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El
movimiento cocalero surge en el seno de la
violencia. Cuando el mundo, y específicamente Estados Unidos,
decidió
que la lucha contra las drogas era un objetivo prioritario y que el
control
de la manufactura de cocaína era el eje principal de
ésta,
América Latina emerge en el mapa como el principal objetivo: los
países productores de la hoja, entre los que se cuentan en orden
de importancia, Colombia, Perú y Bolivia, comenzaron a ser el
blanco
de una serie de acciones destinadas a controlar el cultivo. Dicho
control
se pensó en tres ejes: a) el surgimiento de una
legislación
acorde con estos objetivos, b) la paulatina sustitución de la
economía
de la coca por una economía alternativa y por último, c)
el control policial y militar de la erradicación de la hoja de
coca
y de las zonas productoras (Lanza1999).
En Bolivia las políticas antidrogas fuero particularmente violentas: la legislación boliviana surgida de los objetivos de la Drug Enforcement Agency (1) (de ahora en adelante DEA) es abiertamente inconstitucional y han llenado las cárceles de pequeños agricultores de la hoja de coca. Adicionalmente, las erradicaciones se han realizado y se realizan en un marco de absoluta impunidad por parte de los erradicadores, quienes han cometido todo tipo de violaciones a los derechos humanos en este proceso, que se agudizó posteriormente por la militarización de las zonas cocaleras. Ello ha llevado a la permanente presencia de fuerzas militares bolivianas y de la DEA, con el consiguiente hostigamiento diario hacia los productores y dirigentes sindicales. El proceso de la erradicación se ha implementado en el área, ha sido llevado a cabo sin el desarrollo exitoso de una economía alternativa, por lo que la sobrevivencia de los productores se pone en jaque a cada erradicación (Ver: Acción Andina y TNI 1999;. Lohman y Roncken 1995; Levine 1994; ILDIS 1993; Lanza 1999; Flores y Blanes 1984; Carvajal 2003; Poppe 2003). Es por ello que cuando decimos que el movimiento cocalero surge de la violencia, no nos referimos solamente a la violencia física cometida y que se sigue cometiendo en el Chapare: nos referimos a la violencia que implica la amenaza sobre el sustento de los productores sin ninguna alternativa, nos referimos a la violencia de una ley antidrogas que persigue a los campesinos y no a los grandes del narcotráfico, nos referimos a la violencia con que se reprime las manifestaciones en contra de la erradicación (Zegada 2002; Red Andina de Información y CEDIB 1996; Levine 1994; Ballesteros, Illanes y Suaznabar 2001). En resumen, entendemos, para los efectos de este trabajo la violencia como aquella intención, acción u omisión mediante la cual existe una imposición de voluntad sobre la de otros, generando daños de tipo físico, psicológico, económico y cultural. Esta
violencia ha tenido una respuesta en
la los sindicatos campesinos agrupados en las Cinco federaciones del
trópico
de Cochabamba. A partir de la década de los ochenta explotan en
el Chapare una serie de conflictos que han marcado una cierta tendencia
de relación entre el movimiento cocalero y el estado boliviano,
una relación de desencuentros, enfrentamientos, represión
y resistencia.
