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Las causas del cambio social es una de las preguntas centrales de las ciencias sociales desde sus orígenes. Para su explicación se ha recurrido a modelos que describían como principal responsable de la evolución social, a determinados agentes o colectivos -las élites, los obreros, los políticos- o a ciertas "fuerzas", como los medios de comunicación, las identidades sociales, las inversiones monetarias, etc. Todo ese tipo de teorías, al intentar definir el sujeto del cambio a base de una diferencia simple, han provocado una oposición en los mismos términos: no son los obreros sino la burguesía, no son los medios de comunicación de masas sino los líderes sociales, no son las inversiones monetarias sino la "cultura", los responsables del desarrollo. Es a este problema a lo que se refería el sociólogo N. Luhmann cuando afirmaba que "el concepto de fin ha sido concebido originariamente a partir de la acción aislada" (Luhmann 1983: 6). Todos esos modelos universalistas, unilineales y omnicomprensivos para definir una única agencia del cambio durante al menos dos siglos de historia de las ciencias sociales, podemos encontrarlos de alguna u otra manera, en todos los estudios que tratan hoy del desarrollo de las sociedades. Lo que ha cambiado son los conceptos con los que se quiere describir a esa agencia del cambio. Para nombrar algunas de esas sujetos del cambio que están comunicados hoy en día como responsables del desarrollo, se podría pensar en los think tanks, las redes sociales en Internet, los organismos internacionales, las ONG, los activistas o los emprendedores. El emprendedor, como un nuevo protagonista clave para impulsar procesos de cambio social, ha sido destacado en los últimos años en la comunicación de múltiples sistemas funcionales, sobre todo desde el científico, el político y el económico. Hay una extensa producción de artículos y libros sobre la cuestión, revistas especializadas, cátedras, etc. Actualmente hay aproximadamente 500 mil artículos académicos relacionados con la palabra entrepreneur registrados en la plataforma Google, en instituciones diversas convocan concursos para emprendedores, hay agencias de creación reciente que fomentan el desarrollo de iniciativas emprendedoras desde las administraciones y universidades, premios públicos y privados para emprendedores, centros incubadoras de empresas, etc. La figura del emprendedor ha sido abordada desde muchos campos de conocimiento y desde diversas perspectivas, no existiendo un acuerdo común sobre el término y el concepto de emprender (Shane y Venkataraman 2000; Alonso Nuez y Galve Górriz 2008: 5).
El emprendedor como expresión máxima del hombre moderno Como quiero
defender en las líneas que siguen, la aparición en los
últimos años del
emprendedor como sujeto estrella del cambio social no es casualidad.
Entender el sujeto
económico como la clave para explicar el desarrollo, frente a la idea
de que colectivos o
variables estructurales son el fundamento subyacente de los cambios
sociales, tiene sus
raíces en los valores de una sociedad determinada. La base social de
ese auge de un nuevo
sujeto estrella, que parece ser una nueva vía para explicar el porqué
del desarrollo de las
sociedades, es el contexto de la modernidad tardía en occidente, que
diferentes sociólogos
prestigiosos nos han descrito en términos de individualización y
riesgo (Beck 1986),
flexibilización (Sennett 2000), creciente
reflexividad
(Giddens 1991), diferenciación
funcional (Luhmann 1987) e imposición neoliberal (Bourdieu
1991). Veremos, cómo el
conjunto de esas interpretaciones sociológicas de la sociedad
occidental contemporánea nos
pueden contextualizar las bases socio-económicas, de la aparición del
emprendedor en los
estudios de desarrollo y los presupuestos ideológicos implícitos que
nutren el concepto. Para R.
Sennett (2000), la sociedad posindustrial se define por la
imposición de una nueva
flexibilidad, causada por la evolución del modelo económico-social
capitalista a base de
tres pilares: la continua reestructuración de las instituciones, el
aumento de la
especialización y flexibilización en la producción según las
condiciones impuestas por la
demanda del mercado y, finalmente, una mayor concentración del poder y
de la vigilancia,
ocultos por su descentralización física. Sennett muestra, cómo esa
filosofía de
flexibilización se ha convertido en una ideología no reflexiva, en
cuanto apunta que en
muchos casos una mayor flexibilización no ha llevado a un mayor
beneficio, sino que las
demandas inestables del mercado se convierten en organizadores externos
del proceso de
producción interno (Sennett 2000: 50-53). Esa nueva flexibilidad de la
vida profesional y
privada, promocionada por las instituciones políticas y económicas, por
lo tanto es un pilar
para explicarnos el auge de la aparición y el fomento de emprendedores.
