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Introducción El Estado Amazonas de la República Bolivariana de Venezuela, con capital en Puerto Ayacucho, está compuesto por siete municipios (Atabapo, Atures, Autana, Manapiare, Maroa, Río Negro y Alto Orinoco) en donde se distribuyen los pueblos indígenas del territorio (piaroa, ye'kuana, curripaco, guahibo, yeral, baré, piapoko, mako, puinave, sanima yawarana, baniva, parane y yanomami). La Esmeralda ocupa la cabecera municipal de Alto Orinoco y en ella reside la alcaldía. A orillas del Orinoco, situada a 3º10' latitud norte y 65º32' longitud oeste, y a 68 metros de altitud sobre el nivel del mar, cuenta con un censo de unos 400 habitantes. Dentro de la localidad se aprecian tres barrios: la Lomita, donde viven mayoritariamente miembros de la etnia yeral, la Costa, habitada sobre todo por arahuacos, y la zona ye'kuana. Además posee una iglesia católica, un colegio e internado también católico llevado por misioneros salesianos, un colegio bolivariano intercultural bilingüe, una gran pista de aterrizaje para aviones pesados gestionada por militares, un centro Humboldt perteneciente al Ministerio del Ambiente, destinado en principio a la investigación científica, aunque ocupado en la actualidad también por militares, y una casa de la cultura, ocupada generalmente por yanomamis que van o vienen de paso. Por otro lado, cuenta con varios depósitos o bombas para almacenar gasolina, una planta electrógena para la producción de energía eléctrica, y antenas satelitales que permiten recibir señal de televisión, señal telefónica y conectar con Internet.
Desde el Puerto de Samariapo, a una hora en automóvil de Puerto Ayacucho, el transporte de pasajeros por río hasta La Esmeralda dura unas 12 ó 13 horas en lancha rápida o voladora, lo que equivale a dos o tres días en bongo, según la carga que lleve y el motor que utilice, o a dos horas de avioneta. Lugar distante de los centros urbanos y de difícil acceso, con escasa producción agraria y pesquera y un denso sistema político administrativo del que viven un buen número de personas. Este
municipio abarca en
su conjunto el terreno donde
habitan
los yanomami, la etnia más
numerosa en el lugar con sus más de 7.000 individuos (1),
los cuales se encuentran dispersos
en numerosas comunidades o shaponos. La Esmeralda
constituye el lugar de encuentro de
muchos yanomamis que acuden allí como el sitio más próximo donde se
reproduce el
esquema más avanzado de la sociedad rural venezolana. Pero ¿qué
encuentran en ese lugar?
¿cuál es el modelo de desarrollo que desde allí se les propone? ¿qué
atrae a los yanomamis
a La Esmeralda? ¿cómo reaccionan a los estímulos que allí encuentran?
¿qué les aporta en
el presente? y ¿qué panorama se dibuja para el futuro? Serán éstas las
preguntas que aquí
responderemos, en base a la experiencia de campo recogida en cuatro
visitas breves durante
los años 2002, 2005, 2006 y especialmente durante las tres semanas allí
vividas en el mes
de noviembre de 2007 con motivo de ultimar la trascripción y traducción
del yanomami al
español del material registrado en cintas magnetofónicas, acerca de una
investigación sobre
la construcción cultural del cuerpo, llevada a cabo en el Alto Ocamo y
aún en desarrollo.
