1.
Introducción
Hace
ya unas cuatro décadas que unas "nuevas artes", llegadas de culturas
tan lejanas como
exóticas, se hallan presentes en nuestros imaginarios. Impulsadas por
el cine y la televisión
se fueron implementando paulatinamente en las calles de nuestras
ciudades, y, aunque
podría parecer contradictorio, no lo hicieron en academias o escuelas
de arte dramático, ni
pasaron a formar parte de los planes de estudio de bellas artes, sino
que encontraron su
lugar de asentamiento en las escuelas de artes marciales, dojang
o dojos, que con el tiempo
se fueron transformando en los gimnasios, clubes o centros deportivos
actuales.
No
obstante, cuarenta años después seguimos hablando de artes marciales,
sin que apenas
nadie se cuestione el porqué de esa denominación, o si son realmente
artes y, en su caso,
cuáles son los elementos artísticos que pudieren englobar.
Lo
cierto es que cuando pronunciamos o leemos el conjunto de palabras
artes marciales,
nos vienen a la mente tanto los elementos marciales o militares, como
los ideales artísticos
que denota la palabra arte.
Lo
militar resulta evidente cuando se observa el conjunto de técnicas que
engloba cada una
de las artes marciales, y vemos que la mayoría de las mismas nos remite
a contextos
bélicos, pues consisten en movimientos de ataque, con la finalidad de
infringir daño físico a
un adversario, y de defensa, para repeler los ataques de éste.
Cuando
hablamos del arte, la cuestión se complejiza, y se ve resaltada la
posible
contradicción entre la agresión y la belleza, entre la destrucción y la
creación, o entre el dar
muerte al enemigo y la trascendencia espiritual.
En
esta investigación antropológica, nos basamos en el estudio de una de
estas artes
marciales, el taekwondo, para tratar de ver hasta qué punto su práctica
es y puede ser
considerada como un arte.
2.
Aspectos metodológicos
Las
reflexiones que presentamos se derivan en un trabajo de investigación
etnográfico que
nos ha llevado unos siete años de trabajo de campo y observación
participante.
En
él,
además del trabajo con fuentes documentales, realizamos una serie de
entrevistas en
profundidad con cuestionarios abiertos y cerrados, historias de vida y
grupos de discusión.
Escogimos
el taekwondo porque, desde nuestro punto de vista, resultaba
paradigmático en
el sentido de cambio y adaptación cultural, además de por nuestro
conocimiento sobre el
mismo y vivencias desde años atrás como practicante. Este hecho nos
permitió reinterpretar
antropológicamente los recuerdos y experiencias que teníamos, y
mejorar, así, la
perspectiva diacrónica (1).
Como
lugar de estudio, nos centramos en la provincia de Alicante, donde la
tradición en la
práctica del taekwondo se remonta a los años 70 del pasado siglo XX, y
podemos encontrar
un número elevado de gimnasios y colegios.
Además
de la asistencia a diferentes eventos como exhibiciones, competiciones,
exámenes,
etc., fue en cinco gimnasios, como principales lugares donde se lleva a
cabo la práctica e
interacción entre los sujetos, donde realizamos la mayor parte de la
observación
participante.
3.
Apuntes conceptuales
Existe
controversia entre distintos autores sobre lo que debemos o no
denominar arte
marcial. Para unos se trata de actividades que se hallan presentes en
todas las culturas y
momentos históricos, y cuya finalidad no es otra que la defensa y el
ataque físico ante otras
personas o animales. La segunda versión les atribuye vínculos con
religiones orientales
(confucianismo, taoísmo y budismo) y, por tanto, reduce la cualidad de
artes marciales a
aquellos sistemas de lucha procedentes de Extremo Oriente (Japón,
Corea, China, y para
algunos autores, también India).
Lejos
de querer entrar en ese debate, por los objetivos del artículo, no
podemos negar la
relativa homogeneidad que los vínculos con estas religiones atribuyen a
los sistemas de
lucha procedentes de estos lugares, y al mismo tiempo, las evidentes
diferencias con los
que se han originado en otras culturas distantes. De modo que, siendo
conscientes de esta
controversia teórica, cuando nos referimos a artes marciales vamos a
hablar de aquellas
prácticas que proceden de Extremo Oriente y que mantienen vínculos con
las tres religiones
señaladas.
En lo
que respecta al taekwondo, se trata de un arte marcial coreana que, con
influencias de
artes marciales coreanas más antiguas, y de artes marciales japonesas y
chinas, fue
concretado en los años 50 del siglo XX.
En
España se introdujo a mediados de la década de 1960, y en la provincia
de Alicante en
1971.
4.
Una cuestión insuficientemente departida
Artes
marciales como actuación
Si la
temática de las artes marciales ha sido escasamente tratada desde la
antropología y
demás ciencias sociales, la cuestión específica del arte en relación a
ellas es un campo que
se ha explorado de manera insuficiente y que todavía presenta carencias
teóricas.
De
hecho, los pocos estudios que se han llevado a cabo han sido, casi
exclusivamente,
desde disciplinas como el arte dramático o por parte de especialistas
en Extremo Oriente.
