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1. Introducción: del hispanorromaní al caló Las primeras referencias de la llegada a la Península Ibérica de gentes conocidas como "egiptanos" se remontan a los albores del siglo XV. En 1425, por ejemplo, está fechada la "carta de seguro" otorgada por el rey Alfonso V de Aragón al "Conde Thomás de Egypto Menor" al que se permite viajar por el reino durante tres meses con sus gentes y posesiones (1). Poco después, Juan II de Castilla concederá salvoconductos semejantes para sus territorios. Se trataba de grupos notables, vistosos y, a menudo, escandalosos, de entre 30 y 200 personas, encabezados por líderes o portavoces propios, seguramente articulados por vínculos de parentesco en estructuras que podrían corresponder a lo que se llamó en antropología "bandas patrilocales". Estos grupos aparecen en crónicas independientes de diversas regiones Europeas entre 1415 y 1430 lo que permite "reconstruir una emigración desde los Balcanes que comienza en el siglo XIV y alcanzará Europa occidental en el siglo XV" (Matras 2002: 1). Se supone que estos grupos de emigrantes, que resaltan en el paisaje europeo de la época, serían los antepasados de los gitanos de España y de los ciganos portugueses que hoy constituyen cruciales minorías étnicas en ambos países. Ambos colectivos, a su vez, estarían emparentados con las poblaciones romaní parlantes de Europa y América (2) que reciben apelativos exónimos como los de gitanes, cygany, gypsies, zigeuner (3), etc., aunque prefieren llamarse a sí mismos romá, sinti, kalé… Todos estos grupos, unidos por un cierto aire de familia, recurrentes adaptaciones y estrategias culturales y por los vínculos de un idioma común, conforman hoy un "archipiélago" de minorías transnacionales que destacan a menudo en el discurso político y mediático por el rechazo, la discriminación y la exclusión que en su mayoría padecen. La situación de los romá/gitanos supone un enorme desafío para la Unión Europea y su esfuerzo por crear un espacio común de protección de derechos civiles y sociales, ahora amenazados por la crisis económica y el ascenso de movimientos populistas y autoritarios. En España, sabemos muy poco de aquellos "egiptanos" que hasta 1499 fueron acogidos con benignidad como penitentes y peregrinos y toleradas (y hasta celebradas) sus jerarquías, sus costumbres y su autonomía por los señores de la época (Leblon 1985, Pym 2007). Del primer siglo de su vida apenas quedan salvoconductos y algunas referencias aisladas. Ni siquiera está probado que sean los antepasados de los gitanos de hoy, aunque la continuidad genealógica sí que puede establecerse a partir del siglo XVII y sobre todo del XVIII (Gamella en prensa). Es obvio que estos grupos pioneros hablaban otras lenguas que formaban parte de su condición foránea. Pero el lenguaje no es citado ni descrito como rasgo identitario de estas bandas itinerantes en los que el vestido, el aspecto y el comportamiento resultaba tan sobresaliente. Y por tanto, como señala Yaron Matras, aunque es probable, no hay evidencia de que aquellos a los que se califica de "gitanos" fueran romaní parlantes (2002: 2). Sin embargo, la conciencia de su diferencia lingüística debió estar implícita en su visión como extranjeros venidos de lejos. Así, en el siglo XVI, varios oradores y escritores espirituales se valieron de los gitanos para caracterizar rasgos de la vida de algunos pueblos descritos en la Biblia y de otros recién "descubiertos" en América. Ocurre, por ejemplo, en fray Pedro Malón de Chaide que habla de "gitanos" al referirse a los súbditos del Faraón (4). En Europa, la evidencia más temprana del romanés (5) con que contamos es una lista de 13 frases con su correspondiente traducción inglesa que publicó Andrew Boorde en 1542. Para entonces "es ya muy similar al romaní que conocemos hoy" (Matras 2002: 2). En España hay varias referencias indirectas a la lengua gitana en algunas obras literarias, pero la muestra directa más antigua son las frases y palabras romaníes que aparecen en boca de personajes gitanos en una pieza teatral titulada Auto del finamiento de Jacob, que forma parte del llamado Códice de Autos Viejos, un manuscrito compilado antes de 1578 (Clavería 1953: 76, Adiego en prensa). Habrán de pasar dos siglos para contar con el primer documento verdaderamente importante que nos permite hacernos una idea del idioma que hablaban los gitanos en los primeros siglos de su vida en España: el vocabulario recogido por Francesc de Sentmenat a mediados del siglo XVIII, un precioso repertorio de palabras y frases en romaní y español que ha visto la luz recientemente (Adiego 2002). Persecución y negación Si no hubo mucho interés por conocer y describir el idioma de los gitanos, sí que hubo esfuerzos por aniquilarlo. Y es que el desprecio a la lengua gitana no derivaba de una falta de atención; más bien al contrario, se conocía su uso, que se detestaba, lo que seguramente derivaba también del desprecio a la naturaleza y valor de ese idioma. Todas las autoridades de la época buscaron erradicar ese idioma que parecía central al "odioso particularismo" que representaban los gitanos (Leblon 1985, Gómez Alfaro 1993) e instrumento crucial de su capacidad para llevar una vida en cierto modo independiente, diferente y resistente. Entre la primera pragmática de los Reyes Católicos en 1499 y, sobre todo, desde la segunda que promulga su nieto Carlos en 1539, donde se abre para ellos la pena de galeras, y hasta al menos 1783, cuando estas grandes leyes dejan de repetirse recurrentemente, se mantiene e incluso se acrecienta el esfuerzo por terminar con el uso de la lengua gitana. Durante los siglos XVI a XVIII, la persecución del idioma gitano tuvo algo de obsesiva (6). Se veía esa excepción lingüística como un repugnante signo de una diferencia que había que erradicar y diluir. Por eso las prohibiciones del uso de la lengua gitana figuran en casi todas las alusiones a este grupo minoritario. Por ejemplo, en un bando contra los pobres y limosneros, hecho pregonar por la Sala de Alcaldes de Madrid en 1592, se exige de todos los mendigos forasteros que abandonen de inmediato la Corte y… "vayan a residir a los lugares de donde son vecinos… Y que ninguno de los que llaman gitanos hable lengua particular sino la común y ordinaria con apercibimiento que por el mismo caso aunque estén avecindados y tengan tratos y oficios serán castigados como vagabundos…con azotes y destierro" (junio de 1592, bando de la Sala de Alcaldes de Madrid, citado por Gómez Alfaro 2009: 84; énfasis, nuestro). Véase que hablar su "lengua particular" convertía a los gitanos en vagabundos, expuestos a los castigos que la ley establecía para esa categoría execrable, fuera lo que fuese aquello que realmente hicieran para vivir. Aunque la amenaza o competencia que representaban los gitanos siempre fue nimia o muy localizada, su mera existencia revelaba las fracturas de un orden administrativo y moral que no toleraba excepciones ni alternativas. Leblon ha subrayado el ataque encarnizado contra "esos signos exteriores de un odioso particularismo que representaban el traje, la lengua y el nombre mismo de los gitanos" y que se convirtieron los rasgos de un fácil chivo expiatorio (1985: 17, 39). La iglesia católica participó también de esa persecución del hispanorromaní, pues la estandarización lingüística formaba parte del esfuerzo por defender la unidad religiosa. Por ejemplo, en las Constituciones sinodales del arzobispado de Toledo, promulgadas en 1601, donde "ponése lo que están obligados a guardar los curas acerca de la enseñanza de los moriscos y gitanos" se indica a los párrocos que: "pidan la razón de que, adonde, y por quién fueron bautizados los tales sus hijos, y les prohíban hablar su lenguaje, traer su traje, andar en compañías, y catar la buenaventura" (Constitucionales sinodales del arzobispado de Toledo, 1601, citado por Gómez Alfaro 2009: 89). Este afán de borrar un rasgo que hoy es central en la definición cultural de muchos colectivos, corresponde con la lógica evangelizadora tal como entonces se entiende: olvidar su habla o su lengua es olvidar los "malos" usos y costumbres y las creencias pasadas que pugnan con la enseñanza cristiana. Por eso se exige aún más de los moriscos: "porque de hablar la lengua Arábiga, se les conserva la memoria de andonde descienden, encargamos a los dichos Curas que tengan mucho cuidado de que sus parroquianos no la hablen y de dar noticia de las personas que la hablaren, para que siendo avisados y no enmendados sean castigados" (Constituciones sinodales del obispado de Cuenca, 1602; citadas por Sánchez Ortega 1988: 28). El poder real participa de este esfuerzo de gobernanza uniformadora. En casi todas las pragmáticas reales se repetirá la exigencia de que gitanos y gitanas dejen de hablar su lengua, que a partir del siglo XVII es ya considerada una mera jerga de delincuentes Por ejemplo, en la pragmática que firma Felipe III en 1619, se nos dice que:
