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Introducción Aunque el subtítulo en latín parezca hacer referencia a la definición de la antropología según Lévi-Strauss como tres etapas o momentos de una misma investigación, mantengo durante el tratamiento del presente artículo una visión holística del mismo concepto de antropología en su raíz etimológica más pura, como logos acerca del antropos. Y recojo de los apuntes de la asignatura de Etnología regional, la idea presentada en los mismos en cuanto "el error de pensar que la secuencia etnografía, etnología, antropología son tres apartados distintivos y distintos de un mismo objeto científico (...), se trata más bien de tres estadios de ese tratamiento científico del hombre", y en este sentido ya podemos empezar a hablar de conceptos entrelazados, que aisladamente tienen significado en sí mismos pero que es en su globalidad donde hay que situarse para llegar a entender la antropología como ciencia que tiene como tarea el estudio del hombre. El objeto de este trabajo esta referido a la relación de las dimensiones espaciales y temporales en el quehacer etnográfico, etnológico, antropológico y su correlación con el entramado social y/o cultural de nuestra época. Intento reflexionar acerca de la influencia de estos aspectos o dimensiones en la metodología y herramientas empleadas en el campo de la antropología y la influencia del lingüista Bajtin no sólo en el campo puramente literario, sino en sentido amplio, tanto en la influencia que algunos de sus conceptos ejercen en las ciencias sociales en general, como en los campos de acción o temáticas antropológicas. La figura que emana del libro El antropólogo como autor (Geertz 1989) es la que me sirve de base para la pretensión de autoría y de reconocimiento de la tarea del antropólogo en el contexto presente. "Aparte de otras muchas cosas (búsqueda experiencial malinowskiana, rabioso deseo de orden a lo Lévi Strauss, ironía "benedictina" o reafirmación cultural a los Evans-Pritchard), la etnografía es siempre y sobre todo la traslación de lo actual, vitalidad traducida en palabras. Esta capacidad de persuadir a los lectores (...) constituye la base sobre la que todo lo demás que la etnografía pretende hacer (analizar, explicar, divertir, desconcertar, celebrar, edificar, excusar, asombrar, subvertir) descansa en último término". Al amparo de una conversión mantenida en una tertulia café con el doctor Mario Bunge (1), con el presente ensayo procuro mostrar la importancia y la relevancia de la antropología como ciencia social, y que de alguna manera, un tanto atrevida por mi parte, puede ser entendida metafóricamente como la ciencia que ansía el encontrar 'la caja negra' de nuestro 'avión' cultural y social y del resto de aviones que vuelan por el mundo. De 'cajas negras' que quedan por abrir aunque las tengamos frente a nosotros. La identificación y definición de nuestro objeto de estudio (espacio, tiempo, conceptos, disciplina…) puede parecer muy confusa, difusa y extensa, quizá poco centrada en un aspecto determinado, pero eso es lo que en definitiva intento provocar en el lector a primera vista para que el 'texto autor' y el 'texto lector' nos ponga al menos, a reflexionar de una forma más amplia acerca de los distintos temas, los cuáles no se presentan de forma pura, sino entrelazados unos con otros. La idea que pretendo expresar con su uso es que se origina una verdadera comunicación a través de un texto entre el emisor 'autor' y el receptor 'lector' cuando ambos son llevados al mismo espacio-tiempo-temática de la que trata el texto. Y en esta dimensión se 'encuentren' y 'tropiecen' ambos. Más adelante se entenderá mejor esta idea con trate el término de dialogismo. Por tanto, me muevo por las fronteras de los conceptos para describir las conexiones que implican que la Antropología sea una ciencia emergente y convergente. La etnología: aproximaciones terminológicas. Nudos de la disciplina antropológica Acercándome a la definición que el Diccionario enciclopédico Salvat hace del término etnología (2), a ésta se le considera como una "rama de la antropología cultural que se ocupa del estudio de las razas y del los pueblos con particular atención a las culturas que lo definen y configuran". La etnología se trata de la ciencia de la diversidad humana en el espacio y el tiempo. En cuanto tal, ante esta primera aproximación terminológica, el cruce del espacio y el tiempo influye de manera notable en las personas, y como etnólogos hemos de estar atentos a las posibles combinaciones de este cronotopo (3). Se conoce como cronotopo a la conexión de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. El cronotopo es a la unidad espacio-tiempo, indisoluble y de carácter formal expresivo. Es un discurrir