Este tipo de trabajos, por lo general se han limitado a la teorización,
en cierto modo,
especulativa, en el sentido de que, desde nuestro punto de vista,
carecen de un trabajo de
campo sólido y sistemático, y se apoyan en los pocos estudios
antropológicos o
sociológicos que se han realizado, donde la categoría de arte se
abordaba de manera más o
menos secundaria, y sobre todo, en las experiencias personales de los
estudiosos. A su vez,
se han centrado en la idea del análisis de las artes marciales como performance
(actuación).
Destacan
las reflexiones de Klens-Bigman (2002: 1-11), quien trata de buscar de
una
manera general los elementos del arte presentes en las artes marciales,
a través de sus
conocimientos de iaido, kenjutsu (2),
y de arte dramático. Para la autora los elementos que nos
hacen entender a las artes marciales como artes se deducen de
concebirlas como actuaciones (performances) o dicho
de otro modo
como formas de autoexpresión.
La
idea de la que parte es que la actuación existe en cualquier
acción que se realice frente a
una audiencia, incluso cuando esa audiencia es uno mismo. A partir de
aquí establece
ejemplos donde existe esa expresión individual o en grupo, como son la
práctica de las katas (3), los
exámenes de cinturón o los enbukai o
exhibiciones de artes marciales.
En la
práctica en el dojo, establece un paralelismo con los
talleres de teatro, comparando
los espacios como lugares separados en los que los sujetos adoptan
roles distintos a los de
sus vidas cotidianas, tal y como se podría ejemplificar en el caso de
la defensa personal,
donde se actúa como asaltante y como defensor, o lo que es lo mismo se
interpretan
diferentes papeles; se usan trajes, rituales y acciones cuidadosamente
estructuradas.
En lo
que se refiere a las katas, reflexiona acerca de cómo, con el
propósito de conseguir un
mayor realismo y concentración, se incita a los practicantes a verse a
sí mismos en un
escenario dramático, y a visualizar al enemigo cuando están
realizándolas. De este modo,
cuando el artista marcial ejecuta las katas en el gimnasio,
lo hace para un público que son
sus compañeros y está actuando o interpretando, mientras que si lo hace
en casa en solitario
está actuando para sí mismo.
Los
exámenes, por su parte, permiten actuar ante un público, para demostrar
lo aprendido
en clase.
Por
último las exhibiciones (enbukai) serían el evento más
claramente performativo (aparte
del cine), actuando los artistas marciales como actores, con un
público, espacios teatrales,
iluminación, ropas y escenario.
Durante
toda la exposición son recurrentes las comparaciones entre el teatro y
las artes
marciales, ya sea en las formas, en los espacios o en las técnicas
utilizadas para el
aprendizaje.
En
esta misma línea de buscar las semejanzas entre las artes marciales y
el teatro, Paul
Turse (2003) realiza una comparación a tres bandas entre las artes
marciales, el teatro
japonés kabuki y el teatro "occidental".
Se
centra en aspectos como el proceso de enseñanza-aprendizaje, las
sensaciones durante
lal actuación, la espontaneidad, la identificación con la
creación artística, la concentración
y el arte como una forma de vida.
Estas
supuestas similitudes entre el teatro y las artes marciales han llevado
a otros autores
(Nichols 1991 y Dillon 1999) incluso a suscitar una discusión en torno
a la adecuación de
la incorporación de clases de artes marciales en las escuelas de
teatro. Así, Richard Nichols
justifica su idoneidad en la finalidad y resultados de la práctica de
artes marciales en
relación a los aspectos trabajados en el entrenamiento del actor, que
vienen a ser muy
similares. Robert W. Dillon se posiciona en la idea de la necesidad de
realizar
modificaciones en los currículos o programas de las artes marciales
para que puedan ser
aplicadas sin contradicciones en estas clases. Principalmente propone
la
"desorientalización", en su filosofía y jerarquías, o, lo que es lo
mismo, una adaptación
cultural de las artes marciales a las finalidades que se persiguen.
Estas
aproximaciones, en cierto modo goffmanianas, en el sentido de entender
la vida como
un teatro, pensamos que pueden incitar a errores que impliquen la
simplificación,
generalización y descontextualización, o desviar la atención de otros
aspectos presentes en
las artes marciales. Pues bajo esta perspectiva, no sólo las artes
marciales sino cualquier
actividad que se llevara a cabo en la vida cotidiana podría ser
entendida como un arte.
James
Harrison (2007) observó, algunos de estos problemas, realizando una
crítica y
estableciendo un debate teórico con Klens-Bigman (2007).
La
argumentación de James-Harrison se basa en autores como Genette (4),
Rinehart (5)
y
Bourdieu (6),
achacando a Klens-Bigman, en líneas generales, que no tenga en cuenta
el
contexto, que generalice a partir de unos pocos ejemplos y que presente
un enfoque
demasiado simplista. En realidad, consideramos que se centra más bien
en rebatir la teoría
de Klens- Bigman, y exteriorizar los errores que percibe en ella, que
en elaborar una
alternativa.