El sistema político-administrativo y militar El Presidente Hugo Chávez, en una de sus numerosas apariciones públicas dentro de la campaña electoral por el "sí" de la Reforma Constitucional votada el 2 de diciembre de 2007, dijo por radio y televisión que "La Esmeralda es un ejemplo de desarrollo por la inversión hecha en comunicación y por la escuela bolivariana que allí funciona". Pero, si bien a cierta distancia del lugar sus palabras pueden ser creíbles, sobre todo para sus incondicionales, observado de cerca la percepción es bien distinta, aunque, lo primero que habría que aclarar es a qué tipo de desarrollo se refiere. ¿Se trata sólo de ampliar la masa social de partidarios bien conectados o hay algo más? ¿Cómo es la vida cotidiana en ese lugar? Uno de los hechos más chocantes que un visitante encuentra a los pocos días de llegar a La Esmeralda es la carencia de mercado de abastos. A la vista del caudaloso río que tiene justo al lado, abundante en peces, y de las grandes extensiones de terreno libre para cultivar con que cuenta, no existe lugar alguno donde poder comprar pescado ni tampoco yuca o plátano. En los numerosos comercios existentes, sobre todo del barrio de la Costa, se puede comprar arroz, pasta, leche en polvo, refrescos o conservas, además de todo tipo de utensilios, pero nada de lo que se puede producir u obtener del propio territorio. Unido a la ausencia de producción para el mercado interno y más aún externo, llama la atención otro hecho generalizado como es el reproche de la población por sentirse abandonada o muy poco atendida por la Gobernación o el Estado venezolano, lo que no deja de suponer una contradicción con lo anterior al ser dicha queja una poderosa razón para hacer producir la tierra que habitan. En las conversaciones mantenidas con los lugareños escuchamos continuamente los planes de unos y otros de viajar a Puerto Ayacucho para reunirse con alguien o no se sabe muy bien para qué; o a Maracay, aprovechando los vuelos del ejercito, para hacer algunas compras o sencillamente para pasear. Los conucos o lugares de cultivo familiares que algunos tienen suelen ser reducidos y sirven de complemento a la dieta de la propia familia, al igual que algún que otro caribe que eventualmente se pesque, sin que se produzcan excedentes para la venta. Las idas y venidas a la tienda para comprar no paran sin embargo de producirse; pero ¿de dónde sale el dinero? ¿De dónde obtienen los recursos para subsistir si no es de la tierra o del río? Sorprende saber que en La Esmeralda tan sólo un hombre se dedica a vender el pescado (valentón, yapara, pavón) que captura cada varios días, que no suele ser mucho para que se lo queden los dueños de dos restaurantes y los primeros que lleguen al puesto de venta. Único pescador reconocido que vende, al que se une otro cada dos o tres semanas que viene de Capibara, en el brazo Casiquiare, para vender también su mercancía. De la horticultura no existe ni una sola persona que se dedique a poner en venta su producción, como pudimos comprobar. En contraste con estos números, nos informaron en la alcaldía que ésta cuenta con 167 empleados, distribuidos por la localidad y las distintas comunidades pertenecientes al municipio; empleados con distintos encargos o competencias como: sanidad, educación, infraestructura, transporte o turismo; empleos que en la práctica, como observamos, resultan inoperantes, unas veces porque no hay órgano, contenido, motivo o función que cubrir, otras veces porque el cometido que entiende tener el funcionario o encargado público es cobrar cada quincena los incentivos económicos que le corresponden y no hacer valer el servicio que tiene encomendado.
Aunque parezca sorprendente, el modo de vida de los residentes en La Esmeralda y buena parte de sus aledaños está marcadamente centrado en el sistema político-administrativo por el que se gobiernan. La aspiración de todo vecino es lograr un cargo o encargo del alcalde por el que se le asigne un sueldo, que, aunque sea escaso, es fijo, y junto a lo que pueda conseguir del continuo merodeo en torno a la estructura de autoridad, le permite subsistir prácticamente sin trabajar. Quienes pertenecen a ese grupo defienden al alcalde y sus concejales por la cuenta que les trae, y quienes no han logrado entrar en esa legislatura se dedican a criticar la gestión de los gobernantes para intentar hacerlos salir antes de que termine el mandato y probar suerte con otro líder que cuente con ellos. Por la experiencia acumulada, los concejales han sido sistemáticamente acusados de corrupción, de sacar provecho de su situación en beneficio propio y de su familia, quedándose con determinados recursos económicos (2). Crítica que se hace de los actuales dirigentes o entrantes y de los pasados o salientes, así como del máximo responsable: el alcalde. El pasado edil municipal estuvo ejerciendo su función durante varias legislaturas, se le acusó de haber amasado una buena fortuna y fue condenado por el tribunal de justicia, entre otras cosas, a no ejercer jamás cargo público alguno. Así las cosas, la ineficiencia y corrupción del sistema se reproduce una y otra vez, cambiando tan sólo las personas que lo ejercen, sin que se vea alternativa alguna para mejorar. Trabajar la tierra llega a ser hasta mal visto y criticado por algunos, como nos decía un hombre del lugar que, consciente de la situación y de la trama de complicidades existentes, nos confesaba su decisión de olvidarse de meter cabeza en la alcaldía para dedicarse a ampliar su conuco en el futuro, al tiempo que su dignidad. Resulta evidente que 167 empleados de la alcaldía es un número hinchado