Principales hitos del
conflicto
en el Chapare
El prolongado e intenso conflicto ha implicado a un fortalecimiento de la organización sindical en el Trópico y, posteriormente, al paulatino desplazamiento de la participación de los cocaleros de la arena estrictamente sindical a la arena de la política nacional, configurando un nuevo sujeto en la política boliviana. Sin embargo, la centralidad que ha tomado este movimiento en la política nacional no responde solamente al fenómeno de la violencia dada en el marco de las erradicaciones de cultivos de hoja de coca, sino fundamentalmente a la articulación de un discurso capaz de entregar una nueva lectura a los fenómenos de violencia (entendiendo ésta en términos amplios, como lo señalamos anteriormente) que se encuentran en la historia boliviana desde los tiempos de la conquista. Para entender aquello se hace necesario señalar que durante las numerosas crisis políticas, existen elementos de una "nación boliviana" que emergen con fuerza y que no están contemplados en el discurso oficial como parte de dicha nación. Existe una idea que pervive en la sociedad boliviana y que hace referencia a dos naciones: la nación invasora y nación invadida: "Siempre ellos han buscado el interés de los ricos y nosotros buscamos el interés de los pobres, entonces por lo tanto siempre estos partidos tradicionales, desde mucho tiempo atrás han siempre buscado someternos a nosotros más la esclavitud día que va pasando, años que van pasando buscando cómo más someternos a la esclavitud y eso ha sido siempre" (entrevista a Wilde Moscoso, dirigente cocalero, 2003 ). Dicha fractura ha tratado de ser superada en varias ocasiones, siendo el más importante intento el que se desarrolla al alero de la revolución de 1952, la que intenta una relectura y reinterpretación de la memoria, con el fin de crear una nueva hegemonía y un nuevo sujeto político nacional. Durante este intento, los hitos de las luchas de resistencia y rebeliones se connotan positivamente, haciendo notar cada vez más la presencia del pueblo boliviano en las luchas políticas, todo ello con un sólo objetivo: legitimar el nuevo orden (emanado de la revolución de 1952) transformando la "conciencia colonizada", produciendo una nueva síntesis, un sujeto con nuevas identificaciones: el sujeto nacional. A pesar de ello, el rol jugado por las clases dominantes en Bolivia ha jugado muy en contra de ello: "han pujado por mantener -y usufructuar- los mecanismos de dominación coloniales, siendo incapaces de reclamar el derecho a gobernar presentando sus propios objetivos como aquellos que hacen posible la realización de los objetivos universales (y emancipatorios) de la comunidad" (Stefanoni 2003: 3). Ello toma importancia si analizamos el concepto de hegemonía, la clave para este trabajo pues ahí vemos que para que haya una hegemonía del bloque dominante es necesario también que exista una dimensión material, que el bloque dominante haga aparecer sus intereses como coincidentes con los del conjunto de la sociedad, que se muestre "desarrollando las fuerzas productivas en el sentido de la historia" (Ferreira, Logiudice y Thwaites 1994). De no ser así, el bloque dominante pierde la dirigencia (la dimensión política de la dominación) y sólo es dominante, en tanto posee poder coactivo, pero no genera consenso (Gramsci 1992). Ello es sin duda el caso del estado boliviano y los grupos dominantes que han estado en él, puesto que han sido incapaces de generar un proyecto de país que sea inclusivo (Zermeño 1985) lo que repercute en: "la percepción de las instituciones estatales como las encargadas de sancionar y mantener una desfavorable relación de fuerzas inicial para los sectores subalternos, consagrada por la guerra de conquista" (Stefanoni 2003: 4). Esa es la gran fractura de la sociedad boliviana, su violencia fundante y el punto de partida para entender la emergencia de un sujeto hegemónico al alero de otros grupos de la sociedad. Según
Laclau, la hegemonía es
el mecanismo que constituye a los sujetos mediante una
interpelación.
Dicha interpelación es capaz de articular distintas posiciones
de
los agentes, otorgando una cierta unificación ideológica
(Laclau 1986; Laclau 1985). Durante los tiempos de apogeo del
estaño,
la hegemonía estaba en manos de la COB y los mineros eran su
sujeto.
Una vez que el poder de la COB se ve mermado, se produce una
dispersión
de antagonismos, en el sentido de Laclau, en el campo de lo
político,
no existiendo ningún sector con la capacidad de producir una
articulación
entre éstos. El movimiento cocalero y el MAS: De la coca a la soberanía nacional En ese
marco, surge el movimiento cocalero.
Inicialmente, este movimiento es estrictamente sindical y su labor es
la
defensa de la hoja de coca frente a las políticas de
erradicación. La
centralidad que el tema de la coca posee para Bolivia nos puede
ayudar
a entender cómo se transitó desde el plano sindical al
plano
político en menos de una década: El año de mayor
participación
en el PIB de la economía de la coca, las estimaciones iban desde
un 53, 4% a un 64,6%. Lanza (1999) estima que la economía ilegal
de la coca habría sustentado los ajustes estructurales de la
economía
boliviana, por lo que la erradicación constituía un golpe
no sólo a los campesinos cocaleros, sino también a
Bolivia
en general. Por otro lado, todas la relaciones con Estados Unidos
están
condicionadas a la definición e implementación de
políticas
antidrogas, lo cual es central si consideramos que 15% del PIB de los
últimos
años están representado por la asistencia multilateral,
bilateral
y las ONG (Grebe 2002). Por otro lado, debemos considerar que la hoja
de
coca posee una raigambre cultural muy fuerte entre la población,
para esa "nación invadida" de que hablábamos
anteriormente,
que no sólo la cultiva, sino que la consume en lo cotidiano
(Mamani
2003). La violencia de la erradicación y la fuerte
oposición
de los sindicatos expuso el conflicto a nivel nacional, obligando a
todos
los sectores a pronunciarse sobre el tema, así como frente a las
violaciones de derechos humanos cometidos en el proceso de
erradicación.