del tiempo -cuarta dimensión-, densificado en el espacio y de éste en aquel donde ambos se interceptan y vuelven visibles al espectador y apreciables desde el punto de vista estético. Con este término me aproximo a la tarea emergente de la antropología sabiendo que el cronotopo es el lugar y el tiempo en que los nudos de la narración se atan y se desatan. Por tanto este concepto pertenece al ámbito de la descripción de la realidad. Su rasgo novedoso es unir la duración del uso en el tiempo con la extensión que ocupa en el espacio. Esto supone un giro importante en la concepción del espacio de manera que el análisis del territorio también debe incluir el tiempo y viceversa. Edmund Leach, al referirse al espacio y el tiempo distingue entre indicadores y señales: "Los indicadores son estáticos; las señales son dinámicas; las señales implican secuencias temporales de causa y efecto, mientras que los indicadores, aunque puedan requerir tiempo para su transmisión, se relacionan con mensajes que no tienen ninguna dimensión temporal" (Leach 1993). La espacialización del tiempo presume que ambas dimensiones son distintas e irreductibles pero que una de ellas tiene por sí misma la cualidad de representable, mientras que la otra no y alcanza a serlo mediante la primera. Es justamente esa concepción la que se ajusta y rompe con el cronotopo. Una de cuyas funciones primeras es su expresividad figurativa. "Viniendo de la teoría de la relatividad la consideración del tiempo como una cuarta dimensión o bien el espacio y el tiempo entrelazados como aspectos de una misma, compleja y única dimensión tendría que implicar un cambio notable en las aproximaciones etnográficas" (Cruces 1997). Para Bajtin, las nociones de espacio y tiempo son generadas por la materialidad del mundo, y hasta pueden ser objetivables para su análisis. La figura metafórica utilizada en la introducción de este breve ensayo, la del avión cultural, es un intento de alcanzar a comprender la idea actual de múltiples espacios en escasos períodos de tiempo. Incluso con la llegada en la era de Internet, éste se ha convertido en el cronotopo global. Es más, algunos autores como Gonzalo Abril, empieza a ir más allá y hablar de post-cronotopo al referirse a tiempos y espacios en la sociedad de la información. La vinculación espacio-tiempo se presenta pues decisiva. ¿Pero el tiempo es una dimensión pura? "El tiempo es invención o no es absolutamente nada", dijo el filósofo Bergson, no exento de razón, pero necesario para la conceptualización y la comprensión por parte del investigador. Las técnicas de formalización y la cuantificación del tiempo se han implantado a nivel global, los relojes, los calendarios y las concepciones se están homogeneizando. No entro en la temática de la comprensión y visión del tiempo cíclico o lineal, porque ambas concepciones son precisas para que el etnólogo sitúe el anclaje de la vida una sociedad, un rito, un mito (...) y las interacciones cotidianas que en él se producen. De hecho Leach muestra que el tiempo no debe ser entendido como concretado en dos modelos distintos sino recogiendo ambas nociones básicas polares, la de repetición y la de proceso irreversible. Más que medir el tiempo como si fuera algo, un objeto, las sociedades humanas lo crean al instalar intervalos en la vida social. Después es cuando se mide. Como segunda aproximación terminológica, la etnología consiste en el estudio directo de las sociedades contemporáneas, intentando conformar un inventario general de todas las sociedades humanas, que permite identificar tipos y establecer entre ellos relaciones, pretende comprender al hombre es sus múltiples formas de existencia: por un lado busca aislar las diferencias y subrayar las particularidades; y, por otro establecer las leyes subyacentes a la pluralidad observable. El 'lugar' es uno de esos términos que la antropología ha adoptado como concepción particular del espacio y como soporte y referencia de su aproximación a las sociedades humanas, muchas de ellas identificadas por la ocupación de un pedazo de tierra que a su vez es identificado a menudo por medio de quiénes lo ocupan (Velasco 2007). Esto implica una relación de pertenencia -soy de Cieza, del barrio de San Juan Bosco, de la calle Quevedo, etc.