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Alejandro Ortiz Rescaniere:
Manual de
etnografía amazónica.
Lima, Pontificia Universidad Católica
del Perú, 2001 (3ª edición corregida y aumentada): 247
páginas. |
Recensión 01
Rufino
Acosta Naranjo:
Los entramados de la
diversidad: antropología
social de la Dehesa.
Badajoz,
Diputación de Badajoz,
2002: 643 páginas.
Por
Gunther Dietz
El
estudio antropológico del uso
y manejo de los distintos ecosistemas de la Península Ibérica
aún se encuentra en sus inicios. Aunque abundan monografías
etnográficas de corte funcionalista que -entre muchos otros aspectos-
también se inventarían las técnicas y los saberes
tradicionales en torno al aprovechamiento del entorno natural de x
comunidad,
apenas existen análisis empíricos de determinados ecosistemas
que estén basados en enfoques teóricos de lo que en otros
lares se ha dado en llamar "antropología ecológica" (Roy
Rappaport). El trabajo aquí reseñado, fruto de la tesis doctoral
"Agroecosistema de dehesa y desarrollo rural endógeno", defendida
en 1997 en la Universidad de Sevilla, resulta por tanto pionero al
ofrecer
un estudio exhaustivo y detallado del ecosistema de dehesa, de sus usos
forestales, ganaderos y agrícolas así como del "conocimiento
local" de los productores rurales de las localidades de Pallares, Santa
María de Navas y Puebla del Maestre, ubicadas en el sur de la provincia
de Badajoz, en Sierra Morena.
Más
allá de las aportaciones
específicas sobre la región estudiada, dos aspectos novedosos
caracterizan a este trabajo. En primer lugar, el autor logra integrar
de
forma convincente aportaciones heterogéneas de la sociología
rural -el enfoque del análisis agroecológico desarrollado
por Eduardo Sevilla Guzmán et al.-, de la ecología
humana - en su vertiente etnoecológica, introducida por Víctor
Manuel Toledo - y del análisis antropológico de los ritos
y ciclos festivos con el clásico canon metodológico de la
etnografía. No obstante, dada la dimensión territorial del
fenómeno analizado, este canon metodológico, en segundo lugar,
se aplica a un estudio regional, no meramente local; surge con ello una
original "etnografía regional" de la Dehesa. Apoyado en ambos pilares,
el estudio etnográfico desemboca en una evaluación crítica
de los recursos agroecológicos de la región, de sus riesgos
actuales -pérdida de diversidad y con ello de sustentabilidad- y
de sus evoluciones futuras. Gracias a esta combinación
-desgraciadamente
nada usual en antropología- de análisis empírico y
evaluación para la orientación de las políticas agrarias
y medioambientales, el libro de Rufino Acosta supera la audiencia
meramente
académica y ofrece pautas prácticas para reorientar las políticas
públicas para el medio rural.
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Recensión 02
Maria-Àngels
Roque (coord.):
La sociedad civil en Marruecos. La
emergencia de nuevos actores.
Barcelona, Icaria, 2002: 324 páginas.
Por Pere Casamayor
Aubareda y Mireia
Juan i Badia
Este libro, publicado por
la editorial
Icaria y el Instituto Europeo del Mediterráneo bajo la dirección
de la antropóloga Maria-Àngels Roque, es el fruto de varios
años de estudio y de trabajo de campo en la sociedad marroquí.
El libro muestra la situación actual del país alauí
basándose en las consecuencias que ha conllevado el florecimiento
de la sociedad civil, apreciado con especial énfasis a partir de
los años 80. En él se analiza la complejidad de dicha sociedad
civil, como instrumento de cambio y de transición, vinculada a la
apertura y a la democratización, y estrechamente ligada a aspectos
como los derechos humanos o las libertades civiles. La obra, sin
embargo,
no sólo supone una rigurosa aportación teórica al
contexto político marroquí para lectores interesados en el
ámbito formal, sino que también se convierte en una cuidada
aproximación para aquellos que participan de manera activa en el
mundo asociativo del país y para los que de forma externa cooperan
con Marruecos.
La sociedad civil en
Marruecos se
estructura en tres partes: en la primera, "Claves políticas y
sociológicas
de la sociedad civil en Marruecos", se plasman las particularidades de
la sociedad civil, su evolución y composición, sus ámbitos
de actuación, los elementos que de ella se derivan y que pueden
favorecer el desarrollo del país, o las herencias que se intuyen
como obstáculos. Apunta sobre todo la importancia misma de esta
sociedad civil "como instrumento de transición y cambio", elaborando
a modo de invitación medidas concretas para que sea apreciada como
un verdadero motor activo en el ámbito social, cultural, y
económico.
En la segunda parte del
trabajo se habla
de los principales movimientos asociativos a partir de la clasificación
que elaboraron Maria-Àngels Roque y Mohamed Tozy (Casablanca, 1999);
éstos aparecen divididos en tres grandes grupos: las asociaciones
de promoción y defensa de los derechos fundamentales, las asociaciones
de modernización económica y desarrollo local, y las asociaciones
de beneficencia. En este capítulo diversos autores -entre los que
se encuentran Myriam Catusse, Mohamed Mouaqit, Omar Ouakrim, Mohamed S.
Janjar o el mismo Mohamed Tozy- ofrecen sus reflexiones y aportan
testimonios
directos sobre los derechos humanos, la situación del estatus legal
de la mujer, la promoción cultural amazige, el papel del
sector privado, así como las asociaciones para la ayuda al desarrollo
social y a la beneficencia.
Finalmente, en la tercera
parte, Maria-Àngels
Roque expone las conclusiones de su trabajo de campo desarrollado en la
región del Sus. La particularidad de esta zona no radica solamente
en su importante desarrollo económico y en su riqueza cultural amazige,
sino que puede explicarse también por su excepcional potencial
asociativo,
que sirve de referencia para hablar de dicho movimiento en todo
Marruecos.
Así, vemos por ejemplo que las asociaciones de acción comunitaria
en esta región del sur de Marruecos se caracterizan por una primera
movilización local que posteriormente viene acompañada de
inversiones estatales o internacionales, mientras en el resto de
Marruecos
las asociaciones con más actividad dependen de los fondos
internacionales.
Llegados a este punto, se señalan algunos aspectos concretos que
son imprescindibles para comprender la sociedad civil marroquí:
la motivación local, la capacidad operativa de las instituciones
para la implicación del Estado, y la vinculación con las
instituciones internacionales. Y es que la compleja realidad de la
región
susí se debate entre tradición y modernidad, donde la identidad
y las redes asociativas sirven de base cooperativa y de unión entre
los diversos actores nacionales e internacionales.