Ello no sólo fortaleció e hizo aumentar el poder sindical
al interior del Chapare, sino que también les permitió
comenzar
a establecer conexiones con otros sectores sociales, una red de
solidaridades
a nivel nacional (Ballesteros, Illanes y Suáznabar 2001). Características del discurso cocalero: equivalencia y significante vacío En el marco de un conflicto de gran intensidad y de una verdadera guerra mediática, uno de las grandes victorias del movimiento cocalero es aquella que se liga con la resignificación de la hoja de coca. Para Laclau, este mecanismo en el terreno social se denomina Equivalencia (Laclau 2002; Laclau 2002; Laclau y Mouffe 2004; Laclau 1986; Laclau 1985), que funciona discursivamente creando una cadena de equivalencia entre términos, lo que finalmente deriva en un vaciamiento del sentido: ello se denomina un significante vacío (un significante sin significado). La función de dicho significante vacío, para este autor, tiene que ver con la posibilidad de nombrar un objeto imposible, pero necesario: la plenitud de la comunidad: "el cuerpo encarnante tiene que expresar algo distinto de si mismo pero como, sin embargo, este "algo distinto" carece de identidad propia, sus únicos medios de constitución son los contenidos pertenecientes al cuerpo encarnante" (Laclau 2002: 25). Cuanto más extendida es la cadena, mas prevalece el "nombrar" por sobre las referencias particulares de cada elemento de la cadena. Este el caso de lo ocurrido con la hoja de coca, para este caso específico. Mediante una hábil batalla ideológica, el movimiento cocalero logra liberar la hoja de coca de su asociación al tema del narcotráfico y la cocaína, mediante una construcción de una cadena de equivalencias que permite el tránsito de la significación de la hoja de coca como "la hoja de nuestros antepasados" a ser el símbolo de la defensa de la dignidad nacional y su memoria, así como de la soberanía frente a Estados Unidos, convirtiéndola en un tema de importancia nacional. Así la coca en sí no nos habla de una simple hoja: pierde su significado en tanto que la defensa de ésta no se remite sólo a la hoja, nos habla de un tema de dignidad nacional, de defensa frente al intervencionismo, un rescate de la memoria de los antepasados, Etc. De ahí que el grito "causachun coca" (viva la coca) no tenga una referencia sólo a ésta y es por ello que se dice en todas las manifestaciones, no sólo en aquellas vinculadas a la erradicación de la coca El tema de la militarización de las zonas cocaleras y la presencia de fuerzas de la DEA en el país con completa impunidad hizo reafirmar el tema de la soberanía nacional y el intervencionismo norteamericano, que veíamos anteriormente en la resignificación de la hoja de coca: "debe haber relaciones siempre para buscar en nuestro país algunas mejoras, puede ser intercambio de productos, intercambio de ideas, así, pero no, no, no esa relación para someter a un país al ver que es pobre, que tiene poco progreso, que es lo que hace Estados Unidos con Bolivia y otros países, es someter con los préstamos que hace, de esa forma dejarnos a nosotros dependientes siempre y él siempre quiere mandar, y siempre quiere hacer lo que quiere en nuestro país, esas cosas no debía de haber" (entrevista a Wilde Moscoso; dirigente cocalero, 2003). La instalación de bases militares norteamericanas, la presencia de la DEA en la erradicación fue leída desde este lugar por las organizaciones sociales, las que la interpretan como un neocolonialismo activando la memoria de esa guerra colonial inconclusa que subsiste en la "nación invadida", se produce una "emergencia de una interpretación de la historia boliviana como una perpetua prolongación de esa derrota inicial, como un tránsito del colonialismo español al colonialismo interno" (Stefanoni 2003: 4). Una vez llegado este punto, el movimiento cocalero se plantea de lleno una participación a través del MAS (2) en el terreno de la política formal aunque sin abandonar nunca su estructura sindical: en la lectura desde esa guerra de conquista inconclusa, las derrotas sufridas por las organizaciones sociales en la historia son resignificadas, las luchas actuales, los muertos y encarcelados encuentran, por primera vez desde los tiempos de la COB, un eje común: "La interpelación de este partido está dirigida a todos los sectores populares, a las "mayorías campesinas, clases medias y pobres de las ciudades que no se sienten representados" (Zegada 2002: 147). De esta manera, comienza