Ésta
se defendió de las críticas manifestando que aprecia en James-Harrison
una confusión
entre la teoría dramática y la teoría de la actuación. Para la autora,
los estudios sobre la
actuación, interesados en formas teatrales alternativas, pueden ser
aplicados a cualquier
ámbito de la vida cotidiana, y constituyen perspectivas útiles de
aproximación a las artes
marciales. Y, según estas teorías, la gente es consciente de una
audiencia incluso en las
actividades más privadas. Además afirma, como algo innegable, que las
artes marciales
presenten elementos estéticos, hecho que refuerza enumerando y
analizando numerosos
ejemplos.
A
pesar de respuesta de Klens-Bigman, seguimos considerando estas
perspectivas como
insuficientes, o como vamos a ver, al menos pensamos que pueden existir
otros enfoques
más adecuados para analizar los elementos artísticos de las artes
marciales.
El
ejemplo del cine
Por
otro lado, no cabe duda de que un fenómeno que ha contribuido a
considerar a las artes
marciales como artes ha sido su incursión en el cine, la elaboración de
complejas, estéticas
y espectaculares coreografías, junto a la interpretación profesional
por parte de los actores.
Sin embargo, a pesar de la apariencia de arte que demuestran las artes
marciales si
atendemos al fenómeno cinematográfico (al que podríamos considerar como
una
elaboración más compleja de lo que sucede en muchas exhibiciones de
artes marciales),
como realmente debemos aproximarnos a él es a partir de la idea de los
elementos artísticos
que éstas contienen. O también, desde una perspectiva dinámica, como el
proceso de
incorporación de elementos artísticos en las artes marciales y su
resignificación como artes.
Desde
este punto de vista, es cierto que los actores pueden adquirir
conocimientos técnicos
de artes marciales, diseñar y ejecutar coreografías, pero del mismo
modo que lo harían en
el caso de un combate de boxeo en una película, en un partido de
fútbol, de baloncesto, de
tenis, o de cualquier deporte. El elemento común es la búsqueda de la
espectacularidad y de
la estética en la pantalla. Pero esto no quiere decir que estos
deportes sean artes, sino que
pueden tener una dimensión artística, que se enfatiza o más bien se
crea.
El
problema de la descontextualización del arte
El
problema de la descontextualización del arte lo encontramos, por
ejemplo, en el trabajo
de Paul Turse (2003). Éste compara las artes marciales y el kabuki
evidenciando la
influencia del budismo zen en ambas. El problema comienza con el
análisis de la actuación
o interpretación "occidental", cuando el autor observa que los métodos
de enseñanza y la
filosofía de Stanislavski (7)
son muy parecidos al kabuki y a las artes marciales. El
hecho de
encontrar similitudes más que a preguntarse el por qué de ellas, lo
lleva a justificar la idea
de que las artes marciales son artes. En nuestra opinión, esta triple
comparación se aleja del
contexto y denota una carencia del enfoque holístico. De hecho podemos
comparar el kabuki y las artes marciales para hacer
referencia al
zen y sus influencias religiosas y
culturales comunes que les otorgan características semejantes, o el kabuki
y la
interpretación occidental de Stanislavski para ver las similitudes
entre los métodos de
enseñanza, y seguramente, las influencias de las religiones orientales
en la psicología y
pedagogía occidentales, especialmente en lo que se refiere al cuerpo y
a las actividades
corporales. El problema se vislumbra al comparar los tres, pues se está
dando por hecho
que tanto las artes marciales como las artes de interpretación llevan
de manera intrínseca o
esencial, una serie de aspectos que las hacen artes, independientemente
del contexto. Esa
universalización del concepto de arte, sin tener en cuenta el contexto
es, a nuestro entender,
una postura sesgada.
5.
El arte como constructo cultural
Cuando
Paul Turse (2005) nos habla de cómo el comportamiento marcial de los
practicantes se convierte en una forma de arte cuando el énfasis no se
pone en la eficacia o
en el resultado final de la técnica, sino en su proceso o excelencia
estética, y para ello pone
como ejemplo la realización de un kata, pensamos que en realidad, está
haciendo alusión a
dos conceptos distintos de arte.
Es
cierto que analiza en alguna medida el concepto de arte oriental (8)
y sus vínculos con las
religiones orientales, y busca en la psicología una definición de arte
acorde a esta
perspectiva. No obstante, nuestra interpretación es que presenta un
intento de fusionar los
conceptos de arte oriental y occidental, es decir, el proceso o camino
y la excelencia
estética, más que buscar una diferenciación entre ambos. Nos da la
impresión de presentar
más bien el cómo deberían ser las artes marciales para ser artes que
cómo son realmente.
Desde
nuestro punto de vista no podemos universalizar el concepto o idea de
arte, ya que
este término adquiere connotaciones bien distintas dependiendo del
contexto cultural donde
se desarrolle.
En el
caso de las artes marciales asiáticas en general, y del taekwondo en
particular, se trata
de actividades corporales oriundas de lugares donde predomina el que
denominamos
concepto oriental de arte, que mantiene vínculos con las religiones del
budismo y taoísmo.
Pero al mismo tiempo, se dan en otros contextos donde el concepto de
arte hegemónico es
el "occidental".