Ulrich Beck (1986) ve también en el nuevo sistema flexible, que él analiza no sólo para la vida laboral y denomina individualización, nuevas posibilidades para el desarrollo del individuo. Describiendo la sociedad actual como una sociedad de riesgo, apunta que los individuos, una vez expulsados de las seguridades institucionales tradicionales, identidad étnica, parentesco, religión entre otros, se encuentran con un ambiente de incertidumbres globales, ecológicas, financieras, sentimentales, que sólo pueden afrontar construyendo una biografía propia distinguible. La flexibilidad y el riesgo, como principales organizadores de la vida en la modernidad, corresponden a la personalidad de un emprendedor tipo. Es un sujeto que al enfrentarse creativamente con la incertidumbre, empleando su propia flexibilidad, le gana protagonismo. Para
Luhmann y su teoría de la modernidad, también existe un "peso
reflexivo del
individuo moderno" (Luhmann 1987: 371). El proceso de individualización
es para
Luhmann el aumento de la interpenetración entre el sistema social y el
psicológico, proceso
que a su vez crea nuevas libertades y obligaciones, o como él lo llama,
nuevos momentos
de exclusión e inclusión (Luhmann 1987: 299). La creciente
diferenciación funcional de la
sociedad en un conjunto de sistemas horizontales como la política, la
economía, el derecho,
la religión etc. son el clima en el que puede prosperar la acción del
sujeto que ya no
depende de sólo un sistema social cuya lógica determina todos los
miembros de la sociedad
tradicional. Esa liberación de los individuos, es la precondición
estructural de que los
sujetos puedan ser posibles protagonistas del cambio social y no sólo
los colectivos. El
emprendedor es un agente que utiliza esa independencia que le
proporciona la sociedad
funcionalmente diferenciada, para relacionarse con todos estos sistemas
sociales en
beneficio propio.
La modernidad vista por Giddens (1991) constituye un espacio en el que los individuos e instituciones, liberados de sus vínculos tradicionales vuelven a ser reflexivos. Esa necesidad de construir su propia biografía, donde modas y medias ayudan a los agobiados con su tarea, es la base social de la innovación. Frente al modelo de la sociedad tradicional, donde los individuos progresaban en la medida en que seguían fielmente los pasos preestablecidos de su segmento social, esa otra sociedad a la que se refieren los autores que estamos repasando, prima a biografías que justo rompen con esas continuidades generacionales. La novedad del proyecto privado y profesional, la idea de la biografía diferente, la innovación reflejada en la creación de instituciones nuevas, son justo los elementos con los que se define hoy la personalidad del emprendedor. Para Pierre
Bourdieu la sociedad occidental moderna, a veces incluso
en oposición a los
postulados de su teoría social, es un escenario de lucha, donde un
sistema neoliberal
capitalista se está imponiendo a todas las esferas sociales del mundo.
El campo académico
colabora en gran medida con la empresa neoliberal individualista
mediante la promoción de
las teorías del actor racional, porque el propio científico se ve en
ese papel de sujeto héroe
y tiende a aplicarse a sí mismo el subjetivismo que al objeto de
estudio, al objetivarlo,
deniega. La "diferencia generadora de energía (…) energía creadora,
espíritu de empresa"
(Bourdieu 1991: 231) es para Bourdieu la visión conservadora de la
historia, que "establece
una distinción absoluta y duradera en lugar de una continuidad"
(Bourdieu 1991: 231). El
emprendedor, desde esa perspectiva, es el modelo del sujeto en un mundo
liberal que se
está promocionando desde las instituciones. El emprendedor es el actor
tipo que mejor
encaja en la economía de mercado, asumiendo su persona, en la práctica,
los postulados
teóricos del liberalismo.
El emprendedor es el sujeto social tipo ideal que responde a todas esos aspectos centrales que definen la sociedad actual. En un contexto de universalización e imposición creciente de la lógica liberal y mercantil, el emprendedor responde mediante la construcción reflexiva, flexible y funcionalmente adecuada, de acciones racionales cuyo conjunto desemboca en una biografía única y diferenciada, capaz de enfrentar los desafíos de riesgo e incertidumbre del entorno. Emprendedor es quien, según el Diccionario de la Real Academia Española (22ª edición), "emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas" y emprender es "acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro", presupuesto genérico que conlleva la idea central del hombre moderno de que el esfuerzo personal, la libertad del individuo y la igualdad de oportunidades contribuyen al desarrollo de la condición humana. Ser emprendedor es una forma de vida, una modelo cultural, un modo de estar, una forma de relacionarse con el mundo, tanto un derivado de ese nuevo sistema flexible como un aprovechamiento activo de sus posibilidades liberadoras. Las diferentes teorías actuales acerca del emprendedor, objeto de los análisis que siguen, deben ser juzgadas a la luz de ese contexto social de la sociedad moderna. Entre ellas, las teorías que llamaremos en el punto siguiente subjetivistas del emprendedor, a menudo son incapaces de contextualizar, histórica y socialmente, su objeto de estudio como ha sido mi pretensión en este prólogo. Las teorías sobre el emprendedor tipo, por otro lado se paran en la crítica de las implicaciones neoliberales del término, dejando de considerar que ese nuevo modelo de sociedad al que responde el emprendedor no sólo puede ser descrito en términos negativos.
