sufrimiento. "El compañerismo, la ayuda mutua, el reforzamiento de la amistad", ocupan también un lugar destacado, siendo, no obstante, más citado entre marchadores (16.1% en hombres y 18.2% en mujeres) que entre ciclistas (14.2% en hombres y 9.1% en mujeres), probablemente porque el apoyo en el compañero sea una circunstancia más abundante y buscada por aquellos que han de soportar una mayor dureza en la prueba. Además de todas estas sensaciones que aparecen de manera más frecuente, la lista se alarga hasta un total de 30 categorías distintas, entre las que podemos citar: "la dureza de la prueba, la ansiedad, la tranquilidad, el miedo, el autoconocimiento, la frustración, el patriotismo, el calor popular, el rejuvenecimiento", todo lo cual demuestra que estamos hablando de un evento cargado de estímulos que cada uno filtra e interpreta con su experiencia. Con todo lo expuesto hasta aquí podemos comprobar cómo los participantes de 101 km en 24 horas se ajustan a diversos perfiles, aunque el predominante es el de hombre casado, de entre 35 y 40 años, andaluz, con formación profesional o estudios de grado medio, adaptable a diversos oficios, crítico con los estudios que ha recibido y satisfecho de la profesión que ejerce, reincidente por una o dos veces en la prueba, la cual prepara por espacio de unos 3 meses, deportista nato, corredor o ciclista mayormente, dedica de 3 a 4 días semanales al entrenamiento, aficionado a participar en carreras ultralargas (maratones y cicloturísticas especialmente), se siente implicado con la organización de la prueba a la que valora muy positivamente, y en la que encuentra una enorme cantidad de estímulos que van del dolor al placer, y lo incitan a la autosuperación y a compartir momentos emocionalmente intensos con los demás. En lo que
respecta a
la prueba en sí
misma, con la experiencia acumulada de seis años, observamos que
ha acaparado una enorme expectación entre un variado
público
y se ha consolidado con una estructura y dinámica estable,
aunque
viva y por ello susceptible de variación según los deseos
y necesidades que marque el futuro. La reducción del tiempo
límite
para los ciclistas de montaña a 12 horas, y su reconocimiento
como
prueba federativo son las novedades de esta 6ª edición con
respecto a la pasada, lo cual nos lleva a apreciar dos pruebas
distintas,
con evidentes vínculos (se mantiene en común los 101 km,
no ya las 24 horas), aunque cabe sospechar que con distintas
lógicas.
Tal cuestión, sin embargo, no será en este momento motivo
de análisis, ya que está aún por ver qué
pasará
para hablar de ello; centraremos la atención en lo que conocemos
de los 101 km por sus antecedentes históricos, por la
experiencia
vivida en la 5ª edición, y por los datos obtenidos a
través
de la encuesta comentada. II "Tu mente querrá parar, tu cuerpo morir y tu corazón seguir", así describe Diego, marchador de 30 años esta prueba. José, marchador también de 35, años dice de ella: "Es muy dura y me costó bastante superarla, tardé 23 horas, pero cuando vi la meta la sensación fue inolvidable y además conocí a mucha gente, en resumen, se mezclan muchísimas sensaciones en 24 horas". Estas elocuentes frases, expresadas con sinceridad y desde el conocimiento práctico están cargadas de significados y nos introducen en la diversidad de sentidos que posee los 101 km. De acuerdo a los datos obtenidos a través de la encuesta y de la observación personal, 101 k. en 24 horas puede entenderse como una prueba deportiva en donde el componente ritual se sitúa en paralelo a la pura competición. Las actitudes y comportamientos de buena parte de los participantes en esta prueba, en la que hay que diferenciar la mayor inversión de esfuerzo realizada en la modalidad pedestre con respecto a la ciclista, apuntan en dos direcciones básicas: por un lado hacia el deseo de superar la distancia señalada en el tiempo previsto, o al menos permitido; y por otro hacia la satisfacción de encontrarse con amigos y hacer juntos el recorrido en ambiente de camaradería. En esa doble línea, habría que considerar a los 101 km como un "rito de paso" y "de solidaridad" al mismo tiempo, ya que, por un lado se adquiere simbólicamente un nuevo estatus o