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El
culto a los orishas, o divinidades
del panteón yoruba, cuya variante cubana es conocida como
religión
lucumí, yoruba, ocha, o santería, presenta en la
actualidad
una paradoja. A pesar de ser una religión de origen africano y
que
su práctica aparece a los ojos de los occidentales como
primitiva
e imbuida de magia y superstición, consigue instalarse en medio
de la sociedad más desarrollada del mundo occidental. La dureza
de la iniciación, el gran esfuerzo que requiere su aprendizaje y
el coste económico de esta religión, son enormes, y sin
embargo
su poder de atracción aumenta a pesar de que no se realizan
labores
de proselitismo. Cabe preguntarse, por tanto, qué es lo que
ofrece
esta religión a sus practicantes para que estén
dispuestos
a pagar tan alto precio. Es de suponer entonces que cubre unas
necesidades
y que las compensaciones son lo suficientemente atractivas como para
que
continúe propagándose, ante la perplejidad de una
sociedad
que no comprende fácilmente que incluso personas de elevado
nivel
educativo practiquen una religión de características tan
particulares a los ojos occidentales. A pesar de la discreción
con
que se lleva a cabo la práctica de la religión
lucumí,
es evidente que el número de sus practicantes se ha incrementado
notablemente en los últimos años.
En Estados Unidos y más en concreto en Florida, el grueso de los que integran la religión lucumí son cubanos, muchos de los cuales no habían tenido relación con ella. Aun así, lo normal es que tuvieran algún conocimiento de sus mitos, hubieran asistido a alguna de las fiestas y ceremonias permitidas a los no creyentes, o en último caso, identificaran esta religión como algo propiamente cubano. También otros latinoamericanos van integrándose en la religión, especialmente portorriqueños. Se podría distinguir entre los latinoamericanos a dos grupos: los que provienen de áreas con influencia afro, como son los países caribeños, que ya arrastran cierto conocimiento y están más familiarizados con los remanentes de las culturas que dejaron los antiguos esclavos, y los que provienen de áreas con influencia de las culturas indígenas. Ambos grupos han estado en contacto con un tipo de creencias transmitidas oralmente a través de generaciones, que les permite aceptar más fácilmente la interconexión con el mundo espiritual y ciertos fenómenos no explicados por la ciencia moderna, así como tener un concepto amplio de lo que es religión. De ahí que acepten e incorporen sin mayor problema aspectos de otras creencias que sean similares o complementarias de las que ellos tienen. Otro grupo que se va acercando paulatinamente al culto a los orishas es el de los afroamericanos. Ello no es de extrañar si se piensa que se les obligó a renunciar a cualquier expresión de su herencia cultural, incluida la religión, canalizando su espiritualidad hacia el protestantismo principalmente. De este modo, llegaron a crear un nuevo tipo en Estados Unidos, en el que cantan, bailan, son poseídos (por el Espíritu Santo, naturalmente) y hasta hablan en lenguas, lo cual no es si no una forma de expresión africana con formas aceptables para la sociedad en que se encuentran. Los afroamericanos que pasan a formar parte del culto a los orishas, buscan normalmente una vuelta a sus raíces, yendo directamente a iniciarse o a adquirir conocimientos y atributos con los yoruba de Nigeria. Un grupo de ellos formó en Carolina del Sur el pueblo de Oyotunji, donde se trata de reproducir un ambiente yoruba, practicando la religión de los orishas y vistiendo ropas africanas. No obstante, cada vez es más frecuente encontrar afroamericanos entre las familias religiosas cubanas. También hay anglosajones que están pasando a formar parte de esta religión. Algunos dentro de una familia religiosa de cubanos y otros formando su propia familia. En ocasiones, surgen ciertas tensiones cuando algún anglosajón comienza a dar muestras de no estar de acuerdo con los parámetros religiosos de los cubanos en aspectos como el secreto o el respeto a la tradición (como la comprenden los cubanos), lo que no significa que todos los cubanos sean respetuosos con ella. Vemos entonces que la religión se extiende a pesar de la actitud poco comprensiva que muestra una sociedad como la norteamericana regida por una cosmovisión protestante. Al principio fue en Miami, Nueva York, Nueva Jersey y Los Angeles donde existía una mayor concentración de cubanos, pero paulatinamente fueron apareciendo casas religiosas y botánicas (tiendas donde se puede adquirir todo lo necesario para la práctica de la religión) por muchos otros estados de la Unión. De todos modos, es del todo imposible hacer un cálculo aproximado del número de practicantes, ni siquiera en base al número de botánicas existentes y el volumen de ventas que se realiza en ellas, puesto que muchas personas en dificultades acuden a que les consulten el oráculo y ofrecen sacrificios y ofrendas para la superación de sus problemas, y sin embargo no se les puede considerar religiosos. Se ha tratado de calcular el número de practicantes en Estados Unidos en base a estudios, con resultados dispares que van desde los 22.000 que calcula The City University of New York (ejemplo de una mala investigación), hasta varios millones, lo que muestra la dificultad de la empresa, ya que pocos santeros admiten en público su religión. En base al fenómeno, un tanto inverosímil, que se observa en una sociedad como la estadounidense, y poniendo un poco de imaginación, la propagación de esta religión podría comprenderse como una venganza de los orishas africanos contra la sociedad occidental. Efectivamente, tras sufrir la esclavización de millones de personas durante varios siglos y soportar la colonización del continente africano por varias décadas, su religión se incrusta en el corazón de occidente de forma silenciosa, ayudando a miles de personas a contrarrestar las dificultades de la vida en una sociedad dominada por la modernidad, la ciencia y la tecnología. Todo ello sin acudir al proselitismo, en contraposición a la actitud agresiva que muestran otras religiones como el islam, el catolicismo o las denominaciones protestantes de corte fundamentalista. Vemos así cómo a comienzos del siglo XXI, cuando más irresistible que nunca parece la marcha frenética hacia la modernidad en las sociedades occidentales, cuando el ser humano piensa que puede controlar y dominar su entorno minimizando o eliminando a Dios, es ahora, cuando una religión como el culto a losorishas y ancestros, trabajando en un nivel semioculto, irrumpe en medio de la sociedad más avanzada del mundo y va atrayendo adeptos sin utilizar reclamo alguno. Este hecho no deja de llamar la atención por ser una religión traída por los esclavos al continente americano, los cuales, apenas fueron considerados socialmente. Por otra parte, la práctica de una religión en la que la relación con los espíritus es constante, se realizan sacrificios de animales, se consultan oráculos, se bailan ritmos africanos, y en muchos casos, se experimentan posesiones, amén de utilizar un lenguaje africano en las oraciones y en los cantos, no parece que sea muy compatible con la modernidad, racionalidad y pragmatismo que caracterizan nuestra época. Los países europeos colonizaron el continente africano repartiéndoselo con arreglo a su peso internacional tras haber esclavizado a millones de africanos durante siglos. Y