Teorías subjetivistas del emprendedor: La acción racional y el economicismo Las teorías
sobre el emprendedor que aquí quiero llamar
subjetivistas, son sin lugar a dudas
las más populares, ya que no producen ningún tipo de conflicto con el
contexto social en el
que son construidas. Sus defensores se sitúan primordialmente en el
campo de producción
de las ciencias económicas, aunque también en algunas orientaciones
especiales de la
sociología, la psicología y el derecho. Se pueden agrupar bajo una
corriente que se ha
venido en llamar "teorías de la acción racional". Se fundamentan en un
presupuesto
ontológico que prima el libre albedrío sobre los condicionantes
ambientales, e interpreta las
acciones de los individuos como la consecuencia de cálculos racionales
o utilitaristas, que
se realizan a base de valorar conscientemente las ventajas e
inconvenientes de una acción
cualquiera. Aplicada esa teoría a los estudios del emprendimiento, el
impulso de procesos
de institucionalización de iniciativas innovadoras, se ve más como el
resultado de acciones
aisladas de agentes especialmente capacitadas que de causantes
ambientales.
A partir de ello, esas teorías del emprendedor buscan en los discursos formalmente razonados de los agentes, en los documentos autodescriptivos y en la capacidad de la personalidad o de la configuración psicológica, la explicación que ha llevado tanto a la decisión de emprender como al éxito de la empresa. Menos atención reciben las condiciones sociales e históricas de producción de la acción emprendedora, el entorno del pasado y del presente, para explicar el surgimiento y éxito evolutivo de la institución emergente. Por otro
lado, esas teorías conllevan
cierta inclinación manifiesta
o latente para interpretar
el acto de emprender, tanto en sus causas como en sus efectos, como
económico en el
sentido de sus implicaciones materiales para sujeto y objeto del
desarrollo. Esa primacía de
la visión económica del emprendedor conlleva, aunque no de modo lineal,
una inclinación
a la metodología cuantitativa, al ser el mundo material a primera vista
más proclive a la
representación y el análisis matemático. También el enfoque
economicista se inclina por
entender como emprendedor a la persona física que crea una empresa con
ánimo de lucro
en el contexto de una economía de mercado.
Dibujado ese cuadro, quizás un tanto reduccionista pero ilustrativo de una gran cantidad de estudios sobre emprendedores, veremos ahora algunos ejemplos seleccionados porque se adecuan de manera prototípica a esa mirada subjetivista y economicista del emprendedor y discutiremos los principales problemas que ese enfoque conlleva. El Global
Entrepreneurship Monitor
(GEM), cofinanciado en Andalucía
entre otros por el
Centro de Estudios Andaluces, el CIS de la comunidad autónoma sí así
queremos, es un
estudio cuantitativo longitudinal, iniciado por el Babson College en
Estados Unidos y la
London Business School en 1999. Esa red de investigadores entiende al
emprendedor como
la "persona que está inmersa en el proceso de creación de una empresa o
en sus primeras fases
de consolidación. Puede ser independiente o autónomo -si lo hace por
cuenta propia-, o
corporativo -si forma parte de su trabajo habitual como empleado de
otra empresa" (Global
Entrepreneurship Monitor 2005: 147).
El emprendedor se entiende en esa definición 1) como un sujeto y no un colectivo o una institución, 2) como un actor generalmente económico y 3) necesariamente como creador de una nueva institución jurídicamente definida como empresa. Viene de la mano de esa definición conceptual, una metodología cuantitativa del estudio que lleva a afirmaciones como la siguiente:
"En general, los hombres son mucho más dados a iniciar un negocio que las mujeres. En ninguno de los países participantes en GEM 2006 son las mujeres más activas que los hombres para iniciar y poseer empresas" (Global Entrepreneurship Monitor 2006: 20). Las
explicaciones causales que
generan a base de esas evidencias, se
sitúan en un plano
generalista hipercoherente, coherencia que facilita al mismo tiempo la
definición
excluyente del emprendedor, por ejemplo: hay más mujeres emprendedoras
en los países
con bajos ingresos porque hay más restricciones en el mercado laboral.
Las mujeres en el
primer mundo gozan de un sistema de seguridad social que les permite no
emprender. Esa
adaptación del objeto de estudio a las necesidades impuestas por
encuestas masivas, la
podemos encontrar en la siguiente subcategoría del emprendedor
emergente: "Nuevos
empresarios son las personas, entre 8 y 64 años de edad, que han tomado
algunas medidas
para la creación de una nueva empresa en el último año". Las encuestas
del Global
Entrepreneurship Monitor son proclives a generar datos no fiables, en
cuanto preguntan a
sus informantes si son emprendedores por necesidad u oportunidad, si su
servicio es
innovador o no, etc., lo que lleva al estudio a afirmar, por ejemplo,
que en países con bajo
ingreso per cápita hay mayor índice de emprendedores. Para
contrarrestar el sobrepeso de
datos cuantitativos, introducen preguntas a expertos que en un segundo
paso también son
cuantificados.
