Por:
Roberto Augusto.
Doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona.
En
el prólogo Johan Norberg expone las líneas generales de su pensamiento.
En él nos
relata que, después de haber sido anarquista en su juventud, ha
evolucionado hasta
convertirse en un defensor de la economía de mercado, ya que ésta es la
que nos ha dado
una mayor capacidad de decidir y un alto grado de bienestar. Según él,
los pobres son los
principales beneficiarios de la globalización que nace de las acciones
de políticos
pragmáticos. Lo que desea Norberg es más libertad capitalista,
entendiendo por capitalismo
la economía liberal de mercado; es decir, defiende la libertad
individual en el ámbito de la
economía. En palabras del propio autor: "Creer en el capitalismo es
creer en el ser
humano".
El
primer capítulo comienza criticando una de las ideas más repetidas del
movimiento
antiglobalización: los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada
vez más pobres. En
esta frase, sostiene el autor de este libro, únicamente es verdad la
primera parte, ya que la
pobreza se reduce en el mundo, especialmente en Asia, continente que ha
apostado
decididamente por el capitalismo. Recurriendo a diversos datos
estadísticos vemos como
los ingresos de los pobres se han multiplicado, y como millones de
personas han salido de
la miseria gracias al crecimiento económico. Se ha disminuido el hambre
en el mundo (este
problema solo ha aumentado en el África Subsahariana), se ha duplicado
el acceso al agua
potable, ha mejorado la educación y la democratización del mundo avanza
a pasos
agigantados: nunca había habido tantas democracias como hoy en día. La
globalización
hace cada vez menos defendible la discriminación de la mujer y mejora
sus condiciones de
vida.
En
China e India, donde viven la mitad de los pobres del mundo, gracias a
la liberalización
de sus economías, se está produciendo un crecimiento económico
espectacular. Norberg
nos muestra, además, que las diferencias entre países se han reducido,
derrumbando otro de
los tópicos a los que se suele recurrir. Esto no quiere decir que todo
vaya bien, ya que se ha
extendido el sida y en algunas zonas de África la pobreza es mayor; aún
así es mentira,
según su punto de vista, que el mundo ha empeorado.
En
el segundo capítulo se afirma que la prosperidad del planeta no es un
milagro, sino que
se debe al entorno de creatividad y de esfuerzo que construye el
capitalismo. La libertad
económica incrementa la prosperidad, fomenta el desarrollo, eleva el
nivel y la esperanza
de vida. El crecimiento ilimitado de la economía capitalista es el
mejor remedio contra la
pobreza. La igualdad de oportunidades en una sociedad fomenta el
crecimiento y la libertad
económica promueve la igualdad; libertad e igualdad no se oponen.
Johan
Norberg destaca, además, que la propiedad privada beneficia a los
pobres porque les
proporciona una protección jurídica frente a los poderosos, ya que
impide que éstos se
apropien de sus bienes: "El capitalismo sin derecho a la propiedad es
un capitalismo
exclusivamente para élites". Otro punto que se destaca es la
prosperidad de Asia frente al
desastre africano; los primeros apuestan por el libre mercado, los
segundos por economías
autárquicas y planificadas que les han llevado a la miseria y al caos.
El
libre comercio, leemos en el capítulo tercero, "es de por sí un
comercio justo, puesto que
se basa en la voluntariedad", siendo, además, fuente de prosperidad y
crecimiento. La
importación, a diferencia de lo que suele pensarse, es tan buena como
la exportación, ya
que al importar mercancías baratas se ahorran recursos en el país
importador. Norberg
aboga por favorecer el libre intercambio comercial suprimiendo
aranceles, incluso de
manera unilateral. Cuanto más libre comercio, más crecimiento económico
y menos
pobreza; de esta forma se reduce el desempleo, al ser la creación de
trabajo mayor que su
destrucción. El autor de esta obra también está a favor de la libre
circulación de personas,
porque la inmigración es la solución al envejecimiento de la población
en los países más
desarrollados. Aquí se hecha en falta una mención a los problemas que
puede generar una
inmigración masiva no controlada, ya que únicamente se mencionan sus
aspectos positivos.