que no tiene justificación alguna, pero, quién se atreve a rebajarlo, cuando precisamente prometer empleo en la alcaldía es la principal baza por la que uno se puede postular como alcalde. Contar con esos votos y con los de sus familias más allegadas es básico para lograr el cargo; una vez conseguido, será, como siempre, más de los mismo: los que sean designados lo vivirán con agrado y se aprovecharán de ello y los que queden fuera lo contemplarán con envidia y resignación, aunque con la esperanza de desbancar del puesto a sus rivales la próxima ocasión. A la vista de las notables deficiencias del sistema político-administrativo en La Esmeralda, la inminente puesta en marcha de los concejos comunales en este lugar puede ser una valiosa alternativa de prosperidad, en la medida que se exijan proyectos compartidos para obtener recursos económicos del Estado, y la obligatoriedad de mostrar resultados para seguir disfrutándolos. Estaría por ver, no obstante, si el factor partidista de pronunciarse a favor del gobierno sería también un condicionante en la práctica para obtener recursos y para conseguir el liderazgo de los concejos. Curiosamente y a pesar de todo, algunos residentes de La Esmeralda, criollos e indígenas (ye'kuana, yeral, arahuacos) nos decían que ese era el principal lugar donde los yanomamis, considerados inferiores, se encontraban con la civilización y en donde "se van a civilizar". En efecto, ciertos yanomamis se han acomodado al modelo que se produce en La Esmeralda y, como otros muchos nativos, viven de lo que les renta la alcaldía. Aunque son con mucha diferencia el grupo más numeroso de la región y del municipio hasta ahora, por su falta de organización y cierto complejo de inferioridad, sólo unos pocos han aspirado a llegar a ser, como mucho concejal, y lograr empleos menores de representación en la alcaldía (3). Pero ¿qué modelo de progreso o civilización están aprendiendo o copiando? Los que logran empleo de la alcaldía como representante de algo se olvida automáticamente de su conuco y vive pendiente de ver qué consigue con ello, como hace el resto. Entre los casos más llamativos encontramos a dos yanomamis que llevaban seis meses viviendo en la casa de la cultura, ya que no tienen casa propia en La Esmeralda, como "representantes y responsables de turismo para el sector yanomami"; sus tareas consisten en aguardar allí a que llegue algún turista para hacer de guía, circunstancia que ocurre en estos momentos de manera muy esporádica y por casualidad; de hecho, en los seis meses nos contaron que ejercieron de guía en tan sólo dos ocasiones. No hay motivo por tanto para desempeñar tal función de manera estable, si no hay suficientes turistas, y menos aún para vivir lejos de la familia y dejar de cultivar la tierra, pescar y cazar para ella, que es de lo que en definitiva pueden vivir. Afortunadamente la inmensa mayoría de yanomamis que pasa unos días en La Esmeralda o van a Puerto Ayacucho por cambiar de aires, regresan a su comunidad y a su modo de vida basado en la horticultura, la pesca, caza y recolección silvestre; incluso los estudiantes de la Misión regresan a sus comunidades una vez que terminan o abandonan la escolaridad a los 15 ó 16 años; y alguno que ha salido de bachiller igualmente ha regresado a su lugar de origen, renunciando a cursar estudios universitarios, desilusionado por lo que ofrece el mundo criollo. Otro gran problema existente en La Esmeralda y que podríamos considerar endémico por su persistencia a lo largo del tiempo, es el relacionado con el transporte y más concretamente con la restricción y racionamiento del combustible. En la actualidad sólo llegan por aire las avionetas, helicópteros y Hércules del ejército, dado que las dos compañías privadas que operaban tiempo atrás dejaron de prestar sus servicios, según nos contaron, por falta de liquidez. El ejército del aire ofrece apoyo gratuito para el transporte de pasajeros que lo soliciten y tengan sus documentos en regla, aunque los planes de vuelo se conocen sólo el mismo día que llega la aeronave sin que haya previsión alguna al respecto, y no siempre hay cupo para el que desee desplazarse, por lo que el viaje permanentemente está sujeto a la incertidumbre e inmediatez más absoluta.
Por río, desde hace pocos meses la empresa Transportes Gutiérrez ofrece servicio de pasajeros desde Samariapo (a una hora de Puerto Ayacucho por carretera) hasta La Esmeralda, en trayecto de ida y vuelta, cada dos o tres días, siempre que se cubra un mínimo de plazas. Con un máximo de 12 plazas, "la cuñaita", como se conoce a las lanchas de la empresa, cubre el recorrido en unas 13 horas, llegando el mismo día que sale, al precio de 150.000 Bs. (unos 70$ al cambio oficial y 30$ al paralelo). Dicha empresa debe disponer de combustible propio para el regreso, ya que no lo puede obtener fácilmente en La Esmeralda. Al margen de este tipo de transporte medio regular, muy caro para los del lugar, viajar por río no resulta nada fácil, incluso para los nativos, por las dificultades impuestas para obtener combustible. Los depósitos están custodiados y controlados por militares, que administran su contenido con mucho celo a quienes lo solicitan y demuestran tener un motivo justificado para su uso. Con mucha frecuencia indígenas llegados desde alguna comunidad deben esperar varios días hasta conseguir la gasolina que les permita volver a su lugar de origen; o lo que es lo mismo, hasta que al oficial o suboficial de turno le de la gana de acceder a la petición. Esta situación de permanente racionamiento del combustible, del todo injustificado sobre todo para quienes viven