Para su versión individualista del emprendedor precisamente definido, el entorno es un todo difuso que de alguna manera influye en el individuo y en sus correspondientes países: "Los entornos institucionales -políticos, legales y culturales- en los que operan los empresarios influyen directamente en su actividad y, por lo tanto, en el curso del desarrollo económico del país". El mero hecho de crear una empresa en el sentido jurídico, es para el GEM como equivalente al aumento del grado de desarrollo. Caen en un segundo plano preguntas sobre cuáles han sido las causas de la creación, cuáles son sus aportaciones para una región al nivel meso-social, qué causas y efectos no económicos han de ser tomados en cuenta, entre otros. Frente a
ese macroproyecto
internacional de investigación de gran
impacto en la
comunidad científica de estudios sobre emprendedores, que representa el
GEM,
normalmente nos encontramos en los estudios sobre emprendedores, con
investigadores
que desarrollan su actividad en algunos de centros de estudios
empresariales y económicos
situados en el mundo académico de la Universidad. Un ejemplo de ello,
puede ser el
artículo de De Carolis y Saparito (2006), que definen el emprendedor
por su capacidad de
reconocer y explotar oportunidades y ventajas competitivas, su
capacidad de innovación.
En el mismo sentido que para el GEM, el individuo y sus habilidades
están pensados como
dados, son el punto de partida, en los que influye posteriormente su
entorno social. Tanto la
cognición como el capital social, la agenda capaz de generar el
emprendedor, se ven como
un recurso de los individuos y su entorno como un mundo de
oportunidades. Llama
también la atención que la propia existencia de una relación recíproca
entre individuo y
entorno social, está presentada en esos estudios economicistas como si
fuera una variable
nueva a descubrir.
También para Chadwick, Glasson y Lawton (2005), el talento de los individuos prima sobre la importancia de las redes y las acciones colectivas. Su definición del emprendedor, la capacidad de agentes para crear negocios nuevos, no se distingue sustancialmente de los ejemplos del emprendedor sujeto. Dos cosas son importantes en el desarrollo regional para Chadwick, Glasson y Lawton: la presencia de individuos con talento y el efecto que tiene eso en los demás. El entorno social de los emprendedores se percibe como el conjunto de los emprendedores restantes. Es un entorno facilitador igual que para De Carolis y Saparito (2006). Esa "clase creativa" y su devenir histórico es la que explica en su estudio el desarrollo de un territorio. Es de
interés ese último ejemplo en
cuanto que pertenece a la
categoría de investigaciones
del emprendedor, economicistas y subjetivistas que, frente a lo común
en esos estudios,
utilizan una metodología cualitativa. Su estudio explica el desarrollo
económico
exponencial de un territorio mediante el análisis de 22 actores claves
que, según los
autores, lo impulsaron. Ese tipo de metodología puede eficazmente
resolver algunos de los
problemas resultantes de estudios empiristas, como los que hemos visto
del GEM. Pero la
propuesta resulta cojo, en cuanto no resuelve el problema teórico que
tiene la concepción
de los agentes del cambio como "héroes" más o menos independientes de
lo que les rodea,
aislando así una élite selecta como determinante para su entorno. El
texto de Chadwick,
Glasson y Lawton es un buen ejemplo para ilustrar, que el modo de
trabajar empíricamente,
no puede resolver los problemas resultantes de un corpus teórico que
apuesta por una
visión subjetivista del mundo social y de sus modos de cambio.
Que ese tipo de estudios del emprendedor, que he llamado aquí subjetivistas y economicistas, configuren actualmente el estatus quo del debate, lo puede ilustrar otro artículo que he seleccionado para tales fines. Alonso y Galve (2008) pretenden ofrecer una visión general de las investigaciones sobre emprendedores actualmente en discusión. El hecho de que en ese texto, que trata de resumir el estado de la cuestión, no aparezcan autores que no confunden el emprendedor con el empresario y no piensan la teoría del actor racional como teoría genérica, ilustra que estamos ante un panorama de investigación en ese campo, que cuenta con un paradigma dominante y una periferia a la que dirigiremos nuestra mirada ahora.