- entre estos lugares y la persona que los habita (en el ejemplo yo mismo), esta relación de pertenencia a un lugar implica una distancia y una diferencia respecto a los otros que no son de este lugar -de Cieza, de San Juan Bosco, etc-. Cada una de estas delimitaciones es tomada como una unidad y a su modo una totalidad. De nuevo pues, nos encontramos con un nudo conceptual que hemos de considerar a la hora de describir y de situar, tanto a nosotros investigadores, como a los otros, objeto de nuestra investigación. Marc Augé (1992), quien recoge estas consideraciones, atribuye a la antropología un papel en la invención de los lugares (en realidad para poner de base una justificación de desempeño de otro papel, el de la invención de los no-lugares). Para este autor los lugares antropológicos tienen al menos tres rasgos comunes: a) Rasgo identificatorio, donde los lugares son señalado por el nacimiento o por la residencia, como si hubiéramos emanado de él. Las identidades son culturales pero así adquieren una naturalización, ya que los lugares forman parte de la naturaleza de las personas. b) Rasgo relacional, donde los lugares son espacios de relación y en la vida cotidiana o en los rituales y fiestas se traducen constantemente las relaciones sociales en términos de distribución o posición relativa. c) Rasgo histórico, en un lugar no se hace historia, es donde se vive la historia. Los lugares están construidos de recuerdos; suscitan las gentes que lo habitaron antes y de los acontecimientos que allí ocurrieron. La concepción de los lugares según Marc Augé, son verdaderos cronotopos; allí donde el espacio y el tiempo no se entienden por separado, allí donde se comparte el sentimiento de pertenencia, donde se comparte la estancia con otros: vecinos, trabajadores, familiares…, el rasgo histórico. Por ello, parece evidente retomar el concepto de cronotopo y de reconocer las posibles combinaciones de elementos que se pueden generar en el mismo. El espacio se nos puede presentar abierto, cerrado, limitado, grande, pequeño, global, fragmentario, etc. El tiempo se nos puede presentar infinito, limitado, largo, corto, ininterrumpido, interrumpido, anacrónico etc. En estos nudos nos movemos, expresamos, comunicamos, hablamos y entendemos. Y visto lo visto, se observa que no es tarea sencilla el estudio de las culturas atendiendo a las combinaciones espacio-temporales. Por ejemplo, cuando García Canclini estudia la intersección de distintas temporalidades y territorialidades, ¿Cómo interpreta los procesos? ¿según que principios ensambla los materiales? Mediante qué modelos sociales de comprehensión? En un debate sobre culturas híbridas publicado en 1992, sugiere que "la cultura de la frontera México/Estados Unidos (…) le sirve como paradigma para sus análisis de los procesos contemporáneos de la hibridación" y llega a afirmar que "las hibridaciones descritas a lo largo de este libro nos hacen concluir que todas las culturas son de frontera. Todas las artes se desarrollan en relación con otras artes: las artesanías migran del campo a la ciudad, las películas, los videos y canciones que narran acontecimientos de un pueblo son intercambiados con otros. Así las culturas pierden la relación exclusiva con su territorio, pero ganan en comunicación y conocimiento". Pero atención, no se puede deducir que estos intercambios acaben con las culturas y tradiciones populares, lo que implica es que como el investigador social y cultural, al investigar en el lugar en el que se está, debe prestar especial atención a los conceptos que apuntalan las nociones de reproducción, transmisión y transformación de las prácticas culturales. Pero el lingüista ruso Batjin no sólo nos ofrece el término cronotopo como concepto entrelazado, también es interesante recoger el concepto de dialogismo (vocablo que no aparece en el léxico bajtiniano pero que fue acuñándose en el uso), que se plantea como una concepción de la existencia fundada no en la identidad de mente y mundo, sino en la figura de la otredad. Otredad del lenguaje, que preexiste al sujeto y lo configura; otredad de la conciencia vista en diálogo con otras conciencias y con el mundo. El dialogismo es entonces el nombre de una multiplicidad: es la diferencia irreductible de los puntos la que señala el lugar de los sujetos en la escena emblemática de la comunicación. Pero Batjín va todavía más allá: "toda comprensión de un discurso vivo, de un enunciado viviente, tiene un carácter de respuesta y de una u otra manera la genera: el oyente se convierte en hablante. Una comprensión pasiva del discurso percibido es tan sólo un momento abstracto de la comprensión total y activa que implica una respuesta, y se actualiza en la consiguiente respuesta en voz alta" (Batjín 1979). La responsividad, como tendencia generalizada del campo del discurso, será entonces el otro rasgo distintivo del dialogismo. El encuentro de dos puntos de vista (dos cuerpos ocupando espacios simultáneos y diferentes) que constituyen el fundamento de la idea dialógica, no sólo es asimilable a la escena de la comunicación, sino también a la propia experimentación, al acontecimiento de sí mismo. No habrá entonces visión sin confrontación, mirada autorreflexiva que no incluya la mirada del/sobre el otro. Esta refracción de