etiqueta, reconocida socialmente tras superar la distancia dentro de los tiempos establecidos; y al mismo tiempo se consigue un acto de cooperación colectiva y de apoyo mutuo. De acuerdo a la primera consideración el cambio de estatus hay que entenderlo a distintos niveles. Los que por primera vez participan y superan la prueba completa suelen experimentar una especie de "transformación", al pasar a formar parte de los que "la han superado" en el intento, demostrando la valía personal al vencer la fatiga y el sufrimiento a base de voluntad y resistencia física. "Siempre que se comenta con amigos, te ves con una satisfacción de haber hecho algo", nos dice José Francisco, ciclista de 39 años. Sin embargo, también se puede incluir en esta categoría ritual los comportamientos de aquellos que, aunque hayan participado en ediciones anteriores, repiten con la aspiración de superar la marca de años pasados; rebajar unos minutos e incluso horas los registros anteriores hace que se experimente en sus protagonistas el placer de la "autosuperación", de avanzar en el desarrollo personal, de mejorarse a sí mismo a base de tesón y entrenamiento. De entre muchos podemos citar como ejemplo de lo que decimos a Inmaculada, de 47 años que ha participado como marchadora-corredora en las cinco pasadas ediciones, rebajando progresivamente su marca de 18 h 48' a 13 horas justas; o a Rosario, de 46 años, que en sus cuatro participaciones rebajó las 23h. 50' a 17 h. 21'. Dentro de este grupo, el ganador absoluto, ganadores por categorías y primeros clasificados ocuparían el máximo exponente, al demostrar no sólo superarse a sí mismos sino también a los otros. Como nos dice Nieves, de 31 años, que con 12 h 10' fue la ganadora absoluta de la carrera a pie en la 5ª edición:"Aunque sufras físicamente al final, las sensaciones psicológicas son positivas en mi caso y me hacen que pueda terminar". Además de ello, de entre los participantes que no llegan al final por accidente, avería, o no estar suficientemente preparado, muchos de los cuales esperan repetir el intento para el próximo año, se hallan algunos que ajustan la prueba a sus capacidades reales y, premeditadamente, tienen como meta cubrir una cierta distancia a pie (25, 50, 75 km) y no el total de kilómetros. En ese caso se halla María Victoria, marchadora de 30 años, quien nos dice: "No concluí la carrera, no pensaba hacerlo". Para éstos, el hecho de lograr el objetivo previsto supone un "éxito personal", y, aunque no se halla cubierto todo el itinerario oficial, la satisfacción es grande por haberse llegado al límite establecido por uno mismo. Como se puede observar la aspiración o el reto de los participantes es diverso, sin embargo coincide en todos ellos que el logro obtenido en cada caso los inviste de un cierto orgullo, por haber hecho algo personalmente que exige una buena dosis de esfuerzo físico y sacrificio al que no todas las personas están dispuestas. "Al principio sentí alegría, al final llegué a pensar que tanto esfuerzo no merecía la pena, aunque luego cambié de opinión", dice Rosa Angeles, marchadora de 28 años. El diploma entregado a los que llegan dentro del tiempo límite o el trofeo y premio entregado a los ganadores por categorías, sustantivan el valor del sacrificio y de la excelencia en la carrera, es el reconocimiento oficial por haber demostrado tener suficiente fuerza de voluntad y preparación para superar una prueba, unos límites en espacio y tiempo que el ser humano se impone a sí mismo a fin de probar su valía. El esfuerzo máximo exigido para los 101 km en 24 horas (sobre todo en la modalidad pedestre) recrea la idea o el mito del "superhombre" y de la "supermujer", del héroe que sobrepasa todos los obstáculos y no tiene límites. De distintas maneras, consciente o inconscientemente, en esencia esta idea se halla presente en los participantes de la prueba, aunque los niveles de exigencia personal varíen de unos a otros: unos pueden sentir su proeza llegando a duras penas, muy justos de fuerza, y otros realizando una gran marca. De otra manera, visto desde fuera unos lo entienden como una hazaña heroica, y otros como una aberración o un exceso. De cualquier modo, y aplicando el principio de Thomas: "si una situación se vive como real, es real en sus consecuencias", de ello se deriva que la idea de haber superado una prueba difícil o haber hecho un corto registro, no al alcance de todos, es un hecho generalizado que hace sentir a los participantes haber pasado simbólicamente a la categoría de personas que son "capaces" de soportar un elevado sacrificio y demuestran tener una gran voluntad, lo cual se entiende que es extrapolable a otros ordenes de la vida cotidiana (no deportiva), y acrecienta así su valor. Dado que la victoria no sólo está en ganar, sino también en mejorar o en llegar, la prueba permite la heroicidad colectiva, permite sentirse, imaginarse o mostrarse superhombre o supermujer a gran cantidad de personas que no forman necesariamente parte de la elite. Se populariza, pues, la heroicidad. Por otro lado los 101 km en 24 horas se puede considerar también como rito de solidaridad o confraternización al establecerse una vinculación profunda entre buena parte de los participantes, que, como ellos mismos dicen, acuden a la carrera para "hacer amigos", o "encontrarse con amigos". "Todo el sufrimiento pasa cuando pasas la meta, no importa el puesto y poder sentir la satisfacción propia y de los demás", dice Antonio José, ciclista de 42 años, y puntualiza José, también ciclista de 42 años:"Siento tener una causa común e identificarme con personas de muchas clases". Si prestamos atención al grueso de corredores y ciclistas, es decir, no a quienes compiten por ganar o llegar de los primeros, sino a los que pretenden llegar, y si pueden, rebajar en algo su marca personal, éstos muestran en general una aptitud de compañerismo permanente durante toda la prueba, dejándose notar más en aquellos que van en grupos reducidos y se comprometen a acabar todos o ninguno. No obstante, no debe pasar desapercibido el cambio significativo de actitud mostrado por un gran número de participantes durante el recorrido, el cual se reflejaba en los puestos de avituallamiento. Según pudimos observar, participando el pasado año en la modalidad de bicicleta de montaña, el carácter competitivo de la prueba hizo, a la inmensa mayoría, que en los primeros kilómetros las paradas para refrescarse y tomar energía se realizarán en un tiempo mínimo, los más competitivos contagiaban al resto y nadie o muy pocos se demoraba más de lo debido; sin embargo, a medida que la carrera avanzó y las fuerzas vinieron a menos, cada cual tomó conciencia de su papel y su capacidad física para reajustar su ritmo a sus posibilidades y expectativas. A partir de entonces los ritmos bajaron y las paradas en los avituallamientos se hacían con más sosiego, sin prisas, sin dejarse arrastrar por los que tenían como motivación principal la competición. Reconociendo que el carácter competitivo de la prueba hace brotar un mayor o menor grado de ansiedad, tensión, rivalidad entre los participantes, por conseguir sus expectativas agonísticas, la confraternización se hacía notar en los preámbulos de la misma, en la recogida de dorsales, en la fiesta de la pasta, en los lugares de estancia y descanso, y también en su transcurso y conclusión. Los abrazos y felicitaciones a los que iban llegando, así como las lamentaciones o los ánimos dados a los compañeros lesionados que cojeaban doloridos, eran escenas que se veían por todos lados. El ambiente festivo y distendido estuvo normalmente presente, no sólo por la espontánea aptitud de los participantes, sino también porque los organizadores cuidaron de que la competición deportiva tuviera una connotación festiva en todo momento, a fin de que se percibiera el acontecimiento como un momento de encuentro entre civiles y militares vinculados por el deporte, aunque fuera en situación difícil. La seña de identidad conseguida tras la participación en la prueba de 101 km en 24 horas es un rasgo distintivo de la misma, un motivo más de tribalismo, ya que con ella se consigue reforzar y reafirmar el sentido tribal que se pierde entre tanta globalización, de afianzar la sensación de pertenencia a un grupo de iguales, no unidos por la sangre, ni siquiera por el territorio, pero sí por compartir la experiencia de haber sufrido y gozado una prueba muy singular. El