Teorías sobre emprendedores tipo Frente a
los estudios
economicista-financieros hegemónicos sobre
"emprendedores
genéricos" creadores de empresas, se sitúan una serie de teorías
complementarias, y a veces
opuestas a aquéllas, añadiéndole al término algún complemento, para
orientarlo hacia otros
campos de significación menos percibidos como económicos. Esos estudios
o bien se
centran en algún colectivo concreto, definido mediante criterios de
diferenciación social
tales como edad, genero, etnicidad, etc., o se interesan en
determinados sectores de
actividades, como pueden ser las nuevas tecnologías, la creación de
asociaciones, etc. De
ahí salen creaciones conceptuales como emprendedores o emprendedoras
étnicas, sociales,
jóvenes…, emprendedores de la red, emprendedores morales, etc. A menudo
esos estudios
conllevan alguna valoración ideológica o de simpatía para el grupo o la
actividad que se
describe, subrayando implícitamente la mayor importancia o mayor
legitimidad de estos
emprendedores frente a otros. Existen estudios sobre "emprendedores
tipo", prácticamente
desde la totalidad de las disciplinas en ciencias sociales, y parece
que ello se debe a la gran
inflación de estudios sobre emprendedores que provoca la evolución de
cierta
especialización o diferenciación interna de ese campo.
Igual que los estudios no reflexivos sobre el emprendedor genérico, también los estudios sobre el emprendedor o la actividad emprendedora de tipo "no económico", se centran en un grupo social que pretenden describir. Desviando la importancia hacia la definición de unidades perfectamente diferenciadas, están perdiendo capacidad de centrarse en los procesos del cambio social. Desenfocan con ello la acción y la comunicación, que no siempre se rige por lógicas de pertenencia o identificación a grupos sociales diferenciados mediante criterios de observación del científico orientada en esa distinción. Eso se pone de relieve cuando, por ejemplo, se da por sentado que es la actividad formal que se clasifica la que es especialmente novedosa, mientras que el acto mismo de emprender, no merece una atención investigadora especial. Ligado a
ello, está el problema
metodológico mismo de la elección
del grupo o la actividad
que se procura estudiar, el peligro del sesgo de complicidad con el
objeto de estudio. Esos
nuevos comunitarismos en el campo de los estudios sobre entrepreneurship,
no solo
reifican los grupos sociales que estudian y les otorgan mayor
coherencia de la que
realmente gozan, perdiendo así de vista la acción significativa como
objeto de estudio
primordial, sino que también contienen la tendencia de una oposición
simple respecto a los
estudios genéricos sobre el emprendedor. Caen en el otro extremo
epistemológico.
Mientras que las teorías economicistas desvaloran los efectos no
económicos de la
economía, las teorías sobre el emprendedor tipo, a menudo desconocen o
menosprecian los
efectos económicos secundarios de emprendedores "sociales".
Muchos son los estudios que se centran en algún grupo o actividad emprendedora en concreto, y no existe, en menor medida aún que en los estudios sobre emprendedores genéricos, un corpus teórico o una metodología común. Los estudios sobre emprendedores étnicos (Arjona Garrido y Checa Olmos 2005), sociales (Bornstein 2005, Austin, Stevenson y Wei-Skillern 2006), jóvenes (Fernández Esquina y Ruiz Ruiz 2006), morales (Becker 1997), de la red (Ericksen 2001), trabajadores (Narotzky 2007), culturales (Swedberg 2006, Global Entrepreneurship Monitor 2005), rurales o campesinos (Bryant 1989, Korsching y Allen 2004, Camarero y Sampedro 2007), por nombrar sólo la selección discutida para ese ensayo, son como vemos heterogéneos, abundantes y recientes. A partir de ahí podemos constatar en la literatura combinaciones entre esas categorías, como mujeres rurales emprendedoras (Camarero y Sampedro 2007) o mutaciones conceptuales como corporate entrepreneurship o intrapreneurship para denominar iniciativas que se producen dentro de instituciones ya existentes. Me centraré por lo tanto en unos pocos casos ilustrativos para tal campo complejo de estudios. El texto de
Narotzky (2007), es un
buen ejemplo para esos estudios
que establecen una
distinción entre emprendedores, en función del contexto socio-económico
y cultural en el
que desarrollan su actividad. Los conceptos de centro-periferia, se
usan para oponer al
concepto del emprendedor hegemónico otro tipo de emprendedor menos
"capitalista". Esa
distinción se hace tanto entre el Primer y el Tercer Mundo o, como en
el ejemplo de
Narotzky, para el centro y la periferia europea: "Las actividades económicas en las áreas de producción descentralizados, como el sur de Europa, estructurado en torno a redes de subcontratación informal, las pequeñas empresas familiares y el empresario autónomo no pueden describirse o explicarse en términos de las categorías estándar de la descripción sociológica del ámbito "económico" en las sociedades capitalistas occidentales" (Narotzky 2007: 403). En esa
misma línea de
centro-periferia, podríamos situar las teorías
sobre el campesino
emprendedor (Bryant 1989; Korsching y Allen 2004). Es el medio social
en el que se
desarrolla la actividad y el tipo de actividad, lo que sirve como
elemento distintivo entre
tipos de emprendedores. La pertinencia para denominar esos colectivos
como
emprendedores, se justifica por una oposición al modelo comúnmente
empleado para
denominar a los emprendedores. Visibilizar acciones de personas y
colectivos en contextos
socio-económicos definidos como "problemáticos", mediante el slogan del
"emprendedor"
es la motivación de los autores. Esa simpatía por la "comunidad" hace
hablarles de
entrepreneurial communities o comunidades como cuasi
emprendedores (Bryant 1989). El
imperativo ético se revela en la hipótesis (un tanto tautológica) de
partida, de que los
emprendedores con un compromiso con la comunidad lo tienen porque
surgen de la
comunidad (Korsching y Allen 2004).