la construcción de un antagonismo (Laclau 1985 y 1986) capaz de aglutinar ya no sólo al sujeto clasista de la COB, el minero, sino a toda esa nación invadida, los postergados de siempre. Dicha construcción de antagonismo opera bajo el mecanismo de la equivalencia, que es capaz de articular los antagonismos presentes en la sociedad en base a una contradicción única. La hegemonía articula distintas posiciones de los sujetos, no necesariamente vinculados al proceso productivo (Laclau 1985, 1986, 2002 y 2004). De ahí que el movimiento cocalero estableció discursivamente una cadena de equivalencias en base a un antagonismo básico: defender el interés de los pobres (+)/ defender el interés de los ricos (-). Operando de la misma forma que veíamos anteriormente, podemos ver que esa "defensa del interés de los pobres" en si mismo no posee un significado: es un significante vacío, en tanto con dicha expresión lo que se intenta es nombrar es una gran cantidad de elementos: "luchar como pobres por la vivencia", "hablar la verdad y defender los derechos del pueblo", "defender los recursos naturales", "ayudar a los pobres", "tener un trato de igualdad", "trabajar para las bases". Ese mecanismo de vaciamiento de sentido es el que permite que la especificidad de las demandas incluidas en el polo "defender el interés de los pobres" sean superadas, lo que permite una interpelación mucho más eficaz, en tanto da espacio a que los obreros, los campesinos aimaras y quechuas, los estudiantes y los profesionales progresistas pudieran ser interpelados por esta ideología, aunando los antagonismos presentes en la sociedad boliviana en una articulación única. Siguiendo a Laclau, podemos hablar de lucha popular democrática, en tanto el sujeto interpelado no es un sujeto de clase sino el pueblo: "El pueblo es una determinación objetiva del sistema, que es diferente a la determinación de clase: el pueblo es uno de los polos de la contradicción dominante en una formación social, esto es, una contradicción cuya inteligibilidad depende del conjunto de relaciones políticas e ideológicas de dominación y no sólo de las relaciones de producción" (Laclau 1986: 122). De la misma manera, vemos que ese "defender el interés de los ricos" está construido mediante el mismo mecanismo: es un significante que ha sido construido a través de una cadena de equivalencias, que incluye términos como "someterse a las imposiciones del banco mundial", "desigualdad", "dependencia de los países desarrollados", "aprovecharse de las bases", " entregar las empresas a las transnacionales", "no respetar lo que quiere el pueblo", etc. Este tipo de hegemonía, para Laclau, se articula en base a un discurso que se funda en el antagonismo (Laclau 1985, 1986 y 2004), como veíamos: defender a los pobres (+)/ defender a los ricos (-), pero que contempla también otros sistemas de equivalencias que no se pueden soslayar, aún cuando hay un antagonismo básico. Así vemos que el discurso cocalero se articula en torno a esa contracción clave, pero también divide el espectro político (siempre alrededor de la contradicción clave) entre el MAS y los partido tradicionales, mostrando así la encarnación visible del sujeto interpelado, el MAS, en tanto es concebido como el "instrumento político" del pueblo, el sujeto político por excelencia y muestra también la encarnación visible de su antagonista: los partidos tradicionales, operando con la misma lógica de la equivalencia que explicábamos anteriormente. Para este caso, el significante MAS también es construido en base a una cadena equivalencial: implica no sólo el sujeto por excelencia, en tanto pueblo, organizaciones sociales, sino también una forma de operar en la vida política, una forma de hacer política, que incluye: el "consultar a las bases y que las bases decidan", "informar a las bases", etc. Sin embargo, cabe señalar que "los efectos, en la estructuración de la cadena, de los restos de particularidad que siguen operando en ella. Estos restos son absolutamente esenciales para cualquier equivalencia, ya que si no estuvieran presentes, la cadena se resolvería en una simple identidad de sus eslabones" (Laclau 2002: 55). Ello es importante de considerar puesto que ello limita que se le agreguen elementos contradictorios a la cadena: no puede incorporarse el elemento "imponer a las bases" dentro de ella, porque hay términos que se oponen. Así, los "partidos tradicionales" implican no sólo un sujeto antagónico para el enunciador del discurso, al