no solo explotaron sus recursos, si no que pusieron gran empeño en reducir las sociedades tradicionales a la nada por medio de la destrucción sistemática de sus culturas y creencias. De esa labor se encargaron encomiablemente los misioneros, tanto católicos como protestantes, que posteriormente han venido a rematar con mucho fervor las iglesias fundamentalistas de Estados Unidos. Las sociedades tradicionales de la costa occidental africana se basaban en clanes y linajes con un destacado sentido social, que resultaban fundamentales para la supervivencia de las innumerables etnias. El desbaratamiento de sus estructuras sociales y creencias religiosas por los europeos, vino a dejarlos en un estado psicológico caracterizado por una baja autoestima, cuando no de autodesprecio, por haberles imbuido la idea de que eran pueblos muy primitivos a los que no les quedaba más remedio que despojarse de su bagaje cultural e imitar los sistemas europeos mucho más civilizados. Así es como hicieron dejación de sus sistemas sociales, creencias y costumbres, íntimamente ligados entre sí, pasando a un estado de caos social tras adoptar aspectos culturales ajenos, proceso que todavía no han podido superar. Con sus estructuras sociales tradicionales desbaratadas, sus sistemas económicos reconfigurados para servir las necesidades occidentales, y especialmente con la colonización mental a que fueron sometidos, el problema identitario fue mayúsculo. De este modo, cuando se les empezó a conceder la independencia a mitad del siglo XX, todo un conjunto de etnias se vieron repartidas por sus colonizadores en una serie de países ficticios, reuniendo bajo cada uno de ellos, etnias que en muchos casos no tenían mucho en común. La tragedia que siguió a estos acontecimientos todavía la están pagando en forma de guerras étnicas, dictaduras, matanzas, hambrunas y pobreza, pillaje, explotación neocolonial y otras características propias de países subdesarrollados. Las religiones de todos estos pueblos casi han desaparecido como en el caso de los yoruba, quienes se vieron invadidos primero por el islam y más tarde por todo tipo de misioneros occidentales. Fue así como pasaron de rendir culto a sus ancestros y orishas a practicar unas religiones cuya ideología se contraponía a sus culturas tradicionales. Este es el motivo por el cual hay que acudir a América, Brasil y Cuba especialmente, si se quieren reconstruir algunos de los aspectos de las prácticas religiosas originales de los yoruba. La religión lucumí de Cuba y ahora extendida a otros países, el candomblé y la umbanda en Brasil, el culto a Xangó en Trinidad, o el vudú en Haití, tienen una misma base, que es el culto a los orishas y ancestros. Por supuesto hay variaciones entre ellas, pero vendrían a representar las mismas que existen entre católicos, cristianos ortodoxos, anglicanos y cualquiera de las denominaciones protestantes. Esas variaciones están en función de la influencia ejercida en sus orígenes americanos por las diferentes etnias que comenzaron las prácticas religiosas en América, y también de las adaptaciones que se vieron obligados a implementar con el fin de hacerlas sobrevivir en un ambiente de incomprensión y persecución. Como
todas las religiones de las sociedades
ágrafas, los mitos transmitidos oralmente y reproducidos en los
rituales del culto a los orishas eran aceptados como verdades
inamovibles.
Los personajes mitológicos estaban divinizados,
creyéndose
que algunos de ellos habían vivido en la tierra y fundado los
primeros
clanes. En el caso de los yoruba, se consideraba que a partir de la
cuarta
generación hacia atrás de familiares fallecidos ya eran
ancestros.
Para ellos, la jerarquía entre los espíritus comenzaba en
aquellos orishas o espíritus divinizados que formaban el
panteón
mitológico yoruba, continuaba por los orishas de cada
clan
o ancestros comunes, para seguir por los ancestros familiares, y
terminaba
con los fallecidos recientes. A todos ellos se les rendía
veneración
según su importancia, pero muy por encima de todos ellos estaba
Olodumare, el Ser Supremo, demasiado poderoso y elevado para andar
molestándolo,
de ahí que los orishas fueran utilizados como
transmisores
de su voluntad. Los orishas principales representaban las
diferentes
energías perceptibles en el mundo, y a ellos se acudía
para
solicitar el beneficio de alguna de ellas o para aplacar sus efectos
devastadores. El culto a los orishas Centrándonos en la religión lucumí, variante del culto a los orishas practicado por los yoruba, ciertamente se llevan a cabo sacrificios de animales, pero ello no tiene nada de particular. En todas las religiones se han practicado, y su significado no se relaciona con crueldad o barbarismo, ya que el simbolismo de la sangre está referido a la vida como lo más preciado por el ser humano. Es la forma de representar el flujo vital. Con los sacrificios se trata de mantener con vida de forma simbólica a divinidades y ancestros. Se les ofrecen sacrificios y ofrendas y se les consulta por medio de los oráculos, lo cual es una forma de mantenerlos vivos. A cambio, ellas aconsejan y guían a los humanos, sus hijos y protegidos, a través de la respuesta de los oráculos especialmente, los cuales se interpretan con la ayuda de los odu, también llamados letras o signos. Estos son conjuntos separados de versículos escritos a modo de parábolas, que en número de doscientos cincuenta y seis, forman un cuerpo de conocimientos conocido como Ifá, que representa para esta religión lo que el corán o la biblia significan para el islam o el cristianismo. Cada odu está compuesto por muchos versículos o patakís en los que se narran hechos acontecidos a los orishas, los cuales servirán de ejemplo y guía a los creyentes. Cuando se realiza una consulta oracular se saca un odu, que puede ser además positivo o negativo yque refleja la situación actual del consultante. Lo que en realidad está marcando el odu es el acercamiento o distanciamiento de la persona respecto a su destino, acordado antes de reencarnarse en la tierra. Si hay desviación, se llevará a cabo lo que determine el oráculo para corregir la situación, lo cual comprenderá desde limpiezas a ofrendas y sacrificios. Lo curioso es que habiendo ocurrido estas historias en tiempos remotos, los especialistas son capaces de buscar equivalentes a las situaciones actuales. De esta manera, creyentes y consultantes son guiados por los espíritus. Los sacrificios también son utilizados para pedir los favores de los orishas. Los creyentes de esta religión creen en el destino, el cual han pactado con Olodumare previamente a su reencarnación, y cuando el oráculo señala algo negativo en el camino, existe la posibilidad de reconducirlo, aunque no siempre, evitándolo o disminuyendo sus efectos. En el primer caso se lleva a cabo mediante la rectificación de la conducta propia, algo en lo que se insiste siempre, ya que una conducta desviada provoca la pérdida del ashé o poder emanado de Olodumare, lo cual significa perder los favores divinos. También es posible por medio de la ofrenda de sacrificios a los orishas, intentar conseguir sus favores, algo en lo que suelen caer muchas personas que comprenden esta religión como un instrumento utilizable en beneficio propio para fines materiales. Los religiosos que manejan los oráculos siguen este juego interesado de algunas personas porque consideran que deben ayudar a todo el que lo solicite, pero avisan (los que son honestos) de