allí, provoca la especulación y el tráfico por parte de quien lo tiene guardado ocasionalmente, vendiéndolo o revendiéndolo a un precio que está muy por encima de su valor oficial. Evidencias sustantivas apuntan a que los propios militares negocian con la escasez de combustible provocada de manera artificial y deliberada por ellos mismos, lo cual resulta insólito en un país que es gran productor y exportador de petróleo, recurso con el que casi exclusivamente consigue divisas extranjeras e intercambios internacionales. Estrechamente unido al problema del combustible está la militarización de la región. Con motivo de proteger, en unos casos la frontera, y en otros un área o un recurso estratégico, los militares están desplegados por distintos puntos del Estado Amazonas, convirtiéndose, como casi todos los amazonenses apuntan, en un factor que lejos de favorecer la estabilidad y seguridad social, constituye un elemento más de agresión y corrupción que acrecienta el malestar. De acuerdo al contexto en donde se sitúan, a muchos militares, en orden creciente a su graduación, se les califica de corruptos; unas veces se trata de tráfico de oro, al quedarse con parte del que los mismos mineros obtienen con su esfuerzo; otras de cocaína, facilitando el transporte a los traficantes por un porcentaje previamente acordado. En La Esmeralda se acusa a determinados militares por la reventa de combustible, como apuntamos (4), y por el tráfico de alcohol, cuya venta está prohibida en el lugar (5). Un arawaco nos decía que en Tamatama le requisaron media botella de ron y al preguntarle el guardia nacional cómo la consiguió, le respondió que se la vendieron sus compañeros guardias de La Esmeralda, dejándolo así ir tranquilo. Al descaro de la Guardia Nacional que controlan las alcabalas del río Orinoco manteniendo negocios particulares y explotando a la indefensa población indígena, se suma la desfachatez, el maltrato psicológico y la humillación a la que someten a los nativos mostrando continuos gestos de arrogancia y abusos de autoridad. Por citar un caso, presenciado personalmente, un soldado de guardia en la alcabala de Tamatama impidió a un transportista muy conocido, con más de 20 años navegando en el río, que continuara su recorrido hasta Samariapo, por no tener el "sarpe" (autorización de salida de puerto) que le tenían que haber firmado en La Esmeralda, obligándole regresar a por él, lo que supuso la pérdida de un día de viaje y de un combustible del que se tenía justo para llegar. Dicho transportista había llevado 1.200 litros de gasolina por encargo del gobierno para el desplazamiento el día de las elecciones, viaje oficial por tanto; además, el teniente del puerto en La Esmeralda le había dicho inicialmente de palabra (no por escrito) que el sarpe se lo sellaran en Tamatama. En fin, un caso entre muchos en donde la descoordinación entre los miembros de la Guardia Nacional y la falta de solidaridad y comprensión hacia la gente del pueblo no hace más que acrecentar la penuria y hacer más difícil la vida en la región. ¿Ejemplo de desarrollo? ¿de qué desarrollo? ¿modelo de revolución? ¿de qué revolución se trata? Visto sobre el terreno poco tiene que ver las palabras "revolucionarias" del Presidente de la República, pregonando a todas horas que todo debe hacerse para el beneficio del pueblo, y que hay que servir al pueblo soberano, con la actitud de los militares, y especialmente de la Guardia Nacional, al aprovecharse sistemáticamente del mismo y sobre el que descargan sus frustraciones personales. Será que el Presidente no se ha enterado aún, tras nueve años de gobierno, de lo que pasa en Alto Orinoco, como afirman los más inocentes de sus seguidores, o será ese el espíritu real en que se traduce una "revolución" que, entre otras pretensiones, está militarizando a todos los sectores de la población.
Espejismos en la casa de la cultura y su entorno Al no tener un shapono propio o un barrio donde residir o al menos pernoctar, los yanomamis que llegan a La Esmeralda se quedan provisionalmente durante varios días o incluso semanas en la casa de la cultura (6), recinto cubierto de unos 200 m2, diáfanos en una sola pieza, con dos soportales a los lados para protegerse de la lluvia y colgar los chinchorros. Dependiendo de la temporada o de las circunstancias que acontezcan, la casa, convertida realmente en parador o lugar de hospedaje, se puede encontrar con más o menos gente viviendo en su interior. De manera regular los yanomamis que tienen alguna vinculación con la alcaldía al desempeñar algún cargo o encargo de manera formal o informal, acuden quincenalmente a La Esmeralda, junto con algunos miembros de su familia a cobrar el sueldo que le corresponde y comprar de camino algunos productos; otras veces La Esmeralda es el punto de partida para tomar un ocasional transporte fluvial o aéreo, con el apoyo de los militares, a Puerto Ayacucho, o el punto de referencia donde dirigirse para curar algún traumatismo o enfermedad en el centro de salud; de uno u otro modo el movimiento de gente es continuo. En dicha casa las familias yanomamis colocan sus chinchorros y mosquiteras para descansar y dormir, es el lugar para conversar, cocinar, donde los adultos se reúnen, hacen fuego en el exterior, los niños juegan; trasladan en definitiva parte de las costumbres cotidianas a ese lugar, aunque no las que tienen que ver con la producción o el chamanismo; y además participan de algunos comportamientos que, no sólo no forman parte de la cotidianidad en su shapono de origen, sino que contrastan de manera sustantiva con ésta constituyendo auténticos espejismos culturales.