Entendiéndolas
como prácticas culturales, podemos explicar los procesos de adaptación
cultural que se ocasionan cuando comienzan a asimilarse en culturas
diferentes a las
originarias. De este modo, los significados de los símbolos, las formas
de movimiento, los
discursos y las prácticas variaran en la medida que se vayan adaptando
o siendo
culturalmente "traducidas". Así en función de donde se practiquen se
considerarán artes
desde un enfoque o desde otro.
A su
vez, debemos ser conscientes del dinamismo de las mismas, de cómo el
concepto
inicial de arte, que suele reflejarse en los manuales no es igual al
que se percibe por los
practicantes y por resto de la sociedad.
El
concepto "oriental" de arte
Cuando
hablamos de que el taekwondo es un arte marcial, lo primero que nos
viene a la
mente es la palabra arte que tendemos a interpretar, al igual que hacen
los taekwondistas
alicantinos, bajo el concepto de arte occidental. Esto puede ser debido
al hecho de que
traducir vocablos de diferentes culturas, con lenguajes que no siempre
tienen términos
equivalentes, presenta algunas consecuencias.
La
palabra artes marciales pudo originarse con la traducción al inglés de
las palabras chinas wû yì o wû shù (9).
Según Audriffren y Crémieux (1996: 64), ambos ideogramas yi y
shu,
pueden traducirse por talento, habilidad, aptitud, destreza, oficio o
arte, y esta última fue la
palabra elegida.
El
concepto de arte que va unido al término marcial, sin embargo, se basa
en preceptos
culturales diferentes, propios de los lugares de origen. De modo que
cuando los discursos
originales coreanos hablan de arte se están refiriendo a lo que
podríamos denominar
genéricamente concepto de "arte oriental", y que se caracteriza por
estar vinculado a las
religiones orientales y contener elementos espirituales.
Así,
los discursos oficiales de los manuales de taekwondo y de las
federaciones deportivas
(Kyong Myong 2000: 35-36 y la KTA 2010) señalan que el concepto de arte
en el
taekwondo "surge de un estado de mente y alma en comunión y se expresa
mediante una
acción compatible con esa unión. Cuando uno pone mente y alma al
servicio del
refinamiento de la destreza del taekwondo, una sensación de éxito
exquisito puede ser
realizado fuera de las consideraciones prácticas del desarrollo
técnico. La sublimación de
los asuntos prácticos en el deseo de desarrollar destrezas de taekwondo
completas y
perfectas es el concepto de muye, el ideal artístico de
inmersión de la mente en el cuerpo en
búsqueda de perfección de la acción".
Podríamos
afirmar que existe arte en cualquier actividad cuando se realiza
haciendo uso de
la energía interior o ki y siguiendo los principios de las
religiones orientales, o lo que es lo
mismo el "camino", do, o dao. Como por ejemplo, se
puede hacer en el arte de la
ceremonia del té, el arte de la caligrafía o el arte floral.
Este
ideal se puede aplicar a cualquier actividad realizada en la vida
cotidiana, a cualquier
profesión u oficio, y en este sentido cualquier actividad puede ser
arte (yi o shu). Un
ejemplo de ello se encuentra en el capítulo tres de Zhuangzi, que
exponemos a
continuación interpretado por Prevosti:
"[En
este capítulo] se explica el arte del cocinero del señor Wen Hui, que
despiezaba las
terneras moviéndose al son de una música. Interrogado por Wen Hui sobre
su habilidad, el
cocinero le respondió que él era un amante del dao, que no
miraba la ternera con los ojos,
sino que la tocaba con el espíritu y seguía sus vetas naturales. Había
tardado años en llegar
a esto: 'Un buen cocinero -añadió- debe cambiar de cuchillo una vez al
año, y un cocinero
vulgar, una vez al mes. Yo llevo diecinueve años con el mismo cuchillo;
con éste he
descuartizado miles de terneras, y tiene el filo como si estuviera
recién afilado. Las
articulaciones tienen intersticios y el filo del cuchillo no tiene
grosor. Cuando lo que no
tiene grosor entra en un intersticio, ¿qué quieres? ¡Seguro que hay
sitio de sobra para
pasear el cuchillo! Así es cómo en diecinueve años tengo el filo del
cuchillo como recién
afilado. Ahora bien: siempre que llego a un nudo, veo la dificultad, me
preparo con mucho
cuidado, centro la mirada, voy despacio, muevo el cuchillo un poquito,
y de repente la
pieza ya está separada y cae al suelo como un terrón. Yo me enderezo
con el cuchillo en la
mano, miro satisfecho alrededor, muy orgulloso de mi éxito, limpio el
cuchillo y lo
guardo', Zhuangzi (cap. III). Esta explicación del cocinero
que, según continúa el texto,
enseña cómo 'nutrir la vida', es una alegoría del arte de vivir de
Zhuangzi. No sólo vemos
en ella la capacidad de adaptación a todas las vicisitudes y
circunstancias de las cosas, sino
también la connaturalidad del sujeto con el objeto que hace posible que
los movimientos de
aquél puedan ser 'espontáneos' y no artificiosos ni forzados. Fijémonos
en el lugar que
ocupa la aparición de la dificultad y la necesidad de resolverla con la
máxima calma y
lucidez. La espontaneidad zhuangziana no significa obrar dejándose
llevar por impulsos
descontrolados, sino responder a cada situación prestando atención a
todos sus aspectos, sin
buscar la solución a los problemas en normas o reglas fijas, sino
buscando sabiamente los
intersticios de las cosas y los medios de solución más adecuados"
(Prevosti 2005: 142).