que toda conducta no correcta se termina pagando y que de nada sirven los sacrificios que tratan de "comprar" a los orishas sin seguir los preceptos de la religión. La posibilidad de solicitar lo que se desea queda abierta, aunque se trate de cosas poco aceptables desde el punto de vista religioso, pero siempre existe la oportunidad de rectificar por medio de los consejos derivados de los odu que surgen de las consultas. Dejando las formas a un lado, esta religión no se diferencia en gran manera de otras que se consideran más universales, excepto por el hecho de que existe una interrelación constante entre los creyentes y espíritus y divinidades, donde los primeros solicitan ayuda de los segundos en todo momento para ir sorteando los obstáculos de la vida, con lo cual queda teñida de una instrumentalidad que hace opacar otros aspectos que podrían considerarse más religiosos. La creencia en la reencarnación consiste en que la consciencia propia u orí, que se encuentra en el Orun (ámbito espiritual, en ocasiones mal traducido como cielo), se desdobla y aparece en el plano terrenal encarnandose en un cuerpo con el fin de cumplir el destino pactado con Olodumare. El objetivo durante la vida en el plano material es hacer méritos para refinar el espíritu y poder seguir el camino hacia la divinización. En esa tarea se recibe ayuda de un orisa que se asienta sobre el orí, y también por medio de los oráculos que van marcando el rumbo a seguir. Es así cómo se puede conseguir el ashé o vibraciones divinas que permitan llevar una trayectoria correcta en la vida y alcanzar la meta anteriormente establecida. Con el fin de garantizarse una mayor ayuda y protección, los lucumís reciben un orisa principal y unos cuantos más suplementarios. Con este orisa guía, que influencia el perfil psicológico del creyente, se establece una relación íntima de la que se espera ayuda y protección constantes. No obstante, no sabemos bien si por el énfasis apuntado de la instrumentalidad que parece desvirtuar la religión lucumí, como ya ocurría entre los yoruba, según Idowu Bolaji apuntaba en su estudio sobre la religión yoruba en Nigeria, la escatología no parece ser una preocupación importante entre los lucumís, quienes suelen acercarse a la religión en busca de solución a sus problemas. Sí se les puede escuchar decir que tras su muerte, esperan ser venerados y escuchados por sus ahijados en la religión. En cualquier caso, la finalidad última de los creyentes es llegar al orun con el mayor grado posible de elevación espiritual, pero para ello hay que cumplir en la tierra toda una serie de requisitos. Conseguir en la tierra los méritos suficientes para que el espíritu consiga ese refinamiento, solo se logra por medio del ashé, que todos los creyentes tratan de conseguir, siendo la ceremonia de iniciación la forma principal de hacerse con él, y desarrollando iwá pelé o buen carácter moral. Obtener el ashé implica también merecerlo, y para ello hay que actuar de acuerdo a las normas y preceptos dictados por los orishas, así como cumplir con todas las prohibiciones que ellos señalan. La consecución del ashé, representará un beneficio espiritual que se verá reflejado en la vida material y cotidiana aunque ese no sea el fin último. La
religión lucumí consiste
de este modo en una interacción constante con los
espíritus,
que va más allá de una simple veneración, puesto
que
para los creyentes estos espíritus están siempre
presentes
y tienen la capacidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos. Son
tres
las clases de espíritus que reciben veneración por parte
de los creyentes: 1) los orishas o divinidades que se
encuentran
más cerca de Olodumare y que se relacionan con las fuerzas de la
naturaleza, 2) Los ochas o espíritus divinizados de
personajes
mitológicos de la cultura yoruba, y 3) los ancestros familiares,
en los que se pueden incluir a los antepasados en la línea de
ascendencia
religiosa. Orishas y ochas, resultan ser unas
entidades
que,
aunque invisibles, detentan la capacidad de actuar por medio de unos
poderes
extraordinarios que emanan de Olodumare, Ser Supremo del que depende el
universo. Es precisamente esta interacción con los
espíritus,
dejando a un lado (aparentemente) al Ser Supremo, lo que llevó a
algunos estudiosos occidentales a calificar esta religión y
otras
africanas como politeístas, lo cual no es cierto en el caso que
nos ocupa. No obstante, es muy fácil para muchos creyentes caer
en una práctica utilitaria, debido a la capacidad disponible de
poder solicitar cualquier cosa de los orishas, hecho
difícil
de corregir si los neófitos no son instruidos adecuadamente, ya
que esta religión se basa en la práctica privada aunque
se
dependa siempre del padrino o madrina que ha iniciado en la
religión,
lo cual conlleva cierto aislamiento y una efectiva falta de control
sobre
la forma en que se transmite la religión. El coste de la religión lucumí Existen una serie de aspectos dentro de esta religión que suponen para los creyentes todo un esfuerzo para llevarla a la práctica y que aparentemente realizan con gusto. Esto es lo que hace que ser lucumí, a diferencia de otras religiones en las que solo se requiere cumplir ciertas formalidades, represente tener que dedicarle mucho tiempo, trabajo, dinero, e interés por aprender, por ser ésta una práctica religiosa muy exigente con los que en ella ingresan. Con el transcurso del tiempo se va poniendo de relieve quiénes son los verdaderos creyentes, independientemente de que asistan a muchos eventos religiosos o inviertan mucho dinero en implementos y ceremonias. Los aspectos más destacados, que en nuestra opinión implican un elevado coste son: 1. Aceptación y asimilación de formas y cosmovisión africanas A pesar de que los cubanos están, en mayor o menor medida, familiarizados con ciertos aspectos culturales heredados de los esclavos africanos, viven de hecho en una sociedad como la estadounidense, que representa el paradigma por excelencia de la modernidad y la cosmovisión del mundo occidental. Ingresar en esta religión supone la aceptación y apropiación de toda una forma de entender el mundo, tanto material como espiritual, donde la práctica de los rituales es solo la forma externa del asunto. De entrada, hay que aceptar que la vida está regida por esa relación intensa que se da con los espíritus. Que en el caso de los orishas, no son los espíritus de los antepasados propios. Dejando de lado los espíritus de los familiares a los que se debe veneración, los orishas son espíritus africanos que se comportan como tales cuando "montan", es decir poseen a los creyentes. Es necesario entonces desarrollar una empatía hacia ellos, puesto que si no fuera así no sería posible convertirse en un creyente. Hay que aceptar los mitos y los consejos derivados de los oráculos, que, naturalmente, denotan la forma de pensar de los africanos. Quizá una de las formas que más impresión pueda producir a los que no practican esta religión sea la de los sacrificios, ya que no solamente se matan los animales, sino que debe realizarse de forma ritual y echando la sangre sobre los fundamentos religiosos, que no son más que la representación material de losorishas, que de esta manera reciben el flujo vital que los mantiene con vida y accesibles. Los creyentes denominan este acto como "darles de comer", lo cual es bien explícito de la intención de los sacrificios. En los rituales, representaciones y parafernalia empleada