La obra pretende ser un
reflejo fiable
del país vecino, y sobretodo aboga por una acérrima defensa
de la importancia de la sociedad civil en los análisis presentes
-y sobretodo futuros- de Marruecos, ya sea a escala económica, social
o cultural. En un periodo en que están aumentando las relaciones
económicas, políticas y sociales en el área del Mediterráneo,
con múltiples acuerdos europeos y crecientes flujos migratorios,
la sociedad civil debe ocupar una posición clave para la transición
política del país y comprenderla como un agente fundamental
de cooperación y desarrollo. En este sentido, la lectura del libro
pone de relieve la existencia de una experimentación social muy
amplia, arraigada en el tejido asociativo, que genera formas de
participación,
de crítica y de control social, en definitiva de libertad, sin las
cuales la modernización de las sociedades árabes sólo
se podría alcanzar volviendo a la importación de modelos
de Estado napoleónicos o a las pautas del panarabismo socializante
que pretendían lograr el cambio social desde los aparatos del Estado.
El objetivo final del
estudio es aportar
información tanto a las entidades públicas como privadas
sobre la existencia de posibles socios para llevar a cabo proyectos de
desarrollo, a través de la colaboración económica
o de la estimulación de proyectos civiles (ONG), sobretodo ahora,
que en el caso español están aumentando tanto en el ámbito
institucional como en el privado.
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Recensión 03
Juan Javier Rivera
Andía:
La fiesta del ganado en el valle de
Chancay (1962-2002). Religión, ritual y ganadería en los
Andes: etnografía, documentos inéditos e interpretación.
Lima, Pontificia Universidad Católica
del Perú, 2003: 640 páginas.
Por Eduardo Linares
Este libro es el primero
del joven antropólogo
peruano Juan Javier Rivera Andía. Con todo, sus aciertos y aportes
resultas notables. El volumen, de más de seiscientas páginas
y abundante material gráfico, contiene, sin lugar a dudas, la
etnografía
más completa y detallada de la herranza andina que se haya publicado
hasta el día de hoy. Pero las descripciones de este libro - atentas
a los gestos, a la distribución del espacio, a los testimonios de
los participantes y a las metáforas más frecuentes - no se
limitan al presente, sino que abordan el pasado. Juan Javier Rivera
Andía
ha recuperado y transcrito gran parte del enorme corpus de testimonios,
fotografías y pentagramas que el desaparecido antropólogo
Alejandro Vivanco Guerra, el desconocido y ejemplar discípulo de
José María Arguedas, dejara inéditos hace ya cuarenta
años. Hay aquí un tema tan importante como caro para la antropología
peruana: el cambio. La comparación de ambos retratos -el de Juan
Javier Rivera y el de Alejandro Vivanco-, nos brinda, por vez primera,
la oportunidad de estudiar con precisión la transformación
cultural en el Perú. esta precisión nos es otorgada por la
delimitación estricta que hace Rivera Andía de una región
(el valle de Chancay, en el departamento de Lima), de una época
(exactamente cuarenta años, entre 1962 y 2002) y de un fenómeno
(las celebraciones en torno a la identificación del ganado)
determinados.
Este libro ofrece, además, una exégesis que, con ventura,
nos aproxima al sentido de los sistemas simbólicos religiosos que
animan las celebraciones descritas por el autor. Completan este valioso
libro, una breve colección de textos escritos por los mismos habitantes
de esas comarcas y algunos cuentos populares recopilados durante le
trabajo
de campo en la región. Finalmente, encontramos dos exhaustivas
bibliografías:
una sobre la herranza en los Andes peruanos, y otra sobre los estudios
sociológicos realizados en el valle de Chancay. Es notable, también,
la valentía de este joven investigador, que nos ha dado otro ejemplo
- con su alejamiento consciente de ciertas modas ideológicas que
hoy predominan en el Perú - de la vieja sentencia de Oscar Wilde:
"una idea que no es peligrosa no merece de ninguna manera el nombre de
idea".
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Recensión 04
Javier Ávila
"Regionalismo, religiosidad y etnicidad
migrante trans/nacional andina en un contexto de 'glocalización':
el culto al Señor de Qoyllur Ritti", en Norma Fuller, Interculturalidad
y política. Lima, Universidad del Pacífico, 2002.
Por Juan Javier
Rivera Andía
El artículo de Javier
Ávila,
compilado en un reciente libro de Norma Fuller, trata de los aspectos
más
novedosos de una formidable peregrinación anual en los Andes del
Cuzco: el culto al Señor de Qoyllur Ritti. El texto se divide en
dos partes: la primera nos ilustra sobre las teorías contemporáneas
relevantes; y la segunda, sobre los hechos que Ávila quiere destacar
en la peregrinación. Ávila interpreta estos hechos desde
las perspectivas sociológicas más populares en la actualidad
y dedica la mayor parte de su artículo a repetir algunas teorías
acerca del proceso cultural mundial contemporáneo. ¿Cuál
es el objetivo de Ávila? Es, aparentemente, enfocar una fiesta,
común y equivocadamente vista como "auténtica" e "indígena",
desde las perspectivas que estudian la mundialización.
Como Ávila nos lo recuerda,
la mundialización
es un "incremento geométrico de los índices de intercambios
materiales y simbólicos" (p. 211). En este proceso -originado con
el descubrimiento de América y la formación de la "Europa
Occidental cristiana, moderna y capitalista"- aparecen, entre otros
fenómenos,
las idea de razas "biológica y culturalmente inferiores", la oposición
entre "primitivo" y "civilizado", entre "tradicional" y "moderno", una
secuencia evolutiva unilineal, y una racionalidad única. Tales
perspectivas
entran en crisis con la segunda guerra mundial y, sobre todo, con la
revolución
de los medios de comunicación.
Ávila señala un proceso
posterior:
la regionalización paradojal. A la mundialización de la economía
y la cultura, se agrega otro proceso: la regionalización: el
fortalecimiento
de "identidades... regionales... y hábitos localistas" (p. 210).
en esta aparente paradoja, las identidades se crean en la interacción
de culturas locales sin un anclaje en un territorio determinado. Se
produce,
así, una tensión entre la diversidad y la homogeneidad. Ávila
llama a esta tensión, copiando un neologismo inglés, la "glocalización"
-término cuya utilidad, fuera de adornar el título del artículo,
no encontramos-.