Para el caso de los estudios de género aplicado al campo de la investigación sobre emprendedores, también se distinguen las mujeres emprendedoras, o como es el caso de Camarero y Sampedro de female rural entrepreneurs (2007), de sus compañeros masculinos. Los estudios de género, fijándose no en el contexto o la actividad del emprendedor sino en su condición social de mujer o hombre, se interesan por describir y revelar la desigualdad social entre los sexos en el campo de la creación de empresas, creando perfiles sociales de las empresarias rurales en España, como es el caso de Camarero y Sampedro (2007). A un nivel
más generalista que los
casos mencionados hasta el
momento, están los estudios
que oponen al modelo del emprendedor económico el del emprendedor
social, cultural o
moral. Algunos, como el texto de Austin, Stevenson y Wei-Skillern
(2006), entienden
como emprendimiento social, la aplicación de procedimientos
empresariales en el sector de
las instituciones no lucrativas. El problema común a estas
investigaciones reside en la
dificultad de definir quien produce a través de su iniciativa "valor
social añadido", efecto
latente que no necesariamente coincide con la misión formal manifiesta
de una
organización y sus estatutos. En ese mismo sentido el ya mencionado
Global
Entrepreneurship Monitor emplea el término de emprendedor cultural, no
como una
contrapartida a su concepto de emprendedor genérico, que
consecuentemente deberían
llamar "económico", sino para hablar de empresarios de incorporación
reciente que
"venden cultura": "La cultura se manifiesta como una importante fuente de oportunidad en la creación de empresas. Los emprendedores culturales son mayoría sobre los emprendedores no culturales, tanto en España (68,58%) como en Andalucía (73,75%). Esta apreciación de la cultura como fuente de oportunidad es proporcionalmente mayor en Andalucía que en España, tanto en opinión de la población como de los expertos. Las actividades emprendedoras relacionadas con la cultura aparecen como más competitivas" (Global Entrepreneurship Monitor 2005). Una de las
entidades que más ha
popularizado el termino de
emprendedor social, ha sido la
Fundación Schwab impulsada por el poderoso creador del World
Economic Forum. La
organización, creada en 1998, se dedica al estudio y fomento de
iniciativas con finalidades
sociales. Para los objetivos de este artículo nos limitaremos a
estudiar brevemente la
conceptualización teórica del emprendedor social que va fomentando esa
fundación. Su
definición del emprendedor social supera algunas de las dificultades
discutidas
anteriormente, ya que entiende que también entidades con fines
lucrativos pueden, en
ciertas circunstancias, crear valor social añadido. Emprendedor social
es para la Fundación
Schwab el que "se centra ante todo en la creación de valor social y/o
ecológico, y trata de
optimizar la creación de valor financiero" (Social Entrepreneur of the
Year Competitions).
Aunque el concepto de la entidad sigue pensando que el modo de trabajar
de cualquier
emprendedor es "económico": "Los emprendedores sociales crean
organizaciones híbridas
que emplean métodos de negocios, pero su resultado final es la creación
de valor social"
(Social Entrepreneur of the Year Competitions). El emprendedor social,
como vemos en
esos casos, es un concepto complementario o en oposición al emprendedor
genérico,
estudiado bajo la hipótesis de que lo que hacen esos primeros es algo
"bueno" frente a los
que simplemente se dedican a enriquecerse.