acontecimiento entraña también una nueva manera de marcar el tiempo en la biografía personal. Al igual que las fiestas populares (Navidad, Semana Santa, Cruces de Mayo, Corpus Christi, Feria del pueblo o ciudad) son maneras de percibir el paso del tiempo, el transcurso del ciclo anual, los 101 km en 24 horas, para sus adeptos, supone simbólicamente también una forma más de medirlo, de sentir mediante la vivencia de un evento extraordinario, fuera de lo cotidiano, que un nuevo año ha pasado, y, además, unido a esta idea, sirve para probar o probarse a sí mismo que a pesar del paso del tiempo se mantiene la capacidad física, e incluso se puede mejorar (poniendo los medios adecuados, claro está). Dice Valentín, ciclista de 56 años "Participar es vivir más", palabras a las que se suma Jorge, también ciclista de 55 años diciendo que "participando compruebo que estoy vivo". Las motivaciones de los participantes en los 101 km, según se desprende de la encuesta aplicada, además de las dos dimensiones citadas: "reto personal" y "confraternización", que consolida su carácter ritual y no sólo deportivo, posee, no obstante, otros muchos sentidos. La larga lista de motivos citados por los propios participantes, algunos de ellos enunciados al principio, nos permite observar esta prueba como un acontecimiento en donde se construyen sentidos diversos, en correspondencia con la diversidad de búsqueda de sus participantes. Por encima de las intenciones pretendidas oficial o institucionalmente, son los participantes, los principales protagonistas de la acción, quienes en última instancia impregnan de valores la prueba y, desde la diversidad, como ocurre en este caso, hacen que cobre sentido polisémico. Del lado de la organización no hay que perder de vista que todo parte de la Legión, la iniciativa corre a cargo de una institución militar, caracterizada además por el rigor y la ortodoxia como aplican dos de los atributos esenciales del espíritu castrense: disciplina y sacrificio. A la vista de los datos de participación, no cabe duda de que el éxito de la organización es manifiesto: en la segunda edición se incrementó un 22.5% de participantes sobre la primera; en la tercera un 128.7% sobre la segunda; en la cuarta un 87.1% sobre la tercera; y en la quinta un 28.5% sobre la cuarta. En 5 ediciones se ha pasado de 400 participantes (en 1995) a 2697 (en 1999). En términos absolutos, en la última edición de 2697 participantes, sólo los civiles sumaron 1871 (el 69.4%). ¿Obedece este éxito participativo a haber sintonizado los objetivos de los organizadores con las expectativas de los participantes, o hay algo más que coincidencia? Según el responsable de los 101 km en 24 horas (comandante Óscar Pajares), el objetivo principal (aunque no único) de la organización es el "facilitar a la gente el conocimiento de la Legión", para lo cual se hace uso de una prueba deportiva de enorme dureza que exige una gran capacidad de sacrificio. Los legionarios tradicionalmente se han destacado como rápidos y resistentes marchadores en su ejercicio profesional, marchar o correr durante 101 km en menos de 24 horas posee connotaciones simbólicas con este cuerpo militar que exhibe una gran dureza y capacidad de sufrimiento. A la bicicleta de montaña, tan extendida en la actualidad, se le hace un hueco en la prueba a fin de dar cabida a un amplio sector de personas interesadas, haciéndola asequible a más gente, aunque la esencia se sitúe en la modalidad pedestre. Por las cifras obtenidas en la llegada a meta de la quinta edición se puede observar que la participación militar se decanta del lado de la marcha-carrera, con un 69.2% del total de militares que intervinieron; y la participación civil se inscribe básicamente en la MTB con un 79.2% del total de civiles. Las tendencias de militares y civiles se hallan claramente decantadas entre las dos modalidades, observándose sin embargo un notable incremento de los marchadores-corredores civiles que sumaron en 1999 el 46.9% del total de participantes de esta modalidad. 