En
este sentido, las artes serían caminos o medios cuyo fin es el de
alcanzar la iluminación,
que proclaman las religiones señaladas. El proceso se vuelve más
importante que el
resultado u obra final.
El
concepto "occidental" de arte
Según
el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE 2010) (10),
en
castellano existen diferentes acepciones para el término arte, entre
las que hemos destacado
dos. Así, podemos entender el arte en un primer momento con un
significado más general,
como la "virtud, disposición y habilidad para hacer algo" o "conjunto
de preceptos y reglas
necesarios para hacer bien algo", acepciones ambas que aparecen
ausentes en
representaciones de los taekwondistas alicantinos; o bien, podemos
adoptar la definición
más conocida, es decir, la que entiende al arte como "manifestación de
la actividad humana
mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que
interpreta lo real o
imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros". Esta última
manifestación es la
que se ha impuesto en las mentes de nuestros informantes, que adoptan
una idea más
próxima a lo que el DRAE define como bellas artes, es decir, "cada una
de las que tienen
por objeto expresar la belleza, y especialmente la pintura, la
escultura, la arquitectura y la
música".
Esta
diferencia de conceptos ha llevado a algunos maestros a buscar
interpretaciones a la
inclusión del vocablo arte en las artes marciales, desde nuestro punto
de vista, un tanto
forzadas y mediatizadas por los conceptos occidentales, tal y como
expresan en sus libros:
"Muchas
personas denominan al taekwondo como una rama más de arte, es decir, la
ponen
al nivel de la pintura, la literatura, la música, etc. Usted se
preguntará a qué se debe esta
inclusión en el área artística. Pues bien, aunque el taekwondo, una de
las ramas del kárate,
no tenga todos los elementos constitutivos del arte, sí tiene algo que
lo hace muy similar a
la creación artística y es el ansia de perfección, aunque,
paradójicamente, lo mismo que en
el arte, ésta nunca se alcanza. El arte y el taekwondo son similares en
este aspecto. El
maestro de la pintura jamás está conforme con la obra realizada.
Tampoco lo está el
taekwondonista. Por más que su obra sea perfecta, él, en su interior,
sabe o hay algo que se
dice en voz baja, 'no estés conforme, puedes y debes hacerlo mejor'.
Con el
taekwondonista pasa exactamente lo mismo: siempre se quiere superar:
jamás alcanza la
perfección" (Zhito 1974: 17-18).
6.
La reinterpretación del taekwondo como arte
La
asimilación del concepto de "arte oriental" dentro de la idea
"occidental" es un ejemplo
del proceso de adaptación cultural en el que se han hallado y se
encuentran las artes
marciales cuando emigran y se implantan en otras culturas. Es
significativo cómo en
algunas exhibiciones todavía coexisten ambos conceptos.
Por
un
lado, encontramos ejercicios, como algunos rompimientos que exigen una
gran
fuerza física, muchos de ellos que entrañan un alto grado de
peligrosidad, y que se suponen
factibles sólo a través del uso del ki o energía interior
obtenidos a través de una
concentración profunda. Cortar una fruta o verdura con una catana sobre
el cuerpo de un
compañero, destrozar con una patada una manzana sobre la cabeza de otro
con los ojos
vendados, o romper tablas de madera con un dedo de la mano, son
ejemplos de ello.
Hemos
podido incluso presenciar también exhibiciones en las que, tras la
realización de
uno de estos ejercicios, se ejecutaba, con los mismos rituales, la
escritura de un ideograma
chino, lo cual se pretendía sugerir tan difícil como lo anterior, pero
también una forma de
arte, en el sentido de que la mente, el cuerpo y el universo se
suponían en comunión a la
hora de realizarlos.
Pero
esta forma de arte no es percibida como tal en nuestro contexto, y
mucho menos en el
taekwondo. Más bien se relaciona, de una parte, con elementos místicos
y esotéricos, y
sobre todo, con el poder que la ciencia de la psicología atribuye en la
actualidad a la mente.
Hemos
de tener en cuenta que el taekwondo es quizás, junto al judo el arte
marcial más
deportivizado, es decir transformado en deporte, y por tanto, adaptado
culturalmente.
Por
ello, la mayor parte de los practicantes actuales, no han tenido apenas
contacto con los
discursos filosófico-religiosos que se dieron en algunos gimnasios en
sus primeros tiempos
(años 1960 y 1970), cuando todavía se mantenía ese halo místico.
Excepto algunos
informantes más veteranos, que tuvieron la oportunidad de vivenciar
aquella época, y que
por ello son capaces de intuir y transmitir, aunque de forma vaga e
imprecisa, los otros
significados de la palabra arte marcial, la mayoría de los
taekwondistas las vinculan con las
características que hemos atribuido al concepto de "arte occidental".