¿Qué sucede en el Perú
a la luz de estas consideraciones? Las respuestas de Javier Ávila
oscilan aquí entre la falta de originalidad y el reduccionismo.
El indio, para Ávila, ha sido una entidad estigmatizada. Las
"connotaciones
negativas" de la palabra "indio" (p. 214) fueron reafirmadas con la
utopía
republicana, liberal y criolla. Esta utopía habría producido
"una mayor estigmatización de la condición indígena...
la categoría "indio" terminó por convertirse en sinónimo
de 'siervo' o 'campesino pobre'" (p. 214-215). A esta condición
de servidumbre, le sucede "la lucha por la condición de ciudadanía"
(p. 215); proceso promovido por la migración campesina a las ciudades.
Los movimientos campesinos rompen, pues, el supuesto "triángulo
sin base" de la sociedad peruana, y logran integrar a las "poblaciones
nativas" a la sociedad nacional (p. 215).
¿Cuáles son las
consecuencias
de esta transformación? En primer lugar, según Ávila,
la "ciudad letrada" de Lima se convierte en el escenario de algo que ha
sido y es llamado de varias maneras. Entre las expresiones más
conocidas
que Ávila repite, están: "desborde popular", "cholificación",
"otra modernidad", "informalidad", "democratización" y "desarrollo
de una nueva peruanidad" (p. 216-218). Pero a este proceso le acompaña
otro (que parece ir, como la regionalización frente a la
mundialización,
en sentido contrario). Es el reanclaje o "reterritorialización":
los emigrantes en la ciudad -por medio de sus clubes provinciales-
construyen
imágenes idealizadas de sus comunidades de origen y empiezan a
conformar
identidades regionales. De paso, Ávila menciona que esta realidad
actual, puede comprenderse mejor con el concepto de "cultura chola",
que
con las nociones de "mestizaje" y "aculturación". No se trata, pues,
de una transición a largo plazo; sino de una "condición estructural",
de "dinámicas de corta y mediana duración" (p. 219).
Hasta aquí llegan las
disquisiciones
generales (que, además, han ocupado más de la mitad del artículo).
A continuación, Ávila nos hablará acerca del "culto
al señor de Qoyllur Ritti". En primer lugar, hace una historia
de las innovaciones que encuentra desde mediados del siglo XX.
Finalmente,
nos dará algunas noticias recientes de este culto.
Ávila supone que el
desinterés
que la iglesia mostró hacia este culto en el siglo XIX, debió
producir un "desarrollo sincrético del culto". Este desarrollo habría
sido interrumpido a mediados del siglo XX, cuando el culto fue retomado
por la iglesia: se construye una capilla, se "seculariza" el espacio
exterior
a ella, y se impone el modelo de eucaristía a las celebraciones.
Junto con esta secularización, se habría producido una
"carnavalización"
de los rituales celebrados fuera de la iglesia (p. 229). ¿Cómo
se manifiesta esta "carnavalización" en medio de la peregrinación
al Señor de Qoyllur Ritti? Ávila ve una prueba de ello en
la parodia de los personajes previos a la reforma agraria: los mistis
y los indios aparecen en el espacio secular invirtiendo la relación
de "dominación" que aquellos ejercían sobre estos. Sin darnos
las fuentes de su afirmación, Ávila nos dice que alrededor
de 1960, aparecen nuevos emblemas (banderas peruanas y banderas del
"imperio
del Tahuantinsuyu") y nuevas agrupaciones (las "naciones" de
peregrinos)
en las celebraciones.
Un buen ejemplo de la
perspectiva que Ávila
busca imponer en su visión de estas celebraciones, es el "juego
de las alacitas": una parodia colectiva en la que los participantes
simulan
desde transacciones con enormes cantidades de dinero falso hasta
alegres
bodas entre peregrinos desconocidos. Javier Ávila cree que este
juego - cuyos inicios sitúa alrededor de 1970 - nos hace sino mostrar
la presencia creciente de los "símbolos transnacionales" y del consumo:
esto es, "uno de los principales canales a través de los cuales
la globalización se extiende por el mundo" (p. 233). En consecuencia,
este "mercado mágico", según Ávila, ha ido ganando,
con el tiempo, "más realismo y verosimilitud en la manera de
representar
las mercancías en el consumo". Estamos, pues, ni más ni menos
que frente a una representación de "la utopía liberal del
mercado perfecto" escenificada, entre otros, por campesinos de habla
quechua
y aimara. La seguridad de Ávila es ejemplar: "Es evidente que se
trata de una manifestación del deseo de conseguir los bienes más
preciados de la modernidad" (p. 234). En primer lugar, es difícil
saber a qué se refiere el autor cuando dice que éstos bienes
preciados en el juego, son bienes "de la modernidad". (Una pareja joven
de campesinos que busca un lugar para vivir y un medio de trabajo sigue
un anhelo antiquísimo. Que estos anhelos sean representados por
medio de una casa de estilo urbano y de un carro "último modelo"
no los vuelve "modernos", pues los "bienes de la modernidad" son más
capacidades que objetos.) Si el objetivo fundamental de este rito fuera
el consumo, la gente no peregrinaría ni rezaría ni bailaría:
ahorraría en vez de apelar a la magia gastando tiempo y dinero.
Nuestro autor olvida que el juego de las alacitas es un juego
fundamentalmente
mágico y que, por tanto, sería más interesante analizar
el hecho desde sus aspectos religiosos e ideológicos -como el gusto
indígena por lo novedoso-. Después de todo, ¿la cosmovisión
religiosa de un pueblo no debería tener un papel principal en la
explicación de un culto a una divinidad?
Nuestro autor termina su
artículo
con algunas noticias finales (de las que no se sacan más conclusiones
que las ya mencionadas): en 1985 se funda en Lima una asociación
de migrantes de Quispicanchis que organiza una peregrinación desde
Lima; poco después, se forma una hermandad en la capital que se
alía con "un ala progresista de la Iglesia Católica"; en
1994 se "captura" la iglesia de San Sebastián en el centro histórico
de la ciudad de Lima. A partir de entonces, cada primer viernes de mes
se hace una misa en quechua y una procesión acompañada de
comparsas similares a las de Cuzco. Además, dos semanas después
de la peregrinación, se celebra "una larga procesión/pasacalle"
por el centro de Lima. Recientemente, el cura "progresista" es invitado
a celebrar sus misas en quechua a Nueva York, Estados Unidos (p. 241).