En
el cuarto apartado se crítica otra de las consignas del movimiento
antiglobalización: el
20% de los habitantes del planeta consume el 80% de los recursos. De
esta forma se da a
entender que los pobres son pobres porque los ricos son ricos. Johan
Norberg afirma que el
20% de la población mundial consume el 80% de los recursos porque produce
esos
recursos. Y esta desigual distribución se debe, en su opinión, a la
desigual distribución del
capitalismo. Especialmente crítico se muestra el autor con Occidente,
ya que éste afirma ser
liberal de cara a la galería y después aplica políticas proteccionistas
en productos textiles y
agrarios. Según él, la política agraria de la Unión Europea es
irracional y vergonzosa. En
este capítulo también se critica el modelo autárquico que, durante una
época, se impuso en
Latinoamérica, el mantenimiento de aranceles por parte de los países en
desarrollo y el
endeudamiento provocado por políticas equivocadas del Banco Mundial y
del FMI.
Muchos
gobiernos de países ricos practican el proteccionismo propugnado por
grupos de
presión y no creen realmente en el libre comercio. Norberg afirma que
el trabajo infantil
debe ser denunciado, pero no aplicar sanciones económicas, ya que esto
puede empeorar la
situación de los menores. Otra de las afirmaciones habituales de los
movimientos
antiglobalización es que los países en desarrollo pagan sueldos bajos;
de esta forma, para
competir con ellos, en las economías más avanzadas se reducen los
sueldos y se empeoran
las condiciones de trabajo. El autor de este ensayo piensa que esto es
falso porque las
condiciones laborales han mejorado gracias a una mayor productividad.
También se suele
criticar a las multinacionales afirmando que éstas explotan a los
países pobres y dominan el
mundo. Las multinacionales al producir a gran escala son más
competitivas, además, su
influencia se ha exagerado mucho; las empresas tienen más poder en
economías cerradas
donde no hay competencia y existen monopolios. El autor de esta obra
defiende la
separación del Estado y del sector empresarial. Una crítica habitual al
capitalismo es que
éste destruye el medioambiente, sin embargo, una vez alcanzado un alto
grado de
desarrollo, la protección medioambiental mejora gracias al avance
tecnológico y a una
mejor legislación.
Los
críticos de la libre circulación de capital afirman que ésta es un
colectivo sin líder que
se mueve por puro afán especulativo. Sin embargo, el mercado lo que
busca es el mayor
rendimiento del capital, invirtiendo muchas veces en proyectos
prometedores y en países en
vías de desarrollo. Los mercados flexibles superan mejor las crisis y
excesivos controles
burocráticos fomentan la corrupción. Otro de los caballos de batalla de
los
antiglobalizadores es la imposición de la famosa tasa Tobin, es decir,
un impuesto a los
movimientos internacionales de capital. Esta tasa sería inaplicable, ya
que todos los países
deberían cumplirla, además, perjudicaría a los países menos
desarrollados al encarecer las
inversiones y necesitaría una burocracia inmensa.
En
el séptimo y último capítulo se afirma que el progreso no conduce a una
homogeneización cultural, sino que nos lleva al pluralismo y a la
libertad de elegir cultura.
Las culturas, al mezclarse entre sí, se fortalecen, ya que la
globalización reduce el
enclaustramiento y es un remedio contra la intolerancia y la
autocomplacencia. La
globalización permite la difusión de las mejores ideas y logra que el
ideal de la dignidad
humana supere las fronteras. La globalización no es algo necesario e
imparable, solo es
deseable, ya que el futuro será lo que queramos que sea, lo que
libremente construyamos
con nuestras decisiones.
Este
ensayo, que tuvo un gran éxito internacional y fue publicado en más de
una docena de
países, colocó a su autor en la primera línea de los defensores de la
economía de mercado.
Además del estilo claro y didáctico con el que está redactado, hay que
destacar la valentía
con la que Norberg defiende sus ideas. Aunque mucho nos tememos que el
optimismo que
hay en él ha quedado totalmente en entredicho con la actual crisis
económica, provocada en
parte gracias a teóricos como este, partidarios de la desregularización
y del capitalismo sin
límites. La crisis que el mundo vive desde 2007 ha convertido en pocos
años a este libro en
una reliquia del pasado.
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