en la práctica religiosa, es común el uso de elementos de origen africano como cocos, campanas, collares, plumas, calabazas, copias reducidas de utensilios africanos, etc., aunque bien es cierto que con frecuencia se los va fabricando con una apariencia más acorde con la estética occidental. Desde luego, es necesario aprender a bailar con movimientos de bailes africanos, conocer los diferente ritmos que marcan los instrumentos heredados de los yoruba, y aprender a rezar en una lengua que ya no corresponde totalmente a la utilizada en Nigeria. A través de las formas externas de la religión es perceptible el grado de asimilación que los creyentes tienen de esta religión. Los hay que en sus vestimentas apenas dejan entrever la africanidad, mientras otros por el contrario, parecen sentirse realizados tras la adopción de la estética, bailes y comportamiento más africano. Algo que llama mucho la atención cuando se asiste a un tambor o un güiro, ceremonias que sirven para homenajear a los orishas por medio de canciones y bailes, es que los lucumís de Florida pocas veces se "suben" o son "montados" por un orisa, y cuando ocurre, algunos procuran enseguida salir del trance, muchas veces ayudados por alguno de los presentes. Posiblemente este hecho esté relacionado con un sentimiento de cierta vergüenza por estar viviendo en una sociedad que no es receptiva con esta religión. Hemos detectado algunos practicantes que no se sienten ni muy cómodos, ni muy identificados con las apariencias y algunas prácticas de corte africano. De hecho la mayoría no porta collares o algún otro signo que los identifique con la religión lucumí incluso en las ceremonias religiosas, y aunque vistan de blanco, la imagen que ofrecen no es relacionable con una estética africana. En cuanto a la cosmovisión africana, la práctica de esta religión implica aceptar ciertas concepciones. El sometimiento a la autoridad y guía de los mayores (que aquí son los padrinos y madrinas dirigentes de la casa religiosa a que se pertenece). El sentirse componente de un grupo compacto religioso (la propia familia) con el que se practica cierta forma de intercambio. Venerar los espíritus de los ancestros y relacionarse con ellos por considerarlos presentes y con capacidad de ayudar. Mostrar esplendidez en los rituales con las ofrendas o la contribución que se hace. Y por supuesto aceptar las concepciones del culto a los orishas, lo cual implica reproducir los conceptos sociales que manejaban los yoruba, ya que su religión estaba bastante antropomorfizada, es decir que reproducían en su religión el funcionamiento y la concepción de su sociedad. 2. Determinación de la vida por la religión Practicar la religión lucumí es algo muy diferente, por ejemplo, de ser católico y dejarse ver por la iglesia durante media hora un día a la semana. En primer lugar están los rezos diarios. Después de levantarse hay que saludar a los ancestros, al orisa que se ha recibido como ángel de la guarda y a los que se ha recibido como complemento, y por supuesto a Olodumare como deidad suprema. Si se va a tomar alguna decisión importante en el día con posible trascendencia, se consultará normalmente antes de la elección. Por otra parte, se debe acudir a casa del padrino o madrina y tener deferencias con ellos y mostrar respeto por su orisa, ya que ellos han "nacido" de él; en caso de consultarles o realizar algún tipo de "trabajo" o ebó, se deberán pagar los derechos correspondientes, independientemente de que cada vez que alguien de la misma familia religiosa ofrezca algún tipo de celebración se tendrá la obligación, no solo de acudir, sino de cooperar en la puesta a punto. Cada vez que se celebra el cumpleaños de santo, es decir, en cada año el día en que se fue iniciado, se celebra normalmente una fiesta con decenas de invitados que puede llegar a costar fácilmente dos mil dólares si es amenizada con un tambor de fundamento, y dos días de preparaciones entre rituales, comidas, montaje del trono, compras, limpiezas, habilitación del espacio, etc. Las actividades religiosas, son bastante frecuentes, especialmente en las casas religiosas con muchos ahijados(as) y se celebran normalmente los fines de semana. Ciertos rituales requieren la colaboración de varios religiosos(as) un día o dos antes del comienzo, dándose a veces jornadas en las que se comienza con las actividades a las ocho de la mañana y se termina a las diez de la noche, como es el caso de cierto día durante las iniciaciones que normalmente duran una semana. Es decir, que la actividad religiosa, si se cumplen los preceptos y se es un religioso de verdad (en esta religión estar iniciado equivale a ser sacerdote), consume bastante del tiempo y la energía del creyente, amén del esfuerzo económico que supone. Dejando de lado la ardua tarea de aprender rituales, canciones bailes, mitología y preceptos, la determinación que en nuestra opinión puede afectar más, es la que resulta de la creencia en el destino y la intervención de los espíritus en la vida de cualquier creyente. Desde el momento en que se piensa que los errores cometidos en la conducta, y que apartan del destino asignado, se pueden corregir siguiendo los dictados y consejos de los orishas, los oráculos pasan a representar un papel fundamental en la religión, ya que ayudan a corregir el desbalance producido por una forma desviada de obrar. El balance lo reestablece el ashé que se obtiene por medio de acciones, ritos y ceremonias, y siguiendo los preceptos dictados a través de alguno de los sistemas oraculares. Las recomendaciones desprendidas de su lectura, estarán en correspondencia con la gravedad del asunto y podrán ir desde la limpieza de la persona hasta sacrificios de animales, los cuales se ofrecerán a alguno de los orishas. Aunque los consejos suelen empezar por el cambio de conducta de la persona que se consulta, hay personas que suelen caer en la tentación de querer arreglar los problemas ofreciendo sacrificios en una especie de intercambio comercial con los orishas. Esto, como ya señaló el estudioso yoruba Idowu Bolaji, es una corrupción de la religión que ya ocurría en Nigeria. En cualquier caso, los lucumís cubanos muestran una total dependencia de los sistemas oraculares. Las predicciones guían sus vidas y confían ciegamente en sus resultados, al punto de que muchos de ellos no toman decisiones importantes en su vida diaria si no han sido refrendadas por el oráculo. 