"Una de las cosas más dignas de remedio que al presente ofrecen estos reinos, es ponerle en los hurtos, robos y muertes que hacen los gitanos, que andan vagando por el reino, robando el ganado de los pobres, y haciendo mil insultos, viviendo con poco temor de Dios, y ser cristianos más que en el nombre, se pone por condición que su Majestad mande salgan fuera del reino dentro de seis meses… y que no vuelvan a él, so pena de muerte, y los que quisieren quedar, sea avecindándose en lugares, villas, y ciudades de estos reinos de mil vecinos arriba, y que no puedan usar del traje, lengua y nombre de gitanos, y gitanas, sino que pues no lo son de nación, quede perpetuamente este nombre y uso confundido y olvidado. Y que por ningún caso puedan tratar en compras ni en ventas de ganados mayores ni menores, lo qual hayan de guardar, so pena de muerte" (Premáticas y cédulas reales publicadas en Madrid en 1619, citado por Gómez Alfaro 2009: 102-103). El lenguaje y el nombre de gitanos van unidos; esa identidad, que se ve como una excrecencia del cuerpo social que hay que extirpar o diluir, se manifiesta más visiblemente en su combinación con el traje y el apelativo que a menudo se describe como autoasignado: "esos que se dicen gitanos". Incluso en la última de estas pragmáticas la emitida por el rey Carlos III en 1783, la más benigna de todas a pesar de su intenso asimilacionismo, se vuelve a repetir la exigencia de que los gitanos abandonen su lengua: "Declaro que los que llaman y se dicen gitanos no lo son ni por origen ni por naturaleza, ni provienen de raíz infecta alguna… Por lo tanto mando que ellos y cualquiera de ellos no usen de la lengua, traje y método de vida vagante de que hayan usado hasta el presente, bajo la penas abajo contenidas…" (Real Pragmática en fuerza de ley, septiembre de 1783, artículo V. Citado por Gómez Alfaro 2009: 280). Sorprende que, en el mismo momento en que se abre una puerta a la incorporación de la minoría gitana, se le sigue negando su condición de grupo culturalmente definido, y se vincule la limitada igualdad que se les ofrece el abandono de algunos de sus rasgos distintivos, primariamente su lengua. Descubrimiento del origen indio del romaní Curiosamente, es en este período cenital del Antiguo Régimen, durante el último cuarto del siglo XVIII, cuando un círculo de estudiosos estableció de forma irrefutable el origen indo-ario del romaní. Seguramente fue Johan Rüdiger, profesor en Halle, el primero en anunciar ese sensacional descubrimiento en abril de 1777, al publicar entonces un artículo que contenía el primer esbozo gramatical de un dialecto romaní y, en paralelo, comparaciones estructurales sistemáticas de ese lenguaje con el indostaní. Pronto siguieron otros autores con similares conclusiones, como Pallas en 1782, Grellmann en 1783, Mardsen en 1785, etc. (Matras 2002: 2). La más influyente de estas publicaciones, aunque no la más original, fue el libro que publicó Grellmann en 1783, y que, traducido pronto a varios idiomas, tuvo un enorme impacto (ver Willems 1997: 22-24). En ese libro se difunde ya un nuevo paradigma en el entendimiento de los "romá" como un grupo étnico que comparte un idioma de raíces índicas emparentado con el sánscrito. Por lo tanto, ese año de 1783, tan importante para los gitanos españoles, es también aquel que marca un punto de inflexión en la representación intelectual de los gitanos, que pasarán gradualmente de ser concebidos como un lumpen marginal a ser a ser considerados un pueblo con un origen común que se manifiesta en su lenguaje de antiguo y noble origen, lo que provocó un enorme interés por sus dialectos vernáculos, aunque no mejoró de forma visible el trato que recibían sus hablantes. En Europa, por tanto, desde finales del siglo XVIII, empiezan a multiplicarse las fuentes y la documentación sobre el romaní. Y no fue sólo interés académico o erudito el que guió esos esfuerzos, también "las fuerzas policiales de Europa occidental se interesaron de forma creciente por los hábitos lingüísticos de los grupos ambulantes y las minorías, llegando a establecer que el romaní y los argots, jergas y germanías propias de delincuentes eran fenómenos lingüísticos diferenciados" pero que se influyen mutuamente y muestran cierto solapamiento (Matras 2002: 2, 243). El interés por el caló y la afición flamenca agitanada La falta de interés ilustrada por los gitanos y su lengua contrasta con la seducción que despertaron en los viajeros románticos y tardorrománticos que escribieron sobre sus aventuras en España, reales o inventadas. Así, en el siglo XIX, proliferarán los diccionarios y vocabularios, dentro seguramente del renovado interés romántico por lo gitano y lo español pintoresco. El primer ejemplo lo ofrece un apéndice del libro del médico británico Richard Bright sobre sus viajes a Hungría publicado en 1818. Dicho apéndice, escrito por un corresponsal de Bright que no se identifica y que debió estar en España entre 1815 y 1817, o incluso antes, quizá formando parte de la expedición británica en la guerra napoleónica, describe la situación y costumbres de los gitanos españoles (Bright 1818). En ese texto aparecen ya listas de términos y frases del caló emparejadas con términos de los idiomas gitanos de Hungría e Inglaterra, así como traducciónes al inglés (Bright 1818: appendix, lxxviii-lxxxviii). Estamos ya claramente dentro del nuevo paradigma interpretativo de la lengua y la cultura de los gitanos y su origen, lo que se manifiesta al menos en dos asunciones básicas. Primero, que el hispanoromaní o sus restos son una variante de otros idiomas romaníes, y segundo, que todos descienden de un idioma índico originario, es decir, que son variaciones de un tronco común. Por eso las comparaciones no son ya entre unos diccionarios y otros, sino entre idiomas gitanos hablados en distintos países, así como referencias eruditas al origen de estas palabras en el sánscrito o el persa. Este nuevo paradigma entrará definitivamente en España con la obra y la influencia de George Borrow, un viajero y colportor de biblias protestantes que pasa en España varios años entre 1836 y 1840, publica una traducción del evangelio de San Lucas al caló en 1838, el primer libro escrito en un dialecto gitano, en este caso mixto. Con sus dos siguientes obras, The Zincali (1841) y The Bible in Spain (1843), Borrow provocará un caudal de interés sobre los gitanos y su lengua. Muchas de las mistificaciones que aún afectan la representación de los romá y particularmente de los gitanos españoles tienen su origen en Borrow. Su influencia en el mundo anglosajón fue inmensa. Y en el universo francófono conviene recordar que la Carmen de Merimée y luego de Bizet también están influidas por Borrow, aunque sus raíces sean también renacentistas y barrocas (Charnon-Deutsch 2004). En el caso concreto de la lengua, se suele considerar a Borrow una fuente muy poco fiable, dada su irrefrenable tendencia a inventar palabras, a mezclar sin criterio diferentes dialectos gitanos y a dejarse llevar por fantasiosas interpretaciones y conexiones etimológicas (cf. Hancock 1997). Y dado que su traducción del evangelio, así como el vocabulario y los textos en caló que Borrow incluyó en la primera edición de The Zincali han servido de estímulo para el caudal de gramáticas y diccionarios gitanos en España a lo largo de los siglos XIX y XX, no es difícil señalarlo como culpable último de los errores y falsedades que