101 km en 24 horas, a pesar de su dificultad, es pues una prueba deportiva capaz de captar clientelas de procedencia diversa; pero ¿logra la Legión su propósito de darse a conocer a través de ella? Es obvio que la Legión aparece como organizadora en exclusiva, su personal uniformado se encuentra en todos los sitios: en la entrega de dorsales y documentación, sirviendo pasta, alojando en polideportivo, ordenando a los participantes, controlando la carrera, en avituallamientos, registrando las llegadas, elaborando clasificaciones, dando premios; y a juicio de la inmensa mayoría lo hacen muy bien. A excepción de algún que otro fallo logístico, la actitud de entrega y la eficacia de todo el operativo de organización (481 personas en 1999) fue un hecho destacado y muy comentado. Esta circunstancia pone de relieve el reconocimiento de la eficacia organizativa de los legionarios basada en la disciplina y el sacrificio. La marcha o carrera a pie de los 101 km en 24 horas pone a prueba desde otro ángulo esos mismos valores. Por otro lado, y unido a la carrera, figura un lema que la organización utiliza con el propósito de dar a conocer su posición: "La Legión contra la droga". Esta frase simbólicamente rompe con un viejo tópico de la época sahariana en la que el legionario aparecía unido al consumo de drogas y a la vida desordenada. La condena explícita de esta lacra social y el comportamiento amable de la plantilla organizadora ayudan a cambiar la antigua idea construida sobre ellos, y no cabe duda que se consigue. Como dice José Luis, marchador de 38 años: "Me cambió la idea de rigidez que tenía de la Legión, los vi muy trabajadores y alegres de colaborar en el apoyo de la prueba". "Contactar con la Legión", o "aproximarse al espíritu militar" son motivos mencionados por algunos, así como hacerse "solidarios contra la droga". Sin embargo, más allá de las formas de comportamiento y de los discursos, ¿hasta qué punto los 101 km en 24 horas se hallan penetrados por el espíritu o credo legionario? Como decía uno de sus organizadores, "lo importante es que la gente se empape de nuestros valores: corriendo, caminando, en la organización, ... Transmitir el alma de la Legión". Doce son los llamados valores o espíritus del credo legionario, y en cada uno de ellos desde la organización se le trata de encontrar una conexión con la prueba: el de compañerismo, el de amistad, el de unión y socorro, el de sufrimiento y dureza, el de disciplina, el de legionario único, el de la bandera... El "espíritu de marcha" dice concretamente: "Jamás un legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado, será el cuerpo más veloz y resistente". En éste, como en los anteriores, existe un mensaje susceptible de ser transferido a la carrera, como se desprende de la conversación mantenida con el comandante Pajares, y como él mismo manifestaba, "para apreciar esos valores es preciso realizar esfuerzos máximos", ya que de otro modo se disiparían. Hacer 101 km en 24 horas es mucho, pero superable, y por ello resulta adecuado para lograr ese propósito. "No sólo es una prueba física, tiene algo de moral, algo que no se puede tocar, algo intangible", nos decía. Los espíritus legionarios a los que se hacen mención están cargados de valores tales como: abnegación, entrega desinteresada, ayuda al compañero, defensa de lo propio, identidad grupal, obediencia inquebrantable, compartición de dificultades, indolencia, etc., llevadas a extremos máximos como es el dar la vida por ellos. Valores todos comprensibles desde una perspectiva militar cuya lógica es la defensa de la patria. Con la "patria" de momento a salvo, los espíritus citados (presentes entre los legionarios), que se pueden concebir como ideaciones de la realidad, se aplican en la medida de lo posible a la vida cotidiana, pero cobran especial significado cuando se atraviesan situaciones difíciles, momentos de escasez, de incomodidad, de peligro, etc.. El esfuerzo máximo realizado en 101 km en 24 horas se presenta como una ocasión para hacer visibles esos valores, darles vigencia a través de una prueba deportiva que adquiere el rango de ritual por sus significados simbólicos, ocasión para mostrar valentía en la competición (a falta de combate violento), o en la superación de fronteras, ocasión para enfrentarse a sí mismo, para poner a prueba la voluntad, la capacidad de sufrimiento. De esta manera los