3. Supeditación a un padrino o madrina No existe otra forma de ingresar en la religión que no sea elegir un padrino o madrina, quien se encargará de guiar, aconsejar, instruir y eventualmente consultar el oráculo para el/la aspirante. La aparición de estas figuras y sus funciones surgieron de la sustitución que tuvieron que realizar en Cuba, y otras partes de América, los primeros africanos. Fue así como crearon familias religiosas que reemplazaron en el aspecto religioso la función de los clanes a los que habían pertenecido, ya que su religión estaba basada en el culto a los ancestros, y éstos lo eran del clan, que en realidad era su verdadera familia. Padrinos y madrinas vinieron a retomar el papel que tenían los mayores en la cultura yoruba. Como mayores que son, deben de ser respetados por todos sus ahijados, porque llevan más tiempo en la religión y se les supone mayor conocimiento, el bien más apreciado entre los creyentes debido a lo difícil y complicado del aprendizaje de ésta. Los problemas aparecen, cuando en un padrino (o madrina) se da falta de honestidad, no enseña lo suficiente, o tiene el ego muy grande y trata con arrogancia a sus ahijados y aspirantes, debido a que un padrino o madrina es para siempre y se tiene la obligación de interactuar con ellos y el resto de la familia religiosa. De vez en cuando se dan desavenencias e incluso rupturas, y una situación no muy agradable aparece cuando un padrino/madrina se traslada a residir en un lugar lejano, algo que entre los cubanos no es extraño. Este tipo de problemas parecen ser los más frecuentes con el aumento de creyentes y la aparición de oportunistas que convierten la religión en una forma de ganarse la vida, haciendo de ello su objetivo primordial. Así, para estas personas, participar en rituales y ceremonias, y consultar a quienes tienen problemas y buscan explicación y solución a sus problemas, pasa a ser una prioridad con el fin de explotar la capacidad de cobrar los derechos correspondientes. Algunas personas ajenas a esta problemática que se acercan de buena fe, suelen ser víctimas de estos desaprensivos que desprestigian la religión. 4. Gran número de obligaciones y prohibiciones Para comprender este aspecto hay que pensar que cada orisa tiene sus gustos y preferencias, correspondiéndole un tipo de comida al tiempo que rechaza ciertos productos, una determinada forma de bailar, unos colores con que adornar tronos y fundamentos y que deben de ser de elección preferente a la hora de vestirse, y determinados animales y ofrendas. Ser "hijo" de un orisa implica seguir los preceptos y cumplir con las prohibiciones y mandatos, ya que de lo contrario acarrearía automáticamente pérdida del ashé, y por tanto algún tipo de desgracia. La prueba más dura a la que hay que someterse es la de la iniciación, la cual dura una semana aunque el proceso se alarga durante un año, y que salvo que el orisa que se recibe lo exima debido a las condiciones desfavorables, se deberá vestir de blanco y llevar la cabeza tapada después de haber sido rasurada en la iniciación, portar los collares recibidos, no dar la mano a nadie, comer en el suelo, estar en casa antes de la puesta de sol, no salir a divertirse, restringir las relaciones sexuales a un mínimo, no comer nunca más aquello que ha sido señalado en la iniciación, amén de las obligaciones de tipo religioso que comienzan tras la iniciación. Todo ello durante un largo año, tras el que después de tres rituales obligatorios, el iniciado podrá considerarse como verdadero religioso lucumí, es decirolorisa, u omo orisa (hijo de un orisa). A partir de entonces, no deberá comer ciertos alimentos, tendrá que evitar vestir algún color determinado, y hacer todo aquello que le fue recomendado en su itá, una de las ceremonias de la iniciación en la que se le interpreta el oráculo que le corresponde y se le habla sobre su pasado, presente y futuro. En este ritual de varias horas se le dan las directrices conforme a las que habrá de vivir desde entonces de acuerdo a lo que dicta su orisa personal, que ya lleva consigo en la cabeza o en los hombros. Prohibiciones son también las que se desprenden de los oráculos cuando aparece que no se deben de realizar ciertas acciones. Conscientes de que es peligroso e irresponsable no respetar las prohibiciones, los religiosos toman decisiones, o dejan de tomarlas, en función de lo que se les haya dicho en las consultas. 5. Aprendizaje largo, difícil y complicado Esta una de las mayores dificultades con que se encuentran las personas que ingresan a la religión. Sólo aprenderse los mitos del panteón yoruba requiere esfuerzo y paciencia, ya que son muchos y además existen versiones diferentes. Sin embargo, son los complicados rituales lo que más dedicación requiere, al punto de que se dan críticas y discusiones acerca de su conocimiento y puesta en práctica entre religiosos que llevan varias décadas de iniciados. Existen tantos rituales y exigen tal grado de aprendizaje, que solo es posible su adquisición si se tiene la suerte de tener en la familia religiosa alguien que tenga mucho conocimiento de ellos y esté dispuesto a transmitirlo. Cuestión aparte son aquellos rituales que son del dominio de ciertos especialistas y que quedan fuera del alcance del resto de los religiosos. El lugar donde se realizan los rituales, quiénes participan, cuándo y cómo, el comportamiento a seguir, los bailes, la música, los sacrificios, los implementos utilizados, las canciones, las oraciones en lengua yoruba, vestimentas, prohibiciones, el orden en que se lleva a cabo cualquier ritual, los colores, frutas, y un largo etcétera, son de gran trascendencia para que tengan éxito. Solamente intentar comprender la composición de las entidades divinas que rodean a Olodumare, su jerarquía, experiencias, relación con el Ser Supremo y con los seres humanos, las diferentes manifestaciones o avatares, y sus enseñanzas a través de los odun que componen Ifá, exige un gran esfuerzo. Todo ello se debe ir aprendiendo gradualmente, con paciencia y constancia, que según uno de nuestros informantes puede llevar unos siete años hasta que se adquiere un conocimiento aceptable, aunque esto depende del interés que se ponga y de la enseñanza que se haya recibido, ya que hay santeros con tres años que saben mucho, mientras otros que llevan varias décadas saben menos. Todo este arduo aprendizaje sólo se consigue asistiendo a todas las celebraciones religiosas posibles, en las que habrá que observar y preguntar (el papel de los mayores es fundamental aquí). De nuevo, disponer de alguien dispuesto a transmitir el conocimiento es indispensable. El desconocimiento o la falta de respeto hacia la ortodoxia exigida en la realización de los rituales conllevará la falta de crédito o la pérdida de prestigio ante los demás religiosos, independientemente de que no se contentará a los orishas. El caso de los babalawos representa el máximo de dificultad, puesto que al dominio de muchos rituales, debe añadirse el aprendizaje de la interpretación del oráculo de Ifá, lo cual implica intentar aprender los doscientos cincuenta y seis odun o letras del sistema, cada uno de los cuales comprende una serie de versículos o patakís, con lo que es fácil ver un babalawo que después de varios años de iniciado todavía continúa memorizando versículos. Esta costumbre está basada en las tradiciones africanas de transmisión oral, puesto que los babalawos disponen de todos los odun y versículos por escrito, y aunque la tradición obliga a memorizarlos, hay quien piensa que hoy en día no tiene sentido realizar tan gran esfuerzo. 