Pedro
Gómez García:
Las estructuras de lo
simbólico.
Granada, Comares, 2005:
320 páginas.
Por:
Martín
de la Rosa
Observar y describir una
cultura particular o algunos de sus rasgos no tendría hoy mucho
sentido, si no fuera con miras más amplias. Analizar la cultura
andaluza sólo obtiene su justificación en un marco teórico
antropológico y en el encabalgamiento de contextos sociopolíticos
que nos remiten a la vertebración de España, a la construcción
de la Unión Europea y a una mundialización que se plantee
la problemática del conjunto de la humanidad. Tal enfoque se vuelve
imprescindible para evitar las aberraciones del etnicismo, sea en sus
formas
de etnocentrismo regionalista o de nacionalismo étnico. Porque ni
siquiera Andalucía está libre de tentaciones de ese tipo,
acaso por un mimetismo malsano, bajo la máscara del agravio y el
victimismo, o por puro desnorte político.
El acercamiento, que este
libro efectúa, a determinados manifestaciones concretas de la cultura
popular andaluza, con interés en su estricta particularidad, va
en la dirección opuesta al enfoque particularista o diferencialista,
que pretendería entificar y etnificar una «identidad andaluza»
singular, ya se conciba inmune al paso de los siglos, ya como
cristalización
de un proceso histórico privilegiado. De este modo, participa en
el debate actual entre el comunitarismo multiculturalista y el
universalismo
reilustrado y humanista, tomando partido por éste último.
El desarrollo de la sociedad
andaluza y su cultura está inscrito en procesos históricos
generales, de España, Europa y el mundo, a la par que vinculado
a las estructuras locales e incluso a la incidencia de los
comportamientos
individuales de la población. Lo pertinente, desde un punto de vista
teórico, es indagar las relaciones sistemáticas y los acontecimientos,
a veces aleatorios, en sus interacciones complejas.
De ahí la importancia
que se concede a los aspectos teóricos de la investigación
antropológica, a la hora de afrontar cualquier trabajo de campo;
en este caso, el estudio de unos retazos de la cultura popular en
Andalucía.
Resulta obligado adoptar un punto de arranque etnográfico, centrarse
en la documentación de campo, aunque ésta verse sólo
sobre un fragmento o una modesta pieza del complicado tejido social.
Pero,
al mismo tiempo, es imperativo no quedarse en la descripción,
superficial
o detallista, regida por unos estereotipos castizos, a menudo
sobreentendidos.
Por eso, como exigencia de objetividad y autocrítica, hay que indagar
en los supuestos no expresos, desde los que estoy analizando el
fenómeno
cultural, o -lo que viene a ser lo mismo- plantear cuáles deben
ser las bases epistemológicas que guíen o inspiren la investigación
antroposocial.
El libro recoge una serie
de trabajos que giran en torno a una misma línea de investigación,
en la que la cultura andaluza, sobre todo en ciertas facetas que se
consideran
populares, constituye el objeto de estudio en el plano empírico.
De hecho, se organiza el contenido del libro en cuatro secciones. En la
primera parte, Preludios teóricos, abre la obra con el afán
de destacar la importancia que entraña el planteamiento epistemológico
y metodológico para la observación y el análisis sociocultural.
El capítulo 1 se inicia con una disertación sobre
el pensamiento simbólico-mítico-mágico, presentándolo
como una constante antropológica, por su omnipresencia en las
sociedades
humanas. Se trata de su interpretación, su estructura, su función
social y su significado. El capítulo 2 se detiene en precisar
el concepto de «estructura» y su valor, ya que desempaña
un papel crucial como modelo teórico que servirá de pauta,
o al menos de inspiración estratégica, a los análisis
subsiguientes. Mientras que el capítulo 3 hace de puente
hacia los estudios más concretos, que seguirán después,
al revisar las nociones de «cultura popular» y de «identidad
étnica», en sus condiciones sociales de formación y
evolución.
Bajo el lema de Mitificación
de la memoria histórica, la segunda parte agrupa tres textos
basados en el trabajo de campo, referentes a representaciones de «moros
y cristianos», que tienen lugar con ocasión de fiestas patronales
o populares. Constituyen un caso ejemplar en el que la gente vuelve a
contar,
cada año, la historia de los orígenes de su sociedad y su
identidad cristiana, en contraste con el otro, musulmán.