Un primer espejismo encontrado en noviembre de 2007 fue observar recién llegado al atardecer y sin esperarlo a un grupo numeroso de yanomamis (niños/as y adultos/as) con sus labios inferiores abultados por el pee (7) delante de un televisor de 46 ó 50 pulgadas, atentos a una película japonesa de kung-fu en donde se daban patadas voladoras imposibles, que luego imitarían al día siguiente los niños en sus juegos. Estampa que se convertiría en una constante todos los días, sobre todo en las horas de la tarde y noche, en donde los DVD con películas violentas de pistoleros, luchadores o descuartizadores de personas, acaparaban la atención de muchos. El catálogo de películas en DVD que uno de los yanomamis que permanecía por más tiempo en la casa guardaba en un estuche sumaba más de 20, destacando sobremanera el género de artes marciales, seguidos del policíaco y de suspense, en donde la violencia cobraba invariablemente un papel protagonista. Desde hacía un mes sólo podían ver películas en DVD al haberse robado la tarjeta que permitía ver los programas de la televisión digital con sus encuentros de fútbol internacional, anuncios publicitarios, noticiarios, novelas rosa, propaganda política, documentales, etc. A la vista en la pantalla de acciones demasiado violentas y persistentes, como descuartizar a una persona con sierra eléctrica, el público mostraba a veces asombro, otras alguna sonrisa de incredulidad y también indiferencia entre los que aburridos se marchaban; sin embargo, en las escenas donde se apuñalaba a alguien a sangre fría, se observaban sobresaltos colectivos de palabra y de gestos, levantando los brazos; al igual que ante situaciones cómicas o ridículas se dibujaban sonrisas en el rostro y expresiones jocosas (8). La presencia del televisor colocado en alto sobre el lugar que sirve de escenario en la casa, como si de un altar se tratara, junto con unas 30 sillas de PVC, únicos enseres que llenaban el espacio vacío de la sala, nos informan de la cultura que se está trasmitiendo (aparte de la que ellos mismos reproducen sobre su manera de ser y estar en el mundo) en la casa donde temporalmente residen. Otro espejismo fue ver a varios líderes, capitanes, jefes de su comunidad, o empleados de la alcaldía, pendientes continuamente de su celular o teléfono móvil con el que enviaban SMS, y llamaban o recibían llamadas diciendo "aló", adoptando también el galicismo como hacen los criollos. Es un medio que sólo usan los yanomamis que se mueven con frecuencia fuera de su comunidad y viajan a La Esmeralda, Puerto Ayacucho, u otras áreas urbanas donde haya cobertura. La radio del Ministerio del Ambiente sigue siendo imprescindible para comunicarse con las comunidades de Ocamo, Mavaca o Platanal, pero llegados a lugares con cobertura, el celular hace que quien lo porta esté conectado con el resto del mundo y se pueda comunicar con instituciones nacionales, internacionales, o personas conocidas de Francia, Alemania o España que hayan estado allí de paso por algún motivo (9). De otro modo, resulta también chocante ver a los yanomamis de todas las edades vestir prendas con la propaganda de partidos o dirigentes políticos: "Manosalva Alcalde" se ve en muchas gorras, o, "con Chávez venceremos" en las camisetas. Un anciano apareció con toda naturalidad descalzo, con el pee bajo el labio, pero vestido con el atuendo de un equipo de fútbol: camiseta a rayas verticales azules y blancas y calzón rojo. Prendas de vestir que son regaladas por distintos motivos y usan libremente. Con motivo de la propuesta de Reforma Constitucional del Presidente Chávez, votada el 2 de diciembre de 2007, en La Esmeralda se realizó una manifestación por río de los partidarios del "sí", en la que tomaron parte numerosas embarcaciones (bongos, voladoras, churuatas, gabarra) repletas de gente vestidas todas de "rojo rojito", como ellos mismos decían, y en donde no faltaron yanomamis cargando pancartas con el "sí" o la consigna presidencial de "patria, socialismo o muerte, venceremos". Las expresiones de la mayoría ya eran suficientemente significativas como indicador del grado de ignorancia existente sobre lo que trasportaban. No obstante, el momento quedó inmortalizado por un camarógrafo que vino expresamente en avioneta a filmar el acto y se marchó inmediatamente después que acabó, registrando una situación esperpéntica por la carga de manipulación que poseía, aunque la propaganda gubernamental la presentó en televisión como una lección de patriotismo, sabiduría y solidaridad ofrecida por los indígenas de Alto Orinoco.
