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Diálogo Iberoamericano

Núm. 10 / julio-agosto 1997. Pág.18

El mito de la neutralidad de la ciencia

Carlos Verdugo Serna (Universidad Educares, Chile)

Para muchos científicos y filósofos es casi un dogma que la ciencia sólo es posible si es libre o independiente de valores. Ellos creen que hay poderosas razones para adoptar tal doctrina. Algunas descansan directamente en la importante y clásica observación hecha por Hume, según la cual, desde un punto de vista estrictamente lógico, es imposible deducir alguna norma o
propuesta de tipo normativo o ético, a partir de enunciados puramente descriptivos acerca de como han sido, son o serán los hechos en el mundo y, por consiguiente, ningún enunciado descriptivo tiene o puede tener aplicaciones éticas. En este sentido, en la medida en que la ciencia consista de enunciados puramente descriptivos, esta no puede estar lógicamente comprometida con valores.
Pero, seguramente, una de las razones más poderosas para defender la tesis de la neutralidad valorativa ha sido pensar que ella garantiza la objetividad de la ciencia, entendida, especialmente, como aquella característica que poseerían las verdades científicas de ser aceptadas universalmente, esto es, al margen o absolutamente independiente de consideraciones o factores subjetivos, tales como preferencias, predilecciones, prejuicios, personalidad o valores éticos, sociales o políticos que posean los investigadores.
Lo anterior hace difícil atacar la tesis de la neutralidad valorativa de la ciencia sin enfrentarse a la sospecha de estar defendiendo posiciones oscurantistas, retrógradas o irracionales. Pero, a pesar de ello, tal tesis requiere ser examinada, en primer término, porque hay buenas razones para pensar que una cierra interpretación de ella es insostenible y, en segundo lugar, debido a que continúa siendo usada para evitar o disminuir la responsabilidad socio-ética de los científicos puros. Después de todo, piensan algunos si la búsqueda de la verdad o del conocimiento puro es moralmente neutral, sus actividades de investigación también lo son.
Ahora bien, al intentar discutir la tesis de la neutralidad nos encontramos con una situación bastante curiosa: sus defensores suelen, no sólo ofrecer versiones distintas de ella sino que, incluso, incompatibles entre si. A continuación citaré algunas formulaciones más o menos recientes, las dos primeras pertenecientes a dos científicos ganadores del Premio Nobel y otra correspondiente a un filósofo de la ciencia:
1. La ciencia ignora y debe ignorar juicios de valor (J. Monod).
2. La ciencia, en la medida que se limita al estudio descriptivo de las leyes de la naturaleza, no presenta cualidades morales o éticas, y esto se aplica tanto a las ciencias físicas como a las biológicas. (E. Chain).
3. La tesis de la neutralidad valorativa no sostiene que el científico en tanto científico no hace juicios de valor, sino que, dado su compromiso con los cánones de inferencia, no necesita hacer juicios de valor adicionales para decidir que hipótesis aceptar y cuáles rechazar. (I.Levi).
Para poder hacer un análisis adecuado de la tesis de la neutralidad es necesario que distingamos, cuidadosamente, dos usos del término "ciencia": cuando se aplica a un proceso y cuando lo hace a un producto o resultado. Así, la ciencia como proceso es un conjunto de actividades o trabajos que son realizados por los científicos o pro instituciones científicas tales como, observar, experimentar, planificar investigaciones, etc. Por otro lado, la palabra "ciencia" puede referirse al resultado o producto de las actividades o procedimientos científicos, en especial, al conjunto de enunciados que intentan describir algunos rasgos del universo.
A la luz de esta distinción analítica, parece enteramente razonable sostener que la ciencia entendida como producto, esto es, como un conjunto de enunciados, incluyendo las distintas relaciones lógicas que rigen entre ellos (deducibilidad, contradicción, compatibilidad, etc.) resulta ser, sin duda, lógicamente independiente de todo juicio de valor, ya que, desde un punto de vista estrictamente lógico, ningún enunciado descriptivo tiene aplicaciones normativas o éticas. Si esto es así, entonces, la ciencia como producto es efectivamente independiente de enunciados valorativos, especialmente de tipo ético. De acuerdo con esto, si es esta característica lógica de los enunciados científicos lo que la tesis de la neutralidad valorativa de la ciencia establece y defiende, entonces, las formulaciones 1 y 2 citadas anteriormente resultan ser correctas. En suma, la ciencia es éticamente neutral.