la miradas (y ésta sí es una palabra bajtiniana), es la que entramará la relación con el mundo y la posibilidad misma del conocimiento. (Leonor Arfuch, Términos críticos de sociología de la cultura). Y esta experimentación debe también ser vivenciada por el antropólogo, porque en ella superaremos uno de los males que ha arrastrado nuestra tarea: el etnocentrismo; porque si bien no es fácil desligarse completamente de él, la razón dialógica nos indica que no existe una dicotomía entre el sujeto y objeto, ninguna prima por encima de la otra. De esta forma el dialogismo asume la divergencia, es de algún modo un comportamiento ético que se impone al investigador social, al antropólogo en nuestro caso. En una aproximación última del concepto de etnología nos encontramos con que es un campo en permanente cuestionamiento, de tal manera que todos sus temas son examinados incesantemente, y se da una reevaluación inacabable tanto del su objeto, como de sus métodos de observación y teorías explicativas. Los etnólogos/antropólogos son conscientes de que nunca pueden postular sus conclusiones como definitivas, que sus resultados deben buscar explicar de manera más satisfactoria los problemas abordados por sus predecesores y que muy probablemente, otros planteamientos reemplazarán a los suyos. "Los problemas de la etnología se transforman de acuerdo a las épocas y a las regiones, pero ninguno queda definitivamente agotado. La etnología durará tanto como la humanidad misma y es, en este sentido, eterna, pues la diferencia étnica es consustancial a nuestra especie" (Jáuregui 1988). Es más, no sólo es eterna como afirma Jáuregui, por la diferencia étnica, porque aún en un posible e imaginable mundo monoétnico, los lugares y tiempos ocupados marcarían la suficientes diferencias para abordar y reabordar continuamente al ser humano como objeto de conocimiento, por su carácter no étnico sino todavía avanzo algo más, por su carácter irrepetible, único y personal que le conferirá una cultura determinada por el espacio y el tiempo, y que a su vez configurará una cultura junto a su seres relacionales, con aquellos con los que se relaciona, también determinada por estas dos dimensiones. Hoy día se produce el fenómeno de la transferencia de los conceptos: los conceptos atraviesan, simultáneamente, las fronteras geográficas y las disciplinas. "La etnología no es sólo un ejercicio comparativo que se establece entre unos resultados etnográficos. Es una vertiente epistémica que dota al conjunto general de la antropología, y a la vez a las demás disciplinas que tienen por objeto el estudio del hombre en sus dimensiones cultural y social, de apreciaciones sobre el comportamiento humano a las que llega utilizando la etnografía como vehículo para el análisis. Es, por tanto, en un sentido, autónoma, y en otro, complementaria, al servir como aportación muchas veces fundamental y siempre pertinente a estas otras disciplinas" (García, apuntes, tema 3). Con esto se abren evidentemente muchas posibilidades, muy interesantes. Y ello me lleva a entrar en la necesidad de la ciencia antropológica como ciencia emergente y convergente. La antropología una ciencia emergente y convergente La antropóloga Rosana Guber indica que una de las premisas del trabajo de campo es el ir en busca de temas y conceptos que la población vierte. Para captar este material, el investigador permanece en "atención flotante", un modo de escuchar que consiste en no privilegiar de antemano ningún punto del discurso. "el centramiento de la investigación en el entrevistado supone que el investigador acepta los marcos de referencia de su interlocutor para explorar juntos los aspectos del problema en la discusión y del universo cultural en cuestión" (Guber 2004: 213). En este sentido, la multiplicidad de elementos entrelazados exigirá al investigador un fuerte entrenamiento en distintas áreas y campos sociales, como también el análisis de las prácticas distintivas por parte de los sujetos y la interpretación de los diferentes discursos y categorías de análisis (Stagnaro 2004). Se trata pues como afirmaremos más adelante, de una disciplina convergente. "La antropología es una disciplina que estudia totalidades significantes (la cultura, la sociedad, el ritual, la institución, el patrimonio...) desde conclusiones extraídas de la observación, la experiencia y la interacción con personas en un terreno tan cercano al sentido común como a la voluntad de aquellas por construir su propia vida" (García, apuntes, tema 3). Para estudiar y comprender las 'culturas híbridas', mencionadas anteriormente, de las que habla García Canclini, éste nos propone que es necesario un enfoque combinado de las disciplinas; la antropología con la sociología, el arte y los estudios de las