igual que en caso del significante MAS, éste término implica una apuesta política en términos de gestión, una manera de insertarse y operar en la vida política nacional, que pasa por una oposición a la forma connotada positivamente: "no informar a las bases", "no decidir con las bases", etc. También podemos ver la lógica de la equivalencia operando en otra de las contradicciones claves del discurso analizado: los objetivos de ambos sujetos antagónicos asociados también a una dimensión temporal, sistema político contra la clase pobre (-) asociado al presente, construido en base a una cadena de equivalencias que permite la inclusión de términos como "neoliberalismo", "estar sometidos a los países desarrollados", "desigualdad", "política directamente dictatorial", "política que favorece a los ricos del mundo", "gobierno asesino", "sistema político que no beneficia a la población civil", etc. y sistema político a favor de la clase pobre, asociado a un proyecto, a lo deseado: "igualdad", "política que beneficie nuestro país", "política que favorece a los pobres", "Bolivia que sea de los pobres", etc. A
través de este discurso y una sólida
estructura sindical, el movimiento cocalero logra un abrumador triunfo
en las elecciones municipales, obteniendo en un primer momento, 10
alcaldías
y 49 concejalías, consolidando su dominio posteriormente en
nuevas
elecciones municipales con un quinto de las alcaldías del
trópico.
En las elecciones parlamentarias, asimismo, obtiene cuatro diputados,
entre
ellos Evo Morales, quien posteriormente sería el candidato
presidencial,
obteniendo una contundente segunda mayoría. La efectividad de la
interpelación del MAS se observa en la alianza entre campesinos,
pobres urbanos y clase media intelectual que fue el sustento de la
contundente
votación de Evo Morales y en el aumento en las filas de MAS.
Ello
significó "una derrota moral de las élites dominantes lo
cual, en una sociedad racista como la boliviana resulta más
contundente,
pues pone en entredicho la certeza de mando inaceptable y naturalizado
que los grupos privilegiados han producido durante todo este tiempo"
(Linera,
citado en Stefanoni 2003: 12). Identidad y discurso hegemónico Cabe señalar que el tema del discurso es relevante para este trabajo porque no existe práctica social que se constituya al margen de los discursivo, en tanto toda práctica social es productora de sentido: existe una construcción discursiva de los sujetos y de los antagonismos (Laclau 1985). Sumado a ello, debemos recordar la relación existente entre discurso e ideología, para lo cual hemos rescatado los planteamientos de Althusser en torno al tema de la interpelación como constitutiva de la ideología, mecanismo constitutivo de los sujetos: "La categoría de sujeto es constitutiva de toda ideología, pero al mismo tiempo y de inmediato agregamos que la categoría de sujeto nos es constitutiva de toda ideología sino sólo en tanto toda ideología tiene la función (que la define) de "constituir" en sujetos a los individuos concretos" (Althusser, citado en Ernesto Laclau 1986: 113). Siguiendo a Laclau, podemos decir que la interpelación discursiva constituye a los sujetos, por lo que también constituye una nueva identidad en la que éstos se reconocen y desde la cual leen su cotidianidad. En ese sentido, una crisis hegemónica como la vivida por Bolivia al decaer el poder de la COB como sujeto repercute necesariamente en una crisis de identidad (3), el resurgimiento de la pregunta de ¿quiénes somos?. En ese momento de la "guerra de trincheras" de la que nos hablaba Gramsci, la lucha por una nueva hegemonía consiste en que cada sector intenta rearticular una nueva unidad ideológica, una nueva interpelación lo suficientemente poderosa para generar una hegemonía: "una de las formas posibles de resolución de la crisis por parte de la nueva clase o fracción hegemónica consiste en negar todas las interpelaciones menos una, desarrollar ésta en todas sus implicaciones lógicas y transformarla en una crítica al sistema existente y, a la vez, en un principio de reestructuración de todo el campo ideológico" (Laclau 1986: 116). Este es el caso del discurso cocalero surgido en el seno de una completa crisis de hegemonía, en tanto existía ausencia de un sujeto capaz de reestructurar el campo ideológico: hubo una negación de todas las otras interpelaciones, la marxista, la minera, la indigenista radical y la neoliberal, articulando un discurso basado en un antagonismo básico que