Hasta aquí la exposición
de las ideas de Javier Ávila sobre la famosa peregrinación
del Cuzco a la que asistimos en 1999. Recordando el comentario de
Guillermo
Rochabrún sobre César Germaná, podríamos decir
también que en el texto de Ávila "no hay idea, central o
secundaria, con la cual no esté en desacuerdo en un sentido o en
otro" (Guillermo Rochabrún: "La imposible sociología de César
Germaná", en Debates en sociología 20-21. Lima, PUCP,
1996). Pero nosotros también encontramos reparos formales. La obsesión
por los neologismos y el abuso de la barra inclinada. ¿Qué
pueden significar términos como: "trans/nacional", "poder/saber",
"real/virtual", "étnicas/regionales", "desde/a través",
"nuevos/viejos",
"memoria/identidad", "parentesco/paisanazgo", "éticas/saberes",
andinos/rurales", "externo/foráneo", "procesión/pasacalle"?
Muchos textos citados no se encuentran en la bibliografía (es el
caso de: Diez 2001, Cotler 1968, Fuenzalida 1970, Manrique 1999).
Finalmente,
el "estilo" de Ávila reproduce enunciados tan extensos (como la
oración de 10 líneas en páginas 209-210) que dificultan
su comprensión.
En términos generales,
el
texto de Ávila es sumiso a las teorías establecidas por la
moda local y se limita a seguir los presupuestos más arraigados
en los estudios sociológicos de la década de 1970 y 1980.
Estos presupuestos conducen a Javier Ávila a ofrecernos una explicación
del culto al Señor de Qoyllur Ritti atenta a los procesos más
recientes y externos (la globalización, la desterritorialización,
la urbanización, la migración); en desmedro de una indagación
en sus formas anteriores -que el autor desconoce-, o en sus elementos
constitutivos
religiosos. En este sentido, el señalamiento de la mundialización
en el culto religioso en los nevados del Sinakara, equivale a una vieja
tradición de estudios rurales en el Perú. (Entre
los textos más representativos de esta tradición pueden señalarse
aquellos que buscaban un "capitalismo predominante" en las comunidades
indígenas de Ayacucho (como el libro de Rodrigo Montoya), o los
que deseaban aplicar la "teoría de la dependencia" en la sierra
de Lima (como el libro de Jurgen Golte y Carlos Iván Degregori).
Entre las ideas comunes
sobre el Perú
que Ávila repite en su artículo, encontramos el de una historia
marcada por la dominación. Sería interesante cuestionar el
supuesto de la dominación de los indios en el Perú, pues
está fuertemente arraigado en los medios intelectuales y populares.
En concordancia con la visión del indio dominado y estigmatizado,
Ávila asume la idea del Perú como un país cuya fragmentación
se hace evidente con la imagen de una "Lima criolla y señorial"
(p. 216). Lima es, pues, una ciudad con espacios públicos que antes
les estaban prohibidos [a los inmigrantes], como los estadios de
fútbol,
las plazas de toros, las universidades, las avenidas, los parques e,
incluso,
la misma plaza mayor y la catedral de la ciudad (p. 222).
A esta creencia, se suma la
popular tesis
del "racismo" en el Perú: Ávila ve a Lima como una ciudad
"racista y discriminadora en lo cultural" (p. 217); y al Perú como
"un país racista y excluyente" (p. 222). Sin embargo, los estudios
históricos más recientes muestran que esta visión
es más un prejuicio de algunas élites intelectuales limeñas,
que una realidad. El libro de Cosamalón (1999) así parece
probarlo: Lima era, en los mismos comienzos de la República, una
ciudad mucho más integrada que hoy y con abundante, activa y poderosa
población indígena. Pero la tesis de un país racista
(¿Se puede reducir el término "indio" a sus "connotaciones
negativas"? Ávila no cita ningún estudio que pruebe esa reducción.
Sería interesante averiguar en qué contextos el término
indio es un estigma y en cuáles no. ¿Hubo siervos indios
en todas o en la mayor parte de los Andes (la sierra de Lima, el valle
del Mantaro)? y excluyente (¿Se puede afirmar que esta
poblaciones nativas "nunca habían tenido comunicación directa
alguna" (p. 218)?) proporciona una base para afirmar que los cambios de
hoy son fundamentales. Ávila también asume la idea de una
Lima "letrada" convertida en el escenario de un "desborde popular", de
una "cholificación", de "otra modernidad".(Estas propuestas, difundidas
por Carlos Iván Degregori, Jurgen Golte, Matos Mar, Quijano y Franco,
han sido duramente criticadas por su excesiva ideologización y por
su escasa base empírica por Luis Pásara -cf. La otra cara
de la luna-.)
Ligada a esta tradición
sometida
a las ideologías de moda, encontramos esta otra impronta en el texto
de Javier Ávila: un escaso aprecio por la etnografía. El
autor nos brinda muy pocos datos - sumidos casi todos en sus
consideraciones
teóricas -. Esto es tanto más difícil de comprender
cuando vemos que el mismo autor admite que "No existen muchas
referencias
sobre el desarrollo posterior [a 1785] de la peregrinación" (p.
228). ¿Cómo puede pretenderse analizar algo que no ha sido
suficientemente descrito aun? Ávila no transcribe ninguna entrevista
hecha a los que participan del culto; no nos indica la fecha en que se
recogió tal información, ni la fuente de la que fue tomada:
¿Se trata de un texto escrito? ¿La fuente es un informante
de la ciudad, del campo; es alguien que asiste a la peregrinación
o que ha oído hablar de ella? ¿Se trata de la observación
directa de Ávila?. Estos son unos ejemplos del tipo de afirmaciones
con las que nos deja el autor: "el número de fieles, peregrinos
y visitantes al santuario se ha incrementado" (p. 228); "luego de
varios
años se habían animado a volver a realizar la peregrinación",
"se calcula que..." (p. 237). ¿Quién hace los cálculos,
por qué medios? ¿Cuánto es "varios años", y
cuál es el período en que se encuentran?
Entre los datos que Ávila
proporciona,
está la construcción de una capilla sobre la enorme piedra
donde se encuentra la imagen del Señor de Qoyllur Ritti. El autor
nos dice que este cambio promovió la secularización del espacio
exterior a la capilla (p. 229). Señalaremos algunos hechos - observados
por nosotros en 1999 -, que contradicen la afirmación de Ávila:
A pocos metros frente a la
capilla sobre
la gigantesca piedra en que se dibuja el "Señor de Qoyllur Ritti",
se encuentra una piedra "hembra", de menor tamaño y sin ninguna
imagen católica. A esta suerte de obelisco, situado fuera de la
capilla, los peregrinos le rinde culto con sus danzas, rezos y atavíos.