afectan a las fuentes escritas del caló español. Sin embargo, como se ha señalado en Adiego (2008), la relación de Borrow con la lengua gitana española fue mucho más compleja y cambiante de lo que puede parecer, por lo que resulta tan inadecuado descalificar globalmente su aportación al conocimiento del caló como aceptarla acríticamente. Sea como fuere, en la estela de Borrow surgirán repetidos diccionarios de términos gitanos, algunos directamente derivado de sus obras (ver Adiego 2005a, 2006) y posteriormente muy afectados por una afición a "lo gitano", que incorporaba una forma especial de percibir y concebir a la minoría en la que se destacaba su carácter pintoresco, rebelde y libérrimo, su amor por el cante y el baile y su vida desembarazada y primitiva que supone a menudo más una proyección de represiones burguesas que una realidad constatada por la convivencia intercultural y por el conocimiento de las condiciones de vida de los gitanos y, sobre todo, de las gitanas. Entre 1818 y 1867 se cuentan nueve diccionarios de caló publicados en España y Europa. Muchas de estas publicaciones "conocieron reediciones y reimpresiones que no parecen haber supuesto variación alguna en el contenido" (ver Adiego 2002: 14 y Gómez Alfaro 1997). Se podría hablar de una obsesión por producir (copiando si es preciso) diccionarios de caló, seguramente en conexión con la moda de lo flamenco y lo gitano, fenómeno que fue estudiado en detalle por Carlos Clavería (1951, 1953) (7). A menudo unos diccionarios se nutrieron de otros (8) y es preciso señalar que "en el caso de la documentación decimonónica del caló español se cumple el principio de que cantidad no es sinónimo de calidad: casi todos los diccionarios mencionados presentan un vocabulario caló alterado por la mistificación a que sometieron la lengua gitana los gadzé cultivadores del flamenquismo" (Adiego 2002: 15). Por el contrario, la documentación del catalanorromaní o caló català en el siglo XIX es mucho menor cuantitativamente pero más fiable, y en ella destacan sobre todo las informaciones recogidas por Jaubert de Réart hacia 1830 en Perpiñán. Todo este material puede verse en Ackerley (1914). En cuanto al vascorromaní, el importante trabajo de Bakker (1991), reúne toda la documentación disponible, de características y valor semejantes a la del catalanorromaní. El caló: una lengua pararromaní Un excelente estudio sobre el caló y su génesis puede verse en Bakker (1999). Siguiendo las distinciones avanzadas por Marcel Courthiade, Bakker considera el caló un idioma "pararromaní", esto es, un idioma mixto formado por un léxico de origen romaní que usa la fonología y la morfosintaxis de la lengua dominante en cada caso (Bakker y Courthiade 1991). Así concebido, el caló no es ni mucho menos excepcional. Se han documentado al menos diez variedades pararromaníes vinculadas al sueco, noruego, alemán, inglés, catalán, portugués, vascuence, castellano, griego, persa, turco y armenio. Según Bakker, aunque "todos los idiomas pararromaníes toman prestados muchos elementos de la lengua mayoritaria, deben ser consideradas como lenguas de pleno derecho y no como dialectos ni del idioma dominante ni del romaní" (1995: 126). Los idiomas pararromaníes están mejor documentados en la periferia occidental de Europa, "donde han reemplazado completamente a los dialectos romaníes de compleja inflexión. Son el llamado anglorromaní del Reino Unido (ver Bakker 2000) (9), el caló de España, el vascorromaní del País Vasco y el llamado escandorromaní en Escandinavia" (Matras 2002: 243). Los hablantes siguen refiriéndose a esos idiomas como "lengua gitana", "romaní chip", "chipí callí", etc. En la península Ibérica están documentados cuatro variedades pararromaníes (cf. Bakker 1995): 1. El caló español o hispanorromaní, combinación de vocabulario romaní con morfosintaxis castellana. Dado que la mayor parte de la documentación publicada sobre este idioma procede de Andalucía, suele atribuirse al caló español los rasgos fonéticos típicos del andaluz, pero es probable y lógico que el caló español hablado en otras partes de la Península Ibérica presente una fonética semejante a la variedad de castellano allí hablado. Es ésta una cuestión que soló podrá estudiarse cuando se disponga de una información fiable y suficiente sobre el caló de Castilla, de Aragón y de otras regiones del centro y del norte de la Península Ibérica. 2. El caló català o catalanorromaní, combinación de vocabulario romaní con morfosintaxis catalana. Subsiste aún en las comunidades de habla catalana de España y Francia. 3. El errumantxela o vascorromaní, combinación de vocabulario romaní con morfosintaxis vasca. También subsiste aún entre algunos gitanos vascos. 4. El calão, hablado en Portugal. Tal como aparece documentado a finales del siglo XIX, se trata en realidad de un caló español (morfosintaxis castellana) superficialmente portuguesizado. Sólo en la variedad pararromaní atestiguada en Brasil parece observarse la mezcla de gramática portuguesa y léxico gitano. Suponemos que el paso del dialecto hisparromaní al idioma pararromaní que conocemos como caló español sucedió en un período comprendido entre los siglos XV y XVIII, pero es imposible saber con detalle cómo, cuándo y a qué ritmo ocurrió este proceso porque la documentación de la lengua gitana española anterior al siglo XIX es muy escasa (10). Sólo podemos constatar que hacia 1800 el caló hablado en Andalucía es ya un idioma mixto, porque así lo demuestra el extenso testimonio del diccionario de José Antonio Conde (1766-1820) (11). En el caso del catalanorromaní, el proceso parece haber tenido lugar en época más reciente, ya que en la documentación del siglo XIX (reunida en Ackerley 1914), los sistemas verbal y pronominal romaníes aún se conservan bastante bien. Sin embargo, a comienzos del siglo XX, el caló català ya es un idioma mixto, semejante en su estructura y funcionamiento al caló español. Así lo atestiguan las informaciones contenidas en la obra del dramaturgo y novelista catalán Juli Vallmitjana i Colomines (1873-1937). 2. Objetivos: conocimiento y uso actual del caló Como se señala en Adiego (2005b: 60), en el último siglo, las publicaciones sobre documentación del caló español obtenida directamente a través del trabajo de campo con informantes gitanos -o con payos en estrecho contacto estrecho con ellos- son muy escasas. A este respecto destacan particularmente por su fiabilidad y extensión los trabajos de McLane (1977) y Román (1995). A ellos hay que sumar el trabajo de Leigh (1998) que presenta citas de uso espontáneo de caló y el reciente trabajo del mismo Adiego (2005b) y el vocabulario de Gordaliza (2001) sobre el caló de Palencia. Estos estudios tienen un carácter primariamente descriptivo, a veces acompañado de anotaciones comparativas y etimológicas, y -con la excepción de Adiego (2005b), más centrado en cuestiones fonéticas y morfológicas- suelen consistir en listas de palabras obtenidas de la compilación de las informaciones suministradas por los entrevistados. El presente trabajo presenta un enfoque muy diferente y, por lo que sabemos, inédito en el estudio del caló español, ya que centra su atención en los niveles de conocimiento y uso de dicho idioma por parte de sus hablantes más que en la recopilación y análisis de las formas conservadas. Es una aproximación, por tanto, fundamentalmente etnolingüística y sociolingüística. Objetivo general Este trabajo, como se acaba de señalar, pretende establecer una primera estimación del conocimiento y uso actual del caló por la población gitana española. Para ello hemos desarrollado un cuestionario que incluye vocabulario básico recopilado al efecto que hemos validado y completado a partir del estudio etnolingüístico de hablantes gitanos. Hemos accedido a la población diana a partir de nuestro trabajo de campo previo en comunidades gitanas de Andalucía oriental y pensamos seguir ampliando la muestra estudiada a otras regiones de España y el sur de Francia. Objetivos desglosados Los principales objetivos de este trabajo cuando se enuncian por partes son los siguientes: 1. Definir un cuestionario con una base léxica que permita indagar el conocimiento y uso actual del caló en poblaciones gitanas o calé (o calós). 