6. Elevado coste económico Suelen decir algunos lucumís sarcásticamente que esta religión es para ricos por el altísimo coste que supone su práctica. Si se acude a la tradición, se pone de manifiesto que este capítulo es una desviación de la religión, y que no existe ningún argumento convincente para que un creyente tenga dificultades para iniciarse o llevar sus prácticas a cabo con normalidad. Es muy común encontrarse con creyentes, que tras unos cuantos años de haber alcanzado el primer grado de iniciación, no tienen la posibilidad de "hacerse santo" o "coronarse" por falta de medios económicos. Bien es cierto que en teoría no es estrictamente necesario alcanzar ese nivel, ya que supone convertirse en sacerdote, pero todo el mundo sabe que es la aspiración de cualquier creyente y que se da una frustración si no se alcanza. Se alega que según la tradición es suficiente con pagar con un coco y dos velas, pero lo cierto es que existen unos precios más o menos estipulados, que para las personas con pocos recursos resultan una pesada carga. Hemos oído decir a alguien que necesitaba consultarse, pero que en las circunstancias en que se encontraba no podía permitirse pagar los veinte pesos (dólares) que costaba la consulta, y menos ofrecer un sacrificio, con lo cual se sentía desamparada. No obstante un oriaté o babalawo que sea buen religioso atenderá a una persona con problemas aunque no tenga dinero. Lógicamente, la religión en Florida y Estados Unidos se ve imbuida por la cultura que la rodea, y en este caso el materialismo y la comercialidad la impregnan hasta convertir el aspecto económico en uno de los más desagradables. La puesta en práctica de la religión se ve influenciada por la mayor disponibilidad económica de este país, y por tanto, vestidos, tronos, las soperas que contiene los fundamentos religiosos, los adornos, y todos aquellos implementos usados en la práctica religiosa, suelen ser vistosos y sobre todo caros, dándole una imagen a la religión que poco tiene que ver con su origen africano, donde en lugar de cerámicas de China se empleaban calabazas y recipientes de barro. Es necesario entrar en el cuarto religioso de un creyente lucumí en Estados Unidos para apreciar el lujo que van aplicando a sus implementos religiosos y por tanto el dinero que invierten en sus prácticas. No obstante, el mayor gasto para un lucumí suele ser el de la iniciación, que dependiendo de qué santo u orisa sea el que se va a recibir, puede llegar a costar hasta doce mil dólares si se trata de Eleguá. Ello es debido a que los rituales se prolongan durante una semana (algunos lo acortan por problemas de trabajo) en los que participan varios santeros y babalawos, a los que hay que pagar sus derechos, darles de comer, invitar a otros religiosos y amigos a los que se ofrecen comida y bebida, ofrecer sacrificios, comprar ropas e implementos religiosos, y muchas cosas más. Todo esto supone un elevado coste que no todo el mundo es capaz de desembolsar. Dos cosas hay que señalar en defensa del elevado coste que supone la práctica de esta religión: 1) aunque sus practicantes no sean muy conscientes, uno de los valores de la cultura yoruba ha sido siempre la esplendidez. En efecto, cuando se asiste a una ceremonia lo que más llama la atención es la abundancia de todo, hasta dar la sensación de que la sobriedad es una falta grave. 2) Como la relación con la religión es tan profunda, sus practicantes, como nos dijo uno de ellos, quieren mostrar que el bienestar económico que consiguen, son capaces de volcarlo en la parte material, de ahí el lujo que generalmente se observa. entre los lucumís de Estados Unidos. En cualquier caso, el asunto del coste de la religión en cuanto a la iniciación y los derechos a pagar por las consultas y los servicios, es uno de los que más enturbia la credibilidad de la religión lucumí. Esta faceta, junto al mal uso que se hace del poder, la desacredita al tiempo que pone de manifiesto cómo muchas personas inescrupulosas hacen uso de ella aprovechándose de la buena fe de otras, mostrando así un cuadro en el que se pone de relieve la corrupción moral que a menudo muestran muchos cubanos como consecuencia de la situación deplorable que les ha tocado vivir. 7. Incomprensión de la sociedad La sociedad cubana siempre se mostró ambivalente con respecto a las religiones de origen africano practicadas en la isla. Por un lado se las calificó en general como primitivas y producto de la ignorancia y la superstición, idea proveniente de la interiorización de una mentalidad europea que se creía muy superior a las culturas africanas. Por otro, se acudía a los "brujos" en busca de cualquier remedio para los problemas físicos, económicos, morales, sentimentales, de justicia, etc. Incluso las élites blancas tenían cierto respeto y curiosidad hacia unos poderes desconocidos y temidos, aunque mostrasen desprecio para creencias y prácticas de una clase social considerada inferior. No en vano muchos de ellos fueron criados por sirvientes negras que los dormían mientras les contaban historias relacionadas con su religión y cultura. Lo que queremos decir es que por mucha incomprensión que hayan podido demostrar los cubanos hacia la religión lucumí, todo el mundo había escuchado historias que hacían referencia a la efectividad de los "trabajos" realizados por personas que practicaban alguna de las religiones originadas en África o el espiritismo. Muchos estaban familiarizados con las figuras más conocidas del panteón yoruba, habían asistido a la celebración de algún tambor, o bien habían acudido a un babalawo o a un santero(a) de reconocido prestigio para que le solucionara algún problema. Si la cosa era muy grave y se pensaba que la "brujería" era la mejor solución, se solicitaban las artes de un palero, cuya religión de origen bantú ofrece la posibilidad de emplear la magia negra por medio de un espíritu con el que se a pactado para utilizarlo en beneficio propio o de otros. Otra cosa muy distinta es el cuadro con que se encuentran los lucumís en Estados Unidos, en donde una cultura impregnada de protestantismo fundamentalista percibe la acción del demonio en cualquier lugar y ocasión. A pesar de que las primeras líneas de la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos se refieren al derecho a la libertad religiosa, un conocido abogado lucumí de Hialeah, Miami, tuvo que pelear ante los tribunales, en un proceso aireado por la prensa del país, para conseguir el derecho a sacrificar animales al igual que islamitas y judíos. Claro está que para la mentalidad anglosajona, es difícil de digerir que regularmente aparezcan ciertos envoltorios, despojos de animales, frutas, etc., en el campo, los ríos, las playas, líneas de ferrocarril y otros lugares. Al final se consiguió el derecho a sacrificar, y una brigada especial de Miami-Dade tiene que pasar por ciertos lugares periódicamente y recoger lo que depositan los santeros. Esa puede ser la parte molesta para el resto de la sociedad, porque las ceremonias se llevan a cabo en las casas particulares, excepto cuando se alquila algún salón con más capacidad para celebrar algún evento, siendo la música de los tambores el único indicador de que se trata de una ceremonia religiosa. Fuera de esto, lo lucumís no se dan a entender en ningún sentido, no hacen proselitismo y llevan a cabo su práctica en la privacidad, aunque durante el año de la iniciación suelen ir vestidos de blanco, algo que en una sociedad como la norteamericana, donde casi nadie anda por la calle, tampoco suele ser frecuente encontrarse con un iyawó o iniciado. En nuestra opinión, esta religión es incomprendida no porque se canta y se baila o se entra en trance (algunas denominaciones protestantes también lo hacen), no porque se sacrifican animales, puesto que islamitas y judíos también los llevan a cabo. Creemos que la explicación radica en que es una religión de origen africano, es decir de negros a quienes se ha considerado como inferiores. La presentación insultante y llena de prejuicios y falsedades con que Hollywood ha tratado el tema (como en la película The Believers), explotando una imagen de primitivismo y barbarie, con el fin de alimentar el morbo de una sociedad necesitada de sensaciones fuertes que le hagan salir de su monotonía, o el tratamiento que suele dar la prensa a esta religión, ponen de manifiesto la incomprensión de la sociedad. Esta actitud, fomenta la percepción negativa de la sociedad hacia una religión que para colmo practica el secreto, con lo cual ofrece argumentos a quienes quieren ver en ella una obra demoníaca, visión muy acorde con el espíritu protestante más intransigente. 