Una mirada antropológica sobre la acción emprendedora Como hemos
visto en el prólogo a este
capítulo, el emprendedor como
categoría para
describir actores y acciones innovadoras, es tanto producto como
productor de una nueva
organización social llamada modernidad. La popularidad del término se
debe tanto a su
referencia a realidades sociales nuevas como a un nuevo tipo de
idiosincrasia que la
promueve. Ni el rechazo estoico del término, como si el surgimiento del
término sólo se
debiera a una estrategia de las instituciones promotoras del
neoliberalismo, hemos visto el
caso de la fundación Schwab ligada al World Economic Forum o
el Global
Entrepreneurship Monitor, ni su asunción no reflexiva, como si
discursos y prácticas
fueran una misma cosa, ni la desfragmentación del término para
describir sólo aquellos
fenómenos que nos interesan adornándolos con un término en boga, da
cuenta con
suficiente rigor de las implicaciones sociales complejas de ese
concepto. Los estudios que
se construyen en base a una diferencia que es la oposición al modelo
emprendedor genérico
y sus implicaciones economicistas, abandonan la lucha por la definición
de su significado,
centrándose en la mera crítica. Esa postura del tercero autoexcluido,
que mira desde las
esferas de la puridad intelectual el escenario teórico, se define por
defender las críticas que
he desarrollado hasta el momento sin pronunciar una postura propia. A
veces tales autores
abogan por el uso de otro tipo de conceptos sustitutos, pero de modo
general se satisfacen
con la función critico-analítica de la academia y el hábito desvelador
de la opresión
simbólica oculta. Un estudio que asume, que el auge de los trabajos
sobre emprendedores
responde a una realidad social cuya interpretación es motivo de disputa
teórica, explora las
diferentes interpretaciones de esa realidad para incluir la disputa
misma en nuestro análisis
del mundo social.
Una vez asumido ese contexto social e ideológico mayor, en el que surgen los emprendedores como categoría y el discurso y la práctica institucional en torno a ellos, se debe de situar el término históricamente, esto es, interrogarse sobre qué denominaciones han recibido los actores sociales de la innovación socio-cultural en el pasado, qué relación mantienen con el presente y por qué surge un cambio en la interpretación y autointerpretación de los agentes del cambio. Hay que situar el término, en un contexto histórico de categorías acerca del sujeto del cambio como los activistas, cuadros, élite, lideres, revolucionarios, etc., o sus correspondientes instituciones o colectivos, las iniciativas, empresas start-up y spin-off, movimientos sociales, grass root movements, ONG, etc. Cada una de esas maneras de denominar a los agentes sociales del cambio, responde a contextos histórico-sociales concretos cuyas implicaciones han de reflexionarse.
Si situamos el término emprendedor históricamente, vemos que en su origen está el emprendedor dibujado como alguien movido principalmente por fuerzas no económicas. Es el joven economista Vienense Schumpeter quien se dedicó por primera vez a una conceptualización del emprendedor al principio del siglo pasado. De acuerdo con sus escritos, no son las ideas, ni la legalización institucional o el estatuto de la institución que ha creado, lo que lo distinguen de las demás personas sino su forma de actuar. El emprendedor es un Mann der Tat, un hombre de la acción. Y es por ello que Schumpeter entiende al emprendedor, en la versión original de la Theorie der wirtschaftlichen Entwicklung (1912), como aquel agente de la sociedad activo y dinámico frente a otros que no lo son (Swedberg 2006). Esa conceptualización histórica del término, es tanto una manera mucho más abstracta y generalista de pensar el emprendedor como suele ser el ductus y el sentido común en torno al término de hoy. Es en esa línea generalista que también respira la definición de la Real Academia, vista anteriormente, en la que conviene enfatizar. Shane y
Venkataraman (2000)
mencionan, entre otros, tres problemas
recurrentes en los
estudios sobre emprendedores. Por un lado las investigaciones en ese
campo se han
centrado en la persona del emprendedor y no en los procesos. Por otro,
podemos aprender
de esos autores el problema teórico que supone definir el emprendedor
como una persona
que crea una institución legalizada o física: procesos innovadores
tienen lugar dentro o
fuera de instituciones formalmente consolidadas. Y como tercer problema
se puede
destacar la reducción de la actividad emprendedora a la acción racional
y sus efectos
económicos.
Evitar esos tres problemas centrales, añadiéndole una visión generalista del emprendedor, tiene implicaciones para la metodología y las técnicas de investigación. El menor grado de determinación de lo que es un emprendedor o una iniciativa emprendedora supone más dificultad para la contabilización estadística simple. Lo que es innovador no se determina mediante clasificaciones teóricas previas sino que ha de buscarse en contextos empíricos concretos. Al mismo tiempo esa visión generalista del emprendedor y el rechazo a las metodologías simples para su estudio requiere un corpus teórico más abstracto. Mientras
algunos estudios ven en el
emprendedor la encarnación
contemporánea del
demonio capitalista, para otros son héroes, profetas y la vanguardia de
un mundo mejor, la
utopía del hombre libre de determinaciones. En ese contexto conviene
apostar por una
mirada teóricamente más abstracta sobre lo que llamamos emprendedores.