2. Establecer los niveles básicos de conocimiento y uso del caló utilizando el cuestionario como instrumento central y como estímulo que provoque el uso espontáneo de caló y de los recuerdos asociados. 3. Precisar las variaciones principales del caló en el habla de diversos grupos de gitanos de España y el sur de Francia. 4. Establecer el estado actual de este idioma mixto que se supone casi desaparecido. 5. Establecer los significados que tiene su conocimiento y su uso para los propios hablantes y la minoría gitana en general. 6. Precisar las actitudes y opiniones más comunes en los diversos sectores de la población gitana respecto a la recuperación del caló como instrumento expresivo y como recurso educativo y cultural. 3. Métodos, fuentes y materiales El cuestionario Se ha diseñado un cuestionario específico que se ha aplicado en entrevistas realizadas a personas que se definen como gitanos o gitanas. El cuestionario contiene un léxico castellano-caló y un pequeño conjunto de preguntas sociodemográficas. Este léxico, establecido por Ignasi-Xavier Adiego, fue adaptado y corregido por los otros autores tras usarlo en una docena de entrevistas iniciales. El léxico, que se ofrece en el Apéndice con los resultados de la muestra, incluye unos 355 términos de caló equivalentes a unos 290 glosas o términos castellanos. Para varias palabras castellanas, por lo tanto, se ofrecen varios sinónimos en caló, con lo que se pretende conocer el conocimiento que los hablantes tienen de cada una de las variedades. Por ejemplo, de "pan", que designa un alimento primario, se ofrecen las opciones, todas de origen romaní: tató, manró, jumer y marrocate, que hemos encontrado en varios diccionarios y en la conversación con informantes gitanos. Naturalmente, cada una de esas versiones contiene connotaciones diferentes y su significado no es exactamente el mismo. Se han agrupado todos los términos en 16 campos semánticos generales tales como: alimentos, partes del cuerpo y funciones relacionadas, vestimenta, animales, parentesco-filiación e identidad, etc. Si el caló es hoy sobre todo un léxico que se articula con morfosintaxis castellana (o catalana o vasca, en su caso), parece que la mejor forma de establecer el conocimiento que los hablantes tienen de este idioma es usar un léxico de partida. Así, el cuestionario se considera un estímulo lingüístico que provoca una respuesta y motiva una interacción entre entrevistadores y hablantes, con el caló como base. No pretende ser un diccionario de términos del caló, ni establecer ningún estándar. Ni siquiera presume que los términos que contiene sean los más usados o conocidos de este idioma. Eso es precisamente lo que quiere establecer nuestra investigación. Muchos de estos términos varían ligeramente en la versión que conocen unos informantes u otros. De los 355 términos que contiene el cuestionario una porción no desdeñable es ya patrimonio también del castellano y especialmente del hablado en Andalucía. Por ejemplo, pinrel, molar, parné, currar, jindama, biruji (por baroji o barojil, un gran frío), apoquinar, etc. (12). Por lo tanto, la mayoría de los castellano-hablantes tendrían un nivel mínimo de conocimiento de caló, un hecho que refleja la secular fusión cultural entre gitanos y no-gitanos, aunque, como ahora veremos, algunos gitanos y gitanas rechazan esos términos como impropios del habla gitana "real" y los consideran "apayaos" (ver también Adiego 2005b: 77, Clavería 1962: 114). Una vez fijado el cuestionario, hemos ido observando que hubiera sido conveniente eliminar algunos términos que no se usan y, sobre todo, incluir otros de uso bastante común entre nuestros informantes y de claro origen romaní. Pero esto hubiera hecho imposible la comparación entre unos hablantes y otros, objetivo central de este trabajo, por lo que no lo hemos cambiado, pero sí anotado esas opciones y variaciones (ver Apéndice 1). Los informantes manifiestan diversas opiniones que reflejan su conocimiento del idioma, su postura frente a su estado, las variaciones que presenta y la falta de instrumentos estandarizados sobre esta lengua. La muestra de hablantes entrevistados Primero aplicamos el cuestionario a 11 hablantes gitanos para ponerlo a prueba y validarlo. Tras corregirlo y cambiar algunos términos, aplicamos el cuestionario a otras 84 personas que se identificaban como gitanas en puntos distintos de la geografía andaluza, sobre todo en las provincias de Granada y Córdoba. De estas, hemos seleccionado 68 entrevistas completas para el análisis cuantitativo. Además, hemos realizado 10 entrevistas en el País Vasco que están también completas, pero que no incluimos en este trabajo. En total hemos realizado 105 entrevistas, 78 de ellas completas y procesadas cuantitativamente. En todos los casos se pidió a los informantes su consentimiento informado, explicando los objetivos del estudio y su carácter científico. Esperamos ampliar nuestra investigación a otras zonas de España, Portugal y sur de Francia para ver si nuestros resultados pueden generalizarse. Hemos excluido del análisis cuantitativo 16 entrevistas por dos motivos fundamentales: 1.Porque quedaron incompletas por error del entrevistador/a o porque no pudo terminarse la entrevista (a menudo la persona entrevistada no disponía de más tiempo) y algunas palabras no se preguntaron. 2. Porque la manera de aplicar la entrevista fue inadecuada en alguna de sus partes; a veces, por ejemplo, los entrevistadores/as ofrecieron demasiado deprisa la respuesta y no sabemos si la persona realmente conocía esa palabra; en algún otro caso, el entrevistado insistía en leer la respuesta del cuestionario antes de contestar a algunos términos, con lo que el proceso se invalidaba. Grabamos todas las entrevistas en las que los/as entrevistados/as nos dieron permiso y fue factible hacerlo por las circunstancias ambientales. En total, grabamos 46 de las 68 que hemos utilizado para el análisis cuantitativo y otras 9 de las incompletas o insatisfactorias. Fuimos desarrollando métodos que aumentaban la eficacia, utilizando el propio cuestionario en papel como un instrumento de recogida de datos, incluso cuando se grababa la entrevista, algo que mejoró nuestro desempeño. Hemos buscado personas que conocieran algo de caló, aunque sin descartar usuarios con menor conocimiento, para tener una visión amplia de la situación. Dado que es relativamente fácil conseguir informantes que apenas saben caló y que reconocen menos de un 20 por ciento de los términos propuestos, nuestra muestra está sesgada hacia los usuarios con cierta competencia, aunque pretende incluir hablantes adultos de todos los niveles de conocimiento. Total de entrevistas analizadas cuantitativamente Hemos incluido en el análisis final cuantitativo un total de 68 entrevistas en las que se preguntó todo el cuestionario y, al repasarlas sistemáticamente, parecen adecuadas. Los autores hemos realizado el 78 por ciento de todas las entrevistas que se usan para el análisis (53 de 68). Nos ayudaron también alumnas de la asignatura Trabajo de campo antropológico de la licenciatura de Antropología social y cultural desde 2007 a 2010. Creemos que fue una buena experiencia de aprendizaje para ellas y les estamos muy agradecidos. El perfil de los/las informantes: reclutamiento Se partía de un trabajo previo de más de 10 años en algunas de las zonas de trabajo, aunque en muchos casos se establecieron nuevos contactos. Como decimos, hemos entrevistado a un amplio conjunto de hablantes, pero sobre todo adultos y con cierto saber del caló o "hablar gitano". Muchos jóvenes tenían un conocimiento mínimo, con lo que no es difícil encontrar entre ellos hablantes con un conocimiento mínimo del caló. Hemos buscado más bien personas con cierta competencia, aunque en los casos de Alhama y Lucena creemos tener una selección bastante completa de hablantes, que podría representar el estado general de este uso lingüístico en la localidad. Todas las personas entrevistadas se definen como gitanas y afirman esa identidad públicamente. Por otro lado, todos son conocidos y reconocidos como tales por sus vecinos. El criterio fundamental de identificación étnica es el de autoadscripción. Entre