No veo porqué deberíamos llamar "secular" a este culto que
sigue los mismos patrones que los que guían la veneración
al "Señor de Qoyllur Ritti".
En la base misma de la
enorme roca sobre
la que está construida la capilla (en un camino a diez metros de
distancia aproximadamente) los peregrinos encienden cientos de velas.
Durante
varias noches sucesivas, hombres y mujeres velan, oran y queman sus
manos
con la cera y el fuego.
1.Es obligatorio quitarse
los sombreros
y pasamontañas cuando el sol aparece detrás de las cumbres.
Hemos sido conminados a imitar este comportamiento cuando nos
encontrábamos
fuera de la iglesia, viendo a las comparsas danzar antes de ingresar al
templo. Los campesinos y citadinos enseñan y conminan a hacer esto
a quienes van por vez primera.
2.Poco antes de concluir la
peregrinación,
decenas de mozos ataviados como osos (y autodenominados ukukos)
suben a la cumbre nevada más lata. Allí encienden enormes
cirios durante toda la noche. Al amanecer, traen consigo enormes
bloques
de hielo. Los trozos de estos bloques son utilizados por los peregrinos
como medios de curación. ¿Esta actividad, llevada a cabo
a una gran distancia de la capilla, puede llamarse "secular"?
La "carnavalización" lúdica
es señalada por Ávila como una novedad en el culto. Según
nos dice, sólo recientemente las comparsas danzan entremezclando
elementos religiosos con otros lúdicos y profanos... se entregan
a una danza plagada de bromas y transgresiones que atraviesan las
convenciones
establecidas como apropiadas para cada personaje (p. 229).
¿Porqué cree Ávila
que éste un elemento nuevo en la peregrinación? No hemos
encontrado ninguna prueba de ello en su texto. Su afirmación solo
nos parece explicable a través de una suposición. La premisa
que parece estar implícita en la afirmación de Ávila
es que, antes, la peregrinación debió ser un acontecimiento
serio y adusto. Es decir, que este ritual, este culto, puesto que es
religioso,
debe ser solemne como, por ejemplo, un sacramento católico. Por
tanto, deben estar exentos de elementos "lúdicos y profanos". Creemos
que comprenderíamos mejor este culto si - en vez de afirmar una
secularización y una "carnavalización" solo porque son coherentes
con ciertas teorías - investigáramos esa "impronta rural-andina"
(p. 219) del culto que Ávila ignora, si estudiásemos con
seriedad esas "antiguas prácticas" que, en las asociaciones de
migrantes,
"se han combinado... con una nueva parafernalia urbana y transnacional"
(p. 221). En suma, si este joven investigador se interesara más
en la etnografía. (Un comentario adicional. Creemos que la crítica
a los "esencialismos" es válida si nos interesamos en los puntos
de vista de los citadinos y de los antropólogos. Son, quizá,
entre estos donde predomina la visión del culto como un caso
"emblemático
de la cultura andina" (p. 227). Es probable que los intelectuales
provincianos,
los turistas místicos y cierta clase de antropólogos académicos,
tomen este culto como un símbolo de "cusqueñidad" o de "peruanidad".
Pero ¿Puede decirse lo mismo de las poblaciones rurales que asisten
hasta el santuario? ¿Ellos bailan, rezan y se arrodillan frente
a las cruces por una idea de "peruanidad" o de "cusqueñidad"? ¿La
autenticidad y la identidad son preocupaciones centrales de los que
participan
en el culto al Señor de Qoyllur Ritti? Creemos que, desde la
perspectiva
de estos actores, la fiesta más importante y más propia del
Perú es simplemente aquella a la que prefieren asistir: sea el Señor
de Cachuy (en Yauyos), el Señor de Huamantanga (en Canta), o la
Cruz de Motupe (Chiclayo).)
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Recensión 05
Alejandro Ortiz
Rescaniere:
La pareja y el mito. Estudios sobre
las concepciones de la persona y de la pareja en los Andes.
Lima, Pontificia Universidad Católica
del Perú, [1993], 2001 (3ª. edición corregida y aumentada):
420 páginas.
Por Juan Javier
Rivera Andía
El Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad
Católica del Perú ha publicado la tercera edición
de este libro cuyas dos primeras reimpresiones se habían agotado
hace ya buen tiempo. En esta nueva edición se han agregado cinco
nuevos capítulos, que muestran la continuidad de las investigaciones
del autor. Pero los diez capítulos que componen esta edición
enriquecen la tendencia general y primera del libro con una nueva y
complementaria
tendencia. Las dos primeras ediciones de La pareja y el mito partían
de temas como tradición oral en torno al personaje fabuloso del
Inca y a los amores extraordinarios, el sistema de parentesco andino, y
las creencias e ideales alrededor de las etapas del ciclo vital y a las
actividades económicas fundamentales de la sociedad rural andina.
se trata, pues, de una visión atenta al campo y a sus habitantes,
a las relaciones que tejen y a los ideales que muestran sus ritos de
tradición
más indígena. El mismo autor reconoce esta posición
en su introducción:
La sociedad andina está
cambiando
aceleradamente. Al parecer, los valores tradicionales, locales,
agrarios,
se debilitan. Tal vez por eso el presente estudio da la impresión
de ser una búsqueda de algo ya abolido o que sólo se mantiene
en las comarcas más apartadas. En parte es así, esta es una
historia de un pueblo que busca otros horizontes y valores. Sin
embargo,
al voluntad de cambio, el cambio mismo, no borra necesaria y
completamente
los puntos de partida (p. 15).
Los capítulos agregados en
la edición
del 2001 tienen, en cambio, una orientación hacia nueva: el mundo
urbano más que el rural, el individuo más que la pareja,
la crítica de la antropología al lado de la antropología
misma. Los amores de un indio cuzqueño que viaja a la capital para
volverse soldado, la percepción del tiempo que tienen los secoyas
o los indios de Vicos (donde los norteamericanos realizaron uno de sus
proyectos más ambiciosos de "antropología aplicada"), el
debate entre la comunidad y el individuo son las nuevas entradas del
libro.
Se trata de un cuidadoso atisbo a ese complejo y abigarrado mundo de
las
sociedades andinas.