8. Ambiente enrarecido Lo primero que se percibe al acercarse a la religión lucumí es que a pesar de la acogida favorable, existe una barrera que no permite conocer lo que sucede en su interior. Sobre este capítulo se podría escribir largo y tendido, por lo que vamos a hacer referencia a algunos de ellos de forma escueta. El secreto es algo que se manifiesta desde el primer momento, y que si bien es atribuible a la tradición de las sociedades secretas africanas y a la actitud defensiva que se vieron obligados a poner en marcha los lucumís en la sociedad esclavista, hoy en día no tiene tanta razón de ser fuera de los rituales que por tradición han hecho uso de él, a no ser que se esté empleando por otros motivos que nada tienen que ver con la religión. Es así cómo algunos desaprensivos se escudan tras la excusa del secreto para no enseñar la religión a sus ahijados, con el fin de mantenerlos ignorantes y dependientes de ellos, con lo cual se aseguran visitas constantes, y por supuesto el pago de los derechos correspondientes. Ello sin contar con el mecanismo de poder del que disponen sobre sus ahijados y consultantes, que en un medio difícil para los emigrantes puede suponer una forma de compensación a la posible pérdida de autoestima debida a los efectos negativos del ámbito migratorio. Los aspectos económicos sobrepasan al posible abuso de algunos padrinos sobre sus ahijados y consultantes ajenos a la religión. Alrededor de la religión lucumí giran toda una serie de actividades de las que surgen intereses económicos importantes. Un religioso que ha sido iniciado se convierte en sacerdote de la religión, y al exigir ésta mucha dedicación y tener un elevado coste, frecuentemente surge la tentación de pretender hacer de ella un modo de vida. Lo que ocurre en esta religión es que al no estar institucionalizada, y por tanto no disponer sus especialistas de un salario que les permita vivir de la religión, y al ser Estados Unidos un país con un elevado coste de vida, resulta difícil sobrevivir si no se tienen ingresos asegurados. Así, las dificultades aparecen si no se es llamado suficientemente para participar en los rituales (en los que se debe ser remunerado), o el número de consultas y trabajos realizados no dan para pagar las cuentas, o "billes", que genera una sociedad tan consumista como es la norteamericana. En este contexto, la ocasión está servida para que se den todo tipo de triquiñuelas y malas artes con el fin de mantener dependientes a las personas que requieren de los servicios religiosos. Con esto tampoco pretendemos decir que esta actitud esté generalizada, pero sí se escucha que se dan bastantes abusos. Uno de los aspectos más negativos que muestra la religión, es la aparición en escena de una serie de personajes involucrados en actividades delictivas. Es conocido que tanto en Cuba como en Estados Unidos han ingresado en la religión personas que ya se dedicaban al narcotráfico, o que bien han pasado a practicarlo como forma de obtener ingresos fáciles. Es conocido el hecho de que hay santeros y babalawos en la cárcel debido a sus actividades con el narcotráfico. Este hecho, junto con el secreto, las formas africanas, los abusos en el aspecto económico, los sacrificios, y la mala imagen ofrecida por los medios de comunicación, realimenta la desconfianza de la sociedad hacia la religión lucumí y sus practicantes. De este modo, cuando una persona se acerca a un padrino o madrina, y por tanto a una casa religiosa, es necesario que sienta un ambiente cordial y honesto que le permitan tomar confianza y fijarse en la parte positiva de la religión. Lo que suele ocurrir con frecuencia, y más en los últimos tiempos en que se acercan a la religión personas de otros ámbitos culturales, es que la aproximación se realiza como consecuencia del padecimiento de dificultades. Por esta razón, estas personas se encuentran psicológicamente debilitadas y por lo tanto son propicias para que se de con ellas una cierta manipulación con vistas a obtener de sus necesidades un beneficio económico. Otro de los aspectos negativos que se perciben son personalismos y afán de poder, que aparecen en ciertos religiosos que intentan erigirse como representantes y organizadores de la religión, o al menos en desempeñar un papel preponderante entre los religiosos. Aquí la cosa es más difícil, porque como ya se explicó, se funciona por medio de familias o casas religiosas que prácticamente se mueven con plena autonomía, aunque el resto de los religiosos sepan más o menos cual es su forma de actuar. Los diferentes intentos de organizarse y poner cierto orden en la religión han resultado un fracaso, precisamente por ese afán de protagonismo y por cuestiones personales entre religiosos, ello sin contar con una actitud muy cubana de negarse a perder la independencia y autonomía de que gozan en el ámbito de su casa religiosa. Otro de los lamentables problemas que se perciben es el rechazo por parte de muchos santeros(as) hacia los babalawos, algo que viene de lejos y que tiene un origen diverso. Para comenzar, lo babalawos son poseedores del mayor conocimiento y son imprescindibles para muchas ceremonias, consultas o para entregar ciertos atributos. La escasez que se dio en Cuba de estos especialistas (en Brasil desaparecieron), el hecho de mostrarse arrogantes algunos de ellos por su mayor conocimiento, o el rechazo que muchos gays sienten por ellos (los babalawos no pueden ser gays), y algunos babalawos por los gays, ha conducido a que muchos santeros(as) prescindan de sus servicios y usurpen algunas de sus funciones, con lo cual se genera un ambiente desagradable que emite una imagen de desunión y poca seriedad. Estos son algunos de los problemas más importantes que arrastra la religión y que enrarecen el ambiente, al punto de que algunos religiosos prefieren practicar la religión en su casa, evitando así exponerse a las consecuencias que de ellos se derivan, y deciden no participar en ceremonias comunes. Alguien que se acerca a la religión puede que no sepa exactamente que está ocurriendo, pero sí percibe algo extraño en el ambiente al observar actitudes y comportamientos, que de momento no puede explicarse, pero que resultan llamativos en un medio supuestamente religioso. Y a pesar de ello... Pues sí, a pesar de todo sigue habiendo muchas iniciaciones, lo cual nos conduce a pensar que la religión lucumí debe necesariamente cubrir una serie de necesidades y ofrece algunas satisfacciones. Hay que aceptar las formas africanas, lidiar con la incomprensión de la sociedad, sortear abusos, manipulaciones e intentos de protagonismo, realizar un gran esfuerzo económico, y no dejarse impresionar por el secretismo impuesto y la mala fama que muchos supuestos religiosos han proporcionado a la religión. El que lo consigue y llega a la esencia de esta religión, se encuentra con algo que le llena su vida, con una creencia que le muestra el camino a seguir hasta conseguir que su espíritu se divinice saltándose todos los obstáculos que va encontrando en la vida. En ese proceso se familiariza con espíritus y divinidades y aprende de las experiencias que ellos