los usuarios que entrevistamos en la primera fase de este proyecto, cuando validamos el cuestionario, había uno que no se consideraba gitano, sino "castellano" (o payo o gachó) pero que está casado con una mujer gitana. Resultó conocer bastante más términos en caló que sus afines gitanos. Conocimos también en cada zona algunos otros casos de "payos" que sabían más caló que la mayoría de los gitanos. Se trataba siempre de personas que lo habían estudiado en diccionarios o de un conjunto de personas que sabían muchos términos, pero no lo hablaban en familia. Esta no es una muestra representativa de la minoría gitana andaluza ni española. Ni su tamaño ni su forma de selección garantizan la representatividad. En general, es difícil obtener tales muestras de una población, como la gitana, de la que no existen listados o censos y cuyo tamaño y distribución local se desconoce. Lo mejor que suele utilizarse son aproximaciones a partir de estudios que se pretenden exhaustivos y ofrecen una información más o menos fidedigna de la distribución municipal de la minoría (ver Fundación Secretariado Gitano 2008, Centro de Investigaciones Sociológicas 2007). Sexo y edad Nuestra muestra incluye personas nacidas entre 1928 y 1992, que contaban entre 17 y 80 años al ser entrevistados. Hemos incluido por tanto un rango muy amplio de edades en nuestra indagación. Nuestra muestra incluye personas de todas las edades entre los 17 y los 80 años. No obstante, hay una menor proporción de jóvenes, porque en ellos el conocimiento de caló es usualmente más bajo. La mitad de nuestros/as informantes tiene más de 46 años y una cuarta parte más de 56. Predominan por tanto los adultos y los mayores y sólo una cuarta parte es menor de 35 años. Hay una proporción ligeramente mayor de varones (54 frente a 46 %) que de mujeres. La distribución por edades no es muy diferente para ambos sexos. La diferencia no es estadísticamente significativa. La media de edad es de 47 años, algo mayor para los hombres, con una mediana de 46,5. Una cuarta parte de los informantes tiene menos de 34 años y otra, más de 56 (ver tablas 1 y 2 ).
Nivel educativo y académico El nivel académico de los entrevistados es muy variado; diez han realizado estudios universitarios, pero 11 son analfabetos y analfabetas. La mayor parte de estas personas (un 53%) acudió durante algún tiempo a la escuela, pero no concluyó los estudios primarios. Todos los niveles educativos que encontramos hoy en la minoría gitana se encuentran representados en la muestra elegida, aunque no de forma proporcional. Tampoco a este respecto la muestra pretende ser representativa.
Por sexo, hay más mujeres que no saben leer ni escribir y proporcionalmente menos con estudios primarios. Pero en los estudios medios y superiores no hay gran diferencia entre los sexos. Recordemos que, aunque la heterogeneidad de la minoría gitana es creciente y mayor de lo que se suele creer, su diversidad es obviamente menor que la de la población general. Ocupaciones, ingresos, vivienda Los 68 informantes de la muestra analizada desempeñan una variedad de trabajos y empleos. Hay 12 personas (8 varones y cuatro mujeres) que se describen como jornaleros o peones agrarios eventuales, una actividad muy común entre los gitanas y gitanos andaluces, sobre todo en las provincias de Granada, Málaga, Almería, Jaén y Huelva. Varias de estas personas compaginan esa actividad de temporada con otras ocupaciones como la venta ambulante (sobre todo de fruta), los contratos en la construcción, e incluso la fabricación de cestas y canastas (sobre todo en el pasado). Hay también cuatro personas que se dedican a la venta de productos textiles y ropa en tienda propia o de forma ambulante en los mercadillos semanales; una informante tiene una carnicería. Otros dos, trabajaban de barrenderos; y otro es fontanero. Tres varones y una mujer, se dedicaban profesionalmente al flamenco, como guitarristas y bailaora, respectivamente. En cinco casos, los informantes se dedicaban a la hostelería, tres como camareros/as, otra, empleada en un hotel y otra en un bar de su propiedad. La muestra incluye también tres funcionarios, uno que trabaja como conserje, otro en un puesto administrativo y otra como directiva. También incluye a un empleado de una empresa inmobiliaria, además de un educador social que trabaja para un ayuntamiento. En varios casos, las mujeres compaginaban el desempeño de las tareas domésticas con contratos en empresas de limpieza. Pero 12 mujeres se identificaron como "amas de casa" y declaraban no trabajar por un sueldo. Desde la perspectiva de la situación laboral, nuestra muestra incluye 10 jubilados o jubiladas, un pensionista por enfermedad, dos desempleados, cuatro personas con contratos permanentes y tres funcionarios. Predominan los contratos temporales y precarios y las situaciones de subempleo y la percepción de subsidios y ayudas públicas. Todas estas personas y sus familias viven en pequeñas casas de su propiedad que han ido arreglando a veces con ayudas públicas, o en viviendas cedidas o arrendadas por organismos oficiales. Se trata de pisos en bloques, casitas propias viejas de pueblo, e incluso en casas-cueva, que abundan en amplias zonas de la provincia de Granada y en algunos pueblos de Jaén y Almería. Estado civil De las 68 personas entrevistadas, 52 se habían casado al menos una vez y 16 están solteros. De las 52 personas casadas, tres están divorciadas, otras tres están separadas y dos son viudas. De estos matrimonios, 10 se celebraron con personas no gitanas, "payas" o "castellanas". Esto supone un 19 por ciento de matrimonios mixtos, un porcentaje bastante acorde con lo que encontramos en esta zona de Andalucía, donde los matrimonios mixtos se han vuelto muy comunes en las tres últimas décadas, lo que supone un importante índice de transformación cultural. Procedencia y residencia Los 68 informantes de la muestra finalmente analizada residían en seis áreas de Andalucía oriental: La comarca de Guadix, el mismo lugar donde trabajó el viajero norteamericano, Merrill Mclane con un propósito semejante al de este trabajo (13) (9 casos). 1. La comarca Alhama de Granada, lugar con una gran integración de los gitanos en la vida social y económica local (19 casos). 2. La ciudad de Granada, especialmente en los barrios de su Zona Norte, como Almanjáyar, La Paz y Cartuja, así como los barrios antiguos del Albaicín y el Sacromonte y en los pueblos de su periferia (Fuente Vaqueros, Cenes, Atarfe, Pinos Puente) (25 casos). 3. La comarca de Lucena en la provincia de Córdoba, (6 casos). 4. Algunos casos aislados de Málaga y Almería (4 casos) 5. Casos de personas gitanas que se encontraban en Andalucía en este período, pero residían habitualmente en Cataluña, Cantabria, Castilla-La Mancha o la Comunidad Valenciana (5 casos). Se siguieron criterios de acceso y conveniencia, pero también de diversificación de las fuentes para incluir distintos tipos de comunidades gitanas locales, algunas en zonas rurales más aisladas y otras en ciudades abiertas y heterogéneas. También es variada la integración local de las familias y comunidades de donde proceden los/las informantes. Aunque en el momento de ser entrevistados vivían en municipios andaluces, la mayoría ha pasado largas temporadas, a veces décadas, en otras regiones como Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia o Baleares. Algunos han emigrado también por trabajo a Francia, Suiza o Alemania bien para trabajos de temporada o por varios años. En los 9 casos entrevistados en Guipúzcoa y Vizcaya, las diferencias eran pequeñas con nuestros resultados, tanto por el conocimiento total, como por las palabras que más a menudo recordaban, aunque había ligeras variaciones en bastantes términos. Acceso a los informantes y proceso de indagación No ha habido muchas dificultades para acceder a la mayoría de los informantes, usualmente a través de conocidos y conocidas gitanas, bien en nuestro trabajo de campo previo o por el conocimiento de familias gitanas locales, tratándose en algunos casos del barrio o el pueblo de los investigadores (uno de los cuales se define como gitano). Por lo general, todos los entrevistados han accedido con interés a ser