Una de las características
más
notorias de la obra del autor ha sido su autonomía respecto a las
tendencias predominantes en los estudios sociales realizados en el
Perú.
Más que discutir otras perspectivas, Alejandro Ortiz parecía
preocupado en llenar ese vacío de reflexión en torno a los
Andes que tanto se hacía sentir en los últimos años.
En la edición ampliada que ahora reseñamos se encuentra,
en cambio, una preocupación por hacer un balance de las principales
orientaciones y preocupaciones que han motivado las investigaciones
etnológicas
de los últimos cincuenta años en el Perú. Son una
muestra de ello su enfoque de la discusión sobre el supuesto "racismo"
que algunos intelectuales quieren ver encontrar en el Perú, y su
crítica de las obras de autores como Escalante y Valderrama, Ralph
y Charlene Bolton, Harry Tschopik, Julio Cotler, Matos Mar y José
María Arguedas.
Existe, sin embargo, un
cambio que nos
parece menos acertado. Alejandro Ortiz ha preferido reemplazar la
prolongada
y reflexiva introducción de las anteriores ediciones por otra más
breve y casi informativa. Hubiéramos preferido que en se conservase
-debidamente separadas- ambas introducciones, pues cada una tiene un
valor
distinto y reflejan un cambio de tono que ilustra muy bien el estado y
los conflictos de la antropología en el Perú de los últimos
diez años.
En este libro Alejandro
Ortiz Rescaniere
continúa, pues, sus indagaciones en torno a los ideales y las
concepciones
que orientan las relaciones entre la gente de campo de los Andes. Entre
los habitantes de los Andes ecuatorianos, peruanos y bolivianos, estos
ideales nunca son expresados directa y conscientemente. Nuestro
antropólogo
-profesor principal del departamento de Ciencias Sociales de la
Pontificia
Universidad Católica del Perú- los rastrea a través
de diferentes tentativas y procedimientos. Hace un cotejo constante
entre
diferentes esferas de la cultura: las tradiciones orales y las
creencias
mágicas, los usos comunes y las prácticas aberrantes, las
instituciones y actividades económicas, las ceremonias y sus afanes,
las fiestas y los amores que suscitan o desamparan.
Este libro es el
resultado de una revisión
de diferentes etnografías, de revisiones de anteriores trabajos
de campo, de las observaciones y preguntas nacidas de una larga y
fraterna
relación con los pueblos y las personas de tradición andina.
Es un resultado que era difícil esperar de otro que no fuera el
discípulo más entrañable de José María
Arguedas. Pues como él se lo encomendara hace más de treinta
años, Alejandro Ortiz ha plasmado en su libro el fruto de una
observación
profunda y continuada, de una reflexión de largo aliento en torno
al Perú indígena y a sus habitantes.
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Recensión 06
Alejandro
Ortiz Rescaniere:
Manual de etnografía amazónica.
Lima, Pontificia Universidad Católica
del Perú, 2001 (3ª edición corregida y aumentada): 247
páginas.
Por Juan Javier
Rivera Andía
Este libro pretende ser
un manual de apoyo
para un curso de etnografía amazónica. Se trata, pues, de
un texto dirigido a los estudiantes de antropología que Alejandro
Ortiz Rescaniere tiene en la Pontificia Universidad Católica del
Perú. el libro forma parte de una colección del Fondo Editorial,
titulada "Textos universitarios", cuyo objetivo es precisamente ese. En
general, sin embargo, el texto está dirigido a aquellos que deseen
tener una primera aproximación a las culturas indígenas amazónicas.
El espacio de interés del autor está centrado en la Amazonia
Occidental (sobre todo en el Perú). El tema del texto abarca una
gran variedad de asuntos: los recursos naturales, el medio ambiente, la
ecología, la arqueología, la historia, la cosmología,
los ritos, el parentesco, los medios de subsistencia y las relaciones
con
la sociedad nacional. Por tal motivo, este manual tiene un carácter
más bien panorámico y misceláneo. El texto está
organizado en tres rubros generales: la geografía y la historia;
la etnografía; y las relaciones con la sociedad nacional. En cada
rubro, el autor enfatiza los tópicos más propiamente etnográficos:
el parentesco, la cosmología y las técnicas de subsistencia.
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Recensión 07
Milena Cáceres
Valderrama:
La fiesta de moros y cristianos en
el Perú.
París, Editorial Indigo, 2001:
163 páginas.
Por Juan Javier
Rivera Andía
En París, en agosto del año
pasado, se ha publicado un valioso libro en una sobria edición de
apenas doscientos cincuenta ejemplares: La fiesta de moros y
cristianos
en el Perú, de Milena Cáceres Valderrama (Lima, 1953),
su autora, ha cursado estudios en la facultad de humanidades de la
Pontificia
Universidad Católica del Perú. En 1980 se graduó de
licenciada en lingüística y literatura, con mención
en literaturas hispánicas, con una tesis en torno a la obra de Alejo
Carpentier. Después de unos años como asistente de docencia
en la Universidad Católica, es designada miembro del Instituto
Riva-Agüero
y, en 1988, obtiene el "Diploma de doctor de tercer ciclo con
especialidad
en lingüística" en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales. La tesis entonces presentada se intituló: El análisis
de los motivos de las danzas de los moros y cristianos.
Actualmente,
Milena Cáceres reside en París, donde trabaja para la Unesco.
Los antecedentes de La
fiesta de moros
y cristianos en el Perú se remontan a 1979, año en que comienzan
sus investigaciones sobre tradición oral en la sierra de Lima.
Numerosas
comarcas serranas de las provincias de Huaral y Canta escenifican
anualmente
dramas populares alusivos a historias en torno a los Doce pares de
Francia,
a la caída del reino de Granada, al lance del joven Garcilaso con
el temido moro Tarfe, y a la defensa de Roma por Carlomagno. En cada
villa
donde perviven estas costumbres existen algunas familias que han
heredado,
de generación en generación, los cuadernos en los que se
conservan los parlamentos de estas obras. Milena Cáceres rescata
uno de estos cuadernos en la antigua villa de Huamantanga (capital del
distrito del mismo nombre ubicado en la provincia de Canta), cuyas
parcialidades
se alternan cada año la representación de dos dramas diferentes.
El libro que transcribe tan valiosos documento, se concentra en los
antecedentes
históricos literarios de la obra, hace un balance de los estudios
lingüísticos y literarios al respecto y un análisis
detallado del texto desde el punto de vista de los motivos. Desde esta
perspectiva, se trata del estudio más serio que conocemos sobre
el tema.