El capítulo 4 explora los orígenes de esos dramas
históricos, mitificadores de la conciencia histórica; examina
la difusión geográfica los textos en el área granadina
y se interroga por su significado. En el capítulo 5, que
recupera el manuscrito de una versión antigua, lleva a efecto la
transcripción, ofreciendo el texto completo; a la vez, se esboza
un análisis estructural del relato, asociado al esquema mental
legitimador
de la conquista, y se hace ver el influjo del contexto social en la
distorsión
de la historia y en las mutaciones simbólicas del argumento a lo
largo del tiempo. Esta parte concluye con el capítulo 6,
donde se ahonda aún más en el análisis estructural
de estos dramas de moros y cristianos, a partir de un texto actual de
la
Alpujarra (zona epicentro de esas representaciones); se descubre la
forma
dualista del pensamiento subyacente y, a través de la comparación
con las danzas de la conquista americana, se desvela un mecanismo
mental
y social mucho más general.
La parte tercera, bajo el
rótulo de Eficacia simbólica del ritual, se recogen
tres ensayos sobre un fenómeno como el curanderismo tradicional,
mucho más extendido de lo que se cree. El trabajo de campo se extendió
por las provincias orientales de Andalucía, atendiendo a unos modos
de acción terapéutica en los que predomina el simbolismo
ritual. Un cuarto ensayo, sobre un rito católico, señala
la difusa frontera entre unos ritos y otros, e incluso entre lo popular
y lo oficial. El capítulo 7 se adentra en el oficio de
curandero,
las creencias que lo sustentan, relativas a la concepción de la
enfermedad y la curación, sus prácticas curativas en el entorno
actual de nuestra sociedad, así como el antagonismo y complementariedad
de hecho entre la etnomedicina y la biomedicina científica. El capítulo
8 parte de una caracterización del curanderismo «tradicional»
andaluz, para avanzar hacia una comprensión de su terapéutica,
tanto desde la visión o las explicaciones subjetivas de los propios
curanderos como desde la teoría etnológica del antropólogo,
planteando la cuestión de cómo la «eficacia simbólica»
puede curar realmente, al menos en casos determinados. El capítulo
9 profundiza en la actuación ritual que ponen en práctica
los códigos curanderiles, tratando de descifrar los mecanismos de
la curación, en los que no sólo de da una confluencia de
factores empíricos y simbólicos, sino que unos y otros interactúan,
poniendo en evidencia verdaderos efectos biológicos de lo simbólico.
A modo de estrambote, el capítulo 10 cierra esta tercera
parte, diseccionando un ritual católico, celebrado con ocasión
de la inauguración del curso universitario; esto da pie a repensar
la naturaleza de los ritos, sus mecanismos profundos, su función
social de adoctrinamiento y su ínsita ambigüedad.
La cuarta y última
parte, Disolución de la identidad cultural, comporta a la
vez una constatación histórica y una tesis antropológica,
aunque acaso con un inconfesado deje de nostalgia por unos modos de
vida
cada vez más arrasados o arrinconados por la modernización.
El capítulo 11 denuncia los «ídolos de la tribu»,
esto es, las idealizaciones identitarias o etnicidades o
nacionalidades,
tan adoradas por algunas clerecías políticas y académicas
y las plebes que concitan. Así, se ironiza sobre Andalucía
«como raza, etnia y nación», para mostrar la artificiosidad
de toda tipificación étnica y para postular otro marco teórico
en el que entender la diversidad cultural. En fin, el capítulo
12 pasa revista a un siglo de estudios sobre la cultura popular
andaluza;
luego problematiza el propio concepto de «cultura popular»,
para demostrar que, en último análisis, la cultura popular
no es sino la cultura normal, o parte de ella, y como ella sujeta a la
evolución histórica.
En el epílogo, el
autor vuelve a recalcar, a manera de conclusión, las críticas
a toda visión estrecha de la identidad cultural, convertida en
reificación
o idealización o mitificación de un puñado de diferencias,
a veces sólo imaginarias, esgrimidas como bandera de discordia.
A lo largo de todo el libro,
subyace una preocupación reflexiva sobre el enfoque del método
que sirve a la organización de los datos y que regula los análisis
particulares, rastreando en lo particular sus perspectivas de
universalidad,
que lo inscribirán en el ámbito de la teoría. Ahora
bien, el vuelo teórico no se satisface con alcanzar el nivel de
los mecanismos explicativos o la inteligibilidad de unos principios
estructurales,
sino que su meta es poder comprender mejor también, desde ahí,
importantes problemas prácticos, sociales y antropolíticos,
a los que, como humanos, nos encontramos a todas luces confrontados. En
suma, el propósito más deseable será contribuir a
la eliminación de ideologías necias, nocivas, como lo son
el racismo, el etnicismo y la xenofobia.
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