se transformó en una crítica radical a lo existente en el campo político y económico, logrando una hegemonía y una redefinición del discurso de los otros sujetos políticos: "Este nuevo discurso le permitió a la izquierda reconstituir formas de interpelación eficaces y "pluralizar centros de irradiación discursiva" luego de más de una década y media de discurso único neoliberal; esta vez con rostro indio y movilizando una fuerza social fundamentalmente rural: cocaleros del Chapare y los yungas de la Paz y comunarios aimaras del Altiplano" (Stefanoni 2003: 2). Cuando hablamos de hegemonía no estamos hablando de una desaparición de otros sujetos, sino que el discurso hegemónico es capaz de constituir a un sujeto hegemónico, pero también implica que los otros sujetos no interpelados deben reestructurar su discurso en función de éste, deben generar un "sistema de narración" capaz de desarticular el discurso ideológico de la fuerza opuesta, en la idea de que la hegemonía no es nunca una cosa completamente consolidada, sino que implica una constante lucha de los sujetos en ese campo de trincheras (Laclau 1985, 1986 y 2002; Pereyra 1985; Laclau y Mouffe 2004). Con el
surgimiento de este discurso hegemónico,
se produce el surgimiento de un nuevo sujeto y, por ende, de una nueva
identidad. La identidad cocalera surgió como una identidad
alternativa
a la identidad india o de pobre urbano, pues toma elementos del sujeto
indígena y también del sindicalismo minero, transmitido a
la zona por los mineros relocalizados, organizadores de los primeros
sindicatos.
Como correlato del discurso, la identidad cocalera posee un fuerte
rechazo
al sistema político económico actual y apela a los otros pobres
como el sustento para su transformación. Acá se hace
necesario
contemplar un tema que hemos dejado al margen: las clases sociales. Si
bien hemos planteado, siguiendo a Laclau, que la hegemonía es
una
articulación de distintas posiciones, no necesariamente
vinculadas
a la posición en el proceso productivo (clases en estricto rigor
de la teoría marxista) y que por lo tanto, no todas las
contradicciones
o antagonismos pueden ser reducidos a una contradicción o lucha
de clases, debemos señalar, siguiendo al mismo autor, que toda
contradicción o antagonismo está sobredeterminado por la
lucha de clases (Laclau 1986). Y es aquí donde
retomamos
los supuestos básicos del marxismo, pues de lo contrario
caeríamos
en una concepción completamente idealista de los antagonismos y
contradicciones sociales: existe una determinación de las
relaciones
de producción en última instancia sobre la
formación
social. Decíamos anteriormente que la interpelación
cocalera
respondía a lo que se puede denominar una ideología
popular
democrática, en tanto el sujeto interpelado no es un sujeto de
clase
sino el pueblo. Pues bien, a partir de lo anterior podemos
decir
que la lucha de clases a nivel ideológico implica también
un esfuerzo por articular en un discurso único las
interpelaciones
de clase y las interpelaciones popular - democráticas, puesto
que
ésta última posee un elemento de clase indudable y el
poder
integrarlo al discurso de clase es la principal tarea en
términos
de la lucha por la hegemonía: "toda clase lucha a nivel
ideológico
a la vez como clase y como pueblo o, mejor dicho, intenta dar
coherencia
a su discurso ideológico presentando sus objetivos de clase como
consumación de los objetivos populares" (Laclau 1986: 123). En
el
caso del movimiento cocalero, su discurso representa un intento muy
exitoso de articular un discurso de clase (la interpelación a la
clase pobre) con un discurso popular democrático (su
interpelación
al pueblo y las clases medias). De esta manera vemos que la potencia de
este discurso y lo que lo ha hecho tan explosivo a nivel social es que
mediante su lógica de equivalencia ha logrado construir un
antagonismo
básico, una articulación de posiciones que incluye la
dimensión
de clase y la dimensión popular, lo que le ha permitido un grado
de interpelación altísimo y la construcción de