Esa mirada no
sólo puede salvarnos un poco más de los imanes ideológicos sino también
asegurar cierta
ingenuidad empírica. Hoy, el emprendedor forma parte de un mainstream economicista no reflexivo, contrastado por estudios que, mediante adjetivos diversos, lo pretenden redefinir para campos de significado no económicos. Esa necesaria visión más abstracta sobre el acto de emprender, en el sentido schumpeteriano, está al mismo tiempo en su origen etimológico: emprender viene del latín in-prehendere que es tomar o coger. Trabajar
con un concepto más
abstracto del emprendedor sugiere
introducir ideas
provenientes de las teorías de la complejidad. Fuller y Moran (2001)
proponen para ello
entender las dinámicas de iniciativas emprendedoras en términos de
adaptación, evolución,
interdependencia y ver las organizaciones creadas por emprendedores
como estructuras
autopoiéticas. Desde la antropología conviene emplear el concepto de emprendedor en ese sentido más amplio, no solo estrictamente económico. El mundo económico-material está íntimamente ligado al mundo ideático-socio-cultural. Tanto empresas, asociaciones u otros tipos de organizaciones no necesariamente constituidas legalmente, fuera de sus objetivos formales, tienen efectos económicos a su vez que sociales en el contexto territorial en el que se envuelven. El significado central de emprender se reduce en la versión subjetivista al ámbito empresarial, a la creación de empresas, de modo que el objeto de estudio científico se funde con el sentido común. Es en ese sentido que dicen Camarero y Sampedro (2007) que en la práctica de esos estudios se impone una visión individualista de la empresarialidad que concuerda con la noción popular del término. Desde una
mirada menos reduccionista
tendríamos que entender
individuos y colectivos en
términos "emprendedores" en cuanto que promueven procesos
institucionales azarosos, que
son los que en algunos casos logran transformar, en el sentido de un
desarrollo, pequeños
territorios. Si una institución entra en un proceso de
institucionalización legal y qué tipo de
objetivos formales persigue la iniciativa, no guarda una relación
mecánica con los efectos
sociales, económicos y culturales en un espacio social determinado. Es
justo esa diferencia
entre las funciones formalmente asignadas por el sistema jurídico, por
ejemplo sin o con
ánimo de lucro, frente a sus efectos latentes, de la que una
metodología cuantitativa no
puede dar cuenta. Las críticas que ha recibido el modelo del actor racional, promovido por la economía neoclásica, han sido de diversa índole, pero principalmente por su obvia simplificación de las motivaciones humanas. Hay una gran cantidad de motivaciones irracionales en la conducta humana, análisis que el mero sentido común puede avalar. La misma idea de una razón única conductora de sentido, desatiende el hecho de que desde lugares y perspectivas diversas la interpretación de sentido es variado. Por otro lado, como anota Bourdieu, ese tipo de análisis económico de los actores sociales sobrevalora la reflexividad de los actores y confunde las practicas científicas con las prácticas sociales. Bibliografía Alonso Nuez, María Jesús (y Carmen Galve Górriz)2008 "El emprendedor y la empresa: una revisión teórica de los determinantes a su constitución", Acciones e Investigaciones Sociales, nº 26: 5-44. Austin, J. (H. Stevenson y J.
Wei-Skillern) 1986 Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne. Frankfurt am Main, Suhrkamp. Becker, Howard Saul 2005 Cómo cambiar el mundo: los emprendedores sociales y el poder de las nuevas ideas. Madrid, Debate. Bourdieu, Pierre 1989 "Entrepreneurs in the rural environment", Journal of Rural Studies, nº 5: 337-348. Camarero Rioja, Luis (y Rosario
Sampedro Gallego) 2005 "Emprendedores étnicos en Almería, ¿una alternativa laboral a la segmentación del mercado de trabajo?", Sociología del Trabajo, nº 54: 101-125. De Carolis,
Donna Marie (y Patrick
Saparito) Ericksen,
Gregory K. Real Academia Española de la Lengua 2006 Los jóvenes y la creación de empresas: actitudes y comportamientos emprendedores en la juventud andaluza. Madrid, Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Andalucía. Fuller, Ted (y Paul Moran) 2005 GEM Andalucía 2005. Informe disponible en: http://www.davidurbano.es/pdf/Libros/GEMAndalucia2005_2006.pdf 2006 GEM 2006. Informe disponible en: http://www.gemconsortium.org/download.asp?fid=532 Giddens, Anthony 2004 "Locality based entrepreneurship: A strategy for community economic vitality", Community Development Journal, nº 39: 385-400. Luhmann, Niklas 2007 "The project in the model. Reciprocity, Social Capital, and the Politics of Ethnographic Realism", Current Anthropology, nº 48(3): 403-424. Schumpeter, Joseph 2000 La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona, Anagrama. Shane, Scot (y S. Venkataraman) 2005 "The geography of talent: entrepreneurship and local economic development in Oxfordshire", Entrepreneurship and Regional Development, nº 17: 449-478. Social Entrepreneur of the Year
Competitions 2006 "Social entrepreneurship: the view of the young Schumpeter", en Chris Steyaert y Daniel Hjorth (coord.), Entrepreneurship as social change: a third movements in entrepreneurship book. Cheltenham, Edward Elgar Publishing: 21-34. |
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