comunicaciones. Evidentemente habrá algunos que se especialicen en un campo determinado y concreto; como toda ciencia social puede subdividirse en temáticas y de hecho cada vez son más los antropólogos especialistas en antropología política, parentesco, antropología filosófica, simbólica, antropología física, del género, patrimonio y mil temáticas más. Pero no debemos olvidar que aún en su especialización concreta el antropólogo es un poco de todo, una especie de "hombre-orquesta" (Copans 1998), un hombre o mujer capaz de tocar varios instrumentos simultáneamente, y además tocarlos bien, sacar de ellos el mejor de los sonidos. Saber manejar correctamente las herramientas de la etnografía, de la etnología y la antropología como un todo: ver, escribir, comparar y sintetizar como proceso de su composición musical, como elaborador de ciencia, como antropólogo científico de lo social y cultural. Por ello se trata de una ciencia emergente, que debe salir a flote, y usar las herramientas que disponemos para dotar de significado muchas de las realidades que nos acontecen, desde una visión holística y si se precisa, desde una especialización más concreta y específica sobre la temática. La antropología acomoda ya las herramientas suficientes para el trabajo aquí, es la ciencia capaz de desatar los nudos entrelazados y ofrecer explicaciones a los acontecimientos cercanos al hombre, a su cultura y a la sociedad en general. Ya no precisa de justificación como ciencia por el hecho de ser su objeto de estudio cambiante, y porque su laboratorio es también particular, un lugar cambiante tanto en el espacio como en el tiempo. Por retomar una fórmula ampliamente utilizada, "el campo es el 'laboratorio' del etnólogo: esta es su vocación salir al campo, hasta el punto de que el primer campo ha llegado a ser el experimentum crucis que decide una carrera. La primera experiencia de campo reviste un carácter casi iniciático. Lo menos que se puede decir es que el campo es el 'lugar' en que el etnólogo pone a prueba una especie de conflicto existencial entre buena conciencia (la del erudito) y mala conciencia (la de un testigo indiscreto): se ha comparado la vida en el campo con el servicio militar o la actividad de boy scout, el trabajo de encuesta con la de mendicidad o investigación policial" (M. Izard, Diccionario de etnología y antropología). Por tanto, como el campo es cambiante, la temática es cambiante, el objeto de estudio es cambiante, así también lo es el laboratorio propio del antropólogo y así ha de seguir siendo si queremos aseverar que la antropología es una ciencia emergente hoy día. Jean Copans se pregunta: ¿Es la antropología una ciencia social como las demás? Y afirma que "merece la pena hacerse esta pregunta, porque la etnología y la antropología destilan, incluso cuando están relacionadas con nuestras propias culturas, ciertos resabios de exotismo e incluso de apego a pasado" (Copans 1998). Las cuestiones de aplicación y de utilidad social forman parte de su epistemología. Esta es la respuesta que se apunta según Copans, y que vino a decir también Mario Bunge con ocasión de una tertulia en la que tuve la oportunidad de formularle la siguiente pregunta: ¿Qué piensa de la antropología como ciencia? La opinión de Bunge es que: "La antropología es la ciencia social básica, es la única que practica el enfoque sistémico porque el antropólogo no se especializa en eso o en aquello, sino que estudia todos los aspectos de la vida de una comunidad, es la básica; después habrá quien se especialice en economía, en la política, en la cultura, etc. Pero el antropólogo tiene que verlo todo y tiene que ver como influyen entre sí las distintas disciplinas. Para mí es la ciencia social a la que hay que apuntar y esa confluencia entre las distintas ciencias sociales se está produciendo lentamente. Por ejemplo el Journal of Socioeconomy', una revista de socio-economía, una fusión de la sociología con la economía (...) yo me ocupo de las fusiones de disciplinas en un libro llamado divergencia y convergencia de las disciplinas. Por eso yo tengo el mayor respeto por la antropología, mi único reparo es que no les gustan los números y no les gusta los modelos matemáticos, están en eso un poco atrasados, hay que ponerse al día" (Cano y Rubio 2008). Es interesante esta respuesta viniendo de una persona que domina los estudios científicos y sociales, que viene del mundo de la física y matemáticas (ciencias puras en el argot estudiantil) y de la filosofía (letras y humanidades). En sus estudios y en la obra de Bunge ya se da la convergencia de la que habla. Por tanto, la forma de concebir hoy en el siglo XXI a las ciencias sociales va más allá de lo que son simplistas dicotomías. Lo cierto es que entremos y salimos de la modernidad a través de una