organizadores construyen un sentido propio, compartido sin duda por un buen número de participantes, sobre todo militares, pero también civiles, algunos de los cuales aluden al "patriotismo" como motivo de participación. La Legión, no obstante, descubre en los 101 km en 24 horas su cara más grata como cuerpo militar, su papel al servicio de los españoles, en este caso a través del deporte, siendo imperceptible la angustia y el sacrificio que haya supuesto a muchos formarse como legionario, y que impone la lógica interna del sistema, sujeta a la estricta aplicación de la jerarquía. La aptitud de servicio queda patente y propicia comentarios entre la gente como "yo creía que la Legión no era así". La buena imagen que esta institución militar ofrece en clave festiva por medio de una actividad deportiva al margen de sus rutinas de cuartel, rompe los moldes o clichés del pasado, convirtiéndose en un eficaz modo para cambiar su percepción social, así como de captación profesional, como lo prueba el mayor número de solicitudes enviadas por aspirantes para cubrir las vacantes de Ronda. Volviendo de nuevo a los sentidos buscados y construidos en los 101 km en 24 horas cabe prestar algo más de atención a uno de ellos, el cual es compartido por los participantes y por la organización: la "superación de límites". La aspiración por superar fronteras, barreras, máximos establecidos, se puede constatar como universal humano al ser una contingencia que aparece en todas las culturas y tiempos históricos. El deseo de ser más fuerte y mejor que el padre, o que otros referentes sociales es un fenómeno recurrente de la condición humana. Llevada a sus extremos, la práctica deportiva satisface en muchos casos esa aspiración, y es en esa línea como los 101 km en 24 horas ofrece una interesante lectura. Como ya hemos mencionado antes, los límites de la prueba tienen una interpretación personal por parte de los participantes: unos aspiran a ganar, otros a rebajar tiempo, otros a llegar; el reto es algo subjetivo que cada cual fabrica en su imaginario, aunque posee como denominador común "la superación personal". El nivel competitivo del grupo de cabeza tanto en carrera pedestre como en MTB es elevado, los concursantes se emplean a fondo y sin tregua. Acabada la carrera, Manolo, de 46 años, un corredor de MTB al que habíamos acompañado durante largo tiempo en el recorrido decía: "yo conozco mis límites, o sea, ninguno.... Yo sabía cuando salí que entraría en la meta aunque fuera arrastrándome, pero antes de 24 horas". La frase sentencia la idea del superhombre, y consagra la consigna de ¡no hay dolor! No son pocos los que tratan de demostrar a sus allegados y a sí mismos que el transcurrir de los años no han mermado significativamente su condición física, en un intento por aferrarse al paraíso perdido: a la juventud. "Me hizo una gran ilusión levantarme a toque de diana, que hacía 40 años que no me habían tocado; volví más joven y con más ilusión de vivir", afirma Pablo, marchador de 64 años tras haber cubierto la emblemática distancia en 23 h 10'. Antonio Miguel, marchador de 50 años dice correr la prueba para "demostrarme a mí mismo y a los de mi entorno que la edad no es obstáculo para nada". Francisco, ciclista de 56 años, en un tono más moderado y dubitativo decía participar para "saber a mi edad si mi organismo resiste toda la prueba". El desafío no ya al tiempo de la prueba, sino al paso del tiempo en uno mismo, la resistencia a la pérdida de facultades por la edad, explica que en la pasada edición el 23% de los marchadores y el 17.5% de los ciclistas fueron veteranos/as que habían superado ya los 40 años. La fuerza de voluntad puede llegar a vencer efectivamente la fatiga física por grande que esta sea, aunque las consecuencias posteriores pudieran ser perjudiciales para la salud. "Querer" y "poder" son dos factores complementarios que se dan en todo deporte extremo, y, como ocurre en los 101 km en 24 horas, a veces el no poder físico es compensado por una buena dosis de voluntad mental para conseguir lo que se quiere, ¿ganar, mejorar, llegar? La inteligencia emocional tiene en estos casos un importante papel que cumplir. Para superar ciertos límites el estado emocional