entrevistados, mostrando una cierta relación de complicidad, así como una actitud favorable a que el caló y la cultura gitana sean considerados como ámbitos de estudio e interés. El mayor motivo de resistencia venía en muchos casos de que los informantes consideraban que no conocían ya esta lengua y no tenían mucho que aportar. Apenas hemos encontrado una actitud de rechazo a participar en el proceso basada en invocar el carácter secreto del idioma. Algunos informantes consideraban tal actitud propia del pasado, cuando era necesario mantener a los payos fuera del secreto de la comunicación (cf. Gordaliza 2001 (14)). Como mucho se ha producido en algún caso cierto asombro o rechazo al plantearse la entrevista: al identificar caló como habla gitana, tenían la sensación de ser rotulados o estigmatizados, sobre todo si no conocían a los investigadores. Pero en la gran mayoría de los casos hemos encontrado interés y aceptación a tratar este tema y a responder a nuestras preguntas. Cada uno de los entrevistadores hemos usado estrategias de acceso diferentes según nuestra experiencia y nuestro contacto y relación con las comunidades gitanas locales donde realizamos las entrevista. Pero no parece que la forma de presentarse haya hecho variar sustancialmente los resultados obtenidos. Por ejemplo, uno de nosotros se presentaba como gitano, pero no vemos que la respuesta sea diferente: en general se interesan por lo que hacemos y manifiestan pena y pesar por el estado en que creen se encuentra esta "lengua" o habla gitana. En su diario de campo uno de los autores anotaba: "En algunos casos se han mostrado interesados por el desarrollo de la investigación tras ser entrevistados. Y varios han manifestado pesadumbre por la precaria situación del Caló -especialmente los más mayores- y su inquietud por la necesidad de que de una u otra manera pudiese recuperarse esta lengua 'porque es el verdadero idioma nuestro'" (mujer gitana de 40 años, Granada). Alguno de nosotros ha encontrado alguna resistencia. Por ejemplo, uno de los autores apuntaba en su diario que la renuencia que encontraba podía… "deberse a que al presentar la entrevista como una investigación de la Universidad esto les supone rechazo ya que me ven, en un primer momento, como un elemento extraño. Para solventar este problema apelo a la forma en que pronuncian los términos del Caló mis familiares al principio de la entrevista. De esta manera al reconocerme como gitano se crea una complicidad que cambia por completo el clima de la entrevista". Pero ha habido algunos casos en que se ha producido cierto rechazo, cierta sospecha o reconocimiento de ineptitud. En bastantes casos, sentían que no eran la persona adecuada porque no conocen la lengua: "He encontrado excepciones, como es el caso de Manuel (15) (varón, nacido en 1976 en Granada) quien, al comenzar la entrevista y ver la dinámica de pregunta-respuesta, dijo: 'Pero esto qué es, de traducir del caló, pues no sé yo si deberías hacerme la entrevista, porque yo no sé nada de esto. Sabes lo que pasa, es que yo soy gipitano, yo me junto también con payos, no sólo con estos' [refiriendose a dos primos suyos con los que habíamos estado antes de comenzar la entrevista y que se encontraban cerca]. De esta manera pretendía hacerme ver que el no era un "gitano antiguo" sino que era más 'abierto' y justificar así su escaso conocimiento del caló". "Otra respuesta que denotaba una visión negativa de la cultura propia me la dio un gitano de entre 40 y 45 años que, al comentarle el tema y pedirle permiso para entrevistarle, me dijo: "¿El caló? ¿Y eso, para qué, si nosotros ya estamos civilizados?", negándose a ser entrevistado y dando a entender que esta lengua es algo de gitanos 'antiguos' y 'cerrados'". Nos ocurrió en dos ocasiones que un término provocó el final de la entrevista, en un caso fue el término arate, sangre. Y en otro, los términos chorar, randar, etc. En ambos casos se trataba de ancianas (70 y 72 años) a las que no supimos explicar bien el objetivo de nuestro trabajo o a las que quizá abordamos de forma inapropiada. Algunos entrevistados y entrevistadas también se mostraron reacios al principio, pero se animaban al ir avanzando la entrevista. Algunos parecían concebir la entrevista como un "examen de gitanidad" y temían hacerlo mal. En general, conforme avanzábamos en el cuestionario, aumentaba su interés y en muchos casos los informantes se percataban de que sabían más de lo que creían. Nunca habían tenido la experiencia de que alguien se interesase de forma sistemática por conocer su visión de este idioma que consideraban perdido. Por ejemplo, una pareja, Ramona e Ignacio, de cuarenta y pocos años, que visitaban a unos primos en Almería con los que habíamos concertado una entrevista y a los que incluimos en el cuestionario, se mostraron nerviosos y retraídos al principio. No entendían lo que nos proponíamos ni el motivo de hacer todas aquellas preguntas. Repetían que "eso es algo que ya no se usa" y guardaban silencio. Pero al avanzar en el repaso del cuestionario, se fueron animando y recordando palabras y también momentos de su vida y la de sus seres queridos en que aquellas palabras se habían pronunciado y habían tenido sentido. Cuando terminamos, dos horas y cuarto después, estaban animados y afirmaban que el tiempo parecía haber volado. Dijeron que les había gustado mucho, que les daba pena no saber más, porque es algo muy bonito y lamentaban que se estuviera perdiendo. Reacciones al cuestionario En la mayoría de los casos el cuestionario se juzgaba como bastante completo, y todos los informantes aceptaban que se trataba de términos del "hablar gitano", y que estaban bien recogidos, incluso nos pedían una copia considerándolo una especie de diccionario que les gustaría consultar y aprender. Pero algunos/as informantes, a menudo con un conocimiento alto de vocabulario romaní, formularon quejas respecto a algunas palabras, sobre todo en dos sentidos. Primero, porque juzgaban que algunos términos eran castellanos o españoles; incluso si su origen pudiera haber sido romaní, estaban ya desvirtuados o "apayaos". Por ejemplo, Serafín un varón gitano nacido en León en 1947, que ha vivido en varios pueblos de Castilla y Andalucía, y cuyo caso veremos más adelante, repitió varias veces que había muchas palabras en el cuestionario que: "No son romanó, que eso es merchero o es payo. Hay un romanó barato en esto que me estas enseñando tu" (Serafín, varón gitano nacido en León en 1947). En segundo lugar, varios informantes se quejaron de que el cuestionario estaba adulterado porque contenía palabras que no tenían relación auténtica con el caló, sino que eran expresiones "quinquilleras", "chorizas", "choriceras" o "talegueras", es decir, términos de una jerga marginal, delincuencial o carcelaria. Esto es, por otro lado, congruente con la identificación que se ha hecho durante siglos del caló como una jerga delincuencial y con su influencia a partir del siglo XVII sobre la germanía usada en cárceles y entornos delictivos. La confusión, en cualquier caso, afecta sólo a unos pocos términos. 4. Resultados generales En el apéndice al final del texto presentamos el cuestionario completo con la proporción de informantes que reconoció cada término, la variaciones y las alternativas más importantes que se ofrecieron en cada caso. En esta primera parte de un texto demasiado largo para publicarse entero, presentamos además los resultados generales que conciernen a todos los hablantes, dejando para la segunda parte el modelo de niveles de conocimiento y uso que encontramos en la minoría gitana, así como el análisis de los términos y campos semánticos más utilizados y la descripción de los tres principales ámbitos sociales donde parece aprenderse/transmitirse lo que queda del caló. 4.1. La proporción de palabras conocidas De promedio, las personas entrevistadas conocen 129 términos del cuestionario, el 36 por ciento de los 355 que se les ofrecen. Sin embargo, como se aprecia en la tabla 4, la dispersión respecto a esa media es alta: una cuarta parte de los informantes conoce más de 154 términos y otra cuarta parte, menos de 90. El rango de palabras reconocidas va del 9 al 75 por ciento del cuestionario propuesto.