El hecho de que el Ministerio de los Pueblos Indígenas hiciera llegar a La Esmeralda varias toneladas de alimentos una semana antes de la jornada electoral, con la sana intención de contentar a las familias por unos días sin pretender nada de ellas, aunque eso sí, dejándoles claro que quienes repartían las bolsas de comida vestían todos de rojo con un "sí" grande grabado; unido al reparto de aguinaldos a los empleados municipales (10), muchos de ellos, sobre todo yanomamis, acompañados de sus familiares, hizo que los días 23 y 24 de noviembre se reunieran entre 400 y 500 yanomamis en La Esmeralda, abarrotando la casa de la cultura por dentro y por fuera, e instalándose también en otras casas familiares prestadas y en distintos puntos al aire libre. De repente el pueblo en el que apenas se veía gente en la calle, cobró animación por lo que supone ver a unos y otros paseando o deambulando de un lado a otro. En las tiendas se agotaron los refrescos, el pan y algunos de los productos más consumidos. La estampa de ver La Esmeralda "tomada" por los yanomamis venidos en masa, la casa de la cultura repleta de chinchorros, con las familias reunidas y distribuidas en el espacio por shaponos, el sonido permanente de niños, llorando unos y jugando y gritando otros, los adultos reunidos con sus líderes, los yanomamis de distintos shaponos compartiendo el espacio y el tiempo, no por motivo festivo, sino inducidos por razones políticas y económicas, en un lugar donde no han echado raíces, y los empleados municipales con su credencial plastificada colgada del cuello, nos parecía un espejismo más, aunque durara apenas tres días.
Por otro lado, la imagen de los yanomamis en gran número aguardando delante de la alcaldía a recibir con enorme demora de tiempo el ansiado aguinaldo; o la espera de estos mismos delante de la casa donde se almacenaban las bolsas de comida que iban a recibir, resultaba grotesca, no sólo por las injustificadas largas esperas que debían sufrir, sino porque dibujaba más que la ayuda al "pobre indio", como muchos dicen y aún se reconocen, la imagen de la dependencia a la que estos están siendo acostumbrados, la imagen de un bravo pueblo humillado ante quienes se muestran caritativos y benefactores.
Una prueba más de falta de consideración, cuanto no de desprecio, sufrieron con motivo de la fiesta que el Comando Zamora (11), constituidos por ye'kuanas en su mayoría, hizo para promover el "sí". Entre los juegos populares se hizo voleibol, futbito de mujeres, pegar la cola al caballo, tiro con cerbatana; los yanomamis fueron invitados mediante un mensaje escrito que recibió uno de sus líderes, pero una vez allí todos reunidos, no se les dejó participar, haciéndolo sólo los tres barrios del pueblo: la Lomita, la Costa y Ye'kuana. Trato sin duda discriminatorio que dejó fuera de juego a la mayor parte de los asistentes, quienes observando la situación se fueron sin rechistar, sin crear malestar, ya están acostumbrados, así descendió a más de la mitad el público presente. Nada respetuoso con el público, con el pueblo, nos pareció también la organización del recibimiento al Viceministro del Ambiente que fue el día 20 de noviembre a La Esmeralda a ofrecer un discurso y dar algunas ayudas económicas a los proyectos presentados para la llamada "Misión Árbol" (12). Desde las 9.00 de la mañana se limpió la casa de la cultura desalojando a todos de su interior. Tras toda la mañana esperando, nada pasó, el Viceministro llegó sobre las 15.00 horas y nada se supo de él, salvo que estaba comiendo. A las 17.30 llegó a la casa de la cultura, preparada con pancarta, sillas, megafonía, y los organizadores dieron la orden de desmontarlo todo e ir a la explanada del campo de fútbol del colegio salesiano para que los niños y niñas internos pudieran asistir. Así fue, todo se desplazó al nuevo lugar y allí culminó el acto, cargado como es costumbre de propaganda chavista. Todo el día se les hizo estar pendientes y preparados a los yanomamis de un evento que al final tuvo lugar de manera improvisada al caer la tarde. Esta vez, en las conversaciones y comentarios de unos y otros se dejaba oír el malestar por la injustificada espera y la falta de información, pero no llegó a ser una protesta pública; lo más importante es que al final se recibió la plata para los proyectos, lo demás se olvidó.