positivo, el buen ánimo, el optimismo, ayuda a vencer barreras, al margen de si es o no razonable hacerlo. No son pocos los marchadores-corredores y ciclistas de montaña que tras haber sufrido numerosos tirones musculares llegan a la meta con las articulaciones doloridas, y los pies llenos de ampollas, pero con la satisfacción de haber llegado hasta el final, de no haberse dejado vencer por el cansancio. Los rostros de estos reflejan en ellos una extraña mezcla de sufrimiento y goce que, cuanto menos, tras el merecido descanso, debe hacerles reflexionar sobre si ¿mereció la pena? A la vista de los datos obtenidos en una encuesta previa realizada sobre 84 participantes en la edición de 1999, las respuestas dadas a esa interrogante es contundente: el 100% de los ciclistas y el 83.3% de los marchadores-corredores volverían a participar de nuevo, la prueba fue satisfactoria, a pesar de que la mayoría de las sensaciones obtenidas al final hablaban de "dolor, sufrimiento, destrozo físico", aunque también de "compañerismo, buen ambiente, alegría, o buena organización". El placer pleno en la vivencia de la prueba se aprecia en las palabras de Joaquín, ciclista de 35 años, que con un tiempo de 5h. 28' describe sus sensaciones de este modo: "Desde antes de empezar hasta mucho después de la llegada disfruto con todo, con los compañeros, con la gente que conoces, con el paisaje, con mi esfuerzo en solitario, en compañía, con la satisfacción de terminar, con los comentarios, con las felicitaciones". En sentido inverso podemos entender la impresión de Francisco, marchador de 37 años, al decir: "se me saltaron las lagrimas al ver que no podía más con el dolor y la fatiga acumulada". Las lagrimas, no obstante, no sólo son indicio de dolor, ya que algunos las refieren también por la satisfacción de llegar a meta. La embriaguez emocional, la vivencia de estímulos fuertes y desacostumbrados, parece crear desorientación, confusión, no saber dónde se sitúan exactamente los límites del dolor y del placer, del sufrimiento y del goce, si no, qué significa"sentir un agotamiento excesivo, que en realidad estaba deseando", como nos dice Rodrigo, ciclista de 34 años, o "pretendo echar un día de sufrimiento con mis amigos", que dice Juan Pablo, ciclista de 30 años, o, como dice José Antonio, ciclista de 37 años:"me divierto sufriendo por esas cuestas". Para comprender en toda su amplitud el sentido del límite y el resto de los sentidos que contienen los 101 km en 24 horas, se hace preciso incursionar dentro del contexto socio-cultural en donde se inserta esta prueba, y reflexionar sobre las correspondencias que puedan existir con éste. Por apuntar tan sólo algunas conexiones, podemos decir que la "democratización del hedonismo, del esteticismo, del culto al cuerpo", como tendencia social se halla presente en la prueba; en mayor o menor grado muchos de los participantes dedican buena parte de su tiempo libre al entrenamiento físico, al cuidado del cuerpo, para estar preparados en la prueba y mostrar su fortaleza a la vista de todos. También la "ruptura con ciertos mitos de género", como la incapacidad física de la mujer para realizar ciertos esfuerzos; aunque en minoría, la mujer no está ausente de esta prueba y supera con suficiencia los límites impuestos. Los "contrastes y contradicciones" son rasgos igualmente a destacar; en la prueba se mezclan diversas orientaciones: los que van a ganar, a mejorar, o a llegar, aunque participen de la misma carrera poseen posiciones contrastantes. Por otro lado, encontramos a participantes que sin preparación alguna toman la salida con el riesgo de sufrir un accidente o una seria lesión por cometer excesos, lo cual pone también en evidencia opciones contradictorias. De otro lado, siendo una prueba individual que debe superar cada cual por separado, y ello está en sintonía con la "individualidad que se presencia en la vida cotidiana de nuestro tiempo", se dan también numerosos casos de personas que van juntas en grupo, a modo de equipo, apoyándose mutuamente unos a otros para llagar todos a meta como última finalidad. Esta circunstancia también apunta hacia el componente solidario, hacia el deseo o "necesidad de crear vínculos", que en la