Hay una diferencia por sexo estadísticamente significativa: los hombres conocen una proporción mayor del cuestionario, pero también muestran mayor variación a este respecto. Recordemos, no obstante, que la muestra no pretende ser representativa, sino simplemente ilustrativa. Conocimiento del caló por edades También hay una considerable diferencia entre unas generaciones y otras respecto a su conocimiento y uso del caló. Los más jóvenes, saben generalmente mucho menos que los mayores. En general, los menores de 30 años, conocen muy pocas palabras de origen romaní. Esto es un síntoma, por un lado, de la amenaza que se cierne sobre este habla y también de que no se transmite principalmente en la familia inmediata ni en el proceso de socialización familiar.
No parece ser la generación de mayor edad, nacida antes de la guerra civil la que más conoce, sino la inmediatamente siguiente, los nacidos entre 1940 y 1959 y que tienen ahora entre 50 y 70 años. Los motivos para esta distribución seguramente tienen que ver con la forma en que se aprende y se utiliza hoy el "habla gitana". Bien es verdad que son muy pocos los representantes de los grupos más ancianos (ocho casos), así que no podemos confirmar este punto.
Si prescindimos de los universitarios, hay una correlación inversa entre conocimiento del caló y nivel educativo. Aquellos gitanos y gitanas con un nivel educativo más bajo, incluidos analfabetos y analfabetas, conocen más términos del caló y seguramente hacen más uso de ellos. El resultado es estadísticamente significativo (p<0,01). Esto es compatible con la triple forma en que se aprende y se transmite el caló, que veremos enseguida y que, aunque afecta a todos los hablantes, se manifiesta especialmente en la distinta forma en que han aprendido términos romaníes las personas con menos estudios y los universitarios y universitarias gitanos. 5. Conclusiones El caló, el idioma propio de los gitanos españoles durante los tres últimos siglos, sufre una lenta agonía. No desaparece del todo, pero tampoco está vivo; su conocimiento es hoy escaso y limitado a unas docenas de palabras y unas cuantas estructuras básicas. Ahora no es ya un lenguaje mixto o pararromaní, sino una forma de expresión que incorpora un fuerte sentido identitario. Ya no suele usarse para expresar algo diferente; en su propio uso está la diferencia. Lo más importante que se expresa en caló es la diferencia cultural, étnica si se quiere, de un grupo que sigue reconociéndose distinto sin que le sea fácil precisar los fundamentos de esa diferencia, que suelen ser más vividos que razonados, más existenciales que sistemáticos, más implícitos en la acción que explícitos en los discursos, normas y concepciones que, además, se están replanteando radicalmente en las últimas décadas. Lo que queda del caló, por lo tanto, es un resto lingüístico que funciona como sublenguaje o parte de un habla gitana que tampoco es un dialecto único: los gitanos hablan habitualmente el dialecto castellano (o catalán, gallego o vascuence) de la región donde viven; esto es, el mismo que hablan sus vecinos inmediatos. En el uso de las hablas locales, no obstante, muchos grupos gitanos pueden haber conservado o desarrollado algunos elementos propios, por ejemplo, una cierta entonación (que se exagera a menudo en la burla), así como expresiones que ya se usan menos entre la mayoría aunque sí que pueden trazarse a un castellano pretérito, pues también en esto gitanos y gitanas suelen ser más "conservadores". Algunos de estos elementos, sean términos o giros, se comparten de forma variable por grupos gitanos de toda España e incluso de toda la península, y corresponden a peculiaridades de su vida social y de su cultura. El término de ajuntaora, por ejemplo, para designar a la mujer experta que practica el ritual central de la boda gitana, es un término que hemos escuchado entre ciganos en varias zonas de Portugal. La diglosia (16) de las comunidades gitanas se ha reducido hasta casi desaparecer. Apenas se habla "gitano", salvo en breves momentos e, incluso entonces, con unas pocas frases entreveradas de castellano. Ya no es un idioma familiar, doméstico, ni tampoco un recurso de la comunidad gitana en sus intercambios; es un recurso expresivo que puede añadir un sentido de pertenencia y comunidad a la interacción entre gitanos y gitanas. Pero no es mucho lo que se comunica en caló, por lo que su valor instrumental es bajo, salvo en lo que respecta a usos eufemísticos y crípticos. Por el contrario, su valor expresivo es muy alto. (Ofrecemos ejemplos de uso de caló en la segunda parte de este trabajo). El vocabulario nuclear De nuestro estudio deducimos que el vocabulario vivo del caló, al menos en esta zona de España, incluye entre 350 y 400 términos básicos. Los miembros de la minoría gitana conocerían entre un 10 y un 70 por ciento (de 40 a 280 palabras) de ese vocabulario nuclear. Nuestros resultados coinciden los que encontró Mclane hace más de 30 años en una de las zonas donde hemos trabajado nosotros, en la comarca de Guadix. Pero creemos que se quedaba corto, pues según él incluso los hablantes más competentes no conocen más de 50 o 100 palabras (1977). Hemos visto que son bastantes los gitanos adultos que saben hoy más palabras de origen romaní, en algunos casos por encima de 200, considerando además, el tiempo pasado desde su estancia en Granada. El cuestionario propuesto parece medir bien el nivel de conocimiento de caló y sus variaciones, permitiendo agrupar a los/as hablantes en varios niveles de conocimiento y uso, que oscilaría entre un nivel muy bajo, el de aquellos que reconocen entre 30 y 70 palabras, muchas de las cuales son hoy también patrimonio del castellano, hasta un nivel máximo representado por aquellas personas que conocen 250 términos o más (veremos ejemplos de cada caso en la segunda parte de este trabajo). En las personas con un conocimiento mayor, existe aún cierta productividad morfológica o sintáctica. La fonética del caló es castellana. Nuestro trabajo demuestra, por tanto, que hay una gran diversidad en el conocimiento del "habla gitana" o caló en esta fase terminal. Aquí no ocurre como en otros idiomas, en que cada hablante o un pequeño grupo de ellos, puede ofrecer un ejemplo completo de la sintaxis, la morfología y, con variaciones, la semántica elemental. Aquí el conocimiento del lenguaje o lo que queda de él se encuentra muy repartido. También se confirma que hay payos y payas que conocen caló, incluso más que el común de los gitanos/as. Algunos son miembros de familias mixtas y han aprendido del entorno familiar de sus esposos/as. A veces son personas que han vivido cerca de gitanos y gitanas y han tenido un interés en aprender palabras y expresiones del hablar gitano, a menudo complementando