Los desplantes es algo a lo que se está acostumbrado, al igual que faltar a la palabra dada; de ello, prácticamente todos/as participan, se vive en el ambiente y por ello un observador exterior adaptado al entorno no se debe sorprender porque ocurra, ni molestarse en exceso cuando lo siente en uno mismo. Sin ir más lejos, el transcriptor y traductor yanomami que trabajaba conmigo comenzó con entusiasmo la tarea, con el paso de los días fue bajando el ritmo buscando excusas para hacer otra cosa, a los 10 días de iniciar el trabajo y antes de terminarlo, sin avisar se subió a un avión Hércules que volaba a Puerto Ayacucho y se marchó dejando la tarea a medias, todo ello después de haber pactado las condiciones y comprometerse en terminarlo de seguido; lo más grave es que se olvidó dejarme el cuaderno con el trabajo realizado hasta la fecha que voló también con él. El entorno y su gente exige mucha calma y paciencia para poder mantener el ánimo y sobreponerse ante la adversidad. En realidad, y pensando el lado positivo de tales comportamientos, es eso lo que los mantiene libres y fuertes ante quien viene de fuera pidiendo compromisos. La incertidumbre que genera el trato con ellos, el hecho de que hagan en cada momento lo que les viene en gana, desarma a cualquiera que pretenda condicionar sus vidas con trabajos o actividades interesantes para quien las propone pero por las que ellos no se sienten especialmente motivados. Consideraciones finales En la descripción y análisis de los hechos observados en las páginas anteriores he querido ser claro y directo, sin rodeos que pudieran distraer, se trataba de presentar la percepción que un investigador extranjero, desapasionado (no desinteresado) por la situación política que vive el país, tiene de un espacio vital para el futuro del pueblo yanomami, espacio de encuentro interétnico y puerta de entrada al modelo de la civilización que se propone como más avanzada. Resulta difícil, muy difícil, convencer a alguien con el conocimiento y la experiencia vivida sobre el terreno, que La Esmeralda es un ejemplo de desarrollo en la Amazonia; como también resulta increíble que el máximo mandatario de la República no sepa lo que allí ocurre, más aún cuando la señora Ministra de los Pueblos Indígenas es ya'kuana de la misma Esmeralda, en donde ha ejercido de maestra durante muchos años. La ineficacia y corruptela del sistema político-administrativo en el que se sostiene la alcaldía no es nuevo ni tampoco un secreto, de todos es conocido y casi todos son cómplices en mayor o menor grado, de ahí la dificultad para hacerlo mejorar. Los negocios ilícitos de la Guardia Nacional, los permanentes abusos de autoridad y atropellos a los derechos de la población nativa, a quien tienen acostumbrada, son ya casi un endemismo que resulta más doloroso aún que la plaga de puri puri. El sentido práctico nos indica que ante situaciones en donde no se puede esperar nada de la justicia cuando nos topamos con problemas, y en un contexto con difícil escapatoria, lo mejor es dedicarse a ver, oír y callar para evitar complicaciones sobre el terreno, pero no dejar de escribir, denunciar y publicar cuando se pueda, para ayudar a abrir miras y servir de contrapunto a discursos oficialistas carentes de rigor y miope de perspectiva. En La Esmeralda sobran consignas, al igual que empleados de la alcaldía o militares y faltan los tan cacareados planes reales de desarrollo endógeno, falta compromiso ciudadano por la mejora colectiva, faltan pescadores y horticultores, ganas de trabajar en serio. Con esas carencias, por más alusiones que se haga a la Patria y a Dios, por más presencia que se tenga en los medios de comunicación con discursos periclitados interminables a los que nadie le puede decir: "por qué no te callas", por más culpa que se le eche al pasado colonial y al presente imperialista, por más que se trate de encarnar al propio pueblo y reencarnar la figura del libertador, La Esmeralda, al igual que otros muchos municipios del país perderán un tiempo precioso para hacer que quienes la habitan puedan experimentar las consecuencias de un desarrollo real; desarrollo que no lo asegura gastarse el dinero llamando con celular o viendo más tiempo la tele. Y por si queda alguna duda, no resulta nada más decadente que poner al pueblo ante la diatriba de elegir entre la patria y el socialismo o la muerte. Ante este panorama, el legendario pueblo yanomami, los yanomamis del Alto Orinoco, refugiados aún en sus espacios propios tienen en La Esmeralda algo así como la ventana al mundo exterior. El grado de diversidad interna que, como todo pueblo, posee, nos hace distinguir en ellos diferentes grados de cambio cultural. En efecto, son aún proporcionalmente pocos los que desde comunidades como Ocamo, Mavaca, Sipoi o Platanal (las más aculturadas) han asimilado en buen grado el modelo criollo, pero son la avanzadilla que marcan una tendencia, seguramente imparable. Son pocos los que continuamente viajan a Puerto Ayacucho, la inmensa mayoría no