un sujeto y una identidad política nueva. Después de las elecciones, ¿qué pasa ahora con el sujeto hegemónico? El auge del movimiento cocalero y el MAS se basó en su capacidad de construir un sujeto hegemónico mediante la interpelación de amplios sectores sociales. A pesar de ello, la práctica parlamentaria no ha sido todo lo exitosa que podría esperarse, tanto en términos de logros concretos como en mantención de dicha hegemonía. En primer término, el discurso cocalero fue capaz de aglutinar en tanto era un discurso que surge en una minuto de ausencia total de una unidad ideológica capaz de ejercer una hegemonía. Por otro lado, la interpelación capaz de aunar la dimensión de clase a la dimensión popular hizo que constituyera un sujeto hegemónico transversal a la sociedad boliviana. La contradicción en función de sus objetivos: sistema contra la clase pobre (-)/ sistema a favor de la clase pobre (+), lograba articular los antagonismos presentes en torno a uno sólo y presentar un proyecto político que poseía proyección y potencia en tanto que planteaba la posibilidad de un orden distinto, un orden que debía pensarse, discutirse, construirse colectivamente. Sin embargo, la prematura electoralización presenta problemas cuando estamos hablando de una contradicción de este tipo: si bien esboza el tema fundamental, carece de especificidades que le permitan hoy, enfrentar una labor parlamentaria y municipal con un norte claro. Ello lo observamos, por ejemplo, en una posición de desprecio por las instituciones parlamentarias (4) y una acción política organizada dirigida a llegar a ellas. De la misma manera, el polo "defender el interés de los pobres" de una de las contradicciones fundamentales del discurso, al ser un significante vacío, posee capacidad de interpelar amplios sectores, pero no entrega herramientas que permitan desprender acciones políticas concretas acordes con ese "interés de los pobres". Aunque reconocemos, siguiendo a De Riz y De Ípola, que dentro de una unidad hegemónica pueden darse elementos que no sean lógicamente compatibles entre sí, dichas inconsistencias están obstaculizando un tránsito hacia un discurso con mayores especificidades, con un proyecto más definido: hoy se hace urgente que el movimiento cocalero resuelva este tema, a riesgo de perder el sustento popular de sus posiciones, considerando que la prematura parlamentarización del movimiento lo pone en la vitrina pública cuando aún no se encuentra consolidado. Entendemos también que la batalla ideológica ganada por el movimiento cocalero a través del MAS no se reduce sólo a los triunfos electorales, sino a la creación de una nueva identidad política: aquí estamos hablando de la "dirección moral e intelectual" de las que nos hablaba Gramsci. Si retomamos el hilo de la argumentación teórica sobre la sobredeterminación de la lucha de clases por sobre otras luchas, vemos que la transformación de las ideologías se dan en el marco de esa lucha de clases, de esa lucha por la hegemonía: en la producción de sujetos y la articulación y desarticulación de discursos (Laclau 1986). La nueva identidad política creada por la interpelación cocalera no es un todo constituido en plenitud, sino en constante construcción por esa misma lucha. En ese marco, la prematura electoralización impone transformaciones discursivas y, por ende, identitarias. Algunas de estas transformaciones son imprescindibles, como veíamos anteriormente, pero otras pueden atentar seriamente contra la hegemonía del sujeto cocalero. En el marco de un parlamento como aparato moldeado organizativa e ideológicamente por las elites dominantes, la readecuación del discurso cocalero en función de poder insertarse en ese espacio puede jugar en contra de la interpelación de clase y la interpelación popular articulada: "Se trata de una lucha entre dos alternativas implícitas en la lucha misma: que los nuevos grupos sociales logren transformar las instituciones, o que la lógica de las instituciones -moldeadas ideológica y culturalmente por los grupos dominantes- consiga diluir, a través de la cooptación, la identidad de los grupos subalternos" (Stefanoni 2003: 2). La prioridad alcanzada por el espacio electoral dentro del discurso cocalero también implica un paulatino abandono de la dimensión más local y sindical, sustento primordial de la organización y su discurso. Para algunos autores (Linera 2003), este paso es fundamental para la constitución del movimiento cocalero y el MAS como un referente político de importancia y la ausencia de ello, es lo que ha implicado un cierto declive del movimiento. Discrepando con este autor, podemos señalar que el sustento principal de la organización cocalera es su dimensión más local y su capacidad de interpelación muchas veces estuvo marcada por la posibilidad de llegar, a través de los sindicatos, a lugares apartados con un discurso que permitía leer lo global, pero nunca descuidando lo local. A nuestro