el saber directo con el estudio de caló documentado. Cómo se vive el estado del caló La mayoría de los gitanos y gitanas perciben que el caló casi ha desaparecido: ya no existe como lo conocían sus abuelos y abuelas. "No queda nada", "ya no lo hablamos", "se ha perdío todo", son expresiones que se repiten de forma similar en casi todas las entrevistas. Se tiene una clara sensación de pérdida que, en general, se lamenta. Pero el abandono u olvido del caló les parece a algunos un elemento más del cambio social, de la transformación que sufren gitanos y gitanas en tantos ámbitos de su vida, y se juzga así como inevitable. Para algunos, de hecho, la integración y participación en la sociedad más amplia se vive como la necesaria desaparición de ciertas tradiciones, entre las que el "hablar gitano" formaría parte. Algún informante, sin embargo, ve ciertos signos de esperanza y recuperación de esta lengua mixta que, en general, se vive como algo propio. La gran mayoría verían bien el desarrollo de programas de recuperación del caló o al menos su inclusión en los programas de enseñanza obligatoria, algo que podría formar parte de los futuros currícula (Gamella 2011). En este sentido, nuestro trabajo pone de manifiesto una más de las grandes transformaciones que han experimentado la vida y la sociedad de gitanos y gitanas en los últimos siglos. Si antes el caló era privilegio y patrimonio de una comunidad que rechazaba compartirlo y no veía con buenos ojos a quienes lo enseñaban a "los otros", hoy nos hemos encontrado que el interés actual de un payo o paya que se preocupa por ese idioma puede ser interpretado como muestra de respeto y apreciación de la cultura gitana. Todo está cambiando; pero no todo está perdido: subsiste el interés y el amor de unas gentes por los restos del idioma que un día hablaron sus antepasados. Notas Agradecimientos: 1. El salvoconducto, originalmente en latín, se refiere al "Inclitus Thomas Comes In Egipto Parvo" (Szaszdi León-Borja 2005: 15). 2. También hay grupos romaníes, sobre todo romá, en varios países de África, Asia y Oceanía. 3. Los exónimos casi siempre derivan de una errada identificación o un primer malentendido sobre su origen que se situaba en "Egipto menor", una zona en la actual Grecia, pero acabó siendo "Egipto" a secas y de ahí, "egiptanos" y gitanos. Estos grupos parecen provenir de zonas del Imperio Bizantino, o lo que es hoy Grecia, Turquía y, en general, los Balcanes. 4. "Cuando estava en Egyto, y quiso sacallos a la tierra de promission, por estorvallo Faraon embio Dios muchas plagas con que castigo a los Gitanos." (Pedro Malón de Chaide, Libro de la conversión de la Madalena, Barcelona, Hubert Godart, § 11. Ibíd. se refiere al faraón como "el Rey Gytano"). 5. En este trabajo consideramos "romaní", "romanó" y "romanés" como sinónimos. Ver Jiménez (2009) para una interesante descripción de cómo la propia comunidad gitana usa y percibe estos y otros rótulos exónimos y autónimos en España. 6. "Monolinguals are likely to be very critical of the new codes that result. They may even use derogatory terms to describe what they hear" (Wardhaugh 2010: 107). 7. El libro Gitanos de la Bética de Juan Carlos de Luna (1951) es seguramente el más reciente y completo ejemplo de esta "afición" y su visión entre poética, paternalista mistificadora y colonial de lo gitano y los gitanos. 8. Ivo Buzek habla de "piratería" intelectual en la confección de la mayoría de los diccionarios de caló (2009). El sociólogo Nicolás Jiménez cree que "los gitanos españoles jamás hemos hablado el caló según aparece en esos diccionarios. Pero ello no significa que no exista un caló… un habla mixta surgida de la convivencia del romanó con el español" (2009: 153). 9. Sobre el angloromaní véase ahora la reciente monografía de Matras (2010). 10. Clavería había ya percibido que "el conocimiento del antiguo dialecto de los gitanos españoles "sigue siendo, con anterioridad a los últimos decenios del siglo XVIII, uno de los más arduos problemas que ofrece el gitano español" (Clavería 1953: 76); Cf. también Adiego (2002: 13). Ver también Torrione (1994 y 1998). La transformación lingüística es seguramente índice y elemento central de la crucial transformación cultural de esos grupos conocidos como "gitanos" y su creciente hispanización. Bakker (2000) ofrece un buen estado de la cuestión de las diferentes hipótesis sobre el origen de los dialectos pararromaníes, centrado en el caso del anglorromaní. 11. José Antonio Conde, Lengua Ethigitana o de Gitanos. Madrid, Real Academia de la Historia, Manuscrito, 9-5969 (237-292). El manuscrito fue descubierto y publicado por Torrione (1988). 12. El propio diccionario de la Real Academia incluía en su vigésima primera edición 46 palabras de origen gitano o caló y otras de origen incierto, que seguramente provienen también del romaní (Gordaliza 2001:303). La mayoría de esos términos están incluidos en el vocabulario utilizado en este trabajo. Ver también a este respecto los trabajos de Ropero (1999) y (2007), quien ha estudiado la presencia de términos de caló en los cantes flamencos (1978) y para quien "el léxico caló ha arraigado profundamente en el habla andaluza" y "muchos escritores utilizan palabras de origen gitano en sus producciones literarias" (1999: 77). 13. Véase McLane (1977, 1987). 14. "Muchos gitanos han empezado a redoblar el interés por su lengua… sólo para gitanos. En el transcurso de nuestra investigación, nos ocurrió en cierta ocasión que, estando anotando palabras con un padre gitano rodeado de su familia, apareció el abuelo y ordenó: 'Eso no penelar' (Eso no se dice). Se acabó la sesión y perdimos al informante" (Gordaliza 2001: 304). 15. Este y todos los demás nombres de informantes son seudónimos. 16. Ver Fishman 1967, Schiffman 1998, para una precisión de esta condición o situación lingüística y sus variedades. 6. Referencias Ackerley, F. G. Adiego, Ignasi-Xavier Bakker, Peter Bakker, Peter (y Marcel
Courthiade) (eds.) Borrow, George Bright, Richard Buzek, Ivo Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) Clavería, Carlos De Luna, Juan Carlos Fishman, Joshua Fundación Secretariado Gitano
(FSG) Gamella, Juan F. Gómez Alfaro, Antonio Gordaliza, F. Roberto Hanckock, Ian F. Jiménez, Nicolás Leblon, Bernard Leigh, Kate Matras, Yaron McLane, Merrill Pym, Richard J. Román, Mercedes Ropero, Miguel Sánchez Ortega, Helena Schiffman, Harold F. Torrione, Margarita Wardhaugh, Ronald Willems, Wim Apéndice Términos del cuestionario en castellano y equivalencias propuestas en caló. Número y porcentaje de informantes que identifican cada término, variaciones que ofrecen y principales opciones alternativas (no contabilizadas) que proponen (N: 68).
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