Lo
relacionan pues, con la estética, la belleza y la creatividad,
comparándolo incluso,
algunos, con bellas artes como la pintura, la escultura o las
consideradas artes de
movimiento como la danza y el baile.
Y es
en este sentido, como pensamos que la traducción del término wushu
como arte ha
condicionado el devenir de las artes marciales en general, y del
taekwondo en particular,
hacia el énfasis en elementos artísticos como la búsqueda de la belleza
y la creatividad; y
como medios para alcanzarlos, la espectacularización, la homogeneidad,
la importancia al
aspecto físico y a los cuerpos, la música, etc.
Espectacularización
y estética como reclamo comercial
No
hay
más que contemplar los combates de artes marciales que se vienen
realizando en las
películas de cine desde la década de 1960 para encontrar un elemento
común; es decir, en
todas ellas se realizan elaboradas coreografías que denotan una
intencionalidad manifiesta
de mostrar belleza y espectacularidad en los movimientos. Éstos más o
menos reales, con
mayor o menor efectividad, siempre se han caracterizado por la búsqueda
de la estética.
Con
este trasfondo no es difícil entender cómo el primer vocablo de las
artes marciales ha
condicionado la percepción que se tiene sobre ellas, y simultáneamente
se ha hecho uso del
mismo para ensalzar la belleza de su repertorio técnico.
A su
vez, son innumerables las menciones por parte de nuestros informantes
de cómo ellos
mismos se vieron atraídos a la práctica de las artes marciales por la
estética de las acciones
y saltos de Bruce Lee, de las patadas de Jean-Claude Vandamme o de las
coreografías de
Steven Seagal. Hecho que es percibido por las federaciones deportivas y
por los maestros a
la hora de diseñar sus clases y, sobre todo, de realizar las
exhibiciones.
En el
caso que nos ocupa, el del taekwondo, son frecuentes las patadas con
salto a algún
objeto, donde se forman auténticas torres humanas con el fin de elevar
la altura, o filas de
numerosos taekwondistas incrementando así la longitud del vuelo; o el
uso de distintas
volteretas de gimnasia deportiva, encadenadas a las técnicas de
taekwondo; las patadas con
las que se golpea, en el mismo salto a dos o tres adversarios, los
giros con mayor número
de grados (o vueltas por el aire) posibles; y, por supuesto, las
estéticas coreografías en la
que un individuo se defiende del ataque de varios oponentes.
Junto
a la belleza de ciertas técnicas, son los pumses la
principal razón a la que aluden los
taekwondistas para afirmar que el taekwondo puede ser considerado un
arte.
Hemos
de tener presente que los pumses son combinaciones de movimientos ya
elaborados, desde el punto de vista de arte oriental, con una
simbología implícita y, en
cierto modo, son formas especialmente estudiadas para alcanzar la
iluminación. Pero no es
este el sentido que señalan nuestros informantes, sino el que
constituyen auténticas
coreografías y lo "bonitos" que resultan en su ejecución. Junto a este
aspecto, la creatividad
sublimada por el concepto de arte occidental también está relacionada
con la incursión en
los programas de exámenes y exhibiciones de los denominados pumses
"inventados" (que
diseñan y crean los propios practicantes).
Otro
elemento que ha contribuido a ensalzar los elementos artísticos y a
dotar al taekwondo
de la categoría de arte es la inclusión de la música en las
exhibiciones y en algunos
contextos de instrucción. La realización de toda esta serie de
movimientos perfectamente
sincronizados y con una intención estética manifiesta, siguiendo el
ritmo de temas
musicales, lo asemejan notablemente a las denominadas "artes del
movimiento". Y en este
momento no se perciben apenas diferencias, por ejemplo, con la gimnasia
rítmica o la
natación sincronizada.
En
efecto, la realización de los pumses, al ritmo de la música,
enmascara los elementos
destructivos que pudieron tener sus técnicas en los orígenes, del mismo
modo que sucede
en otras artes marciales asiáticas como el taichi, o en formas de lucha
de otros lugares del
mundo como es el caso del capoeira brasileño. Pero también lo hacen con
los elementos
místicos propios del arte oriental.
La
incursión de la música en la realización de los pumses se
viene desarrollando en la
provincia de Alicante, generalmente, desde la década de 1990. En la
actualidad se halla
presente en las clases de algunos gimnasios, lo que le confieren un
aspecto festivo y de
contexto de ocio similar a las clases de aerobic, spinning
o los bailes de salón, que motiva a
muchos de los practicantes a realizar una actividad poco grata para
buena parte de los
taekwondistas (como es la práctica de los pumses). Es
significativo y propio del mundo
globalizado actual, que las músicas usadas en los gimnasios alicantinos
actuales proceden
de Corea, lo que confirma la idea de Louis Frederic (1988) de que las
artes marciales han
realizado un viaje de ida y vuelta, exportándose a Occidente, para
posteriormente regresar a
sus países de origen aculturadas. Aunque nosotros más bien diríamos que
están sumidas en
un continuo viaje de un lugar a otro del mundo en simultáneos procesos
de adaptación
cultural.
La
asimilación del arte en el deporte y la modificación del repertorio
técnico
Por
otro lado, la adaptación cultural del taekwondo y su concepción de arte
han confluido
con su transformación en deporte, y dado lugar a lo que denominamos
"arte deportivizado".