Sin embargo, si la tesis de la neutralidad pretende aplicarse a la ciencia entendida como proceso o actividad, tal tesis resulta, a mi juicio, insostenible. A continuación quisiera exponer algunas de las razones que fundamentan esta posición. En primer lugar, considero que un análisis de las actividades que deben realizar los científicos en tanto científicos muestra que ellos tienen que tomar, por lo menos, algunas de las siguientes decisiones:
-Qué problema, asunto o materia investigar o estudiar (seleccionar qué investigar).
-Qué técnicas o procedimientos han de emplearse para realizar la investigación en el área escogida o para obtener conocimiento sobre un determinado problema (seleccionar cómo investigar).
-Qué hipótesis aceptar o rechazar, esto es, qué enunciados pueden ser incluidos en el corpus de conocimiento científico aceptado (seleccionar hipótesis).
Si aceptamos lo anterior, tenemos que admitir, también que cualquier decisión o selección sólo es posible sobre la base de algún juicio de valor y, en este sentido, ineludiblemente los científicos tienen que hacer juicios de valor de algún tipo.
Todo lo expresado hasta aquí muestra que la ciencia, concebida como proceso, no puede prescindir o estar totalmente divorciada de valores de algún tipo; más bien la ciencia presupone valores; no se puede hacer ciencia sin valores, en suma, la ciencia no es neutral valorativamente. Ahora bien, si la ciencia no es neutral en el sonado que acabamos de examinar, entonces, la formulación 1 de la tesis de la neutralidad, según la cual la ciencia ignora y debe ignorar juicios de valor es errónea. Pero, aún nos resta por examinar las demás formaciones así como las posiciones que representan.
La formulación no niega, explícitamente, que la ciencia está relacionada con valores, no obstante, ella afirma que estos no son de naturaleza moral, lo cual parece conducir a la tesis que la ciencia es amoral. Esto último puede interpretarse de varias maneras. Siguiendo un lúcido ensayo de E. Agazzi, podríamos sostener que la amoralidad de la ciencia puede entenderse como una característica de los fines de la ciencia, de sus medios, o de sus condiciones y consecuencias. Así, por ejemplo, afirma (erróneamente, a mi juicio) que si la meta de la ciencia pura es la búsqueda de la verdad, ésta es inmune en si a objeciones morales, en otras palabras, desde el punto de vista exclusivamente de sus fines, la ciencia pura no causaría problemas éticos y sería siempre moralmente aceptable, en principio es moralmente aceptable conocer todo, y no hay verdades moralmente prohibidas.
Estimo que la gran mayoría de los científicos y filósofos de la ciencia estarían dispuestos a aceptar que la ciencia es amoral en el sentido anterior. Con todo, en relación con los medios necesarios para adquirir conocimiento o llegar a la verdad, esa misma gran mayoría estaría de acuerdo en negar que no pueda cuestionarse la legitimidad moral de algunos procedimientos y técnicas de investigación, especialmente, el empleo de personas en actividades de experimentación en las cuales puedan sufrir daños severos. En otras palabras, se estaría rechazando una especie de maquiavelismo científico según el cual el fin de la ciencia justifica cualquier medio.
Finalmente, es posible indicar que hay buenas razones par poder mostrar que en el proceso de aceptación o rechazo de hipótesis científicas se requiere algo más que la consideración de valores únicamente epistémicos, como lo sostiene la formulación 3 de Levi. La tesis de que el proceso de aceptación o rechazo de hipótesis contiene un componente de carácter ético ha sido defendido por el filósofo norteamericano Richard Rudner en un influyente y debatido ensayo titulado "The scientist qua scientist make's value judgments". Allí muestra que ninguna hipótesis científica es verificada completamente y que, por eso, al aceptar una hipótesis, el científico debe adoptar la decisión que la evidencia es suficientemente alta para garantizar la aceptación de ella y que tal decisión estará en función de la importancia, en el sentido típico ético, de cometer un error al aceptar o rechazar la hipótesis.
Creemos haber mostrado que hay poderosas razones para creer que la tesis de la neutralidad valórica de la ciencia sólo puede aceptarse en tanto que se considere la ciencia como producto, pero de ninguna manera cuando la ciencia se considera un proceso.


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