Hay, sin embargo, algunos
puntos que ameritarían
una nueva edición. La publicación de este tipo de material
hubiese ganado mucho con algunas reproducciones facsímiles del cuaderno
y con fotografías que nos mostrasen la variedad de los atuendos
y emblemas propios de estas representaciones. También nos hubiese
gustado encontrar una etnografía detallada de los preparativos y
de las circunstancias no necesariamente ligadas al texto central de la
obra.
Hay, finalmente, un aspecto
que escapa
al interés general del libro, pero que, como antropólogos,
nos resulta particularmente interesante. Las representaciones de los
cristianos
Carlomagno, Roldán, Oliveros, Ruy de Bourgone, y de los moros
Fierabrás,
el rey Boabdil, y Desiderio preceden a la herranza del ganado vacuno de
todas las familias del pueblo. ¿Cuál es la relación
entre esta lucha entre "civilizados" y "paganos" que estudia Milena
Cáceres,
y este otro drama que tiene como protagonistas a los hombres por un
lado
y a las bestias por el otro? En todo caso, la obra de Milena Cáceres
nos ayuda a responder preguntas como esta, tan importantes el estudio
de
la cultura en los Andes y en el Perú.
Las fiestas de moros y
cristianos se representaban
hasta hace algunas décadas desde Piura hasta Cañete, tanto
en la costa como en la sierra del Perú. Manifestaciones rituales
con numerosísimas variantes en casi todos los países de Suramérica
y Centroamérica, en numerosos estados sureños Norteamérica
y en zonas españolas de Levante, Jaca, Toledo y Andalucía.
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Recensión 08
Jesús
Cosamalón Aguilar:
Indios detrás de la
muralla.
Matrimonios indígenas y convivencia inter-racial en Santa Ana (Lima,
1795-1820).
Lima,
Pontificia Universidad Católica
del Perú, 1999: 273 páginas.
Por Juan
Javier
Rivera Andía
Cosamalón
estudia las relaciones
entre los indios y los demás habitantes de la ciudad de Lima en
los primeros años del siglo XIX. En la primera parte del libro,
nos habla de la conformación de Lima: describe la sociedad y la
economía de la ciudad, sus parroquias, las reformas urbanas y la
plebe que la configuran. Se detiene especialmente en la legislación
en torno al matrimonio a finales de la colonia, en la posición de
la iglesia ante el matrimonio, en las argucias de los contrayentes para
burlar la ley y en los requisitos que ésta impone. La segunda parte
se consagra al análisis de los matrimonios contraídos (entre
1795 y 1820) en una parroquia de Lima: Santa Ana. Luego de algunas
reflexiones
en torno a la demografía histórica peruana, Cosamalón
busca los patrones matrimoniales en Santa Ana. Cuantifica -haciendo un
uso abundante de cuadros estadísticos- los matrimonios de indios
que encuentra en los archivos de esa parroquia. Luego, determina los
orígenes
y las razas de las parejas y de sus testigos (cuyo capítulo es,
quizá, el menos ágil del libro). Finalmente, describe las
razones que esgrimen para casarse, las ocupaciones y oficios que poseen
y su ubicación espacial en la ciudad.
A lo
largo de sus páginas, el libro
nos muestra -en contra de lo que solemos pensar- una sociedad colonial
limeña con numerosos espacios de convivencia e integración
social. A diferencia de la fragmentada Lima contemporánea, la sociedad
colonial se muestra, pues, integrada. Esta tesis -central en el libro
de
Cosamalón- puede resumirse en esta afirmación: "[Nuestra
realidad actual] no es una continuación de la realidad colonial,
al contrario, sus orígenes han sido extendidos por los intelectuales
al pasado virreinal. Es un espejo" (1999: 225). Así, Cosamalón
discute la conocida tesis de Alberto Flores Galindo acerca de la plebe
limeña en los años previos a la independencia. A diferencia
de esa visión pesimista, Cosamalón cree que: "la tensión
étnica o la violencia inter-racial... no son las únicas características
de la Lima colonial. Junto con ella existen aspectos de convivencia y
de
solidaridad" (1999:71). Para el autor, "la violencia no tiene por que
negar
la convivencia" (1999:198). Contra la tesis de la separación y la
animadversión tajantes entre indios y negros, Cosamalón afirma
que "La sociedad de castas se diluía en los barrios... el sereno
o el alcalde lo eran, por lo menos legalmente, para todos por igual.
Las
chinganas y pulperías disolvían la división de la
sociedad de castas" (1999: 216). Desde esta perspectiva, las ideas de
Flores
Galindo parecen haberse limitado a reproducir viejos prejuicios
-propios
sobre todo de la élite- acerca de la plebe limeña:
"La
plebe limeña, caracterizada
por el autor [Flores Galindo], terminaba representando muchas veces el
papel asignado por la élite de la época. Una plebe enfrentada
en términos étnicos entre si, violenta y con una escasa solidaridad
interior dominada por la fragilidad de su base económica y la
fragmentación.//
Todo esto llevó a Flores Galindo a caracterizar una plebe sin la
presencia de indios, 'vivir separados' era lo que determinaba, según
el autor, la vida de los indígenas en Lima" (1999:191).
Las
relaciones entre indios y negros ilustran
esta convivencia solidaria y el peso de los prejuicios en los discursos
de la época. Para Flores Galindo, los negros y los indios -cuya
presencia en Lima tendía a reducir- parecían estar sumergidos
en perpetuos e irreconciliables conflictos. Sin embargo, Cosamalón
encuentra que ambos grupos convivían en el mismo barrio, que compartían
oficios y que hasta podían mantener relaciones "cuasi-familiares".
La supuesta aversión mutua de indios y negros es un antiguo prejuicio
de la elite limeña, que no veía con buenos ojos su convivencia:
"El
gran temor de la élite limeña
siempre fue ese: la unión entre indios y negros. Esto significaría
una terrible amenaza para el poder colonial, pues se rompería la
legitimidad del gobierno que surge del mundo natural. Cada uno tiene su
lugar y mantenerlo significa lograr el buen gobierno... Por ello
resulta
tranquilizador difundir la idea... de que indios y negros no son
compatibles
entre se y más bien se traicionan mutuamente. De la aceptación
de ese discurso depende la tranquilidad y legitimidad del gobierno"
(1999:193).