Es
decir, desde mediados de los años 80 del siglo XX, se han ido
desarrollando en la
provincia de Alicante, paulatinamente, competiciones que tenían como
objetos la técnica,
el pumse y la exhibición. En ellos se valora la corrección en la
ejecución técnica, el ritmo y
la coordinación, pero también se hace incidencia en la homogeneidad,
sincronización,
espectacularidad, y sobre todo en la estética y belleza del movimiento.
Estos
campeonatos han supuesto, en cierto modo, el reconocimiento oficial,
por parte de las
federaciones deportivas, de una dimensión artística en el taekwondo.
Otra
de las consecuencias de la redefinición del taekwondo como arte ha sido
la
modificación que se ha producido en el repertorio técnico, en una
búsqueda de la belleza.
Señalaba
Paul Turse (2005) que el taekwondo, o algunos de sus aspectos, comienza
a ser
redefinido como arte en el momento en que la estética se antepone a la
eficacia técnica. Del
mismo modo, la eficacia que Marcel Mauss [1935] (1991) indicaba como
propia y
necesaria de cualquier técnica deja de adquirir una dimensión
destructiva, adquiriendo un
concepto emic que la sustituye por la estética o incluso la creación.
Desde
el momento en que las técnicas dejan de tener un fin destructivo y su
peligrosidad
potencial se difumina, cualquiera de ellas puede ser resideñada con
nuevos fines.
Así,
las patadas comienzan a ser más altas, éstas y los movimientos de brazo
más
circulares, los saltos más elevados o los movimientos se ejecutan
siguiendo el ritmo de la
música.
Patadas
laterales, por ejemplo, que tenían como finalidad impactar en la cara
del
adversario, como el mondolio nako chagui, dolio chagui,
nako chagui o yop chagui,
adquieren una nueva forma de ejecución, llegando incluso a ser deseable
la verticalidad de
las mismas.
De
igual modo, en los pumses se le da más importancia a los cambios de
ritmo, muchas
veces propiciados por las músicas que los acompañan.
Y es
en esta modificación técnica donde se precisa introducir un nuevo
concepto emic: la
corrección, que consistiría en las formas canónicas y las secuencias de
acción motriz
establecidas por las federaciones deportivas, y con ello por los
maestros.
La
corrección se hallaría a medio camino entre la eficacia y la estética,
los movimientos
serían más largos que en la segunda, pero menos vistosos y elaborados
que en la segunda.
Por ello, ni la eficacia ni la estética en las técnicas garantizan el
concepto emic de
corrección. De este modo, coexistirán diferentes modos contextuales de
ejecución
"técnica", que podrá ser en mayor medida eficaz (11),
estética o correcta (12).
6.3.
El énfasis en la estética de la homogeneidad
Si
hay
un aspecto al que se le ha prestado atención en el taekwondo desde su
introducción
en España es el de la homogeneidad del grupo. Si entendemos que las
técnicas y pumses
pueden realizarse de modo individual o en equipo, podemos diferenciar
un arte individual y
otro colectivo dentro del taekwondo.
El
que
denominamos arte colectivo, en sentido occidental, enfatiza la
coordinación y
sincronización de movimientos buscando una mayor belleza.
Fue
introducido desde los primeros tiempos por maestros coreanos, y
presenta una fusión
entre el arte occidental y un militarismo relacionado con el control de
los cuerpos (Foucault
1975).
La
importancia que se le ha dado, ha llegado ha ser tal en ocasiones, que,
por ejemplo, en la
realización de pumses en grupo, algunos taekwondistas han
quedado fuera de un equipo por
su morfología corporal. Es decir, por ser más altos, bajos, gruesos o
delgados que el resto
del grupo. Incluso algunos informantes comentaban que se habían hecho
un corte de pelo
concreto para parecerse más a sus compañeros.
Esta
sensación de homogeneidad se incrementa si atendemos a la indumentaria,
pues el dobok o traje de taekwondo es la misma para todos (13),
con la única salvedad del cinturón.
No
obstante, contrapuestamente a la homogeneidad pretendida en los
campeonatos por
equipos, la tendencia ha sido a la individualización de la
ornamentación de la indumentaria.
De modo que, si en sus orígenes el dobok de taekwondo no era
más que un kimono blanco,
a lo largo de los años se le fueron añadiendo escudos y letras, tanto
en la chaqueta como en
los pantalones, hasta llegar a la actualidad. La proliferación de
marcas, escudos y bordados
amplían la variedad y personalización de estos trajes, abriendo paso a
la dimensión de
creatividad estética.
7.
Conclusiones
Podemos
concluir que no es posible entender qué son las artes marciales y si
éstas pueden
ser analizadas como artes, sin partir de la idea de que ambos términos
son constructos
culturales, y cómo tales, presentan diferentes significados en función
del contexto donde se
presenten.
Por
un
lado, el que hemos denominado arte oriental, es el que encontramos en
los manuales
y en los discursos del cine y la televisión, y mantiene estrechos
vínculos con las religiones
del taoísmo y budismo. Y sería la interpretación contextualizada del
ideograma shu o yi,
que fue traducido como arte.