misma sociedad aparece como contrapunto a un excesivo aislamiento. Sergio, ciclista de 32 años, sugería la "modalidad de equipo", de 3 a 5 integrantes que sumarían sus tiempos, a fin, decía él, de "fomentar la unión y el compañerismo". La pluralidad en la extracción social de los participantes y el respeto generalizado que, salvo excepciones, se mantiene en el transcurso de la carrera, puede también observarse ligado con la tendencia al "pluralismo de culturas", al "mestizaje", al "reconocimiento y respeto hacia el otro", o al "encuentro y convivencia inevitable con el otro", que se aprecia en la sociedad del presente y se potenciará presumiblemente en el futuro. El "acercamiento a la naturaleza", se deja también sentir como medio para mantener la salud y conocerse mejor. El entorno natural por donde discurre la prueba, con amplias panorámicas de relieve montañoso, constituye un estímulo más que incita a la autosuperación y a la reflexión personal. El contacto con la naturaleza crea generalmente sensaciones de encuentro consigo mismo y actitudes de desenmascaramiento; en este contexto el esfuerzo deportivo ayuda a pensarse a sí mismo a través del cuerpo. Ángel, ciclista de 42 años, definía la prueba como: "101 motivos para que te conozcas". Por todo lo dicho, los 101 km en 24 horas constituye un acontecimiento interesante no sólo para correrlo sino también para pensarlo, ya que, entraña un escenario más en donde se vivencia la fragmentación de lo "sagrado", y no su desaparición, en la modernidad avanzada. Es una ocasión para comprender cómo las creencias en lo "absoluto" (o sea, en lo sagrado y no por ello religioso, en aquello que es capaz de emocionarnos al extremo de llenar de contenido la propia vida convirtiéndose en esencial) poseen total vigencia, y cómo uno de los ámbitos en donde se inscribe es en algo tan aparentemente intrascendente como el deporte. Deporte, en este caso, llevado a una situación límite para muchos, en donde cada cual muestra su autenticidad, su valía personal, lo que puede dar de sí con su fuerza de voluntad, ejerciendo el papel de protagonista, en una acción que simbólicamente sublima valores y expectativas, y dan o añaden sentido a la existencia individual y colectiva. "Tardé 13horas -dice Jaime, marchador de 44 años- , en el km 100 la adrenalina se me subió tanto que ni un orgasmo es mejor". No es el paso por la proximidad de una ermita lo que, para muchos, inviste de "sagrada" esta prueba, sino los no pocos comentarios que hablan de sus "maravillas" y de las emociones y aún pasiones que activa, los testimonios que hablan de haberse llevado "algo grande", aunque indescriptible, por su participación; como caso anecdótico, aunque no menos significativo, María y su marido participarán este año "para celebrar" la recuperación satisfactoria de su suegra, tras salir de una operación de cáncer de pulmón. Otros testimonios hablan explícitamente del cumplimiento de una "promesa" como motivo de participación, en una actitud bondadosa de ofrecerse en sacrificio, sufriendo con el cuerpo, no sabemos si para expiar culpas, o en señal de acción de gracias. Construir sentidos y franquear límites ha sido una constante en la historia de nuestra especie, y los 101 km en 24 horas ofrece una oportunidad más para la realización personal en esos dos extremos. "Comprobar que la resistencia humana no tiene límites", pretende Jesús, marchador de 43 años. De acuerdo a lo
dicho, y sin salir de lo estrictamente
deportivo, la superación de límites puede poseer sentidos
infinitos, tantos como personas lo pretendan, ya que cada cual es libre
de fabricarse el suyo propio; al igual que difícil
resultaría
poner fronteras a los límites cuando están sujetos a algo
tan incontrolable como es la imaginación. Lo emocional y lo
racional,
lo sentido y lo pensado se sitúan, no obstante, como claves para
dar respuesta a tal cuestión, ya que, como humanos y personas
libres,
es preciso ser conscientes de los propios actos y saber a qué
límites
aspirar y que sentido o sentidos poseen.
Baudrillard, J. Elias, N. Elias, N. (y E. Dunnin) Goleman, D. Hocart, A. Maffesoli, M. Puig, N. (y K. Heinemann) Turner, V. |
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