tuvieron, entablando una relación personal con una de ellas a la cual podrá consultar siempre que lo desee, no sin cumplir siempre sus preceptos y consejos ofrecidos mediante los oráculos. Aprenderá que esta vida es sólo un trámite y que tiene reservada una eternidad mucho más elevada conforme progrese espiritualmente tras las reencarnaciones necesarias. No es fácil, sin embargo, el trayecto que hay que seguir para convertirse en un buen olorisa. El aprendizaje será costoso y requerirá mucha dedicación, pero a cambio se encontrará sumergido en una creencia en la que es posible el contacto directo con unas divinidades conceptualizadas como energías de la naturaleza que hacen funcionar el mundo. Habrá que aprender a propiciarlas, a compenetrarse con ellas, a buscar sus favores, a canalizar sus efectos, pero sin olvidar que todas esas energías son expresiones o manifestaciones de un Ser Supremo, Olodumare, que todo lo dirige. El contacto con todas esas fuerzas o energías es lo que proporciona cierto poder a los ya iniciados, que pueden verse tentados de emplearlas para fines que no son correctos. Una creencia tolerante y no proselitista como ésta, advierte que cada persona tiene la libertad de actuar a su antojo, pero que si no se rectifica, el castigo será aplicado puntualmente. Sobre este tema, los lucumís siempre tienen historias ilustrativas que ejemplifican el incumplimiento de las normas. No obstante, como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, muchos lucumís incurren en dos faltas comunes: el empleo de la religión para fines no religiosos, y la antropomorfización de ésta. Aparentemente, no parece ser Estados Unidos un lugar muy propicio para convertirse en lucumí o santero. Aunque visto de una forma positiva, quizá el hecho de sufrir una sociedad tan materialista, fomenta el que los cubanos, y también otros latinoamericanos, encuentren en la santería, no sólo el fortalecimiento de su religiosidad, sino el gran apoyo psicológico que supone sentirse parte de un grupo con el que identificarse. Muchos de los eventos y ceremonias, además de su parte religiosa, ofrecen una ocasión perfecta para socializar, divertirse y sentirse parte de una cultura que se niega a dejarse engullir por el mundo anglosajón. Si eso es bueno o malo, cada quien debe decidirlo por sí mismo. Uno no se olvida fácilmente de su cultura, sus costumbres, la forma de comprender el mundo y de relacionarse con los demás. Si a todo ello añadimos la parte espiritual y religiosa, que como es sabido es el mejor refugio en tiempos de dificultades, podemos entender mejor cómo una religión como la lucumí resulta funcional para muchas personas. Esta religión ofrece resultados y respuestas instantáneas por medio de los oráculos, permite obtener ayuda de la red religiosa a la que se pertenece, proporciona identidad y un espacio para autoreivindicarse y ser reconocido, y como extra, permite socializar y hasta entretenerse con los aspectos lúdicos de ciertas ceremonias. Resulta evidente a todas luces que los practicantes lucumís están en la religión por su propia voluntad, ya que nadie ha tratado de convencerlos para que ingresen en ella. Más bien son ellos los que tienen que poner bastante esfuerzo e interés para convertirse en santeros. Pudiera parecer según lo expuesto anteriormente que existen demasiadas cosas negativas que rodean esta práctica. Ciertamente hemos conocido algunas personas que la han abandonado, e incluso han pasado a formar parte de alguna iglesia fundamentalista. Sin embargo, nuestra experiencia es de que las personas que la practican se encuentran muy realizadas, satisfechas y seguras de su religión, además de mostrar un espíritu muy tolerante con respecto a otras creencias. Ser lucumí o practicante del culto a los orishas, parece significar en primer lugar, tener comunicación y acceso directo con las divinidades, y a través de los oráculos, disponer de la capacidad de solventar los problemas cotidianos de la vida, y eso significa resultados inmediatos, en contraposición a la idea del cristianismo de sufrir aquí para ser compensado en la otra vida. También ofrece esta religión la posibilidad de acercarse en esta vida a la vida del más allá, comprendiendo mejor la gran incógnita que ha producido siempre en los humanos lo que ocurre después de la muerte. Por último, a los lucumís se les brinda la oportunidad de ser ellos mismos sacerdotes de la religión, y aunque existen jerarquías, no se da un orden tan severo como en otras religiones. Si a todo ello se añade la ausencia de grandes dogmas, nos encontramos con una creencia que podríamos entender como más humana por ser más asequible a sus practicantes. Todas estas razones pueden explicar el motivo por el que esta religión se va extendiendo en una sociedad dominada por la modernidad. En las leyes fundamentales del país se plasma un espíritu de respeto a la diversidad que en la práctica no resulta fácil de conseguir. Es esa posibilidad que permite la ley de llevar a cabo una actividad religiosa, siempre que se respeten las normas culturales, la que permite a los lucumís expandir su religión por todo Estados Unidos. Una religión que se muestra capaz de explicar el mundo y el más allá a personas inmersas en la sociedad más avanzada del planeta, y que gracias a su carácter pragmático y utilitario, ayuda a solventar los problemas y necesidades de sus practicantes. En un país que va despojándose del lastre del racismo y la discriminación poco a poco, en el que todavía existe el lamentable KKK, aunque se mueva en la sombra y en forma minoritaria, la expansión de la religión lucumí puede parecer como si los orishas africanos se estuvieran tomando la revancha para compensar la tremenda injusticia perpetrada contra sus hijos. Resulta irónico que sea en el país que mantuvo leyes segregacionistas con los negros hasta los años sesenta, donde se de una expansión espectacular del culto a los orishas y ancestros, del cual la religión lucumí solo es una versión más. Este hecho no llama la atención a los babalawos, quienes aseguran que en uno de los odus del cuerpo de conocimientos de Ifá se habla de la expansión de la religión de los orishas al otro lado del Atlántico. A pesar del éxito aparente de la expansión, no por ello dejan de darse fuertes presiones que la ponen a prueba. La llegada masiva de nuevos creyentes, muchos de los cuales no son cubanos, la influencia de otras religiones y creencias, la desunión entre los lucumís, la "modernización" de la religión imprimiéndole un aspecto más acorde con esta sociedad, así como la influencia, a veces no muy positiva, que ejerce la literatura que aparece sobre la religión, son aspectos que la tienen en jaque obligándola una vez más a demostrar su capacidad para sobrevivir en circunstancias adversas. Hasta
la fecha, los "humildes" orishas
africanos han demostrado su capacidad de supervivencia fuera de su
entorno
natural. En Estados Unidos, la religión lucumí tiene que
competir en el mercado religioso con otras creencias que están
más
conectadas a la modernidad, y por tanto resultan más digeribles
para la cada vez más uniforme y pragmática mentalidad del
mundo occidental. El reto es grande. ¿Lo conseguirán en
el
futuro, o se trata de que las dificultades inducen a buscar apoyo en
una
religión de estas características? ... Quizá un babalawo
encuentre una explicación entre los patakís de
alguno
de los odus. |
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