parecer, si existe un cierto declive es precisamente por el abandono de este sustrato sindical y local, impuesto por la lógica parlamentaria y que ha implicado un cambio discursivo e identitario importante. Para entender aquello debemos remitirnos al rol que poseen los sindicatos en la zona del trópico, en donde existe una identificación entre comunidad campesina y sindicato (Viola 2003), identificación que hace que toda actividad colectiva curse a través de la acción de éste: "la construcción y/o mantenimiento de caminos, canales de riego, escuelas o cualquier otra infraestructura de interés comunitario es una de las actividades más emblemáticas de los sindicatos de base y un claro ejemplo de su eficiencia en tanto que organización comunal, cuyas funciones abarcan prácticamente todas las esferas de la vida cotidiana" (Viola 2003: 483). Es por ello que una de las mayores fortalezas del partido MAS es su estructura sindical y su abandono implica, sin lugar a dudas, la pérdida del control formal e informal de los dirigentes, así como la posibilidad de los afiliados de incidir en la toma de decisiones de éstos en problemáticas de carácter nacional: "En las esferas nacionales su actividad se centra en una lucha política cuyos argumentos y cuyos resultados escapan frecuentemente a la percepción y control de las bases; la desvinculación de la cúpula sindical de la esfera directamente productiva y de la vida cotidiana en general, convierten a los niveles superiores de la pirámide sindical en un superestructura relativamente autónoma y diferenciada de la vida campesina" (Viola 2003: 490). A esto debemos sumarle que, por las características del poder político institucional en Bolivia, el rol de los diputados del MAS es más bien escaso, lleno de frustraciones para el movimiento y sin ninguna capacidad de influir en las decisiones, lo que ha generado fuertes críticas en la estructura sindical y las organizaciones sociales. El
movimiento cocalero y el MAS se encuentra
en una fase crucial de su desarrollo: Es el momento definir, de darle
especificidad
al discurso cocalero, definir su posición frente al parlamento
(antes
de ser cooptados por ellos) y frente a sus prioridades, con el riesgo
que
ello implica para el sujeto hegemónico y su identidad
política,
pero asumiendo el peligro que implica no hacerlo: perder su lugar en la
escena política y sus posibilidades de construir un orden
distinto.
Agradecimientos: A mis padres, por darme la memoria. A las Cinco Federaciones del Trópico de Cochabamba, por enseñarme a trabajar por ella. 1. Principal agencia del Estado norteamericano encargada de la interdicción al narcotráfico. Nace en 1973, derivada de la política antinarcóticos de Nixon. A pesar de ser la más importante, no pocas veces entra en contradicciones con otras agencias, como la CIA. 2. Movimiento al Socialismo: Surge en 1995 bajo el nombre de Partido de Pueblos y Naciones Originarias. Luego es llamado Asamblea para la Soberanía de los Pueblos. Se crea definitivamente en 1999 bajo la sigla MAS ISP. No posee estructura propia, su orgánica es la misma estructura sindical de las Cinco Federaciones del Trópico de Cochabamba, por ello los cocaleros le llaman "el instrumento político". 3. "La derrota de la Marcha por la Vida y por la Paz de agosto de 1986 en defensa de la minería estatal marca un poderoso punto de inflexión, que le 'puso fecha' al declive de las viejas formas de acción colectiva y agregación de los sectores subalternos, cuya columna vertebral fue durante más de cuatro décadas el sindicalismo minero, y abrió paso aun nuevo escenario caracterizado por la profundización de la fragmentación social y la pérdida de antiguas 'seguridades ontológicas'" (García Linera 2000: 102). 4. "Para mí el tema
del voto pasa a segundo plano, creo más en las luchas sociales,
porque con las marchas y bloqueos cambiamos leyes, anulamos decretos,
hacemos
aprobar leyes (...) el parlamento sirve por lo menos para ser expulsado
y donde la gente puede tener una idea de qué son los partidos
tradicionales"
(Evo Morales, La Prensa, 11 de enero de 2002).
Bibliografía Acción Andina Ballesteros, Ignacio (Cecilia
Illanes y Mirtha
Suaznabar Flores, Gonzalo (y José
Blanes) Grebe, Horst ILDIS Laclau, Ernesto Lanza, Gregorio Levine, Michael Lohman, María (y Theo Roncken) Poppe, Osvaldo Red Andina de Información y
CEDIB Salazar Ortuño, Fernando Spedding, Alison Stefanoni, Pablo Zegada, María Teresa |
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