desconfianza de la escritura científica pues el principio de un metalenguaje universal es remplazado por la pluralidad de los sistemas formales y axiomáticos capaces de argumentar enunciados denotativos (Lyotard 1987). La realidad oral es interpretada por juegos del lenguaje produciendo en el proceso discursos, prácticas y textos de ciencias sociales. Desde aquí, se entiende la propuesta de la herramienta conceptual para el posicionamiento espistémico de las ciencias sociales de la noción de performativo del sociolingüista John Austin quién en su libro Cómo hacer cosas con las palabras, describe la extensión teórica de dicho concepto. Aún no estando como término en el diccionario de la Real Academia Española, como término científico, ocupa un lugar importante en los estudios culturales y sociales (La noción de performativo, García 2008). Lo performativo hace referencia al sentido de la espontaneidad y creatividad. De nuevo nos encontramos con nudos entrelazados para detectar en esos enunciados en los que se suma una especie de intención o de acto contundente. Conclusión En síntesis, la antropología se sitúa en el campo operante de las ciencias sociales en general, de forma convergente, donde el individuo y sus prácticas conforman un dominio cada vez más designado como el lugar central donde la investigación se debe ejercer atendiendo a lo cotidiano, al individuo y sus prácticas, a la estructura social que le rodea; reconociendo que es allí donde la investigación se debe ejercer, y donde el encuentro espacio-temporal con los sujetos es considerado un encuentro 'dialógico' cada vez más importante en la producción de conocimiento. Sin imposiciones, aprendiendo la tarea como se aprende a andar. Reconociendo lo performativo de este encuentro con la otredad. Y analizando el acto y o la actuación de cada uno de estos nudos narrativos, espaciales y temporales. Por eso entiendo esto como un ideal que no está del todo acabado y que en la práctica real nos falta un largo camino, ya que continuamos con la producción etnográfica en particular, a nivel de investigadores de licenciatura y de doctorado; el yo -antropólogo- 'superior en conocimiento', que para eso tengo el título, frente al otro que le tengo enfrente y que hasta a él me considero capaz de darle la explicación -el significado- de lo que me narra. Habría que des-exotizar nuestras propias costumbres y la tarea del antropólogo que está en la tanto mente de muchos de los que desconocen esta tarea, como en la de aquellos que la ejercen desde el plano disciplinario y academicista. Apuesto por el dialogismo para la elaboración del proceso de investigación y transferencia del conocimiento científico social que dispone el antropólogo. Y por otro lado atender a la importancia del cronotopo bajtiniano en el proceso investigador propiamente dicho. Notas 1. Mario Bunge es un físico, filósofo, epistemólogo y humanista argentino. Nació en Buenos Aires, en 1919. Es reconocido también por expresar públicamente su postura contraria a las seudociencias, entre las que incluye al psicoanálisis y la homeopatía, además de sus contundentes críticas contra corrientes filosóficas como el existencialismo (incluyendo a filósofos como Martin Heidegger y Edmund Husserl), el posmodernismo, la hermenéutica y el feminismo filosófico. 2. Aunque cite la definición del Diccionario enciclopédico Salvat para el propósito de la consideración de ésta en su aspecto espacio-temporal, durante el presente ensayo utilizo de forma sinónima los términos etnología y antropología como indica Copans en su tentativa de definición, en "Introducción a la etnología y a la antropología". Aún así más adelante utilizaré una distinción entre ambas recogidas del tema 3 del programa de Etnología de la UCAM , para hacer hincapié en la necesidad de complementariedad. 3. En un mismo relato pueden coexistir distintos cronotopos que se articulan y relacionan en la trama textual creando una atmósfera especial y un determinado efecto. Mijail Bajtin, lingüista ruso del siglo XX, para la creación de su categoría de análisis llamada cronotopo, rechaza la idea kantiana de que los apriori espacio y tiempo son inherentes a la conciencia del sujeto. Acuerda en que son categorías (y que sin ellas no se puede conocer el mundo), pero considera que constituyen entidades cuya existencia es independiente de la conciencia. Bibliografía Abril, Gonzalo Arfuch, Leonor Austin, John L. Augé, Marc Bajtín, Mijail
M. Cano,
Concepción (y Tomás A. Rubio) Copans, Jean Cruces,
Francisco Díaz, Jorge
Arturo García
Canclini, Néstor García, Modesto Geertz,
Clifford Guber, Rosana Izard, Michel Jáuregui, Jesús Leach, Edmund Lyotard, Jean Rowe, William Stagnaro,
Adriana Velasco
Maíllo, Honorio |
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