habla español; pero los nape (extranjeros) ya sabemos, porque nos lo han demostrado, que son receptivos a reunirse pancomunitariamente no sólo por motivos del tradicional reahu, sino también con motivo de los modernos campeonatos de fútbol y muy especialmente cuando se anuncia un reparto colectivo de comida, y, cómo no, de dinero, que les afecte a todos. La propuesta que se les haga o la apuesta que ellos mismos decidan hacer por introducir cambios en su modelo de vida, debe en buena lógica mejorar las condiciones de la vida anterior, y resulta engañoso pensar que esas dádivas o regalías extemporáneos sirvan para algo; entre otras cosas, si hiciéramos un cálculo detallado de la cantidad de energía invertida en desplazar a toda una familia desde su lugar de origen a un día o dos del de destino, el tiempo invertido en el desplazamiento y la estancia, el gasto de gasolina, de motor, sin contar lo que se deja de hacer en el propio hogar durante ese tiempo, las kilocalorías de los 10 ó 15 kg de comida de regalo, que se consumen en unos pocos días, no compensa las gastadas para conseguirlas. Pero lo más grave es el hábito que puede empezar a crear de cambiar el arroz y la pasta que han de comprar, por la yuca y el plátano que hay que cultivar, de vivir pendiente de la ayuda exterior, de la caridad. No es ese un buen aprendizaje, como tampoco lo es dejar el conuco y el monte y adherirse al clientelismo de la alcaldía para vivir ocioso, convertido en un vago; tampoco resulta un cambio nada satisfactorio el yopo (enteógeno) por el ron, las enyopadas colectivas con el shapori (chamán) para pasar un rato agradable, por las borracheras solitarias o grupales con a veces dramáticos desenlaces; nada de lo que les cree dependencia de agentes externos y les reste libertad de acción con pérdida del control de la situación les va a favorecer, y el panorama que se ofrece de momento en La Esmeralda no resulta en ese sentido nada atractivo. Notas 1. 7.234 según
datos
del censo nacional 2001-2002 (Marie-Claude Mattei Muller (y otros), Lenguas
y
tradiciones orales de la Amazonia ¿diversidad en peligro? La
Habana, UNESCO/Oficina Regional de Cultura
para América y El Caribe, 2006), aunque se estima en algo más de 15.000
los que residen en el lado
venezolano. Los yanomami son la etnia más numerosa del Estado Amazonas,
sumando aproximadamente el
31% de la población indígena, seguida de los piaroa con el 23% y los
guahibo con el 22%. 2. Durante la última estancia en noviembre de 2007, en la comunidad yanomami de Ocamo se produjo una fuerte disputa que terminó con una pelea a golpes, motivada por la acusación vertida sobre el concejal yanomami de esa localidad al que el mismo hermano mayor acusó de estar sustrayendo alimentos y enseres para el consumo personal y el de su familia, del lugar donde permanecían almacenados, pendientes de ser distribuidos equitativamente entre las familias necesitadas de otras comunidades. 3. En este momento un yanomami de Ocamo ocupa el cargo de concejal; no obstante, si se llegaran a organizar y votar como grupo unido, lograrían la alcaldía con facilidad, dado que en número de habitantes poseen la mayoría absoluta dentro del municipio. 4. En las alcabalas o puestos de control los guardias acostumbran pedir a los motoristas de las embarcaciones algún tambor de gasolina, a lo que éste accede si puede para quedar bien y evitar las posibles represalias que le pueda ocasionar una supuesta negativa. 5. Si alguien quiere conseguir una botella de ron y no le importa el precio sabe que debe dirigirse a algún guardia que tenga. 6. Los yanomamis evangélicos de la Misión Padamo tienen como punto de encuentro una casa aparte, y varias casas familiares sirven para albergar a algunas familias ya conocidas. 7. Envoltorio cilíndrico de unos 5 a 8 cm. compuesto por hojas verdes de tabaco pasadas por el fuego y mezcladas con ceniza y agua hasta adquirir un cuerpo consistente. Su uso posee un ligero efecto narcótico. 8. Las reacciones no eran por lo general muchas ni muy exageradas dado que las películas se proyectaban de manera repetida una y otra vez, y el espectador que la había visto con anterioridad ya estaba avisado de lo que ocurría en la trama. 9. Personalmente, residiendo en Granada (España) he recibido ya dos llamadas de dos yanomamis distintos que la hicieron desde La Esmeralda en enero y febrero de 2007. 10. El hecho de que la entrega del aguinaldo se adelantara de lo que era habitual en años anteriores, nos hace sospechar que constituye también una parte más de la estrategia gubernamental para contentar, reunir a la gente y aleccionarla a favor del "sí". 11. Nombre asignado a uno de los grupos existentes en todo el país de apoyo operativo a la política del Presidente Chávez. 12. La Misión Árbol forma también parte del proceso de revolución bolivariana y consiste en financiar proyectos que desarrollen el cultivo de árboles frutales en la selva amazónica para el abastecimiento de las comunidades. |
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