Por
otro, el "arte occidental", más parecido a lo que conocemos por bellas
artes, y que
unido al vocablo marcial tiende a enfatizar sus elementos estéticos, de
exhibición, y de
creatividad.
Consideramos
que las artes marciales no se introdujeron a través de las escuelas de
arte,
porque no fueron consideradas como artes, sino como sistemas de lucha
con un énfasis
especial en su dimensión mística, en sus primeros tiempos, que podían a
su vez, ser
practicadas como deportes.
El
componente artístico de las artes marciales se ha ido creando, en un
proceso de
adaptación cultural, alejándose, cada vez más, de la concepción
oriental y se ha
reinterpretado adoptando componentes más propios del concepto de arte
hegemónico
occidental. Lo que, con el tiempo, ha tenido consecuencias en las
prácticas, en la cultura
material, y en las técnicas.
Desde
esta perspectiva, podemos afirmar que ni los taekwondistas entienden su
práctica
como la de actores de teatro, ni el arte como un medio para alcanzar la
iluminación. Por
tanto, si atendemos a las prácticas, creemos que más que en la
representación, el arte se
encuentra en la estética, si entendemos ésta como búsqueda de la
belleza; y en el
espectáculo unido también al concepto de belleza en las técnicas. Sólo
si prestamos una
mayor atención a los discursos de manuales y de la industria
cinematográfica, vemos cómo
el arte también puede encontrarse en los aspectos espirituales y
religiosos
Nos
queda preguntarnos qué hubiera sucedido si el término se hubiera
traducido como
habilidad, aptitud, oficio o destreza. Probablemente las denominadas
artes marciales, como
habilidades marciales estarían más próximas a otros sistemas de combate
como el full
contact o el boxeo. Quizás no hubiera surgido el "arte
deportivizado", y quizás los pumses,
por ejemplo, no serían más que meras combinaciones de ataques y
defensas utilizadas
durante el entrenamiento.
Notas
1. Una reflexión sobre las dificultades
metodológicas al respecto puede encontrarse en J. E.
Martínez Guirao (2004), "Un antropólogo en el tatami: peculiaridades de
una investigación
sobre artes marciales", en A. Téllez (coord.), Experiencias
etnográficas. Alicante. Ed.
ECU: 311-330.
2. Ambas son artes marciales de origen japonés
basadas en el uso de la espada.
3. Las katas son combinaciones de
movimientos de defensa y ataque que se realizan
siguiendo una secuencia. Son propias de las artes marciales japonesas.
4. Gérard Genette, The Work of Art: Immanence
and Transcendence. Ithaca, Cornell
University Press, 1997.
5. Robert E. Rinehart, Players All:
Performances in Contemporary Sport. Bloomington,
Indiana University Press, 1998.
6. Pierre Bourdieu, The Logic of Practice.
Stanford, Stanford University Press, 1990.
7. Konstantín Stanislavski es un actor, director y
pedagogo teatral ruso, que elaboró un
método interpretativo que lleva su nombre.
8. Somos conscientes de la controversia que existe
en torno al uso de los términos Oriente y
Occidente. No es objetivo de nuestro artículo entrar en este debate, si
bien los utilizaremos
unidos al término arte, al hablar de "arte oriental" y "arte
occidental", para aludir dos ideas
de arte con significados bien distintos, que explicaremos a
continuación.
9. El vocablo wu ya fue traducido en el
año 1882 en el diccionario Chinese-English
Dictionary de Herbert A. Giles, como "artes militares". Más
tardíamente, en 1931,
aparecerá wu shu en el Chinese-English Dictionary
de Mathews. El término también
aparece, en 1920, en el Japanese-English Dictionary de
Takenobu, en la traducción del
japonés bu-gei o bu-jutsu como "el oficio o
desempeño de los asuntos militares". Según
Audriffren y Crémieux (1996), la expresión arts martiaux
aparece por primera vez en la
lengua francesa en 1933 en el diccionario Le Robert, traducida
probablemente, de la
palabra inglesa martial arts.
10. La Enciclopedia Británica lo define
de una manera similar como objeto visual o
experiencia creada conscientemente a través de una expresión de
habilidad o imaginación:
http://www.britannica.com/EBchecked/topic/630806/art
11. A su vez las técnicas pueden ser eficaces en el
combate o en la defensa personal, con
ejecuciones diferentes.
12. Existe cierta tensión entre el modo más
adecuado de realizar las técnicas en los
campeonatos de pumse y exhibición. Debido al énfasis en la
dimensión estética, las
Federación Española de Taekwondo, hace unos años decidió modificar la
reglamentación,
penalizando esta ejecución "incorrecta" de las técnicas. Aún así, los
competidores se
debaten sobre la forma más oportuna de hacerlas, puesto que para
muchos, resulta más
práctico buscar una mayor estética debido a que, pese a la
penalización, la puntuación
global tiende a mejorar.
13. Existe una excepción, pues en realidad hay tres
variaciones en el cuello de los doboks en
función del cinturón. El cuello es blanco hasta ser cinturón negro,
rojo y negro cuando se
alcanza este cinturón, y negro a partir del cinturón del mismo color.
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