Los
intelectuales del siglo XVIII veían
en la mezcla de grupos, el origen del desorden que amenazaba a la
sociedad.
Pues ella se basaba en el "supuesto lugar inamovible que cada uno tenía
desde su nacimiento" (1999:75). Esta visión concuerda con las actitudes
que algunos indigenistas, como Luis E. Valcárcel, mostraron hacia
el mestizo. Sus ideas no parecen muy distintas de las creencias que
expresaba
Hipólito Unanue en 1806: en Londres el hijo de un europeo y de una
negra era un monstruo cuya mitad derecha tenía "el pelo y color
del padre y en el izquierdo el de la madre" (1999:194). Es interesante
notar que, a pesar de las nuevas dificultades creadas por la
legislación
del siglo XVIII, los habitantes de Lima siguen empeñados en el
matrimonio
"inter-racial" a lo largo de toda la época.
Un
segundo aporte de este libro es su aproximación
a un personaje con escasa presencia en el imaginario popular y en los
estudios
sobre la cultura en el Perú: el indio urbano de Lima en los últimos
años del virreinato. Estos indios inmigrantes provenían,
en su mayoría, de las comarcas de Canta, Yauyos y Huarochirí.
Eran, por lo general, "recauderos": vendedores de vegetales y de
alimentos
(1999:46). Otros llegaban a ser acaudalados terratenientes que incluso
poseían esclavos (1999:68). Pero Cosamalón no se limita a
corroborar los estudios realizados hace más de dos décadas
por Emilio Harth-Terré, sino que nos muestra otros rasgos interesantes
de estos indios urbanos. En los registros públicos, los que en un
inicio eran registrados como indios, al poco tiempo, suelen reaparecer
convertidos en "don" o "doña". Aun más, luego de algunos
años, llegan a inscribir legalmente a sus hijos "en el libro de
españoles y mestizos" (1999:116).
"Una
realidad insoslayable: el mestizaje
que por más de doscientos años se había producido
en la ciudad de Lima... Stevenson afirmaba que los indios en la ciudad
eran difícilmente distinguibles de los demás, imitaban a
los criollos tanto en el vestido como en las costumbres" (1999: 36).
El
indio urbano del virreinato es, pues,
un buen ejemplo, de la antigüedad que la movilidad social y la
flexibilidad
étnica de la sociedad peruana. Este punto nos lleva a otro. Que
los campesinos de la sierra de Lima, cuyas tradiciones tienen una
raigambre
indígena evidente, hayan guardado un contacto fluido con las urbes
desde hace más de dos siglos; nos ayuda a precisar el alcance de
una de las categorías básicas de los estudios sociales en
el Perú: el "cambio cultural". El estudio del "cambio social" cobró
gran fuerza en la década de los sesenta y tuvo como uno de sus
laboratorios
más importantes un valle de la sierra de Lima (el Chancay). Estas
investigaciones tenían un presupuesto: los estudios etnológicos
debían centrarse en el cambio social porque tal región había
dejado su aislamiento atrás. Sin embargo, el libro de Cosamalón
nos muestra la antigüedad e intensidad de las relaciones económicas
entre comarcas como la sierra de Lima y la capital. Vemos, pues, que la
vinculación con la sociedad nacional no era un fenómeno sustancialmente
nuevo, tal como entonces se suponía.
"Esta
actividad [el comercio de alimentos]
proporcionaba un mercado seguro para los productos de la sierra de
Lima.
No sería raro, por lo tanto, que muchos de estos indígenas
constantemente se encuentren entrando y saliendo de la ciudad"
(1999:186).
Con
cierta frecuencia, Cosamalón
utiliza el término "racismo" para describir los fenómenos
que le interesan: "el temor [de la mezcla de indios y negros] tenía
cierto sustento real, pero seguramente amplificado por elementos como
el
racismo y la marginación" (1999:196). Creemos que el libro no establece
una distinción clara entre el concepto de "racismo" propio del discurso
popular y aquel con el que reflexiona sobre los fenómenos sociales
que llamamos "racismo". Creo que sabríamos más sobre este
"racismo" que el autor asume, si se reflexionara más sobre el fenómeno
discriminatorio que así se denomina en el Perú. En el Perú,
el término "racismo" es usado popularmente para hablar de ciertas
formas de discriminación. Y los mismos antropólogos -que
tanto trabajamos con los discursos populares- han cedido a la misma
tentación,
a pesar de que este término designa prácticas muy distintas
en los países anglosajones de donde proviene. En casos como este,
la categoría de análisis termina obstaculizando más
que promoviendo el análisis. Sin embargo, Cosamalón no deja
de notar la importancia de ciertas particularidades de ese fenómeno.
Por ejemplo, afirma que la "raza" no es sino una metáfora privilegiada
para hablar de las diferencias sociales (sobre todo de las diferencias
económicas):
"Las
reformas borbónicas y por ende
la Pragmática, hicieron que el lenguaje autorizado para expresar
diferencias sociales se fundamente en las diferencias raciales. A pesar
de que el interés económico podía estar en juego,
seguía siendo imposible, para la legislación, reconocerlo
como el origen de la distinción social" (1999:107).
"Éste
[discurso racista] prácticamente
obliga a expresar las diferencias, sean estas de cualquier tipo, bajo
el
signo racial...// estamos mucho más habituados a investigar sobre
el discurso, mucho menos sobre la práctica... La realidad de Lima
colonial impedía que el discurso se tradujera realmente en una
práctica...
quedaba una sola opción: convivir juntos" (1999: 225-226).
Estas consideraciones concuerdan con la
tesis de Alejandro Ortiz Rescaniere ("El racismo ilustrado o cuando se
ve lo propio con ojos ajenos", Anthropologica,
17, 1999)
respecto
al supuesto racismo en el Perú: el color de piel no es sino uno
de los componentes de la discriminación social y cultural, no su
componente principal como en los países de donde se exportó
el término. El libro de Cosamalón nos brinda la oportunidad
de plantear nuevas preguntas al respecto: ¿Categorías como
"indio", "mestizo", "español" o "zambo" pueden ser inscritas dentro
del concepto de "raza"? ¿Cuáles son las diferencias entre
lo que encontramos hoy y lo que en el sistema judicial del siglo XVIII
se entendía por "indio" o "negro"? Finalmente, el interés
que el tema convoca, la corrección de sus argumentos, nos hacen
ver en Cosamalón a un historiador de valor y de cuyo libro, publicado
por el Fondo Editorial de la Universidad Católica, nos congratulamos.
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